martes, 15 de septiembre de 2020

Una noche de terror




"Fuí víctima de un brutal y violento procedimiento policial"

Crónicas del Este
14 septiembre 2020
Sergio Secinaro

Una noche de terror relata, Roberto, la presunta víctima de un abuso de caso policial registrado en el departamento de Maldonado. La persona protagonista de esta historia, es un funcionario público, que no tiene ningún antecedente judicial, ni problemas con la Justicia.

Crónicas del Este se puso en contacto con Roberto y nos enteramos de que paradójicamente, es él quien está acusado ante la justicia por desacato, según el testimonio de los policías aprehensores. Sin embargo, este hombre está seguro de no haber transgredido la ley y por el contrario, señala que ha sido víctima de “abuso policial”.
A continuación, publicamos la carta pertinente:

LA PUBLICACIÓN DE ROBERTO

“Mi nombre es Roberto, fui víctima de un brutal y violento procedimiento policial, desmedido e injustificado. La madrugada del jueves 27 de agosto volvía a mi casa, en mi auto, luego de pasar un rato con un amigo; eran alrededor de las 01:30, cuando a unas 3 cuadras de mi casa, me cruza un móvil policial el cual aparentemente detecta en mí, una actitud sospechosa. Cuando me encontraba a escasos metros de mi casa, noto que el móvil que me había cruzado metros atrás, se encontraba detrás de mí a pocos centímetros, casi a punto de chocarme, alumbrándome con un faro piloto. Me hacen cambio de luces y prenden la sirena con la intención de que me detuviera de inmediato, no entendía mucho la situación pero continué́ unos metros la marcha, hasta estacionar frente a mi casa, para demostrar que allí́ era mi domicilio y que estaba todo bien. Luego de detener la marcha, me tomó unos segundos apagar la música, desprenderme el cinturón de seguridad y subirme el cierre de mi campera, para luego sí, descender de mi auto y disponerme a preguntar, qué era lo que sucedía. 

 

El móvil policial había frenado detrás de mi auto, casi tocando mi auto, y al bajar de él, uno de los dos policías que estaban en el lugar, me apunta con su revólver, a la vez que me repite insistentemente, y a los gritos, que ponga las manos donde las pueda ver. No obedezco desde el principio, ya que lo único que acapara mi atención, era el revólver que me estaba apuntando a la cara. Luego de unos segundos en shock, desorientado y muy confundido, atino a preguntar qué era lo que estaba pasando, cuál era el motivo por el que me estaban deteniendo de esa forma, apuntándome con un revólver, cual delincuente de alta peligrosidad pareciera. Al recuperar la razón y lograr un poco de lucidez, me doy cuenta de que estoy en la puerta de mi casa, y mi compañera y mis dos hijas se encontraban durmiendo en el interior. Así́ que, para que la parafernalia se terminara pronto, obedezco a la orden de poner las manos sobre mi auto, y cuando lo hago, el efectivo policial que me apuntaba con su revólver, lo guarda, e inmediatamente, me empuja contra mi auto, registrándome de pies a cabeza, mientras que el otro efectivo policial, revisa el interior de mi auto. Les intento explicar que esta es mi casa, que venía de la casa de un amigo y que no estaba haciendo nada fuera de la ley, que era una buena persona y que mi familia estaba dentro de mi casa. Les pedí́ por favor que me dejaran ir, que no quería que mi familia presenciara la situación.
Para mi lamento, el pedido de que me dejaran en paz y que se terminara el escándalo, fue tomado muy mal por los policías, que me amenazaban con llevarme detenido por un presunto desacato. Me encontraba muy molesto y les pregunté una vez más, cuál era el motivo para todo eso, a lo que me contestan, que el motivo era que me estaba dando a la fuga, luego de haberme darme la voz de alto, al entender, que estaba en una actitud sospechosa. 

En plena discusión intento explicarle a los policías, que yo no me estaba fugando, que mi intención era estacionar en mi casa. De todas formas deciden llevarme detenido, y ante mi negativa, por no tener un justificativo para eso, me reducen esposándome de forma muy violenta. Uno de los policías se dirige al portón de mi domicilio y comienza a aplaudir con intención de llamar a la casa, donde se encontraba mi compañera y mis dos hijas durmiendo. Yo intenté liberarme del policía que me estaba sujetando injustificadamente y con mucha violencia, me hace una llave que me derriba al suelo, me envuelve el cuello con su brazo y me corta la respiración y él habla por varios segundos; un momento antes de perder el conocimiento me suelta, y ya estando en el suelo, me apoya una de sus rodillas en mi espalda. Mi compañera se levanta confundida y al abrir la puerta, entra en crisis al ver lo que estaba pasando.

 Desesperada, mi compañera, grita pidiendo ayuda, a los vecinos que no logran escuchar. Uno de los policías la amenaza diciéndole que se calle, porque a ella también le iba a pasar lo mismo que a mí. Entre la rabia y la desesperación, intenté liberarme una vez más de la rodilla del policía, que me tenia pegado contra el barro de la entrada de mi casa. En ese momento me aplica otra llave, que me hace perder el conocimiento por unos segundos, la violencia con la que me apretaba era brutal. Ya entregado y totalmente vulnerable, me suben al móvil a las patadas, en posición fetal, con las manos atadas en la espalda, llorando, con el alma desgarrada, embarrado de la cabeza a los pies. 

A muy alta velocidad y derrapando en las calles de balastro de mi barrio, salió́ el móvil policial, como si llevaran a un convicto muy peligroso que acababa de ser capturado. Después mi compañera me cuenta, que en esa salida apresuradamente violenta casi la atropellan. Antes de llevarme, allí́, frente a mi casa, ya con mis datos sabiendo quién era, y quién no era. Ya me habían revisado completamente y ya sabían que iba llegando a mi casa., en todas las buenas de la ley. Aún sabiendo que no estaba requerido por la justicia, que no estaba en nada raro, como ellos decían, que no había nada irregular en mí, ni en mi vehículo, y que no era ningún delincuente, ni estaba cometiendo ningún acto delictivo, me llevaron detenido de todas formas. Saber que lo que presumieron en un principio era una equivocación, no les bastó para dejarme en paz, pues el ensañamiento, el odio y la deshumanización los obligó a continuar la humillación y la tortura. 

El camino a la seccional fue una provocación desmedida, en un constante maltrato y humillación: uno de los policías se sentó́ junto a mí, y cada vez que intentaba hablar, me daba un codazo en la cabeza, luego prendió́ un cigarro y cada bocanada de humo, la lanzaba sobre mí. Al llegar a la comisaría, me tiraron contra un banco de hormigón y me dejaron ahí́, a la intemperie, bajo una llovizna. Me ordenaron que me quedara ahí́ y que si me movía, se me iba a complicar. 

Después de varios minutos, me doy cuenta que no sentía las manos, producto de lo apretadas que estaban las esposas, me levanto y me acerco a una oficina donde se encontraba una policía mujer, a la que le pido por favor, envuelto lagrimas, que me aflojara un poco las esposas, que había perdido la sensibilidad en las manos, la policía se levanta de su silla, se me acerca y con sus dos manos, me agarra del cuello y me tira al piso, al mismo tiempo que aparecen unos 4 o 5 policías, que se me abalanzan y me arrastran nuevamente hasta el banquito de hormigón, donde debía permanecer. Sin importarme nada, me vuelvo a parar para pedir, a los gritos, que me aflojen las esposas, ya no aguantaba un segundo más. Por tercera vez, vuelvo a sufrir una llave que me deja casi desmayado, y encima de las esposas me colocaron los grilletes, las esposas de pies y manos que están unidas por una cadena muy corta, que te deja casi inmovilizado.

 

 La cosa iba de mal a peor, y hasta ese momento no entendía porqué estaba ahí́, detenido, golpeado, abusado, vulnerado en todos los sentidos, quebrado emocionalmente e incomunicado. Se me vino a la mente mi compañera y mis hijas, que estaban bajo el cuidado de una mamá doblegada. Perdí́ la noción del tiempo, habrá́ pasado una hora, ya con el cuerpo entumecido por el frio, por estar empapado; se me acercan dos policías, que me preguntan en qué centro de salud me atiendo, ya que me tenían que llevar a hacer la constatación de lesiones. No respondo nada, pero me siguen insistiendo, cada vez con más violencia. Me dicen que me van a llevar a todos los centros de salud hasta que den con el mío. 

Ya con el cuerpo extremadamente agotado y adolorido, me niego a moverme, y eso fue motivo suficiente para que un policía me vuelva a tratar con violencia, esa vez fue distinto, el policía me mete la mano entre las piernas y me aprieta muy fuerte los testículos, mientras que con la otra mano me levanta del cuerpo, me lleva unos metros en el aire, hasta que termino cayéndome al piso de forma muy fuerte; me levantan entre dos y me arrastran hasta el móvil que estaba en la calle, dándome contra todo lo que había en el paso. Solo deseaba que terminara la tortura, y por ese motivo les brindo la información que me estaban pidiendo.

 Me llevan a la mutualista de la cual soy socio, y así́, todo encadenado, me pasean por el hall de emergencia, en el que se encontraban varias personas mirándome desconcertadas. Y más humillaciones se iban sumando. Ahí́ iba yo, encadenado, custodiado por policías violentos, cabeza gacha, sin saber si estaba en una pesadilla, dudando de lo real de la situación. 

Allí́ estuve casi una hora, esperando a un médico que constatara mis lesiones, hasta que apareció́, me miró por arriba y les dijo a los efectivos policiales que me custodiaban, que no tenía nada, que estaba perfecto; parecía que todo era una confabulación en mi contra, de hecho, lo fue. Y vuelvo otra vez a la comisaría, al banquito de hormigón, mojado por la lluvia, que ya había cesado. Otra buen rato más en ese patio maldito, hasta que se me acerca un policía de baja estatura, junto a una policía mujer, a ninguno de los dos los había visto antes, parecían que esos sí eran humanos, me hablan bien y me liberaron de todas las cadenas, me dijeron que me podía ir, que el fiscal había ordenado mi liberación.

 Y terminaba la película, me podía ir. Manifesté́ mi deseo de denunciar a los policías que habían abusado de mí, pero no tuve suerte, me dijeron que la denuncia debía realizarla en Fiscalía con la presencia de un abogado, el cual debía de contratar. 

Al pasar del patio al hall principal, me encuentro con mi compañera, que me estaba esperando, y la abrazo más fuerte que nunca. En ese mismo lugar estaban los dos policías que me detuvieron y me violentaron en la puerta de mi casa. Se reían entre dientes, me desafiaban con la mirada, con un semblante oscuro, muy tenebroso. Uno de ellos me dijo, que no fuera tan pajero, que era un banana, que me dejara de mariconear; me había quebrado en llanto al ver a mi compañera, a pesar que sentía que todo terminaba, también sentía mucha rabia, injusticia, la impotencia terrible de lo vivido. “A ver si te haces hombre” me dice uno de ellos, y ahí́ entendí́ todo: machos con poder, escupiendo odio, abusando de la fuerza y la impunidad de una nueva serie de leyes, que protege todo lo que hicieron conmigo.

 Estas cosas que aparecen lejanas, algunas veces más cerca, pero esta vez en carne propia.
Todo muy oscuro, estos malos policías actuaron impunemente, con violencia, represión desmedida, fracturando todo lo que a ellos le pareció que estaba mal. Hoy me toco a mí, mañana puede tocarte a ti, a un ser queridos. Debemos denunciar estas cosas para que no sigan pasando. Ahora debo enfrentar las acusaciones falsas de los policías, que justifican su actuar diciendo que me di a la fuga, que estaba en total desacato, que atenté contra la fuerza policial, contra sus integridades. Dieron vuelta todo y cuentan con todo el respaldo institucional. Mi empleo público está en juego, es posible que salga formalizado injustamente, va a ser difícil, pero no se las voy a hacer fácil”.




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