Bill Gates ‘fabrica’ mosquitos transgénicos
La fundación Bill Gates, en colaboración con la empresa de biotecnologías Oxitec, ha desarrollado un nuevo tipo de mosquitos modificados genéticamente para luchar contra la malaria, que durante 2016 causó la muerte de 445, 000 personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El fundador de Microsoft invirtió cuatro millones de dólares para crear mosquitos macho de la especie ‘Anopheles albimanus’, principal transmisor de la enfermedad, modificados genéticamente.
La malaria se transmite a través de las picaduras de los mosquitos hembra, por lo que el plan es matarlos a través del sexo.
El dinero donado a Oxitec, empresa de ingeniería británica, fabricará machos con un gen “limitante” para fornicar con mosquitos hembras portadora de la enfermedad. Al tener contacto con las hembras, que son las únicas que muerden a los humanos, los mosquitos amables le pasan este gen a sus crías.
El objetivo de la liberación de estos animales es que se reproduzcan en su hábitat natural y, así, empiecen a transmitir los genes a las próximas generaciones. Y de este modo, eliminar la posibilidad de nuevas epidemias de la enfermedad.
Oxitec tiene experiencia en el uso de mosquitos genéticamente fabricados para eliminar a Aedes aegypti, uno de los mosquitos portadores de enfermedades. La empresa ha liberado a sus mosquitos en Brasil, las Islas Caimán o Panamá para combatir contra el zika, dengue o la fiebre amarilla.
No obstante, Oxitec no es la única empresa utilizando la ingeniería genética para eliminar las enfermedades. El año pasado, Google soltó 20 millones de mosquitos en un barrio de California para intentar controlar el Zika.
Google infectó sus mosquitos machos con la bacteria Wolbachia, que impiden que los huevos de las mosquitos hembras se desarrollen correctamente. Por lo tanto, los huevos no nacen.
Como acaba de hacerse oficial, un ejército de millones de mosquitos transgénicos ha cumplido más que satisfactoriamente su misión en Piracicaba, una localidad de Brasil azotada por el dengue,
fiebre que afecta a 1,5 millones de personas en ese país sudamericano.
Los “efectivos” eran machos genéticamente modificados de la especie Aedes aegypti, cuya picadura propaga no solo el virus del citado dengue, sino también los agentes patógenos de otras enfermedades como el chikunguña, la fiebre amarilla y el muy temido zika. Por eso había tanto interés por saber cómo había resultado la experiencia.
Creados por la compañía británica Oxitec, los ejemplares modificados incorporan un gen fatal que transmiten a las hembras con las que se aparean. Debido a esta mutación, la descendencia es incapaz de alcanzar la fase adulta y así la población de Aedes aegypti disminuye progresivamente hasta ser erradicada.
Creados por la compañía británica Oxitec, los ejemplares modificados incorporan un gen fatal que transmiten a las hembras con las que se aparean. Debido a esta mutación, la descendencia es incapaz de alcanzar la fase adulta y así la población de Aedes aegypti disminuye progresivamente hasta ser erradicada.
>>> Nos van a picar
Luego de dos años de liberar mosquitos transgénicos en Brasil, supuestamente para combatir la trasmisión de dengue, los insectos manipulados se cruzaron con los locales y prosperaron, contrariamente a lo que afirma la trasnacional Oxitec que los vende. La descendencia se transformó en una especie de supermosquitos, que presentan riesgos más altos para la salud y el ambiente de los que ya existían antes del experimento. Por Silvia Ribeiro.
Dado que la misma empresa ha intentado este tipo de experimento en México, por ejemplo en Yucatán en años recientes, debería existir alerta y seguimiento sobre sus consecuencias también en el país.
Como en numerosos otros casos con cultivos y animales transgénicos (incluidos los resultantes a partir de nuevas biotecnologías como Crispr y otras), los seres vivos obviamente no se comportan como en los proyectos o en laboratorio, y el resultado de liberarlos es mucho peor que el problema que se decía atender. Lo que ahora está sucediendo en Brasil –que se puede extender mucho más allá– es exactamente una de las razones por la que muchos nos oponemos a la liberación de transgénicos.
Este preocupante caso con mosquitos manipulados se registró en Jacobina, estado de Bahía, luego del experimento de liberar 450 mil mosquitos transgénicos por semana, durante 27 meses, entre 2013 y 2015. La evaluación de resultados y la comprobación de que los mosquitos se habían reproducido y están fuera de control en el ambiente, se publicó en la revista Nature, en septiembre 2019, en un estudio en el que científicos participantes tomaron muestras de mosquitos a seis, 12 y 27 meses después de comenzar las liberaciones.
Según Oxitec, los mosquitos transgénicos deberían cruzarse, pero no generar descendencia, o que fuera tan débil que no sobreviviera y así se reduciría la población de mosquitos trasmisores de enfermedad. Su teoría no ha probado funcionar en ninguno de los países donde se ha intentado, ya que luego de una primera reducción de mosquitos, éstos vuelven incluso en mayores cantidades. Tampoco se ha visto que tenga ningún efecto para combatir dengue ni otra enfermedad. En Jacobina, luego del primer año de liberación hubo un aumento notable y reportado de casos de dengue.
Los autores del nuevo estudio comprobaron que contrariamente a las promesas de la empresa, las secuencias transgénicas se incorporaron en el ADN de la población natural de mosquitos y que existe descendencia híbrida, robusta y que se reproduce en la naturaleza. La cepa de mosquitos usada por Oxitec provenía de una cruza entre mosquitos originarios de Cuba y México, por lo que la que existe ahora en el medio ambiente en Brasil es un híbrido de tres países. Hay ahora más mosquitos que trasmiten enfermedades, han adquirido más vigor y podrían incluso multiplicar su resistencia a insecticidas.
Las consecuencias de ese nuevo tipo de mosquito transgénico, asilvestrado y en libre movimiento, son impredecibles, tanto en sus efectos sobre la salud, como en otros mosquitos y en el ambiente. Se estima que podrían también cruzarse con otras especies de mosquitos más allá de Aedes aegypti (la especie primaria que trasmite dengue, chikunguña y zika) y trasmitir su material transgénico también al Aedes albopictus, o mosquito tigre, mucho más agresivo y difícil de combatir.
La empresa Oxitec fue comprada en 2015 por Intrexon, compañía trasnacional de biología sintética de Estados Unidos que se dedica, entre otros rubros, a producir animales transgénicos, como salmón y ganado. Pese a las alarmas que despierta el estudio, Oxitec-Intrexon continúa en otros estados de Brasil con sus experimentos con insectos transgénicos.
Para los experimentos de Oxitec se aportaron cuantiosos recursos públicos de municipios y universidades, escatimados a los presupuestos de salud. Un amplio reportaje sobre el caso de la agencia de noticias Rede Brasil Atual, muestra, además, que la comisión de bioseguridad de Brasil (CTNBio) actuó intencionalmente con negligenciapara autorizar la liberación, clasificando los estudios como de bajo peligro y sin riesgos de bioseguridad, además de no exigir el consentimiento previo, libre e informado de la población que durante más de dos años ha sido expuesta como conejillos de indias de la empresa y la CTNbio.
La Fundación Bill y Melinda Gates también financia a Oxitec para sus experimentos con mosquitos transgénicos. Esta fundación promueve también el uso de mosquitos con impulsores genéticos, una técnica altamente riesgosa para extinguir especies en la naturaleza. En África, la organización Target Malaria, financiada por la Fundación Gates, hizo una consulta muy deficiente sobre el uso de mosquitos transgénicos, evitando que la población tuviera información completa y crítica del experimento a que son sometidos, algo que integrantes del Grupo ETC pudimos documentar directamente.
En ambos casos, tanto en Brasil como en Burkina Faso, queda claro que las poblaciones locales son usadas por las empresas y fundaciones como animales de laboratorio, no es un experimento transgénico con insectos, es además un experimento con humanos –y con todo el ecosistema– que debe ser inmediatamente detenido.
Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC
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