sábado, 6 de agosto de 2011

El capitalismo es así

Una selección de COMCOSUR AL DIA



Brecha | Uruguay | por Mario Arana | Jueves, 04. Agosto 2011
Ojos que no ven


En plena dictadura emprendimos, con un entusiasta y valiosísimo conjunto de estudiantes y jóvenes arquitectos, una “patriada” en defensa del patrimonio arquitectónico, urbanístico, paisajístico, ambiental y poblacional.



Pensaba entonces que las groseras agresiones contra ese patrimonio se originaban en la desaprensión soberbia del autoritarismo de la época.

Creí también que una vez recuperada la democracia, y más aun, que una vez conquistado el gobierno nacional por una fuerza política progresista, sería inviable le reiteración de semejantes desatinos.

Debo hoy admitir mi error.

La fuerza de los hechos me obliga a ello.

Hace unas pocas semanas el arquitecto Conrado Pintos, de destacada actuación profesional y docente, denunció la incomprensible destrucción de dos excelentes viviendas del arquitecto Román Fresnedo Siri, localizadas en la avenida Ponce. Ahora, un hecho tan incomprensible, y si cabe, aun más grave, acaba de producirse: la demolición de lo que hasta hace pocos días era una estupenda muestra del acervo arquitectónico de los montevideanos.

Me refiero a la casona que estaba situada en bulevar España 2232, próxima a la esquina con Juan Paullier.

Esta singularísima obra, construida hacia principios del siglo xx, respondía a los lineamientos genéricamente definidos como Art Nouveau en la modalidad italiana; modalidad más rotunda que aquellas otras que se desarrollaron en Bélgica, Francia y Escocia.

Su contundente volumetría de fuertes contrastes se complementaba con una muy convincente factura constructiva y la utilización de elementos decorativos de infrecuente valor estético.

La típica visión totalizadora y la congruencia formal de la totalidad de los elementos constitutivos, que caracterizaron a estas corrientes estilísticas de fines del siglo xix, se complementaban, en el caso de esta obra, con la elaborada verja de hierro forjado y los bien modelados pilones de mampostería cuyos vestigios son aún visibles; mudos testigos de esta nueva afrenta cultural que padece ahora nuestra ciudad.

Obviamente, no todas las obras de interés testimonial integran la nómina de monumentos históricos, ni están específicamente tuteladas a nivel municipal. Es por ello que, en tanto intendente, propuse la resolución aprobada en agosto de 2001 que determina la consideración especial que ameritan –y cito textualmente– las “construcciones anteriores a 1940 que se ubiquen frente a avenidas, bulevares y ramblas” (resolución número 3095/01). Tal era, precisamente, la situación del notable edificio en cuestión.

Por otra parte, se exige que todo permiso de demolición debe incluir una elocuente documentación fotográfica, tanto de la finca como del tramo urbano en que la misma se inserta.

Téngase presente, además, que los expedientes no son analizados por funcionarios de menor jerarquía y sin conocimientos técnicos específicos, sino que son informados por profesionales arquitectos.

¿Cómo entender entonces semejante pérdida patrimonial?

¿Hemos acaso perdido la sensibilidad y el compromiso cultural que nuestra colectividad merece?

A todas luces correspondería que tales expedientes fueran considerados por la Unidad de Patrimonio de la propia Intendencia, donde revisten funcionarios de sólida formación y alta sensibilidad.

El título de la presente nota reproduce el de uno de los capítulos de Hacia una arquitectura, libro emblemático que Le Corbusier publicara en 1923.

Humor negro quizás, el del maestro, puesto que en 1918 había perdido la visión de uno de sus ojos. Aunque ello no impidió, por cierto, que su sensibilidad y su compromiso cultural pudieran suplir sus limitaciones físicas.

Reiteradamente sostuve que la ciudad es permanencia y cambio; y desde siempre me identifiqué con las elocuentes expresiones del profesor Graziano Gasparini, al afirmar que “la conservación de los monumentos del pasado no pretende ser refugio de la nostalgia; es una exigencia del hombre moderno y puede ser llevada a cabo sólo en el cuadro de la ciudad nueva, en función y no en antítesis con ella”.

Soy de los que creen que es factible la reflexión, el diálogo, la persuasión y la búsqueda de entendimientos entre propietarios, promotores, profesionales y autoridades públicas, procurando acceder a soluciones equilibradas donde los legítimos intereses materiales –siempre efímeros– puedan compatibilizarse con los valores perdurables de la cultura.

Doy tan sólo un ejemplo que evidencia que ello puede ser factible: la transformación de la antigua empresa Barreiro & Ramos con destino a viviendas y oficinas, en pleno corazón de la Ciudad Vieja. Paradigmático y convincente diseño –ya en adelantado proceso de ejecución– donde memoria y proyecto se conjugan en una propuesta con inequívoca afirmación de presente.

Verdadero desafío además, frente a la habitual apatía burocrática, a la falta de compromiso, al facilismo, a la ignorancia… y a los “ojos que no ven”.


Qué Pasa | El País Digital | Sábado 30.07.2011 | Sebastián Cabrera

Gran Montevideo
Crecimiento interno de la capital
El área metropolitana crece y se expande en forma desordenada y en más de 2.000 hectáreas hacia Canelones y San José, donde todo es más barato aunque faltan muchos servicios.

Cuando el auto (o el ómnibus) va desde Montevideo por la ruta 84, también conocida como Camino del Andaluz, y cruza el puente sobre el arroyo Toledo, entra al departamento de Canelones. Pero el paisaje no cambia mucho, la capital no termina ahí: sigue y se expande en lo que algunos llaman el "gran Montevideo".
De un lado y del otro de la ruta se ven casas grandes y chicas, cooperativas, algunos ranchos de lata, un poco de campo, también viñedos, alguna que otra solitaria vaca y la vía del tren, siempre presente, pocas veces activa.
Suárez está a seis kilómetros de Montevideo por el Camino del Andaluz. En esos seis kilómetros se extiende la zona de "las villas", varias urbanizaciones irregulares se han multiplicado en las últimas décadas, y que en los hechos unen a esta localidad canaria con la capital del país.


Junto a Toledo y las villas de San Crespo y San Andrés, Suárez constituye hoy "un verdadero suburbio metropolitano", dice Edgardo Martínez, profesor agregado del Instituto de Teoría de la Arquitectura y Urbanismo (ITU) de la Facultad de Arquitectura.
El 268 es el ómnibus de Cutcsa que llega hasta Suárez, ciudad dormitorio de calles de tierra y constantes subidas y bajadas. Suárez se distingue básicamente por tener el punto más alto de Canelones (está arriba de un cerro) y por su cercanía con la siempre movida Colonia Berro. Y también porque ha crecido en los últimos años. Sentado en su despacho de la junta local, el alcalde Leandro D` Andrea cuenta: "Como canarios hemos sido invadidos por un montón de gente que no solo viene de Montevideo, sino de otras partes del país, y ha decidido afincarse acá".
En una década la ciudad pasó de 10.000 a 24.000 habitantes, dice D`Andrea. Cutcsa tenía cuatro frecuencias diarias hace no tantos años. Hoy son unas 50.
El alcalde, de 60 años, analiza la realidad de la ciudad con una sensación agridulce: que haya más gente es positivo, pero a la vez eso implica que cada vez hay menos "suareños" -así es el extraño gentilicio del lugar- y más montevideanos que viven en Suárez. Su familia llegó desde Jacinto Vera en la década de 1950, cuando se fraccionaron muchos terrenos, y forma parte de una generación que nació allí y que se siente parte de la ciudad.
El alcalde distingue una segunda oleada de migrantes, que llegó en los años 80 sin tanto sentido de pertenencia y por último quienes se afincaron en la última década, que "se sienten de paso".
Un panorama similar se repite en toda el área metropolitana, que hoy tiene 1.676.678 pobladores. Ya sea al extremo este con la Ciudad de la Costa, la conurbación cercana al Aeropuerto de Carrasco, Barros Blancos o Pando; en el oeste en Ciudad del Plata (que se consolida como la segunda ciudad del departamento de San José), o al norte en el corredor de la ruta 5, es decir, la zona de La Paz, Las Piedras y Progreso.
AVANCE. Una reciente investigación del ITU revela que en toda la región metropolitana el crecimiento demográfico no es relevante (0,28%, por lo menos entre los censos de 1996 y 2004, no hay datos posteriores) pero sí hay una expansión territorial con 2.191 nuevas hectáreas de ciudad, de las cuales apenas 640 hectáreas están dentro de los límites de Montevideo.
Esa cifra de 2.191 hectáreas "es muy grande", es "una rareza" porque "no hay más gente" y la zona urbanizada igual se expande 8,91%, con un predominio de "una ciudad informal, incompleta", dice Martínez.
"Es mucho, no se justifica por la cantidad de población y además en el período medido no hay un dinamismo muy grande ni demasiadas industrias nuevas", dice.
El ITU define un área metropolitana que tiene a la ruta 5 como eje, la ruta 11 de límite al norte y al este y por último la ruta 3 hasta San José al oeste. Es ese "gran Montevideo" que crece y se extiende cada vez más. Eso se debe sobre todo a las migraciones internas, de montevideanos que se van hacia la periferia o a diferentes puntos del área metropolitana huyendo del precio de la tierra urbanizada en busca de una vida más barata. También hay gente del interior que fue rechazada por Montevideo y termina en la periferia.
Y todos se asientan en zonas donde antes no había nada y por lo tanto no cuentan con ninguno o varios de los servicios imprescindibles, como agua potable, saneamiento, transporte, pavimento, alumbrado público, recolección de basura o bocas de tormenta.
En su oficina en la Facultad de Arquitectura, Martínez dice que el crecimiento viene acompañado de "un fenómeno de segregación territorial, con barrios de gente pudiente y muchos barrios pobres, poca mezcla".
Incide, entonces, "la persistente aprobación de loteos suburbanos, la conversión de balnearios en barrios satélites, la proliferación de asentamientos irregulares y más tarde la llegada de barrios privados con servicios en lugares paisajísticos".
Pero lo que más se nota, dice Martínez, es el perfil de informalidad, lo cual a su juicio es dramático porque no se ha respetado la ley de centros poblados de 1946 y porque crecen ciudades con grandes carencias y los gobiernos no han realizado los esfuerzos suficientes para que la gente vuelva a las zonas donde ya están todos los servicios.
Instalar todos los servicios, desde la conexión eléctrica al saneamiento, y después construir cuesta entre 180.000 y 240.000 dólares por manzana. "Pero cuando los servicios se ponen después de ocupado el suelo, eso cuesta unos 500.000 dólares por manzana", dice.
Martínez sonríe y después lamenta: "Es irracional. Nos vamos haciendo cada vez más latinoamericanos. Corremos la ciudad de atrás, ponemos los servicios después de ocupar la tierra y nos tenemos que hacer cargo de unos costos fenomenales porque además la expansión se da con baja densidad de población".
VIAJE. El diputado Esteban Pérez vive en Toledo desde la década de 1970 y ha sido testigo del crecimiento del corredor de las rutas 6 y 7, también compartido con Suárez y Sauce.
"Las zonas rurales se llenaron de villas precarias y lo que llamamos asentamientos con papeles, donde vive gente que compró un solar barato y levantó su casa de a poco", dice después de bajarse del tren que pone unos 45 minutos de viaje desde Montevideo.
El diputado va y vuelve a la capital en tren o en ómnibus, como la mayoría de los pobladores de Toledo: "Más del 60% de la masa trabajadora se mueve a Montevideo cada día".
Pérez cree que ha llegado mucha "gente expulsada" de la capital por los altos alquileres. Pero también afirma que la mayoría "no tiene una cabeza tan montevideana", ya que son familias con origen del interior y "una cabeza más de campo, quieren un salón amplio, una huertita, muchos perros".
Uno de los efectos del crecimiento es que ahora se llega más fácil a Montevideo: las empresas de transporte Casanova y Ucot aumentaron las frecuencias a Toledo, como a otros lugares del área metropolitana. "Antes pasaba uno cada media hora, desde hace tres años hay un ómnibus cada 10 minutos y frecuencias hasta las 3 de la mañana", dice.
La familia de Alejandra Carsín es una de las tantas que se mudó a Canelones. Ella, que hoy es concejal de Toledo, vive con su esposo y sus siete hijos desde hace seis años en la villa El Bosque, sobre la ruta 33.
Su casa está en un predio de nueve hectáreas cuyo dueño tiene una vieja deuda con la Intendencia Municipal de Canelones. Lo que ella y sus vecinos ansían es que el gobierno regularice la situación y puedan ser propietarios.
"Acá han venido (el intendente canario) Marcos Carámbula, (la senadora) Lucía Topolansky, entre otros políticos, y no pasa absolutamente nada", dice. "Y eso que está la ley de apropiación". Se refiere a la Ley de Ordenamiento Territorial, que permite reclamar la propiedad de un predio luego de cinco años de estar ahí y si la ocupación no es resistida por el dueño original.
Barros Blancos también vivió una explosión habitacional y hoy tiene 38 asentamientos (ver recuadro con cifras en página 8). En el eje de la ruta 8, donde está esa localidad, aumentó 28% la cantidad de viviendas y 15% la población entre los censos de 1996 y 2004, en zonas "no consolidadas", es decir, sin todos o algunos servicios de una ciudad.
El 103 de Cutcsa es uno de los ómnibus que lleva a los habitantes de Barros Blancos a trabajar a Montevideo: esa línea llega hasta la ciudad desde 2006. A partir de cierto crecimiento industrial, el alcalde Napoleón Da Rosa intenta revertir el concepto de ciudad dormitorio. Dice que hoy el 30% de la población trabaja en Barros Blancos y espera que en poco tiempo el porcentaje se invierta y que sea una minoría la que trabaja en la capital.


LA CIUDAD QUE CRECE. En Suárez no hay saneamiento y cada casa tiene su correspondiente pozo negro. "Pero tenemos otras cosas, como la posibilidad de disfrutar el aire puro, sentarse bajo una parra o un árbol en verano", dice el alcalde D`Andrea antes de invitar a hacer un tour por la ciudad.
En Suárez tampoco hay casas con rejas y, aunque ya no se puede dejar la puerta abierta ni la moto afuera como en otras épocas, todavía no hay tanta inseguridad como en Montevideo.
En la década del 1980 y 1990 la ciudad había crecido hacia la capital por el Camino del Andaluz, donde hay 18 villas, y en la última década también avanzó hacia el norte con los fraccionamientos del Barrio Inglés, un barrio obrero con mucho verde alrededor. Allí Ernesto, de 61 años, construye una casa de un dormitorio para un subdirector de la vecina Colonia Berro.
Las bolsas de portland y los ladrillos están apilados en el césped y él cuenta que hace cinco o seis años esa zona de Suárez era puro campo.
El alcalde saluda a los vecinos que se cruzan. Carlos, un policía, se mudó a Suárez con su esposa Laura y su pequeño hijo Ezequiel hace seis meses: hicieron la casa de cero y están felices.
Otro vecino se acerca y pregunta al alcalde cuándo llegarán los contenedores para la basura. "Capaz que el fin de semana ya los tenés acá", responde D`Andrea y confirma que el nuevo sistema de recolección de residuos está a punto de ser inaugurado.
En Suárez se nota el desarrollo, hay más industrias y en el centro de la ciudad se está construyendo una nueva plaza, ahí al lado de la parada de ómnibus, donde antes las unidades de Copsa pasaban cada 40 minutos y ahora lo hacen cada 10. Ahí donde se conecta a la ciudad con el resto de ese "gran Montevideo" que se sigue expandiendo más allá de sus límites originales.

Tres ciudades canarias

SUÁREZ
En una década la ciudad (foto principal) pasó de 10.000 a 24.000 habitantes, dice el alcalde Leandro D`Andrea. Los estudios del Instituto de Arquitectura y Urbanismo dicen que en todo el corredor de la ruta 6 y 7 hay 25% más de viviendas y 16% más población, entre los censos de 1996 y 2004.
barros blancos
Tomando en cuenta el padrón electoral, el alcalde Napoleón Da Rosa estima que la población se acerca hoy a las 50.000 personas en todo el municipio y hace quince años eran unas 35.000. "Es el lugar de mayor crecimiento, junto a la Ciudad de la Costa", dice.
v TOLEDO
En la última década pasó de 16.000 a unos 35.000 habitantes.

Planes comunes de municipios

Hay quienes piensan que algún día el área metropolitana debería ser un solo departamento. Por ahora, las intendencias han unificado esfuerzos en diversos temas, como el transporte. Y hay cinco municipios de Canelones (Colonia Nicolich, Paso Carrasco, Barros Blancos, Suárez y Toledo) y tres de Montevideo que trabajan en un plan común de desarrollo de la cuenca del arroyo Carrasco. Además de tareas de limpieza allí, hay un plan piloto cuya primera etapa fue la colocación de focos con paneles solares en el puente sobre el arroyo Toledo en el Camino del Andaluz, límite entre los departamentos de Montevideo y Canelones.

De cancha a barrio

Los partidos en la cancha del club Sarandí eran a muerte. Venían a jugar clubes vecinos como el Rápido y el Paraíso de La Teja o La Lira de la Barra. "Eran cuadros buenos, grandes futbolistas", dice Sarita, de 79 años, que vive en Camino Paurú, a dos cuadras del Parque Lecocq y cerca de los humedales del Santa Lucía. "Don Céspedes" era el técnico del club y, cuando él murió, nadie se hizo cargo del lugar.
La casa de Sarita está enfrente a donde se jugaban aquellos partidos y donde era todo campo. Pero hace ya 10 años la cancha empezó a desaparecer, primero con una casa, luego otra y otra. Cuando ella quiso acordarse, enfrente tenía un barrio nuevo.
De las 2.191 nuevas hectáreas urbanizadas del Area Metropolitana, unas 640 están Montevideo. El arquitecto Edgardo Martínez menciona a Camino Paurú como ejemplo de crecimiento riesgoso en la periferia de la capital, donde el equilibrio ambiental está en juego y se ocupa suelo rural. Allí no hay saneamiento y las aguas servidas "van al humedal".
Sarita dice que, dentro de todo, las casas son "prolijas" y no hay "mucho rancherío". Recién al meterse una cuadra hacia adentro por los corredores uno encuentra algún rancho de lata. Frente a una casa Jeremías juega con su mascota, la gallina "Panchita", mientras Melba -su madre- cuenta que hasta hace poco el barrio "parecía una película policial" pero se fue un muchacho que consumía pasta base y todo está más tranquilo.
Nadie tiene muy claro quién era el dueño del único padrón donde hoy están las cincuenta casas. De todos modos, una vecina organiza una colecta para pagar la contribución rural con una cuota de 20 pesos por vivienda, que no todos pagan.
Ernesto y Sonia tienen la única casa enrejada y, por lejos, la más linda. Cuentan que durmieron tres meses en una carpa mientras levantaban la vivienda y son de los pocos vecinos que no están enganchados a la luz. Pero no han logrado que OSE les haga la conexión al agua, por lo que trajeron un caño en forma artesanal desde la calle principal.
El barrio está en constante cambio. Hace dos meses Marcelo, un vecino nuevo, "compró" una parcela a 70.000 pesos. Allí levantó su casa de bloques, donde vive con su esposa, sus seis hijos ("medio cuadro de fútbol") y seis gallinas.

El Observador | 30 julio 2011 |  Fernanda Muslera
Vivir al día según un “cuidacoches modelo”
Tras una jornada de nueve a seis de la tarde, en la cuadra que le da de comer desde hace casi una década se lleva $ 500
Son las diez de la mañana en la esquina de las calles Miranda y Bahía Blanca, a pocos metros del Hospital Británico. La tranquilidad de esta zona arbolada solo parece interrumpirse por el sonido de las llantas de los autos sobre el asfalto mojado, algún que otro bocinazo y el “dale, dale, dale” de un cuidacoches bajito y grueso, que repite sus palabras como estribillos conocidos de memoria. Al otro lado de la calle, Marcelo Garate, un cuidacoches de 31 años, alto, de rasgos alargados y aspecto impecable, limpia metódico una camioneta roja y se integra en el ambiente sin estridencias. Tras una jornada de nueve a seis de la tarde, en la cuadra que le da de comer desde hace casi una década, el final del día trae un saldo positivo. Se lleva $ 500.

Marcelo es un “diez mil pesista”, uno de los más de 800 mil que sobreviven con $ 10 mil en Uruguay. Pero él no se queja, aunque reconoce que vive al día: “Me decís el lunes empezás a trabajar y me matás, porque vivís con la diaria”.

Hace tiempo que se acostumbró a que el ahorro sea imposible y a realizar una ocupación que lo sacó de apuros. “Yo empecé a cuidar coches el 14 de febrero de 2002, cuatro días antes había nacido mi primer hijo”, recuerda.

Optimismo resignado
Su trabajo no le gusta, pero igual lo defiende con dignidad. “Soy, como me dicen algunos clientes, un cuidacoches modelo”, comenta. Después de nueve años trabajando en esa calle, los vecinos y médicos del hospital le dejan sus autos para que los estacione, los lave, y de vez en cuando lo contratan para algún trabajo en sus casas. Incluso llegaron a regalarle una computadora, ropa, o a prestarle dinero. “Vos podés ir y preguntar por mí y estate seguro que no te vas a llevar una mala imagen”, dice, distanciándose de los cuidacoches “borrachos” o desaliñados.

Cincuenta pesos por limpiar cada auto; entre cinco y diez pesos por cuidarlos. No es mucho, pero se la rebusca para pagar un alquiler de $ 2.000 por mes en el barrio Peñarol y alimentar bien a su esposa y a sus cuatro hijos varones. Ayer cenó fideos con tuco y hoy su mujer va a cocinar un guiso, que le costó unos $ 425. Es cierto, no se da muchos gustos, pero sus costumbres son simples y familiares. Con los poco más de $ 400 que cobra por la asignación mensual por hijo les compra ropa a sus “gurises”. De todos modos, la situación era peor hace dos años, cuando aún compartía la cuadra que le asignó la Intendencia con otro cuidacoches, y ganaba la mitad.

“Teniendo salud, estando bien vestido, teniendo la conducta como tengo, lo material me va y me viene”, señala. Mientras conversa por la noche con El Observador en una parrillada de Garibaldi y Raña, espera al chico al que está apoyando para salir de su adicción a la pasta base, con ayuda de la Iglesia Evangélica. La misma que le da fuerzas para seguir adelante y que impulsó a su mujer a superar la depresión, después de que un curandero le hiciera un “trabajo”.

“Yo con un sueldo de $ 15.000 a $ 18.000 por mes me conformo”, comenta, aunque ese dinero extra lo ahorraría para el coche y la casa propia. Lo suyo es, en cierta forma, un optimismo resignado: “Peor de lo que estamos en este país no vamos a estar”. “El problema es que la plata está mal repartida. Vas al Palacio Legislativo y un ascensorista gana 20 palos por mes y vos estás en una empresa de limpieza en un hospital y ganás $ 6 mil por mes”.

Afuera las nubes se cargan de lluvia, y en la parrillada Marcelo sueña con ser chofer y dejar las labores duras que viene haciendo desde que de chico trabajaba en el campo, por Pajas Blancas. Atrás quedó su sueño de ser futbolista, cuando por el “orgullo de la camiseta” de Nacional rechazó jugar en la tercera de Peñarol. “Si yo tengo que morir cuidando coches para que mis hijos tengan un buen estudio, lo hago”, comenta. Sencillo y estoico, recoge el mate y se marcha.


El Observador | 30 julio 2011 | María de los Ángeles Orfila

En el pretil de la pobreza
Los números de la economía vuelan y todo son loas, pero hay más de 800.000 uruguayos que viven con menos de $ 10.000 al mes

Cobrar $ 10 mil y llegar a fin de mes es una prueba de supervivencia que realiza la mitad de la población económicamente activa del país: más de 800 mil trabajadores. Esta es una de las caras del crecimiento económico. Mientras que la economía uruguaya creció 8,5% durante 2010 –a tasas chinas, dicen algunos–, lo que permitió la creación de 13 mil puestos de trabajo y la salida de la pobreza de 75 mil personas, los hoy llamados “diezmilpesistas” (cajeras, guardias de seguridad, empleadas domésticas, peones rurales, entre muchos oficios) sobreviven muy cerca de la línea de pobreza, sin protección social y con una débil inserción en el mercado de trabajo. No son pobres mientras dure el tiempo de bonanza, pero una virazón los puede regresar al principio.

“Frente a un shock económico, estas personas con poca acumulación de capital humano, probablemente, caen en situación de pobreza”, dijo Verónica Amarante, investigadora del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República.

En el límite

El grupo de los diezmilpesistas está conformado por 813 mil trabajadores, según cálculos proporcionados a El Observador por el economista Hugo Bai, integrante del Instituto Cuesta Duarte. Son aquellos que cobran $ 10 mil líquidos o menos por mes de acuerdo al salario valor hora. “Es gente que está muy cerca de la frontera. Ante un cambio de las condiciones es, hoy por hoy, la población más vulnerable”, señaló Bai. Esa frontera no es más que la línea de pobreza establecida por el INE en $ 7.123,84 para Montevideo y $ 4.818,94 para el resto del país urbano. Estadísticamente no son pobres, pero apenas les alcanza para cubrir sus necesidades básicas.

“Vulnerables a la pobreza” es el término que maneja el director de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo (Mides), Andrés Scagliola, para identificar a quienes están en el segundo o tercer decil de ingreso –el 86% de los diezmilpesistas se concentra en esos sectores bajos– y que hacia 2003 formaban parte de los casi 30% de hogares pobres que levantaron cabeza al mismo tiempo que lo hizo el empleo y el salario mínimo nacional ($ 6.000 en el presente). Sin embargo, pueden haber salido de la pobreza por una puerta giratoria que amenaza conducirlos al mismo lado. “No tienen la vida resuelta por haber pasado la línea de pobreza”, asentó.

El universo de los diezmilpesistas comprende distintas realidades: desde el estudiante universitario en su primera experiencia laboral que cobra $ 7.300 por seis horas en un call center, hasta una jefa de hogar que cobra $ 7.500 por ser cajera en un supermercado con solo un día libre y sin feriados. Viven riesgos diferentes. El primero, en general, busca una entrada suplementaria mientras prosigue su formación. Está inserto en un contexto familiar que puede servirle de sostén económico. Y, tal vez, ser diez mil pesista no sea más que una situación pasajera. La segunda depende de su ingreso para sobrevivir y, aunque quisiera aspirar a un trabajo mejor remunerado, su nivel educativo no es suficiente.

Los trabajadores no calificados se subieron más tarde al tren de la recuperación salarial (10,38% en términos interanuales a febrero de 2011). Primero se benefició el personal de alta capacitación, en especial el correspondiente a las áreas industriales y tecnológicas. El otro segmento lo hizo hace dos años. No obstante, su vulnerabilidad, dada principalmente por su nivel educativo, le cambia el sentido a un proverbio bíblico. Ante una eventual inflexión en la economía, estos trabajadores, los últimos en mejorar sus ingresos, serían los primeros en recibir una mala noticia en la fábrica. Neker de la Llana, gerente de servicios profesionales de Manpower Professional, aseguró que “tienen más posibilidades de perder su empleo o de sufrir deterioros en sus condiciones laborales”.

Otro dato que relativiza la bonanza. Al 75% de los trabajadores no le correspondió pagar el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en 2010, según datos de la última campaña de declaración jurada (año 2009). De acuerdo a sus ingresos, el 66% de aquellos no lo pagó por estar por debajo del mínimo no imponible que, en 2009, era de $ 13.608. El ingreso promedio mensual registrado para este segmento era de $ 5.363. A este porcentaje se le sumó el 65,5% de los trabajadores con ingresos inferiores a $ 20.412 (con un ingreso promedio de $ 16.598) pero que realizaban deducciones. Actualmente, el mínimo no imponible es de $ 15.582. Desde el área de Asesoría Económica de la Dirección General de Impositiva se informó que, si bien han aumentado los salarios, no se espera una variación significativa en la cantidad de trabajadores que no aporta por IRPF para la campaña 2010 (en curso) por tratarse de un “rasgo estructural”.

Quiénes son

Los diezmilpesistas y los pobres, separados por una línea estadísticamente arbitraria, comparten varias características: prima la jefatura femenina, son hogares más numerosos que la media, su inserción en el mercado laboral es precaria, mal remunerada, o inestable, y no completaron la educación media. De acuerdo a los datos del Instituto Cuesta Duarte, casi la mitad de los diezmilpesistas son mujeres y casi cuatro de cada cinco son menores de 25 años.

Un poco más de la mitad de los diezmilpesistas uruguayos trabaja en las áreas del comercio, restaurantes y hoteles y servicios. Sigue la industria manufacturera, el sector rural y la construcción.

Respecto a la seguridad social, alrededor del 75% es informal. “Por eso sigue siendo uno de los grandes problemas que hay en el mercado de trabajo porque hace a la calidad del empleo”, manifestó Bai. Los trabajadores más vulnerables tienen más dificultad para combatir la inflación si son informales, puesto que sus salarios no se ajustan por Índice de Precios al Consumo (IPC). A la vez, no cuentan con cobertura de salud y, como no les corresponde seguro de paro, una crisis los agarra con una mano adelante y otra atrás.

Formales o informales, para Amarante la inflación es peligrosa, debido a que los trabajadores de menores ingresos destinan una mayor parte de su ingreso, en términos proporcionales, al consumo, sobre todo de alimentos. “A veces todo su ingreso”, puntualizó. Por lo tanto, “ante cualquier variación en el ciclo económico, que como sabemos es común en las economías como la nuestra, puede hacerlos caer en situación de pobreza o incluso indigencia”, comentó. Para los diezmilpesistas formales, Bai sostuvo que se debe continuar aumentando los mínimos de cada categoría como se hizo en la última ronda de Consejos de Salarios.

Por ejemplo, el salario base del sector de los supermercados, ejemplo de los salarios más sumergidos, pasó de $ 5.200 a $ 8.800 más un presentismo de $ 800. Con este ajuste, Favio Riverón, representante de la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio y Servicios (Fuecys), dijo que el 30% del personal de supermercados quedó por debajo de los $ 10 mil mensuales, 5.340 trabajadores. “Es lo que cobra una cajera o un reponedor; los oficios cobran más porque, si no, no se consigue gente”, explicó. Riverón agregó que la categoría de diezmilpesistas comprende a casi todo el personal de minimercados, telemarketers y peluquerías, para los que el salario promedio es de $ 7.500.

Por categorías ocupacionales, 533.500 diezmilpesistas son asalariados privados y otros 218 mil son cuentapropistas. Este trastorno económico es mínimo entre los asalariados públicos: solo 42 mil trabajadores, entre los que se incluye a los soldados.

Prevención educativa

El bajo nivel educativo figura en el currículo de los diezmilpesistas. La investigación del Instituto Cuesta Duarte a la que tuvo acceso El Observador muestra que 654 mil diezmilpesistas, es decir, 8 de cada 10, no completaron los estudios secundarios. La presencia de universitarios en el conjunto es ínfima: 8%. Por tal motivo, Scagliola afirmó que la universalización de la educación media es una garantía para “blindar” a este grupo frente a los avatares económicos. Y, según Federico Muttoni, gerente de Advice, frente a los inevitables cambios del mercado laboral. “Para el año 2020 las reglas del contrato entre empleador y empleado deberán ser reescritas. Debemos preparar a aquellos que están en situación de fragilidad laboral”, declaró.

La prevención estaría dada por énfasis en idiomas, manejo de tecnología, contenidos técnicos “según las necesidades estructurales del país”, matemática, contenidos vinculados a la ecología y el desarrollo sustentable y “disposición” al servicio. “El Estado debería invertir de manera enfocada sus recursos, privilegiando este tipo de educación”, añadió Muttoni. Pero muy pocos tienen acceso a capacitación.   

Según Neker de la Llana, de Manpower, el mercado da señas de presión sobre los segmentos de calificación baja debido a la escasez de trabajadores disponibles con un desempleo en mínimos históricos, al tiempo que, para mantener el crecimiento económico, se orienta a la absorción de personal calificado.

El País Digital | 30 julio del 2011 | Eloísa Capurro

Cuando el trabajo abunda
El problema es la calidad del empleo.
Un arquitecto comienza una obra y no encuentra peones u oficiales para emplear. Los mejores, dicen, ya están ocupados o se mudaron a otro rubro.
Una empresa lanza un llamado a cubrir un puesto técnico o profesional y no encuentra postulantes. Y, como va a necesitar todavía cubrir más puestos en los próximos años, comienza a pensar en cómo capacitar al personal que ya tiene.
Un profesional está un año en una empresa y otro año en otra. Quizás menos porque busca un mejor salario y cada vez está menos atado con una sola empresa.


Todo esto pasa en un país que hace seis años crece a niveles constantes y para el que la palabra crisis y los niveles de desempleo cercanos al 17% son viejos -y hasta olvidados- recuerdos. Según los últimos datos oficiales, el desempleo está en 6,4%. Algunos economistas estiman que por ahí rondará la tasa promedio para este año: y solo por eso habrá 8.100 desempleados menos que en 2010.
Pero hoy, que la cantidad de desocupados está entre las más bajas en mucho tiempo, surge una nueva complicación: la calidad del empleo que se ofrece.
De hecho a principio de este año el Ministerio de Trabajo anunció que comenzaba a trabajar en indicadores para evaluar la calidad del empleo. "En otros momentos el fenómeno determinante era cuántos empleos se van a crear", dice el director nacional de Empleo, Eduardo Pereyra. "Hoy el tema es que además sean de calidad y con ciertas condiciones".
Es que las inversiones siguen llegando. En lo que va de 2011 ya se han presentado 500 empresas ante la comisión que analiza la aplicación de la Ley de Inversiones. Durante todo el año 2010 se presentaron 600 en total.
"La perspectiva en materia de inversiones sigue en aumento", dice el jerarca. "Hace pocos días recibíamos a una delegación de UPM que nos planteaba los perfiles que iban a necesitar en los próximos dos años. Lo que prevemos es que se mantenga el crecimiento".
Pero algo que en el fondo es tan positivo, puede terminar siendo un problema si no se solucionan ciertos cuellos de botella que comienzan a surgir. Es que la mano de obra uruguaya no está suficientemente calificada para los trabajos nuevos que surgen. Y sigue estando el problema de la ocupación de jóvenes y mujeres, dos sectores de la sociedad a los que no parece bastarles seis años de crecimiento constante para terminar de ubicarse en el mercado del trabajo.
con vacantes. "Cada vez más las empresas compiten por determinados tipos de funcionarios o de operarios", dice Pereyra. "En el interior está pasando mucho que es difícil encontrar personas para determinadas zafras porque están en la construcción u otros puestos que les redundan más".
Un relevamiento hecho por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) a fines de 2010 sobre 107 empresas, mostró que el 19% no había logrado cubrir sus necesidades en todos los puestos vacantes. La gran mayoría, además, no ponía requerimiento de edad o de sexo.
El estudio señala además que la mayoría de esas vacantes se dieron entre los profesionales y técnicos, seguidos de cerca por los trabajadores no calificados. Los puestos de peones, podadores y mecánicos o eléctricos han sido los más difíciles de cubrir, según las empresas que en su gran mayoría son medianas y grandes y con antigüedad en la plaza.
"Hay un déficit de capacitación en los trabajadores", dice la senadora Susana Dalmás, presidenta de la comisión de Asuntos Laborales por el Frente Amplio. Esto, agrega, se podría canalizar incentivando la tarea del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop).
En este punto concuerda el senador nacionalista Eber Da Rosa, vicepresidente de la misma comisión. "Habría que difundir más la tarea del Inefop", dice. "Hay muchos sectores de la población, sobre todo donde se dan los trabajos más precarios, que no conocen la incidencia de instrumentos como este".
De hecho, según el relevamiento del MTSS, solo el 3% de las empresas que apostaron a capacitar a su personal, recurrieron al instituto. "Da la sensación de que no podemos ir con el ritmo que sería necesario", dice Dalmás. "Y esto tiene el riesgo de que esas vacantes tengan que proveerse con mano de obra extranjera".
Es que, a pesar de las dificultades en llenar nuevos cargos, las empresas siguen apostando a crecer en Uruguay. Un 75% de las relevadas por el MTSS manifestó que preveía incorporar nuevo personal este año. Se generarían, así, 1.205 nuevos puestos de trabajo, la mayoría para trabajadores no calificados, así como oficiales, operarios o artesanos.
Hasta setiembre el ministerio llevará adelante el Diálogo Social por el Empleo, una mesa de acuerdo entre el gobierno, el sector público y el sector educativo para analizar los principales desafíos que este crecimiento del empleo plantea. De allí se espera que surja una serie de políticas que permitan hacer crecer, y calificar, a la mano de obra nacional.
"Si se generan oportunidades de trabajo en Uruguay, queremos que sean aprovechadas", dice Pereyra. "Obviamente que queremos que sea por uruguayos, pero no queremos que no se nos caiga una inversión por tener insuficiente oferta".
Para solucionar esto, muchas empresas comienzan ya a ofrecer capacitación por su cuenta. De las 107 empresas consultadas por el MTSS, 91 preveían realizar cursos de capacitación. Solo el 15% consideró que no era necesario capacitar a sus empleados. En total 13.000 personas participarían de esos cursos.
En el sector de la construcción, por ejemplo, se habilitó a que trabajadores que están jubilados puedan dar cursos de capacitación para los nuevos operarios. El MTSS analiza una propuesta de la Cámara de Industrias del Uruguay para llevar esta experiencia al resto de los sectores de la industria.
Abrir el mercado. Otra forma de ampliar esa oferta laboral, es sumar más personas a la búsqueda de trabajo. Por ejemplo con el ingreso de más jóvenes. Algo en lo que parece estar, por lo menos pensando, el gobierno. Uno de los ejes de discusión en el Diálogo Social por el Empleo es qué políticas adoptar para mejorar la educación de los jóvenes con miras al mercado laboral.
"Estamos pensando en medidas para ampliar la capacidad de programas existentes", dice Pereyra. "Así como crear nuevas modalidades de atención y trabajos con los jóvenes, mejorar algunos servicios que se brindan actualmente".
Incorporar más mujeres a la fuerza laboral, también puede ser otra solución para aumentar la oferta, escasa en algunas posiciones. Aunque esto puede significar aplicar políticas que disminuyan el impacto de la discriminación de género.
En mayo el Instituto de Ciencias Económicas culminó una investigación de ocho meses financiada por el Banco Central con el fin de evaluar qué posibles problemas se podrían presentar en el mercado laboral. Los puestos femeninos fueron uno de los "cuellos de botella" que se vieron. "Si bien crecen los pedidos para hombres y para mujeres, crecen más los pedidos para hombres", dice la economista e investigadora Alma Espino.
De hecho, al comparar las personas que no consiguieron empleo en 2009 con las que sí lo hicieron, los perfiles no distan mucho. "Son mayoritariamente mujeres, de bajo nivel educativo y cuando se les pregunta las causas por las cuales perdió el trabajo predomina la necesidad del cuidado familiar", dice Espino. "Es típicamente el sector al que no le alcanza con el crecimiento o la oferta de la demanda, sino que hay que hacer política pública".
El Instituto analizó las ofertas laborales que aparecían en El Gallito Luis desde 2000 hasta 2009. Algo bastante lógico si se piensa que según el relevamiento del MTSS, la gran mayoría de las empresas recurre a los avisos clasificados como forma de llenar vacantes.
Así descubrieron que en la medida que la economía crece, el empleo también pero en una forma bipolar. "Crecen muchísimo los puestos de menor calificación y también los puestos de profesionales y técnicos medios", dice Espino.
Fue en estos últimos donde aparecieron, otra vez, los déficit de capacitación. "Eso hay que seguirlo estudiando", dice la economista. "Las mujeres tienen mayor propensión a estar sobrecalificadas y más calificadas que los hombres, pero su promedio de remuneración es menor. Hay que ver cuánto está operando la discriminación de género".
Por ahora lo que sí es seguro es que el país crece y la demanda laboral aumenta. Y se ha generado un consenso de que se necesitan políticas focalizadas para bajar, aún más, la tasa de desempleo. Quizás estos sean los problemas del progreso.

Recolectar datos del empleo

El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social se encuentra elaborando una encuesta (financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo) para relevar a unas 1.700 empresas de más de 10 trabajadores con el fin de conocer con mayor profundidad cómo es el mercado laboral uruguayo. Algo de lo que, por ahora, no se sabe mucho. "Todavía no hay una unidad que pueda reunir la calidad, el salario, las condiciones, cuántas mujeres y cuántos hombres hay", dice el representante del Pit-Cnt, Richard Read.

6,4%

es el desempleo a junio de 2011, según el INE. En los hombres es de 4,7% y de 8,5% en las mujeres.

28,6%

es la cantidad de personas sin registro en el BPS. La informalidad llegaba a 39,9% en el año 2005.

38,6

horas se trabajan en promedio en todo el país, según datos del INE para junio de este año.

55%

es la tasa de actividad entre las mujeres. En el caso de los hombres llega al 74,1%.

Brecha | Jueves, 04. Agosto 2011 | Daniel Ciganda/Guillermo Garat
Arqueología del “niño narco” uruguayo
Traficantes de ideas con números falsos
La historia que en estas semanas se ha contado de que la mayoría de los jóvenes uruguayos quiere ser narcotraficante es fácil de rastrear, y también sencillamente desechable. Su génesis es el comentario de algunos adolescentes de liceos de contexto crítico en un estudio exploratorio que terminó transformándose, por artificio amplificador –jerarcas y medios–, en una encuesta general.
En 2006 se hizo un estudio cualitativo entre adolescentes de nivel económico bajo, aplicando distintas técnicas en grupos de entre diez y veinte participantes, para conocer expectativas y fantasías en relación con su futuro laboral.* El equipo de psicólogos encontró que algunos de los más jóvenes expresaban deseos de construirse rápidamente un futuro en que el logro de los fines valorados por la sociedad (dinero e influencia) no se alcanza a través de los medios socialmente validados (estudio, trabajo, esfuerzo), sino mediante otras alternativas como ganarse la lotería, casarse con alguien rico, ser descubierto como estrella de fútbol o del espectáculo y hasta ser narcotraficante. Otros mencionaban la voluntad de ejercer una profesión en la que el esfuerzo está relacionado con el dinero, al menos en el imaginario colectivo. El estudio de psicología que nunca se publicó no pretendía dar cuenta de una realidad global, sino explorar en los grupos concretos la vocación de esos adolescentes, muchos de los cuales ni siquiera alcanzaban la edad mínima para trabajar.
En mayo de 2007 el matutino El Observador publicó que registraba la voz de la coordinadora de la investigación, la licenciada Carina Santiviago. El título del artículo era: “Cuando sea grande quiero ser narco, ganar la lotería o casarme con un rico”. La presentación de la noticia atribuía las declaraciones a los “menores pobres”, y quienes habían manifestado querer trabajar, ser bombero o policía, no figuraban en la página. En el proceso de difusión de la noticia todo eso no fue anotado, el bit informativo circulante fue: los menores pobres quieren ser narcotraficantes. Tampoco se dimensionó el dato. No sabemos qué proporción de jóvenes daban estas respuestas, ni qué zonas de Montevideo quedaban incluidas en el estudio.
Un claro ejemplo de generalización y utilización de muestras sesgadas, dos de las formas más comunes de hacer mal uso de un dato estadístico (véase recuadro). El trabajo no pretendía estandarizar las respuestas, y tampoco representar a la población total de jóvenes ni a un subconjunto como hacen los estudios cuantitativos.
A fines de 2007 una publicación académica** recogió los dichos de la nota de El Observador. El autor maneja la idea original de la desconexión del binomio esfuerzo-logro en el discurso de algunos jóvenes. El texto reproduce el titular y se lo vincula a una serie de estudios recientes que “pone(n) en cuestión las posibilidades de convivir civilizadamente bajo un marco normativo compartido por el conjunto de la sociedad”. El trabajo habla de una “ciudad partida”, de espacios fragmentados, y de niños diciendo que cuando sean grandes quieren ser narcotraficantes.
“Estamos empeñados en conocer la realidad, porque es sobre ella que debemos trabajar”, fueron las palabras pronunciadas en la Comisión de Constitución del Senado hace unos días, el 25 de julio, por el inspector principal Julio Guarteche, director nacional de Policía, hombre que se ganó la confianza del gobierno por la honestidad de su trabajo durante más de diez años en la Dirección General de Represión del Tráfico Ilícito de Drogas.
Guarteche estaba acompañado del subsecretario del Interior, Jorge Vázquez, y del ministro, Eduardo Bonomi. La oposición los había llamado a sala para conocer su opinión respecto de la muerte de varios comerciantes minoristas (véase Brecha, 29-VII-11). La ocasión se prestó también para hablar de los llamados megaoperativos policiales en barrios periféricos de Montevideo, y por supuesto de toda la parafernalia que rodea a la discusión sobre la “minoridad” infractora, en la que muchos ciudadanos depositan sus odios y es señalada como uno de los principales problemas del país.
En la reunión de la comisión senatorial Guarteche aludió a la territorialidad perdida de algunos barrios de la ciudad, aquella mencionada en el estudio anteriormente citado, ágoras barriales “ocupadas por consumidores y vendedores de droga”, y con trabajadores que “sufren la hostilidad permanente de los delincuentes que viven allí, a través de amenazas, de rapiñas y arrebatos constantes”. Como solución, más allá de los megaope­rativos, Guarteche aspira a reconstruir o recrear redes sociales desde el Estado para combatir esta dudosa pareja que forman para él (y tantos otros) las drogas y la delincuencia. Si el Estado no interviene los “jóvenes y niños” caerán en las redes de la delincuencia, aseguró. Para argumentar esta recurrente idea se apoya en que “hace poco se hizo una encuesta en la que se preguntaba a los menores qué querían ser cuando llegaran a adultos. La respuesta que más se repitió fue que querían ser narcotraficantes. Eso es muy preocupante, ya que es al narco­traficante a quien ven como modelo”, explicó el jerarca.
El senador colorado de Vamos Uruguay Ope Pasquet preguntó por el origen de tremenda afirmación. El subsecretario Jorge Vázquez respondió que “en realidad se hicieron varias encuestas, algunas de hogares y otras de estudiantes de enseñanza media. De ahí surgió esa información”. La encuesta en cuestión no es otra cosa que el estudio cualitativo de la Facultad de Psicología sucesivamente deformado.
A pocos días de las declaraciones, el director de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, negó la existencia de tales encuestas. Pero el teléfono descompuesto con pretensiones totalizantes y seudo­científicas llegó a la prensa. Una vez más, radio, televisión e Internet replicaron la noticia publicada en el diario más leído del país, que destacó en tapa las declaraciones de los jerarcas del Interior. Sin entrar en cuestionamientos deonto­lógicos, vale sumar esta perlita al collar de lo que el sociólogo Rafael Bayce definió como hiper­realidad. Esa construcción simbólica cimentada día a día exagerando, dramatizando, ocultando una realidad pretendidamente verosímil. Una verdad inversamente proporcional a la realidad y que refuerza la idea de soluciones punitivas y estigma­tizantes para problemas que están lejos de tener la magnitud que se les atribuye. n
*          Realizado por el Servicio de Orientación Vocacional Ocupacional de la Facultad de Psicología de la Udelar.
**        “La inseguridad tan temida. Anomia y miedos en el Uruguay reciente”, en Sobre cercanía y distancias. Problemáticas vinculadas a la fragmentación social en el Uruguay actual, M de Martino y L E Morás (comp), Montevideo, Ed Cruz del Sur, 2007.

Datos extraños para el Cerro
¿De dónde salen esas estadísticas, agente?
“Existen tres clases de mentiras: las mentiras, las mentiras flagrantes y las estadísticas”, dice la frase popularizada por Mark Twain. Esa cuota de duda, de sana desconfianza con la que es necesario acercarse al dato estadístico, muchas veces escasea. La incapacidad de cuestionar la construcción y el uso del dato le otorgan significación totémica. El número tiene la capacidad de persuadir y levanta los argumentos más débiles. Por eso la producción de estadísticas implica una responsabilidad especial; también su difusión. El episodio de los narcotraficantes como modelo para los jóvenes es un ejemplo, grave en este caso, entre otros cientos, algunos cercanos al género humorístico.
El 30 de mayo el diario El País publicó un reportaje al comisario de la Seccional 24 en que el uniformado realiza un ejercicio de estadística espontánea que resulta revelador. Informa que hace diez años el 15 por ciento del Cerro era zona roja y que hoy el 60 por ciento de la zona es granate, que son 2 mil los delincuentes, de los cuales 200 serían menores. El comisario afirma que en la zona por cada policía hay 183 delincuentes. También asegura que 50 por ciento de los vecinos está “desocupado” y 70 por ciento vive “por debajo de la línea de pobreza”. Informa que el 35 por ciento de las madres primerizas cerrenses tienen entre 12 y 15 años, y a párrafo seguido carga contra las féminas: “La mayoría de las madres de los menores infractores están orgullosas de sus hijos (…) ya que gracias a ellos tienen electrodomésticos modernos, celulares de última generación, dinero y hasta drogas”. En un recuadro anexo el periodista remata: “La comisaría tiene 12 policías, seis que salen a la calle y seis que trabajan en oficinas. Según los registros, esa seccional debería tener siete vehículos de cuatro ruedas”.






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