>>>Luis Becerra Aldama
Luis Becerra Aldama, alias "Leandro", infiltrado en democracia por los servicios dentro de la FOEB, el PIT CNT y el Frente Amplio de Minas. Actualmente presidente del Club de Leones de Minas.
Imagenes gentileza de Facebook
El País PAULA BARQUET23 jul 2017
Esta es la historia de un espía de la
inteligencia militar en democracia. Del infiltrado que llegó más hondo
en los ambientes sindicales y más alto en los círculos políticos del
Frente Amplio. Es el relato de un camuflaje casi perfecto. El hombre
vive, está en su casa, y sabe que la difusión de parte de un viejo
archivo lo ha dejado en evidencia ante quienes fueron sus compañeros
durante 20 años. Su secreto ya no está a salvo.
Los aportes que el "Agente 03-E" realizó a la Dirección
General de Información de Defensa (DGID) bajo el seudónimo "Leandro"
aparecieron entre los 1.444 rollos microfilmados que la exministra de
Defensa Azucena Berrutti encontró en 2006 en un armario del ex-Cgior,
una vieja sede de inteligencia militar. Al principio, el archivo fue
revisado por personas designadas por Berrutti con el único fin de
encontrar pistas sobre los desaparecidos en la dictadura.
En octubre de 2015, la muerte de un antiguo jerarca de
inteligencia militar, Elmar Castiglioni, arrojó nueva información. En su
casa se encontraron unas 60 cajas con documentos que fueron incautados
por la jueza Beatriz Larrieu por la sospecha de que allí podría haber
datos sobre el asesinato de Fernando Miranda, también en dictadura. La
jueza solicitó a Isabel Wschebor, entonces directora de la Secretaría de
Derechos Humanos, y al decano de la Facultad de Humanidades, Álvaro
Rico, que le informaran sobre el contenido. Hasta ahora, Wschebor y Rico
son los únicos que han visto de primera mano el llamado archivo
Castiglioni.
Tiempo después se supo que las principales novedades no
venían por el lado de la causa Miranda, sino por los documentos
fechados luego de 1985. Castiglioni, un hombre recordado por sus
conocidos como "extraño" y "obseso", sobrino de un reconocido agente de
inteligencia policial y en sus últimos años vocero del Foro Libertad y
Concordia, había guardado información en su casa durante 50 años. Entre
sus papeles había documentos elaborados por él pero también muchos
originales de la DGID —luego Dinacie—, que evidenciaban que el sabido
espionaje militar en tiempos de dictadura se había continuado en
democracia.
A fines de 2016, ocho años después del hallazgo en el
ex-Cgior, el periodista Samuel Blixen publicó una serie de artículos en
los que, a partir del acceso a una porción del archivo Berrutti,
describió cómo la DGID reclutaba personas para espiar e infiltrar
sindicatos y partidos políticos, sobre todo de izquierda, a fines de los
80. La acumulación de elementos llevó al diputado frentista Luis Puig a
solicitar al Parlamento la creación de una comisión investigadora, que
finalmente se formó en noviembre pasado y que por estos días empieza a
revelar algunas conclusiones.
Leandro, el señor L.
En uno de los artículos de Blixen, publicado en
octubre de 2016, se difundieron comentarios que "Leandro", el agente
protagonista de esta historia, filtraba sobre las discusiones internas
en la FOEB, el sindicato de la bebida. La lectura atenta de aquellas
palabras le permitió al sindicalista Richard Read identificar al
delator. Fue por varios elementos, cuenta Read, pero sobre todo por un
pasaje en el que relata hechos y participantes de una asamblea. "Fui yo y
se retiró Richard", transcribió Brecha. El único que pudo haber quedado
en su lugar es el señor L —así le llamaremos—, un exempleado de Pilsen
que a mediados de los 80 llegó a ser su suplente en la FOEB.
"¿Cómo pude comerme 15 años a este ortiba de los
botones?", pensó Read en el instante en que cayó en la cuenta. Explotaba
de calentura consigo mismo. Se sintió "violado". Rebobinó su memoria
hasta el 7 de diciembre de 1982, el día en que el sindicato organizó un
acto en dictadura. La noche anterior habían acordado que, si caían,
todos responsabilizarían a Read y a nadie más que a Read. Tal como
preveían, los fueron a reprimir, algunos huyeron y otros no. En la
madrugada, desde un calabozo de la sede de inteligencia policial, Read
escuchó a L. desconociendo el acuerdo previo y "marcando a todos" los
demás durante un interrogatorio.
Aquella vez no le dio importancia. Años más tarde,
el hombre ya integraba la lista de Read como alterno suyo, lo cual le
permitía participar de la Mesa Representativa del Pit-Cnt. Todo esto a
pesar de que, como dirigente sindical, "era un agua tibia", dice Read.
"Hubo gente que desconfió de él, pero yo no. Yo no sospechaba. O era un
muy buen actor, o era un perejil reclutado. Obviamente le fue bien,
porque llegó a niveles muy altos".
Ahora que mira hacia atrás, recuerda que L. operaba
de forma tal que hacía que las distintas corrientes dentro del sindicato
se enfrentaran y discutieran. Incluso un compañero lo llegó a increpar
en público por eso, llamándolo "traidor".
En paralelo a su actividad sindical, L. se afilió al
Partido Socialista (PS). Eduardo Lalo Fernández, dirigente histórico
del partido, no tiene certeza sobre el año en que se afilió, pero sí
recuerda que lo conoció en 1983, cuando se estaban armando varios
sindicatos y él, por su experiencia en AEBU, les daba asesoramiento. El
hombre se le acercó y le dijo que era primo de un sindicalista
socialista, conquistando así su primera impresión.
Al tiempo se hicieron muy cercanos. "Era un
dirigente serio. Nunca desconfié. Era amigo de él, venía a mi casa, yo
iba a la suya", dice Fernández. "Cuando me enteré, me quería morir. Lo
he llamado, pero no tuve respuesta. ¿Qué buscaba? ¡Éramos tan públicos!
Me cuesta entender qué mierda hacía".
El señor L. militó en el PS de Montevideo hasta la
segunda mitad de los 90. Luego se divorció, dejó la Pilsen, se
desapareció del ambiente sindical y se fue a vivir a Minas. Pero allí
siguió su actividad política al punto que llegó a ocupar el puesto más
alto del FA en Lavalleja.
"Él llegó a Minas como referente del Partido
Socialista", recuerda Elena Chaín, dirigente histórica del Frente allí y
ex presa política. "Hacía alarde de sus conocimientos personales en
Montevideo. Era un hombre muy prepotente, de aspecto militar, que quería
ser amable con todo el mundo. Le gustaba figurar. Siempre me dio mala
espina", asegura.
Siendo Chaín la presidenta de la Mesa Política del
Frente Amplio en Lavalleja, el señor L. había alcanzado el lugar de
vicepresidente. Chaín cuenta que a menudo anunciaba que haría cosas que
luego no concretaba, dejándola a ella en una mala posición. "Varias
veces me serruchó el palo", afirma esta mujer que, hoy retirada, no teme
decir que ella les advirtió a sus compañeros que aquel hombre tenía
"algo raro".
En 2007 Chaín renunció a la Mesa y en su lugar quedó
el señor L. Javier Umpiérrez, hoy diputado del MPP por Lavalleja,
recuerda que durante el año que estuvo en ese rol intentó imprimirle un
rasgo ejecutivo a un cargo esencialmente directivo, y por eso tuvo
dificultades. Dice que una vez, en una discusión "acalorada", le dio un
ataque al corazón y debieron llamar a la emergencia. Umpiérrez, que fue
su sucesor en ese órgano de conducción, nunca desconfió de L. "No era un
nadie: venía de un partido histórico", razona.
Para las elecciones de 2009, L. militó para el FA
pero nadie recuerda en qué sector. Después de eso dejaron de verlo y
años después supieron que se había unido al Club de Leones de Minas, del
cual llegó a ser presidente. En esa organización, según cuenta uno de
los miembros, L. ha mostrado "una fuerza bárbara" y realiza "una gestión
excepcional".
De acuerdo a una resolución del Ministerio de
Defensa firmada en 2008 por el ministro José Bayardi, el señor L. fue
jubilado el 1° de abril de 2005 (siendo ministra Berrutti) tras 41 años
de servicio. El acta especifica que realizó ocho años de "servicios
militares simples" y 33 años de "servicios civiles", aunque no aclara
dónde. Pudo haber sido en una entidad de Defensa —como, por ejemplo,
Inteligencia— o en comisión en otra función pública, pero con certeza
fue en el Estado.
A sus compañeros de la bebida les había contado que
siendo más joven había sido soldado, que había robado en un cuartel y
que lo habían echado. A los socialistas, en tanto, les decía que había
estado en el Ejército como administrativo y que había caído preso por
colaborar con algún grupo sedicioso. La contraposición de versiones
sobre su pasado militar surgió meses atrás, cuando Read y Fernández
comenzaron a repasar lo que sabían de este hombre al que habían conocido
tanto y tan poco a la vez.
El País intentó acercarse al señor L. por varias vías, pero no fue posible. Luego de leer los mensajes, apagó el celular.
"Lobos solitarios".
Aunque la comisión investigadora no tuvo acceso al
archivo Castiglioni —está en poder de la Justicia y bajo reserva—, y del
extenso archivo Berrutti, de tres millones de copias, ha leído solo
partes, los legisladores ya tienen claro que hay evidencia suficiente de
que inteligencia militar operó de forma irregular en democracia.
El diputado por el Partido Comunista Gerardo Núñez,
presidente de la comisión, dijo a El Observador que a su juicio "hay
muchos elementos violatorios de la Constitución y de las leyes, lo que
ya es mérito por sí solo para un pasaje a la Justicia". Después, en
radio Carve, aseguró: "Esto no es obra de cinco trasnochados. Estamos
hablando de una práctica institucional muy importante".
Lo que han visto los legisladores confirma las
versiones de Brecha de infiltraciones, seguimientos y allanamientos
ilegales desde 1985 hasta 2001 aproximadamente. Además, según le dijo
Núñez a El Observador, uno de los documentos evidencia el pago por parte
de la CIA a 30 informantes entre fines de los 80 y principios de los
90. En general, se trataba de militares que trabajaban en la Policía
para cruzar información, agregó el diputado.
Por la comisión han pasado Wschebor y Rico —que
contaron lo que vieron del archivo Castiglioni—, Blixen, y una decena de
ministros de Defensa e Interior de los últimos 30 años. Según contó a
El País Iván Posada, diputado por el Partido Independiente y miembro de
la comisión, todos los exjerarcas manifestaron no haber tenido
conocimiento de esas operaciones de inteligencia. "Eso significa que
habría una actividad irregular, claramente contraria a lo que establece
la Constitución —que prohíbe las pesquisas secretas—, sin conocimiento
del mando superior (político). Quienes no podrían decir que lo
desconocían, en principio, son los superiores de rango militar", dijo
Posada. Por eso, en los próximos meses la comisión citará primero a los
que dirigieron inteligencia militar y después a los comandantes en jefe
de las distintas Fuerzas Armadas.
El ministro actual de Defensa, Jorge Menéndez,
adelantó parte de la tarea cuando, a fines de 2016, pidió a los tres
comandantes en jefe que le señalaran por escrito si había existido
espionaje militar en democracia. Los tres respondieron que no. "Hemos
solicitado información que nos ha sido contestada bajo firma, con la
responsabilidad que eso conlleva", advirtió Menéndez, según
recogió La Diaria en diciembre. Apoyado en la palabra de los tres
mandamás militares, Menéndez ha asegurado que hoy no existe espionaje de
inteligencia militar y que, de haber existido, terminó hace mucho
tiempo.
Algo similar sostiene el colorado Yamandú Fau, quien
fuera ministro de Defensa entre 2002 y 2005. "Antes de la dictadura era
común, pero ¿cuántos años hace que no aparecen denuncias de espionaje
en la prensa o el Parlamento?", plantea.
Cuando fue a dar su testimonio a la comisión
investigadora, dos meses atrás, Fau les dijo a los legisladores que para
opinar con autoridad necesitaba ver los documentos. Luego de discutirlo
entre ellos, aceptaron y le entregaron en un pendrive lo
correspondiente a su período y un poco más. "Lo curioso fue que no
encontré absolutamente nada. El 90% eran resoluciones de la Justicia
Militar —deserciones de soldados, faltas sin aviso, casos de violencia
doméstica— y el otro 10% es información abierta —recortes de diarios,
principalmente. No aparece ni una hoja que me llame la atención", contó
Fau a El País. Todavía no terminó de leer porque le produce mucho
"tedio", según confesó.
"Mi conclusión es que puede ser que en los primeros
años de la democracia todavía no se hubieran adaptado al nuevo régimen y
que hubieran seguido con tareas de este tipo. Pero ya en el 90 y pico
eso empieza a desaparecer, y Dinacie va perdiendo jerarquía. Era una
oficina que, en épocas mías, prácticamente no funcionaba".
Semanas atrás, en una entrevista con Gerardo
Tagliaferro en Montevideo Portal, el excomandante de la Fuerza Aérea,
exjefe del Estado Mayor de la Defensa y excoordinador de los Servicios
de Inteligencia del Estado, José Bonilla, rechazó que el espionaje haya
sido una práctica "normal" de la inteligencia militar en democracia.
"No, mire, los hobbies son los hobbies (...) Siempre le voy a hablar con
el corazón y con la verdad: hay gente en Inteligencia que a pesar de
que se retire sigue alimentando su hobby porque es parte de su vida. Son
lobos solitarios".
Desde el décimo piso de la Torre Ejecutiva, el
actual coordinador de Inteligencia, Washington Martínez, apoya el punto
de vista de su antecesor: "(El espionaje) puede haber sido, si se
revela, a nivel personal o a nivel de un pequeño grupo de gente. El
Estado mandatado por el Estado... yo no creo que haya existido".
Meses atrás, Martínez impulsó que se reflotara un
viejo proyecto de ley que fue consensuado por una comisión bicameral y
que crea un Sistema Nacional de Inteligencia de Estado. Según el
jerarca, la norma —que todavía no se ha empezado a discutir en el
Parlamento— le da a la oficina que él dirige autonomía financiera y, a
la vez, la somete al control parlamentario. Para él, la aprobación de
esa ley es clave para seguir trabajando en la coordinación de los
organismos que hacen inteligencia y profundizar la "inteligencia
estratégica, que es la que se debe hacer".
Límites difusos en Inteligencia policial.
¿La Policía puede infiltrar gente en organizaciones
sociales? La respuesta a esa pregunta depende de cómo se justifique. En
marzo de este año, El Observador informó que cuatro policías se habían
camuflado durante dos años en Plenaria, Memoria y Justicia, luego que se
detectara en ella un giro hacia el islamismo. Uno de los agentes
infiltrados salió en radio Sarandí, con lo cual se lo pudo identificar.
Una fuente del ministerio contó que entonces se le tomó declaración por
eventuales irregularidades administrativas, pero el hombre "negó todo" y
se desvinculó de ese proceder. Hace poco, los sindicatos de la
enseñanza denunciaron que un policía se había infiltrado en una marcha
de liceales y los había filmado. Desde Interior se dijo que no sabía
quién había dado la orden y se pidió una investigación de urgencia. La
fuente ministerial explicó que los "límites legales" están plasmados en
la ley de procedimiento policial, pero allí no hay nada específico sobre
la potestad de espiar. A su vez, Inteligencia tiene su propio decreto
reglamentario. La Policía es la única habilitada a realizar escuchas,
pero requiere de orden judicial previa.
Los archivos, las garantías y un reclamo que siempre vuelve.
Isabel Wschebor ya no dirige la Secretaría de
Derechos Humanos pero igual insiste con la necesidad de que todos los
archivos militares y policiales "estén bajo dominio civil". En el
informe que elaboró para la Justicia sobre el archivo Castiglioni, la
historiadora escribió: "El Estado ha tenido la tendencia a privatizar o
seleccionar a los actores que tienen la competencia de investigar sobre
este período, generando procesos de desclasificación parcial o
selectivos de la documentación, lo que constituye una política de poca
transparencia en relación al tema". Ella y Álvaro Rico son los únicos
que accedieron al archivo acumulado por Elmar Castiglioni y, según
reconoció Wschebor, apenas se consiguió una "mirada global". Los
documentos están en poder de la Justicia y bajo secreto de sumario.
Hasta ahora, solo se han revisado en el marco de la causa que investiga
la muerte de Fernando Miranda.
CÓMO, A QUIÉNES Y POR QUÉ DEL ESPIONAJE.
El comienzo.
De acuerdo a la información difundida por el
semanario Brecha —que accedió a parte del denominado archivo Berrutti—,
en la dictadura había en las Fuerzas Armadas una sección llamada
Reclutamiento e Infiltración, que funcionaba con el Departamento III -
Planes, Operaciones y Enlace. Desde allí, a partir de 1986 se armó una
red de espías.
Reclutamiento.
De los documentos que transcribió Brecha se
desprende el modus operandi habitual de reclutamiento. En ocasiones, el
nombre del espía surgía de la sugerencia de otro infiltrado, que primero
describía sus características personales y sus posibilidades de acceder
a información. Luego, se le ofrecía "colaborar con la agencia". Los
evaluadores detallaban las "motivaciones personales" de la persona
(económicas, sexuales, ideológicas, así como vicios o rasgos
emocionales) que permitirán eventualmente presionarlos. Los agentes
tenían un número y un nombre, y respondían a las órdenes de un
"manipulador".
A los blancos.
En 1987 el Departamento III despliega un plan de
espionaje en torno a Wilson Ferreira Aldunate. Los infiltrados en el
Partido Nacional detallan sus opiniones sobre la ley de caducidad y el
MLN-Tupamaros, entre otras cosas.
Objetivo ampliado.
A partir de 1988 el espionaje pasa a centrarse en
sectores políticos de izquierda —el MLN, el PVP, el Partido Comunista,
el Partido Socialista— y en el Pit-Cnt. A mediados de 1989 el
Departamento III tenía el ojo puesto, sobre todo, en los sindicatos de
bancarios, transporte, Ancap, UTE, Antel, bebida, metalúrgicos y
portuarios. Algunos documentos evidencian la existencia de infiltrados
también en diarios y semanarios, independientes y partidarios. Los
manipuladores solicitaban los planos de las redacciones y pedían
"estrechar vínculos" con determinados periodistas.
Como funcionarios.
Brecha menciona que en los documentos se hacen
varias referencias a la obtención de carnés de organismos oficiales como
UTE, Antel, OSE, Intendencia de Montevideo o Corte Electoral. Con esos
carnés, los agentes se hacían pasar por funcionarios públicos para
acceder a domicilios o locales y realizar una detallada inspección. "El
perfil ideológico de esta familia es marxista-leninista, dicen los
archivos", contó el diputado Gerardo Núñez a El Observador. Esas visitas
también les permitían ubicar los bornes telefónicos para realizar
interferencias clandestinas.
Otras tácticas.
Entre los reclutados había desde porteros de
edificios próximos a los lugares clave, hasta funcionarios en Antel que
colaboraban haciendo la "guía invertida" , obteniendo el nombre de un
abonado por su número de teléfono. En la intendencia conseguían los
propietarios de ciertos vehículos (por sus matrículas) y se hacían
también de los planos de las casas a las que querían entrar.
Otros espiados.
El espionaje continuó en los 90 y 2000 y se posó
sobre presidentes, expresidentes, legisladores, jueces y fiscales.
Durante la crisis de 2002 se vigiló a Jorge Batlle y su prosecretario,
Leonardo Costa. También fueron víctimas Julio María Sanguinetti, Tabaré
Vázquez, Rodolfo Nin Novoa, Azucena Berrutti, Macarena Gelman, Mirtha
Guianze, entre otros.
Para qué.
La información difundida por Brecha abarca lo
aportado por espías e infiltrados manipulados por la inteligencia
militar, pero no revela qué se hacía con los datos o qué operativos
motivaban.
>>>Ver además
http://brecha.com.uy/el-espia-companero/
Samuel Blixen
Brecha El Departamento III (Operaciones) de la Dirección General de Información de Defensa –la inteligencia militar– estaba decidido a “plantar” un espía dentro del puerto de Montevideo y en especial entre los “ultras” (léase Mln) del sindicato portuario. A mediados de 1989 la “agencia” concentraba en la vieja casona de la calle Monte Caseros una abundante y diversificada información del ámbito sindical pero, más allá del infiltrado en el Secretariado Ejecutivo del Pit-Cnt, pretendía una “línea directa” con los sindicatos más activos, aquellos con capacidad de incidir en la vida política y económica del país: bancarios, transporte, Ancap, Ute, Antel, bebida, metalúrgicos y, por supuesto, portuarios, donde los primeros pujos privatizadores habían desencadenado conflictos y movilizaciones.
El documento titulado “Planificación de objetivos” ordenaba “reclutar una persona, la cual tenga acceso a información sobre las actividades izquierdistas dentro y fuera del puerto de Montevideo”. Además de revelar el nombre del candidato, el texto alecciona sobre las formas de reclutamiento y las evaluaciones.
M C G, un funcionario de la Administración Nacional de Puertos que trabajaba en el remolcador Artigas, fue recomendado por otro infiltrado, el “agente Jaime”, viejo conocido de M. Una primera fase, de obtención de datos, confirma que es casado, tiene una hija de 17 años, “tiene acceso a las actividades de los sectores izquierdistas dentro del puerto de Montevideo y fuera de éste”. Una segunda fase revela que en los años 68-69 “trabajó como informante para la embajada americana por intermedio de míster Rubinstein. El citado informaba sobre el Mln-T”. M era amigo del coronel Nelson Costanzo, quien logró reponerlo en la Anp después de que el coronel Ramírez lo despidió por un reclamo laboral (un coronel Ramírez presidía la Anp a finales de los setenta).
Una tercera fase, de captación, comenzó después de tomar contacto “con la mencionada persona, la cual se ofrece a colaborar con la agencia”. El documento evalúa que la “mencionada persona, debido a sus ansias por colaborar, es de fácil manipulación. Mentalmente es una persona a la cual las exigencias de esta Agencia no la afectan en absoluto”.
Mientras se dispone “realizarle una rutina aproximadamente de 15 días, a los efectos de analizar sus actividades particulares (fotografías –de la persona, de la familia, de su casa, de su vehículo–)”, los evaluadores detallan las “Motivaciones de la persona”.
“1) Económicas. Económicamente se encuentra muy bien. Tiene casa propia – vehículo propio.
2) Discriminación social. Ninguna.
3) Ideológicas. Hasta donde esta Agencia pudo investigar, (la) mencionada persona es de ideas democráticas.
4) Emocionales. Debido al problema con el coronel Ramírez, quiere de algún modo aclarar con las Fuerzas Armadas, para que no lo tilden de izquierdista.
5) Seguridad. A su familia. Tiene temor de que el Pcu o el Mln tenga información de que en algún momento fue informante de la embajada de Estados Unidos y del coronel (r) Nelson Costanzo.
6) Aventurismo. Tiene el afán de ser el súper-agente de información.
7) Sexuales. Hasta el momento se desconoce.
8) Vicios. Hasta el momento se desconoce.”
Después de la primera entrevista (en realidad la segunda, porque cuando concurría a la sede de la Dgid vio “izquierdistas en la zona”) se decidió concretar el reclutamiento. “Es importante la información que nos pueda suministrar ya que el servicio en estos momentos no tiene canales de información en el sector sindical del puerto, a su vez podrá informar sobre actividades de la ultraizquierda ya que la finalidad de su reclutamiento es militar gremialmente en el Mln del Suanp.”
La motivación de la seguridad para su familia pareció ser la determinante, porque, como explicó en la primera entrevista grabada por su manipulador, una vez que concurrió a la casa de la avenida bulevar Artigas del coronel Costanzo (informante también de la embajada estadounidense, aunque no lo aclara explícitamente), a propósito de unas operaciones de contrabando de armas a través del Yatch Club, el hijo, que después supo que era tupamaro, había escuchado la conversación. M logró insertarse en círculos sindicales y llegó a informar sobre la desaparición, en la Anp, de documentación referida a importaciones, afirmando que “hay políticos entreverados con contrabando”.
Desde el cerebro sindical. El interés de la inteligencia militar por la actividad sindical era tan intenso como por la actividad de los partidos políticos, aunque en determinados círculos se entremezclaba, cuando el espionaje se ocupaba del Partido Comunista, del Partido Socialista, del Pvp o del Mln.
“Leandro”, agente 03-E, era un dirigente de Coca Cola que participaba en la dirección de la Foeb, primero como secretario de actas y después como secretario de relaciones (internas de la federación, nacionales con otros gremios y con la central obrera). En calidad de tal concurría como delegado alterno al Secretariado Ejecutivo y a la Mesa Representativa de la central; también participaba de instancias de discusión sindical en el Partido Socialista.
Las transcripciones de los contactos entre el agente 03-E y el manipulador “Diego”, se centraban principalmente en las conversaciones que “Leandro” mantenía en el sindicato con Antonio Adourian y con Richard Read; y en el Pit-Cnt con Lalo Fernández y Carlitos Pereyra, principalmente. El supervisor del manipulador “Diego”, quien solía poner indicaciones a mano en los informes, recomendaba al agente “Leandro” estrechar la relación con Read y obtener información sobre el Mpp. Read había obtenido la mayoría de votos en la interna del Mpp: también reclamaba más detalles sobre el dinero que presuntamente recibió el Pit-Cnt de organizaciones suecas e italianas para financiar la campaña por el voto verde, de lo que el agente había informado tras una conversación con Adourian.
De su participación en las instancias de dirección de la central, “Leandro” recogió información sobre el conflicto aceitero, que el Pit resolvió no respaldar; o la opinión de la Mesa Representativa sobre el conflicto en la estiba de Fray Bentos, y sobre las elecciones en Aebu y Ancap.
La “agencia” estaba particularmente interesada en conocer de antemano la actitud del Pit-Cnt para el caso de que el 16 de abril triunfara el voto amarillo en el referéndum por la ley de caducidad. “Leandro” informaba que no había nada previsto (“hablé con Lalo y Carlitos y no oí nada”) porque la opinión mayoritaria en la Mesa era que triunfaba el voto verde. Sin embargo, Richard Read se opuso a una pegatina de último momento porque la información que circulaba era que el voto amarillo iba a empapelar Montevideo con 40 mil afiches con pegatineros contratados: “Puede pasar cualquier cosa”, advirtió.
La discusión interna en la Foeb sobre la distribución de atribuciones entre los dirigentes, y en particular la representación en el Pit-Cnt, provocó la renuncia de Read a la secretaría general. Pero una posterior negociación favoreció a “Leonel” y con ello a la “agencia”: “La gente entendió que era un trabajo de equipo –dijo “Leonel” a su manipulador– y que se podía rotar, así que Adounian sigue como presidente y Richard como secretario y son los que se rotan en el Pit; y después algunos otros que hemos estado actuando, el caso mío, el caso de Burgos, de Coca Cola, que son los que más o menos pensamos que podemos seguir actuando. Por ejemplo, anoche fue Richard y Burgos, fui yo y se retiró Richard, quedamos Burgos y yo en la Mesa”. La infiltración de la central sindical, que había tenido un precedente con el agente 45, en 1987, quedaba asegurada hasta el siguiente congreso del Pit.
La lista de informes sindicales es extensa en el conjunto de documentos en poder de Brecha. Así, el agente 37 informaba periódicamente desde enero de 1987 sobre la interna de la Untmra; el agente 03-G proporcionaba solícitamente nombres y direcciones de abonados telefónicos a partir del número telefónico que se le proporcionaba, al punto que la “agencia” preguntó sobre las posibilidades de obtener una “guía invertida”. “La fuente informa que el tel 534508 pertenece a Manuelita Melgar, Estrázulas 1374/ 904 (…). La fuente informa: la dirección del tel 987887 corresponde a 18 de Julio 1333, apartamento 306”. En agosto de 1988 el agente 111 adelantaba los nombres de las nuevas designaciones en las jerarquías de Ancap; el agente 45-G informaba sobre las elecciones en el sindicato de Ancap; en Aebu, el agente 71-G informaba sobre actividades sindicales en el Brou; y al cabo del Ejército Daniel Imbriani (que pasó a ser agente 72 G, que trabajaba en la imprenta militar y era delegado de Aebu en la parte de atletismo, manteniendo contactos con Ricardo Piñeyrúa, jefe del departamento deportivo del sindicato, y Juan Telechea, jefe del departamento docente), “se le recomienda tener posiciones de centroizquierda, estar en contra del gobierno y no esconder que trabaja en la imprenta”.
El agente 33 elaboraba prolijos informes sobre las tendencias político-ideológicas de los dirigentes y delegados en Aute; y el agente 61-G tenía en el dirigente Jorge Silvano una fuente privilegiada de datos sobre la interna de la Unión de Trabajadores de Cutcsa (Utc): “En julio (del 89) Silvano le comentó a la fuente que Pepe d´Elía y el presidente Sanguinetti habían llegado a un acuerdo sobre la acción sindical para el resto del año, pero que Sanguinetti rompió el acuerdo al no cumplir con cosas importantes”. Con caligrafía apresurada, el supervisor estampaba a mano, infructuosamente: “¿Qué cosas importantes?”
0 comentarios:
Publicar un comentario
No ponga reclame, será borrado