Volábamos
por la desolada ruta esteña a 90 por hora, como a las 6 de la tarde de un otoño
que todavía era verano.
No paraba
de hablarme sobre el sujeto al que acababa de decirle a boca de jarro, luego de
dos horas perdidas en uno de los mil intentos de “negociación” con la tozuda y
caprichosa patronal de Reg SA:
“Discúlpeme,
doctor, pero Ud. es un verdadero rey Midas al revés; ¡todo lo que toca, lo hace
mierda!!!…”.
El
Viejo andaba ya por mis imberbes años de hoy; era un sexagenario pletórico de
energías y ganas de pelear por lo que vale la pena, esas que tuvo toda la vida
contra viento y marea, que deseo fervientemente siga teniendo aún en estos momentos,
y que impidieron que el infarto cerebral de anteanoche, a los 86 años, lo haya
agarrado calentando asientos en las tribunas inocuas de “la colina parlamento”.
Yo era aquella
tarde el circunstancial co-piloto que trataba de hacerle ver en vano que nos
habíamos morfado ya un par de semáforos a bordo de su flamante escarabajo
blanco de tercera mano, que parecía avanzar como estimulado por las imparables
sentencias del Viejo sobre el oscurísimo personaje de marras, que no era otro
que el “Dr.” Federico Fasano Mertens,
(Gran
jeque del “cuarto poder” y de una cadena de empresas y empresitas fantasmales
que eludían de la primera a la última de las obligaciones tributarias y
laborales de este Uruguay que había adoptado como su segunda “patria”, la de
los negocios mediáticos con pátina de progresismo plural y “valiente”, tan
valiente que de entrada, nomás, le había declarado la guerra al Sindicato de Artes
Gráficas por pretender que nada menos que él –ex dirigente del sindicato de los
periodistas aquí- tuviera que aguantar que sus “compañeritos” del plomo y la
trincheta –como nos llamaba en una edulcorada mezcla de cinismo y paternalismo
empresarial- estuvieran organizados en un comité de base dentro del esplendoroso
escenario de la “hazaña plural” de los ´80, el diario “La República”, el tristemente
célebre pasquín del engaño y el antisindicalismo “de centro izquierda”, todavía
hoy jodiendo laburantes a troche y moche, con nuevos y viejos cómplices del atropello
más cobarde y reaccionario jamás conocido al menos en el medio gráfico…).
Decía el Viejo, como en
una repetida y alarmante premonición: “Acordate: este tipo y sus guardaespaldas,
son miserables pioneros de la nueva “socialtraidora”, semejante a la vendida socialdemocracia
alemana que Lenin denunciaba a los cuatro vientos y que terminó ejecutando asquerosamente
a Rosa Luxemburgo y otros revolucionarios a comienzos del siglo XX con la misma
saña e hijoputez exhibidas por los nazis un par de décadas después…”.
No se equivocó, por
cierto.
En el tiempo que
llevábamos de una rara relación política extra “orgánica” nacida apenas
replegada la dictadura (él se había atrevido a ser mi abogado defensor en
virtud de un servicio solidario dispuesto por la APU –Asociación de la Prensa Uruguaya-,
pero nunca lo dejaron entrar a “Libertad”), vivíamos encontrándonos en
situaciones como la descripta y no hubo una sola ocasión en la que El Viejo
Hélios trasluciera alguna duda o titubeo respecto a cómo enfrentar a la
patronal de diarios e imprentas de obra y via pública: era, decía, especialmente
la patronal de diarios, la “crema” de la elíte ideológica del poder burgués, la
“vanguardia” de lo más antipopular de la burguesía dependiente del capitalismo
dependiente, los hacedores más duros de estrategia antiobrera de largo aliento,
los más “creativos” a pesar de ser sometidos a la voluntad imperial.
Cuando nos paró el funcionario
de la Caminera para recriminarnos por no prestarle atención a la roja, El Viejo
me miró de cotelete y me dijo:
“En estas ocasiones hay que aprender de los burgueses.
Si violás alguna ley, no reivindiques la violación. Hacete el distraído y
mostrate buen dispuesto a pagar tu falta…”.
Nunca supimos si no
lo multaron por “asumir la distracción” sin más trámite o porque reconocieron
en él al único parlamentario que había sido capaz de no traicionar la memoria
de Enrique Erro o Germán Araújo, no callándose la boca ni dejándose avasallar
por los burguesitos pitucos de la “nueva democracia” post proceso.
Confieso que en el
fondo de estas líneas –a pesar de mis veleidades de materialista dialéctico-
hay como un espíritu de magia animista, algo bien primitivo y animal, creo, que
me dice que si cuento estas cosas casi intrascendentes, más bien anecdóticas o pintorescas,
que por supuesto no son ni una ligera semblanza de la vida de El Viejo Helios,
capaz que “algo pasa” y el CTI nos devuelve un Hélios Sarthou que aunque
tengamos que andarlo cuidando mucho, todavía pueda sentir que a su modo y con
las armas de la vejez fisurada, sigue su infatigable lucha contra la injusticia,
esa lucha con la que se comprometido en cuerpo y alma siendo un niño, nomás.
Capaz que no. Capaz
que queda como mi vieja Obdulia, con seis años más que él y que en sus ratos de
“lucidez” insiste en preguntarme: “¿Todavía hay que votar a Sarthou, nene?”.
Capaz que únicamente le quedan esos reflejos que permiten ubicar a los tuyos
aunque no los identifiques muy bien.
Capaz, Viejo…
Pero si ni siquiera
nos quedara este capaz, Hélios, la verdad es que tendremos una baja de la putísima
madre que lo parió, una de esas bajas para las que nunca estamos preparados por
más que tengamos claro que es la ley de la vida y todas esas cosas que todos
sabemos.
Sea como sea, hay que
decirlo: estabas en vísperas del infarto, a una semana de él, y todos te vimos
y te sentimos pateando asfalto y chupando frío en la marchita por la libertad
de “El Perro”.
Lo último que te escuché
decir, después de putear porque a un laburante se lo meta preso por reventarle
las gomas a un taxi de mierda manejado por un cornudo o una cornuda de mierda,
lo último que te oí, fue:
“Me voy; hay que darle de comer a Ethel” (tu compañera).
¡Suerte, Hélios!!! Si
ella es justa, volveremos a chamuyar un día de estos.
¡Hasta la victoria,
al menos la pequeña victoria de saberte vivo y sintiéndote en la lucha, como
siempre!!!.
Gabriel
-Saracho- Carbajales, 26 de mayo de 2012.-
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