Tiburones a salvo
Samuel Blixen
18 de junio 2015
Los procesamientos del juzgado del crimen organizado en la millonaria estafa de First Data se focalizan en la periferia del escándalo. Por ahora las empresas financieras y los bancos involucrados dan explicaciones que los magistrados parecen aceptar sin cuestionar. Mal negocio para la política de inclusión financiera.
En esta historia increíble del desfalco con tarjetas de débito que
permitió un botín de 42 millones de dólares, algunas sardinas
aterrizaron imprevistamente en el Comcar, mientras los tiburones siguen
nadando libérrimos en los mares financieros, confiados en que los
arpones de la justicia no los alcanzarán.
Someramente: en los sistemas informáticos de First Data, una
trasnacional financiera que administra los movimientos de las tarjetas
Mastercard y Maestro, ocurrió un “error” por el cual las compras en
dólares, efectuadas en Uruguay mediante tarjetas de débito otorgadas en
el extranjero, eran debitadas en pesos uruguayos pero por las mismas
cantidades en dólares. Ejemplo: un celular comprado en 1.500 dólares era
debitado de la cuenta del Banco Itaú del comprador en 1.500 pesos.
El “error” de conversión (la alteración del código) se mantuvo sin
corrección desde 2008, pero fue a partir de 2012 que algunos lo usaron
de forma sistemática e intensiva. Cuando en junio de 2014 First Data
advirtió el error, según dijo en sede judicial, ya se habían registrado
transacciones por 42 millones de dólares. Los compradores fueron unas
pocas familias paraguayas y algunos ciudadanos europeos. Hicieron las
compras –fundamentalmente de teléfonos, joyas, equipos de computación,
relojes– con la connivencia en algunos casos de altos funcionarios de
los comercios, en especial Motociclo. Las compras –en algunos casos muy
abultadas, de partidas de 500 celulares– obligaban a dividir los pagos
mediante el paso de la tarjeta por los Pos tantas veces como exigiera el
tope autorizado de las transacciones, en función de los depósitos que
habilitaban el débito. Algunos paraguayos dejaron sus tarjetas en
Montevideo, con los correspondientes pin para que los vendedores fueran
debitando las ventas a medida que obtenían la mercadería.
Los bancos emisores de las tarjetas pagaban a los comercios en
dólares pero, a través de las liquidaciones de First Data, cobraban a
los tarjetahabientes en guaraníes por el equivalente en pesos.
El auto de procesamiento, por los delitos de estafa y lavado de
activos, dictado por el juez del crimen organizado Néstor Valetti, no
explica dónde fueron a parar los 42 millones de dólares que el operativo
reportó. Los extranjeros ganaron con la venta de los objetos
adquiridos, si es que se los llevaron a sus países. Los vendedores –un
gerente de Motociclo y un ex gerente– redondearon ganancias del orden de
los 200 mil dólares, según el detalle de los ingresos en sus cuentas
bancarias, pero aparecen como los grandes villanos. Los bancos
obtuvieron las ganancias usuales por la intermediación financiera y
aparentemente no participaron del reparto del botín. Los comercios
recibieron la ganancia por las ventas y sus contadores supuestamente no
se asombraron de que en tan sólo cuatro meses llegaran a vender 1.500
celulares, algo que debe haber impactado en sus balances. First Data
sería el principal damnificado, pero sus ejecutivos no parecen demasiado
preocupados por el agujero de 42 millones de pérdida en su gestión.
De acuerdo a la denuncia inicial de First Data y las posteriores
declaraciones de sus ejecutivos, el “error” fue responsabilidad de un
funcionario que no pudo ser identificado. Pero sí fue identificado el
“empleado infiel” que maquilló los balances, aunque por ahora no existe
acción judicial en su contra. Ese funcionario fue despedido de First
Data.
El maquillaje de los balances tuvo por objeto ocultar las pérdidas
incrementales y sucesivas que totalizaron 42 millones de dólares. En
nuestra pequeña plaza una pérdida de tal magnitud es una catástrofe
similar a un terremoto grado nueve. Sin embargo fue posible eludir el
sacudón simplemente convirtiendo las pérdidas en créditos, que
supuestamente serán cobrados algún día. ¿Créditos contra quién? El juez
todavía no se ha pronunciado sobre estos aspectos, ocupado en describir
en detalle el “desdoblamiento” de las compras en varias pasadas de
tarjeta, que le permitió –dice el fallo– demostrar los delitos de estafa
y de lavado de activos, aunque los responsables de algunos comercios
argumentaron que el desdoblamiento quedaba legalizado por la
autorización del banco emisor en cada pasada. Sí, las sardinas fueron
convenientemente enlatadas.
Cómo se enteraron los ciudadanos extranjeros y los empleados de los
comercios uruguayos de la existencia de aquel “error” informático, el
documento judicial no lo dice y, al parecer, no se lo pregunta. Tampoco
se pregunta el juez la validez de la declaración del miembro del
directorio de First Data Uruguay y responsable del Área Legal para
America Latina, Ignacio de la Torre. El ejecutivo declaró que First Data
ubicó el error cuando, al analizar transacciones de junio de 2014, se
detectaron actitudes sospechosas mediante los desdoblamientos. Tales
desdoblamientos no fueron detectados a lo largo de 2012 y 2013, lo que
sugiere que los mecanismos de control de First Data no eran, por cierto,
muy eficientes, al punto de que la ineficiencia le costó 42 millones de
dólares.
Si First Data detectó maniobras con tarjetas recién en 2014, entonces
hubo una omisión de control. Brecha consultó a expertos en informática
bancaria quienes afirmaron que el desdoblamiento de las cantidades con
fines de simulación está en el abecé de los controles; a tales
operativas se le llama “pitufeo”. El pitufeo configura la primera
alerta, y su detección es tarea permanente en las entidades financieras.
Tampoco es de recibo la afirmación del ejecutivo de First Data de que
el desdoblamiento en las compras mediante tarjetas de débito, por cifras
inferiores a los topes, impidió la detección. Los expertos aseguran que
los sistemas informáticos despliegan diversos mecanismos para prevenir
tales maniobras y cuestionan la vulnerabilidad aparente de las tarjetas
de débito, según surge de la explicación del ejecutivo de First Data.
Las operaciones de control en las empresas financieras son permanentes y
sofisticadas, “se hace un seguimiento al instante, operadores que
siguen las transacciones en pantalla y pueden detener una operación en
cualquier momento”. La propia actividad financiera, apoyada en el
principio de seguridad y confianza, obliga a la detección temprana, casi
inmediata, de la anomalía. Ese es el primer paso, e inmediatamente se
aplican mecanismos de inteligencia artificial para detectar patrones de
conducta que puedan sugerir actividad de apariencia delictiva.
Las fuentes consultadas indicaron que esos mecanismos de inteligencia
artificial revelan particularidades como la reiteración de
transacciones inusuales (la compra de cientos de teléfonos por un
particular, la relación familiar entre distintos individuos que realizan
las mismas transacciones, las coincidencia de fechas en los depósitos
para las tarjetas, etcétera), y su descubrimiento es por lo general casi
inmediato. De modo que, con el desarrollo de los sistemas de control,
parece difícil que una entidad sea engañada por tanto tiempo.
Otro aspecto sugestivo que la acción judicial al parecer pasó por
alto es el tema de los maquillajes de los balances. Por un lado se
afirmó que las pérdidas operativas fueron justificadas como “créditos”
lo que habría enmascarado el volumen de aquellas pérdidas; pero por otro
lado se sostiene que First Data había iniciado juicios, con lo que se
admite que las pérdidas operativas ya habían sido detectadas.
Si First Data fue vulnerable a dos acontecimientos extraordinarios –el
“error” no identificado durante mucho tiempo, y el enmascaramiento de
las pérdidas en los balances–, también fueron vulnerables los bancos
emisores de las tarjetas, al parecer incapaces de identificar elementos
extraños en los movimientos inusuales y extraordinarios de algunos de
sus clientes.
En la justicia por ahora no hay noticia de los tiburones, que podrían
explicar por qué se dieron circunstancias tan anómalas y que
permitieron un desfalco de 42 millones de dólares. Las sardinas, que se
beneficiaron de algunos cientos de miles, se aprestan a apelar los
procesamientos, en la convicción de que no están fundamentados en el
acta de procesamiento los delitos de estafa y en especial el de lavado
de activos.
viernes, 19 de junio de 2015
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