Enviado por José Lopez
9 marzo 2015
La sociedad sólo puede cambiar
con la colaboración activa de la ciudadanía.
La vida
es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se
sientan a ver lo que pasa.
Albert Einstein.
La sociedad es como la mayor parte de la gente hace, por activa o por
pasiva, que sea. Si analizamos en profundidad las causas de los acontecimientos
de la sociedad humana, las causas de las causas de las causas, tarde o pronto,
nos topamos con las causas materiales pero también con
la actitud de las masas. Las necesidades son las que mandan en última instancia,
pero la conciencia también desempeña un papel esencial. La lucha de clases es el
motor de la historia. Ésta va para adelante o para atrás en función de quién
lleve la iniciativa, si la mayoría oprimida o las minorías privilegiadas,
respectivamente. La sociedad hace al individuo pero al revés también. Cada
persona contribuye a que las cosas sean de tal o cual manera. Indudablemente, el
libre albedrío está muy limitado por el entorno que se encuentra cada ser humano
al nacer y al vivir, pero, indudablemente también, dicho libre albedrío tampoco
es nulo. Con la voluntad humana no basta para hacer la Revolución, las
condiciones objetivas son el primer y más básico requisito para que pueda
producirse (no por casualidad, como decía Bertolt Brecht, las revoluciones nacen
en callejones sin salida), pero sin la voluntad humana tampoco es posible la
Revolución social. Todo acto humano es un producto de la combinación dialéctica
de diversos factores objetivos y subjetivos. No sólo cuenta la voluntad humana,
pero también cuenta.
El sistema establecido pone toda la carne en el asador para perpetuarse,
combatiendo de mil maneras, más o menos sutiles, más o menos inteligentes,
contra quienes ponen en peligro el statu quo de las élites dominantes. La
campaña mediática contra PODEMOS era totalmente previsible. El peligro que
entraña todo liderazgo de cierta organización que pretenda luchar (aunque sólo
sea tímidamente al principio) contra el orden establecido es, precisamente, que
desprestigiado o desgastado dicho liderazgo, tocado el movimiento liderado. Y es
que el verdadero problema de fondo de
nuestra sociedad es la actitud pasiva de la mayor parte de la ciudadanía. El
pueblo siempre espera a que alguien le saque las castañas del fuego. El
verdadero objetivo de fondo a largo plazo de la Revolución social no puede ser
otro que cambiar radicalmente la manera de ser del ser humano, que abolir el
rebaño de ovejas. Dicho objetivo no podrá alcanzarse a corto plazo, requerirá
mucho tiempo, probablemente siglos, pero desde el principio toda organización
que aspire a un mundo mejor, más humano (en el mejor sentido de la palabra),
compuesto de seres humanos y no de ovejas, de seres adultos que se comporten
responsablemente y no de niños que no dejan de serlo en toda su vida, debe
trabajar insistentemente para que la gente asuma cada vez mayor protagonismo. No
puede prescindirse a corto plazo de los liderazgos, pero debe trabajarse desde
el primer momento para que algún día pueda prescindirse de ellos. En este
delicado equilibrio creo yo que está la clave para lograr verdaderos cambios,
para que no salga el tiro por la culata. Si prescindimos de los liderazgos, si
no nos adaptamos un mínimo a la situación actual, no podemos partir de ella,
pero si nos adaptamos demasiado a ella en vez de cambiar la realidad que
queremos cambiar es ésta la que nos cambia a nosotros.
Por esto, aun siendo imprescindibles los liderazgos en la situación
actual que nosotros no hemos elegido, debemos hacer implicar a quienes lideramos
desde ya mismo. Al principio poco, aunque sólo sea para depositar su confianza
(nunca ciega) en nosotros, aunque sólo sea para incitarles a hacer cierta labor
de propaganda en sus entornos más inmediatos. Los liderazgos de quienes
pretenden cambiar radicalmente la sociedad deben, desde el principio, insisto,
diferenciarse de los liderazgos tradicionales (que buscan perpetuar la situación
actual). ¿Cómo? Predicando con el ejemplo, despertando el espíritu crítico de
quienes depositan la confianza en ellos, fomentando la duda razonable, incitando
a contrastar entre lo dicho por unos y lo dicho por otros, entre lo que dice
cada uno y lo que hace, haciendo desconfiar a la gente de todo liderazgo,
emocionando a las masas pero también razonando y haciéndolas siempre razonar,...
Todo liderazgo que busque erradicar en el futuro los liderazgos (el gran
objetivo a largo plazo de la Revolución social) debe desde el principio
someterse a la voluntad y control de los liderados, debe practicar la democracia
más radical posible, no puede prescindir de la libertad en su sentido más amplio
y profundo, del espíritu científico sin el cual no es posible conocer la
realidad ni transformarla, por tanto de la crítica, del cuestionamiento. Todo liderazgo que busque sinceramente
superar el estado actual de cosas debe reconocer sus propios límites, el peligro
existente en cualquier liderazgo. Sólo el buen pastor desea dejar de ser
pastor, sólo el buen padre desea que sus hijos no dependan de él, que su
bienestar sea por su propio esfuerzo.
Toda revolución que pretenda cambiar realmente las cosas no puede
depender de unas pocas personas que, como seres imperfectos que son, cometerán
errores, tienen sus miserias (ahí está el peligro latente que todo ser humano
tiene de endiosarse, de caer en el narcisismo desbocado), se agotarán,
enfermarán y morirán. Para que alcancemos ese estado en el que la sociedad sea
realmente civilizada es primordial que en la transformación de la sociedad
humana participe la mayor parte de ésta. Al principio, inevitablemente, unas
minorías llevarán la voz cantante, en el sentido de influir notablemente en la
mayoría. Pero quienes pretenden alcanzar la verdadera Libertad, liberarse y
liberar a sus prójimos, deberán mostrar a éstos que el peligro reside en la
misma existencia de los liderazgos, en que la gente deje su destino en manos de
otros. Sólo cuando el pueblo asuma su
protagonismo y lo mantenga es cuando realmente la Revolución triunfará. Esto
será un largo y complejo proceso dialéctico, en el cual al principio no podrá
prescindirse de liderazgos importantes, pero en el que éstos, desde el
principio, deberán distanciarse de los liderazgos tradicionales, diferenciarse
cada vez más, disminuir gradualmente. Deberán ser cada vez más rotatorios, más
colectivos. A medida que la gente vaya siendo más activa, la Revolución
avanzará. El principal síntoma de si una
revolución avanza o retrocede es la actitud de las
masas.
Por todo ello, creo que es imprescindible que los líderes de PODEMOS
inciten, ya mismo, a los ciudadanos a cuestionarlo todo, incluso a ellos mismos,
que despierten la curiosidad de la gente, que fomenten el contraste entre las
informaciones y entre las opiniones, que promocionen la prensa alternativa, que
inciten a sus seguidores a debatir con sus amigos, familiares, compañeros de
trabajo, etc. La idea es que los ciudadanos, además de acudir a las
manifestaciones, de votar responsablemente, de escuchar a quienes proponen
alternativas, se impliquen activamente en esta labor que nos incumbe a
todos. Los convencidos deben también convencer a su alrededor. PODEMOS, ni
ninguna organización que pretenda invertir el sentido de la historia para que
ésta vuelva a ir para adelante, puede hacerlo todo. Acabamos de empezar y,
lógicamente, quienes han dado un paso al frente, a pesar de lo bien que lo están
haciendo en líneas generales, de su juventud, de su fuerza, empiezan a mostrar
signos de cansancio. La lucha política (contra el orden establecido) es una de
las más agotadoras que pueda haber. Sólo puede ser llevada a cabo, con ciertas
garantías de éxito, con continuidad en el tiempo (se necesitará mucho tiempo
para cambiar la sociedad radicalmente), de manera colectiva. Tarde o pronto unos
líderes deberán dar paso a otros, y si se depende mucho de los liderazgos, si
dicha dependencia no disminuye en el tiempo, ahí radica el verdadero peligro.
Que unos líderes bienintencionados den paso a otros que no lo sean tanto, que
unos capacitados den paso a otros que no lo sean tanto. Los liderazgos pueden
pasar de impulsar la Revolución, de posibilitarla, a obstaculizarla, a
imposibilitarla. La historia está llena de ejemplos de revoluciones que
degeneraron al mismo tiempo que lo hicieron sus liderazgos. La dependencia de
unas pocas personas es un signo de debilidad de una revolución. Los círculos de
PODEMOS pueden desempeñar una gran labor en este sentido. Es muy peligroso
depender demasiado de los grandes medios de comunicación del enemigo, la labor
de propaganda debe ser ejercida también por las bases, que a su vez deben
incitar a los ciudadanos concienciados a concienciar a otros, y así
sucesivamente. Es imprescindible convencer sobre todo a esa generación de
mayores que vota siempre, ciegamente, a los mismos, la labor de sus hijos o sus
nietos es crucial. Esos mayores deben comprender que hay que dar una oportunidad
a otras organizaciones, que sus irresponsables votos afectan gravemente, en
primer lugar, a ellos mismos y a sus familiares más
inmediatos.
La verdadera garantía de que una revolución no degenere es que los
liderazgos sean cada vez menos necesarios.
La verdadera garantía de que una revolución no degenere es que los
liderazgos sean cada vez menos necesarios.
Y para ello éstos deben trabajar desde el principio para que las traiciones no
sean posibles, para que el pueblo tenga el control de la situación en todo
momento, y cada vez más. No merece la pena una revolución donde la gente, en
esencia, se siga comportando como ovejas guiadas por un pastor. Así sólo se
consigue cambiar unos pastores por otros. El objetivo supremo es abolir el
rebaño. No podrán existir minorías dominantes si la mayoría no se deja
dominar. Sólo así será posible una sociedad verdaderamente libre y justa donde
todos los seres humanos se comporten realmente como tales, puedan vivir
dignamente, satisfacer sus necesidades físicas y mentales, realizarse con todo
el potencial que tiene nuestra especie. Sólo así la historia humana irá
definitivamente para adelante sin el peligro de involucionar. Sólo así la
humanidad podrá garantizarse un futuro próspero: cuando toda ella tenga
el control de su destino.
La actitud pasiva de las masas no tiene nada que ver con gente yendo a un espectáculo deportivo, yo sé perfectamente todo lo que está pasando en este país, pero no me voy a hacer matar por una causa. Ellos tienen el poder y listo, no vamos a lograr que Tabaré deje de ser la mierda fascista y masona que es por hacernos los anti-deportes.. Es bien ridículo poner una foto de gente yendo a ver a Peñarol y decir "las masas" es como que no solo la prensa fascista y amarilla le dá palo a Peñarol (a cada rato les encuentran armas y drogas, y a los de Nacional pobrecitos no..) y venden con la imagen del hincha de Peñarol delincuente para así mover el engrenaje del gran negocio de la seguridad.. No sé, todo bien con el mensaje, pero cuando se meten con el deporte, me hacen acordar al mugroso de Borges, que se creía WOW por decir que el fútbol idiotizaba a la gente y el no era más que un facho gorilón que escribía idioteces...
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