viernes, 6 de agosto de 2010

Uribe investigará ataque de Israel

ONU pone al zorro a cuidar el gallinero

Álvaro Uribe integra la comisión ONU que investiga el ataque al barco humanitario turco


Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)


Hay una clase de pragmatismo que a menudo oscila entre el absurdo inexplicable y los gérmenes de la tragedia. Cuando esta ocurre, por lo general el impacto es tal, que la narración más cercana a lo que sucedió se enturbia. O son muy pocos los que quedan con la energía y la mente sana, o simplemente la interpretación coherente no encuentra su curso porque la tendencia del ser humano es hacia un tipo de explicación uniforme que satisfaga y proteja rápidamente.

Es el caso del inexplicable nombramiento del presidente colombiano Álvaro Uribe para integrar el panel que investigará el ataque israelí del 31 de mayo a la flotilla turca que portaba ayuda humanitaria al Estado Palestino. De esta forma el secretario general de la ONU, el surcoreano Ban ki-moon, ha llevado a cabo quizás su acción más osada, entregando una señal política que se está reclutando al personal de elite de la nueva guerra fría.

El nombramiento de Uribe, pronto a dejar la presidencia de Colombia incorpora al político colombiano a ese grupo selecto del poder internacional que practica el realismo más duro, y que se revigorizó desde la elección del team Bush-Cheney en EEUU en 2000. Conocemos los resultados de esa forma de pensar, y en gran medida, a pesar de sus discursos de paz y concordia, el presidente Barack Obama encuentra enormes dificultades para desprenderse de la fuerte corriente neoconservadora y “supremacista” que predomina en los que manufacturan la política exterior en EEUU.

El secretario general del máximo organismo multilateral, obviamente tenía otras opciones antes que Álvaro Uribe, considerando los antecedentes de este último, que no precisamente lo califican para llevar adelante una misión compleja que no es sólo investigativa, sino que contiene también funciones de mediación en una zona que es un polvorín. Desde esta perspectiva, la nominación de Uribe se ve como un despropósito, que sólo puede encontrar explicación en una presión israelí y estadounidense por los lazos estrechos con el político colombiano.

Álvaro Uribe exhibe un dossier de gestiones políticas y militares con un alto nivel de distorsión por decirlo en forma suave. Tomemos por ejemplo la liberación negociada con participación de la Cruz Roja y el gobierno francés de Ingrid Betancourt, que fue adjudicada como un rescate, siendo que no lo fue. Está su trayectoria de formar y promover virtualmente un ejército paralelo de fuerzas paramilitares que han sido denunciadas como agentes de violaciones a los Derechos Humanos por importantes ONGs independientes en Canadá y EEUU. Álvaro Uribe al parecer, presenta vínculos con el narcotráfico y las violaciones a los Derechos Humanos denunciados en Business Week y Washington Post en 2007, durante el peor período de la presidencia de George W. Bush. (6 y 28 de mayo, 2007). Posteriormente, Uribe inició un proceso de “blanqueo” de imagen. Recordemos el asesinato del periodista colombiano Clodomiro Castilla, por mano de sicarios el 19 de marzo de este año, que investigaba los vínculos de políticos (supuestamente ligados a Uribe) con el narcotráfico.

Con toda certeza, no era una elección adecuada la de Álvaro Uribe para formar este panel investigativo y tendrán que haber razones políticas de peso para que Ban ki-moon haya dado su beneplácito, y como dicho, habían otras opciones.

Recordemos que aplicando una alta dosis de realismo duro, los países del sistema de la ONU eligieron a Ban ki-moon para dirigir el organismo, siendo que como diplomático de su país participó activamente en promover la invasión a Irak en 2003 en contra de la resolución mayoritaria del Consejo de Seguridad de no invadir Irak, provocando la mayor crisis del organismo en los últimos 40 años.

El perfil de Ban Ki Moon se ha divulgado como el de un gestor y un político pragmático. Detrás de esa fachada, existe un político con credenciales provenientes de un país -Corea del Sur- que ha vivido en permanente confrontación, y con un problema latente de guerra fría por más de 50 años. Sus primeras declaraciones respecto a Irán y su régimen, fueron las señales de un político que no se desmarca de ese contexto de confrontación. No descartaba una intervención, contradiciendo una doctrina básica de la ONU que consiste en no promover derrocamiento de regímenes o gobiernos. Con este renombrado diplomático surcoreano a la cabeza del organismo, sin restarle sus méritos personales, se presenta una situación insólita y un osado pragmatismo.
El caso de Ban Ki Moon, hace recordar la situación creada en torno a otro Secretario General del organismo, el austriaco Kurt Waldheim (1971-1982). Waldheim, cuando es elegido Presidente de Austria en 1986, fue acusado de haber sido un criminal del régimen nazi. Aunque una comisión internacional de historiadores no encontró evidencias de que Waldheim personalmente hubiera cometido algún crimen, la comisión hizo posible comprobar un alto grado de amnesia en el político austriaco que dirigió a la ONU por diez años. Por estas controvertidas evidencias, los Estados Unidos incluyó al ex secretario general de la ONU en su lista de personajes indeseados y el caso causó una de las mayores crisis en la política austriaca desde 1945.

Se están comprobando dos hechos. Que el haber participado en la decisión de invadir Irak en contra de los designios de Naciones Unidas, no le impide a un diplomático ser elegido para dirigir el organismo en su instancia máxima. En segundo lugar, está demostrando que la evaluación sobre la decisión política de invadir Irak aún está pendiente en el organismo, que es lo más grave.

Bajo este contexto, la elección de Álvaro Uribe, que se instala como Vice-Presidente de la comisión que investiga el ataque israelí del 31 de mayo al barco turco, es consistente con un tipo de pragmatismo inexplicable, y que deriva en los gérmenes de la tragedia. Es una señal de que se está viviendo (en política internacional) bajo sistemas muy precarios, mucho más precarios que los que ofrecía el mundo bipolar que dominaba la Ex Unión Soviética y Estados Unidos. Es una demostración del fracaso del sistema capitalista a nivel internacional y de la alianza occidental: el polo vencedor de la guerra fría anterior, con todo el poder a su disposición no ha sabido qué hacer con él.

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