domingo, 28 de marzo de 2021

La agenda climática


 

por Rupert Darwall

Los oligarcas verdes de Wall Street, Hollywood y Silicon Valley pronto podrían acabar siendo atacados dentro de poco como los aristócratas liberales durante la Revolución Francesa

“La transición climática presenta una oportunidad de inversión histórica”, dice Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock. “Lo que están descubriendo los financieros, los grandes bancos, los gestores de capital, los inversores privados y los fondo de capital de riesgo es que se puede ganar mucho dinero con la creación de estos nuevos empleos [verdes]”, afirma John Kerry, representante del presidente Biden para el clima. Fink admite que la economía sigue siendo “altamente dependiente” de los combustibles fósiles. También afirma que BlackRock es “hoy en día tenemos una emisión neutral de carbono en nuestras propias operaciones”. Es una afirmación que puede discutirse. “Si una empresa o un individuo me dice que (su emisión de carbono) es cero neto, sé que es una completa mierda”, tuiteó Glen Peters, director de investigación del Center for International Climate Research (Centro de Investigación Climática Internacional) con sede en Oslo.
 
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Peters estaba criticando al ex gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, quien había  afirmado que las inversiones en energía renovable contrarrestan las emisiones de las inversiones en combustibles fósiles. Carney se retractó rápidamente de sus afirmaciones, pero la disputa revela la fisura en el movimiento climático que se hizo visible por primera vez con la película Planet of the Humans de Michael Moore de 2020, que enfrentó a los verdaderos creyentes de un lado con los que lo apoyan para cosechar ganancias del dinero climático que se está invirtiendo en la descarbonización.
Carney es una luz destacada de la oligarquía de las finanzas climáticas, posicionada en el nexo que conecta la política y las finanzas. Es asesor climático del primer ministro británico Boris Johnson y trabaja como representante especial sobre finanzas y acción climática del secretario general de la ONU, António Guterres. También es vicepresidente de la gestora canadiense de activos alternativos Brookfield, estando al frente de su negocio de inversiones de impacto y ESG (ESG es el acrónimo de Environmental, Social, and Corporate Governance, Criterios ambientales, sociales y de gobernanza, AyR). Es uno de los privilegios de ser un salvador del clima: cuando están en juego los intereses del planeta no se tienen en cuanta las preocupaciones habituales sobre conflictos de intereses.
Carney ha escrito un libro, Value (s): Building a Better World for All (Valor(es), construyendo un mundo mejor para todos), y la BBC le dio a Carney la prestigiosa plataforma de las Conferencias Reith 2020. Las inversiones en emisiones netas de carbono cero están “convirtiendo un riesgo existencial en una de las mayores oportunidades comerciales de nuestro tiempo”, declaró Carney en su conferencia Reith sobre el clima. No hay duda de quién hará lo mejor para construir este mundo mejor. En enero, Carney declaró en la Radio Davos del Foro Económico Mundial que encontrar soluciones para un riesgo para la existencia de la humanidad se convierte en una “tremenda oportunidad” que “se transforma en la codicia, o la parte oportunista de la ecuación”.
 

 
En tiempos normales, antes de la Emergencia Climática, dependería de los financieros e inversores hacer preguntas difíciles y poco sentimentales, como: ¿Cuál es el beneficio que genera la inversión? ¿Cuánto dura el período de recuperación del capital invertido? Pero esto no se aplica cuando se trata del cambio climático. En su 1.5℃ Special Report (Informe Especial 1.5℃) de 2018, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) se negó a realizar un análisis de costo-beneficio de la meta de lograr una emisión neta cero de carbono. El objetivo, declaró el IPCC, implica “evaluaciones de riesgo y juicios de valor”, como si esto anulara la necesidad de evaluar si los beneficios de alcanzar una emisión cero neta de carbono superase los costos de hacerlo.

Veinte años es un número significativo. Un análisis de febrero de 2021  de David Rode y Paul Fischbeck de la Universidad Carnegie Mellon examina la omnipresencia de los pronósticos apocalípticos en relación con el cambio climático. "Las únicas observaciones que tenemos respecto a los pronósticos apocalípticos anteriores es que son pronósticos fallidos", señalan. "No existe un modelo racional de toma de decisiones que permita atribuir una credibilidad creciente a los pronósticos basados en los sucesivos pronósticos fallidos". A finales de 2020, el 61% de esas predicciones ya habían expirado. El momento en que se esperaba que se cumplieran las predicciones apocalípticas sobre el clima solía tener horizonte temporal medio de 22 años antes del año 2000; para las realizadas desde 2000, era de 21 años. A lo largo de medio siglo de pronósticos, el apocalipsis siempre tendrá lugar aproximadamente dentro de 20 años.

Como era de esperar, Carney disfruta con su gusto por lo apocalíptico. “No tendremos un sistema financiero si no tenemos un planeta”, dijo en su conferencia de Reith. El mes pasado,  hizo un pronóstico según el cual si no se toman medidas, las muertes anuales provocadas por el clima durante los próximos 30 años igualarán el número de muertes por el Coronavirus en el año 2050, que es la fecha en que se espera internacionalmente alcanzar el objetivo de emisiones netas cero de carbono. Aún así, esto es en cierto modo un progreso. La conferencia climática de Toronto, hace 33 años, comparó los efectos del cambio climático con la guerra nuclear. ¿En que se basó para realizar ese pronóstico?

Carney usa su posición para defender el obligar a todas las grandes empresas a hacer públicos sus datos relacionados con el clima, y argumenta que deberían desarrollar y publicar planes para la transición a una emisión neta cero de carbono. "Lo que se mide se gestiona", dice. Al mismo tiempo, Carney está involucrado en la creación de un mercado basado en contrarrestar las emisiones de carbono, mercado según anticipa valdrá entre 50.000 y 100.000 millones de dólares al año. Al igual que Glen Peters, Carney sabe que las afirmaciones corporativas de emisiones netas cero de carbono son "una mierda", pero lo expresa en el lenguaje enrevesado del banquero central que antaño fue.
 

 Fuente: Noticiasayr.blogspot.com



Desde el comienzo del presente siglo Uruguay ha desarrollado numerosas actividades enfocadas a diversificar la matriz energética. La Política Energética Uruguay 2030 marca un hito en este sentido ya que es fruto de un acuerdo multi partidario que plantea objetivos de corto, mediano y largo plazo, e implica fuertes inversiones en el sector energético a nivel nacional. Con la aprobación de este acuerdo comenzó un proceso que abrió paso al ingreso de nuevos actores al mercado de la generación de energía. Una de las áreas donde se hizo hincapié fue en la generación de energía eólica, con el fin de abastecer a la demanda con energía generada a partir de fuentes renovables. Además, se buscó minimizar la dependencia energética con el exterior a través de la disminución de las importaciones de petróleo y del aumento de producción energética con recursos autóctonos. En este proceso ha sido fundamental la participación de empresas privadas, que como generadores han aumentado su participación en la matriz energética del país.

 

 


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