>>> El tema de los balazos
Extraido de los archivos del blog El Muerto.
Eleuterio Fernandez Huidobro cómo pudo escribir esto y después ser milico?
Cómo el Poder Ejecutivo puede dejar impune este acto?
Cómo nn el año 2007 el juez, Dr. Pablo Eguren, dispuso el archivo del expediente que investigaba el asesinato de las tres muchachas a pedido del fiscal Enrique Moller?
... Este mes de abril es apropiado para ello. Los contaremos de un lado y de otro. En la madrugada del 21 de abril de 1974 cayó sobre un apartamentito de Mariano Soler 3098 bis, una horda de tipos extrañamente vestidos con camperas negras y pantalones grises, apoyados por la friolera de más de catorce camiones militares, de los cuales centenares de efectivos del Grupo de Artillería Nº 1 y otras unidades, armados hasta los dientes con fusiles, ametralladoras, bazookas e Itakas bajaron para copar militarmente la manzana y la zona. Objetivo: matar -no venían a capturar, venían a matar- a Wáshington Barrios, militante del MLN de 22 años de edad.
Ante los gritos histéricos que clamaban en el corredor "los vamos a matar a todos hijos de puta", el padre de Wáshington, hombre entrado en años y que vivía en un apartamento situado enfrente al de su hijo, pudo salvar su vida porque al abrir la puerta una voz gritó a quienes iban a fusilarle: "A ese no lo maten que es el padre".
Al darse cuenta de que se habían equivocado de apartamento, comenzaron contra el verdadero -dos piecitas, un patio abierto, techos de zinc, débil cielorraso- el operativo por el cual venían. Miles -sí don Julio María miles- de balas de todo tipo y calibre asolaron aquella madrugada ese humilde apartamentito.
En medio de los balazos, se oyeron gritos desgarradores salidos de los cuerpos cosidos a balazos en medio del sueño. Una masacre. Luego, silencio total. No podía quedar nadie vivo ahí. Sin embargo, cuando un oficial entraba lentamente, sonaron tres -tres don Julio María- balazos y el oficial cae dentro de la destrozada y ensangrentada habitación junto a dos cuerpos que yacían en el piso.
Alguien estaba vivo aun... Tal vez Wáshington Barrios, el tan buscado. Imposible matarlo ahora, tirar con un oficial adentro, así fue que el entonces teniente coronel Juan Rebollo, jefe de aquella matanza, metió ambos brazos por la puerta para sacarlo, y nuevamente se oyó otro -van cuatro don Julio María, cuatro- balazo que lo hirió en un brazo, uno de aquellos con los que sacó de la pieza a su camarada. Primer epílogo de la noche: nuevo concierto infernal de plomo y acero, y más largo que el anterior; una ráfaga -tal vez final- desde la pequeña y alta banderola que daba a una azotea vecina disparada con el ángulo de tiro justo para llegar al rincón donde estaba el fantasmal guerrillero sobreviviente. Silencio total otra vez. Haces de luz de los poderosos reflectores iluminan la escena a través de la llovizna de esa noche montevideana.
Entran. No está Washington Barrios. No hay ningún
hombre -¿o sí?, depende cómo se mire allí están todos-, sólo tres pibas
deshechas: Diana Maidanik, 23 años, estudiante, 1m 55cms. de estatura,
ojos castaños, de Malvín; Laura Raggio, 20 años, estudiante, 1m 60cms.,
de Malvín; Silvia Reyes, 19 años, del Buceo, un tiro en la frente, una
sonrisa en los labios y un niño de tres meses en el vientre -el hijo de
Washington Barrios-. Sangre por todos lados. Paredes derruídas, muebles
destartalados por las balas, una hoja de la puerta semicaída hacia
adentro apoyada en una vieja heladera transformada en colador, mechones
de pelo lacio y sangre adheridos al techo, y, casi imperceptible entre
tantos... un balazo incrustado junto al marco de la banderola que sólo
pudo ser disparado desde adentro -el quinto, cinco don Julio María-
cuando ya los plomos no se aguantaban más en el cuerpo.
Es
imposible que una piba aguante tantos como los que estas tres tenían en
sus vientres y en sus pechos y en sus piernas y en sus brazos y en sus
rostros... Y si a mí no me cree don Julio María, pregúntele al padre de
Silvia -él es batllista y usted lo conoce bien-, pregúntele, él la vio.
Por
eso, debe ser por eso, que no pudieron colmar las aspiraciones suyas
don Julio María. Discúlpelas. No pudieron -créame- disparar más que
cinco veces. Esos cinco impactos contra la dictadura, y esos tres
cuerpos deshechos por ella le harán recordar todos los posteriores a esa
fecha; tiros y cuerpos de todo el pueblo uruguayo. Los tengo sobre la
mesa: larga lista por orden alfabético y por año, que incluye a
batllistas como Zelmar y a blancos como el Toba, pero en la cual, y
lamentablemente, no hay uno -ni uno don Julio María- de su partido. Sí
en cambio, está escrito que el año pasado usted hizo general al teniente
coronel que comandó un operativo en una madrugada que lloviznaba en
Montevideo cuando cinco tiros fueron disparados contra la dictadura...
>>> Matan también a un policía
Noche
del 21 de abril que tuvo otro trágico epílogo. Wáshington Barrios no
estaba entre los cadáveres. Se ordenó a los vecinos entrar en sus casas,
cerrar las ventanas, guardar absoluto silencio. Se montó una feroz
ratonera esperando al guerrillero fantasmal que se sabían andaba en una
moto "Bambi". De pronto -todos los vecinos lo oyeron- las radios
operativas de los vehículos y de los intercomunicadores militares
comenzaron a anunciarlo: "Se acerca la moto por las calles Iniciador y
Carabelas". Nuevo tiroteo. Un hombre inerme de más de 50 años, montado
en una moto Velo Solex, cae acribillado contra el paragolpes de un
taxímetro allí estacionado. Cuando finalmente van en busca de Wáshington
muerto, descubren que han asesinado al agente de primera de la Policía
Dorval Martínez, quien de civil, regresaba a su casa del trabajo.
No
podía ser Wáshington Barrios. Wáshington Barrios estaba en Buenos
Aires. Desde allí se enteró de la muerte de su compañera. Escribió
entonces una carta, su última. En ella decía, nos está diciendo: "Silvia
era parte de mí como yo de ella. Nosotros hablábamos de todo lo que
podría ocurrir en cualquier momento, pero por desgracia pasó una de las
cosas peores, y lo peor es en lo personal, haber perdido a mi compañera y
a una gran revolucionaria. Con la Flaca decíamos que si llegaba a pasar
algo así, cualquiera de los dos que quedara tenía que luchar y ocupar
el puesto de los dos, y eso es lo que voy a hacer y lo más probable es
que muera peleando como ella murió. Lo que tenemos que tomar todos es el
ejemplo que Silvia nos dio día a día, hora a hora, minuto a minuto. Me
mataron a la Flaca y al gurí que estaba en camino..."
>>> Desaparece
Capturado
por la Policía Federal argentina el 18 de setiembre de 1974, y pasado a
juez quien decreta su libertad, Wáshington Barrios desaparece -según
consta en el expediente judicial- el 20 de febrero de 1975 después de
haber sido introducido en un vehículo policial. Será el primer uruguayo
desaparecido en ese país. Primero de una larga lista.
En
su carta, Wáshington pedía que en la tumba de Silvia y en la suya
propia si le tocaba caer, se pusieran estos versos: "Ya nadie habrá que
pueda / parar su corazón unido y repartido / No digan que se ha ido / su
sangre numerosa junto a la patria queda".
>>> Matan al bebé sin nacer
Extraído del blog El Muerto
...Entraron ametrallando todo el apartamento, coparon las azoteas y estaban por todos lados, no fuera que esas 3 sediciosas se escaparan así nomás! Los vecinos linderos debieron salir y esconder a sus hijos ya que la balacera parecía traspasar las paredes.
Sacan los cuerpos al otro día cuando luego de esperar a Barrios toda la noche no aparece. El padre de Silvia debe ir a reconocer el cuerpo al Hospital Militar y contó más de 30 impactos de bala en su cuerpo, donde además llevaba un embarazo de 3 meses.
El velatorio se hizo en la casa materna de Silvia, mi prima Stella, hermana de Silvia es detenida el mismo día del asesinato de las 3 chicas, estaría en prisión 8 años en condiciones crueles e inhumanas. En el velatorio apareció Rapella a provocar, el padre de Silvia lo sacó y le dijo que lo mataría si le pasaba algo a Stella.
La presencia militar no impidió que los vecino llegaran en silencio y se fueran ubicando en la vereda de enfrente, donde armaron una cadena humana. Cuando salió el féretro, una lluvia de rosas rojas cayó sobre él. Con las manos unidas la gente formó el espontaneo y cálido cortejo. Silvia terminaba de cumplir 19 años.
>>>> Los asesinos
Según consta en el libro “Ovillos de la Memoria”, “el operativo de guerra” estuvo a cargo del general Juan Rebollo, y participaron también los generales Julio César Rapella y Esteban Cristi, los Mayores Armando Méndez y José Nino Gavazzo, el Coronel Manuel Cordero y los entonces Capitanes Mauro Mariño, Julio César Gutiérrez y Jorge Silveira”.
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