por Rupert Darwall
Los oligarcas verdes de Wall Street, Hollywood y Silicon Valley pronto podrían acabar siendo atacados dentro de poco como los aristócratas liberales durante la Revolución Francesa
“La transición climática presenta una oportunidad de inversión histórica”, dice Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock. “Lo
que están descubriendo los financieros, los grandes bancos, los
gestores de capital, los inversores privados y los fondo de capital de
riesgo es que se puede ganar mucho dinero con la creación de estos
nuevos empleos [verdes]”, afirma John Kerry, representante del presidente Biden para el clima. Fink admite que la economía sigue siendo “altamente dependiente” de los combustibles fósiles. También afirma que BlackRock es “hoy en día tenemos una emisión neutral de carbono en nuestras propias operaciones”. Es una afirmación que puede discutirse. “Si una empresa o un individuo me dice que (su emisión de carbono) es cero neto, sé que es una completa mierda”, tuiteó Glen Peters, director de investigación del Center for International Climate Research (Centro de Investigación Climática Internacional) con sede en Oslo.
Peters estaba criticando al ex gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, quien había afirmado que las inversiones en energía renovable contrarrestan las emisiones de las inversiones en combustibles fósiles. Carney se retractó
rápidamente de sus afirmaciones, pero la disputa revela la fisura en el
movimiento climático que se hizo visible por primera vez con la
película Planet of the Humans
de Michael Moore de 2020, que enfrentó a los verdaderos creyentes de un
lado con los que lo apoyan para cosechar ganancias del dinero climático
que se está invirtiendo en la descarbonización.
Carney es una luz destacada de la oligarquía de las finanzas
climáticas, posicionada en el nexo que conecta la política y las
finanzas. Es asesor climático del primer ministro británico Boris
Johnson y trabaja como representante especial sobre finanzas y acción climática del secretario general de la ONU, António Guterres. También es vicepresidente de la gestora canadiense de activos alternativos Brookfield, estando al frente de su negocio de inversiones de impacto y ESG (ESG es el acrónimo de Environmental, Social, and Corporate Governance, Criterios ambientales, sociales y de gobernanza, AyR).
Es uno de los privilegios de ser un salvador del clima: cuando están en
juego los intereses del planeta no se tienen en cuanta las
preocupaciones habituales sobre conflictos de intereses.
Carney ha escrito un libro, Value (s): Building a Better World for All (Valor(es), construyendo un mundo mejor para todos),
y la BBC le dio a Carney la prestigiosa plataforma de las Conferencias
Reith 2020. Las inversiones en emisiones netas de carbono cero están “convirtiendo un riesgo existencial en una de las mayores oportunidades comerciales de nuestro tiempo”, declaró
Carney en su conferencia Reith sobre el clima. No hay duda de quién
hará lo mejor para construir este mundo mejor. En enero, Carney declaró
en la Radio Davos del Foro Económico Mundial que encontrar soluciones
para un riesgo para la existencia de la humanidad se convierte en una “tremenda oportunidad” que “se transforma en la codicia, o la parte oportunista de la ecuación”.
En tiempos normales, antes de la Emergencia Climática,
dependería de los financieros e inversores hacer preguntas difíciles y
poco sentimentales, como: ¿Cuál es el beneficio que genera la inversión?
¿Cuánto dura el período de recuperación del capital invertido? Pero
esto no se aplica cuando se trata del cambio climático. En su 1.5℃ Special Report (Informe Especial 1.5℃) de 2018, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC)
se negó a realizar un análisis de costo-beneficio de la meta de lograr
una emisión neta cero de carbono. El objetivo, declaró el IPCC, implica “evaluaciones de riesgo y juicios de valor”,
como si esto anulara la necesidad de evaluar si los beneficios de
alcanzar una emisión cero neta de carbono superase los costos de
hacerlo.
Veinte años es un número significativo. Un análisis
de febrero de 2021 de David Rode y Paul Fischbeck de la Universidad
Carnegie Mellon examina la omnipresencia de los pronósticos
apocalípticos en relación con el cambio climático. "Las únicas observaciones que tenemos respecto a los pronósticos apocalípticos anteriores es que son pronósticos fallidos", señalan. "No
existe un modelo racional de toma de decisiones que
permita atribuir una credibilidad creciente a los pronósticos basados en
los sucesivos pronósticos fallidos". A finales de 2020, el 61% de
esas predicciones ya habían expirado. El momento en que se esperaba que
se cumplieran las predicciones apocalípticas sobre el clima solía tener
horizonte temporal medio de 22 años antes del año 2000; para las
realizadas desde 2000, era de 21 años. A lo largo de medio siglo de
pronósticos, el apocalipsis siempre tendrá lugar aproximadamente dentro
de 20 años.
Como era de esperar, Carney disfruta con su gusto por lo apocalíptico. “No tendremos un sistema financiero si no tenemos un planeta”, dijo en su conferencia de Reith. El mes pasado, hizo un pronóstico según
el cual si no se toman medidas, las muertes anuales provocadas por el
clima durante los próximos 30 años igualarán el número de muertes por el
Coronavirus en el año 2050, que es la fecha en que se espera
internacionalmente alcanzar el objetivo de emisiones netas cero de
carbono. Aún así, esto es en cierto modo un progreso. La conferencia
climática de Toronto, hace 33 años, comparó los efectos del cambio
climático con la guerra nuclear. ¿En que se basó para realizar ese
pronóstico?
Carney usa su posición para
defender el obligar a todas las grandes empresas a hacer públicos sus
datos relacionados con el clima, y argumenta que deberían desarrollar y
publicar planes para la transición a una emisión neta cero de carbono. "Lo que se mide se gestiona", dice. Al mismo tiempo, Carney está involucrado en la creación de un mercado basado en contrarrestar las emisiones de carbono,
mercado según anticipa valdrá entre 50.000 y 100.000 millones de
dólares al año. Al igual que Glen Peters, Carney sabe que las
afirmaciones corporativas de emisiones netas cero de carbono son "una mierda", pero lo expresa en el lenguaje enrevesado del banquero central que antaño fue.
Fuente: Noticiasayr.blogspot.com
Desde el comienzo del presente siglo Uruguay ha desarrollado numerosas actividades enfocadas a diversificar la matriz energética. La Política Energética Uruguay 2030 marca un hito en este sentido ya que es fruto de un acuerdo multi partidario que plantea objetivos de corto, mediano y largo plazo, e implica fuertes inversiones en el sector energético a nivel nacional. Con la aprobación de este acuerdo comenzó un proceso que abrió paso al ingreso de nuevos actores al mercado de la generación de energía. Una de las áreas donde se hizo hincapié fue en la generación de energía eólica, con el fin de abastecer a la demanda con energía generada a partir de fuentes renovables. Además, se buscó minimizar la dependencia energética con el exterior a través de la disminución de las importaciones de petróleo y del aumento de producción energética con recursos autóctonos. En este proceso ha sido fundamental la participación de empresas privadas, que como generadores han aumentado su participación en la matriz energética del país.
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