19-06-2011
William Yohai*Desde hace un par de semanas el eje de la discusión política en el país se ha desplazado hacia el tema de los impuestos que paga, no paga y debería o no pagar el sector agropecuario.
Ubicamos el comienzo de todo este sainete (1) en una serie de hechos que golpearon duramente tanto la popularidad a nivel general cuanto la moral de los ya raleados militantes fraudeamplistas y del MPP: a) el convencimiento que el partido de gobierno no va a llevar adelante política alguna que afecte los intereses del gran capital y contribuya en forma sustantiva a modificar la distribución de la riqueza en el país b) el desastroso final del intento de dejar, de alguna forma, sin efecto la ley de caducidad y el papelón internacional que se deriva de ello c) el desalojo violento del único integrante de las legendarias marchas cañeras que había conseguido una fracción de Colonización. d) los repetidos desbordes verbales de jerarcas militares sin respuesta. e) las razzias.
Indudablemente el presidente de la República, titular entre otras virtudes de un finísimo olfato político sintió la necesidad de dar alguna forma de “golpe de timón” para revertir el fenómeno. No dudamos que su sufrida tropa, usufructuaria de cargos y prebendas varios y numerosos, comenzara a inquietarse seriamente ante la probabilidad cada vez más cercana y visible de perder tan jugosas ventajas. Simple condición humana que le dicen.
¿y que mejor para ello que amagar con meterle mano al sector que más se ha beneficiado de este fascinante período que va desde la última crisis hasta ahora? Se sabe, la gente tiene memoria corta y frágil, sobre todo cuando las hazañas celestes o aurinegras se suman a la farándula tineliana para ocupar generosamente el poco tiempo que el difícil oficio de ganarse la vida deja libre a la mayoría de los uruguayos. Para los escasos militantes, el tema tiene viejas resonancias sesentistas. Al fin y al cabo, ¿contra quien luchábamos en aquellos años sino contra, entre otros, los siempre despreciados latifundistas? Y las jóvenes generaciones, que no conocieron aquella época saben, de todas formas, de memoria la letra de “a desalambrar”.
Se planteaba un problema……¿Cómo hacer para que pareciera que se le metía mano a los terratenientes sin que ello efectivamente ocurriera?
Claro, remedando las viejas técnicas policiales de interrogatorio, si hay un “malo” fuerza es que haya también un “bueno”.
Y, por supuesto, en el elenco gobernante el candidato a “malo” es, ficha puesta, el “siempre listo” Astori.
Horas habían transcurrido (o minutos, que no vale la pena investigar el detalle) desde que el presidente planteara su desprolija propuesta de “gravar las grandes extensiones de tierra, por encima de 2000 (o 2500) hectáreas para combatir la concentración de la propiedad” y ya el “malo” Astori saltaba con su consabida monserga defensista de “reglas de juego”, “inversión” y otras tantas consignas huecas.
La oposición, sorprendida, alcanzó apenas a reaccionar. ¿Qué se traerían entre manos este par de pícaros?
Para evitar que el espectáculo superara demasiado los razonables límites de la seriedad gubernativa Astori se puso rápidamente de acuerdo en que, para solucionar los temas de caminería rural tal vez hubiera que solicitar “aportes” a los mayores usuarios de los caminos. Con toda razón el “profesor” adujo que si el objetivo era combatir la concentración de la propiedad de la tierra, lo propuesto por Mujica era inconducente.
Siguieron después diversas alternativas, reuniones del gabinete ministerial, reuniones mano a mano entre los dos gerifaltes y comentarios, chismes y dimes y diretes de toda laya.
Mujica, dio, tal cual es su costumbre infinitas vueltas. Que si era para caminería rural, que si no, que si se devuelve al sector, y por fin ahora plantea gravar las extensiones mayores a 2000 hectáreas (que ahora aparentemente no serían físicas sino CONEAT) y al mismo tiempo derogar el impuesto a la enajenación de semovientes que castiga a los ganaderos. Pero además contemplando la propuesta de Astori, que según lo que ha trascendido es una tasa de caminería rural. Todavía no se sabe que llegará como proyecto al parlamento, pero algo si está claro, LOS TERRATENIENTES DE ESTE PAÍS NO TIENEN NADA QUE TEMER.
Y lo saben. Tanto es así que sus manifestaciones han sido notoriamente moderadas. No hubo aquí cortes de ruta, ni siquiera alguna mención por tímida que fuera a llevar adelante alguna medida de protesta. Y es lógico. Hace ya tiempo que los dos jefes fraudeamplistas implicados (el tercero en discordia ha mantenido un prudente silencio) han establecido una férrea alianza con los terratenientes.
No nos cansaremos de recordarlo: en setiembre del 2005 Fernando Matos, entonces titular de la asociación rural del Uruguay le dijo al semanario “Crónicas económicas”: “MUJICA ES UN ALIADO NUESTRO”.
Y vaya si el involucrado cumplió esa sentencia. Hemos calculado, y perdonen los lectores ya cansados de leer este dato, que entre 2003 y 2010 los terratenientes mayores de 200 hectáreas se enriquecieron en más de 31.000 millones de dólares. Más o menos el producto bruto interno de aquel año. Y esto solo por dos conceptos, aumento del precio de la tierra y rentas percibidas. O sea, excluyendo la ganancia empresarial que corresponde a la explotación agropecuaria.
Y, en relación a su producto bruto interno “el campo” paga hoy menos impuestos de los que pagaba hace 7 años. Más o menos la cuarta parte, en proporción, de lo que paga el resto de la economía, incluyendo al propio sector agropecuario.
Desde el punto de vista político, la maniobra de Mujica, con la evidente colaboración de su segundo, se desarrolla en forma impecable.
El MPP larga una campaña mediática, con jingle pegajoso de prosapia electorera incluido, atacando (verbalmente, por supuesto) al “latifundio”. Y apoyando, faltaba más, la propuesta “castigadora” de su venerable líder.
Los involucrados, mientras tanto, mantienen pudoroso silencio. Son demasiado vivos como para no darse cuenta que, ante tanta cháchara mediática no hay más remedio que bancarse en el molde.
Saben, lo tienen clarísimo, que este gobierno les será fiel.
Tiran, como obligados, alguna referencia a hipotéticos “inversores extranjeros” que habrían congelado las tan ansiadas.
No se piense que inversión se usa en este caso en el sentido de “inversión bruta”, o sea, de incorporación de máquinas nuevas o procesos técnicos a la producción. No, se trata de compras de campos, como si el país necesitara que más tierra se extranjerice.
Pero claro, cada nueva compra de campos contribuye a aumentar el ya hiperinflado precio de la tierra. Y representa un “aporte” más a la riqueza de los terratenientes.
Políticamente, la maniobra va dando, por ahora, resultado. Ya se comenta en corrillos militantes la supuesta vuelta de tuerca programática de Mujica y el MPP. Y Astori, ya deshauciadas sus ambiciones presidenciales por la reciente aparición de Tabaré de la mano del aparentemente próximo delfín Sendic (cuanto duele escribir este nombre en tal contexto) no tiene otro remedio que acompañar haciendo, otra vez, el papel de “malo”. Triste su destino.
Para completar el panorama, como si toda esta pantomima afectara realmente en algo el proceso de concentración de la propiedad de la tierra en curso, se anuncia ahora que el MPP le “meterá mano a la extranjerización”.
Justo a un par de meses de firmar el tenebroso “contrato de inversión” con Montes del Plata, que, entre otras cosas obliga al estado nacional a reembolsar cualquier perjuicio que cambios en la tributación provoquen a la empresa, estos politiqueros nos salen a hablar de combatir la extranjerización.
Saben bien como funciona la cosa. Después de algunos meses de estar el tema en el tapete público muchísima gente se quedará convencida de que efectivamente en 2011 el gobierno nacional tomó medidas de real impacto respecto a estos asuntos.
Para poner el tema en perspectiva no tenemos más remedio que agobiar al lector con algunso números.
El PBI agropecuario de 2010 se estima (2) en 3200 millones de dólares.
El presupuesto nacional, levemente superior a la recaudación impositiva anual ronda los 9000 millones de dólares.
El “campo” paga, por todo concepto, unos 230 millones de dólares anuales.
Pero, solo como exportaciones factura anualmente 4500 millones de dólares. A lo cual se debe agregar, solo por concepto de venta de carne en el mercado local, más de 1000 millones de la misma moneda.
La planta de celulosa de UPM está ganando anualmente no menos de 500 millones de dólares
Mujica propone gravar toda esa fabulosa acumulación con 60 millones de dólares más. Y encima se les devolverían 18 millones que pagan por IMEBA.
O, de acuerdo a lo difundido públicamente, un estanciero de más de 10 mil hectáreas, pagaría, por hectárea 16 dólares adicionales anuales. Cada una de ellas tiene un precio de unos 4000 dólares. Pero si encima le mejoran la caminería rural y le descuenta, si es productor ganadero el impuesto que grava la venta de semovientes, ganará con el cambio. Negocio redondo, porque además la población se queda convencida de que, efectivamente, el afortunado señor (o señora, claro) paga más impuestos que antes.
Nadie puede negar a Mujica su capacidad de maniobra política. Pero también debería comprender que la misma tiene límites. A pesar del crecimiento económico, los salarios reales que apenas alcanzan los valores pico del anterior ciclo económico que culminó en 1998; comienzan a decaer como parte del produco bruto interno. Y su crecimiento real se verá cada vez más amenazado por la respuesta política neoliberal que el gobierno impone ante la modesta inflación que sufrimos.
Hay mucha gente durmiendo en la calle, demasiados niños viven entre la basura, demasiada miseria se agolpa en la puerta de los hospitales públicos. ¿Qué pasará cuando cese el viento de cola y los defectos de una economìa primarizada y financierizada salten nuevamente a la luz?
No habrá entonces maniobras que valgan.
La historia llamará a estos sirvientes del gran capital a rendir cuentas.
1- Según la RAE: “Pieza dramática jocosa en un acto, de carácter popular, que se representaba como intermedio de una función o al final”.
2. OPYPA: Anuario 2010
3- No supone en forma alguna el título de este opúsculo el menor ánimo de poner en duda por fracción de tiempo, por infinitesimal que ella fuere, la moralidad, buenas costumbres o el honor de los mencionados.
* Miembro de la red de economistas de izquierda del Uruguay
Artículos relacionados del mismo autor: La tierra, los impuestos y yo (I) - La tierra, los impuestos y yo (II)
“La economía uruguaya está bastante bien como para andar toqueteándola”
Entrevista al presidente José Mujica, realizada por medios uruguayos en Venezuela27 de enero, 2011
MPP realiza campaña a favor del impuesto al agro
Otra batalla de Mujica
Sábado 18 de junio de 2011/ Redacción: Virginia Arce/ Edición: Marcelo Moreira/ Visión Siete Internacional/ Con ánimo de consenso y sin descuidar la voluntad de unidad, el gobierno de Uruguay debate internamente los alcances de la iniciativa del presidente José Mujica de gravar con un impuesto la tenencia de la tierra.
El proyecto hizo emerger confrontaciones en el gabinete frenteamplista, aunque se asegura que finalmente será enviado al Parlamento, tras un acuerdo alcanzado entre Mujica y su vicepresidente Danilo Astori, que encabezó la resistencia a la iniciativa. El texto definitivo aún se está discutiendo, lo que tiene inmersos en ese trabajo a buena parte de los ministros orientales y a unos cuantos referentes del oficialista Frente Amplio.
A lo que en un principio pareció que emularía los alcances conflictivos del capítulo argentino sobre la resolución 125, el Frente Amplio uruguayo lo está conduciendo hacia un camino de entendimiento. © Noticiero Visión Siete/ TV Pública/ Argentina
.
0 comentarios:
Publicar un comentario
No ponga reclame, será borrado