1
Era una tardecita de Agosto, de esas que
invitan a quedarse pegado a la estufa, leyendo un libro o mirando
alguna película. Y sin embargo, Boulevard España se encontraba cortada
(y así estaría durante unas dos horas) por varias docenas de estudiantes
del liceo Zorrilla que a pesar del tiempo desfavorable habían decidido
manifestar en la calle su apoyo a los sindicatos y gremios de la
educación en nuestro reclamo por mayor presupuesto, y en particular a
sus compañeros del Gremio Estudiantil del Miranda que habían decidido
ocupar su liceo durante cuatro días; una medida audaz ya que era
bastante más “radical” que las que venían tomando los estudiantes de
secundaria hasta ese momento.
Un puñado de docentes y algunos
estudiantes de otros centros estuvimos acompañando a los gurises (que ya
habían realizado un corte similar en la mañana) y sinceramente me
cuesta encontrar palabras para describir el impacto que generó en mí ver
a esas varias decenas de adolescentes durante unas dos horas en la
calle luchando con mucha rebeldía pero también con mucha alegría, a
pesar de la lluvia, el viento y el intenso frío. Lo cierto es que no
pude evitar sentirme más identificado con ellos que con varios de mis
colegas que prefirieron mantenerse en la sala de profesores,
completamente indiferentes a lo que pasaba afuera. Desde ese momento me
convertí en un “gordo fan” del gremio de estudiantes, como me definirían
después.
Los gurises del Miranda desocuparon su
liceo el viernes 14, para –acompañados por un puñado de profesores,
sindicalistas y estudiantes de otros centros- llegar a la marcha por los
mártires estudiantiles tras una pancarta con un mensaje que invita a
cuestionarnos unas cuantas cosas: LA AUTORIDAD NO EDUCA, ADIESTRA.
Eran los primeros vientos de lo que
sería una fuerte tormenta, que tendría como novedad a los estudiantes de
secundaria como protagonistas.
2
Ades Montevideo había decidido en
asamblea que comenzaría la huelga el 17 de agosto si el gobierno no
atendía nuestros reclamos: aumentos salariales, mejoras en
infraestructura, creación de cargos (adscriptos y equipos
multidisciplinarios), y que las políticas educativas no sean impuestas
desde arriba y diseñadas por gente ajena al día a día de la educación
(parece lógico, ¿no?).
Muchos miembros del sindicato mostraron
sus dudas y miedos acerca de la medida, planteando no sólo que no
conseguiríamos lo que pedíamos, sino que la medida tendría bajo
acatamiento, y el sindicato saldría debilitado y fragmentado del
conflicto. Confieso que yo mismo, que era afiliado al sindicato hacía
unos meses y nunca había participado de una medida de esas magnitudes,
tuve mis dudas al respecto.
Los primeros días de la huelga
arrancaron con ocupaciones rotativas de liceos en las distintas zonas de
Montevideo, con alguna concentración y, si no me equivoco, una marcha
(fueron tantas marchas a lo largo del conflicto que es dificilísimo
recordarlas todas con exactitud). Al mismo tiempo que los docentes
ocupábamos los liceos, se dieron ocupaciones estudiantiles en centros de
formación docente y en facultades. La FEUU tuvo durante todo el
conflicto un papel mucho más activo que el que había tenido en el
conflicto del 2013.
Varias de las ocupaciones liceales
fueron realizadas conjuntamente entre docentes y estudiantes. Una de
ellas fue la del liceo IBO, en la que pude participar y fue una
experiencia muy positiva, superando las expectativas previas de los
docentes y las militantes activas del gremio de estudiantes (eran todas
mujeres). El mismo día fue ocupado el Zorrilla, también por docentes y
estudiantes, ocupación que duraría 48 hs y por la cual pasaron varios
cientos de personas (según los propios estudiantes, el año anterior, los
militantes activos del gremio se contaban con los dedos).
Algunas de las actividades “subversivas”
y “radicales” que se realizaron en el marco de esas ocupaciones
incluyen: pintadas, charlas y talleres, partidos de futbol con los
estudiantes (ellos jugaron, yo hice lo que pude), pintadas de bancos,
tamborileadas, y volanteadas y charlas con los vecinos, en las cuales a
pesar de estigmatización mediática a la que es sometido nuestro
sindicato, la recepción en general fue buena (al menos en mi experiencia
personal).
Los estudiantes le aportaron otra
energía a nuestra lucha, con su creatividad, espontaneidad y rebeldía; y
en ambas ocupaciones, estudiantes y docentes convivimos en un clima de
compañerismo y fraternidad reflejado hasta en las acciones más
cotidianas; y en el cual nadie era más que nadie y las decisiones eran
tomadas colectivamente.
¿Será posible una educación donde ese clima de fraternidad sea lo normal?
3
Es viernes y son alrededor de las 7 de
la mañana, después de haber limpiado y ordenado el liceo, decenas de
estudiantes del Zorrilla y algunos profesores esperamos la llegada de
las autoridades del liceo para desocuparlo luego de 48 hs. de control
estudiantil y docente.
Mientras recorren el liceo y comentan
que está “más limpio que antes”, bromeo con una estudiante acerca de que
el liceo es mucho mejor cuando está ocupado y que habría que crear una
“Pedagogía de la ocupación”.
Algunos estudiantes piensan irse de allí
al liceo 26 que en ese momento está siendo ocupado por sus profesores y
su gremio de estudiantes (gremio que el año anterior no existía); otros
se excusan: necesitan dormir.
Yo pienso hacer lo mismo. Es que esa
tarde, en ese mismo liceo, tendríamos una asamblea en la cual
decidiríamos como continuar con el conflicto.
La asamblea resultaría muy concurrida.
Ahí me encontré con muchos compañeros docentes y viejos compañeros del
IPA que distan bastante del estereotipo de loquitos radicales con que
algunos intentan estigmatizar a nuestro sindicato. En varios casos,
hacíamos nuestras primeras armas en la militancia sindical.
En la asamblea discutimos el convenio
propuesto por el poder ejecutivo, el que una amplia mayoría consideró
inaceptable, entre otras cosas por que: ofrecía un aumento salarial
totalmente insuficiente, atado a cláusulas de paz y compromisos de
gestión, no se preveía la creación de nuevos cargos (adscriptos y
equipos multidisciplinarios), se hablaba de la construcción de nuevos
liceos bajo la modalidad de Participación Público Privada, etc. etc.
Mientras decidíamos rechazar el convenio
y continuar con la huelga, llegaban todo tipo de noticias y rumores:
tal sindicato va a la huelga, tal sindicato hace paro por tres días,
etc.
La educación estaba en llamas.
4
Estoy en mi apartamento y decido entrar
un poquito a internet “para despejarme”, aunque sé que voy a encontrar
puras publicaciones sobre el conflicto. Este ha absorbido mi vida al
punto de que no sólo he descuidado mi vida social, sino también mi
alimentación y por momentos, hasta mi higiene personal. “Para la próxima
tengo que encontrar un equilibrio”, pienso en voz alta.
En Facebook me encuentro con la mala
noticia: cumpliendo lo anunciado en campaña electoral y basándose en un
decreto del gobierno de Pacheco y otro de la dictadura, el gobierno
había decretado la esencialidad para toda la educación; aunque la
ministra aclaraba: “seguimos abiertos al dialogo”.
Más allá de la dudosa legitimidad
jurídica de la medida y su dudosa aplicabilidad, ante nuestros justos
reclamos (ni el gobierno pudo desmentir que fueran justos, a pesar de
números retocados y demás) un gobierno que se dice “de izquierda” y
“progresista” respondía con una medida autoritaria que violentaba
nuestros derechos sindicales.
Si el objetivo era amedrentarnos en
nuestra lucha, el resultado fue el opuesto: a las pocas horas, cientos
(o quizás miles) de personas convocadas a través de las redes sociales,
marchábamos al Ministerio de Trabajo, de allí a la Dirección de trabajo,
y de allí al edificio de presidencia. Todo con una espontaneidad que
nunca había visto en una marcha. Incluso al terminar la concentración,
cientos de personas marcharon espontáneamente por 18 de julio para
concurrir a la Marcha del Filtro.
En los días siguientes, se multiplicaron
los paros y las ocupaciones de centros de estudios en prácticamente
todos los departamentos del país, incluso en localidades donde ese tipo
de medidas no son para nada comunes. Gran parte de la opinión pública se
mostró en contra del decreto y casi ningún sector del partido de
gobierno la apoyó abiertamente (aunque en una entrevista Tabaré
declararía que le había anticipado la medida a todos los legisladores
del FA y sólo uno le había expresado su desacuerdo) (1).
La “frutilla de la torta” fue la marcha
del Jueves 27 (precedida por un paro parcial y una marcha del PIT-CNT)
que tuvo una concurrencia verdaderamente masiva. En todas esas medidas,
los gremios estudiantiles de secundaria (que como ya vengo relatando,
tuvieron un crecimiento muy importante durante el conflicto) tuvieron un
papel protagónico.
Los sindicatos resistieron y mantuvieron
sus medidas. Sin embargo, se trató de una victoria pírrica: mientras se
discutía sobre la esencialidad y los paros, vencía el plazo para que el
poder ejecutivo enviara el proyecto presupuestal al parlamento.
Finalmente el gobierno levantó la
esencialidad, pero el presupuesto ya estaba en el parlamento, y no
contemplaba nuestros reclamos. “Derrotamos” la esencialidad, pero no
obtuvimos nada de lo que pedíamos al inicio del conflicto.
5
Durante los días más álgidos del
conflicto, surgió un fuerte malestar de buena parte de los militantes
sindicales y estudiantiles respecto a la actuación de la dirigencia del
PIT-CNT y de algunos sindicatos de la educación. Las asambleas de varios
sindicatos aprobaron declaraciones en las cuales se criticaba la
actuación de los dirigentes, y en las marchas empezaron a aflorar
cánticos que acusaban a los dirigentes de estar “con el facho de Tabaré”
y no con el pueblo.
Hasta los propios estudiantes de
secundaria llegaron a cuestionar la actitud de los dirigentes sindicales
en varias declaraciones (2).
Varios dirigentes y militantes
frenteamplistas se sintieron ofendidos por estas críticas y las
atribuyeron a pequeños grupos de “ultraizquierda” que buscaban dividir
al movimiento obrero y sus herramientas de lucha.
Pero, ¿qué fue lo que nos molestó a
muchos de los protagonistas de la lucha? Si bien el PIT-CNT se declaró
en contra del decreto y realizó un paro parcial y una marcha
(protagonizada por cientos de compañeros trabajadores); la actitud de
los dirigentes fue sentida por muchos como ambigua e insuficiente, y
como un intento de quedar bien “con Dios y con el Diablo”, en el cual
los intereses político-partidarios llegaron a pesar más que la
solidaridad con los sindicatos.
Como ejemplos, podemos mencionar el
escaso o casi nulo apoyo recibido en los primeros días de la huelga, la
defensa del “compañero Murro” una vez que este firmó el decreto
anti-huelga, la firma de un acta que decía que los sindicatos
levantarían sus paros cuando varios aun mantenían dichas medidas por
tiempo indeterminado (3), o declaraciones acerca de recortar la
autonomía que las filiales de los sindicatos tienen para tomar medidas
de lucha.
Pero sobre todo, debemos mencionar la
postura de “recomendar” a los sindicatos que levantaran los paros a
cambio de que el gobierno levantara la esencialidad: esto quiere decir
que los dirigentes sindicales plantearon a sus representados que
levantaran sus legítimas medidas de lucha, a cambio de que el gobierno
levantara una medida autoritaria y anti-sindical. En los hechos esto
implicaría el triunfo de la esencialidad, cuyo objetivo era justamente
el levantamiento de los paros.
Su nulo apoyo a los estudiantes durante
la ocupación del Codicen y su tibia reacción frente al violento
desalojo, también serían criticados.
Los desencuentros entre las bases y los
dirigentes, molestaron a unos cuantos, incluida la propia ministra, que
se quejaba de que los sindicatos ya no eran como en “su época”, en la
cual los dirigentes siempre convencían a las bases. A su vez, unos meses
después, Juan Faroppa (quién jugaría un papel importante en los hechos
del Codicen) se quejaría de que antes “vos hablabas con el representante
de la agrupación de la Juventud Socialista o la UJC… ahora tenés que
hablar con todos” (4).
Estas muestras de una mayor
horizontalidad, así como la pérdida de influencia de los sectores
oficialistas (tanto en los sindicatos como en el movimiento
estudiantil), fueron tomadas con notorio malestar por algunos, mientras
que para otros de nosotros constituyen parte de los aprendizajes
fundamentales que los movimientos sociales deberán tener en cuenta para
las luchas del mañana.
6
El día 2 de setiembre Ades Montevideo
decidió levantar la huelga. Al otro día, el diario El País –que de
alguna forma grabó las intervenciones de nuestra asamblea sin permiso-
publicaba en primera plana la opinión de una compañera que realizó un
balance muy negativo de la huelga, señalando entre otras cosas que
habíamos dejado a los estudiantes “en orfandad”. La realidad es que El
País había elegido tendenciosamente la oratoria más pesimista de toda la
asamblea, que estaba muy lejos de representar el sentir de la mayoría
de los presentes.
A mí me tocó reintegrarme en un día de
coordinación en uno de los liceos donde trabajo. Los profesores del
núcleo sindical volvimos con mucho orgullo y con unos cartelitos en el
pecho que decían “Docentes en lucha por presupuesto”. Materialmente no
habíamos conseguido nada, pero algo nos decía que la lucha no había sido
en vano.
Ahora que los sindicatos nos estábamos
quedando sin fuerzas para continuar las medidas, la posta la tomaban los
gremios de estudiantes: el 65, el Miranda y el Zorrilla volvieron a ser
ocupados por varios días. A su vez, estaban ocupados el IPA, el IFES y
Magisterio.
Si bien era casi imposible que las
autoridades cedieran por unos pocos centros ocupados (a lo sumo se
obtendrían algunas mejoras concretas para cada uno), la tenacidad de los
estudiantes y el vínculo que habíamos forjado durante el conflicto,
llevaron a que muchos docentes sintiéramos que debíamos apoyar y
acompañarlos todo lo posible.
Al menos a nivel personal, esta pequeña
“ola” de ocupaciones significaba volver a compartir –evidentemente no
todo fue color de rosa- un clima de solidaridad y horizontalidad con los
gurises. Nadie era más que nadie: incluso las autoridades de Secundaria
tuvieron que firmar entrada y salida, como lo hacíamos todos, cuando
desembarcaron en uno de los liceos a presionar a los estudiantes.
Al pasar los días, desgastados por una
larga lucha y prácticamente sin obtener respuestas concretas – a pesar
de muchas reuniones de negociación- los estudiantes de secundaria
decidieron… tomar una medida de presión más fuerte.
El viernes 18 de setiembre, en lo que me
pareció una medida absurda y admirable al mismo tiempo, los estudiantes
de secundaria ocupaban el edificio del Codicen.
7
El martes 22 de setiembre había
terminado mi jornada de trabajo y estaba hablando con otras profesoras
acerca de la ocupación: los estudiantes no querían abandonar la medida
con las manos vacías, pero a medida que los días pasaban, las
probabilidades de un desalojo forzoso eran cada vez mayores. Por lo que
sabíamos, los estudiantes habían planteado que si se les concedía una
reunión con el Ministerio de Economía para ese día, abandonarían el
edificio. La reunión nunca ocurrió.
Alrededor de las 18 30, una estudiante
vino corriendo y nos dio la noticia: “los van a desalojar”. Tomamos un
taxi hasta el Codicen y al llegar nos encontramos a las fuerzas de
choque formándose en ambas esquinas del edificio. Los estudiantes de
secundaria se encontraban realizando una asamblea para decidir qué
hacían.
Afuera, decenas de padres, estudiantes
(universitarios y de formación docente), docentes y sindicalistas,
respondían al pedido de apoyo de los ocupantes. Otros militantes
sociales y “de izquierda” habían preferido ignorarlos desde el primer
día.
El clima era extremadamente tenso y el
avance policial parecía inminente. Al ver las cámaras de la tele
(mientras la ocupación había estado en paz, no le habían prestado mucha
atención) decidí ponerme la capucha: “si me van a cagar a palos, aunque
sea que mi familia no lo vea en vivo y en directo”.
Al rato, quienes estábamos afuera, nos
enteramos de que aparentemente los gurises de secundaria habían recibido
la oferta de una mesa de negociación al día siguiente, a cambio de que
desalojaran los pisos del edificio donde funcionaban oficinas que no
pertenecían al Codicen. Los estudiantes salieron a anunciar que
aceptaban la propuesta e inmediatamente comenzaron a limpiar esos pisos
para desalojarlos.
Afuera, el clima parecía distenderse.
Los policías que estaban armando un vallado sobre la calle Colonia
dejaron de hacerlo, los taxis del SUATT que cortaban la calle se
retiraron, algunas personas que habían ido a apoyar comenzaron a irse.
Recuerdo incluso a una estudiante que aprovechó para sentarse a leer
abajo de un foco de luz en la vereda. En lo personal sentía que un
desalojo en ese preciso momento era poco probable, pero que no dejaba de
ser posible.
Mis miedos se confirmaron al poco
tiempo: desde lejos se comenzaron a ver movimientos policiales por la
calle Mercedes. En cuestión de segundos, empiezan los gritos: “¡están
entrando por el estacionamiento!”.
Quienes estábamos afuera corremos hacia
la puerta al escuchar golpes, gritos y vidrios rotos desde el interior
del edificio. Al abrir la puerta nos encontramos con el hall del
edificio lleno de policías. Intentamos entrar y cuando nos cortan el
paso, comienzan los primeros forcejeos.
La forma en que entraron las fuerzas
represivas (a todo esto, nunca hubo una orden judicial), generó
confusión, nervios, bronca e impotencia en quienes estábamos apoyando a
los estudiantes. No sabíamos qué podía estar pasando arriba con ellos
(uno no espera que las fuerzas de choque entren de esa forma a regalar
bombones y rosas). “¡Son gurises!” y “¡Déjenlos salir!” les gritábamos
mientras nos empujaban hacia la calle. Desde afuera empiezan a caer las
primeras piedras. Algunos tratamos de calmar los ánimos, pensando que
eso sólo empeoraría la situación de los estudiantes.
Me doy cuenta de que en medio de ese embrollo iba a poder hacer poco o nada por ayudarlos, y trato de alejarme de la puerta.
Mientras la vereda de Libertador se
convertía en un verdadero campo de batalla, corro hacia la entrada de la
calle Colonia, donde veo que los ocupantes están huyendo hacia 18 de
Julio, protegidos por un grupo de personas haciendo una especie de
escudo humano para evitar que la Guardia Republicana (que avanzaba desde
Libertador, apaleando y arrastrando gente) llegara a ellos. A pesar del
peligro, algunos seguían entrando al edificio a cerciorarse de que no
quedara ninguno de sus compañeros adentro.
Los estudiantes y manifestantes fuimos
retirándonos en grupos hacia la Facultad de Ciencias Sociales, seguidos
varias cuadras por un enorme despliegue de la Republicana.
8
La facultad parecía una especie de
hospital de guerra: gente ensangrentada, adolescentes llorando, gente
abrazándose emocionada al reencontrarse; y preguntas y rumores sobre los
compañeros que no aparecían, los detenidos, etc.
En medio de ese caos, y con varios
militantes detenidos (incluido el presidente del sindicato) es que Ades
Montevideo decretó un paro para el día siguiente. Mientras, el
Ministerio del Interior comenzaba a difundir su versión: los problemas
habían sido sólo con miembros de algunas organizaciones radicales, con
los estudiantes no había pasado nada.
Al día siguiente, una concentración muy
numerosa frente a las puertas del Codicen, se transformó espontáneamente
en una marcha hasta las escalinatas del Palacio Legislativo, donde
buena parte de los manifestantes (evidentemente no todos) cantaron:
“¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”.
En los días y semanas siguientes
seguirían las marchas en repudio a lo ocurrido y en reclamo del 6%;
todas bastante concurridas y protagonizadas por los estudiantes con los
que, según Bonomi, no había existido ningún problema.
Sin embargo, mientras comenzaban las
detenciones (en algún caso de forma irregular, sin orden judicial),
citaciones y procesamientos (finalmente serían condenas a trabajos
comunitarios); la mayoría de la población empezó a aceptar la versión
oficial de los hechos. Los abordajes mediáticos se centraron en Irma
Leites, el SUATT y el abogado de los estudiantes. Un video difundido por
el ministerio del interior “demostraba” que no había existido represión
a los estudiantes y todo había sido un invento o una exageración de los
grupos radicales que habían aprovechado la oportunidad para provocar
incidentes (5). El periodista Gonzalo Cammarota llegaría a afirmar que
“Irma Leites logró que la mayoría de la ciudadanía hinche por la
Republicana”.
Lo cierto es que uno puede tener la
opinión que sea respecto a los “radicales” y respecto a las distintas
reacciones de quienes nos encontrábamos apoyando a los ocupantes, pero
no fueron los radicales quienes dieron la orden de entrar por sorpresa a
desalojar a los estudiantes cuando estos creían que había una
negociación en marcha. No fueron los radicales quienes mandaron a un
manifestante al CTI con el cráneo roto (6), ni quienes reprimieron con
armas no autorizadas (7), ni quienes “cagaron a palos al abogado (de los
estudiantes)” como se escuchara reconocer a Faroppa (del Instituto de
DDHH) (8). Tampoco fueron los radicales los responsables de que en el
momento de los hechos no diera la cara ningún parlamentario ni ninguna
autoridad de la educación, o de los ministerios de trabajo y del
interior, para intentar llegar a una salida negociada.
Epílogo
La etapa más dura del conflicto ya había
terminado, y docentes y estudiantes volvimos a clase golpeados,
simbólica y literalmente. Incluso, como si ya no hubiéramos aguantado
bastante, las autoridades nos acusaron públicamente de causar la
deserción de miles de estudiantes (9).
Pero aún quedaba tiempo para realizar la
primera Asamblea Intersindical e Intergremial de la educación, que a
pesar de realizarse en un momento donde ya se podían obtener pocos
resultados concretos, mostró la voluntad de generar espacios de
encuentro y organización entre los militantes de los sindicatos y los
gremios estudiantiles que protagonizamos el conflicto desde las bases.
También quedaba tiempo para que los
gurises realizaran un Encuentro Nacional de Estudiantes de Secundaria y
Utu, donde se buscaron formas de organización y coordinación acordes a
la nueva realidad del movimiento estudiantil.
Por su parte, la Federación Nacional de
Profesores, tuvo su congreso hacia fines de año, el cual marcó una
pérdida de peso de los sectores oficialistas, acorde a lo que había sido
la tónica del conflicto. Sin embargo, las últimas semanas del año, tras
las presiones del “compañero Murro”, los sindicatos docentes terminaron
aceptando el convenio salarial que habían rechazado a inicios del
conflicto (Ades Montevideo volvió a rechazarlo por amplia mayoría, pero
la asamblea nacional de delegados decidió aceptarlo por una pequeña
diferencia de votos).
Así se cerraba un año que tuvo al
conflicto de la educación en el centro de las noticias. Un conflicto que
si bien no nos deja grandes conquistas en lo material, nos deja una
serie de experiencias y aprendizajes que nos enriquecen tanto individual
como colectivamente y nos servirán para futuras luchas, como por
ejemplo la importancia de luchar por movimientos sociales independientes
y horizontales. Un conflicto en el que peleamos contra mil obstáculos y
enemigos poderosos, y aun así demostramos qué tan fuerte puede ser la
lucha cuando la iniciativa está en las bases y en la calle. Un conflicto
que logró sumar a todo tipo de personas –entre ellas, muchos
adolescentes- que hasta ese entonces no habíamos tenido una
participación tan activa, generando así una gran pluralidad y diversidad
que enriquecieron al movimiento.
Y lo más importante, un conflicto que
–al menos en lo personal- me deja mucho a nivel HUMANO, ya que permitió
encontrar nuevos COMPAÑEROS y compartir entre docentes, estudiantes,
padres, vecinos, y compañeros de otros sindicatos y organizaciones
sociales; practicando la SOLIDARIDAD en las acciones cotidianas y
también en los momentos más dramáticos.
Quedará para el futuro encontrar –y
nadie tiene la receta mágica- las formas de conducir todas estas fuerzas
de forma estratégica y coordinar los esfuerzos con otras fuerzas
sociales, para conquistar las reivindicaciones concretas.
Rodrigo
NOTAS:
2- Me constan al menos una declaración
de la CEEM cuestionando la actitud de los dirigentes ante la
esencialidad, y otra del gremio del liceo Miranda que expresaba que
estos nunca “se habían mostrado afines” a las medidas de los sindicatos y
gremios y que habían contribuido en parte “a la criminalización de la
protesta” con su postura frente al desalojo del Codicen.
3- El acta de negociación con el MTSS
firmada el 31/08 plantea que los sindicatos ya habían resuelto levantar
los paros (Visto VII). Al menos ADES Montevideo se mantenía en huelga
por tiempo indefinido.
5- Algunos actores afirmaron
públicamente que existían videos que mostraban la violencia física
adentro del edificio. Estos videos nunca aparecieron, lo cual terminó de
inclinar a la población hacia la versión oficial. Sin embargo, que la
represión adentro del edificio haya sido “suave” (en comparación con lo
que pasó en la calle), no quita que entrar a desalojar por la fuerza a
estudiantes que creían que había una negociación en marcha sea violento
en sí, y tampoco quita que haya existido un uso arbitrario y excesivo de
la fuerza en las afueras del edificio.
0 comentarios:
Publicar un comentario
No ponga reclame, será borrado