Gabriel -Saracho. Carbajales, Montevideo, 28 de abril de 2016.-
(...) era el hombre más
odiado y más calumniado de su tiempo (...) Los burgueses, lo mismo los
conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones
contra él. (...)
Como
el que se quema con papas, hemos sido parcialmente ganados por el
prejuicio de que todo reconocimiento y todo honor profundo y sincero a
quienes lo han dado todo por la revolución socialista, implicaría algo
así como una pueril veneración religiosa o un peligroso culto a la
personalidad.
Es cierto que frecuentemente le soplamos a la sandía apenas la vemos...
Tantos
y tantas, y tan inmerecidamente, han sido “elevados” sobre todo post
mortem a la categoría de heroínas o héroes populares sin serlo ni de a
ratos, que es razonablemente explicable esta actitud de rechazo casi
espontáneo y muy extendido a aquellas palabras o gestos públicos que
busquen recordar y destacar la vida de quienes, sí justificadamente,
merecen el reconocimiento popular, especialmente cuando se cumplen
aniversarios de sus nacimientos o de su desaparición física.
Muy
pronto, cuando efectivamente se trata de luchadoras y luchadores a
quienes no es un regalo, sino un deber moral, recordarles, este
prejuicio se debilita, y, al contrario, cobra fuerza al menos entre la
gente de pueblo más humilde y sana -a veces como que tardíamente-, la
necesidad de tenerles presentes más allá de celebraciones indicadas por
el almanaque; principalmente, de tener en cuenta el devenir de sus vidas
y sus aportes en materia de pensamiento revolucionario y de
consecuencia entre ese pensamiento y sus hechos cotidianos concretos, en
eso que solemos definir como praxis social.
Por
supuesto que saciar esta necesidad es algo obstaculizado por el
aparataje mediático de la clase dominante y los oportunistas a su
servicio, y que, en el “mejor” de los casos, los “reconocimientos” que
llegan por este lado, terminan siendo no otra cosa que un cínico
emparejamiento entre conductas diametralmente opuestas, verdaderas
antítesis de acción y de ideales, tarea necia aunque “exitosa” en la
cual la burguesía y sus mandaderos de derecha y “de izquierda”, son
auténticos expertos.
(El
burdo y gigantescamente irrespetuoso emparejamiento entre el gran
Artigas y el pequeño Rivera, es tal vez el mejor ejemplo en tal sentido
para nosotros, los “orientales”).
Naturalmente
que la tarea de contribuir al discernimiento entre unos y otros de los
que el sistema pretende igualar, no es moco de pavo; nuestra desventaja
operativa es notoria, nuestros recursos materiales modestísimos y de
alcances muy poco significativos.
Sin
embargo, hay un plano en el que ningún esfuerzo que hagamos será
demasiado y en el que muy poco o nada puede tallar una clase dominante
“discapacitada” por su propia naturaleza “psíquico-espiritual”. Un plano
en el que ella no puede competir, podría decirse, por carecer
totalmente de contenidos ético-filosóficos cuya ausencia se explica por
su propia condición social alejada totalmente del pueblo:
Es
solamente en las filas del pueblo trabajador, entre los más humildes y
los más sanos, donde podemos buscar y encontrar algo que es en realidad
nuestro patrimonio exclusivo, nuestro único “monopolio”, precisamente
por nuestra propia naturaleza y nuestra condición social de oprimidos y
explotados alejados totalmente de la burguesía. Solamente el pueblo, en
la de todos los días y muy especialmente en los momentos de agudización
de la lucha de clases y de aumento de la necesidad de la solidaridad y
la unidad para luchar, solamente él está en condiciones de reivindicar
lo que ni por distracción debemos rifar o subestimar:
El
sentido épico de la vida y de la lucha por la justicia; la convicción
de ser justos y sentirnos orgullosos por serlo; las cualidades éticas
que reivindican la vida como expresión trascendental de la existencia
humana y no como un simple o complejo resultado de la evolución de la
materia orgánica en movimiento o de absurdos designios divinos.
Reivindicar
permanentemente esta significación épica del vivir y el luchar para que
vivir sea algo dignificante contra viento y marea; rescatar de la
historia de los pueblos -la de ayer y la de hoy- los verdaderos rasgos
de heroicidad no impostada y sí ejemplar; rascar en aquella para
descubrir los hilos de dolor y sangre que fueron necesarios para que hoy
sintamos lo épico no como un mito sino como un hecho palpable y
sensitivo del alma popular...
En
fin, defender la contextura espiritual y los valores morales
revolucionarios que ya originariamente intervinieron en nuestro propio
devenir como pueblo; defenderla y levantarla como estandarte de grandeza
y respetabilidad bien ganada, es empresa nuestra. Exclusivamente
nuestra.
De hoy,
de mañana, de siempre, más allá de circunstanciales derrotas y
circunstanciales victorias y por encima de bifurcaciones ideológicas que
la burguesía no tiene muy presente que digamos a la hora de golpearnos
para seguir sujetándonos y pisoteándonos.
Así,
pues, que luego de estas disgresiones de premeditada voluntad de cargar
las tintas en nuestra épica vital e intransferible, me permito iniciar
esta jornada casi invernal del vigésimo séptimo aniversario de la muerte
de “El Bebe” Raúl Sendic, robando las palabras que siguen, expropiadas
de un viejo testimonio del año 1883 y que hago “nuestras” para
referirnos al Compañero Tupamaro, Revolucionario y Socialista caído el
28 de abril de 1989, a los 64 años, víctima de una durísima enfermedad
que contrajo en los mismos cuarteles de estas FF.AA. al servicio de los
opresores cuyo jefe militar máximo hoy “propone” convertir en “centros
de educación cívica” (¡¡¡!!!).
Dicen así:
“(...)
era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo,
al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones
políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del
proletariado moderno, a quién él había infundido (...) la conciencia de
su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las
condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida.
La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad (...)
como pocos (...)”.
Por
eso, (...) era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo (...)
Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas,
competían a lanzar difamaciones contra él. (...) Apartaba todo esto a un
lado como si fueran telas de araña, no hacía caso de ello; sólo
contestaba cuando la necesidad imperiosa lo exigía. Y ha muerto
venerado, querido, llorado por millones de obreros de la causa
revolucionaria, como él, diseminados por toda Europa y América, (...). Y
puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos adversarios, apenas
tuvo un solo enemigo personal.
(...) Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra (...)”.
(Federico
Engels, en el cementerio, al morir Carlos Marx, el 14 de marzo de 1883,
publicado en inglés por el periódico de Highgate, tres días después y
traducido al alemán a la semana por "Der Sozialdemokrat").
A
Raúl Sendic Antonaccio es casi seguro que esta “impostura” caprichosa
en este día tan particular, le hubiese hecho sonrojar; más todavía, se
habría calentado sobre manera si hubiésemos transcripto el texto
íntegro, más elogioso aun que estas breves palabras salidas del corazón y
de la cabeza de un hombre respecto a otro hombre al que amó con genuino
y entrañable amor revolucionario.
Sépase
disculpar si se lo considera un exabrupto; pero sépase también entender
que lo anterior no es fruto de la haraganería de un escribidor cansado y
adulón, sino la manera poco ortodoxa de rendirle honores a alguien que,
además de tenerlos bien merecidos, no fue tampoco nada ortodoxo. Que
supo discutirle al mismo Marx y al mismo Engels, juntos, y que, al fin
de cuentas, se hubiera sentido serena y parcamente orgulloso de que se
lo comparara con semejante antepasado, uno de sus queridos “maestros” y
“guías” espirituales en la lucha desde sus más tiernos años de
combatiente popular infatigable e intransigente.
En la misma, interminable y épica lucha por vivir justa y dignamente como se merece el pueblo trabajador en todas partes.
¡Por la Revolución y el Socialismo, “El Bebe” seguirá viviendo “a través de los siglos”!!!.
>>> Una flor para el "Bebe" Sendic
28 de abril 2016 Cementerio de La Teja
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https://www.facebook.com/pablo.marrero.31/posts/10209351923263350?notif_t=mention¬if_id=1461861917728760
Los cementerios son el lugar predilecto de la ausencia. Poblados de árboles, de mármol, de flores, de dioses y de agnosticismos, se someten plácidamente a la muerte y a su vínculo inquebrantable con el silencio. A las diez y media de la mañana del jueves 28 de abril, en las puertas del cementerio de la Teja diez personas arremetieron contra ese silencio. Homenajeaban la muerte de un compañero, un amigo, un familiar, un símbolo.
Hace veintisiete años que Raúl Sendic Antonaccio yace en una de las fosas del cementerio.
Cada año, un grupo compacto de personas se reúne en el cementerio tejano para dejar flores, recuerdos o para remarcar que la lucha de “el Bebe” necesita ser más fructífera o más recordada.
A medida que pasan minutos aumenta el frío. Poco a poco las personas entran al cementerio. Caminan hasta la tumba, frente aun parlante y un micrófono. Cuando se hacen las once, las diez personas se transforman en cincuenta. Lo que en un principio eran grupos separados, van formando lentamente un semicírculo.
Algunos recorren todos los grupos y saludan, otros se quedan parados a ofrecer mate a quien pase, algunos fuman con sus conocidos y responden saludos asintiendo. Todos se turnan para dejar flores frente al mármol blanco que escuetamente dice “Raúl Sendic”. Dos placas conmemorativas se divisan sobre los pétalos. Una perteneciente al MLN y otra al Movimiento por la Tierra, ambos colectivos en los que militó Sendic.
Las tertulias estaban salpicadas de melancolías. Una mujer comentaba que su tía vive en el mismo edificio que su torturador. Los interlocutores asentían y le cebaban mate, incluso alguno se atrevió a comentar: “imaginate verlo todos los días en el ascensor”. Un hombre a pocos metros hablaba sobre la vez que llevó a Sendic hijo a la cárcel a ver a su padre. Actuaba como niño mientras comentaba: “ le agarre la mano, lo lleve. Y ahora…”.
Poco a poco, las colillas de cigarro se suman a los arrugados papeles donde antes estaban los racimos de flores.
De repente en el parlante resuena una voz agradecida y el público se llama a silencio. Una mujer tenía en su mano izquierda una carpeta de color anaranjado y a medida que acercaba al micrófono resonaban las palabras de Engler, compañero del MLN. La carta estaba dirigida a Sendic. Le pedía disculpas por no estar allí.
A medida que el tiempo transcurre el público se abriga con silencio. Las personas ponen su mirada en todas direcciones. Una mujer deja caer las cenizas de un cigarro entero sin aspirar. Lo que en un momento parecía ser un saludo a un amigo físicamente ausente se transforma en una cordial conversación entre dos amigos. Las palabras de Engler tiñeron de presente el pasado: “Raúl, vos no conociste el Internet. Los jóvenes pasan mirando sus celulares. Allí hay personas inteligentes, también. A las cuales les puedes preguntar cosas e informarte.” .
Cuando llega el turno, Gustavo Delfin, militante del actual Movimiento por la Tierra, trae a colación la extranjerización de la tierras, la actual situación de UTAA, los movimientos centralizados en la barra de Valizas, Soriano, Tacuarembó, contra la sobreexplotación de recursos naturales. El público se distrae hasta que Delfín menciona la importancia de seguir promoviendo, a pesar de la ausencia de Sendic, sus “pilares de lucha más importantes”. Repentinamente lanza una mirada hacia al público que se detiene en algunos rostros a los que les pide que “los viejos militantes se unan a los nuevos”.
Los saludos, desde todas partes del país, siguen rompiendo el silencio del cementerio. Viejos militantes y nuevos militantes pasan al frente para encontrarse en su lucha con su símbolo. Algunos con su presencia, otros a través de las cartas que se leen. Una joven de CELTA-FEUU, saluda, remarca su lucha y la de Sendic y concluye así el homenaje.
Pasados unos minutos, las personas siguen reunidas. Las risas siguen rompiendo el silencio en el cementerio de la Teja. Otra risa, otro abrazo, otro mate consumado, arremeten contra el silencio hasta convocarse para el próximo 28 de abril.
Nadia Amesti
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