En lucha respaldada por otras organizaciones gremiales y sociales del país y con la firme determinación de lograr que de una vez por todas sus demandas sean tenidas en cuenta con soluciones reales y no con criminalización de las medidas de lucha y promesas electorales nunca cumplidas, es de nuevo el norte artiguense, como hace cincuenta años, el que se atreve a proponerle al movimiento popular un rumbo de acción reivindicativa y unificadora que apunte a encarar la cuestión clave de la tierra como aspecto fundamental de la vida presente y del porvenir del pueblo trabajador en su conjunto.
En las sucesivas venidas a Montevideo, los “peludos” no dejan de hacer hincapié en que las reivindicaciones de UTAA no se limitan únicamente a las necesidades de los asalariados rurales y zafrales del norte del país –ni, mucho menos, tan solo a los cañeros--, sino que en el fondo de ellas está planteada, claramente, una cuestión decisiva para la totalidad de la clase trabajadora –del campo y de la ciudad-- y para el país mismo, que debe ser valorada como cuestión prioritaria y no sólo circunstancial, muy especialmente por el movimiento sindical organizado y por todas las organizaciones sociales que pugnan por condiciones de vida dignas.
UTAA subraya incesantemente que las soluciones que hoy se reclaman para casi un centenar de familias de Bella Unión que han presentado un pormenorizado proyecto colectivo de autogestión productiva al Instituto Nacional de Colonización y al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, sin resultados, son nada más que una demanda parcial dentro de la demanda general de drásticas medidas político-económicas que pongan fin al incesante y alarmante proceso de concentración y enajenación del principal recurso natural del país, que es la tierra.
Medidas que detengan la aplicación en escandaloso aumento de estrategias productivo-extractivas que significan la depredación y el saqueo de un bien social natural que es y seguirá siendo principal e intransferible patrimonio del pueblo trabajador como fuente de trabajo genuino, de bienestar social y desarrollo, y como garantía efectiva de independencia, soberanía y autodeterminación popular.
La reafirmación del planteo histórico de UTAA vuelve a pasar hoy, necesariamente –además de las soluciones inmediatas particulares exigidas--, por la aprobación urgente y la aplicación severa y sin miramientos de leyes que reorienten la tenencia de la tierra con un sentido real de justicia social y de defensa cierta del territorio nacional, recogiendo y actualizando el espíritu verdaderamente popular y de avanzada que nos legaran la Revolución Artiguista y su traicionado “Reglamento de Tierras” de 1815, en el que la tierra se redistribuía con criterio social exento de afán mercantilista, sin considerársela un “capital” al servicio del enriquecimiento de hacendados y testaferros del colonialismo, y restituible a la sociedad toda vez que se intentara especular lucrativamente con su uso o posesión.
UTAA, entonces, nos está llamando a luchar por la expropiación sin demoras del gran latifundio que paulatinamente va pasando a manos de multinacionales insaciables que ya hoy se han adueñado de casi un tercio del territorio nacional y que siguen avanzando como en una verdadera invasión sin misiles ni tropas de ocupación, que devora y destruye la tierra y cuanta fuente de materia prima imprescindible hay contenida en sus entrañas, haciéndolo así, además, con toda la economía nacional, con las demás fuentes de trabajo real y potencial del país y con la reserva estratégica de recursos naturales insustituibles que deben ser conceptuados como bienes naturales no mercantilizables en absoluto.
Hay en la base histórica y ética de esta lucha, una concepción diametralmente opuesta a la de los que no atienden ni quieren atender la especial gravedad de lo que viene ocurriendo:
Así como el oxígeno que respiramos o el sol que nos ilumina y energiza, la tierra es una necesidad natural, algo que no puede ni debe estar sujeto a la voluntad de nadie, sin lo cual no hay vida humana ni social posibles.
No hay vida propiamente dicha si nuestro vínculo vital con la tierra, está determinado y digitado políticamente, con criterios mercantilistas y egoístas, que, por otra parte, han ido imponiendo la idea de que “alguien” debe disponer cuándo, cómo y cuántos han de disponer de ella, que es lo mismo que disponer sobre cómo, cuándo y cuántos, hemos de vivir, sobre la tierra y en ella como nuestro verdadero y legítimo hogar en sociedad.
No es nada caprichosa ni extremista la consigna cañera de “La tierra no se mendiga, se gestiona; y si no la dan, se toma”, sostenida y practicada por quienes saben muy bien que sin ella, la vida es irse muriendo de hambre todos los días y todas las noches, sin trabajo, sin techo, sin futuro, sin más alternativa que luchar o perecer en la miseria total.
No hay en los propósitos de UTAA nada de idealismo en el sentido de que ella sola pueda lograr avances sustanciales respecto a todo lo que está en juego. Por el contrario, la voluntad y los hechos de UTAA, de combatividad indudable pero también de indudable humildad y espíritu unificador sin veleidades de hegemonismo o protagonismo de ningún tipo, representan en los hechos un llamado también a estrechar filas en la pelea, haciendo de esta causa una causa común de toda la clase trabajadora, por la que bien vale la pena hacer los máximos esfuerzos por ampliar la base humana dispuesta a la lucha y por profundizar los contenidos de la misma.
UTAA y su lucha, además, vuelven a poner en el alma y la mente del pueblo trabajador, el valor incalculable e imperdible de algo que también es patrimonio exclusivo –y hasta natural-- de los pueblos sometidos: la solidaridad, el sentimiento colectivo de que no hay peleas aisladas ni salidas reales para unos pocos. “Tierra para quien la trabaja y Tierra para vivir”, encierra una concepción que rescata lo más valioso de nuestra propia historia, que es una solidaridad no mercantilizada ni contaminada por egoísmos que son propios de la otra “solidaridad”, la que prima entre quienes son solidarios entre sí solamente de palabra, y únicamente para perjudicar a los que tratan de mantener sometidos para siempre.
UTAA, también, nos advierte sobre la necesidad impostergable de que todos y cada uno de los trabajadores organizados, cada sindicato y cada organización popular, asumamos todos y cada uno de los conflictos sindicales, en todo momento, como algo propio, como problema del conjunto, como cuestión que reclama esa especial y auténtica solidaridad activa, clasista y combativa únicamente practicable entre explotados que pertenecen a una misma clase sometida, en el campo y en la ciudad, entre chircas y cruceras o entre engranajes y motores industriales.
Nos consta claramente que UTAA imprime a esta lucha muchísima energía sin pretender ser la vedette de nada, una energía que de muy poco serviría si no fuésemos capaces de intentar involucrarnos en ella, también con combatividad humilde y con la convicción de que TIERRA PARA QUIEN LA TRABAJA Y TIERRA PARA VIVIR, es la consigna de la clase trabajadora toda y no solamente de un puñado de “peludos” que únicamente buscan una parcela donde no morirse de hambre acogotados por la furia devastadora del capital multinacional y sus mandaderos de adentro.
Llegará el día en que toda la clase trabajadora asumirá la lucha por la tierra como un tramo ineludible en el camino hacia nuestra emancipación; nuestro compromiso de hoy, por insignificante que pueda parecer, hará posible que ese día llegue, por fin.
“Todos con la lucha de Bella Unión”,
16 de marzo de 2012 (Día del nacimiento
de Raúl Sendic Antonaccio, 1925 / 1989).-
Enviado por Gabriel Carbajales
Enviado por Gabriel Carbajales
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