viernes, 6 de marzo de 2009
Ofrecido en sacrificio.
BRECHA 06/03/09
EL 27 DE FEBRERO tuvo lugar en Buenos Aires la segunda audiencia del juicio contra Víctor Enrique Rei, comandante mayor de la Gendarmería durante la dictadura argentina. Ese día declaró como testigo de la defensa el joven Alejandro, hijo de desaparecidos y apropiado por Rei desde su nacimiento en1977.
Víctor Rei está acusado de delitos entre los que figura la apropiación indebida del hijo de Liliana Clelia Fontana y de Pedro Sandoval, ambos secuestrados en julio de 1977 y desaparecidos desde entonces. El niño, inscripto mediante partidas falsas con el nombre Alejandro Adrián, lleva los apellidos de la pareja apropiadora: Rei Arteach. Su verdadera identidad fue revelada por estudios de ADN realizados en objetos de su propiedad, ya que el joven se negó a las pruebas directas.
Víctor Rei asumió en su juicio una posición de defensa ideológica, atacando diversos aspectos del proceso penal: advirtió que los vientos que desde hace cinco años impulsan juicios como el suyo podían cambiar de dirección y empezar a soplar en contra; criticó al Poder Judicial, a las presiones del gobierno; reivindicó su actuación en los lugares donde la represión fue más brutal (Tucumán, Formosa y Buenos Aires), y dijo que los militares y demás fuerzas del orden eran víctimas de un atropello. Pero fue más allá: dijo que ni en la Rusia de Stalin se juzgaría a alguien por haberse hecho cargo, hace más de treinta años, de un "niño huérfano". (En declaraciones anteriores Rei había sostenido qué Alejandro era su hijo biológico.) "SÍ se procesara a todos los oficiales que trajeron huérfanos de Corea, Irán e Irak deberían triplicar las cárceles norteamericanas"', dijo.
Sin embargo, no es la brutalidad de la argumentación de Rei lo que dio a esa audiencia un viso trágico, sino la intervención de dicho "niño huérfano", nacido de Sandoval y Fontana, hoy adulto y llamado Alejandro Rei Arteach.
A pedido de la defensa de Víctor Rei, Alejandro brindó testimonio. Habló ante familiares, amigos y otros hijos de desaparecidos a los que conoce.
Dijo que quería a su "papá" Rei y a su "mamá" Arteach, las personas que lo criaron y le dieron instrucción, alimento, salud y cariño. Cuestionó la realización de los exámenes de ADN y toda la investigación para determinar su origen, señalando que lo habían "victimizado". Señaló que había vivido muchos años felices hasta que la investigación de su identidad convirtió su vida en catástrofe. Cuando le preguntaron por su relación con el grupo de Abuelas, dijo que él era "de la casa ". Su testimonio fue entrecortado, angustiado y lleno de contradicciones. Ante el inminente desmoronamiento atinó a decir que sólo quería paz. Alejandro anduvo el camino hacia la salida como Sísifo camino al calvario. Víctor Rei le tendió la mano y se abrazaron. Oficiales del recinto intervinieron para separarlos y entonces el acusado y su abogado defensor, Alejandro Macedo, encararon triunfantes aquienes presenciaban el juicio: "Aplaudan ahora. Ustedes son los hijos de puta que le dicen al pibe que es quien no es", gritó Macedo. Tras la reacción airada de los así interpelados fue desalojada la sala y se pasó a cuarto intermedio. Pero la salida en cámara lenta no había terminado, porque, tras el abrazo con su apropiador, Alejandro se encontró con su abuela, Clelia DíHarbe de Fontana, "madre de su madre desaparecida", y se fundió en un abrazo con ella. La familia de su padre desaparecido le manifestó comprensión y los jóvenes optaron por acompañarlo a tomar algo.
Todos lloraban. Todos parecían comprender que Alejandro era una víctima.
LOS LÍMITES DE LA COMPRENSIÓN.
Hay veces en que la identidad, divino tesoro, se va
para no volver. Otras vuelve dubitativa, rota. Por haberlo experimentado en carne propia, estos jóvenes establecen sus vínculos con menos juicios categóricos y con una solidaridad flexible que respete los tiempos de cada uno. No todos tienen ganas de hablar de "esas cosas", pero sí de estar juntos: -lo que importa es el marco de pares.
Natalia y Joaquín son primos de Alejandro. Dice Natalia que tras esa jornada demoledora del viernes 27 estuvieron "maquinando " todo el fin de semana, hasta pergeñar una larga carta que lleva por título "Trago amargo " y está firmada por Natalia Fontana, Joaquín Fontana, Mario Santucho "y todos los que sientan más o menos lo mismo y tengan ganas de acompañar... ".
En ella se preguntan si podrán sacarse de la cabeza "esa imagen de dos tipos abrazándose pesadamente, apunto de abalanzarse sobre el piso, como una señal para todos los que estábamos allí de que el hijo finalmente accedía a sacrificarse ante su supuesto padre, que se revelaba más siniestro y cobarde de lo que podríamos imaginar ". Saben que va a ser muy costoso olvidar ese instante que simboliza tan bien el objetivo de "dar vuelta como una media los valores de quienes eligen rebelarse y transgredir".
En esta carta los jóvenes analizan el discurso de Rei, su exigua conquista al lograr el testimonio favorable de Alejandro pero también "algo distinto, un frágil y emotivo gesto que no pudo ser subsumido en el espectáculo cínico que protagonizaron el padre extorsionador y el hijo sumiso y doblegado": el de la abuela de Alejandro, Chela, con su pañuelo blanco y su reclamo, con la defensa orgullosa de su hija desaparecida.
"Si no ha sido nada fácil escribir hasta aquí lo que sentimos, lo que resta por decir tal vez ni siquiera pueda ser esbozado. Habrá que hacer a Un lado entonces el acento indignado y las
calificaciones tajantes, para ingresar con el máximo de los cuidados a un terreno lleno de ambigüedades V suposiciones. Si lo hacemos es porque necesitamos elaborar con nuestro propio lenguaje algo que ni la sentencia judicial ni la crónica periodística
podrán reseñar. "
No es el gendarme y su abogado lo que los lleva a formularse tantos incómodos interrogantes, "aquello que nos duele en el alma es el estado al que se vio reducido Alejandro durante su declaración. ¿ Qué excusas lo obligan a renegar de cuestiones tan esenciales para la propia personalidad como aquellas que se refieren a su origen (y no simplemente a su procedencia) ? ¿Cómo interpretar la sentida y espectacular reposición de una figura paternal que hace décadas ha entrado en desuso, por suerte y de manera irreversible, según la cuál el hijo no puede cuestionar en lo más mínimo la autoridad del padre? (...)
¿ Qué extraño poder es el de esa trama siniestra que se sostiene todavía, apoyada en la mentira, el miedo y el chantaje ? ¿ Y qué podemos hacer nosotros ? ¿ Cómo acudir en su ayuda si no podemos compartir su decisión ? ¿Poner el hombro y el regazo para contener como sea la caída, haciendo un esfuerzo para dejar a un lado nuestra propia herida, a riesgo de ser hipócritas?
¿Buscar la manera de confiarle nuestro malestar, trasmitiéndole de ese modo los términos de una relación posible y pensable, pero renunciando así a un acompañamiento sin condiciones?".
Saben que seguramente habrá que hacer todo a la vez, apoyarse en el grupo "para evitar rompernos cada uno en mil pedazos " y seguir acompasando las idas y vueltas de esta historia sin fin.
UN GOCE SINIESTRO.
Mariana Eva Pérez es otra de las jóvenes presentes en la audiencia. Ella sabe de lo que habla. Conoce el efecto que la apropiación ejerce sobre los niños apropiados porque buscó y encontró a su hermano en esa situación. También hizo el esfuerzo de poner en palabras la jornada del 27. Ve con claridad el juego de Rei: quiere presentarse como un especialista antidroga o en conflictos con países vecinos pero janíáfc vinculado a la contrainsurgencia. Pero ve, además, algo siniestro: "Había algo más. Un goce".
Y entiende que Alejandro no quiso negar a su familia ni a las Abuelas ni a Rei "y quedó enredado en ese juego de lealtades cruzadas". Dice que no oyeron los gritos triunfantes de Rei y su abogado tras el abrazo con Alejandro porque "ya todos gritamos y lloramos y no podíamos más. Porque Alejandro es nuestro hermano, nuestro hijo, nuestro nieto, y le hicieron todo eso.
Secuestrarlo en la . panza de su mamá, hacerlo nacer en cautiverio, separarlo de Liliana cuando era un bebé, robarlo, mantenerlo engañado y lejos de su familia más de veinticinco años. Y también, ahora, lo ofrecieron como testigo, ofrecieron es la palabra, ahí, como en un sacrificio, para defensa de Rei. Pero no para que quede en libertad, eso no va a suceder, no importa lo que Alejandro haya dicho o cuántos minutos haya durado ese abrazo. Para que Rei pueda darse vuelta y gritarnos 'Aplaudan ahora, hijos de puta'. Ese es su logro. (...) Pero Alejandro no es un pedazo de metal inanimado, y mientras Rei y su abogado nos enrostraban su triunfo en la audiencia, fuera de su mirada, en el lugar reservado a los testigos, Alejandro lloraba su confusión abrazado con Chela ".
Para remontar esa vivisección a la que fue sometido, Alejandro cuenta sobre todo con los jóvenes que le recuerdan que no está en un desierto. Esta historia cruel -que nos recuerda la de Mariana Zaffaroni y algunos episodios en la búsqueda de Simón Riquelo- habla de la actualidad de aquellos hechos ocurridos hace treinta años.
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