Según la Resolución Nº 15, de fecha 14 de mayo del 2015, de la
Administración Nacional de Educación Pública, el Consejo de Educación
Inicial y Primaria autoriza la distribución del CIMARRÓN en las
Inspecciones Departamentales de todo el país.
El CIMARRÓN es un personaje de historieta que aparece en la revista
producida por el Ejército Nacional “La Fuerza de todos”, una publicación
mensual hecha íntegramente por la Institución. “La Fuerza de todos”
integra diferentes temáticas del ámbito militar y su relación con la
sociedad, cada número aborda diferentes aportes, “La Fuerza de la
Música”, “La Fuerza de Nuestra gente”, “La Fuerza del entrenamiento”,
“La Fuerza de la Paz” entre muchas otras.
El CIMARRÓN es el personaje que narra hechos históricos y temas
importantes con un lenguaje ameno y sencillo, contiene además
actividades y material lúdico para los niños.
CIMARRÓN, el perro autóctono de Uruguay, que acompañó a Artigas en todas
sus hazañas, se ha convertido en el personaje ideal para narrar el
pasado y contar sobre las distintas actividades del Ejército Nacional.
Su vestimenta se adapta al contexto histórico en que se encuentra, ya
que vivió el nacimiento del Prócer, la Batalla de las Piedras, la
Declaratoria de la Independencia y la Jura de la Constitución o acompaña
a nuestro Cascos Azules a las Misiones Operativas de Paz. CIMARRÓN
estará entonces según la Resolución en apoyo en el área de campo
disciplinar de construcción de ciudadanía.
Con el guión de Rodolfo Santullo y los dibujos de Alejandro Rodriguez
Juele el CIMARRÓN recorre el Uruguay contando historias que en
definitiva son nuestras historias.
El Ejército se ha dado a realizar
una publicación en formato cómic, la cual ha llamado Cimarrón. Veamos
cómo nos la presenta el Ministerio de Defensa: "El CIMARRÓN es el
personaje que narra hechos históricos y temas importantes con un
lenguaje ameno y sencillo, contiene además actividades y material lúdico
para los niños. CIMARRÓN, el perro autóctono de Uruguay, que acompañó a
Artigas en todas sus hazañas, se ha convertido en el personaje ideal
para narrar el pasado y contar sobre las distintas actividades del
Ejército Nacional. Su vestimenta se adapta al contexto histórico en que
se encuentra, ya que vivió el nacimiento del Prócer, la Batalla de las
Piedras, la Declaratoria de la Independencia y la Jura de la
Constitución o acompaña a nuestro Cascos Azules a las Misiones
Operativas de Paz. CIMARRÓN estará entonces según la Resolución en apoyo
en el área de campo disciplinar de construcción de ciudadanía» (1)
El lector acaso piense que está viviendo
una pesadilla, pues tiene un fuerte aire onírico, habida cuenta del
pasado reciente de nuestro Ejército, que se pretenda apoyar «el área de campo disciplinar de construcción de ciudadanía». Sin
embargo, querido lector, no es una pesadilla, o sí, es una pesadilla a
la que asistimos con los ojos abiertos. Veamos cómo el Ejército
contribuye «en el área de campo disciplinar de construcción de ciudadanía» según el anuncio del Ministerio. El Ejército ha elegido al perro cimarrón como símbolo, pues es «el perro autóctono de Uruguay, que acompañó a Artigas en todas sus hazañas». En
esta frase se encuentran dos afirmaciones que pasaremos a evaluar. La
primera dice que el cimarrón es el perro autóctono de Uruguay. Si por
autóctono se refiere a que ahora hay un perro, más o menos inventado a
fines del siglo XX, el cual guarda alguna (mucha, poca) relación con los
perros cimarrones del siglo XVIII, estamos de acuerdo con el Ejército.
Ese perro cimarrón es una construcción de criadores uruguayos que
agarraron unos perros que en las estancias del este del país se
consideraban como devenidos de los cimarrones y lanzaron esa «línea» a
un mercado ávido. Ahora bien, si por «autóctono» se entiende que es un
perro que correteaba nuestras praderas desde antes que Solís se
convirtiera en el plato principal de un banquete de aborígenes (cosa que
por otra parte es una grosera mistificación, como casi toda nuestra
historia) tal afirmación sería disparatada. El perro cimarrón del siglo
XVIII y XIX al que hacen referencia Artigas y Los Olimareños, devenía de
los perros que trajeron los conquistadores europeos para llevar a cabo
su conquista, es decir, para guerrear con los indígenas y para
enriquecer nuestro vocabulario pues darle una india de comer a los
perros se conoció como «perrear». En estos campos, muchos de
esos perros, así como los caballos y otras bestias, se hicieron
cimarrones, lo que quiere decir que pasaron a ser salvajes. Se
asilvestraron. Los caballos, por ejemplo, eran tan dados a esta libertad
que constituían un peligro, desde la óptica humana, para los caballos
domesticados, pues se les acercaban, los «chamullaban» y se los
llevaban. Sobran testimonios de esta laya, como los de Azara y
Saint-Hilaire. El caballo pareciera tener cierta tendencia libertaria.
Ahora, volviendo a los perros cimarrones, si se cruzaron con algún perro
de los que tendrían los aborígenes desde antes de Colón, es algo que
habría que probar y aparentemente, en los estudios genéticos que se han
hecho con el actual perro cimarrón, sólo han dado con trazas europeas,
de alano y de lebrel, precisamente los perros que trajeron los
conquistadores.
Así que tenemos que esta primera
afirmación del Ejército es muy correcta si la vemos desde cierta óptica y
muy controversial si la miramos desde otro ángulo; sin embargo, la
segunda afirmación pasa a la categoría de SOBERANO DISPARATE en su mayor
expresión. «CIMARRÓN, el perro autóctono de Uruguay, que acompañó a Artigas en todas sus hazañas» son
palabras que provocan una carcajada por la cual uno abre la boca ciento
ochenta grados. ¿De dónde emana tamaño dislate? Muy posiblemente de una
carta de Artigas a Lecor : «Dígale a su amo que cuando me falten hombres para combatir a sus secuaces, los he de pelear con perros cimarrones» y de un mensaje, menos famoso, por el cual Artigas le anuncia al gobierno de Buenos Aires «?Que le habría de hacer la guerra eternamente, y cuando le faltasen hombres habría de criar perros cimarrones». Como
se sabe, cuando Artigas se quedó sin hombres, cosa que le sucede a todo
caudillo que pierde respaldo popular y empieza a perder una batalla y
otra y otra, no se dedicó ni a criar perros cimarrones, ni a pelear con
ellos. Simplemente huyó al Paraguay, aunque los historiadores patriotas
utilicen otra expresión. Artigas, a diferencia de otros héroes, no
eligió morir peleando por la causa. Escapó, como cualquier ser humano
común y corriente, a la muerte, o la difirió todo lo humanamente
posible. La doble referencia a los perros cimarrones no es más que una
bravuconada de Artigas o de su secretario de turno (no existe una sola
carta escrita con la letra de Artigas, quien sólo firmaba) que se
hubiera perdido en el río del tiempo si no fuera porque los
historiadores patrios necesitan frases rimbombantes para adoctrinar a
los pequeñuelos. Ni Artigas ni nadie utilizó perros cimarrones para
luchar. Más bien, Artigas y otros estancieros, lucharon contra los
perros cimarrones pretendiendo exterminarlos, pues esos perros eran un
peligro, así como eran un peligro los jaguares, las cruceras, los
charrúas y los minuanes. Si alguien, en la campaña, cometía la
imprudencia de atravesarla a pie (recurso peregrino en un país donde
sobraban los caballos) sería devorado por estos perros sobrealimentados
con el ganado súper abundante del país.
Dijimos que el Ejército estaría
desarrollando una nueva estrategia para mejorar ante la población la
imagen que, empecinadamente, a sangre y fuego grabó en el imaginario
colectivo. Tiene una tarea ciclópea ante sí, pues a diferencia de otros
ejércitos, no tiene a su favor haber defendido a nuestra población en
ninguna ocasión, más bien todo lo contrario, lo cual ha generado que
unos cuantos uruguayos se plantearan la necesidad de financiar una
Institución onerosa, peligrosa y, de momento, innecesaria. El Ejército,
como toda estructura, tiende a reproducirse ¿Qué mejor que comenzar esa
batalla ideológica en la escuela y utilizando el recurso de la
historieta? Ahora, cuando el maestro enseñe la Batalla de las Piedras,
tendrá como apoyatura este simpático cómic de factura castrense en el
cual se afirmará que «Esta victoria fue imprescindible para la Revolución Oriental y marca además el origen de nuestro Ejército Nacional».
Esta temeraria conclusión olvida que aquella victoria fue
imprescindible para la rebelión oriental y para toda la rebelión
argentina. Artigas fue nombrado oficial por el gobierno de Buenos Aires y
aquella batalla, obviamente, es hoy recordada por el himno argentino.
No sólo Artigas, luego Lavalleja también fue nombrado oficial por aquel
gobierno y su principal título era el de Brigadier de la Nación
Argentina. Por esto, los descendientes de Artigas y Lavalleja
demandaron, y lograron del gobierno argentino, el pago de haberes
devengados por sus parientes. Ahora bien, inscribir esa batalla como
tributaria únicamente de la Rebelión Oriental, es una brutalidad, pero
otra brutalidad, sumamente grave, es afirmar que «marca además el origen de nuestro Ejército Nacional».
Tal afirmación es una doble mistificación. Aquel ejército era un
ejército argentino, no un ejército argentino cordobés ni entrerriano,
sino un ejército argentino oriental. Recién en 1828 una "Convención preliminar de paz",
escrita en portugués y firmada por brasileros y argentinos, donde no
hubo un sólo oriental, determinó amputar la nación argentina y crear una
nación con este pedazo de territorio que luego se llamaría República Oriental del Uruguay.
En los primeros azarosos años de esta República, no hubo ningún
Ejército Nacional, como sabiamente admite un historiador de nuestro
Ejército, al decir que desde el nacimiento de la República y por 45 años
«prácticamente no existió un ejército de carácter nacional, pues:
«Los regimientos y batallones precariamente formados, respondían al
caudillo local o a circunstancias transitorias y tanto servían para
voltear un gobierno como para ayudarlo a enfrentar exitosamente un
motín» (2). Habrá que esperar a la Guerra del Paraguay (bonita hazaña) para que naciera el Ejército Nacional.
Pero ¿es ésta la primera vez que se
adoctrina a los niños a través de mistificaciones alevosas? No. No es
ésta la primera vez. Es un problema de muy larga data. Lo novedoso es el
maridaje entre las actuales y progresistas autoridades de Primaria con
el Ejército. Los niños que reciban esta historieta gratuita, amén de
instruirse sobre la Batalla de las Piedras, El desembarco de los 33 y
otros acontecimientos históricos, absorberán información acerca de las
tareas de paz de nuestro Ejército en el Congo, así como instrucciones
para manejarse prudentemente en el tránsito. El lector podrá observar
que no se ha hecho mucho por investigar qué ha pasado con nuestro
Ejército en un pasado no muy lejano. También observará que nuestro
Ejército no ha realizado ninguna autocrítica, más bien piensa que
defendieron a la nación de una agresión. Habida cuenta que nadie los ha
enjuiciado, habida cuenta que nadie les reclamara una autocrítica,
tienen todo el derecho a utilizar el dinero que aportamos con nuestros
impuestos para realizar publicaciones gratuitas, tienen todo el derecho
de autopropagandearse, y tienen todo el derecho de introducir su
publicación en nuestras aulas, pues después de todo, su visión de las
cosas, su visión del pasado y del presente, colude con la visión de
nuestras autoridades educativas.
Sólo una cosa nos resta por considerar,
amable lector, y es un curioso mecanismo civilizatorio. Usted puede
apreciar en el monumento al Gaucho, en 18 y Constituyente, un friso
donde vemos a este personaje remangándose para empuñar un arado y puede
leer esta dedicatoria: «Al gaucho, primer elemento de emancipación nacional y de trabajo. La Patria agradecida». Evidentemente,
ese agradecimiento no sólo es un disparate, es antes que nada una
ironía sumamente cruel. Si un gaucho vio un arado, lo único que hizo con
él fue una buenas brasas para cocinar un jugoso churrasco. Fue
precisamente esto, su gusto en quemar arados para hacer churrascos con
ganado «que no le pertenecían», lo que determinó que fuera
perseguido a sangre y fuego. Precisamente el Ejército se encargó de esa
tarea. Fue una tarea civilizatoria, en la cual también colaboró
fervientemente nuestra escuela. Busque el lector el artículo «El gaucho»
de José Pedro Varela si tiene la más mínima duda acerca de esto. Pero
lo interesante aquí es que luego que elimináramos a los gauchos, los
indígenas y los perros cimarrones, pasáramos luego a reivindicarlos como
característicos del ser nacional. Casualmente cuando estos personajes
son borrados de la faz de la tierra, surgen las literaturas nacionales
que los reivindican, como el Martín Fierro. Es un mecanismo por el cual
la civilización se adueña de palabras y las tergiversa. Cimarrón es
aquel esclavo que deja de ser esclavo y pasa a vivir a monte. Cimarrón,
amén del mate amargo, es un hombre libre y también un perro, caballo o
toro que vive en libertad, pero para nuestros párvulos, cimarrón, además
de un perro, será ese personaje del Ejército que les cuenta la
Historia. Cimarrón, según el Ejército, es el emblema del Ejército.
Conviene prestar atención a este mecanismo civilizatorio y sobre todo
deben atenderlo aquellos que reclaman hechos y no palabras, como si las
palabras no fueran hechos. Si no fueran hechos y no tuvieran poder, no
habría tanto esfuerzo por tergiversarlas. Conviene detenerse a pensar en
esa cosa curiosa, la palabra, ese aire que hiere el aire y a un oído y
conmueve un espíritu.
(2) Cnel. (R) Ulysses del V. Prada. La profesionalización del Ejército: 1811-2011. Revista El Soldado Año XXXVI, Número 180.
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