EL País, Miércoles 28.09.2011
Si no declara joven haitiano darán por concluido el caso
Haití. Fiscal dice que faltan elementos para procesamiento
El fiscal del caso de los marinos acusados de abuso a un haitiano aseguró que a "prima facie" no se puede confirmar la violación y que si la víctima se niega a ser interrogada no se podrá seguir con la investigación, con lo que se cerrará el caso.
"Todo depende de la voluntad del joven haitiano", dijo ayer a El País el fiscal Eduardo Fernández Dovat que junto al juez Alejandro Guido entienden en el caso de presunta violación por parte de cinco efectivos de la Armada uruguaya.
El juez y el fiscal se concentrarán en las próximas semanas en la formulación de un cuestionario para interrogar a Jhonny Jean, el joven presuntamente abusado. El fiscal pedirá la colaboración a Naciones Unidas para que aporte un psicólogo destacado en el lugar a fin de evaluar a Jean.
Posteriormente, buscarían realizar una videoconferencia con el joven para consultarle si estaría dispuesto a ser interrogado sobre el episodio.
"Si el joven no acepta ser entrevistado no podemos seguir adelante con la investigación ya que quedaría trunca porque no hay elementos para resolver el caso contra los denunciados. Sin la declaración de la víctima es imposible resolver esto", su-brayó el fiscal del caso.
Fernández Dovat confirmó que si Jean accede a ser interrogado estarían viajando en las próximas semanas. "A prima facie no hay elementos como para decir que hubo una violación. Por lo visto en el video, es una grosería de esas que se estilan cuando se juntan los jóvenes, pero sin escuchar al joven no se puede dar una opinión definitiva", abundó el fiscal.
El próximo lunes el ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, se presentará ante la comisión de Defensa del Senado para aportar detalles de la investigación sobre el episodio, que estuvo a cargo del general José María Burone, jefe del Sistema de Apoyo a las Operaciones de Paz (Sinomapa).
Y el martes irá a la comisión de Diputados por el mismo caso, informó ayer el diputado Javier García.
Seis marinos ya fueron procesados por la Justicia Militar por este caso: cinco que participaron en el presunto abuso y un oficial que tenía a cargo la unidad.
Nuevo video. En tanto, un video que muestra a abogados haitianos pretendiendo alcanzar un "arreglo" con funcionarios de ONU llegó ayer por la tarde a las oficinas de Fernández Dovat.
Fue el Ministerio de Defensa quien remitió una copia del video al fiscal, quien solicitará al juez Guido que lo incluya como prueba en el expediente que estudia la conducta de los marinos uruguayos.
"La importancia de este video radica en la conducta posterior del joven que puede revelar su credibilidad. Si la finalidad de su denuncia estuviera viciada de interés económico podría estar distorsionando lo que pasó", advirtió Fernández Dovat a El País.
El presidente José Mujica confirmó la existencia de este video. El video habría sido filmado en la Casa Uruguay de Puerto Príncipe y aparecen tres abogados relacionados con Jean Claude "Baby Doc" Duvalier, hijo del exdictador haitiano Francois Duvalier. Junto a ellos se puede ver al joven presuntamente abusado, familiares suyos, el general José María Burone y al jefe de la asesoría letrada de la Armada, Pablo Baeza.
El País Digital
Haití, país ocupado
Por Eduardo Galeano * Consulte usted cualquier enciclopedia. Pregunte cuál fue el primer país libre en América. Recibirá siempre la misma respuesta: los Estados Unidos. Pero los Estados Unidos declararon su independencia cuando eran una nación con seiscientos cincuenta mil esclavos, que siguieron siendo esclavos durante un siglo, y en su primera Constitución establecieron que un negro equivalía a las tres quintas partes de una persona.
Y si a cualquier enciclopedia pregunta usted cuál fue el primer país que abolió la esclavitud, recibirá siempre la misma respuesta: Inglaterra. Pero el primer país que abolió la esclavitud no fue Inglaterra sino Haití, que todavía sigue expiando el pecado de su dignidad.
Los negros esclavos de Haití habían derrotado al glorioso ejército de Napoleón Bonaparte y Europa nunca perdonó esa humillación. Haití pagó a Francia, durante un siglo y medio, una indemnización gigantesca, por ser culpable de su libertad, pero ni eso alcanzó. Aquella insolencia negra sigue doliendo a los blancos amos del mundo.
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De todo eso, sabemos poco o nada.
Haití es un país invisible.
Sólo cobró fama cuando el terremoto del año 2010 mató a más de doscientos mil haitianos.
La tragedia hizo que el país ocupara, fugazmente, el primer plano de los medios de comunicación.
Haití no se conoce por el talento de sus artistas, magos de la chatarra capaces de convertir la basura en hermosura, ni por sus hazañas históricas en la guerra contra la esclavitud y la opresión colonial.
Vale la pena repetirlo una vez más, para que los sordos escuchen: Haití fue el país fundador de la independencia de América y el primero que derrotó la esclavitud en el mundo.
Merece mucho más que la notoriedad nacida de sus desgracias.
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Actualmente, los ejércitos de varios países, incluyendo el mío, continúan ocupando Haití. ¿Cómo se justifica esta invasión militar? Pues alegando que Haití pone en peligro la seguridad internacional.
Nada de nuevo.
Todo a lo largo del siglo diecinueve, el ejemplo de Haití constituyó una amenaza para la seguridad de los países que continuaban practicando la esclavitud. Ya lo había dicho Thomas Jefferson: de Haití provenía la peste de la rebelión. En Carolina del Sur, por ejemplo, la ley permitía encarcelar a cualquier marinero negro, mientras su barco estuviera en puerto, por el riesgo de que pudiera contagiar la peste antiesclavista. Y en Brasil, esa peste se llamaba haitianismo.
Ya en el siglo veinte, Haití fue invadido por los marines, por ser un país inseguro para sus acreedores extranjeros. Los invasores empezaron por apoderarse de las aduanas y entregaron el Banco Nacional al City Bank de Nueva York. Y ya que estaban, se quedaron diecinueve años.
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El cruce de la frontera entre la República Dominicana y Haití se llama El mal paso.
Quizás el nombre es una señal de alarma: está usted entrando en el mundo negro, la magia negra, la brujería...
El vudú, la religión que los esclavos trajeron de Africa y se nacionalizó en Haití, no merece llamarse religión. Desde el punto de vista de los propietarios de la Civilización, el vudú es cosa de negros, ignorancia, atraso, pura superstición. La Iglesia Católica, donde no faltan fieles capaces de vender uñas de los santos y plumas del arcángel Gabriel, logró que esta superstición fuera oficialmente prohibida en 1845, 1860, 1896, 1915 y 1942, sin que el pueblo se diera por enterado.
Pero desde hace ya algunos años, las sectas evangélicas se encargan de la guerra contra la superstición en Haití. Esas sectas vienen de los Estados Unidos, un país que no tiene piso 13 en sus edificios, ni fila 13 en sus aviones, habitado por civilizados cristianos que creen que Dios hizo el mundo en una semana.
En ese país, el predicador evangélico Pat Robertson explicó en la televisión el terremoto del año 2010. Este pastor de almas reveló que los negros haitianos habían conquistado la independencia de Francia a partir de una ceremonia vudú, invocando la ayuda del Diablo desde lo hondo de la selva haitiana. El Diablo, que les dio la libertad, envió al terremoto para pasarles la cuenta.
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¿Hasta cuándo seguirán los soldados extranjeros en Haití? Ellos llegaron para estabilizar y ayudar, pero llevan siete años desayudando y desestabilizando a este país que no los quiere.
La ocupación militar de Haití está costando a las Naciones Unidas más de ochocientos millones de dólares por año.
Si las Naciones Unidas destinaran esos fondos a la cooperación técnica y la solidaridad social, Haití podría recibir un buen impulso al desarrollo de su energía creadora. Y así se salvaría de sus salvadores armados, que tienen cierta tendencia a violar, matar y regalar enfermedades fatales.
Haití no necesita que nadie venga a multiplicar sus calamidades. Tampoco necesita la caridad de nadie. Como bien dice un antiguo proverbio africano, la mano que da está siempre arriba de la mano que recibe.
Pero Haití sí necesita solidaridad, médicos, escuelas, hospitales y una colaboración verdadera que haga posible el renacimiento de su soberanía alimentaria, asesinada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras sociedades filantrópicas.
Para nosotros, latinoamericanos, esa solidaridad es un deber de gratitud: será la mejor manera de decir gracias a esta pequeña gran nación que en 1804 nos abrió, con su contagioso ejemplo, las puertas de la libertad.
(Este artículo está dedicado a Guillermo Chifflet, que fue obligado a renunciar a la Cámara de Diputados del Uruguay cuando votó contra el envío de soldados a Haití.)
* Texto leído ayer por el escritor uruguayo en la Biblioteca Nacional en el marco de la mesa-debate “Haití y la respuesta latinoamericana”, en la que participaron además Camille Chalmers y Jorge Coscia.
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