El difícil renacer de un sindicalismo de base
Estábamos reunidos charlando varios compañeros de El Mortero, repasando numerosos relatos de actividades sindicales, algunas protagonizadas por los que contaban y otras por referencias. Como siempre, hablábamos de política. Un metalúrgico, un docente universitario, un profesor de educación física de primaria y secundaria, un colectivero, un informático y yo.
Los relatos, más los informes de tantas luchas, pequeñísimas unas, más grandes otras, eran interminables.
Tanto que uno dijo en voz alta: “Por lo que cuentan todos ustedes, ¡Hay una cantidad tremenda de activistas por todos lados!”. Desde otra punta de la mesa, el colectivero lo miró y le dijo: “Yo quisiera que alguno de esos tantos estuviese en mi laburo”. Claro, el flaco había contado cómo entre la patronal y unos tipos del sindicato – incluyendo algunos “delegados” – lo apretaron y en represalia lo hicieron suspender varios días por un reclamo que no es del otro mundo. Mientras tanto, los de la línea 60 (Constitución-Tigre), son un montón, pero la pelean bastante solos contra la nueva patronal y la burocracia.
Charlamos de lo que está pasando en Jujuy con las miles de familias tomando terrenos para levantar algún día un techo, la brutalidad de la represión gubernamental-empresarial y más mártires populares. Al mismo tiempo salió cómo se está recomponiendo
el sindicato de los obreros del ingenio Ledesma obteniendo algunas conquistas.
Hablamos de cómo en Bahía Blanca se sostiene una pequeña regional de la CTA con una directiva democrática, genuinamente representativa de sus bases, ratificada electoralmente, firme a pesar de no pertenecer a ninguna de las líneas políticas en que se partió la cúpula de la CTA. Y valga el contraste con las experiencias de muchos SUTEBAs del Gran Buenos Aires que habían sido recuperados por agrupaciones proclamadas clasistas y cómo las burocracias volvieron a capturar esas seccionales, tras muy desafortunadas conducciones.
Nos acordamos sobre el inicio del sindicato de los motoqueros (el SIMECA), que desde la precariedad y la ilegalidad absolutas se abrió paso a fuerza de lucha y cómo en la búsqueda de un reconocimiento jurídico-gremial ha ido perdiendo el empuje inicial.
¿Quién no recuerda la combatividad callejera de los motoqueros en la histórica jornada del 20 de diciembre de 2001 en Buenos Aires?
¿Y ahora, qué pasó?
En empresas muy grandes, como la de neumáticos FATE o la de alimentación Kraft-Terrabusi, seccionales o comisiones internas hicieron luchas reivindicativas casi heroicas, enfrentaron represión gubernamental tremenda y patoteadas burocráticas pesadas, se sostienen firmes en sus lugares de trabajo. Ni qué hablar de los ferroviarios tercerizados que resisten en el sur del gran Buenos Aires - ¡Mariano Ferreira presente! - o los que están en blanco en las seccionales del oeste. Pero por ahora no se expanden a sus propios gremios.
Lo mismo podemos decir de los lecheros de SANCOR-Rosario y de los pescadores marplatenses.
No estaban en la reunión los compas de ATE del Ministerio de Trabajo de Nación, pero hablamos de ellos. Por un lado, el esfuerzo y la inteligencia de conformar una lista democrática antiburocrática con otros que piensan parecido y al final, todos actúan unidos de cara a sus bases y de frente a tremenda patronal estatal. ¡El Ministerio de Trabajo tiene precarios en su propia estructura! Y además, el supuesto "árbitro" de las relaciones obrero-patronales les aplica descuentos por hacer paros. Esa unidad antiburocrática les fue reconocida electoralmente dos veces. Primero llevándolos a conducir la Junta Interna y después, ganando con la Bermellón en las elecciones nacionales en su propio lugar.
Tampoco estaba "el subterráneo".
Pero la experiencia durísima de muchos años de lucha bajo tierra les permitió a los trabajadores del subte arrancarle al gobierno la inscripción de su propio gremio, forzados por tantos años de lucha contra tremenda patota de la UTA. Y por sobre todo, conquistar cosas como la jornada reducida. Esas conquistas son irreversibles, aunque después reaparecieron discrepancias. Debemos aprender de esa experiencia.
¿Y las fábricas recuperadas?
Ahí está como un emblema proletario de autogestión obrera la heroica Fábrica Sin Patrones (FASINPAT) de los ceramistas de la ex Zanon en Neuquén.
¿Y qué pasó con otras recuperadas como la textil Brukman, la panificadora Grisinópolis? ¿Y la importantísima metalúrgica IMPOPAR de Tandil, hoy ya una cooperativa?
Frente a tanta alharaca de lo bárbaro que es el capitalismo y las bondades de su reactivación, el ejemplo de unos cuantos miles de trabajadores, propietarios colectivos de sus empresas, es una realidad que debemos difundir, con todos los tropiezos y trabas que tienen.
Desde los petroleros y docentes de Santa Cruz, pasando por los ajeros de Mendoza, los automotrices de Córdoba y del Gran Buenos Aires hasta los albañiles del Chaco, por toda nuestra geografía obrera se vienen dando incesantes luchas reivindicativas.
Y también en la empobrecida clase campesina, sean los santiagueños del MOCASE o el pueblo qom de Formosa, la lucha por la tierra y el trabajo no cesa. O en sectores profesionales como los Autoconvocados de la Salud en Tucumán y los médicos asalariados de cientos de hospitales públicos en todo el país agrupados en la FEPROSA. Los trabajadores del campo y sus familias padecen el glifosato en aras de la productividad agraria cuyos frutos se llevan los garcas de las patronales de la Mesa de Enlace.
La fumigación con venenos diversos ya intoxica a miles en pueblos de la pampa húmeda y más allá también, llega a las puertas de Córdoba, los científicos denuncian las consecuencias en gurises nacidos con daños y personas que mueren, y esos crímenes siguen impunes.
En cada uno de esos lugares, miles, cientos de miles quizás, se han movilizado. Cientos, seguro que miles, son los activistas cuya tarea y esfuerzo es desconocido por los que están más lejos. O no tan lejos. La mayoría sabe qué son y cómo actúan los burócratas. Los desprecian casi todos.
En cada lugar se sabe quién es el alcahuete que por zafar del laburo y la mishiadura, se vende y se convierte en puntero del aparato.
Hay que cuidarse de esos como de la gripe A (los más viejos anduvieron con la triple A).
Siempre vienen con el verso. Y si el verso no camina, con el apriete.
Los ejemplos de cómo se lucha son muchísimos. El renacer de un sindicalismo de base está sembrado. Hay muchísimos nuevos activistas, pero seguimos siendo pocos sobre todo para las necesidades de hoy. Muchos estamos desconectado de los otros, otros tenemos bronca y hacemos algunas cosas pero más puede el miedo a perder el trabajo. Crece la rebeldía aunque nos sintamos solos y a veces lo estemos. La prioridad es vincularnos, apoyarnos entre todos, y convencernos de que juntos es más difícil que nos ganen. Al igual que en los albores del movimiento obrero, la tarea es organizarse.
Pero organizarse cuesta mucho. No se puede arriesgar todo en cada paso. Hay que congeniar con los compañeros de trabajo que tienen muy diferentes formas de ser y de pensar. Aunque las formas en cada lugar sean distintas, la voluntad de vencer los obstáculos y luchar, es la misma. Vamos por esta huella.
Abel Bo
El Mortero 39
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