29 de marzo de 2020
¿Se viene un capitalismo más feroz o un comunismo renovado?
La filosofía y el coronavirus, un nuevo fantasma que recorre el mundo
Slavoj Zizek arrojó la primera piedra cuando escribió que la opción, después de la pandemia, será “barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”. Byung-Chul Han le contestó: "El virus no vencerá al capitalismo”. Otros pensadores, como Giorgio Agamben, Franco "Bifo" Berardi, Srećko Horvat, Judith Butler y Alain Badiou, suman al debate miradas que se corren de las noticias del minuto a minuto.
Es ya evidente que está haciendo temblar los mercados. Pero, a largo plazo, ¿el coronavirus podría derribar al capitalismo? El siempre rápido de reflejos Slavoj Zizek acaba de publicar el que seguramente sea el primer ensayo sobre coronavirus. La tesis de Pandemic! Covid-19 shakes the world (Pandemia! Covid-19 sacude el mundo) es que la actual crisis sanitaria desnudó las debilidades de las democracias liberales y que el mundo se encamina, entonces, hacia un efecto político positivo. “Barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”: tal es la dicotomía que encuentra el esloveno en este crudo y complejo escenario histórico, también inédito.
En un contexto en que la información satura e invade mentes y hogares, puede resultar saludable o aunque sea rico introducirse en miradas que se corren de las noticias del minuto a minuto. Son varios los pensadores contemporáneos que han mirado la pandemia: los italianos Giorgio Agamben y Franco "Bifo" Berardi, el croata Srećko Horvat, la estadounidense Judith Butler, el francés Alain Badiou y el surcoreano Byung-Chul Han son algunos de los que se expresaron al respecto. La pregunta por el devenir del escenario económico mundial está en casi todos los enfoques.
El nuevo material de Zizek es breve, 120 páginas, disponible tanto en papel como en formato digital a través de la editorial OR Books. Va en sintonía con teorías explayadas en un artículo previo para el portal RT , en el que Zizek -marxista, cinéfilo- definía a la pandemia como "un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista", en otra de sus habituales conversaciones con la cultura popular. Fue un artículo que hizo ruido en las redes sociales -sería lo que muchos querían oír- y que desató una respuesta de Byung-Chul Han. “Zizek se equivoca. El virus no vencerá al capitalismo ”, sentenció en una columna para el diario El País.
Mientras el nuevo fantasma recorre el mundo dejando cada vez más muertos e infectados, en Pandemic!... Zizek plantea que un “enfoque comunista” -renovado, claro- es el modo de salir de la encrucijada. Estados-Nación puestos al servicio de la defensa de los más débiles. El virus puso en evidencia que vivíamos con otro virus dentro, naturalizado: el capitalismo. Es una oportunidad para liberarse de la "tiranía del mercado". Pero a la vez el autor no es "utópico": no cree que el conflicto haga crecer la "solidaridad entre los pueblos". Porque por estos días la solidaridad es más bien “instinto de supervivencia" y, como tal, "racional y egoísta".
Resonaron "especulaciones que apuntan a la caída del comunismo en China, de la misma forma que Gorbachov dijo que la tragedia de Chernobyl llevó al fin del comunismo soviético", pero la paradoja -siempre según Zizek- es ésta: "El coronavirus nos obliga a reinventar el comunismo basándonos en la confianza en las personas y la ciencia”. Los roles de la prensa y los gobiernos no escapan a su análisis. Aunque en su opinión China gestionó mejor el coronavirus que Italia, critica el ocultamiento de datos negativos de parte de las autoridades de la República Popular. Por otra parte, arremete contra el Reino Unido y Estados Unidos por su empeño en mantener la calma de los ciudadanos y en exhibir control a través de la mentira. "Los medios nos lanzan repetidamente el mensaje de 'no caigan en el pánico' y, a continuación, disponen una serie de datos que nos llevan necesariamente al pánico", cuestiona.
El filósofo que inspeccionó la forma de los inodoros para acercarse a la ideología de los países también se anticipa al impacto del coronavirus en la vida cotidiana. No seremos tan alegres en los parques, no entraremos con confianza a baños públicos, y hasta tendremos dilemas para tocarnos la cara. "No son sólo el Estado y sus agentes quienes nos controlarán, también debemos aprender a controlarnos y disciplinarnos a nosotros mismos”, insta. Quizá la sensación de seguridad quede reservada para la realidad virtual. Moverse libremente en espacios abiertos a lo mejor sea, en el futuro, privilegio de un par de "ultra ricos" que cuenten con propias islas. Pero no todo será tan malo: avizora la desaparición de los cruceros -"lujo obsceno"-, así como también un freno en la producción de automóviles, algo que podría conducir a vías alternativas de movilización, más sanas para el planeta.
El ensayo da lugar también al humor y a recuerdos personales. Cualquier similitud con la actualidad no debe ser mera coincidencia. "En mi juventud, en la Yugoslavia socialista, empezó a correr un rumor que decía que no había reservas de papel higiénico. Las autoridades respondieron: 'hay suficiente'. Sorprendentemente, la población lo creyó. Sin embargo, un consumidor medio razonaba de esta manera: 'Sé que el rumor es falso, sé que hay papel higiénico suficiente, pero, qué pasa si el resto de la gente cree que no hay reservas y se lanza a por el papel de las tiendas y causa una carestía... Mejor voy a comprar papel". Un fenómeno pasado totalmente en sintonía con las recientes imágenes de supermercados repletos, consumidores al borde de la desesperación y carritos con pirámides de este producto.
"Zizek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Se equivoca. Nada de eso sucederá”, respondió Byung-Chul Han. "La emergencia viral y el mundo del mañana" (22 de marzo) se titula la columna del pensador nacido en Seúl y radicado hace 35 años en Berlín. Está completo en Lobo Suelto , con traducción de Alberto Ciria. "Tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución”, apuntó.
El autor de La sociedad del cansancio -quien también tiene una mirada crítica de las desigualdades y excesos del sistema económico capitalista- cree que el virus es apenas la gota que colmó el vaso. “La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”, concluye.
Si bien por momentos los pensamientos de uno y otro filósofo son diametralmente opuestos, en ciertos puntos no son tan diferentes. En definitiva, quizá sea rimbombante el polémico Zizek al presentar los temas, pero su mirada no excluye al sujeto. Respecto de la solidaridad, esto es lo que piensa Han: “El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte (…). La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus”, advierte.
Al comparar las medidas de las naciones asiáticas con las europeas, llegó a la conclusión de que la "mentalidad autoritaria" de las primeras genera más obediencia y que Europa "está fracasando" en la batalla: "Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Pero es una de soberanía en vano". Han cuestionó, además, el modelo de control policial basado en la vigilancia digital que Pekín utilizó para encarar exitosamente la pandemia y que permitirá a China exhibir "la superioridad de su sistema con más orgullo" e incluso exportarlo.
Zizek reapareció y contestó con declaraciones a El Mundo: "El comunismo que debería prevalecer ahora no es un sueño oscuro sino lo que ya está ocurriendo. El Estado debe asumir un papel mucho más activo". Y agregó: "Han dice que los países occidentales están reaccionado de forma exagerada porque se estaban acostumbrando a vivir sin enemigos abiertos y tolerantes, sin mecanismos de inmunidad, por lo que cuando surgió una amenaza real entraron en pánico. ¿De verdad? ¿No está todo nuestro espectro político y social impregnado de visiones apocalípticas, amenazas de catástrofe ecológica, miedo a los refugiados musulmanes, defensa del pánico de nuestra cultura tradicional contra el universo LGBT y la teoría de género? Intenta hacer una broma y sentirás inmediatamente la fuerza de la censura de lo políticamente correcto. Nuestra permisividad hace años que se convirtió en lo opuesto".
Otros filósofos que miraron la pandemia para entenderla son de Italia, cuyas cifras de muertos e infectados aumentan exponencialmente cada día. El artículo "La invención de una epimedia" (26 de febrero), de Giorgio Agamben, no va tanto al hueso del capitalismo pero contiene un halo de lo que a muchos fascina: teoría conspirativa. Toma como punto de partida declaraciones del Consiglio Nazionale delle Ricerche para afirmar que el coronavirus es "una gripe normal". "Pareciera que, habiéndose agotado el terrorismo como motivo de las medidas de excepción, la invención de una epidemia podría ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites", escribió el autor de la serie Homo Sacer. Esto coincide con "una necesidad real de estados de pánico colectivo", desprendida de un "estado de temor" instalado en las conciencias.
"La limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerlo", sugiere. Hubo quienes entendieron que en este texto había un desdén en torno al alcance de la enfermedad. El francés Jean-Luc Nancy acusó al italiano de haber intentado una "maniobra de distracción" más que "una reflexión política". En cambio, llegando al final de su texto, luego de expresar su deseo de que no llegue a Europa un régimen policial digital similar al chino, Han dialoga con Agamben y lo cita, porque de ocurrir aquello "el estado de excepción pasaría a ser la situación normal" y "el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo".
El día en que Italia superó a China en cantidad de muertes fue publicada una suerte de crónica diaria mechada con reflexiones de Franco "Bifo" Berardi, disponible en la página de Caja Negra Editora . El filósofo y activista comienza con citas de Burroughs y Jefferson Airplaine y plantea al coronavirus como un "virus semiótico", como "fijación psicótica". Un "biovirus que prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad global". Advierte que por primera vez sucede una crisis que no proviene de factores financieros o económicos, sino del cuerpo. "Lo que provoca pánico es que escapa a nuestro saber: no lo conoce la medicina, no lo conoce el sistema inmunitario. Y lo ignoto de repente detiene la máquina. (...) Bloquea el funcionamiento abstracto de la economía, porque sustrae de ella los cuerpos", dice.
"Hace tiempo que el capitalismo se encontraba en un estado de estancamiento irremediable. Pero seguía fustigando a los animales de carga que somos, para obligarnos a seguir corriendo, aunque el crecimiento se había convertido en un espejismo triste e imposible", escribe Bifo en el extenso y dinámico texto. Le discute al croata Srećko Horvat, otro de los que creen que lejos está el Covid-19 de ser una amenaza para la economía neoliberal, ya que lo entiende como el "ambiente perfecto" para el desarrollo de esa ideología.
Pero Bifo, en su Crónica de la psicodeflación, es más precavido que Zizek. Lo que para Zizek es golpe a lo Kill Bill, para Bifo es "detención de la máquina". Detención parida del agotamiento y el estrés de los cuerpos. Es más ambiguo al hablar sobre un futuro posible, aunque también aquí hay dicotomía. "Podríamos salir de esta situación imaginando una posibilidad que hasta ayer parecía impensable: redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo. Igualdad, frugalidad, abandono del paradigma del crecimiento, inversión de energías sociales en investigación, en educación, en salud. No podemos saber cómo saldremos de la pandemia cuyas condiciones fueron creadas por el neoliberalismo, por los recortes a la salud pública, por la hiperexplotación nerviosa". Según el post-deleuzeano hay dos caminos: o salimos de esta más "solos, agresivos o competitivos" o "con un gran deseo de abrazar, (de) solidaridad social, contacto, igualdad".
El texto ofrece una perspectiva sobre cómo "un dato fundamental del mundo contemporáneo" -el acceso del capitalismo de Estado chino a un rango imperial- dialogó con el tránsito local entre especies animales a humanos, que es "el punto de origen de todo el asunto". La "gran contradicción" es que la economía es parte del mercado mundial, en tanto que los poderes políticos "siguen siendo esencialmente nacionales". Así se sintetiza la "contradicción entre economía y política" que expone la pandemia. "Los estados nacionales tratan de enfrentar la situación epidémica respetando al máximo los mecanismos del Capital, aunque la naturaleza del riesgo los obliga a modificar el estilo y los actos de poder", postula Badiou.
Más allá de diferencias ideológicas y enfoques diversos, desde la óptica filosófica parece haber una coincidencia: la percepción de que el virus quita el velo a aquello que ya estaba -y estaba mal- o lo acentúa de manera radical. Por fuera de Agamben y Horvat, quienes trazan una perspectiva a lo mejor más distópica, en el resto de los pensamientos se detecta una oportunidad para la humanidad de crear algo nuevo. Puede adquirir el nombre de comunismo renovado, comunismo en tercera etapa o quedar fuera de las coordenadas simbólicas todavía. Volviendo a Bifo, el coronavirus es "la condición de un salto de salud mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá".
La autora de El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad puso el ojo en el desesperado intento de Donald Trump de anotarse "puntos políticos" para asegurar su reelección a través de la compra de los derechos de la vacuna contra el coronavirus desarrollada por una compañía alemana. "¿Imagina que la mayoría de la gente piensa que es el mercado quién debería decidir cómo se desarrolla y distribuye la vacuna? ¿Es incluso posible dentro de su mundo insistir en un problema de salud mundial que debería trascender en este momento la racionalidad del mercado?", se pregunta. Augura un escenario de puja distributiva en torno a la vacuna. Una "distinción espuria" entre vidas a proteger y otras que quedarán a la deriva. "La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo", escribió en el artículo "El capitalismo tiene sus límites" , con fecha del 19 de marzo, originalmente publicada en Verso.
"La idea de que podríamos convertirnos en personas que desean ver un mundo en el que la política de salud esté igualmente comprometida con todas las vidas, para desmantelar el control del mercado sobre la atención médica que distingue entre los dignos y aquellos que pueden ser fácilmente abandonados a la enfermedad y la muerte, estuvo brevemente vivo. Llegamos a entendernos de manera diferente cuando (Bernie) Sanders y (Elizabeth) Warren ofrecieron esta otra posibilidad. Entendimos que podríamos comenzar a pensar y valorar fuera de los términos que el capitalismo nos impone", dice Butler. La propuesta de una salud pública y universal "revitalizó un imaginario socialista" en Estados Unidos, "ideal" que "debe mantenerse vivo en los movimientos sociales" en la lucha a largo plazo.
En un contexto en que la información satura e invade mentes y hogares, puede resultar saludable o aunque sea rico introducirse en miradas que se corren de las noticias del minuto a minuto. Son varios los pensadores contemporáneos que han mirado la pandemia: los italianos Giorgio Agamben y Franco "Bifo" Berardi, el croata Srećko Horvat, la estadounidense Judith Butler, el francés Alain Badiou y el surcoreano Byung-Chul Han son algunos de los que se expresaron al respecto. La pregunta por el devenir del escenario económico mundial está en casi todos los enfoques.
El nuevo material de Zizek es breve, 120 páginas, disponible tanto en papel como en formato digital a través de la editorial OR Books. Va en sintonía con teorías explayadas en un artículo previo para el portal RT , en el que Zizek -marxista, cinéfilo- definía a la pandemia como "un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista", en otra de sus habituales conversaciones con la cultura popular. Fue un artículo que hizo ruido en las redes sociales -sería lo que muchos querían oír- y que desató una respuesta de Byung-Chul Han. “Zizek se equivoca. El virus no vencerá al capitalismo ”, sentenció en una columna para el diario El País.
Mientras el nuevo fantasma recorre el mundo dejando cada vez más muertos e infectados, en Pandemic!... Zizek plantea que un “enfoque comunista” -renovado, claro- es el modo de salir de la encrucijada. Estados-Nación puestos al servicio de la defensa de los más débiles. El virus puso en evidencia que vivíamos con otro virus dentro, naturalizado: el capitalismo. Es una oportunidad para liberarse de la "tiranía del mercado". Pero a la vez el autor no es "utópico": no cree que el conflicto haga crecer la "solidaridad entre los pueblos". Porque por estos días la solidaridad es más bien “instinto de supervivencia" y, como tal, "racional y egoísta".
Resonaron "especulaciones que apuntan a la caída del comunismo en China, de la misma forma que Gorbachov dijo que la tragedia de Chernobyl llevó al fin del comunismo soviético", pero la paradoja -siempre según Zizek- es ésta: "El coronavirus nos obliga a reinventar el comunismo basándonos en la confianza en las personas y la ciencia”. Los roles de la prensa y los gobiernos no escapan a su análisis. Aunque en su opinión China gestionó mejor el coronavirus que Italia, critica el ocultamiento de datos negativos de parte de las autoridades de la República Popular. Por otra parte, arremete contra el Reino Unido y Estados Unidos por su empeño en mantener la calma de los ciudadanos y en exhibir control a través de la mentira. "Los medios nos lanzan repetidamente el mensaje de 'no caigan en el pánico' y, a continuación, disponen una serie de datos que nos llevan necesariamente al pánico", cuestiona.
El filósofo que inspeccionó la forma de los inodoros para acercarse a la ideología de los países también se anticipa al impacto del coronavirus en la vida cotidiana. No seremos tan alegres en los parques, no entraremos con confianza a baños públicos, y hasta tendremos dilemas para tocarnos la cara. "No son sólo el Estado y sus agentes quienes nos controlarán, también debemos aprender a controlarnos y disciplinarnos a nosotros mismos”, insta. Quizá la sensación de seguridad quede reservada para la realidad virtual. Moverse libremente en espacios abiertos a lo mejor sea, en el futuro, privilegio de un par de "ultra ricos" que cuenten con propias islas. Pero no todo será tan malo: avizora la desaparición de los cruceros -"lujo obsceno"-, así como también un freno en la producción de automóviles, algo que podría conducir a vías alternativas de movilización, más sanas para el planeta.
El ensayo da lugar también al humor y a recuerdos personales. Cualquier similitud con la actualidad no debe ser mera coincidencia. "En mi juventud, en la Yugoslavia socialista, empezó a correr un rumor que decía que no había reservas de papel higiénico. Las autoridades respondieron: 'hay suficiente'. Sorprendentemente, la población lo creyó. Sin embargo, un consumidor medio razonaba de esta manera: 'Sé que el rumor es falso, sé que hay papel higiénico suficiente, pero, qué pasa si el resto de la gente cree que no hay reservas y se lanza a por el papel de las tiendas y causa una carestía... Mejor voy a comprar papel". Un fenómeno pasado totalmente en sintonía con las recientes imágenes de supermercados repletos, consumidores al borde de la desesperación y carritos con pirámides de este producto.
La polémica con Byung-Chul Han
"Zizek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Se equivoca. Nada de eso sucederá”, respondió Byung-Chul Han. "La emergencia viral y el mundo del mañana" (22 de marzo) se titula la columna del pensador nacido en Seúl y radicado hace 35 años en Berlín. Está completo en Lobo Suelto , con traducción de Alberto Ciria. "Tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución”, apuntó.
El autor de La sociedad del cansancio -quien también tiene una mirada crítica de las desigualdades y excesos del sistema económico capitalista- cree que el virus es apenas la gota que colmó el vaso. “La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”, concluye.
Si bien por momentos los pensamientos de uno y otro filósofo son diametralmente opuestos, en ciertos puntos no son tan diferentes. En definitiva, quizá sea rimbombante el polémico Zizek al presentar los temas, pero su mirada no excluye al sujeto. Respecto de la solidaridad, esto es lo que piensa Han: “El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte (…). La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus”, advierte.
Al comparar las medidas de las naciones asiáticas con las europeas, llegó a la conclusión de que la "mentalidad autoritaria" de las primeras genera más obediencia y que Europa "está fracasando" en la batalla: "Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Pero es una de soberanía en vano". Han cuestionó, además, el modelo de control policial basado en la vigilancia digital que Pekín utilizó para encarar exitosamente la pandemia y que permitirá a China exhibir "la superioridad de su sistema con más orgullo" e incluso exportarlo.
Zizek reapareció y contestó con declaraciones a El Mundo: "El comunismo que debería prevalecer ahora no es un sueño oscuro sino lo que ya está ocurriendo. El Estado debe asumir un papel mucho más activo". Y agregó: "Han dice que los países occidentales están reaccionado de forma exagerada porque se estaban acostumbrando a vivir sin enemigos abiertos y tolerantes, sin mecanismos de inmunidad, por lo que cuando surgió una amenaza real entraron en pánico. ¿De verdad? ¿No está todo nuestro espectro político y social impregnado de visiones apocalípticas, amenazas de catástrofe ecológica, miedo a los refugiados musulmanes, defensa del pánico de nuestra cultura tradicional contra el universo LGBT y la teoría de género? Intenta hacer una broma y sentirás inmediatamente la fuerza de la censura de lo políticamente correcto. Nuestra permisividad hace años que se convirtió en lo opuesto".
Pensamientos desde el foco de la pandemia
Otros filósofos que miraron la pandemia para entenderla son de Italia, cuyas cifras de muertos e infectados aumentan exponencialmente cada día. El artículo "La invención de una epimedia" (26 de febrero), de Giorgio Agamben, no va tanto al hueso del capitalismo pero contiene un halo de lo que a muchos fascina: teoría conspirativa. Toma como punto de partida declaraciones del Consiglio Nazionale delle Ricerche para afirmar que el coronavirus es "una gripe normal". "Pareciera que, habiéndose agotado el terrorismo como motivo de las medidas de excepción, la invención de una epidemia podría ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites", escribió el autor de la serie Homo Sacer. Esto coincide con "una necesidad real de estados de pánico colectivo", desprendida de un "estado de temor" instalado en las conciencias.
"La limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerlo", sugiere. Hubo quienes entendieron que en este texto había un desdén en torno al alcance de la enfermedad. El francés Jean-Luc Nancy acusó al italiano de haber intentado una "maniobra de distracción" más que "una reflexión política". En cambio, llegando al final de su texto, luego de expresar su deseo de que no llegue a Europa un régimen policial digital similar al chino, Han dialoga con Agamben y lo cita, porque de ocurrir aquello "el estado de excepción pasaría a ser la situación normal" y "el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo".
El día en que Italia superó a China en cantidad de muertes fue publicada una suerte de crónica diaria mechada con reflexiones de Franco "Bifo" Berardi, disponible en la página de Caja Negra Editora . El filósofo y activista comienza con citas de Burroughs y Jefferson Airplaine y plantea al coronavirus como un "virus semiótico", como "fijación psicótica". Un "biovirus que prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad global". Advierte que por primera vez sucede una crisis que no proviene de factores financieros o económicos, sino del cuerpo. "Lo que provoca pánico es que escapa a nuestro saber: no lo conoce la medicina, no lo conoce el sistema inmunitario. Y lo ignoto de repente detiene la máquina. (...) Bloquea el funcionamiento abstracto de la economía, porque sustrae de ella los cuerpos", dice.
"Hace tiempo que el capitalismo se encontraba en un estado de estancamiento irremediable. Pero seguía fustigando a los animales de carga que somos, para obligarnos a seguir corriendo, aunque el crecimiento se había convertido en un espejismo triste e imposible", escribe Bifo en el extenso y dinámico texto. Le discute al croata Srećko Horvat, otro de los que creen que lejos está el Covid-19 de ser una amenaza para la economía neoliberal, ya que lo entiende como el "ambiente perfecto" para el desarrollo de esa ideología.
Pero Bifo, en su Crónica de la psicodeflación, es más precavido que Zizek. Lo que para Zizek es golpe a lo Kill Bill, para Bifo es "detención de la máquina". Detención parida del agotamiento y el estrés de los cuerpos. Es más ambiguo al hablar sobre un futuro posible, aunque también aquí hay dicotomía. "Podríamos salir de esta situación imaginando una posibilidad que hasta ayer parecía impensable: redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo. Igualdad, frugalidad, abandono del paradigma del crecimiento, inversión de energías sociales en investigación, en educación, en salud. No podemos saber cómo saldremos de la pandemia cuyas condiciones fueron creadas por el neoliberalismo, por los recortes a la salud pública, por la hiperexplotación nerviosa". Según el post-deleuzeano hay dos caminos: o salimos de esta más "solos, agresivos o competitivos" o "con un gran deseo de abrazar, (de) solidaridad social, contacto, igualdad".
Se suma Alain Badiou
Francia acaba de extender su cuarentena hasta el 15 de abril. Desde su aislamiento, Alain Badiou descree tanto del carácter "inaudito", "nuevo" de la epidemia actual como del "evento fundador de una revolución increíble". No obstante, la conclusión a la que llega en su artículo "Sobre la situación epidémica" -21 de marzo, también en Lobo Suelto- es ésta: "En cuanto a nosotros, que queremos un cambio real en los datos políticos en este país, debemos aprovechar el interludio epidémico e incluso el confinamiento, bastante necesario, para trabajar en nuevas figuras políticas, en el proyecto de lugares, nuevas políticas y el progreso transnacional de una tercera etapa del comunismo, después de eso, brillante, en su invención". De nuevo el comunismo, pero, eso sí, un comunismo finalmente "derrotado de su experimentación estatal", a diferencia del que postula Zizek. El momento exige, para el dramaturgo, filósofo y novelista, "una crítica cercana de cualquier idea de que fenómenos como una epidemia se abran por sí mismos a cualquier cosa políticamente innovadora".El texto ofrece una perspectiva sobre cómo "un dato fundamental del mundo contemporáneo" -el acceso del capitalismo de Estado chino a un rango imperial- dialogó con el tránsito local entre especies animales a humanos, que es "el punto de origen de todo el asunto". La "gran contradicción" es que la economía es parte del mercado mundial, en tanto que los poderes políticos "siguen siendo esencialmente nacionales". Así se sintetiza la "contradicción entre economía y política" que expone la pandemia. "Los estados nacionales tratan de enfrentar la situación epidémica respetando al máximo los mecanismos del Capital, aunque la naturaleza del riesgo los obliga a modificar el estilo y los actos de poder", postula Badiou.
Más allá de diferencias ideológicas y enfoques diversos, desde la óptica filosófica parece haber una coincidencia: la percepción de que el virus quita el velo a aquello que ya estaba -y estaba mal- o lo acentúa de manera radical. Por fuera de Agamben y Horvat, quienes trazan una perspectiva a lo mejor más distópica, en el resto de los pensamientos se detecta una oportunidad para la humanidad de crear algo nuevo. Puede adquirir el nombre de comunismo renovado, comunismo en tercera etapa o quedar fuera de las coordenadas simbólicas todavía. Volviendo a Bifo, el coronavirus es "la condición de un salto de salud mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá".
El virus de la desigualdad
Al parecer, el mundo de la filosofía es todavía un terreno machista. Una de las voces femeninas que se escuchó ante la pandemia fue la de Judith Butler. Para la posestructuralista estadounidense el fracaso de algunos estados y regiones para prepararse por anticipado, el refuerzo de políticas nacionales y el cierre de fronteras y la llegada de empresarios ávidos de capitalizar el sufrimiento global testimonian la "velocidad" con la cual "la desigualdad radical y la explotación capitalista encuentran formas de reproducir y fortalecer su poderes".La autora de El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad puso el ojo en el desesperado intento de Donald Trump de anotarse "puntos políticos" para asegurar su reelección a través de la compra de los derechos de la vacuna contra el coronavirus desarrollada por una compañía alemana. "¿Imagina que la mayoría de la gente piensa que es el mercado quién debería decidir cómo se desarrolla y distribuye la vacuna? ¿Es incluso posible dentro de su mundo insistir en un problema de salud mundial que debería trascender en este momento la racionalidad del mercado?", se pregunta. Augura un escenario de puja distributiva en torno a la vacuna. Una "distinción espuria" entre vidas a proteger y otras que quedarán a la deriva. "La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo", escribió en el artículo "El capitalismo tiene sus límites" , con fecha del 19 de marzo, originalmente publicada en Verso.
"La idea de que podríamos convertirnos en personas que desean ver un mundo en el que la política de salud esté igualmente comprometida con todas las vidas, para desmantelar el control del mercado sobre la atención médica que distingue entre los dignos y aquellos que pueden ser fácilmente abandonados a la enfermedad y la muerte, estuvo brevemente vivo. Llegamos a entendernos de manera diferente cuando (Bernie) Sanders y (Elizabeth) Warren ofrecieron esta otra posibilidad. Entendimos que podríamos comenzar a pensar y valorar fuera de los términos que el capitalismo nos impone", dice Butler. La propuesta de una salud pública y universal "revitalizó un imaginario socialista" en Estados Unidos, "ideal" que "debe mantenerse vivo en los movimientos sociales" en la lucha a largo plazo.
Cómo están pensando los filósofos la crisis global que provocó el coronavirus
Slavoj Žižek, Byung-Chul Han, Yuval Noah Harari, Judith Butler, Giorgio Agamben, Noam Chomsky, Roberto Espósito y Jean-Luc Nancy son algunos de los intelectuales que están reflexionando sobre las transformaciones que están empezando a suceder en el sistema económico, político y social y qué futuro nos aguarda a todos cuando esta cuarentena mundial termine
Son tiempos raros. No sólo ahora, que estamos todos encerrados contando
a través de las pantallas la cifra de infectados y de muertos y rogando
—algunos le rezan a dios, otros al azar— que la de curados aumente
drásticamente. De pronto, somos más espectadores de lo que ya éramos con
una pasividad que desborda la razón y nos acorrala en la incertidumbre.
También están el temor, la paranoia, el pánico, ¿qué más? La cruda
sentencia de Fredric Jameson, que hoy parece “más fácil imaginar
el fin del mundo que el fin del capitalismo”, algunos la empezaron a
poner en duda. ¿Cómo será el mundo cuando salgamos de nuestras casas y
el coronavirus esté, por decirlo de algún modo, controlado?
Varios filósofos están pensando alrededor de estas cuestiones. Hay
muchos puntos para desarrollar y es mejor hacerlo ahora, al calor de los
hechos, con la impunidad del presente, pero con la convicción de que es
mejor hacer preguntas inteligentes que dar respuestas tranquilizadoras.
En ese sentido, Slavoj Žižek, lacaniano y marxista, se anticipó a todos y publicó un libro. Su título, Pan(dem)ic!, COVID-19 shakes the world, es un juego entre las palabras pandemia y pánico. Según adelantó la editorial, en sus páginas se cruzan Quentin Tarantino y H. G. Wells con Hegel y Marx.
Hay fragmentos traducidos, pero empecemos por el principio, cuando el
coronavirus aún no era pandemia sino apenas el nombre de una gripe
peligrosa.
La primera alerta proveniente de Wuhan, el epicentro del virus, la
recibió la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 31 de diciembre.
Doce días después, la primera muerte. A fines de enero empiezan a
detectarse casos en otros países, como Alemania y Japón. Rusia cierra
las fronteras con China que, con varias ciudades aisladas, declara el 31
de enero 43 muertos en apenas 24 horas. Luego las fichas empiezan a
caer como un dominó que salta de Asia a Europa, llega a América y se
propaga como lo que es: una amenaza mundial. Los sistemas de salud que
aún no colapsaron amagan con hacerlo, los Estados declaran cuarentena
obligatoria y mandan a las Fuerzas de Seguridad a vigilar las calles.
Esto no es un capítulo Black Mirror.
Quien comenzó, podría decirse, es el filósofo italiano Giorgio Agamben. Lo hizo el 26 de febrero en Quodlibet
hablando de “medidas de emergencia frenéticas, irracionales y
completamente injustificadas para una supuesta epidemia debida al
coronavirus”, al que calificaba, con muy mala puntería, como “una
especie de gripe”. Finalmente Italia se convertiría en el país más
afectado. En ese primer artículo, Agamben señalaba la “tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”
(“agotado el terrorismo”, llega esta pandemia) y “la limitación de la
libertad, aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido
inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para
satisfacerla”.
Su par francés, Jean-Luc Nancy, uno de los más influyentes del país galo, le respondió en un breve artículo publicado en Antinomie.
No lo hizo con dureza, puesto que Agamben es “un viejo amigo”, pero sí
marcó su error: “La gripe ‘normal’ mata a varias personas y el
coronavirus, para el que no hay vacuna, es claramente capaz de una
mortalidad mucho mayor”. Su aporte, más allá del contrapunto, es este: “No hay que equivocarse: se pone en duda toda una civilización,
no hay duda de ello. Hay una especie de excepción viral –biológica,
informática, cultural– que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que
tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una
maniobra de distracción que una reflexión política”.
Roberto Espósito
—también filósofo, también italiano— fue el que puso paños fríos. “Me
parece que lo que sucede hoy en Italia (...) tiene más el carácter de
una descomposición de los poderes públicos que el de un dramático
control totalitario”, escribió en Antinomie, sin embargo deslizó
una línea importante en todo este debate: “Hoy ninguna persona con ojos
para ver puede negar el pleno despliegue de la biopolítica (...) Todos
los conflictos políticos actuales tienen en el centro la relación entre
política y vida biológica”. Si bien para Espósito la democracia no está
en riesgo, al menos por ahora, “estamos presenciando una politización de la medicina investida de tareas de control social”.
Agamben volvió a la carga con una columna en Una voce
el 17 de marzo para aclarar mejor su posición. “Lo primero que muestra
claramente la ola de pánico que ha paralizado al país es que nuestra
sociedad ya no cree en nada más que en la vida desnuda. Es evidente que
los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las
condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo,
incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y
políticas ante el peligro de caer enfermos”, sostiene el filósofo. Habla
también de “una guerra civil” donde “el enemigo no está fuera, está
dentro de nosotros” y asegura que “una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre”.
Antes de que salga su libro, Žižek escribió una columna en Russia Today
mirando más allá de los estados. “La actual expansión de la epidemia de
coronavirus ha detonado las epidemias de virus ideológicos que estaban
latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías conspirativas
paranoicas y explosiones de racismo”, escribió el filósofo esloveno,
para quien los aislamientos decretados tienen otro objetivo, además de
evitar la propagación del COVID-19: “mantener en cuarentena a los
enemigos que representan una amenaza a nuestra identidad”. Además,
asegura que la necesidad de reflexionar sobre el sistema que nos rige es
prioritaria, así como “reinventar el comunismo basándonos en la
confianza en las personas y la ciencia”.
Apegado al cine y la cultura popular, hace una analogía con la película Kill Bill de Tarantino y
el golpe asesino conocido como técnica del corazón explosivo, donde la
persona que lo recibe puede seguir viviendo como si nada pero, más
temprano que tarde, su corazón explotará. “Mi modesta opinión sobre la
realidad es mucho más radical: la epidemia de coronavirus es una forma especial de técnica del corazón explosivo en el sistema global capitalista,
un síntoma de que no podemos seguir en el camino que hemos seguido
hasta ahora, se necesita ese cambio”. Su propuesta, expresada mejor en
el libro, es simple aunque para nada fácil: “El dilema al que nos enfrentamos es: barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”.
“Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal.
Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Žižek se
equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado
policial digital como un modelo de éxito”, escribió Byung-Chul Han en El País
hace una semana. “El virus no vencerá al capitalismo. La revolución
viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la
revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De
algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia (...)
No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras
el virus venga una revolución humana”, sostiene el filósofo surcoreano.
¿Por qué en los países de Asia se ha logrado mayor efectividad en
combatir la pandemia? La respuesta está en la vigilancia digital, “un
cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado”, dice Han.
Un control poblacional inédito: “En China hay 200 millones de cámaras
de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de
reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es
posible escapar”, explica sobre algo que ocurre también en Corea del
Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán o Japón, donde “no existe una
conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data”. Hay “un
motivo cultural” que lo permite: “En Asia impera el colectivismo. No hay
un individualismo acentuado”.
Yuval Noah Harari no es filósofo, es historiador, pero cuando escribe reflexiona como si lo fuera. En una nota publicada por Financial Times,
el israelí asegura que “esta tormenta pasará, pero las decisiones que
tomemos ahora podrían cambiar nuestras vidas para los años que vienen”.
En este juego donde “países enteros sirven como conejillos de indias en
experimentos sociales a gran escala”, hay dos opciones: “el primero
es entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano; el
segundo, es entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global”.
Sin embargo, para Harari, “una población bien informada y
auto-motivada, usualmente es más poderosa y efectiva que un pueblo
ignorante vigilado por la policía”.
“La situación es muy grave. Y no hay credibilidad en la afirmación de que el virus se propagó deliberadamente”, dice Noam Chomsky en una entrevista que le hicieron en Il Manifesto
acerca de la pandemia y la reacción de los diferentes Estados. “Los
países asiáticos parecen haber logrado contener el contagio, mientras
que la Unión Europea actúa con retraso”, agrega. El filósofo y
politólogo estadounidense desliza tres problemas sustanciales en este
escenario: 1) “no tenemos ni idea de cuántos casos hay realmente”; 2) “el asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación”;
3) “esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado, al igual
que lo es la amenaza de una catástrofe medioambiental”.
Por su parte, la filósofa estadounidense Judith Butler escribió un artículo titulado “El capitalismo tiene sus límites” y publicado en Verso donde plantea “la llegada de empresarios ansiosos por capitalizar el sufrimiento global”.
Se refiere a “la producción y comercialización de una vacuna efectiva
contra el COVID-19. Claramente desesperado por anotarse los puntos
políticos que aseguren su reelección, Trump ya ha tratado de comprar
(con efectivo) los derechos exclusivos de los Estados Unidos sobre una
vacuna de la compañía alemana, CureVac, financiada por el gobierno
alemán. El Ministro de Salud alemán, con desagrado, confirmó a la prensa
alemana que la oferta existió”.
La curva de contagios y muertes sigue ascendiendo, y si bien hay países
donde la situación parece ser menos caótica que en otros, todos dicen
lo mismo: lo peor aún no pasó. De este lado del Atlántico, la cuarentena
se va a extender varias semanas más y, posiblemente, se radicalice la
seguridad: control poblacional en las calles por parte de los Estados.
¿Con qué mundo nos encontraremos cuando por fin salgamos de nuestras
casas y el coronavirus esté, por decirlo de algún modo, controlado? Los
filósofos, los pensadores, los intelectuales insisten en que, además de
acatar las medidas preventivas, es necesario reflexionar sobre la vida
que llevamos. Las preguntas inteligentes nos sacan de la pasividad.
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