Momentos antes que le dispararan a Moise
Son algunos videos que envió Camille. Por otra parte, te cuento que Moïse fue herido esta tarde durante una represión de la Policía Haitiana en Pétion-Ville. Lo mismo sucedió con el senador Steven Benoit otro candidato a presidente. Hoy, me parece, que la oposición puso realmente en la calle a una verdadera marea humana.
>>> Impresionantes manifestaciones en contra del gobierno y del golpe de estado electoral
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>>> La dispersión violenta
>>> Haití. De farsas y tragedias
por Daniel Gatti
Si alguien dudara de la pertinencia de aquella famosa frasecita de Marx de que la historia se repite una vez como tragedia y otra como farsa, el caso de Haití lo convencería de que así es, nomás.
La
historia política reciente de Haití es más bien una continua sucesión de
tragedias y de farsas combinadas, de dictaduras y fraudes, de masacres y
burlas, de ocupaciones y ninguneos. Para muestra un solo botón: el
surgimiento, ascenso y evolución del actual presidente, Michel Martelly,
electo en segunda vuelta tras haber salido tercero en la primera en una
elección con participación liliputiense, gobernando por decreto porque
el parlamento que debía haber sido electo tres años antes “no pudo” ser
renovado durante todo ese período y los legisladores llegaron a la
“caducidad” de su mandato…
En agosto último tuvo lugar la primera
vuelta de las postergadísimas legislativas. Hubo relativamente más
candidatos a diputados (por encima de los 1.500, para 119 escaños) que
electores que decidieron trasladarse a votar (18 por ciento de los 6
millones de habilitados), y fue tal el nivel de fraude, promovido desde
el propio oficialismo, que la elección se anuló en una cuarta parte de
los circuitos. Aparecieron urnas quemadas; otras, al abrirse, tenían más
votos que inscritos en el circuito; fueron atacadas a balazos sedes de
grupos opositores… “La violencia” se cobró muertos y heridos. La Policía
Nacional de Haití (Pnh), supuestamente reformada con ayuda de las
Naciones Unidas, brilló por su ausencia. Agentes de la Pnh, en
particular su cuerpo de elite, la Boid, denunciada como una suerte de
escuadrón de la muerte por sectores de la oposición, fueron
identificados entre los agresores. El 25 de octubre, hace un par de
semanas, fue la segunda vuelta de las legislativas y la primera de las
presidenciales. Volvieron a presentarse infinidad de candidatos (54 para
la presidencia), y volvieron a ser poquísimos los votantes, aunque el
casi 30 por ciento de participación oficialmente registrado dio para que
el gobierno hablara de “éxito” y las Naciones Unidas se congratularan.
Es cierto que a muchos de los que no fueron a votar los remplazaron con
creces varias centenas de muertos en el terremoto de 2010 que siguieron
figurando en el padrón, y que otros votantes se subdividieron por arte
de vudú y votaron varias veces.
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Desde 2004 están instaladas en el país,
por decisión del Consejo de Seguridad, tropas de la Misión de
Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah). Sus varios
miles de soldados y policías, entre ellos cientos de uruguayos, y
funcionarios civiles fueron despachados para, entre otras cosas,
“establecer un entorno seguro y estable”; “prestar asistencia en el
restablecimiento y mantenimiento del Estado de derecho, la seguridad
pública y el orden público”; “ayudar en la supervisión, reestructuración
y reforma de la Policía Nacional de Haití”; “ayudar en la tarea de
organizar, supervisar y llevar a cabo elecciones municipales,
parlamentarias y presidenciales libres y limpias”; “vigilar la situación
de los derechos humanos”… El mandato de la Minustah ha sido renovado
varias veces. Desde 2009, año tras año, y siempre más o menos con los
mismos objetivos. El plazo límite de permanencia de las tropas era 2014,
pero en ese año se extendió hasta 2016. Los efectivos se han ido
reduciendo, aunque siguen siendo más de 4.400. El Parlamento de Uruguay,
así como los de varios otros países con gobiernos de distinto pelaje
progresista que tienen uniformados en Haití (Brasil, Argentina, Chile,
Ecuador, Bolivia), aprobaron las sucesivas renovaciones con el
argumento, inverificable, de que sin la Minustah las cosas estarían “aun
peor”, o de que los gobiernos locales, de legitimidad por lo menos
dudosa, han reclamado que soldados y policías extranjeros sigan en el
territorio caribeño.
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“Once años no le han bastado a la
Minustah para cumplir ni una sola línea de lo que en principio era su
mandato. Sus tropas han participado, en cambio, en la represión de
movimientos populares”, dice a Brecha Henry Boisrolin, representante
para Argentina y Uruguay del Comité Democrático de Haití. Los cascos
azules han sido denunciados también por casos de violaciones y por haber
contribuido a la reaparición del cólera, una enfermedad que había sido
erradicada de Haití, pero que en las condiciones de pobreza extrema en
que vive el país se propagó fácilmente: en apenas meses, más de 9 mil
personas murieron y unas 800 mil fueron contaminadas. La epidemia se
declaró en 2010 en el pueblito de Mirabelais, donde montaron campamento
cascos azules provenientes de Nepal, un país donde el cólera campea. Los
soldados de la Minustah drenaban sus aguas servidas al mismo río
utilizado por la población local para abastecerse. La Onu al principio
lo negó y luego ya no pudo: dos estudios, uno a cargo del francés Renaud
Piarroux –uno de los mayores especialistas mundiales en cólera– y otro
del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades, de Estados
Unidos, determinaron que había una “correlación exacta” entre la
aparición del brote y la instalación de los cascos azules nepaleses.
Enfermos y familiares de los fallecidos demandaron a la Minustah, pero
la Onu invocó los “privilegios e inmunidades” que protegen a sus
soldados, el mismo estatuto que los pone a salvo de acusaciones por
otros crímenes. En 2012 las Naciones Unidas lanzaron una “iniciativa
para erradicar el cólera de Haití”… No era un chiste.
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Henry Boisrolin vive hace años en
Córdoba y cruza periódicamente el charco para intentar “abrirle los ojos
a la gente de a pie, los gobernantes y los parlamentarios uruguayos”,
como trata de hacerlo también en Argentina, de que están contribuyendo a
mantener tropas de ocupación en su país. Brecha lo ha entrevistado
varias veces. No le importa repetirse, dice, porque lo que tiene para
denunciar no ha cambiado y “los ejemplos de las aberraciones” que están
sucediendo en Haití se reiteran tercamente, “haciéndose cada vez más
evidentes para quien observe lo que sucede”.
Las presidenciales del 25 de octubre,
dice, son sólo un ejemplo. “Se extremaron las medidas de seguridad –con
sobrevuelo de drones, incluso– porque no se podía dar nuevamente un
espectáculo de muertos y heridos a balazos el mismo día de la consulta,
pero el fraude fue tan masivo y descarado como las veces anteriores.
Observadores internacionales vieron cómo a las 14 horas del domingo
empezaron a aparecer ambulancias que transportaban urnas de un lado a
otro, llenas de votos que favorecían a candidatos oficialistas. Se
constató fraude en los diez departamentos. En cuanto a la participación,
oficialmente se habla del 30 por ciento. Sabemos que no participó ni el
20, pero admitamos como ciertas las cifras oficiales. Quiere decir que
siete de cada diez haitianos no fueron ni siquiera a votar. En cualquier
otro país se diría que un gobierno surgido de una consulta así sería
ilegítimo; la Minustah, en cambio, mira para otro lado. Lo que explica
la baja votación es, por un lado, la desconfianza de la gente en el
valor de unas elecciones que aparecen una y otra vez apañadas. Y por
otro que los consejos electorales provisorios que se han montado para
organizarlas dan muy pocas garantías. Se sabe además que todo es
digitado desde fuera: cómo y cuándo se hacen las elecciones, quiénes
participan, cómo se organizan, cómo se financian. Hasta las papeletas se
traen de fuera, cuando en Haití hay un desempleo monstruoso e
imprenteros capaces de imprimirlas.”
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Los resultados preliminares se
divulgaron en la noche del viernes 6, casi dos semanas después de los
comicios. Poco antes de la votación, dos de los grandes candidatos
decidieron no presentarse porque consideraron que no existían garantías
mínimas de transparencia.
Brecha habló con Boisrolin el jueves 5,
un día antes de que se conocieran los primeros datos de las
presidenciales. “Es obvio –pronosticó entonces– que como en todas las
elecciones anteriores va a haber fraude. No va a haber una elección, va a
haber una selección. Lo que importa saber es cómo en este marco de
farsa se nos venderán las cosas: si son tan caraduras como para hacer
que gane en primera vuelta el oficialista Jovenel Moise, un tipo sacado
de la galera al que nadie conocía unos pocos meses antes de la
convocatoria de la elección, o si cuidan las apariencias y colocan a
Jovenel primero y detrás a alguno de los dos mayores opositores, Jude
Celestin, del partido Lapeh, o al senador Moise Saint Charles, de la
izquierdista Plataforma Pitit Dessalines (Los hijos de Dessalines, en
creole). Si Jovenel gana en primera vuelta, Haití arderá y no habrá
bombero que apague el incendio. Si se moderan un poco, algo de todas
maneras va a pasar.” Se cuidaron las apariencias y Jovenel Moise, un
gran empresario bananero al que se conoce como “Banana man”, superó a
Celestin por siete puntos (32 a 25 por ciento). La segunda vuelta
debería tener lugar el 27 de diciembre. Si se hace, porque tanto Moise
Jean Charles como Celestin mostraron pruebas de manipulaciones e
impugnaron los resultados. “No dejaremos que se apruebe el proyecto
dictatorial del gobierno”, declaró Celestin el viernes 6. El miércoles
11 se produjo un bombazo, al sumarse a las denuncias Antoine Bien Aimé,
legislador electo por el partido oficialista Phtk. Bien Aimé acusó a
Sylvain Cotté –funcionario canadiense de la Unops (una rama de la Onu) y
ex consejero del anterior primer ministro Laurent Lamothe– de haber
“orquestado logísticamente el fraude”. La Unops fue la encargada de
organizar las presidenciales, con el visto bueno de la Minustah, cuya
jefa, Sandra Honoré, recomendó a Cotté para incorporarse al servicio de
las Naciones Unidas luego de haber sido funcionario de la Oea. Las
denuncias de fraude de Bien Aimé son las primeras realizadas por un
legislador oficialista.
Y “pasaron cosas”, como predijo
Boisrolin. Si el día de la elección no hubo muertos, sí los hubo poco
después: uno de los militantes de la plataforma de izquierda fue
asesinado a balazos por parapoliciales el jueves 5, y otra persona al
día siguiente. Habría habido más asesinatos en la represión desatada en
barrios populares de Puerto Príncipe tras manifestaciones pidiendo la
renuncia inmediata del presidente Martelly. El lunes 9 y el martes 10
fueron jornadas de huelga, de manifestaciones y de barricadas en las
principales ciudades del país, según la agencia de prensa haitiana
Alterpresse.
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Organizaciones sociales haitianas
afirmaron que días pasados Estados Unidos envió a Puerto Príncipe dos
aviones con tropas que “por ahora” fueron apostadas en los alrededores
de la embajada. “Estados Unidos tiene como un reflejo intervenir
militarmente. Después del terremoto de 2010 Cuba mandó médicos,
Venezuela, petróleo a precios bien bajos, y ellos, soldados”, reiteró
Boisrolin a Brecha el jueves 5. “Poco antes de las presidenciales el
secretario de Estado, John Kerry, estuvo en Haití un par de horas. Fue
una visita de médico. Pisó el aeropuerto y marchó hacia el palacio
presidencial. Habló con Martelly y el primer ministro, y se fue. No
sabemos qué se dijeron. Hay que tener en cuenta que los estadounidenses
son los verdaderos dueños del país. Las fabulosas minas de oro del norte
de Haití son del hermano de Hillary Clinton, la ex secretaria de Estado
y precandidata demócrata a la presidencia.”
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La mayoría de los países
latinoamericanos que integran las tropas de la Minustah no deciden nada.
Pero avalan, apunta Boisrolin. Los que deciden son parte del llamado
“Core Group”, integrado por los embajadores de Brasil, Canadá, Francia,
España, Estados Unidos, la Unión Europea y los representantes especiales
de la Oea y del secretario general de la Onu. El Core Group se presenta
como la voz de la “comunidad internacional” en Haití. “Son los que
mandan políticamente”, insiste Boisrolin. “Son ellos los responsables de
que se mantenga este estado de situación, que se nos trate como a niños
que necesitan ‘ayuda’ y no pueden caminar solos. Claro que precisamos
ayuda, pero entre iguales. Nadie pregunta a los haitianos qué es lo que
quieren. Hacen el simulacro con gobernantes que tienen una legitimidad
por lo menos dudosa, colocados y mantenidos por ellos. De los países
latinoamericanos, sobre todo de los que tienen gobiernos progresistas,
esperamos otra cosa. No ya una actitud antimperialista, no pedimos
tanto. Tan sólo respeto por la dignidad del otro.”
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Hay “lazos culturales muy débiles con el
resto de América Latina” que tal vez impidan una mayor empatía, admite
Boisrolin. Hubo un tiempo en que las cosas eran algo distintas. “En
época de Bolívar, por ejemplo, muchos haitianos ayudaron a la
independencia de países del sur de América. Haití había protagonizado,
con la conducción de Jean-Jacques Dessalines, la primera revolución
antiesclavista del mundo. Pero luego predominó una actitud de
menosprecio por Haití en esta parte de América, acaso por las raíces
africanas tan marcadas de nuestra cultura.” Boisrolin se sorprendió
cuando al asistir hace poco a un congreso sobre culturas negras, en
Buenos Aires, constató que décadas atrás intelectuales sureños se
codeaban con sus pares haitianos. “La intelectualidad haitiana supo
brillar. Mucha gente se acuerda del movimiento de la negritud, impulsado
por el senegalés Leopold Sedar Senghor y el martiniqués Aimé Ce-saire,
dos poetas, pero lo que parió a ese movimiento fue primero la revolución
haitiana y luego obras de pensadores haitianos como René Depestre. El
error del enemigo es subestimarnos, como los esclavócratas subestimaron a
los esclavizados. Cuando Napoleón mandó sus tropas a Haití, a
principios del siglo XIX, nunca se imaginó que iba a haber resistencia.
Los franceses no fueron entonces vencidos sólo en el campo de batalla,
sino también en el campo de las ideas, de la filosofía, hasta de la
epistemología. Cuando ellos hablaban de ‘libertad, igualdad y
fraternidad’ las reservaban para los ‘ciudadanos’. Nosotros hablábamos,
en cambio, de ‘libertad o muerte’. La filosofía de la libertad plena de
Dessalines decía que uno no puede ser libre si no tiene bienestar.
Cuando aquí, en Argentina, en Uruguay, incluso en Brasil, todavía hoy
muchos tienen vergüenza de decirse negros, Dessalines proclamaba, en
1805, que cualquier haitiano, por encima del color de su piel, sería
conocido bajo la denominación de negro. Entendió que el negro era una
categoría colonial, la del africano esclavizado, así como el blanco o el
indio eran categorías coloniales.”
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Pero pasó el tiempo y a Haití se le hizo
pagar el precio de antiguas rebeliones. “Nuestro esfuerzo principal es
lograr que a los descendientes de aquellos esclavizados se les vuelva a
encender la chispa –apunta Boisrolin–. No va a ser fácil. Ha habido
décadas de aplastamiento y en la cabeza de muchos haitianos están las
lacras del colonialismo. Somos un país rico brutalmente empobrecido y
expoliado, no un país pobre, pero es bravo hacer proyectos de alguna
clase cuando el tipo con el que tenés que hacerlos, ayer no comió, hoy
comió muy poco y no sabe si mañana comerá y ve cómo sus hijos mueren
delante de él de enfermedades curables sin que pueda hacer nada. Esa es
la Haití de hoy. Un país no al borde del abismo, sino dentro del
abismo.”
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Su última visita a Montevideo Boisrolin
la hizo para informar a los legisladores uruguayos de lo que está
sucediendo “realmente” en Haití. Participó en una reunión en el Anexo
del Palacio Legislativo. Había unos pocos parlamentarios del Frente
Amplio y de Unidad Popular. “Por lo menos eran más que cuando Guillermo
Chifflet fue el único que votó contra el envío de tropas a Haití.”
Visita tras visita, Boisrolin nota que
tiene que explicar menos cosas, que algún avance hay. La Coordinadora
por el Retiro de las Tropas de Haití, de Uruguay, formada con apoyo de
la Feuu, el Pit-Cnt, algunos movimientos políticos y organizaciones
sociales, es el grupo de este tipo que mejor trabaja en América del Sur,
asegura. Boisrolin cuenta que cuando hace un tiempo se reunió por
primera vez con José Mujica, junto a Moise Jean Charles, el ex
presidente tenía a su lado cantidad de papeles. Al cabo de un rato los
encajonó. “Le dimos una enormidad de datos y tal vez los que él tenía no
le sirvieron.” Le pasó en cambio, por estos días, que un senador de
Asamblea Uruguay le lanzara que cuando visitó Haití no vio manifestación
alguna. “Fue lo único que me dijo. Tal vez haya ido del aeropuerto al
palacio presidencial. Pero ni siquiera así podría haber afirmado lo que
afirmó. O puede que haya confundido a Haití con Tahití.”
Daniel Gatti
Brecha, Montevideo, 13-11-2015
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