martes, 8 de diciembre de 2009

Los Sin Tierra, una espina para Lula


Juan Arias, desde Río de Janeiro
Cronistas contra el imperio
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La destrucción que llevaron a cabo el miércoles unas 300 familias del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) en la finca, de unas 300.000 hectáreas, de la empresa cítrica Cutrale -la mayor productora mundial de zumo de naranja- en el Estado de São Paulo fue como un tsunami, según se desprende de las fotografías. Los campesinos arrancaron 12.000 naranjos, que estaban en plena producción, destruyeron 30 tractores, armarios y utensilios varios, según datos de la Policía Civil. Y, además, dejaron las siglas del MST pintadas en las paredes y en los camiones de la empresa. Todo ello para exigir al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que cumpla su promesa de desarrollar una reforma agraria.

La justicia obligó ayer a las 300 familias a retirarse de la finca con la ayuda de 120 policías. "Ha sido un absurdo esa destrucción del patrimonio, un verdadero crimen ambiental", criticó José Serra, gobernador del Estado de São Paulo.

En su editorial de ayer, el diario O Globo afirmaba que "el ataque a la empresa Cutrale, gran exportador nacional de jugo de naranja, importante en la estrategia del comercio exterior del propio Gobierno" merece la creación de una Comisión de Investigación Parlamentaria (CPI). La oposición ya ha comenzado a recoger firmas en el Senado, ya que según O Globo "es un asunto que interesa a todos los que defienden el orden democrático".

El problema es un arma de doble filo para Lula. Por eso, las declaraciones oficiales son cautas. El jefe de Gabinete de Seguridad Institucional, de la Presidencia de la República, el general Jorge Félix, minimizó ayer las acciones de vandalismo de los Sin Tierra el movimiento "no supone una amenaza a la sociedad y tiene sus razones para existir". Según Félix, son el Ministerio Público y la justicia los que tienen que analizar cada acto considerado criminal por parte de los Sin Tierra. Para Lula, sin embargo, cada acción ilegal o criminal de los Sin Tierra, que continúan acusándole de no haber llevado a cabo la reforma agraria prometida por él mismo cuando llegó a la presidencia en 2003, es una verdadera espina. El MST, al que siempre había apoyado desde la oposición, contribuyó enormemente a su elección en las elecciones de finales de 2002. Como recompensa les había prometido una reforma agraria que los otros Gobiernos habían aplazado siempre. El Ejecutivo dio millones de reales al Movimiento, pero la esperada transformación agraria ha seguido aparcada con la excusa de que la reforma que les gustaría a los Sin Tierra no es compatible con los modernos criterios de la agricultura.

El carismático presidente va a necesitar el próximo año de todos los movimientos sociales para conseguir elegir a su candidata para los comicios de 2010, la ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff. El jefe del Gobierno brasileño se ha liberado ya de los tintes izquierdistas que lo perseguían cuando estaba en la oposición de la mano de los Sin Tierra. Las buenas relaciones que mantiene Lula con el mundo empresarial le crean problemas cada vez que el MST entra en una finca productiva y arrasa con todo con el pretexto de que la empresa de cítricos Cutrale probablemente financiaba las campañas políticas de algunos diputados. "Pasar con los tractores por encima de las plantas de naranja es pasar por encima de la corrupción que mantiene esta situación durante tanto tiempo", afirmó ayer el presidente de Brasil. Y el conflicto sigue en pie aunque la sociedad, que en un 80% aprueba la política neoliberal del actual Gobierno, simpatiza cada vez menos con el movimiento izquierdista de campesinos, que había sido el mayor de América Latina.








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