De Rafael Bayce
El poder judicial de los EEUU protege el gatillo fácil contra la población afro y latina; su gobierno es genocida en Gaza palestina y terrorista en Afganistán, Irak, Siria, Libia... ¿qué mejor aliado para el Uruguay, paraíso de la impunidad de los criminales de lesa humanidad?. ¡vamos con Tabaré! ¡por la Alianza del Pacífico, por un Tratado de Libre Comercio, por la instalación de una base militar, por la intervención contra los pueblos haitiano y congoleño!
Jorge Pedro Zabalza
La desaparición y casi segura muerte de 43 manifestantes normalistas
en Ayotzinapa, Guerrero, Méjico, con complicidad de las autoridades,
ha levantado a todo Méjico y las protestas se han extendido ya a buena
parte del mundo. Lo mismo por 4 asesinatos policiales en Estados
Unidos (Ferguson, Cleveland, Hollywood) seguidos hasta ahora por fallos
judiciales extremadamente cuestionables racialmente y, de nuevo, con
complicidad de las autoridades judiciales y ejecutivas. Hay razones de
obvia humanidad que justifican esa globalización de las protestas: por la
barbaridad mejicana y por el racismo norteamericano. Pero son puntas
de uno de los mayores icebergs que la humanidad enfrenta y enfrentará
crecientemente en el siglo XXI: los abusos policiales y su encarnación de
la dominación violenta en última instancia que el capitalismo precisa para
la imposición progresiva del lucro mayor para cada vez menos. Y no se
salvan de eso las llamadas socialdemocracias, progresismos o izquierdas
democráticas. Vemos por qué.
MICROHISTORIA POLICIAL
La aparición y crecimiento de las policías como guardianes del ‘orden y
seguridad públicas’ en el mundo occidental nace de varias razones
interrelacionadas: uno, a la urbanización; dos, a la densificación urbana;
tres, al nacimiento posrrenacentista de los estados nacionales; cuatro, a la
alternancia de modelos geopolíticos neoimperiales anclados en las
policías y guardias nacionales con modelos anclados en los militares.
Cuando se desfibra el feudalismo y los feudos se unifican progresivamente
en estados nacionales, ese proceso no es para nada consensual y los
gobiernos deben aprender, según Foucault, de la Iglesia sus tácticas de
dominación y de legitimación. Entre ellas, el endurecimiento penal y el
uso instrumental del derecho civil y de la implementación por la fuerza
ejecutiva de los dictámenes judiciales, anclados en codificación legislativa,
ocupan un lugar destacado. Las revueltas campesinas, normalmente
enfrentadas por las milicias feudales (eclesiales y de los señores),
comienzan a ceder espacio a las movilizaciones de trabajadores
industriales en los burgos y a ocupar espacio en las preocupaciones de las
clases dominantes. Las fuerzas dedicadas a la imposición progresiva del
orden industrial capitalista urbano son ahora las policías, reclutadas
desde el lumpenaje subproletario que comienza a aparecer junto con los
ejércitos industriales de reserva y con algunos que se niegan a aceptar la
proletarización como destino; prefieren actividades ilícitas e ilegales para
vivir. Karl Marx lee de manera indeleble la índole clasista de las policías,
que radica en que son reclutadas dentro del lumpenaje subproletario,
para reprimir los levantamientos campesinos remanentes del feudalismo
y sobre todo los nuevos levantamientos proletarios de los burgos, que
crecerán en desmedro de los anteriores desde mediados del siglo XX. En
su obra sobre el 18 Brumario de Luis Bonaparte, de 1848, define a las
policías como integradas por lumpen usados por su arbitrariedad, carencia
de valores morales y de conciencia de clase, alcahuetería de los poderosos
e insensibilidad para con los trabajadores. Nada de eso ha cambiado
radicalmente en 165 años; la extracción sociocultural básica de las
policías, anclada en sus bajos salarios presupuestales, asegura el
cumplimento lumpen de sus tareas legalmente fijadas. El abuso
revanchista que drena su resentimiento de clase contra los ́pichis’ (los
lumpen que no han optado por el uniforme), su supervivencia en base a
alcahueterío instrumental y a la ‘viveza’ en explotar toda circunstancia,
legal o no, de mejoramiento individual y corporativo; su doble rasero
moral al exceptuarse del cumplimiento de la ley que exigen a rajatabla de
otros como fuente de poder, ingresos y cobertura que llena el ojo.
Howard Becker, que indirectamente terminó estudiando a los policías a
fines de los años 50 en Estados Unidos, se da cuenta que su lógica
sistémica la lleva a pactar con un enemigo delincuente, no solo riesgoso
por su poder sino fuente posible de ingresos extrapresupuestales que se
sumen a los presupuestales. Pero para añadir los nuevos ingresos, es
necesario mantener los presupuestales; para ello debe ‘llenarse el ojo’
sobre su dedicación, dureza, y efectividad, quedando sus fracasos a
cuenta de la progresiva malignidad de los criminales y de las nuevas
generaciones, para todo lo cual se necesitarían más equipamientos,
mejores sueldos, más discrecionalidad legal, más rigor legislativo y
judicial, más control sobre los nuevos ciudadanos. Como la prensa se
come la pastilla y le conviene la historia, los políticos la compran y la gente
termina creyéndola, todo sigue como está: el lumpenaje al poder. Cuando
los imperios sustituyen el fracaso tardío de la Guerra Fría y los planes del
tipo Cóndor por la magnificación de problemas sociales supuestamente
instigadores de más y más dura intervención sobre menores, minorías
étnicas, nacionales, religiosas o políticas, tendremos a los militares para
guerras civiles e internacionales, y a las policías y guardias nacionales para
los conflictos internos, que crecen con la industrialización, la densificación
urbana y el aumento de los ejércitos industriales de reserva y de los
desafiliados post-bienestar que osan protestar. Las policías y guardias
nacionales se hacen tan útiles a los dominantes nacionales o
internacionales como los militares: la abundancia y masividad creciente de
los conflictos urbanos equilibra las necesidades de policías internas con las
de ejércitos territoriales, fronterizos y rurales. Offe confirma que la
represión será adoptada aún por los más locuaces y populistas líderes de
izquierdas, centroizquierdas y socialdemocracias. Nada crece tanto en los
presupuestos nacionales como las asignaciones para policías y militares,
en orden variable según necesidades gubernamentales. El modelo policial
de imaginar corporativamente los conflictos urbanos se contagia a prensa,
políticos y finalmente a la gente, alienada crecientemente su opinión por
la convergencia ideológica de esos actores centrales. La producción
académica brasileña, argentina y colombiana actual, al menos, confirma
esta narrativa y ese lugar creciente y ominoso de las policías en el paisaje
ideológico urbano.
CÓMO SIGUE ESTO EN EL SIGLO XXI
El episodio de las Torres Gemelas reinstala la lógica de la seguridad
nacional neoimperial nortemericana de los 60 con el nuevo condimento
del narcoterrorismo, consagrado por el Patriotic Act del 2001, seguido de
la legislación antiterrorista europea, la de los amigos y súbditos de la
OTAN. Pero el Uruguay, sin torres gemelas, sin terrorismo y sin
narcotráfico apreciables en volumen, de cualquier modo establece una
mayor discrecionalidad policial con la Ley de Procedimiento Policial de
2007, más realista que el rey. También equipamos a las policías como una
cuarta arma militar, hasta con vehículos para invadir selvas y favelas que
no tenemos; es una fuerza de represión y disuasión urbana en línea con
todo lo dicho hasta ahora. Pero no creamos que la paranoia de la
inseguridad narcoterrorista global sustituye al creciente panóptico brutal
policíal; acumula con él, como nuevas fuerzas conjuntas transnacionales.
En 2012, Estados Unidos promulga su Iniciativa de Seguridad en Áreas
Urbanas (UASI) que equipa a guerra a las policías federales, estaduales y
municipales y a las guardias nacionales, cosa que Uruguay ya venía
haciendo desde al menos el ascenso de los gobiernos de ¡¿izquierda!? Por
otra parte, por si faltaba alguna evidencia del cipayismo de las iniciativas
de seguridad uruguayas, la estrategia nacional de inteligencia redactada
en 2014 por los 16 organismos de seguridad norteamericana, al interior
de la estrategia de seguridad nacional, deja claro que son problema de
seguridad nacional norteamericana todos los pequeños brotes de
protestas urbanas, aun los carentes aun de centralización. Por ejemplo,
los de ambientalistas que se opongan a mineras, puertos imperiales,
forestadores y madereros exentos fiscalmente, apropiadores del suelo,
ricos sin detracciones y zonas francas tan productivas. O los que protesten
como en Ayotzinapa, o como los negros norteamericanos confundidos
siempre con delincuentes por blancos que los balean y son luego
judicialmente exentos. Toda ‘minoría’, racial, ideológica, religiosa,
nacional, será sospechosa y reprimible por las milicias policiales equipadas
a guerra; y si crecen e insisten los ejércitos las bombardearán como en
Asia. Por eso todos debemos ser Ayotzinapa, indignados, mapuches,
negros norteamericanos muertos e injusticiados. Porque se nos viene eso,
que ha crecido en la historia y en nuestra historia, aunque esté legitimado
por populistas autoritarios que creen que hay que reprimir a los que se
oponen a los planes del sagrado gobierno y a los que no se dejan explotar
en paz desde industrias, bancos y comercios, esos responsables del bien
público. ¡Quién te vio y quién te ve, izquierda uruguaya! Cipayos aunque
no lo sepan y no lo quieran creer. Objetivamente, en armonía con la
evolución de las geopolíticas imperiales, en las cuales el crecimiento de las
policías es llave maestra, como lo estamos viendo en Méjico, en USA,
entre nosotros en menor escala pero en auge. No solo síndrome de
Estocolmo, sino también sintonía geopolítica neoimperial aplicada
nacionalmente con cierta creatividad y enmascaramiento. Se necesita una
nueva izquierda: la que había ya está cooptada o ebria de poder
clientelista, corre imparablemente al centro y se escuda en electoralismos
de corto plazo. No sirve más porque no enfrenta a ningún macroculpable
de injusticias a nivel local, regional, internacional o transnacional.
Requiescat in pace.
martes, 9 de diciembre de 2014
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