jueves, 22 de diciembre de 2011

Lo más incitante del crimen es la esperanza de escapar sin castigo

 Enrique Magini entra armado al juzgado como custodia de Paulos



Esta historia comenzó en el año 1972, pero en realidad puede tener cientos de años. Con esto quiero decir que las personas que han pasado por este mundo y que han pensado en transformarlo son por suerte tan antiguas como la propia historia de la humanidad.
En el 2007 el general(r) Ivan Paulos fue al juzgado a declarar por traslados de desaparecidos en 1978 en esa oportunidad el mayor (r) Enrique Mangini, alias “El Zapato” fue de custodia del antes nombrado “VIEJITO” Paulos, junto al coronel (r) Eduardo Ferro a quien se acusa se responsable de la muerte del escribano Fernando Miranda.

No conforme de custodiarlo, sino también de hacerle el aguante a su colega y amigo cómplice de sus fechorías, copiando el estilo de las organizaciones de Derechos Humanos que solemos ir a la puerta de los juzgados cada ves que estos engendros van a declarar. Eso si, no vamos como el( Mangini ) con armas en la cintura nuestra arma fundamental es seguir pensando y llevando a la practica la convicción de que Otro Mundo es Posible y rescatar para la memoria de las siguientes generaciones que acá mucha gente perdió la vida por querer Hacer la Revolución.

LA ASQUEROSA IMPUNIDAD

¿Quién es Mangini? Un militante activo de la triste famosa organización para-militar JUP “Juventud Uruguaya de Pie” que asolaba por los años 70 los liceos persiguiendo a jóvenes estudiantes, gremialistas y pertenecientes a organizaciones políticas, entre los cuales nos encontrábamos Santiago y yo que comenzamos peleando por el boleto estudiantil y terminamos pensando en El Hombre y Mujer Nuevo/a. Esta organización de neto corte Fascista se ocupaba por ejemplo marcar esvásticas en las piernas de las chiquilinas para esta inmunda tarea usaban hojas de afeitar, esperaban en las puertas de los liceos a estudiantes y en patota le propinaban terribles palizas además de estar armados y jactarse del respaldo policial .Relatarles los detalles del asesinato de mi compañero es muy doloroso para mi así que los omitiré porque yo estaba a su lado.Lo que si les puedo decir es que este tipo fue uno de los 14 miembros de la JUP que entraron al Liceo 8.

Vamos a ver como es El Mundo Del Revés

Cuando el Periodista del diario La Republica, e incansable luchador por los Derechos Humanos Roger Rodríguez ve la foto del asesino Mangini se pone a investigar quien es y descubre que es el asesino de Santiago Rodríguez Muela producto de las investigaciones de Roger se entera que en una comida de militares comenta el Mangini “Que cagada tuve que gastar una bala en eso”
Durante un tiempo Roger Rodríguez publica (En La Republica) toda la información que fue recopilando en relación al ataque de la JUP al Liceo 8 juntando declaraciones de testigos, presénciales de ese terrible 11 de agosto de 1972 y que se pueden imaginar que sucedió?
El asesino, reivindicando su crimen, acusa al periodista por difamación e injurias!

El aparato del poder, el que ampara y protege a los terroristas de estado, reaccionó directamente: son ellos mismos. No hubo intento de zafar legalmente, hubo intención de reivindicar el crimen, tal como había sido cuando acompañó a Iván Paulós mostrando el arma que llevaba, tal como cada día cada uno de los criminales justifica su accionar mientras el sistema político los alimenta reflotando una y otra vez la teoría de los dos demonios.

Ellos son el sistema. Ellos no se protegen a sí mismos solamente, protegen y alimentan al sistema desde su impunidad, desde sus cárceles vip, desde sus declaraciones. Y el sistema los guarda celosamente. Los aloja a buen resguardo, cuando puede les da piola, como cuando los convierte en los pobres viejitos. Cuando no puede, los esconde: ¿qué castigo tuvo el que mintió la tumba de la madre de Macarena Gelman?

¿Por qué ningún fiscal abre de oficio la causa de Santiago Rodríguez Muela que, además y casualmente, no está amparada por la ley de impunidad?

¿qué paso con la rimbombante comisión para la paz? Queda claro que paz se busca, la paz del cementerio, como antes se buscó la paz de la desaparición y aún antes quienes son el sistema buscaron la paz de Salsipuedes o la de las fosas comunes. Y los que juegan a ser la cara amable del sistema ponen cara de circunstancia, y a la vez piden y piden una sola cosa: que se termine, que se termine, queremos mirar al futuro, queremos cerrar las heridas del pasado: la paz de la traición, el negocio de Judas.

Ahora resulta que los crímenes no prescriben, pero la justicia es lenta, y además tuerta. Sólo tendrá el ojo que mire para la izquierda, y para abajo. Está en el pedestal de los de arriba. Pregunta aparte ¿Qué pasaba con el poder judicial en el pachecato y en dictadura? ¿ se investigará eso también, se investigará que carreras hicieron quienes deben investigar y juzgar los crímenes del estado?

Y ahí está la cuestión: el estado sigue siendo el mismo, y el aparato del estado funciona en una sola dirección. No se puede esperar otro resultado que la impunidad de una máquina construida para garantizar la explotación y el dominio. No se puede tener ninguna expectativa de verdad en quienes están entrenados para matar. Por más que salgan en la tele diciendo que no son una horda, tratando de mentir una vez más, haciendo como que se sacuden una mancha; todos sabemos que es como la fábula del rey desnudo, todos lo vemos: la mancha no está en el uniforme, el uniforme es la mancha.

Todos, queramos ser concientes o no de ello, lo sabemos: servir al sistema es ser cómplice de sus crímenes. Santiago Rodríguez Muela lo sabía, todas las mujeres y hombres que cayeron luchando por cambiar el mundo lo supieron, y actuaron en consecuencia. Por eso se protege con impunidad a sus asesinos, por eso el ansia de olvido: porque siguen siendo “peligrosos”.
Porque en éste mundo, la verdad y la justicia auténticas son subversivas.
Luchemos para que sean nuestras. Con revolución no habrá olvido ni perdón.

Susana Escudero
( La Negra)


Domingo 02 de diciembre de 2007
Denuncia. Júpiter Irigoyen, 79 años, estaba en el Liceo 8 el día que el mayor Enrique Mangini lo asesinó.

"Rodríguez Muela estaba en mis brazos…tembló y murió"

"Usted fue el que escribió del crimen de Rodríguez Muela... ¿Sí?... Bueno, yo estaba ahí y el botija murió en mis brazos. Yo vi cómo pasó todo. Yo reconozco a este asesino que le tiró por la espalda y no porque el muchacho estuviera huyendo, al contrario, fue a buscar una silla para defenderse...".

Por celular, la voz entrecortada de Júpiter Irigoyen evidenciaba emoción y firmeza. Había ido hasta la redacción de LA REPUBLICA luego de leer el artículo en el que se individualizó al mayor (r) Enrique Mangini -el custodio que se había exhibido armado el día en que el general Iván Paulós fue a declarar a un juzgado- como el asesino del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.
En el hall del edificio en el que vive se produjo la entrevista entrecortada por los saludos cariñosos y respetuosos de los vecinos que entraban y salían. Irigoyen elude los formalismos y cuenta su historia, una historia que hasta ahora algunos hubieran querido que no se supiera…
-En esos tiempos se había formado la APAL, la Asociación de Padres de Alumnos Liceales. El director del Liceo 8 era una excelente persona, pero existía un enfrentamiento entre estudiantes y profesores, porque los muchachos no veían claro. Entonces, decidimos hacer una reunión de profesores, padres y estudiantes del Liceo 8 que se realizó en el Club Platense. Estuvo lleno. Allí se demostró que el problema no era entre estudiantes, padres y profesores, sino que tenían que estar los tres juntos porque el enemigo era el gobierno que no resolvía las cosas para que ellos pudieran estudiar.

-¿Qué edad tenían sus hijos?
-En ese tiempo estaban en segundo y tercero de liceo.

-¿Y la reunión del Platense había sido buena?
-Claro. Eso los calentó. Por eso querían dar un escarmiento, porque el Liceo 8 y el Dámaso Antonio Larrañaga eran los más combativos. Entonces hicieron un anuncio de que iban a asaltar el liceo.

-¿La JUP anunció el asalto?
-Sí, por eso esa noche del 11 de agosto no reunimos profesores, padres y alumnos…
-¿Usted en qué trabajaba?
-Yo entonces trabajaba en Agromac, era capataz de planta, allá, por Camino Durán. A mí me habían destituido de la UTE. Vivía en el barrio Jardines del Hipódromo.

-¿Y habían planificado algo ante el anuncio del asalto por parte de la JUP?
-Se había corrido la bola de que iban a asaltar el Liceo. En la mañana me llamó el director, porque estaba preocupado debido a que algunos botijas habían entrado damajuanas con nafta. Me fui para allá. Yo tenía 36 años, pero ellos me decían el abuelo. Cuando se ponían medio inquietos yo siempre iba y los calmaba.

-¿Qué pasó en aquella reunión?
-Hablamos. Yo les dije: si ustedes creen que pueden ganarle a mafiosos que son profesionales de las armas y además no tienen escrúpulos ninguno, están equivocados. Lo que hay que tener es el coraje de hacer la reunión y mantener la resistencia. Poder individualizarlos y denunciarlos, esa es la única arma que tenemos. En eso quedamos de acuerdo. Incluso les habíamos explicado que si alguno de ellos tenía, así fuera una navaja, nos iban a responsabilizar a los padres y profesores…

-¿A qué hora empezó la reunión?
-La hicimos a eso de las 8 de la noche. Estábamos unas quince o veinte personas… (se le quiebra la voz y hace un gesto de dolor y angustia, que lo obliga a tragar saliva)… A mí me dolió que se dijera que a Rodríguez Muela le dieron por la espalda porque salió disparando. El no salió huyendo, fue a buscar una silla para defenderse…

-Santiago Rodríguez Muela era un estudiante de 22 años, pero también era sindicalista, ¿era una dirigente conocido en el liceo?
-Era un trabajador que quería progresar y estudiaba el liceo nocturno. Trabajaba en Ancap y tenía conciencia. Asumió gran responsabilidad al sumarse a ese pequeño grupo de personas que estábamos en la asamblea… Yo creo que estaba sentenciado ya..

-¿…?
-Fíjese que entraron ellos y el botija estaba en el salón de al lado. De la entrada del liceo un salón a la izquierda. Él fue el que los vio venir. “¡Se vinieron, se vinieron los fachos!”, avisó. Entonces entraron armados…

-¿Cómo entraron? ¿Gritando, a lo malón?
-No. Sólo con armas en la mano.

-¿Cuántos eran?
-Los que comentan, unos catorce o quince…

-¿Usted qué pensó?
-Yo estaba tranquilo. Entraron y nos hicieron separar a todos contra la pared con las manos en alto. Eramos algunos padres, profesores y alumnos ¿el director?, no, el director no estaba en ese momento.

-A ellos ya los habían visto armados afuera…
-Sí. Habían pasado los de las Fuerzas Conjuntas y los vieron con las armas en la mano. También los vieron los custodias del club de la Fuerza Aérea…

-¿Entonces, después que los separaron y pusieron contra la pared?
-Entonces, éste que ya estaba predestinado, lo vio entrar al “Charla” al salón y fue detrás de él. Le metió el balazo y salió con la pistola con silenciador en la mano. El botija salió detrás, caminando, y cayó al suelo…

-¿Con silenciador?
-Sí. Yo algo de armas sabía, porque mi padre, Martín María Salomé Irigoyen, había sido comisario.

-¿Usted recuerda como era el que tiró el tiro?
-Era más delgado que en la foto que apareció en LA REPUBLICA. No tenía bigote y la cara era más angulosa. Al otro día lo volví a ver en el Sirocco, el bar que estaba entonces en 8 de octubre y Albo.

-¿Pero identifica positivamente al mayor retirado Enrique Mangini como el hombre que mató a Rodríguez Muela?
-Era más flaco, pero la cara de él es imborrable. Tendría 18 años entonces, pero la misma actitud…

-¿Ustedes qué hicieron cuando Rodríguez Muela cae?
-Cuando el botija cayó, fíjese que yo era mucho más joven, alto y pesaba como 100 kilos, atiné a agarrarlo pensando que se había desmayado o algo. Y uno me dijo “¡Déjelo que tiene un ataque de epilepsia!”, pero yo ya sentía la sangre caliente en mis manos. Otro gritó que no me dejaran salir y yo ni pelota les di. Hervía y me rebelaba ante la injusticia que había visto. Yo creía que solo estaba herido, pero nunca supuse que estaba de muerte… (vuelve a tragarse la angustia)

-... -Estaba en mis brazos, tembló y murió. Yo había agarrado por 8 de Octubre como para ir al Sindicato Médico…

-Hay testimonios que dicen que los de la JUP cerraron las puertas del liceo para impedir que sacaran el cuerpo… -No, no. Cuando yo salí ni se animaron a pegarme un tiro… Afuera, cuando llegué a frente del Club de la Fuerza Aérea, salió un teniente de la sede de las Fuerzas Conjuntas con soldados y me dijo a dónde iba. Le contesté que lo llevaba porque los mafiosos le habían pegado un tiro. Me dijo que no, que lo llevara a enfrente que estaba el Sanatorio Achard. Le dije que sí, yo lo llevo para enfrente pero si usted me cuida la espalda. Me dijo que fuera con él. Era un teniente gordo, petizo. Cuando lo puse en la camilla me di cuenta que estaba muerto. Está muerto, dijeron.
 -¿Usted hizo la denuncia?
-Yo lo que trataba era de hablar por teléfono para avisar. Pero me retuvieron. Es una vergüenza, le dije al teniente, es un estudiante y esto fue una operación militar. Y se me enojó el oficial. Entonces le digo: me alegro si se enoja, porque quiere decir que usted no es cómplice de esto. Me dijo que me fuera para mi casa… ¿Lo qué?, le digo, de acá no me voy hasta que llegue la policía, y voy a hacer la denuncia, porque si me voy este chiquilín va a aparecer tirado y van a decir que fueron ladrones o un ajuste de cuentas.
 -Se quedó allí.
-Sí, como una o dos horas, hasta que cayó un suboficial de la policía que estaba indignado. “La puta madre que los parió, esto es un asesinato”, decía. A él le hice la denuncia, le expliqué que estábamos en una reunión y lo que había pasado… Cuando me iba a ir, me presentaron a otro, un capitán de inteligencia, que me pidió el documento. No me voy hasta que me lo devuelva, le dije. Y estuvo un rato, seguramente fue a ind
agar mis antecedentes… Yo había estado alguna vez preso como estudiante y por el gremio de la UTE.

-Hubo en aquellos días una versión de prensa en la que se decía que el tirador tenía un montgomery y una bufanda roja…
-No sé, a mí me quedó la cara. Iba con un traje, manos bien cuidadas, un traje clarito, abajo bien arropado. Entonces era delegado, un tipo carón, de cara blanca y delicada.

-¿Y al otro día lo volvió a ver en el Sirocco?
-Sí, yo fui a hablar por teléfono y vi cuando empezaron a entrar algunos caras raras… así que me fui. Entonces pude haber llamado a los estudiantes y enfrentar a ese hombre, pero mi espíritu siempre había sido en favor de la justicia
-¿Dio su testimonio entonces ante la Justicia?
-Cuando se hizo la reconstrucción del hecho, a mi no me convocaron. Un patrullero llegó a mi casa y me dijo por qué no estaba en la reconstrucción, le dije que no me avisaron nada y fui con él, pero cuando llegamos ya se había terminado… Alguien no tenía interés en que yo fuera.
 -¿Y hasta ahora no volvió a dar su testimonio?
-No. A la salida de la dictadura conté todo en una comisión parlamentaria, en la que estaba Antonio Marchesano, que fue ministro. Después, también fui a un Juzgado, por allá por la Aduana, y después que hablé, el actuario me dijo si me animaba a repetirlo adelante de sus compañeros, los llamó y volvía contarlo adelante de los funcionarios judiciales.
 -¿Cómo recuerda a Rodríguez Muela?
-No puedo olvidarme de aquel muchacho. Era delgado, alto. Se comportaba siempre como un hombre lleno de responsabilidad. Le decían el “Charla”, porque hablaba mucho. El era de la línea dura, maoísta. Yo era del Partido Comunista. Muchas veces habíamos conversado, era un compañero más allá de diferencias. Yo creo que hoy habría que ponerle su nombre a la plaza que esta allí en 8 de Octubre, porque fue un héroe y se lo merece.
 -¿Qué piensa de la posibilidad de que su crimen pueda reabrirse a nivel judicial?
-Es que tiene que abrirse. El confiesa que lo mató. Yo lo reconozco que fue él. A mí no me va a venir a mentir. El no era policía, ni militar, ni nada, él fue un mafioso que hizo el trabajo sucio.

TIENE 79 AÑOS, DOS HIJOS, MILITA EN EL FA Y ES DIRIGENTE DE PASIVOS DE UTE

Júpiter Irigoyen tiene 79 años. En 1972 sus dos hijos cursaban secundaria en el Liceo 8. Hoy el varón es ingeniero, la menor es escritora. Uno de siete hermanos, Júpiter era funcionario de UTE, pero había sido uno de los gremialistas destituidos aquel año.
Trabajó como albañil, en Agromac y otras empresas. Luego de la dictadura. fue restituido y se jubiló. Dirigente de los pasivos de UTE, hoy milita en comedores infantiles de Jardines del Hipódromo y Bella Italia. Incluso es delegado de un comité de base en una coordinadora del Frente Amplio.
Su voz cobra fuerza cuando recuerda aquella pesadilla que vivió hace 35 años, y aún sigue recordando cada día, hasta hoy, cuando las venas y tendones del cuello se le tensan frente a la vanidad del asesino, y ante la impunidad de un crimen que aún exige justicia.

EL CUSTODIO El pasado 30 de octubre, cuando el general (r) Iván Paulós debió declarar por primera vez ante un juez civil, apareció custodiado por dos guardaespaldas de lentes oscuros y acompañado por un grupo de militares jubilados que llegaron a la calle Misiones para solidarizarse con el ex mando de la dictadura.
Uno de los guardaespaldas era el conocido represor coronel Eduardo Ferro, asesino del escribano Fernando Miranda en 1974 y jefe del operativo de secuestro de Lilián Celiberti y Universindo Díaz en Porto Alegre en 1978, entre otros crímenes de lesa humanidad.
Pero ese día el protagonismo lo tuvo el otro custodio, un desconocido, que arengó a los viejos militares a gritar consignas y que exhibía sin pudor una pistola calzada en una funda de cuero. El desconocido fue identificado por LA REPUBLICA, era el mayor (r) Enrique Mangini Usera, el asesino del estudiante Santiago Rodríguez Muela en 1972.

EL “ZAPATO”

Enrique Mangini Usera ingresó al Ejército luego del incidente del Liceo 8 como uno de los miembros de la patota de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) que el 11 de agosto de 1972 asesinó al estudiante Santiago Rodríguez Muela. Vivía entonces en Avenida Brasil.
En el arma de Caballería, Mangini nunca se destacó militarmente y siempre estuvo bajo la protección de conocidos represores, como el ex coronel Gilberto Vázquez y otros miembros de la Logia Tenientes de Artigas que le ayudaron a obtener misiones en la ONU.
Conocido como “El Zapato”, Mangini llegó a ser jefe de la Base Antártica de Uruguay, pero terminó pasando a retiro obligatorio “por alcanzar la edad máxima prevista para la permanencia en situación de actividad en su grado”

 Miércoles 06 de febrero de 2008 

Armado en 1972. Dos profesores testificaron en el Parlamento que el militante de la JUP ingresó armado al Liceo Nº 8

Actas de Investigadora implican a Mangini en el crimen de Muela

Una comisión investigadora de la Cámara de Representantes recabó en 1972 datos y testimonios del homicidio del estudiante del Liceo Nº 8. El hoy director del Servicio de Prensa y Difusión de la Presidencia, José Luis Veiga, fue uno de los diputados de aquella comisión y denunció la identidad de los asesinos y el ocultamiento de pruebas a la Justicia.

Escrito por: Roger Rodríguez | Editor - rogerrodriguez@adinet.com.uy

Las actas de una comisión investigadora de la Cámara de Representantes confirman que el hoy mayor (r) Enrique Mangini fue uno de los integrantes de la patota de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) que en 1972 copó armada el Liceo Nº 8 de 8 de Octubre y asesinó al estudiante Nelson Santiago Rodríguez Muela.
Mangini, entonces estudiante del Liceo Bauzá, ya había participado de otro copamiento de la JUP al Liceo Nº 26, según consta en los documentos del Poder Legislativo, y aquel 11 de agosto de 1972 fue identificado por varios testigos como uno de los jóvenes que portaban armas dentro de la turba que ingresó al liceo para darle muerte al estudiante.
El militar retirado inició un juicio por difamación e injurias a LA REPUBLICA y a este cronista ­cuya primera audiencia tendrá lugar mañana- por una investigación periodística en la que se reveló su identidad y su pasado luego que se exhibiera armado como custodio del general (r) Iván Paulós, cuando el ex jefe del Servicio de Información y Defensa (SID) fue a declarar a un juzgado penal.
El mayor retirado también fue identificado por Júpiter Hirigoyen, el padre de un alumno del Liceo Nº 8, quien participaba aquel día de una reunión con profesores y estudiantes del liceo y fue testigo del homicidio. Hirigoyen cargó el cuerpo ensangrentado de Rodríguez Muela hasta un centro médico cercano para que se le diera asistencia.
La participación de Mangini en el aún impune crimen del estudiante, además, quedó confirmada en una serie de documentos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) que fueron desclasificados por el Ministerio del Interior a pedido del Servicio Paz y Justicia (Serpaj) y de la familia de Rodríguez Muela, que procura reabrir la causa judicial.

Connivencia policial

La investigación parlamentaria sobre lo ocurrido en el Liceo Nº 8 y en otros centros de enseñanza desde el 15 de abril de 1972, cuando se estableció el Estado de Guerra Interno, fue solicitada el 16 de agosto de ese año en la Cámara de Representantes, que primero formó una preinvestigadora y luego constituyó una comisión investigadora.
Bajo la presidencia del diputado Wilson Craviotto la comisión investigadora de la Cámara baja quedó constituida por los representantes Julio C. Grenno, Néstor Andrade, Jorge Zeballos Salsamendi, Ruben Ottati Jorge, Washington Vázquez, José Luis Veiga, Jesús Laborda Guimaraes, Jaime López Barrera y María Luisa Rueco Reyes.
Luego de varios meses de indagación, en los que se escuchó al ministro del Interior, Alejandro Rovira, a autoridades de la enseñanza y en que llegaron a comparecer partícipes (entre ellos el propio Mangini) y testigos de lo ocurrido en el Liceo Nº 8, el Parlamento remitió su trabajo a la Justicia con fecha 21 de diciembre de 1972. !=El actual director del Servicio de Prensa y Difusión (Sepredi) de la Presidencia de la República, José Luis Veiga, quien entonces ocupaba una banca por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), fue quien presentó en sala las conclusiones de la investigadora, donde se advirtió de la connivencia entre la JUP y las fuerzas represivas.
“Según quedó comprobado por el trabajo de la Comisión Investigadora, los sectores de ultraderecha son responsables ­por lo menos probadamente- de la muerte, del asesinato de un estudiante, el que nos ocupa en este caso: el joven Rodríguez Muela. En segundo lugar, han contado y cuentan, prácticamente en todos los casos, con la tolerancia o la protección de ciertos funcionarios policiales”, expuso José Luis Veiga.

Mangini armado

Veiga denunció ese día ante la Cámara de Representantes que “estamos en condiciones de afirmar que dentro de la Seccional 9ª se protegió a los asesinos de Nelson Rodríguez Muela y se impidió que la Justicia pudiera actuar sancionando a los responsables pues no se le dieron los elementos suficientes para hacerlo”.
“En un cuadro general de tolerancia o de protección por parte de malos policías, que así cometen delito, con respecto al Liceo Nº 8 se ha podido comprobar, con pruebas en la mano, que esa complicidad y esa protección existieron. Más allá de que estos antecedentes pasen a la Justicia competente ­cosa en que estamos de acuerdo todos los integrantes de la Comisión- queremos tener la seguridad de que va a existir la voluntad de investigar, a fin de individualizar a los responsables para sancionarlos como corresponde”, subrayó el legislador.
En su intervención, el diputado Veiga enumeró una serie de elementos que evidenciaban el apoyo policial que habían tenido los atacantes del Liceo Nº 8, como había ocurrido en otros liceos, y destacó que las fuerzas policiales que actuaron en el caso ocultaron las armas de la patota y sólo entregaron un revólver de juguete a la Justicia.
“Dicen que entraron todos desarmados, y quiero dejar bien claro que hubo testimonios unánimes de todas las personas que estuvieron en el lugar de los hechos en el sentido de que entraron armados. El profesor Frejlich reconoció a Mangini y a Druillet como las personas que lo encañonaron ­eso surge de las actas-, la profesora María Luisa Silveira Zavala lo hizo con el señor Mangini y también con el señor Juan Lludgar Villarroel, a quien ella conocía por haber sido alumno…”, precisó Veiga.



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