El capitán retirado del Ejército Héctor Erosa denunció la existencia de espionaje orquestado desde el Batallón Florida en años de democracia, al comparecer ante la comisión investigadora de la Cámara de Diputados sobre los actos de inteligencia de estado desde 1985 a la fecha.
Según Erosa, en varias ocasiones se le ordenó realizar este tipo de tareas y él se negó, por lo cual recibió sanciones que llevaron al término de su carrera militar.
Esto ocurrió durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle y la segunda de Julio María Sanguinetti, dijo.
El exmilitar aseguró que lo denunció personalmente en reiteradas ocasiones, incluso al exministro de Defensa Nacional Raúl Iturria, aunque este previamente negó en la comisión estar al tanto de esos hechos.
Erosa indicó que hasta hace algunos años no tenía cómo respaldar sus dichos, cosa que cambió con la aparición del archivo Castiglioni. “Hoy con esa prueba puedo determinar las actividades ilegales que hacía (Eduardo) Ferro”, dijo.
El diputado del Frente Amplio Gerardo Núñez, integrante de la comisión, señaló que esta declaración vincula a Ferro con el espionaje y seguimiento de personas en período democrático.
Consultado sobre si esto puede traducirse en una convocatoria a los expresidentes antedichos, sostuvo que “es una posibilidad muy cierta” que será considerada por la comisión.
Para Núñez, “es muy difícil que no tuvieran conocimiento de este tipo de acciones”, ya que las ordenes provenían de altos cargos militares.
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Importante testimonio a la investigadora de espionaje en democracia
1 abril 2018Militar retirado habló de numerosas prácticas indebidas bajo el mando de Eduardo Ferro.
Ayer, la comisión de la Cámara de Diputados que investiga el
espionaje en democracia recibió por casi dos horas al capitán retirado
Héctor Erosa, quien no sólo confirmó que se realizaron esas actividades
sino que también hizo una contundente denuncia con nombre y apellido.
Según un documento al que accedió la diaria, el ex militar aseguró que entre 1990 y 1996, en el Batallón de Ingenieros de Combate Nº 2 de Florida, que en aquel momento estaba a cargo de Eduardo Ferro –quien fue detenido en España en 2017–, se utilizaron “todos los medios, materiales y económicos”, de esa unidad operativa “para realizar una operación de inteligencia, espionaje, seguimientos, escuchas, invasión de propiedad privada de personalidades políticas, civiles y militares de la época”. Además, señaló que en ese batallón se realizaron “entrenamientos armados a grupos de personas externas a la unidad militar”, pero con armas y munición de esta, “así como también con armas provenientes de la Compañía de Inteligencia y de otras procedencias”.
Erosa sostuvo que luego de denunciar estos hechos en la Justicia Militar comenzó a ser objeto de una “persecución” durante siete años de carrera, que finalizó con un pase a retiro obligatorio, “por una supuesta enfermedad” que según aseguró nunca contrajo ni padece. Agregó que en 1996, debido a que estaba en peligro su “integridad física”, comunicó a la prensa la situación en que se hallaba, razón por la cual él y su familia sufrieron “amenazas de muerte en varias oportunidades”. Erosa también afirmó que durante el mando de Ferro se manejaron en el batallón “fuertes sumas de dinero, así como vales de nafta que eran cambiados por dinero en efectivo en estaciones de servicio de ANCAP del interior y de la capital”. Por último, indicó que en 1996, durante el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti, fue recibido en dos oportunidades por el entonces ministro de Defensa Nacional, el nacionalista Raúl Iturria, a quien le informó de los hechos denunciados.
Tras declarar ante la comisión y en una rueda de prensa, Erosa dijo que llegó a recibir órdenes “muy delicadas” de Ferro, entre ellas “tomar medidas con un capitán que él declaraba que era comunista”, y “matarlo” en un operativo como si fuera “un accidente”. Erosa aclaró que obviamente se negó a seguir esa orden y que ninguna otra persona obedeció a Ferro en ese caso, porque “nadie haría una cosa de esas adentro del Ejército”.
También en diálogo con periodistas, el diputado frenteamplista Gerardo Núñez, presidente de la comisión investigadora, destacó el aporte de Erosa y subrayó que cuando Iturria fue convocado por la comisión “negó haber tenido conocimiento de la existencia de espionaje”. “O sea que hoy, además de confirmar el espionaje militar en democracia, también confirmamos que autoridades políticas del momento estaban en conocimiento de estas acciones”, concluyó Núñez, y agregó que estudiarán la posibilidad de volver a citar a Iturria, ya que “hay elementos de contradicción muy importantes que tendrán que aclararse”.
Según un documento al que accedió la diaria, el ex militar aseguró que entre 1990 y 1996, en el Batallón de Ingenieros de Combate Nº 2 de Florida, que en aquel momento estaba a cargo de Eduardo Ferro –quien fue detenido en España en 2017–, se utilizaron “todos los medios, materiales y económicos”, de esa unidad operativa “para realizar una operación de inteligencia, espionaje, seguimientos, escuchas, invasión de propiedad privada de personalidades políticas, civiles y militares de la época”. Además, señaló que en ese batallón se realizaron “entrenamientos armados a grupos de personas externas a la unidad militar”, pero con armas y munición de esta, “así como también con armas provenientes de la Compañía de Inteligencia y de otras procedencias”.
Erosa sostuvo que luego de denunciar estos hechos en la Justicia Militar comenzó a ser objeto de una “persecución” durante siete años de carrera, que finalizó con un pase a retiro obligatorio, “por una supuesta enfermedad” que según aseguró nunca contrajo ni padece. Agregó que en 1996, debido a que estaba en peligro su “integridad física”, comunicó a la prensa la situación en que se hallaba, razón por la cual él y su familia sufrieron “amenazas de muerte en varias oportunidades”. Erosa también afirmó que durante el mando de Ferro se manejaron en el batallón “fuertes sumas de dinero, así como vales de nafta que eran cambiados por dinero en efectivo en estaciones de servicio de ANCAP del interior y de la capital”. Por último, indicó que en 1996, durante el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti, fue recibido en dos oportunidades por el entonces ministro de Defensa Nacional, el nacionalista Raúl Iturria, a quien le informó de los hechos denunciados.
Tras declarar ante la comisión y en una rueda de prensa, Erosa dijo que llegó a recibir órdenes “muy delicadas” de Ferro, entre ellas “tomar medidas con un capitán que él declaraba que era comunista”, y “matarlo” en un operativo como si fuera “un accidente”. Erosa aclaró que obviamente se negó a seguir esa orden y que ninguna otra persona obedeció a Ferro en ese caso, porque “nadie haría una cosa de esas adentro del Ejército”.
También en diálogo con periodistas, el diputado frenteamplista Gerardo Núñez, presidente de la comisión investigadora, destacó el aporte de Erosa y subrayó que cuando Iturria fue convocado por la comisión “negó haber tenido conocimiento de la existencia de espionaje”. “O sea que hoy, además de confirmar el espionaje militar en democracia, también confirmamos que autoridades políticas del momento estaban en conocimiento de estas acciones”, concluyó Núñez, y agregó que estudiarán la posibilidad de volver a citar a Iturria, ya que “hay elementos de contradicción muy importantes que tendrán que aclararse”.
Ferro comandaba el espionaje militar en democracia, denunció ex capitán del Ejército
El capitán Héctor Erosa Pereira aseguró que el coronel Eduardo Ferro le ordenó matar a un capitán del Ejército en 1991 y que además dispuso una operación de inteligencia en una estancia donde se realizaba una reunión del Partido Nacional.
Erosa dijo
que Ferro además "inventó" una historia contra el comandante de la
unidad con el objetivo de iniciarle un sumario y destituirlo y que
posteriormente instaló un comando operativo de inteligencia desde el
batallón, que incluía a persona que no revistaban en esa unidad.
El militar retirado compareció en la comisión investigadora sobre espionaje en democracia de la Cámara de Representantes donde contó lo que vivió a partir de 1990 en la Unidad de Ingenieros de Combate N°2 de Florida. “Desconozco por qué, lamentablemente, este individuo Ferro llega a la unidad a hacer tareas de inteligencia”, explicó Erosa, en entrevista con La Mañana de El Espectador.
Ferro se encuentra preso en España a la espera de su extradición a Uruguay para responder ante la Justicia por su participación en el asesinato del dirigente sindical Oscar Tassino en 1977.
Erosa dijo que le informó a la Justicia Militar y a los comandantes en Jefe del Ejército hasta el año 1996 que Ferro comandaba una red de espionaje. Los comandantes en jefe del Ejército en esa época fueron Guillermo de Nava (1990-1992), Juan Modesto Rebollo (1992-1993), Daniel García (1993-1995) y Juan Curutchet (1995-1996). En 1996 asumió el cargo Raúl Mermot.
https://content.espectador.com/public/5ad/603/987/5ad603987115e295109758.mp3
El militar también dijo que Ferro le propuso simular un accidente a fin de asesinar al capitán Castellini, a quien el represor le atribuía la pertenencia al Partido Comunista. Erosa se negó y eso provocó represalias contra Castellini, quien fue sometido a un sumario por el extravío simulado de un arma.
https://content.espectador.com/public/5ad/603/987/5ad603987de82386839464.mp3
Escuche la entrevista completa:
https://content.espectador.com/public/5ad/602/012/5ad602012bac6242782672.mp3
Confirman práticas de Tiro de su superior Ferro con ex Tupamaros en cuartel de Florida.
El coronel (r ) Eduardo Ferro, actualmente detenido en España aguardando su extradición a nuestro país, fue señalado ayer por el ex capitán del ejército, Héctor Erosa como autor de un plan para asesinar a otro militar a quién consideraba “comunista”. Si ya es grave el plan, más grave aún es que ocurriera en 1991, plena democracia.
OIR COSECHANDO AMIGOS con Pelaez
https://content.espectador.com/public/5ad/620/a5e/5ad620a5e2a53223138768.mp3
Ferro es un hombre clave en el terrorismo de Estado. Fue miembro del OCOA y como tal parte del plan Cóndor. Está acusado del asesinato del escribano Fernando Miranda, padre del actual presidente del FA; del militante comunista Oscar Tassino; de participar en el asesinato de María Claudia García de Gelman, madre de la diputada Macarena Gelman y de haber torturado a uruguayos en centros de detención clandestinos ubicados en Buenos Aires. Además participó del secuestro en Porto Alegre y posterior traslado ilegal a Uruguay de Lilian Celiberti y Universindo Rodríguez junto a sus dos pequeños hijos, en 1978.
En democracia el militar fue socio del empresario radial Miguel Sofia, fugado y requerido por su papel en el Escuadrón de la Muerte, en una agencia de seguridad llamada Federal Seguridad. También fue socio del contrabandista Washington Resola. Y su último trabajo conocido fue en el departamento de Maldonado, donde residía, como Gerente operacional del Hotel Las Dunas de Manantiales.
En este informe explicamos en qué contexto político ocurrieron los hechos denunciados por el capitán Erosa.
Además de la muerte de Tassino, Ferro está acusado del asesinato del
escribano Fernando Miranda -padre del actual presidente del Frente
Amplio- de haber participado en el homicidio de María Claudia García de
Gelman -madre de la diputada Macarena Gelman- y de haber torturado a
decenas de uruguayos en centros clandestinos de reclusión, en la ciudad
de Buenos Aires.
>>> El dedo hacia Ferro
El testimonio de un capitán retirado ante la comisión
investigadora de Diputados es la primera confirmación directa y
explícita de un militar sobre el espionaje en democracia.
De hecho –una cuenta más en el collar– la noticia no sorprendió: el coronel Eduardo Ferro intentó asesinar a un capitán de Ingenieros simulando un accidente en 1991, tras asumir en 1990 la jefatura del Batallón de Ingenieros número 2 de Florida. Para entonces Ferro tenía en su haber la participación en los asesinatos de los militantes comunistas Fernando Miranda y Oscar Tassino, la desaparición de María Claudia García de Gelman y los secuestros de Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez, mientras integró el Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (Ocoa) y el Servicio de Información de Defensa (Sid). A pesar de tal currículum (con las correspondientes denuncias ante la justicia), Ferro se mantuvo impune desde la restauración democrática, fue asesor de inteligencia de los gobiernos de blancos y colorados en encuentros internacionales y después, ya retirado, se dedicó a dar “seguridad” a empresarios y contrabandistas. Cuando finalmente a mediados del año pasado fue citado por la justicia, se fugó a España, donde fue apresado, y hoy espera, en una cárcel de Madrid, que se resuelva su extradición a Uruguay, y cuenta con asesoramiento legal que paga con la jubilación que sigue cobrando.
La denuncia sobre el fracasado intento de asesinato de un oficial subalterno se produjo en la quizás más detonante sesión de la comisión investigadora de Diputados sobre el espionaje militar, cuando el lunes 16 compareció el capitán retirado Héctor Alcides Erosa, munido de un documento de tres carillas que sintetizaba la exposición que brindaría a los parlamentarios. El testimonio de Erosa colmó las expectativas: por una parte, es la primera confirmación de una fuente militar directa sobre las prácticas de espionaje a partidos políticos en democracia; confirma también que las autoridades civiles –pese a que lo negaron en la propia comisión– estaban al tanto de dichas prácticas; y contribuye al prontuario de Eduardo Ferro al detallar: el plan de asesinato encubierto de un capitán de apellido Castellini; la apropiación de unas sesenta cajas con documentos de la Dirección General de Información de Defensa (Dgid) –que Ferro se llevó a Florida cuando dejó su cargo de jefe del Departamento III (Operaciones) de la inteligencia militar–; y la utilización de armamento del Batallón para que civiles hicieran prácticas de tiro en el predio de la unidad, además del espionaje a militantes del Partido Nacional. Como oficial a cargo del Departamento III (Operaciones) de la Dgid, Ferro había comandado el espionaje a líderes nacionalistas, y en especial el espionaje sobre las actividades de Wilson Ferreira Aldunate.
ARCHIVOS PERSONALES. Cuando en 1990 Ferro fue relevado de la inteligencia militar (y asumió la jefatura del Batallón de Ingenieros número 2 de Florida) continuó con el espionaje, aunque se desconoce con qué objetivos personales. Según denunció el capitán Erosa, Ferro llevó a la unidad de Florida cajas conteniendo “documentos de analistas”, presumiblemente el material de análisis sobre la información que la inteligencia recababa mediante el ejército de agentes e infiltrados, y que eran elaborados por el Departamento I de la Dgid. En los archivos militares encontrados hasta ahora aparecen documentos de ese tipo, que refieren a temas muy variados: desde un análisis de una carta enviada a un preso en la cárcel de Libertad en dictadura, hasta documentos sindicales aportados por los infiltrados en democracia.
En una reunión prevista con el ministro de Defensa Nacional, el presidente de la comisión investigadora, el diputado Gerardo Núñez, y otros miembros plantearán a Jorge Menéndez la necesidad de que se verifique si en las instalaciones del Batallón de Florida permanecen las 60 cajas con documentos que llevó el coronel Ferro, y en su defecto, establecer su destino final.
LA MIRA PUESTA EN UNA ESTANCIA. Según el testimonio del capitán Erosa, Ferro montó en Florida una unidad clandestina de inteligencia, con el apoyo del segundo jefe (cuyo nombre no ha trascendido) y con personal que no era de la unidad, financió las actividades de espionaje con el cobro de vales de nafta y utilizó vehículos a los que se les cambiaba la matrícula. Las actividades de espionaje incluyeron la vigilancia de una estancia cercana a la capital del departamento, de un dirigente nacionalista, durante una reunión política que tuvo lugar en la Semana de Turismo de 1991. Erosa no identificó al dueño de la estancia ni a los participantes, pero señaló que estuvo presente una primera dama, en una probable alusión a la esposa del presidente Luis Alberto Lacalle. Según explicó el capitán retirado a los diputados (y después confirmó en una entrevista en El Espectador), Ferro organizó un grupo de infiltración que debía entrar subrepticiamente en la estancia, tomar fotos y realizar escuchas grabadas. Designó a cuatro soldados y un cabo de la unidad de combate y puso al frente a un teniente segundo. El grupo actuó con vestimentas civiles, pero durante la incursión el teniente perdió una pistola, que fue encontrada por el capataz y entregada a la Policía. Cuando retornó a la unidad, el teniente informó de la pérdida a Erosa, el único oficial que estaba de guardia, y éste comunicó el hecho a la justicia militar. Cuando regresó, Ferro anuló la denuncia.
Coincidiendo con el relato del capitán Erosa, el legajo de Ferro incluye, en agosto de 1991, una sanción ordenada por el general Juan Zerpa, entonces jefe de la División de Ejército II, como consecuencia del resultado de un tribunal de honor. Ferro fue cuestionado por la pérdida de una subametralladora, pérdida que no denunció, y por permitir que un subalterno estuviera en posesión no autorizada de otra arma. En la calificación anual Ferro recibió un “regular” en conducta y un “bueno” en aptitud militar.
¿SEGUIMOS EN GUERRA FRÍA? Ante la comisión investigadora, el capitán Erosa detalló el episodio de intento de asesinato de un capitán de apellido Castellini. Según ese relato, poco después del espionaje en aquella Semana de Turismo, Ferro le sugirió a Erosa, que era el oficial operacional, que organizara unas maniobras, ejercicios de práctica, durante las cuales el capitán Castellini –a quien Ferro identificaba como “comunista”– debía morir de un balazo, aparentando un accidente. Entrada ya la redemocratización, Ferro seguía considerando, como en dictadura, que los comunistas debían ser eliminados; según Erosa, la calificación era totalmente arbitraria. “Yo le dije (a Ferro) que estaba loco, que lo hiciera él, y ese fue el origen de una persecución que me obligó a solicitar el retiro.” Castellini también fue perseguido por Ferro, según Erosa, y fue finalmente procesado por la justicia militar por la supuesta sustracción de un arma “que Ferro hizo desaparecer para incriminarlo”.
Al parecer Ferro contaba con fuertes apoyos en la interna militar, entre ellos el del general Fernán Amado, que había sido su superior en la Dgid; aunque también había cosechado fuertes rencores, como el del coronel Carlos Silva, actual presidente del Centro Militar, al que acusó, durante un tribunal de honor, de haber filtrado a la prensa informaciones falsas y agraviantes sobre su persona.
Tales apoyos lograron que las denuncias del capitán Erosa sobre el espionaje clandestino de Ferro en Florida fueran desestimadas por sus superiores, el general Zerpa, el general Amado y el general Juan Curuchet. Sugestivamente, en la evaluación del general Zerpa sobre Ferro se reiteran conceptos de alabanza sobre su don de mando, pese a que fue objeto de un tribunal de honor. Zerpa estaba ya en conocimiento de las denuncias de Erosa.
En el escrito presentado a los miembros de la investigadora, Erosa afirma que las denuncias sobre Ferro fueron también elevadas por escrito al entonces ministro de Defensa, el blanco Raúl Iturria. La afirmación del testigo causó impresión en la comisión, porque Iturria había afirmado a los diputados que desconocía totalmente las actividades de espionaje en la inteligencia militar. A partir de este extremo, el diputado Núñez adelantó su voluntad de volver a citarlo. Las afirmaciones de Erosa
–que supuestamente están avaladas por la documentación que tramitó durante sus denuncias– ponen en cuestión las alegaciones de los diferentes ministros de Defensa hasta 2005, que en todo caso revelarían una total ignorancia de lo que ocurría en los organismos bajo su dirección.
El militar retirado compareció en la comisión investigadora sobre espionaje en democracia de la Cámara de Representantes donde contó lo que vivió a partir de 1990 en la Unidad de Ingenieros de Combate N°2 de Florida. “Desconozco por qué, lamentablemente, este individuo Ferro llega a la unidad a hacer tareas de inteligencia”, explicó Erosa, en entrevista con La Mañana de El Espectador.
Ferro se encuentra preso en España a la espera de su extradición a Uruguay para responder ante la Justicia por su participación en el asesinato del dirigente sindical Oscar Tassino en 1977.
Erosa dijo que le informó a la Justicia Militar y a los comandantes en Jefe del Ejército hasta el año 1996 que Ferro comandaba una red de espionaje. Los comandantes en jefe del Ejército en esa época fueron Guillermo de Nava (1990-1992), Juan Modesto Rebollo (1992-1993), Daniel García (1993-1995) y Juan Curutchet (1995-1996). En 1996 asumió el cargo Raúl Mermot.
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El militar también dijo que Ferro le propuso simular un accidente a fin de asesinar al capitán Castellini, a quien el represor le atribuía la pertenencia al Partido Comunista. Erosa se negó y eso provocó represalias contra Castellini, quien fue sometido a un sumario por el extravío simulado de un arma.
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Escuche la entrevista completa:
https://content.espectador.com/public/5ad/602/012/5ad602012bac6242782672.mp3
Confirman práticas de Tiro de su superior Ferro con ex Tupamaros en cuartel de Florida.
El coronel (r ) Eduardo Ferro, actualmente detenido en España aguardando su extradición a nuestro país, fue señalado ayer por el ex capitán del ejército, Héctor Erosa como autor de un plan para asesinar a otro militar a quién consideraba “comunista”. Si ya es grave el plan, más grave aún es que ocurriera en 1991, plena democracia.
OIR COSECHANDO AMIGOS con Pelaez
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Ferro es un hombre clave en el terrorismo de Estado. Fue miembro del OCOA y como tal parte del plan Cóndor. Está acusado del asesinato del escribano Fernando Miranda, padre del actual presidente del FA; del militante comunista Oscar Tassino; de participar en el asesinato de María Claudia García de Gelman, madre de la diputada Macarena Gelman y de haber torturado a uruguayos en centros de detención clandestinos ubicados en Buenos Aires. Además participó del secuestro en Porto Alegre y posterior traslado ilegal a Uruguay de Lilian Celiberti y Universindo Rodríguez junto a sus dos pequeños hijos, en 1978.
En democracia el militar fue socio del empresario radial Miguel Sofia, fugado y requerido por su papel en el Escuadrón de la Muerte, en una agencia de seguridad llamada Federal Seguridad. También fue socio del contrabandista Washington Resola. Y su último trabajo conocido fue en el departamento de Maldonado, donde residía, como Gerente operacional del Hotel Las Dunas de Manantiales.
En este informe explicamos en qué contexto político ocurrieron los hechos denunciados por el capitán Erosa.
7/04/2018
Seguimientos y escuchas
clandestinas a políticos y militares y hasta la orden para matar a un
capitán del Ejército, fueron algunas actividades de Eduardo Ferro en
plena democracia
El capitán (r) del Ejército, Héctor Alcides Erosa, denunció
varias actividades de espionaje realizadas en plena democracia durante
la década de 1990 y acusó al torturador Eduardo Ferro de ser, al menos,
uno de los principales cabecillas de estos operativos clandestinos.
Munido de una carta donde apoyó todas sus acusaciones ante los
diputados que integran la comisión creada para investigar el espionaje
militar durante la democracia, el capitán Erosa aseguró que el coronel
Ferro le ordenó matar a un capitán del Ejército en 1991 y que además
montó un fallido operativo de Inteligencia en una estancia donde se
realizaba una reunión de simpatizantes del Partido Nacional.
Actualmente, Ferro se encuentra preso en España a la espera de su
extradición a Uruguay para responder ante la Justicia uruguaya por su
participación en el asesinato del dirigente comunista Oscar Tassino,
ocurrido en 1977, durante la dictadura cívico-militar.
Ferro fue detenido el 7 de septiembre del año pasado en Madrid, tras haber huido de Uruguay en marzo cuando la jueza penal Dolores Sánchez citó al coronel por el asesinato de Tassino.
Este coronel es una pieza clave para entender varias aristas del
terrorismo de Estado ejercido en la década de 1970. Con el grado de
capitán fue miembro de la tristemente célebre "patota" de la OCOA
(Oficina Coordinadora de Operaciones Antisubversivas) que participó en
el plan Cóndor.
El capitán Erosa dijo ante los diputados que Ferro y sus superiores "utilizaron
todos los medios, materiales y económicos, de una unidad operativa de
combate para realizar una operación de inteligencia y espionaje,
seguimientos, escuchas, invasión de propiedad privada de personalidades
políticas, civiles y militares de la época".
Erosa compareció en la comisión de Diputados que investiga el
espionaje en democracia donde detalló varios sucesos, en su opinión
todos ilegales, ocurridos entre 1990 y 1996 en la Unidad de Ingenieros
de Combate N°2, del departamento de Florida.
"En dicha unidad militar se realizaron entrenamientos armados a
personas externas a la unidad militar, con armas y munición
perteneciente a la unidad, asó como también con armas provenientes de la
compañía de inteligencia y de otras procedencias", señala la carta que Erosa presentó a los diputados y a la que accedió Sudestada.
Entre la cantidad de acusaciones que quedaron en poder del
Parlamento, Erosa aseguró que Ferro le propuso simular un accidente
durante maniobras militares en la unidad de Florida, con el objetivo de
asesinar al capitán Castellini "por ser comunista". Según su denuncia,
Erosa se negó a tal extremo y esto provocó represalias contra
Castellini, quien luego fue sometido a un sumario por un extravío
simulado de un arma.
Mientras estuvo Ferro al mando de estas operaciones de espionaje "se
manejaron fuertes sumas de dinero, así como vales de nafta que eran
cambiados por dinero en efectivo, en estaciones de servicio Ancap del
interior y la capital", señala Erosa en su denuncia. "Así mismo
hubo disponibilidad de varios vehículos de desconocido origen, que se
intercambiaban las matrículas de diferentes departamentos del país,
Montevideo, Flores, Canelones y Cerro Largo", agrega el militar.
Todos estaban al tanto
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Erosa
aseguró ante el Parlamento que todas estas denuncias fueron informadas
en su momento a la Justicia Militar y a los comandantes en Jefe del
Ejército de la época: Guillermo de Nava (1990-1992), Juan Modesto
Rebollo (1992-1993), Daniel García (1993-1995) y Juan Curutchet
(1995-1996) hasta que asumió el cargo Raúl Mermot.
Capitán retirado Héctor Erosa
El militar retirado denunció que como no cumplió con las órdenes de Ferro, entre ellas la de matar a Castellini como si se tratara de un accidente, fue víctima de una persecución y de amenazas de muerte contra su familia. Esto ocurrió desde 1991 y durante siete años de su carrera, hasta 1998, cuando recibió un pase a retiro obligatorio por una supuesta enfermedad que jamás tuvo. Erosa asegura que no recuerda el nombre de pila de Castellini y que desde aquella época nunca más tuvo noticias de este capitán del Ejército, por lo que no sabe si en la actualidad está vivo o muerto.
El presidente de la
comisión investigadora, el diputado comunista Gerardo Núñez, destacó el
aporte de Erosa y subrayó que cuando el ex ministro Raúl Iturria fue
convocado por el Parlamento “negó haber tenido conocimiento de la
existencia de espionaje", pero "hoy, además de confirmar el espionaje
militar en democracia, también confirmamos que autoridades políticas del
momento estaban en conocimiento de estas acciones".
El
diputado Núñez dijo que en el Frente Amplio analiza la posibilidad de
volver a citar al ex ministro Iturria, en el entendido que existen
elementos de contradicción muy importantes que deben aclararse.
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Breve semblanza de un torturador
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Ferro durante la dictadura. Eduardo Augusto Ferro Brizzozero nació el 10 de abril de 1947 e ingresó al Ejército, en el Arma de Ingenieros el 1º de marzo de 1964. Apenas tres años después, siendo todavía cadete, egresó del curso "Cadet Orientation" de la Escuela de las Américas, el principal instituto de formación de represores de la época, impulsada por la Doctrina de la Seguridad Nacional que se dictaba desde Washington. En 1968 ascendió a alférez y como teniente segundo estuvo en la Escuela Militar entre 1970 y 1975, año en que pasó ya con el grado de capitán a la Oficina Coordinadora de Operaciones Antisubversivas (OCOA). Participando de “la patota” comenzó a participar de las torturas perpetradas en el centro de tormentos conocido como “300 Carlos” en la jerga de los represores, o como “El Infierno” como le llamaban los detenidos, los presos políticos. En 1977 tuvo una activa participación en el Plan Cóndor, especialmente en la represión de uruguayos en Argentina y Brasil. Allí es donde, en 1978 en la ciudad de Porto Alegre participa del comando que llevó adelante el secuestro y traslado ilegal de la maestra Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez que se encontraban en calidad de refugiados. Este operativo pudo ser desmantelado gracias a la participación del periodista brasileño Luiz Claudio Cunha, quien denunció la situación y consiguió que los militares tuvieran que admitir que tenían detenidos a Celiberti y Rodríguez.
Desde la década de 1980 revistó en el Servicio de
Información y Defensa (SID) y se supo que hasta 1982 trabaja como agente
encubierto en Argentina. Después de la dictadura realizó cursos de
paracaidismo (1986), Inteligencia (Alemania, 1989), seguridad
electrónica (1991) y buzo táctico militar (1997), según publicó en el
diario La República el periodista Roger Rodríguez.
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Brecha Samuel Blixen
20 abril 2018
La confirmación de un militar del espionaje en democracia.
De hecho –una cuenta más en el collar– la noticia no sorprendió: el coronel Eduardo Ferro intentó asesinar a un capitán de Ingenieros simulando un accidente en 1991, tras asumir en 1990 la jefatura del Batallón de Ingenieros número 2 de Florida. Para entonces Ferro tenía en su haber la participación en los asesinatos de los militantes comunistas Fernando Miranda y Oscar Tassino, la desaparición de María Claudia García de Gelman y los secuestros de Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez, mientras integró el Organismo Coordinador de Actividades Antisubversivas (Ocoa) y el Servicio de Información de Defensa (Sid). A pesar de tal currículum (con las correspondientes denuncias ante la justicia), Ferro se mantuvo impune desde la restauración democrática, fue asesor de inteligencia de los gobiernos de blancos y colorados en encuentros internacionales y después, ya retirado, se dedicó a dar “seguridad” a empresarios y contrabandistas. Cuando finalmente a mediados del año pasado fue citado por la justicia, se fugó a España, donde fue apresado, y hoy espera, en una cárcel de Madrid, que se resuelva su extradición a Uruguay, y cuenta con asesoramiento legal que paga con la jubilación que sigue cobrando.
La denuncia sobre el fracasado intento de asesinato de un oficial subalterno se produjo en la quizás más detonante sesión de la comisión investigadora de Diputados sobre el espionaje militar, cuando el lunes 16 compareció el capitán retirado Héctor Alcides Erosa, munido de un documento de tres carillas que sintetizaba la exposición que brindaría a los parlamentarios. El testimonio de Erosa colmó las expectativas: por una parte, es la primera confirmación de una fuente militar directa sobre las prácticas de espionaje a partidos políticos en democracia; confirma también que las autoridades civiles –pese a que lo negaron en la propia comisión– estaban al tanto de dichas prácticas; y contribuye al prontuario de Eduardo Ferro al detallar: el plan de asesinato encubierto de un capitán de apellido Castellini; la apropiación de unas sesenta cajas con documentos de la Dirección General de Información de Defensa (Dgid) –que Ferro se llevó a Florida cuando dejó su cargo de jefe del Departamento III (Operaciones) de la inteligencia militar–; y la utilización de armamento del Batallón para que civiles hicieran prácticas de tiro en el predio de la unidad, además del espionaje a militantes del Partido Nacional. Como oficial a cargo del Departamento III (Operaciones) de la Dgid, Ferro había comandado el espionaje a líderes nacionalistas, y en especial el espionaje sobre las actividades de Wilson Ferreira Aldunate.
ARCHIVOS PERSONALES. Cuando en 1990 Ferro fue relevado de la inteligencia militar (y asumió la jefatura del Batallón de Ingenieros número 2 de Florida) continuó con el espionaje, aunque se desconoce con qué objetivos personales. Según denunció el capitán Erosa, Ferro llevó a la unidad de Florida cajas conteniendo “documentos de analistas”, presumiblemente el material de análisis sobre la información que la inteligencia recababa mediante el ejército de agentes e infiltrados, y que eran elaborados por el Departamento I de la Dgid. En los archivos militares encontrados hasta ahora aparecen documentos de ese tipo, que refieren a temas muy variados: desde un análisis de una carta enviada a un preso en la cárcel de Libertad en dictadura, hasta documentos sindicales aportados por los infiltrados en democracia.
En una reunión prevista con el ministro de Defensa Nacional, el presidente de la comisión investigadora, el diputado Gerardo Núñez, y otros miembros plantearán a Jorge Menéndez la necesidad de que se verifique si en las instalaciones del Batallón de Florida permanecen las 60 cajas con documentos que llevó el coronel Ferro, y en su defecto, establecer su destino final.
LA MIRA PUESTA EN UNA ESTANCIA. Según el testimonio del capitán Erosa, Ferro montó en Florida una unidad clandestina de inteligencia, con el apoyo del segundo jefe (cuyo nombre no ha trascendido) y con personal que no era de la unidad, financió las actividades de espionaje con el cobro de vales de nafta y utilizó vehículos a los que se les cambiaba la matrícula. Las actividades de espionaje incluyeron la vigilancia de una estancia cercana a la capital del departamento, de un dirigente nacionalista, durante una reunión política que tuvo lugar en la Semana de Turismo de 1991. Erosa no identificó al dueño de la estancia ni a los participantes, pero señaló que estuvo presente una primera dama, en una probable alusión a la esposa del presidente Luis Alberto Lacalle. Según explicó el capitán retirado a los diputados (y después confirmó en una entrevista en El Espectador), Ferro organizó un grupo de infiltración que debía entrar subrepticiamente en la estancia, tomar fotos y realizar escuchas grabadas. Designó a cuatro soldados y un cabo de la unidad de combate y puso al frente a un teniente segundo. El grupo actuó con vestimentas civiles, pero durante la incursión el teniente perdió una pistola, que fue encontrada por el capataz y entregada a la Policía. Cuando retornó a la unidad, el teniente informó de la pérdida a Erosa, el único oficial que estaba de guardia, y éste comunicó el hecho a la justicia militar. Cuando regresó, Ferro anuló la denuncia.
Coincidiendo con el relato del capitán Erosa, el legajo de Ferro incluye, en agosto de 1991, una sanción ordenada por el general Juan Zerpa, entonces jefe de la División de Ejército II, como consecuencia del resultado de un tribunal de honor. Ferro fue cuestionado por la pérdida de una subametralladora, pérdida que no denunció, y por permitir que un subalterno estuviera en posesión no autorizada de otra arma. En la calificación anual Ferro recibió un “regular” en conducta y un “bueno” en aptitud militar.
¿SEGUIMOS EN GUERRA FRÍA? Ante la comisión investigadora, el capitán Erosa detalló el episodio de intento de asesinato de un capitán de apellido Castellini. Según ese relato, poco después del espionaje en aquella Semana de Turismo, Ferro le sugirió a Erosa, que era el oficial operacional, que organizara unas maniobras, ejercicios de práctica, durante las cuales el capitán Castellini –a quien Ferro identificaba como “comunista”– debía morir de un balazo, aparentando un accidente. Entrada ya la redemocratización, Ferro seguía considerando, como en dictadura, que los comunistas debían ser eliminados; según Erosa, la calificación era totalmente arbitraria. “Yo le dije (a Ferro) que estaba loco, que lo hiciera él, y ese fue el origen de una persecución que me obligó a solicitar el retiro.” Castellini también fue perseguido por Ferro, según Erosa, y fue finalmente procesado por la justicia militar por la supuesta sustracción de un arma “que Ferro hizo desaparecer para incriminarlo”.
Al parecer Ferro contaba con fuertes apoyos en la interna militar, entre ellos el del general Fernán Amado, que había sido su superior en la Dgid; aunque también había cosechado fuertes rencores, como el del coronel Carlos Silva, actual presidente del Centro Militar, al que acusó, durante un tribunal de honor, de haber filtrado a la prensa informaciones falsas y agraviantes sobre su persona.
Tales apoyos lograron que las denuncias del capitán Erosa sobre el espionaje clandestino de Ferro en Florida fueran desestimadas por sus superiores, el general Zerpa, el general Amado y el general Juan Curuchet. Sugestivamente, en la evaluación del general Zerpa sobre Ferro se reiteran conceptos de alabanza sobre su don de mando, pese a que fue objeto de un tribunal de honor. Zerpa estaba ya en conocimiento de las denuncias de Erosa.
En el escrito presentado a los miembros de la investigadora, Erosa afirma que las denuncias sobre Ferro fueron también elevadas por escrito al entonces ministro de Defensa, el blanco Raúl Iturria. La afirmación del testigo causó impresión en la comisión, porque Iturria había afirmado a los diputados que desconocía totalmente las actividades de espionaje en la inteligencia militar. A partir de este extremo, el diputado Núñez adelantó su voluntad de volver a citarlo. Las afirmaciones de Erosa
–que supuestamente están avaladas por la documentación que tramitó durante sus denuncias– ponen en cuestión las alegaciones de los diferentes ministros de Defensa hasta 2005, que en todo caso revelarían una total ignorancia de lo que ocurría en los organismos bajo su dirección.
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