Los integrantes del colectivo “Coordinación de vecinos de oeste de Montevideo” continúan su lucha en contra de la regasificadora que se construye en Puntas de Sayago. SdR visitó Santa Catalina y recogió el testimonio de los habitantes del lugar buscando dar cuenta de su realidad.
Ruben
Bouza es un vecino conocido: en la calle o en el ómnibus es abordado
por varias personas que lo saludan afectuosamente. Le recuerdan algún
compromiso, o lo ponen al día de tal o cual cuestión. Nacido y criado en
el Cerro, se dedica actualmente a la labor social. Fundó junto con
otros vecinos de la zona la “Coordinación de vecinos del oeste de
Montevideo”, en 2013, con el fin de mantener un seguimiento y control de
la planta regasificadora Gas Sayago. Nos encontramos en la terminal del
Cerro y tomamos el ómnibus “124” con destino a Santa Catalina. A la
izquierda del camino se vislumbra en el horizonte lo que será la nueva
planta regasificadora de Gas Sayago en donde las obras ya llevan casi
tres meses paradas. La planta, como una gran ballena dormida, espera
impasible su destino. Los vecinos, en cambio, unidos se defienden de un
emprendimiento que podría traerles más problemas que soluciones.
Santa Catalina está separada del barrio Sayago por un
descampado de varios kilómetros, que la convierte casi en un pequeño
pueblo a orillas del Río de la Plata. Un importante número de pescadores
vive allí y le da al lugar un aire de mar. Allí también vive Juan
Pérez, trabajador del puerto y conocedor de la zona, quien cuenta cómo
comenzó la relación de la empresa con los habitantes de Santa Catalina:
“Había solo tres afiches que informaban de la reunión. Yo vi uno de
casualidad y entre los vecinos corrimos la voz, hicimos volantes”.
El día de la reunión se presentaron muchos vecinos ante la “grata
sorpresa” que manifestó el vocero de la empresa, quien no esperaba tal
concurrencia.
Audiencia licuada
Mientras bajamos la pronunciada pendiente que lleva a la
costa de Santa Catalina, se pueden ver las obras de la regasificadora.
Ruben relata cómo fue la primer audiencia pública que se realizó. Los
integrantes de la coordinación de vecinos habían propuesto otro lugar
más accesible para que todos los que quisieran ir lo pudieran hacer,
pero su propuesta no fue tomada en cuenta. La convocatoria se hizo en
una carpa que montó la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) en
un descampado en Puntas de Sayago. A pesar de que solo una línea de
ómnibus va hasta aquel remoto lugar, fueron cerca de 600 personas. La
audiencia se dio la tarde del 13 de octubre de 2013, y estaba en juego
la habilitación de la planta por parte de la Dinama.
En esa instancia, Marta Jara, gerente general del proyecto
Gas Natural Licuado del Plata (GNL) -consorcio encargado de construir la
regasificadora-, afirmó que operar en la planta o trabajar en ella era
menos peligroso “que hacer deportes o cocinar”. Ante este
comentario la audiencia manifestó su rechazo con abucheos. También
alguna que otra exclamación esporádica se dejaría escuchar durante las
exposiciones de las autoridades. De hecho, la presentación fue
interrumpida cuando un grupo de pobladores de Santa Catalina, que
estaban de acuerdo con el proyecto, irrumpió en la carpa y provocó una
pequeña reyerta con los vecinos contrarios al mismo. La pelea fue
sofocada por la coordinación de vecinos quienes habían contemplado
previamente esta posibilidad y pensaron un plan de contención. Algunas
mujeres de la coordinación, haciendo de escudo humano, se interpusieron
entre ambos bandos y lograron aplacar los ánimos.
Con excepción de este episodio aislado, las presentaciones
se sucedieron de forma normal como habían sido pautadas de antemano en
el cronograma del evento. Pero pese a los datos e informes que se
presentaron, no hubo argumento que persuadiera a quienes se oponían al
proyecto. El entonces director de la Dinama, Jorge Rucks, actual
subsecretario del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y
Media Ambiente (MVOTMA), dio el aval a la empresa para que realizara las
obras, ya que no veía grandes objeciones al proyecto, o bien porque no
creía en lo que los vecinos le contaban.
Plantados
GNLS, consorcio conformado por la empresa nacional GDF-Suez
y la japonesa Marubeni, fue quien ganó la licitación que estableció Gas
Sayago, integrada por ANCAP y UTE, para la construcción y explotación
de la regasificadora. A su vez, GNLS contrató a la empresa brasileña OAS
para realizar las obras de una escollera de 1,5 Km de largo y de dos
muelles de amarre. OAS también firmó otro contrato con Gas Sayago por un
gasoducto de unos 15 kilómetros, que comunica la regasificadora con la
central de UTE “Puntas del Tigre”.
Pero OAS se vio involucrada hace unos meses en las
maniobras de corrupción de Petrobras en Brasil, lo que la llevó a
declararse en default, reduciendo significativamente su actividad en el
exterior. En consecuencia, detuvo las obras en Puntas de Sayago, y dejó
sin empleo ni respuestas a los más de 700 empleados que trabajaban allí.
GNLS se comprometió a pagar las indemnizaciones correspondientes, pero
los trabajadores se mantienen descreídos esperando ver señales más
claras. (Cuando esta crónica ya había sido escrita, el sindicato de
obreros de la construcción comunicó que se habían concluido
satisfactoriamente las negociaciones y convocaba a los operarios en
seguro de paro a confirmar la presencia en las listas para el cobro de
haberes endeudados).
La planta tenía previsto finalizar sus obras a màs tardar a
principios de junio de este año, pero por lo que se puede ver queda
mucho por hacer. Lo único visible de estas obras son unos pilotes, que
formarán parte del muelle, y que sobresalen del agua a unos kilómetros
de la costa. Los vecinos denuncian que la escollera, que debía tener sus
cimientos a por lo menos 25 metros de la superficie, se ubican tan solo
a 19 metros sobre el nivel de las aguas y que además, la arena
utilizada para rellenar las extracciones de la draga no es la óptima.
Sin respuestas
Desde la playa sobre la que descansa Santa Catalina se
puede ver el monte y la playa de “Punta Yeguas” en donde Ruben junto con
otro vecino realizaron una huelga de hambre en enero de 2014. El ayuno
se extendió por una semana y llamó la atención de los medios, por aquel
entonces. Una de las demandas que planteaban y que aún hoy se mantiene
en pie, es el peligro que representa el dragado para las costas.
Estas playas de Santa Catalina, que atraen a miles de
montevideanos de la zona todos los veranos, estuvieron clausuradas el
primer año en el que la regasificadora comenzó a construirse, y fueron
catalogadas como “no apta para baños”. Si bien hoy están
habilitadas, se puede apreciar que mucha de la arena que tenía la playa
ya no está. Los pozos creados por la draga han succionado la arena de
las costas, dejando las raíces de árboles al descubierto y una franja
costera más angosta.
Al tiempo que cuenta esto, Ruben toma un pedazo de rama
seca del suelo, y dibuja un mapa en la arena. Me explica, con la
parsimonia que lo caracteriza, el derrotero por el que han transitado
las obras de la regasificadora. Comenta algo que aparece también en las
“observaciones de la coordinadora de vecinos” de diciembre de 2014: que
los barcos metaneros (aquellos que transportan el gas natural licuado)
llegarían a operar a cerca de 900 metros de la costa “en maniobras de atraque y salida”.
Esta cercanía podría representar un peligro para los habitantes de
Santa Catalina en caso de derrames, o en el más extremo de los
supuestos, en caso de explosión. Asimismo, si esto ocurriera, la
profundidad del canal y la estrechez del mismo, impediría una rápida
maniobra evasiva por parte del buque en un intento de alejarse de la
costa. Todo esto fue planteado por los vecinos en la audiencia pública
de octubre de 2013 basados en la opinión de expertos en el tema. Muchos
de estos expertos eran profesionales designados por Universidad de la
República (UdelaR) para asesorar a los vecinos, pero nuevamente no hubo
respuestas.
Hacerse oír
Doblando por un recodo del pueblo, un pequeño sendero de
grava da paso a una bahía. Dos pescadores, con los pantalones remangados
hasta las rodillas, barren la costa con la mirada fija en el agua. Las
barcazas se mueven cadenciosas con el vaiven de las olas, y mas allá de
la arena unas casas trepan el promontorio donde se eleva el barrio de
los pescadores. Uno de ellos se acerca y aprovecha la oportunidad para
entablar un diálogo. Con cautela me estudia y tantea el terreno
contestando a mis preguntas con tajantes monosílabos. De repente, como
impulsado por un deseo irrefrenable, comienza a hablar apurando las
palabras. En el tono se insinúa un dejo de indignación -con el correr de
la charla irá in crescendo- que pareciera venir masticando hace algún
tiempo. Me dice que se llamaba Miguel Cardozo, y me espeta luego de unos
minutos: “La regasificadora indemnizó a los dueños, los pescadores quedamos sin nada”.
Miguel reclama y denuncia la arbitrariedad del acuerdo que
la empresa Gas Sayago estableció con algunos de los pescadores, los
dueños de las embarcaciones, quienes fueron indemnizados por varios
miles de dólares (veintidós de estos dueños recibieron una cifra cercana
a los 50 mil dólares). En consecuencia, unos 180 pescadores artesanales
se manifestaron en mayo de 2014 frente a las puertas del Ministerio de
Trabajo, reclamando a Gas Sayago ser resarcidos por los problemas que
les ocasionó la planta de tratamiento de gas licuado. Las empresas no
aceptaron el pedido de indemnización de unos 10 millones de dólares, por
lo que se llevó el caso ante la justicia y se comenzó un juicio civil
que aún está por dilucidarse. “Gas Sayago se lavó las manos, los dueños (de los barcos) dieron la limosna que quisieron a cada tripulante”,
comenta Miguel mientras continua recorriendo el agua conla mirada, la
cabeza gacha, levantándola solo de a momentos para dirigirme una mirada
que otra. “A nosotros nos dijeron ‘los armadores deben ser conscientes que el porcentaje..¿Qué van a ser conscientes? Acá no hay conciencia”.
Subimos la cuesta que nos lleva de nuevo a la parada de
ómnibus de Santa Catalina. En el camino nos cruzamos a tres muchachos
que conversan entre ellos, mientras se dirigen a la costa con tres cañas
al hombro y bolsos en bandolera. Las voces se alejan al ritmo de los
pasos, y otras mas se escuchan a lo lejos. Cuando le damos la espalda al
río, le dedico de soslayo una última mirada a los pilotes solitarios y a
la draga, únicos vestigios de las obras. Sería preferible que siguiera
esta calma, calma en el río, en la gente.
Santa Catalina, Sayago, y el Cerro tienen hombres y mujeres
que se hacen oír, que luchan pese a la adversidad de comprobar, como
casi siempre, que son los menos escuchados. La “coordinación de vecinos”
es ejemplo de esto. En el enfrentamiento con las autoridades encargadas
de impulsar el emprendimiento, lfueronr tratados como ignorantes, a no
ser valorados en sus opiniones, y a no contemplar sus ideas o
propuestas. Fueron sistemáticamente apartados, o al menos se intentó que
esto pasara, sabiendo que sus testimonios son altamente valiosos para
conocer de primera mano lo que sucede en la zona, y el impacto que la
regasificadora produce en la gente. Sus comunicados cierran con una
frase que resume su espíritu: “El oeste amenazado se defiende”. Pero la causa que defienden no debería ser solo de ellos.
Facundo Carrasco
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