>>> Impactante denuncia de una maestra
Los audios de esta maestra circulan en WhatsApp, no hay fuentes. Pero despues de hacer un recorrido en cualquier ómnibus capitalino y ver la degradación de gente tirada en la calle, hombres comiendo de la basura. Ojalá que no sea asi.
Que pasa Vivir en la urgencia
El silencio que se impone a los tiros
Una niña de nueve años fue herida durante una balacera entre narcos. Tiroteos nocturnos, rapiñas, menores armados. Los vecinos del asentamiento 24 de Junio murmuran que la violencia no da para más. Esta es una crónica que intentó ser silenciada con disparos al aire.
MARIÁNGEL SOLOMITA
domingo, 05 agosto 2018
Las
cosas no pasan cuando uno no las nombra. En el asentamiento 24 de Junio,
cercano a Zonamerica, las denuncias son susurros. Son mensajes furiosos
en un grupo de Whatsapp entre vecinos que ven cómo a la lista de
vulnerabilidades que ya sufría el barrio, ahora se les agregó la
inseguridad.
Violencia
es dormir en un rancho que se inunda cada vez que llueve. Violencia es
tirarse en el piso de un merendero con los niños cuando se escuchan
disparos. Violencia es despertarse en mitad de la noche con terror a
recibir una bala perdida, en medio de un enfrentamiento entre los narcos
que llegaron al barrio.
¿Llegaron
o ya estaban? Los susurros nunca son tan específicos. Dicen que hay una
familia dueña de tres bocas y que desde hace algunos meses sus miembros
comenzaron a pelearse entre sí por "ajustes de cuentas", o por
"diferencias en las ganancias", o por "más poder en el territorio", o
vaya a saber por qué; nadie tiene la versión definitiva.
Llegamos
al barrio una mañana de sábado lluviosa. Tras dos semanas de agua
constante la comunidad hunde sus pies en el barro. El terreno está sobre
un cantero de piedras, así que hay que caminar sobre rocas, desniveles y
charcos. Para llegar a la parada de ómnibus más próxima el recorrido es
de un kilómetro, por eso los que se van a trabajar se llevan otro par
de zapatos para cambiarse.
Cada
pocos pasos hay perros que se plantan en el camino, algunos flacos y
cansados, otros robustos y combativos. El consejo de los vecinos es no
mirarlos a los ojos: lo mismo que suelen hacer con las personas que
andan en "el mal camino".
Según información de Interior, la seccional 18 contabilizó hasta el 30 de junio 137 rapiñas y 10 homicidios. Foto: Marcelo Bonjour
En este
escenario el frío y la humedad entran por la vista. Hay tres, cinco, 10
ranchos levantados con trozos de chapas y de maderas en una misma
manzana, por donde se filtra el agua, el viento y, si les toca la
desgracia, las balas.
—La otra
noche conté 55 tiros —dice una madre que comparte la cama con
demasiados hijos. Una madre que cuando escucha los disparos duerme en el
piso con ellos. El piso tiene una alfombra empapada que cubre el barro.
Ninguno duerme.
Los nenes se van cansados a la escuela, su esposo se va cansado a trabajar.
La
medianoche del 12 de julio también se escucharon 50 disparos. Esta vez,
la disputa habría sido frente a una cantina, a unos metros de una
iglesia evangelista, del centro comunal y de la policlínica comunitaria.
Según informó Telemundo, una de esas balas atravesó el muro débil de un
hogar y entró por la pierna de una niña de nueve años que estaba
durmiendo. El impacto le dañó una arteria, el útero y la vejiga. La niña
estuvo internada en CTI, pasó por cirugía y fue dada de alta. Desde
Fiscalía informan que está recuperada y asiste a la escuela. Pero a su
casa no quiso volver.
Antes
de mudarse del asentamiento por temor a represalias, su familia y un
grupo de vecinos cortaron Camino Maldonado a la altura del kilómetro 16
para reclamar patrullaje policial y acciones en el barrio. "Esto no
puede seguir así, no se puede ni dormir. El sábado pasado se sentía que
parecían metralletas, el domingo fue igual", dijo la abuela de la niña
al informativo de La Tele.
Un tiro para callar.
Esta
tragedia no tuvo demasiada cobertura mediática, pero disparó una
investigación que, según fuentes policiales, el martes pasado derivó en
un cúmulo de allanamientos en los que se incautaron armas y drogas que
habrían servido para formalizar la indagación y procesar a algunos de
los hombres señalados por los vecinos como autores de las balaceras.
Pero, según confirmó el fiscal Leonardo Morales, aún no se encontró al
que efectúo el disparo que hirió a la pequeña.
Los
vecinos hablan de "el caso de la niña" como la gota que rebasó el vaso.
Hablan, aunque la mayoría para evitar cualquier riesgo se excusa
diciendo que no conoce a la familia, que vive "más arriba" o "más abajo"
del escenario del tiroteo; algunos sugieren dispersar el relato "porque
ellos buscan cualquier pista para encontrarnos y vengarse".
Finalmente
una mujer rompe el silencio: dice que ella era su vecina, que los
disparos ocurrieron al lado de su casa y que la Policía entró y no
investigó bien, porque primero dijo que no habían encontrado los
casquillos, aunque los vecinos habían recolectado algunos del suelo.
Después sí los encontraron.
La
mujer sigue contando hasta que escuchamos un disparo. El impacto retumba
como si hubiera caído a nuestros pies. El cuerpo reacciona cerrando la
boca: la de ella y la mía. Dos vecinos que descargaban leña dejan los
troncos y se meten adentro de una casa. Dos jóvenes empiezan a circular
por la calle.
Los miramos.
Ya nadie habla.
—¿Mejor nos callamos? —le pregunto a la mujer.
—Mejor sí.
Es una advertencia.
La
mujer desaparece. Otra vecina que estaba lista para hablar de las
pésimas condiciones habitacionales, me aprieta la mano y dice: "No me
busques. Andate".
Nos vamos. Mientras el auto avanza por las calles que acabábamos de recorrer en calma, nos despiden otros seis disparos más.
Los niños del futuro.
En los
últimos dos años este asentamiento llenó algunas páginas de crónica roja
y alguna otra con reclamos vecinales para pedir que por favor la
Intendencia de Montevideo (IM) los ayude a quitar la basura de sus
hogares.
La
inseguridad no es nueva, pero nunca fue tanta. En octubre de 2016, un
albañil que se enfrentó a un ladrón murió acuchillado. Un año después,
un joven de 22 años murió de 10 balazos en la puerta de un almacén. La
víctima había sido varias veces investigada por la Policía pero, según
recuerdan ahora sus vecinos, se había apartado del delito.
El
martes pasado, mientras un grupo de oficiales tenía cercado el
asentamiento, los mensajes en el grupo de Whatsapp se multiplicaron:
pedían que nadie saliera de su hogar. En uno de los centros religiosos
que funciona en la zona como merendero, hace días que no ven a algunos
de los niños que van a comer allí. "Muchos de ellos en la casa solo
tienen mate y con suerte pan. Pagan ellos las consecuencias de este
caos", dice una vecina a la que ya le saquearon la casa dos veces.
Es
imposible localizar al alcalde Francisco Fleitas para poner en números
las vulnerabilidades de este asentamiento. La que sí contesta es la
concejala Sandra González. Al barrio lo presenta así: es uno entre los
101 asentamientos que hay en el Municipio F, al límite con Canelones, es
decir, donde empieza la zona rural. No es el más violento, pero sí uno
de los que más crece. Reúne a unas 450 familias, que son unas 2.300
personas, aunque los vecinos calculan que al menos son unos 1.000 más.
La mitad son niños.
Otros
vecinos que trabajan en la zona cuentan que lo más habitual es que los
niños sean criados por madres solas. Algunos de ellos reciben medicación
para piojos y sarna en un merendero que funciona a base de donaciones.
En la policlínica comunitaria, las consultas más comunes suelen ser por
infecciones respiratorias por la exposición al frío, problemas
vinculados a la piel, caries e infecciones en las encías.
La
organización Techo lleva más de una década trabajando allí. Construyó
191 viviendas de emergencia, arregló veredas e hizo zanjas para combatir
las continuas inundaciones. En 2017 realizó un censó que arrojó
información impactante, como que el 57% está entre los hogares de
pobreza más extrema del país.
En las
construcciones más humildes, como la de Laura, luego de una jornada de
trabajo se cocina al aire libre y se baña a los niños en un apartado de
chapa, "cada día, para que estén limpitos para ir a la escuela", dice.
El 16% tiene la cañería con agua potable fuera del hogar y el 3% la
recibe de un vecino. Se calienta el agua en una olla y se las tiran por
arriba. El día de la madre, Laura lo pasó en la policlínica porque su
hijo de dos años tenía un foco en un pulmón. El 8% de estos vecinos
tienen asma.
Carina
vivía en una quinta cercana al asentamiento cuando ayudó a un grupo de
vecinos por primera vez. Le pidieron palos para colgarse de la luz. Aquí
el 83% tiene conexión irregular y cada tanto se incendia alguna casa
debido a un corto circuito. La segunda vez los visitó para llevarles
comida. "Vi la realidad, me edifiqué una casita y me instalé para
trabajar en el barrio".
Hace 10
años que abrió el merendero Esperanza y la guardería Rinconcito de luz
que recibe y alimenta a unos 100 niños seis días a la semana. No recibe
ningún tipo de ayuda económica. Se sostiene con donaciones de alimentos,
remedios, frazadas, ropa y materiales de todo tipo.
—Para
mí esto es un llamado de Dios, aunque me duele ver crecer a algunos de
estos niños y transformarse en delincuentes. El problema es que las
madres trabajan y ellos quedan solos porque en este lugar, además de la
escuela y de los merenderos, no tienen contención —dice.
Algunos vecinos contaron que han visto niños pequeños armados. Son excepciones, pero les rompen los ojos.
El
Ministerio de Desarrollo Social (Mides) trabaja en la zona a través del
Servicio de Orientación, Consulta y Articulación Territorial que
gestiona la ONG Iniciativa Latinoamericana. Ellos articulan las
prestaciones que hay en el barrio pero por "opción filosófica" se
negaron a responder qué tipo de acciones desarrollan. Desde el Mides
informaron que brindan cursos para la población juvenil y siguen de
cerca a los más pequeños a través del programa Uruguay Crece Contigo.
También
funciona el programa Cercanías, que se lleva adelante con el Instituto
del Niño y del Adolescente: "Son técnicos que trabajan con las familias
que están en peor situación. Van a la casa, establecen metas y los
ayudan a cumplirlas", explican desde el ministerio.
Sin
embargo, entre vecinos no hay demasiado conocimiento de sus derechos.
Cuándo Techo les preguntó por qué se mudaron al asentamiento, el 25%
responde que debido a problemas económicos. Ninguno de los consultados
para esta nota, todos ellos trabajadores, sabía que podían postularse
para obtener una garantía de alquiler en el Ministerio de Vivienda,
Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente.
El hogar en el agua.
¿Qué
tiene de particular el 24 de Junio? "Que está rodeado de exponentes del
primer mundo. Si te parás enfrente, de un lado ves la pobreza y del otro
lado están Zonamérica y el complejo Jacksonville. Es el ejemplo más
claro de las dos realidades que atraviesan a nuestro municipio", dice la
concejala González.
A su
modo de ver, el incremento de la inseguridad está relacionado a que las
Mesas Locales para la Convivencia y Seguridad Ciudadana que articula el
Ministerio del Interior dejaron de organizarse en el barrio como lo
hacían dos años atrás. "Recogían denuncias que de otra forma los vecinos
no hacían", dice. Consultado al respecto, Gustavo Leal, director de
estas mesas, asegura que nunca dejaron de funcionar: "Alcanza una
llamada para agendar una reunión".
A pocos
metros del asentamiento está la Seccional 18. En los primeros seis
meses del año registró 137 rapiñas y 10 homicidios. Sin embargo, algunos
vecinos se quejan de su indiferencia. A Mariela le robaron un
lavarropas: "Fui hasta allá para decirles que había llamado 18 veces al
911 y nada. Yo sé quién lo robó y lo vendió por $ 50. Yo tuve que
ahorrar $ 10.000 para comprarlo".
El
sábado, antes de que un disparo nos echara del barrio, una vecina con
documentos en la mano se había aprontado para reclamar mejoras en la
calidad de vida. Estaba diciendo que alguien tenía que poner los ojos en
ellos para que vean cómo están viviendo. Estaba diciendo que los
respalda un convenio: "No nos pueden dejar solos".
Juan
Bologna también es concejal y advierte que la fundación del 24 de Junio
"tiene muchos entretelones y problemas de todo tipo", y que "hay que
saber bien la historia para contarla", pero no da más detalles.
Hasta
donde se pudo saber, el territorio se ocupó en tres etapas. La primera
tanda llegó a fines de 1960; la segunda, con la crisis económica, entre
2002 y 2007; y la tercera, entre 2008 y 2016. Los picos de poblamiento
fueron en 2002 y en 2016.
Este no
fue el único asentamiento en agrandarse: todos los de la zona crecieron
y, según la concejala González, semanalmente hay denuncias por
ocupación de terrenos privados y desalojos.
En 2001
algunos pobladores del 24 de Junio realizaron una denuncia penal
contra el Instituto de Asistencia Técnica por la Propuesta Piri. Varios
vecinos habían pagado cuotas de US$ 115 para la creación de tres
complejos con 90 viviendas que nunca se llegaron a construir. Era un
fraude. Tras la sorpresa, decenas de familias marcaron el terreno por el
que habían estado pagando y la noche del 24 de Junio se instalaron
allí: levantaron cabañas, ranchos de chapa y casas de bloques.
En 2004
estos lotes fueron rematados, pero el dueño no pudo concretar el
desalojo porque intercedió la IM iniciando un proceso de expropiación.
Ese es el convenio al que se refería la vecina. Una década más tarde,
desde el área de Tierras y Hábitat de la IM confirman que la
expropiación todavía está en curso. Una vez que las tierras sean de
dominio municipal, serán analizadas y se decidirá si el asentamiento
será regularizado o si la población será realojada.
Mientras
tanto, los únicos que responden a la emergencia habitacional de los
vecinos desesperados sigue siendo Techo. El 69% de las viviendas se
inundan hasta la rodilla cada vez que llueve. Y si no se inunda la casa
se inundan el terreno y las calles que lo rodean. El 10% de las casas
tienen suelo de tierra. Ninguna cuenta con saneamiento: el 32% elimina
las aguas servidas en un pozo negro sin revestimiento o en la cañada que
atraviesa el barrio. Queda a la vista de todos.
A pocos
metros de la cañada hay una casa de bloques a la venta. La familia la
puso a $ 140.000. "Pedimos poco. Nos queremos ir porque este barrio es
una miseria", dice un hijo de la dueña.
La
mayoría quiere mejoras y paz y no necesariamente irse ni huir. Esto
están diciendo el 38% de los vecinos que manifestaron estar muy
conformes con el barrio y el 24% que no está dispuesto a mudarse. El 83%
confía en que la situación va a mejorar.
Gabriel,
nacido en Pocitos, exjugador de fútbol de primera división, pintor,
padre de cinco hijos, había logrado salir del asentamiento en el que
había terminado. Durante nueve años alquiló en Nuevo París y tras un
desalojo, regresó. Un amigo le pagó el flete y le compró las chapas para
que armara el rancho. Este sábado Techo le está construyendo una
cabaña. Dice que el que conoce los asentamientos por los diarios y la
televisión los juzga mal.
—La
gente cree que como vivís en un asentamiento sos un delincuente. Hasta
los políticos nos marginan. El trato hacia nosotros no va a ser otro
hasta que dejen de vernos a todos como pastosos y narcos. Hasta que no
cambie cómo lo ven a uno, esto no va a cambiar.
Predios de la zona son ocupados cada semana
Sandra González
dice que el Municipio F recibe constantes denuncias por ocupación de
predios privados, cuyos dueños están al día con los impuestos, pero no
han podido ser fraccionados porque la zona no tiene saneamiento,
requisito que la ley de ordenamiento territorial exige para lotear y
vender. El jueves pasado, 34 familias cortaron la ruta en el km. 21 para
impedir ser desalojados.
Un barrio hundido en la emergencia habitacional
Son 191
las viviendas de emergencia que la organización Techo lleva construidas
en más de una década de trabajo en el asentamiento 24 de Junio. Además,
realizó arreglos de veredas, pozos negros, levantó un centro comunal
que funciona como punto de encuentro entre vecinos, e hizo zanjas para
combatir las inundaciones. Las cuadrillas de construcción y los
voluntarios que visitan la zona cada semana son testigos de cómo el
asentamiento tiene un crecimiento sin pausa y no hay ningún plan de
vivienda para contenerlo. Primero se censa al barrio para ponerles
números a las vulnerabilidades. Luego se hace un llamado a asamblea para
que asistan los vecinos y ahí se muestra el resultado del censo, para
constatar dónde surgen los problemas habitacionales más importantes de
las viviendas y de su entorno.
Le
sigue un proceso de asignación en el que influye la situación de
hacinamiento (hay hasta cinco personas compartiendo un mismo ambiente) y
de salud de la familia. La organización se financia a través de las
donaciones de empresas y la participación de cientos de voluntarios
(estudiantes y empleados de las empresas que colaboran) que construyen
junto a las familias.
La
vivienda tiene un costo que ronda los $ 52.000 y la familia debe abonar
el 10 %. Se arman en dos días. Durante el primero se ponen los pilotes y
el piso; el segundo día se colocan las paredes de madera y el techo de
chapa. Techo, además, suele funcionar como un articulador entre los
vecinos de asentamientos que no están organizados para exigir sus
derechos. Sandra González, concejala, reconoce que el municipio falló en
lograr una comisión sólida en este barrio.
Que horrendo, porqué nuestros niños y ancianos,tienen que vivir todo esto.? Que pasa con el Gobierno..todos ciegos mudos y sordos nadie nos defiende, estamos totalmente a la deriva...
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