Brenda Bogliaccini
(publicado en la diaria)
En momentos de debates sobre “el fin del ciclo progresista” en
Uruguay y la región, quiero poner el foco en el ahora de nuestro país.
Lo defino como una situación en la que importantes sectores sociales
viven los límites del proyecto frenteamplista. Esta percepción, que
tienen parte de quienes respaldaron al Frente Amplio (FA) y militantes
de izquierda, se manifiesta de variadas formas.
Estos “límites del proyecto del FA” aluden a la falta de respuesta a
demandas y expectativas, así como a dudas sobre su capacidad
transformadora y su vigencia en el futuro. Se expresan en la
desmovilización y el repliegue de militantes y votantes del FA, en un
clima de malestar y falta de esperanzas. También en la perplejidad o el
enojo de militantes políticos, sindicales y sociales ante muchas
decisiones del gobierno y del FA.
Parto del supuesto de que en los gobiernos del FA ha habido
importantes avances en derechos, condiciones de vida y un largo etcétera
que no desarrollo pero que es la base también para pensar los problemas
actuales. Pese a esto, la pérdida de iniciativa del FA, el freno del
avance en derechos y de la concreción de propuestas programáticas
señalan un estado de situación que debe ser para la izquierda una alarma
roja.
El fin de un tiempo
Estos límites del proyecto del FA también explican en parte la
participación de algunos productores agrícolas familiares y pequeños en
el movimiento de los “autoconvocados”, liderado por sectores poderosos
que tienen intereses diferentes. Los grandes terratenientes y el
empresariado del agro con poder económico, en momentos de disminución de
los precios de los commodities, quieren más y hacen público,
por medio de reclamos y de una política ofensiva, que el tiempo del
acuerdo de no agresión entre el gobierno del FA y el gran capital ya
está llegando a su fin.
El proyecto de país del gobierno frenteamplista ha supuesto el
enriquecimiento de los grandes capitales al mismo tiempo que aumentan
los salarios y las políticas sociales. Este acuerdo de no agresión al
gran capital ya no es sostenible en una coyuntura que no es de derrame
económico.
La orientación económica que ha sido hegemónica en el gobierno del FA
ha hecho una apuesta al equilibrio macroeconómico y a la inversión
extranjera directa, sin avanzar en reformas estructurales que
permitieran cambios en la matriz productiva para sentar las bases de un
modelo de desarrollo alternativo. Con la disminución de los precios de
los commodities y de los ingresos del Estado, esta orientación
hizo la opción de ajustar el Presupuesto nacional, disminuir el gasto
social y cambiar las pautas salariales. La afirmación de esta
orientación económica no se hizo sin fuertes debates y diferencias.
La elitización de la política y la primacía de la gestión
En el campo de la participación política y la toma de decisiones hubo
un primer momento de iniciativas transformadoras y de promoción de la
participación popular. Luego, este proceso se frenó. Se concentraron las
decisiones en el Poder Ejecutivo y el equipo económico, dejando a la
fuerza política y a la bancada parlamentaria en un lugar secundario. A
esto se sumó la institucionalización de la acción política y de muchos
cuadros frenteamplistas, que tuvo un efecto de elitización de las
decisiones, lo que permitió que la acción desde el Poder Ejecutivo
fagocitara el accionar de la orgánica del FA, así como el desarrollo de
una tecnocracia estatal con peso en las decisiones, que desplaza los
debates políticos a debates de gestión. Todos estos factores
favorecieron el alejamiento del FA de las organizaciones sociales y de
la sociedad.
A ese proceso se sumó la ausencia del FA en la lucha ideológica en
temas centrales de la sociedad. Han sido los movimientos sociales los
que han dado grandes batallas ideológicas contra la impunidad, la baja
de la edad de imputabilidad, de derechos de las mujeres, de la
diversidad sexual, etcétera.
Lo que se ha logrado hasta ahora en derechos, en mejora de la calidad
de vida de la gente, en la agenda de derechos, ha sido resultado de la
acción del gobierno, del FA y también de múltiples actores sociales.
Desde las leyes obreras, los aumentos salariales, hasta las conquistas
barriales, las leyes de salud sexual y reproductiva, de salud mental,
las viviendas cooperativas, el juicio y prisión de varios represores de
la dictadura, son resultado también de acumulaciones, de elaboraciones
programáticas y luchas del movimiento sindical, cooperativo de vivienda,
feminista, de derechos humanos, de la diversidad sexual y muchos otros
actores colectivos. El debilitamiento o la ruptura de los lazos entre el
FA y los actores colectivos sociales ha sido un factor de desgaste y
desacumulación del proyecto frenteamplista, así como es un problema
central para posibilitar el avance del proceso de cambio.
¿Y ahora qué?
Para enfrentar a la derecha y superar los límites del proyecto, para
recuperar acumulación política, el FA debe afirmar su opción por los
trabajadores y las grandes mayorías nacionales, y reconstruir el vínculo
con los movimientos sociales. Para ello debe, en el corto plazo,
responder a las demandas pendientes en temas prioritarios como
educación, trabajo, vivienda, salud, impunidad y violencia de género,
entre otros.
Esto implica, en un contexto de restricción económica, contestar: ¿de
dónde deben surgir los recursos necesarios? Supone avanzar en gravar al
capital con el criterio de que pague más el que tiene más, revisar
exoneraciones, procurar justicia en la seguridad social mediante un
tributo a las altas jubilaciones militares para la reducción del déficit
de la Caja Militar, entre otras medidas.
Si el FA no toma el camino de afirmarse con su base social como
proyecto de izquierda, si no toma la ofensiva y define una agenda
propia, el movimiento popular será el que reaccione para exigirle
respuestas y perderá prestigio –sobre todo ante las nuevas generaciones y
los sectores más vulnerables– como fuerza política que es expresión de
un proyecto de izquierda, así como se debilitará una acumulación
política construida en el transcurso de largos años de lucha.
Superar los límites del proyecto político del FA implica poner en
cuestión ideas y rumbos, y contribuir en la elaboración de un programa
de transición con renovadas perspectivas estratégicas de transformación.
También autocriticarse. De la experiencia de estos años aparecen
problemas que exigen dar saltos en calidad en las propuestas, que nos
decidamos a tocar estructuras e intereses que son la base de las
desigualdades y frenos para la concreción de alternativas.
Así como en otros momentos históricos han sido actores sociales
colectivos quienes se han planteado nuevas propuestas programáticas y de
acción, hoy vemos al movimiento sindical, de mujeres, de derechos
humanos, ambiental, al cooperativismo de vivienda, organizando
plataformas, procurando nuevas articulaciones y propuestas innovadoras
con capacidad de incidir en el FA y en el gobierno. Emergen espacios
nuevos de pensamiento, de lucha; se construyen nuevos diálogos que
contribuyen a construir caminos nuevos del proyecto de transformación de
izquierda. Recuperar el vínculo del FA con estos actores sociales es
crucial para asumir los desafíos del salto en calidad que la hora exige.
Brenda Bogliaccini integra el Secretariado Ejecutivo del Partido
por la Victoria del Pueblo y es militante social en el oeste de
Montevideo.
domingo, 8 de julio de 2018
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Los límites del proyecto del FA son los límites de TODO proyecto tipo FA, o sea reformista socialdemócrata.
ResponderEliminarQue se los encuentre antes o después, encontrar los límites se los encuentra. Durante todo este tiempo de eso no se habla porque es lo que hay, pero ahora parece que no hay