El domingo fuimos a la final. Sacamos las entradas temprano, almorzamos con la abuela y arrancamos para el Franzini... ¡ oh, sorpresa!: dos mil personas haciendo cola para entrar. La primera reacción, paciencia y bromas...pero, llevado por curiosidad de periodista, me acerqué al portón a investigar qué estaba pasando. ¡Segunda sorpresa!: la larga fila terminaba en un embudo donde cuatro coraceros revisaban a los espectadores de a dos o de a tres por vez. Regresé a comentar las novedades, ya estaban transmitiendo el partido. No sé si sería la voz de Kessman o qué, pero los ánimos fueron subiendo de temperatura. Gol de Cerro!!! Diez minutos de partido y seguíamos lejos de la puerta. Empezaron a llover las puteadas. La gente recaliente. Veronika fue para acompañarnos al Juan y a mí (ella es de Peñarol), pero también terminó enojada, protestando, porque si pagás la entrada a un espectáculo público, se supone que tenés derecho a verlo en su totalidad. Al fin, entramos con el segundo gol de Cerro, nos perdimos lo más lindo de la tarde y todavía quedaban detrás nuestro trescientas o cuatrocientas personas.
Algunos comentarios al margen: UNO: en la cola había ambiente de festejo y familiar. El 99% de la hinchada de Cerro no participa en los líos. Van familias enteras a disfrutar del partido (o, a sufrir, cosa más frecuente para la parcialidad cerrense), a sacarse la mufa de la semana gritándole al juez y... ¡nada más!. No se los trató con el respeto debido ... de continuar tratando a la gente como si fuera ganado, el fútbol quedará sin espectadores pero la jefatura de policía se sentirá satisfecha, habrá alcanzado el máximo grado de seguridad, jugando a puertas cerradas.
DOS: Impedir que el espectador vea el espectáculo completo ya es una forma violenta de control. Lo es también el cacheo, en especial a las mujeres y niños. Lo es el autoritarismo de las miradas provocativas de la guardia de coraceros. Hay momentos que, en esas colas sometidas a vigilancia, uno se siente transportado en el tiempo a experiencias menos gratas que las de un simple partido de fútbol. Tal vez sea de puro prejuicioso, pero los milicos tienen una canaleta represiva cuando se trata de "seguridad".
TRES: En Capurro y Uruguayana, cuatro coraceros a caballo y sable en mano (émulos de Lavalleja) atacaron delante de nuestros asombrados ojos a un camión con hinchas de Racing. No es mi cuadro pero no puedo consentir que los apaleen sin denunciarlo. Sería interesante que el ministerio "pensara" en otro tipo de seguridad basada en el respeto a los ciudadanos en lugar de basarse en el maltrato. La violencia en el fútbol la engendra ese control policial represivo que se ejerce sobre el ciudadano que trabaja, vota y tiene todo el derecho del mundo a divertirse los domingos de tarde. No se puede encargar a la policía el tema de las "barras bravas" porque la única solución que conocen es el palo.
CUATRO: En la cola había otro viejo sobreviviente de la epopeya tupamara y le pregunté qué te parece, hermano?. "Me voy para casa", me respondió. Tal vez no quería ser testigo de que "su" policía de "su" ministerio de "su" gobierno fuera tan autoritaria como la de otros tiempos, aquella que él calificaba como "brazo armado de la oligarquía". Otro compañero con el cuál comenté el episodio, me pregunta "¿y a qué hora viniste?". Le contesté "tres menos cuarto". "¡No!" -exclamó-, "hay que venir a las dos para no tener problemas"...o acampar en el Franzini el día antes, le dije medio caliente. En ambos casos dos compañeros pensantes, bien informados, solidarios, que conocen la cárcel y los delitos de lesa humanidad...pero, que dada su opción partidaria se vuelven ciegos a los hechos reales o no quieren ni verlos siquiera. La impunidad se nos ha metido hasta los huesos.
Aunque les hayan dado "cursos de gente" y el gobierno premie comisarías por cumplir con su trabajo como debe ser, la policía se sigue comportando según la misma doctrina de siempre. No ha cambiado su espíritu represivo sino que, por el contrario, se violan los derechos humanos en las cárceles, comisarías, colas de espectáculos públicos y esquinas de Montevideo. Los delitos de lesa humanidad no son sólo cuestión del pasado. La impunidad alimenta nuevos monstruos tan impunes como aquellos, simplemente que su escenario es más cotidiano y parece que nos estamos acostumbrando.
La ideología de la impunidad se ha metido en el corazón de muchas de las víctimas del terrrorismo. Se aceptan "deslices" porque hay que ganarle a Lacalle y, por intereses electorales, conviene callar la boca cuando se ven injusticias. Estamos frente a un fenómeno de manipulación de las subjetividades que es digno de estudio. La militancia prefiere callar o mirar para el costado a tener consciencia de esos hechos y sus consecuencias, una de las cuales podría ser nuevo terrorismo y nuevas víctimas como en Honduras.
Por supuesto que uno es un atrevido pero a veces me da por pensar: ¿porqué renunciar al diálogo para resolver el problema de la violencia en el fútbol? ¿acaso no se puede hablar y negociar con las barras de cada club? Están identificadas y aunque no lo parezca, tienen la capacidad para pensar. Para información de los lectores, los festejos en el Cerro se hicieron sin vigilancia alguna, no se veía ni un solo uniforme...en ese ambiente de libertad la alegría afloró sin incidentes, sin violencia, abrazos entre vecinos.
Si se puede negociar con todo el mundo (hasta con los asquerosos de la bolsa de valores), ¿porqué no se puede hacerlo con gente que es producto de sistema y son parte del pueblo? Se habla con cualquier insoportable de la Asociación Rural, pero no se puede hacerlo con los presos sociales ni con las barras bravas. Parece más bien una opción de clase sobre con quién se habla y a quién se le da palo.
Es cierto. Los candidatos representan historias, identidades y concepciones bien diferentes, que alguna vez fueron antagónicas. No son iguales los candidatos, uno viene de la más rancia derecha y el otro de las tradiciones revolucionarias. No son iguales pero esos coraceros seguirán pegando a troche y moche gobierne quién gobierne y ese ministerio seguirá tratando a la gente como ganado sea cual fuere el color del ministro. Intentemos por lo menos que la campaña por la rosada sirva para crear consciencia de que la impunidad no es solamente una ley...está en los corazones de los que consienten y acatan que se cometan delitos de lesa humanidad a su vista y paciencia.
Perdonen la balandronada pero ¡Cerro, Cerro y la cultura!, el campeón esta vez salió de la villa de los obreros de la carne.
Jorge Zabalza
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