Gabriel Carbajales
La “semana criolla” volverá a traernos
por unos días la ficción de un paisaje humano y social que oculta las durísimas
condiciones en que sobreviven miles y miles de familias trabajadoras de nuestro
medio rural, paulatinamente expulsadas a los cinturones de miseria suburbana de
Montevideo y otras ciudades.
Atrás de esta fiesta anual de
exaltación teatralizada de supuestas tradiciones orientales, hay una cara del
Uruguay que siempre se ha querido negar, mucho más en “eventos” mercantiles
como éste, pensados como “postal viva” de un país que no existe e inventada
para los únicos que pueden pagar un sabroso asado con cuero para toda la
familia en “la rural”: los bienvenidos turistas y los pitucos “criollos” que
hacen negocio con el latifundio y con los turistas.
En la “postal criolla”, falta mostrar
el sacrificio mal pago de los peones que producen la fortuna de hacendados y testaferros
de multinacionales, sin horarios, sin horas extra pagas, sin normas de
seguridad, sin cobertura médica, sin seguro de salud y sin garantías de vuelta
al trabajo después de los frecuentes accidentes laborales. No hay aguinaldo ni
licencia paga, ni tampoco indemnización por despido o seguro de paro. Buena
parte de estos obreros están obligados a vivir donde trabajan, solos o con sus
familias, en verdaderas taperas sin baño ni nada parecido a la “civilización”,
invadidas por la vinchuca, las cucarachas y las ratas, y rodeadas de temibles
cruceras mortales.
El desamparo legal es total y bestial.
La “criolla” tampoco nos muestra la realidad
de familias enteras de pequeños productores que trabajan de sol a sol para
terminar comercializando su producción a los míseros precios fijados por la
intermediación parasitaria y un supermercadismo monopólico al que le compramos
frutas y verduras a precios de oro. Son el sector que en la ilusión de poder
seguir sobreviviendo de sus duras labores, acude a préstamos bancarios con
impagables intereses de usura y que terminan con sus pobres bienes hipotecados
e irremediablemente perdidos. Son, también, los
que impelidos por su situación, malvenden sus tierras a latifundistas y
multinacionales saqueadoras y depredadoras de nuestro territorio.
Del cuadro de súper explotación y opresión
del Uruguay rural, destaca la situación de total precariedad de los trabajadores
zafrales de la caña azucarera, que únicamente reciben salario durante tres
meses al año y luego deben deambular en busca de míseras changas en lo que
venga. Quienes hoy acampan de nuevo en el Itacumbú y en Montevideo con el apoyo
de otros sindicatos, son descendientes de quienes a principios de los ´60
iniciaron una sacrificada lucha en defensa de sus derechos y en reivindicación
de “Tierra para quien la trabaja”, nucleados en la UTAA (Unión de Trabajadores
Azucareros de Artigas), sindicato obrero rural fundado el 3 de setiembre de
1961 con el asesoramiento del Procurador Raúl Sendic Antonaccio (1925 / 1989).
Los “peludos” del ´62, el 2 de abril
de ese año, tomaron la planta de la azucarera Cainsa, con sus gerentes extranjeros
adentro, logrando el pago en efectivo de salarios que les pagaban en papeles
canjeables por alimentos en comercios de la misma empresa a cualquier precio.
Un mes después, el 4 de mayo, bajaron
a Montevideo en la Primera Marcha Cañera que congregó a más de 200 “pelud@s” al
grito de “¡UTAA, UTAA, por la tierra y con Sendic!”, con expresiones solidarias
en todas partes.
Ney Thedy Pintos -veterano cañero de
los ´60- no debía 300.000 dólares, como sí los debe algún “experto en políticas
de tierras” del gobierno.
Debía 3.000, pero Colonización no lo dejó
pagar y el 28-4-11 lo desalojó, reteniéndole 200 animales y pagando 9.000
dólares por mes por el “cuidado” policial del predio, del que “desaparecieron”
ya 77 bichos.
El desalojo fue el mismo día de los 22
años de la muerte de Sendic.
Coordinación Todos con la lucha de Bella Unión
/ Uruguay / marzo-abril de 2012.-
TODOS CON LA
LUCHA DE TODOS
En lucha respaldada por otras
organizaciones gremiales y sociales del país y con la determinación de lograr
que sus demandas sean tenidas en cuenta con soluciones reales y no con
criminalización de las medidas de lucha y promesas electorales nunca cumplidas,
es de nuevo el norte artiguense, como hace 50 años, el que le propone al movimiento
popular un rumbo de acción reivindicativa y unificadora que apunte a asumir la
cuestión de la tierra como aspecto fundamental del presente y del porvenir del
pueblo trabajador en su conjunto.
En las sucesivas venidas a Montevideo,
los “peludos” no dejan de hacer hincapié en que las reivindicaciones de UTAA no
se limitan a las urgencias del asalariado rural y zafral del norte –ni, mucho
menos, tan solo a los cañeros--, sino que en ellas está planteada una cuestión
decisiva para toda la clase trabajadora –del campo y de la ciudad-- y para el
país mismo, que debe ser valorada como cuestión prioritaria, muy especialmente
por el movimiento sindical organizado y por todas las organizaciones sociales
que pugnan por condiciones de vida dignas. UTAA subraya que las soluciones que
hoy se reclaman para casi un centenar de familias de Bella Unión que han
presentado un pormenorizado proyecto colectivo de autogestión productiva al
Instituto Nacional de Colonización y al Ministerio de Ganadería, Agricultura y
Pesca, sin resultados, son nada más que una demanda parcial dentro de la
demanda general de drásticas medidas político-económicas que pongan fin al
alarmante proceso de concentración y enajenación del principal recurso natural
del país, que es la tierra.
Reclaman medidas que detengan la
aplicación de estrategias oficiales que atentan contra la tierra como fuente de
trabajo genuino, de bienestar social y desarrollo, y como garantía efectiva de
independencia, soberanía y autodeterminación popular.
La reafirmación del planteo histórico
de UTAA vuelve a pasar hoy, necesariamente, por la aprobación urgente y la
aplicación severa de leyes que reorienten la tenencia de la tierra con un
sentido real de justicia social y de defensa cierta del territorio nacional,
recogiendo y actualizando el espíritu verdaderamente positivo que nos legaran
la Revolución Artiguista y el “Reglamento de Tierras” de 1815.
UTAA nos está llamando a luchar por la
expropiación sin demoras del gran latifundio que paulatinamente va pasando a
manos de multinacionales que se han adueñado de un tercio del Uruguay y que
avanzan como en una invasión sin tropas de ocupación, que devora y destruye la
tierra y cuanta fuente de materia prima imprescindible hay contenida en sus
entrañas.
Hay en la base histórica y ética de
esta lucha, una concepción diametralmente opuesta a la de los que no atienden
ni quieren atender la especial gravedad de lo que viene ocurriendo:
Así como ocurre con el oxígeno que
respiramos o el sol que nos ilumina y energiza, la tierra es una necesidad
natural, algo que no puede ni debe estar sujeto a la voluntad de nadie, sin lo
cual no hay vida humana ni social posibles. No hay vida propiamente dicha si
nuestro vínculo vital con la tierra, está determinado y digitado políticamente,
con criterios mercantilistas y egoístas, que, por otra parte, han ido
imponiendo la idea de que “alguien” debe disponer cuándo, cómo y cuántos han de
disponer de ella, que es lo mismo que disponer sobre cómo, cuándo y cuántos,
hemos de vivir, sobre la tierra y en ella como nuestro verdadero y legítimo
hogar en sociedad.
No es nada caprichosa la consigna
cañera de “La tierra no se mendiga, se gestiona; y si no la dan, se toma”,
sostenida y practicada por quienes saben muy bien que sin ella, la vida es irse
muriendo de hambre todos los días y todas las noches, sin trabajo, sin techo,
sin futuro, sin más alternativa que luchar o perecer en la miseria total.
No hay en los propósitos de UTAA nada
de idealismo en el sentido de que ella sola pueda lograr avances sustanciales
respecto a todo lo que está en juego. Por el contrario, la voluntad y los
hechos de UTAA, de combatividad indudable pero también de indudable humildad y
espíritu unificador sin veleidades de hegemonismo o protagonismo de ningún
tipo, representan en los hechos un llamado también a estrechar filas en la
pelea, haciendo de esta causa una causa común de toda la clase trabajadora, por
la que bien vale la pena hacer los máximos esfuerzos por ampliar la base humana
dispuesta a la lucha y por profundizar los contenidos de la misma.
UTAA y su lucha, además, vuelven a
poner en el alma y la mente del pueblo trabajador, el valor incalculable e imperdible
de la solidaridad, ese sentimiento colectivo de que no hay peleas aisladas ni
salidas reales para unos pocos. “Tierra para quien la trabaja y Tierra para
vivir”, encierra una concepción que rescata lo más valioso de nuestra propia
historia, que es una solidaridad no mercantilizada ni contaminada por egoísmos
que son propios de la otra “solidaridad”, la que prima entre quienes son
solidarios entre sí solamente de palabra, y para perjudicar a los más
sometidos.
UTAA imprime a esta lucha muchísima
energía sin pretender ser la vedette de nada, pero una energía que de muy poco
serviría si no fuésemos capaces de involucrarnos en ella también con
combatividad humilde y con la convicción de que TIERRA PARA QUIEN LA TRABAJA Y
TIERRA PARA VIVIR, es la consigna de la clase trabajadora toda y no solamente
de un puñado de “peludos” que únicamente buscan una parcela donde no morirse de
hambre acogotados por la furia devastadora del capital multinacional y sus
mandaderos locales.
UTAA, también, nos advierte sobre la
necesidad impostergable de que todos y cada uno de los trabajadores organizados,
cada sindicato y cada organización popular, asumamos todos y cada uno de los
conflictos sindicales, en todo momento, como algo propio, como problema del
conjunto, como cuestión que reclama esa especial y auténtica solidaridad
activa, clasista y combativa únicamente practicable entre explotados que
pertenecen a una misma clase sometida, en el campo y en la ciudad, entre
chircas y cruceras o entre engranajes y fábricas.
Llegará el día en que toda la clase
trabajadora asumirá la lucha por la tierra como un tramo ineludible en el
camino hacia nuestra emancipación; nuestro compromiso de hoy, por insignificante
que pueda parecer, hará posible que ese día llegue, por fin.
“Todos con la lucha de Bella Unión”,
marzo 16 de 2012 (día del nacimiento
de Raúl Sendic Antonaccio, 1925 / 1989)
La lucha por la tierra de jornaleros andaluces, la misma lucha
Vídeo reportaje sobre los jornaleros andaluces, el problema del reparto de la tierra y las ocupaciones de fincas, sobre el relato de varios trabajadores que han participado en la toma de una hacienda propiedad de la Junta de Andalucía, en la localidad cordobesa de Palma del Río.
http://youtu.be/S3UFo9fztIA
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