Con "M" de mierda y los ojos en la frente
Mi padre andaba por los 50 años -apariencia de septuagenario, ya loco de las pulgas, gastronómico desocupado, las gambas reventadas por más de tres décadas de andar de mesa en mesa sirviendo copas en los cabarets montevideanos a la cremita pituca y parásita de la "Tacita de Plata"...-. Pero tenía una esperanza: colocar a su hijo -dibujante autodidacta, quinceañero, ínfulas de artista gráfico- en un diario, una revista, una agencia de publicidad, lo que fuera, como caricaturista o algo parecido...
Así que en la primera mitad el año 1965 nos recorrimos todas las secretarías de redacción de los diarios montevideanos, en lo que en realidad era un tristísimo peregrinar mendigando un lugar donde ser explotado, en un país en el que ya la violencia de la desocupación y la miseria había colocado en la cabeza y el alma de muchísimos adolescentes y unos cuantos veteranos, la otra violencia, la del pueblo, la de la resistencia activa y la legítima condena al manoseo y la humillación de que son culpables los integrantes de la casta dominante, desde "siempre".
A principios de ese año -una mañana de muchísimo frío y muchísima lluvia-, recalamos en el edificio donde funcionaban el directorio del partido blanco, autodenominado nacional, y su diario oficial, "El Debate", dirigido por un chanta de cuarta implicado en cuanta joda hubiera en el circo democrático burgués del capitalismo dependiente del Cono Sur: Wáshington Guadalupe...
Colgaban de las paredes deprimentes de la vieja casona colonial de la Plaza Matríz, grandes retratos no menos deprimentes de Herrera, Leandro Gómez, Aparicio Saravia, y apenas un mal dibujo enmohecido de Artigas hecho por un nieto del dictador Latorre que tenía el monopolio proveedor de cuanto retrato "al óleo" de "próceres nacionales" se exhibían en las oficinas estatales del país, incluidos el Palacio Legislativo y Casa de Gobierno.
El diario blanco se escribía e imprimía en una auténtica cueva instalada en el subsuelo del edificio. Oscura, silenciosa, siniestra, idéntica a los sótanos donde los monjes "cristianos" ocultaban celosamente los libros de la sabiduría en la película "El nombre de la rosa" (y en la realidad).
No había prácticamente empleados ni tampoco mucha infraestructura; la rotativa era del paleolítico, y los pocos redactores y operarios que deambulaban entre sombras y restos de plomo por todas partes, parecían fantasmas prolijamente programados para fabricar un pésimo pasquín gorilón, solamente consumido y consumible por oligarcas ganaderos decadentes y banqueros mafiosos que todavía pensaban, escribían y leían en el mismo lenguaje soberbio y antipopular de los señores feudales y los fascistas de la España de Franco y la Italia de Mussolini.
Nos atendió "Don Pintos", encargado del suplemento de turf, que ya entonces se armaba en formato medio tabloide, con una foto en tapa del jockey en onda de cada semana. "Don Pintos" escribía y escribía sin que se le despegara un perrito viejo y chueco, que parecía estar muy atento a todo lo que su dueño decía y hacía.
--Bueno, la verdad que yo no puedo decidir nada. No tengo nada que ver con el diario, yo solamente me dedico a Maroñas y las carreras. Acá no hay secretario de redacción y el director no está nunca... A ver, mostrame algún dibujo.
Después de observar los retratos de artistas de cine y jugadores de fútbol hechos a lápiz y con las energías y la contracción de lo vocacional y los ímpetus juveniles, preguntó:
--Si te doy unas fotos ¿te animás a copiarlas?...
Yo no estaba entendiendo muy bien cómo era el asunto si él no podía decidir nada, y ahí apareció, como salida de las paredes de la caverna "nacionalista", una figura bien parecida a los adefesios de "La razón produce monstruos" de Goya: gordiflón, fofo, de un rubio de pelo de muñeca de porcelana, carita de nene mimado que toma la mema hasta los 5 años y que jamás se entrevera con la gurisada del barrio... (unos pocos años después, en mi época de cinéfilo, lo reconocí en la figura del pedófilo que interpretó genialmente Peter Lorre en "M, el vampiro de Düsseldorf", dirigida por un alemán perseguido por Hitler: Fritz Lang).
El adefesio se colocó atrás de "Don Pintos", miró de reojo los garabatos del imberbe artista gráfico empeñado en vincularse al "cuarto poder" en carácter de "asalariado" estable, y se dio media vuelta, desapareciendo sin un gesto y sin emitir más sonidos que el de su respiración jadeante y enfermiza y un taconear suave, de pasos cortitos -de bailarina de vals de kermesse- como si los fuera pensando y midiendo cuidadosamente.
"Don Pintos" nos informó:
--Es el licenciado... Él solito se escribe casi todo el diario; vive metido aquí, escribiendo y leyendo, leyendo y escribiendo... Es medio raro, más bien ermitaño, pero sin él, "El Debate" no existiría- acotó como si el periódico fuese un "artículo de primera necesidad de la cultura nacional" y aunque el "Dr. M." tampoco pudiera decidir si emplear o no a un caricaturista al que pagarle unas chirolas locas.
Por supuesto que jamás pude cobrar las tapas del suplemento de turf que hice durante un mes, parsimoniosa, amorosamente, dibujando a plumín, a vela y farol de querosén, en la esperanza de, por fin, tener un laburito con que ayudar a parar la olla familiar, hacer el liceo y verme alguna buena película de vez en cuando.
Mi padre murió ese mismo año sin llegar a los 51, por falta de asistencia médica y por exceso de penurias, a 26 kilómetros del centro de Montevideo, sin celulares, sin teléfono público, sin que "algo" o "alguien" reconociera y reivindicara la condición de seres humanos de quienes ya entonces nos íbamos auto-desterrando al culo del mundo, zafándole a los alquileres impagables, pero sin dejar de pagar el altísimo precio de tener que renunciar a bienes terrenales tan elementales como la energía eléctrica, el agua potable, un saneamiento adecuado, un transporte colectivo adecuado; en fin, una vida y una muerte "adecuadas"...
En el velorio paterno, finalmente, enganché laburo de dibujante "de efemérides" en el diario "Acción", gracias a la "muñeca" de una parienta lejana, "bagayera-militante" del otro partido histórico del poder y de la cremita pitucona pseudo burguesa criolla -el partido colorado, el famoso partido del golpismo "legal"-.
Este otro diario del sistema al menos funcionaba en un local bien iluminado, hecho por laburantes con cierta conciencia de clase, sindicalizados parcialmente, sin el aspecto sepulcral y cavernícola de los pobres entes plomizos del Dante de "El Debate"... (Pero esta es otra historia que no tiene mucho que ver con la intención de estas líneas, que no es otra que la de describir un "paisaje" diferente sobre un personaje aparentemente secundario del llamado "proceso cívico-militar" oficializado el 27 de junio de 1973 en la Republiqueta "Oriental del Uruguay". Personaje hoy buscado por el pueblo oriental para que él tampoco se las lleve de arriba en la batalla contra la impunidad, aunque nunca haya exhibido su condición de desalmado vistiendo uniforme, pese a poseer grado militar de "oficial asimilado").
Exactamente diez años después de aquel peregrinar que nos había llevado a la "caverna nacionalista" de la Plaza Matríz, tuve el segundo y no último encuentro con aquel bicho raro que se escribía él solo, casi, todo "El Debate", al decir de "Don Pintos":
Era nada menos que el principal encargado vernáculo de asesorar a los botones en el "Establecimiento Militar de Reclusión Nº 1", de Libertad, en el "arte de enloquecer y suicidar" prisioneros políticos, parodiando fungir de "psicólogo" (asesorado a su vez por "expertos" yanquis en la materia, especializados en la guerra imperial contra el pueblo vietnamita y otras hazañas imperiales por el estilo).
Ahí supe que el sujeto "M." se llamaba Dolcey Britos, naturalmente apodado por todos -milicos rasos incluidos- "Menguele", y ya conocido también -por connotado estudiante fascista- por otros presos que habían tratado de estudiar "psicología" en la misma Universidad de la República que bancó los estudios del incansable cagatinta de la Plaza Matríz.
Una de las tareas primordiales de Britos era sencilla y "apasionante": debía leerse toda la correspondencia de ida y vuelta del "personal recluso" y dictaminar qué cartas entraban y cuáles salían... Pero, además y fundamentalmente, se ocupaba de llevar un prolijísimo registro de los datos extraídos de la correspondencia que permitían detectar naturales complicaciones afectivo-sentimentales o cosas parecidas en los prisioneros y sus familiares, datos potencialmente "útiles" para convertir esos imaginables desacomodos subjetivos, en seguras alteraciones psicológicas y hasta crisis de carácter psiquiátrico leves, medias o agudas. (O sea, Britos era un productor "intelectual" de tortura psicológica sistemática y masiva, y, a la vez, quien debía "atender" a sus propias víctimas, no precisamente para "curarlas", sino para completar y hacer cristalizar todas sus acciones previas, todo ello otra que calificable como delitos "de Lesa Humanidad"...).
Luego, transmitía la información y sus valoraciones "profesionales" a los verdugos uniformados de alto rango a cargo de la cárcel, recomendando tales y cuáles "medidas" en atención a cada caso personal y en función del objetivo clave de su importantísima tarea "laboral-militante": proporcionar todos los consejos necesarios para lograr el máximo posible de suicidios en el campo de concentración "de Libertad", por vía de la "inducción", preferentemente, pero sin descartar jamás la "acción directa" criminal, presentada como autoeliminación en un contexto en el que resultaba inimaginable la verificación forense efectivamente profesional sujeta a la verdad científica (peor, todavía: muchísima gente sabe muy bien y con gran pesar, que los milicos impedían a los deudos cualquier posible autopsia extra militar posterior a la entrega de los cuerpos, siendo lo más común que los velorios se realizaran, compulsivamente, a cajón cerrado, en presencia de botones apuntando con sus fusiles y con la orden de "actuar" en caso de "desacato").
Resumiendo: durante muchísimo más tiempo del que fue visible en el penal -muchas veces actuando a distancia- "M" fue erigiendo una genuina academia de terrorismo de Estado, que también actuaba sobre las familias del "personal recluso" y que planificaba y ejecutaba no solamente la tortura y el crimen "personalizado", sino que también hacía lo mismo masivamente,; es decir, planificando y ejecutando la persecución sistemática y sin tregua sobre toda la población prisionera del "proceso cívico-militar", sin discriminar entre tupas, anarcos, bolches o militantes orejanos atrapados en la cacería humana industrial que empezó después de haber sido totalmente derrotada la timorata guerrilla de la pulverizada "Tacita de Plata" convertida en "Tacita de plomo".
¿Qué aportan estos párrafos?. No mucho ni muy sustancioso; pero si ayudan, creo, a comprender los no muy sutiles entrelazamientos del poder capitalista, en el que los que hoy aparecen como inofensivos comentaristas de la superestructura burguesa, como frívolos alcahuetes del sistema, como mercenarios de la tele y la "prensa grande", mañana, dentro de un rato, ahora mismo, pueden ser también "los cuadros" renovados del siempre renovado terrorismo de Estado.
Buscar a Dolcey Britos, señalarlo, acusarlo, llevarlo a los juzgados y a la cárcel a pesar de sus 80 años y su segura pretensión de hacernos creer que también fue una "víctima de las circunstancias", es clave para ayudarnos a ubicar, señalar y neutralizar a aquellos personajes que hoy -hoy, no ayer ni anteayer-, a la misma edad en que "M" se escribía "todo el diario" de la vacunocracia, siembran con plena conciencia semillas de violencia fascista, ahora creídos de que ya es imposible que la violencia de abajo pueda volver a anidar en cabezas y corazones resueltos a no tolerar más la vejación impúdica de los de arriba y sus mandaderos.
Britos, además de merecer el Juicio y el Castigo que se ganó en "mala ley", es también la figura emblemática de la maquinaria de cobardía y engaño montada en función de la impunidad madre de todas las violencias e inseguridades: la explotación y la opresión, con la consiguiente estigmatización y "condena cultural" a toda expresión de voluntad de abolir la desigualdad y la injusticia, aun aquella que solamente apela a la razón y que llama a la unidad férrea e invencible de la clase trabajadora, sin hablarse siquiera de una violencia popular que ni la decretan ni la detienen los caprichos político-estratégicos de nadie.
"M" y los actuales "intelectuales" del fascismo, son la luz roja que hay que hacer ver y condenar, para poder cruzar, seguros, las calles de la historia sin que la distracción o la subestimación nos dejen tendidos en el cordón de la vereda. "M" es también el envenenamiento que sale de las pantallas del televisor y que no nos muestra a los auténticos enemigos del pueblo.
¡A buscarlos y señalarlos, a todos y todas, contra la impunidad, contra toda la impunidad y en defensa de un futuro-presente sin privilegiados ni condescendencia con los mercenarios del poder!!!.
Gabriel Carbajales
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