Enviado por Esejorge
Quien no oye a sus muertos? Quién no habla con ellos? ¿Quien les teme?
Las dictaduras pretendieron que los muertos desaparecidos eran “infames”, que no merecían ni fama ni gloria, ni recuerdo ni sepultura. Pretendieron así asegurar a los asesinos una impunidad que ofende a la más elemental de las éticas. Los trataron como muertos enemigos y odiados. Se ensañaron en el ultraje del cadáver : lo despedazaron, lo dispersaron, lo arrojaron al mar.
Pretendieron desaparecerlo, asesinar y borrar todas las trazas del asesinato. Negaron a los familiares y a los compañeros honrarlos con el adiós de las despedidas. Deshicieron en pocos años el camino que la humanidad demoró milenios en recorrer, construyendo cultura, leyes, tumbas, templos, ciudades.
Es contra esa operación política del mal olvido, del cobarde olvido, que pretende provocar una amnesia colectiva, una afasia de la comunidad, contra la que es necesario combatir.
Oponemos así a la impunidad lo imprescriptible. Vladimir Jankélévitch había intitulado “Lo imprescriptible”, un artículo de 1956 en el que denunciaba la prescripción de delitos cometidos por los nazis contra los judíos, los resistentes y todos los deportados a los campos de la muerte.
Rechazaba la noción de extinción de las penas y de la responsabilidad penal por el simple pasaje del tiempo. “El tiempo, decía, que desgasta todas las cosas, el tiempo que trabaja en la uso de la tristeza como trabaja en la erosión de las montañas, el tiempo que favorece el perdón y el olvido, el tiempo que consuela, el tiempo que liquida y cicatriza no atenúa en nada la colosal hecatombe : al contrario, no cesa de reavivar el horror”.
El horror de robo de niños, del asesinato de sus madres, el robo y el ultraje de cadáveres, la tortura de los cuerpos hasta la muerte, no pueden ser prescriptos y permanecer impunes.
La impunidad del horror de esos crímenes contradice la esencia misma de la norma moral. El “no matarás” es quizá el fundamento de la Ley.
Walter Benjamin se suicidó en Port - Bou, cuando a penas había atravesado la frontera franco española. Llevaba en su maleta (ironía del destino) su último manuscrito : El libro de los pasajes . Huía de la policía nazi y prefirió morir antes de caer en sus manos. Había escrito : “Si los enemigos de los muertos son victoriosos, entonces los muertos mismos no estarán al abrigo de los vencedores que prosiguen obteniendo victorias”. La impunidad es una horrible e incesante victoria de los enemigos de nuestros muertos contra los vivos y contra los muertos mismos.
Es una vía abierta a la regresión social, es un llamado al salvajismo primitivo del “matarás”, del torturarás” irresponsables. Cuestiona en lo más íntimo de cada uno de nosotros, nuestra relación con la ley y con la muerte. Escuchemos y hablemos, con la poesía y la justicia, a nuestros muertos.
Los enemigos de nuestros muertos están retrocediendo, y falta muy poco para que los amigos de los desaparecidos y los enemigos de los asesinos impunes sean los vencedores y obtengan las victorias, múltiples y necesarias, de la memoria y de la justicia .
Edmundo Gómez Mango
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martes, 6 de abril de 2010
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