lunes, 31 de octubre de 2016

A propósito del juicio en Roma

*Dardo Artigas sosteniendo la pancarta de su hermana desaparecida Asunción Artigas, en la Marcha del Silencio de 2015. Foto Santiago Mazzarovich.

Sebastián Artigas

Lunes 31 de octubre
(...) muchos de nuestros camaradas y amigos
se han visto obligados a terminar su existencia
en la cárcel o en el exilio; sin embargo, en
última instancia, esto servirá para enriquecer
la historia revolucionaria: nuevas generaciones
aprenderán la lección.

Fragmento de una carta del
revolucionario Kote Tsintsadze en 1928,
citado por León Trotsky en
"Ante la tumba recién cavada de Kote Tsintsadze"
The Militant, 15 de febrero de 1931


Una mañana de otoño en una estación de tren italiana, un inmigrante uruguayo emprende viaje hacia la ciudad de Roma, camino por segunda vez al juicio por el Plan Cóndor para asistir a los alegatos finales de los abogados, donde se reveló información importante en el tema de DDHH y la historia del Uruguay.
Mientras en nuestro país, la información sobre el juicio pasó casi desapercibida, levantada por casi ningún medio, salvo honrosas excepciones, en épocas donde el término “cerco mediático” está de moda, este es un buen ejemplo de ello, seguramente porque hay muchos intereses en juego y muchos interesados de que de esto no se hable, incluso de sectores y personas que usted menos se podría imaginar en primera instancia.
Escribir este artículo para mí, es un pequeño acto de justicia, para todos aquellos compañeros que perdimos en los años setentas y para todos aquellos que han seguido luchando por mantener entre nosotros su memoria y peleado por que se haga justicia a lo largo de las décadas.
El momento de la memoria y la justicia

Ese inmigrante uruguayo que se tomó solitariamente ese tren rumbo a Roma, en el medio del silencio de su país de origen, es mi padre Dardo Artigas, son esas manos que aparecen en la foto de este artículo sosteniendo la pancarta con la foto de su hermana desaparecida Asunción Artigas, en la marcha del silencio de 2015 que coincidió con la última visita que hizo al Uruguay para reencontrarse con su familia. Me sorprendió en aquel mayo de 2015 cuando me dijo que iba a asistir a la marcha, ya que desde hace tiempo, por las vueltas de la vida, se había alejado de una participación activa. Pero esa acción fue un anuncio de lo que se venía, por esa época me contó de su involucramiento en el juicio en Roma, y que concretó en su primer viaje donde realizó su testimonio , hace ya casi un año, como testigo.
Por las vueltas del destino, un laburante de toda la vida uruguayo, que se tuvo que exiliar del país al quedar desocupado luego de la crisis del 2002, pudo reconectar en el país que lo recibió: Italia, con una historia que en sus palabras: “luego de esperar más de 30 años pude ver que comenzó a pasar lo que tuvo que haber pasado en Uruguay”. De una familia obrera del barrio La Teja, cuyo padre y mi abuelo Óscar Artigas era un obrero anarquista de la ANCAP, y su madre y mi abuela Blanca Nilo una luchadora de toda la vida que en la última parte de ella luchó con todas sus fuerzas para saber qué pasó con su hija Asunción, su yerno Alfredo Moyano y su nieta que la pudo recuperar, Victoria Moyano Artigas mi prima nacida en el Pozo de Banfield que en su momento también testimonió en el juicio.
Paréntesis aparte, lamentablemente mi abuela, militante histórica de DDHH que en su momento viajó a Europa y dijo sus verdades ante una conferencia de la ONU siendo una humilde mujer de familia obrera que no había terminado la escuela, murió sin poder recuperar los huesos de su hija y su yerno.
En su momento, siendo un adolescente, mi padre también se tuvo que exiliar del Uruguay de la dictadura a fines de los años setenta, junto con su hermana y su cuñado, con los que compartió un período de la vida que todavía recuerda vivamente y que se terminó cuando se tuvieron que separar por cuestiones de seguridad, y él volver al Uruguay, poco antes que su hermana Asunción y su cuñado Freddy desaparecieran.

*Mi abuela Blanca Nilo, madre de Asunción Artigas


Desde esos orígenes, un día Dardo Artigas continuó con un camino que en mi familia hemos aprendido a conocer muy bien, el camino de la memoria y la justicia. Y en realidad él no iba solo, como me comunicó en el momento que emprendía el viaje, él iba acompañado por su hermana Asunción, su querido cuñado que era como un hermano Freddy y su madre Blanca, como me dijo él: “ellos siguen estando con nosotros y de nosotros depende que así siga siendo”.
La chacra del FUSNAMi viejo me dijo en los últimos días que “conocemos que existe la chacra pero no podemos entrar”, porque el Uruguay es el reino de la impunidad y los pactos que la garantizan, en ello hay diversos intereses de sectores de poder económicos y políticos del más diverso espectro. Hay una pelea por la verdad histórica y hasta ahora ha prevalecido la verdad de algunos, los cuales son los principales interesados que no se conozcan muchas cosas.
El juicio ha demostrado cómo las diversas ramas de las fuerzas represivas han tenido su parte y en este caso la Armada a través del FUSNA en la represión a los Grupos de Acción Unificadora (GAU) a fines de los setentas, que tiene a Jorge Tróccoli como responsable de la misma y que actualmente en Italia recae sobre él la posibilidad de la cadena perpetua por sus crímenes de lesa humanidad.
Se ha demostrado la barbarie y la sistematicidad de la represión en los setentas en el marco del Plan Cóndor y puesto a la luz la importancia de la investigación sobre determinados lugares como centros clandestinos de tortura y lugares que hayan sido el destino final de los militantes detenidos en Buenos Aires durante ese operativo represivo contra los GAU.
Uno de mis otros dos tíos, quienes también fueron presos políticos en dictadura, es Alberto Artigas (el mayor de todos los hermanos) que estuvo recluido por el FUSNA y durante mucho tiempo su testimonio de haber visto a su hermana Asunción por esas fechas en ese lugar, fue tomado como erróneo e incluso se lo tomaba por loco, porque supuestamente su hermana estaba en Buenos Aires. Ahora la historia toma una vuelta de tuerca en torno a ese recuerdo de ese momento.
Cuando salgas de acá tu misión va a ser que no nos olviden

Cuando el criminal de lesa humanidad José Gavazzo, entró un día, metralleta en mano en la casa de mis abuelos en La Teja y amenazando a mi abuela de que se iba a llevar a todos sus hijos, lo enfrentaron cara a cara dos pequeñas mujeres (solo de físico) que fueron mi abuela Blanca y mi tía Asunción, como lo testimonia mi padre en el juicio. Ese recuerdo muestra, como siempre me dice mi viejo, la personalidad y el coraje que tenían esas mujeres.
Años después mi tía en el centro de reclusión en Buenos Aires, le decía, entre otras cosas, a los compañeros y compañeras que posteriormente sobrevivieron: “cuando salgas de acá tu misión va a ser que no nos olviden”. Y es así, no nos olvidamos, ellos y ellas siguen estando en nuestra memoria y luchando con nosotros por un mundo más justo.

http://www.laizquierdadiario.com.uy/A-proposito-del-juicio-en-Roma?id_rubrique=5441





1 comentario:

  1. Esfuerte.Asi son las luchas por la justicia.en el relato vi a ese hombre, nunca vencido.y como me pasa md atraveso el dolor y la fuerza!

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