>>> El País publica una repugnante entrevista exclusiva a José Nino Gavazzo.
La entrevista pone claramente de manifiesto la inoperancia y complicidad del Poder Judicial: nunca le allanaron la casa ni le incautaron documentación
Gavazzo y el traidor del PVP que desató la matanza (*)
Por Paula Barquet – El País
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Gavazzo vive en Parque Miramar, ha guardado miles de papeles. Sobre la mesa, la foto del delator que se volvió su amigo Foto: Paula Barquet
Pensaba en cómo lo saludaría cuando lo tuviera en frente y con esa idea llegué a Parque Miramar. La cuadra estaba quieta y se oían los pájaros cantar. La casa, rosada y rodeada de un cerco de verdes, parecía amplia y segura. Antes de decidirme a hacer sonar el timbre, una chica pasó trotando por la calle. Toqué un par de veces, pero finalmente fue el perro y no el timbre el que le avisó a Gavazzo que yo ya estaba ahí.
Y se apareció.
Un hombre de casi 80 años, alto y corpulento, bien erguido, de paso no veloz pero resuelto, mirada atenta, sonrisa fácil, jeans, camisa a cuadros y campera de lana verde, que acepta mi mano extendida y se disculpa por el timbre fallido. En la calle podría ser un abuelo amable, un jubilado activo, un hombre cualquiera.
Hace tres años que José Nino Gavazzo vive en esta casa. Se la presta un amigo extranjero, dueño de varias propiedades en Uruguay. Cuando en 2015 le dieron prisión domiciliaria, por un tiempo estuvo en su apartamento en Pocitos, que si bien no es chico -mide 113 metros cuadrados- tenía el problema de que no podía abrir la puerta de calle a quienes lo fueran a ver porque se salía del límite estipulado por el juez. Hoy disfruta de un fondo, un frente, piscina, parrillero y varios cuartos, y logra recibir visitas sin que su tobillera -que sigue colocada en su pie derecho a pesar de la intención de una jueza de sacársela- emita advertencias. La piscina casi no la usa, aclara, pero reconoce que está más cómodo que antes.
La casa que habita no es suya, ni todo lo que hay allí, pero sí ha procurado tener consigo decenas de carpetas con documentos, fotos, copias de expedientes, y todos los libros que lo mencionan, muchos de ellos escritos por sus enemigos. Son libros que han sido leídos y revisados, tienen partes subrayadas con regla y hasta post it indicando los temas. Todos están firmados en la primera página con la aclaración: “Tte. Cnel. José N. Gavazzo”.
Objetos que Gavazzo conserva en su casa. Foto: El País
Y aunque su nombre ha vuelto a copar los medios por sus confesiones ante el Tribunal de Honor, él, en su mundo, apenas se ha enterado de los titulares. En este primer encuentro conmigo no ha leído las actas ni lo escrito en los diarios. Antes consumía absolutamente todo lo que se decía sobre él. Pero ahora, por hastío -quizás- pero sobre todo por desinterés debido a las “falsedades” que se han reproducido -dice él-, ya no más.
Gavazzo, que negó en la Justicia lo que después reconoció ante el Ejército, se ha ubicado en el imaginario popular como el peor represor, el más cruel torturador, y también como un mentiroso contumaz. Pero, según él, las mentiras han sido siempre de otros. Para cada presunto mentiroso tiene una explicación creíble. En las causas de la dictadura, afirma, él ha sido “un comodín” al que se ha echado mano sin fundamentos. Y si bien quedó en falso en el caso de la muerte del tupamaro Roberto Gomensoro, asegura que fue para defenderse de “otras mentiras”.
La entrevista se concreta después de algunas semanas de dudas de su parte. La propuesta es hablar en profundidad sobre lo dicho en el Tribunal de Honor y finalmente acepta, aunque demorará en revelar por qué. Serán 10 horas, distribuidas en dos días, cuyas revelaciones principales se publicarán en esta sección en etapas.
Cuando me abre la puerta de su casa prestada, Gavazzo avisa que en el momento en que accede a darme esta nota puedo preguntarle lo que sea. Él contestará todo, y dirá “solamente la verdad”.
El vuelo de la duda.
Una de sus verdades es que no existió “segundo vuelo”. Es decir, que no hubo un traslado clandestino desde Buenos Aires a Montevideo de 22 militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), todos desaparecidos. Esto es algo que Gavazzo ha dicho en la Justicia, en el libro de Leonardo Haberkorn Gavazzo sin piedad (2016), y también en el Tribunal de Honor, donde agregó: “Ellos (por los argentinos) al enemigo lo mataban. Nosotros no, ¿verdad? ¿Qué sentido tiene que de la Argentina, donde los mataban a todos, trajéramos una cantidad X de personas para matarlas acá?”, se preguntó. Y se respondió: “Ningún sentido. Si nosotros hubiéramos tenido la necesidad militar o fuésemos unos sádicos, que los queríamos matar, los matábamos allá, pero no los traíamos a Uruguay a matarlos acá”.
El segundo vuelo -y el enterramiento en Uruguay de sus pasajeros- es una certeza para muchos desde el momento en que quien fuera comandante en jefe de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU), Enrique Bonelli, aceptara en agosto de 2005 que existió ese traslado el 5 de octubre de 1976. Ya había habido notas periodísticas afirmándolo, especialmente una de Roger Rodríguez en La República, que en base a testimonios anónimos describió la escena del aterrizaje nocturno y el inmediato traslado de los detenidos, encapuchados, en camiones del Ejército.
En el juzgado, Bonelli dijo que su convicción provenía de investigaciones internas pero no pudo aportar datos concretos sobre el vuelo. Tampoco lo encontraron anotado en los registros de la FAU. De todas formas, la fiscal Mirtha Guianze y el juez Luis Charles entendieron que, aun sin pruebas ni testimonios directos, había elementos suficientes para procesar a dos policías y seis militares, entre ellos Gavazzo, por el homicidio de 28 personas (los 22 del presunto vuelo y otros seis del PVP).
Consultada para esta nota, Guianze reafirma hoy su “convicción a nivel personal” de que el segundo vuelo existió, y se apoya sobre todo en el reconocimiento oficial del mismo. “Bonelli es el testimonio más fuerte. Es el que dio mejor información (en el juicio). Se interesó en averiguar y lo vi realmente conmovido. Su actitud fue, en momentos, casi a punto del llanto. Te daba sensación de verdad”. En cambio, Gavazzo “no dijo nada”: “Siempre como una piedra y hablando de cosas en lenguaje militar; se iba por las ramas”.
Desde el PVP, este partido fundado en Buenos Aires en 1975 a partir de grupos revolucionarios exiliados de Uruguay, razonan igual. Dice Ricardo Gil Iribarne, que integró el aparato militar del PVP por aquellos años, que no tiene sentido dudar de Bonelli: “¿Con que necesidad? ¿Qué ganan con decir que hubo un segundo vuelo?”.
En la entrevista, le pregunto a Gavazzo qué cree que pasó entonces con esas 22 personas, y su primera respuesta es: “¡Los mataron en Argentina! Yo no tengo ninguna duda”.
Tiene un motivo para no dudar, y es que conoce perfectamente a quien los hizo caer. Sabe cómo y cuándo los detuvieron, y también sabe que al cabo de un mes estaban todos muertos, ejecutados en Buenos Aires. Esto no lo había dicho nunca antes. Pero para entender su relato hay que ir un poquito hacia atrás.
La primera delatora
Gavazzo está enfermo. Fue operado del corazón y tiene que cuidarse; no puede hacer ejercicio -apenas 10 minutos al día en el caminador, dice- ni exigirse físicamente. Tuvo una veintena de accidentes cerebrovasculares. Ahora le detectaron una insuficiencia renal que si bien no le afecta en lo cotidiano, puede ser letal. Por eso hoy está internado y en estos días le harán una intervención quirúrgica: deberá empezar a dializarse.
En ese estado, a cinco meses de cumplir 80 años y pese a una sordera en ascenso, conserva una memoria que impresiona. Sobre todo por el nivel de detalles con el que reconstruye los hechos de hace 40 años, algo a lo que acude constantemente para reforzar su intención de ser creíble. Aunque todos crean que miente.
Recuerda muy bien a Pilar Nores, “la primera delatora” del PVP, una mujer “extraña”. Nores era la secretaria de Gerardo Gatti, secretario general del PVP. Ella dice que la detuvieron. Gavazzo, en cambio, dice que a mediados de 1976 se presentó voluntariamente ante la Policía Federal Argentina porque ella era esencialmente política y estaba “asustada” por los golpes militares que planeaba dar el PVP.
Gavazzo, que como oficial de enlace iba habitualmente a Buenos Aires, pidió para interrogarla en el despacho de Aníbal Gordon, jefe del grupo paramilitar Triple A, que operó en Argentina hasta el golpe de Estado. “Entonces hablo con ella, y cuenta absolutamente todo”. Según el testimonio de Gavazzo, en este caso coincidente con el de varios militantes del PVP -tal como recoge Hugo Cores en su libro Memorias de la resistencia-, Nores (o “Mónica”, como la llamaban) señaló a 24 militantes políticos que fueron detenidos, interrogados en la Organización Táctica 18 (Orletti) y luego trasladados a Montevideo el 24 de julio de 1976. Gracias a ella allanaron la casa de Gatti e incautaron documentación, parte de la cual Gavazzo aún conserva y a partir de la cual se enteró de que el PVP planeaba matarlo a él y a toda su familia.
Objetos que Gavazzo conserva en su casa. Foto: El País
Casi todos los que vinieron en el primer vuelo estuvieron seis meses en el Servicio de Información de Defensa (SID). Allí fueron reinterrogados, según Gavazzo, sobre cosas menores. Como los habían traído secuestrados y en forma clandestina, debieron montar una operación de “blanqueo” para simular su detención en Uruguay y luego entregarlos a la Justicia.
Pero si bien los argentinos los consideraban “unos perejiles” (no eran peligrosos, sus actividades eran solo políticas), y por eso los dejaron ir, el arreglo con los militares uruguayos fue que después de sacarles información los matarían acá, lo cual no sucedió. En consecuencia, Gavazzo y otros militares dicen que les salvaron la vida.
Eso, y solamente eso, es lo que él considera haber hecho mal en esa época. Porque si bien “fue una cosa buena”, terminó siendo “mala”: muchos de esos 24 luego declararían en su contra, no solo por lo sucedido en este primer vuelo, sino también como testigos del segundo. Son parte de los 107 testimonios que recogieron Guianze y Charles previo a su procesamiento.
“Pero cuando se les entra a preguntar quiénes venían, nombran a los que faltan; y cuando se les pregunta cómo los mataron, dicen ‘ah, no sé’; y cuando se les pregunta quién los mató, dicen ‘ah, no sé’. Entonces nos acusan de haberlos matado pero no saben nada”, alega.
Arresto de los detenidos del primer vuelo en el Chalet Susy. Foto: El País
Si muero, véngame.
Gavazzo sabe bien qué han dicho sobre él los que lo han acusado. Cuando estuvo preso en la cárcel de Domingo Arena, entre 2009 y 2015, se dedicó a leer en profundidad cada uno de los casos. Su hija Rosana, su abogada, le dio una copia del expediente. Empezaba a leer a las ocho de la mañana y terminaba a las nueve de la noche. Así, en esas jornadas sumido en el estudio de su causa, fue que empezó a escuchar el llanto desconsolado de Juan Carlos Gómez, preso por un delito que no había cometido, juzgado erróneamente por la muerte de Gomensoro. Ahí empieza a ablandarse hasta que un día le dice la verdad: que había sido él quien había hecho desaparecer a Gomensoro. Pero esta historia la contaremos más adelante, a pedido del propio Gavazzo, que quiere esperar a que la Justicia defina si reabrirá o no la causa de la muerte del tupamaro.
Estando preso, entonces, se dedicó a revisar las “incongruencias” en las declaraciones. “Me tomé el trabajo de decir “a fojas tal, de tal expediente, fulanito de tal dice que conoció a Gavazzo de tal forma”, cuenta, y después anotaba cómo la misma persona, en otra página de otro expediente, decía que lo había conocido de otra forma. Escribió 50 hojas haciendo esas observaciones. Con ese material tal vez realice un pedido de revisión a la Justicia.
Una Justicia que lo condenó a 25 años de prisión, dice él, en base a mentiras.
-¿Cómo es posible que todos mientan en relación con usted?
-Es muy sencillo. Yo nunca me oculté, siempre dije quién era, siempre cumplí con lo que dije, pero por encima de todo, cuando todo esto empezó, allá por el año 69,70, yo estaba haciendo el curso de Estado Mayor…
Entonces se distrae, interrumpe el relato, mira hacia la pared de la que cuelgan dos cuadros en blanco y negro, y me señala a su padre, vestido de militar, y a su suegro. Hay otros retratos sobre la estufa leña. En uno se ve a su hija Ana, junto a su esposo Hugo Iglesias. “Ese es el que no dejaron ascender a general”, me explica Gavazzo, en relación a la reciente decisión de Tabaré Vázquez de truncar la carrera de su yerno. Le pregunto por unos carteles en chapa que también reposan sobre la estufa. Están escritos en italiano y alcanzo a ver que son frases de Benito Mussolini. Una dice Vincere, ¡vinceremo! (venceré, venceremos) y la otra, Se avanzo seguitemi, se indietreggio uccidetemi, se muoio vendicatemi (si sigo, sígueme; si retrocedo, mátame; si muero, véngame). Le pregunto, entonces, si los carteles son suyos o del dueño de casa.
No diré que se puso nervioso, pero sí que la situación lo incomodó. Igual, entre risas, dijo la verdad:
-Esos no debería tenerlos ahí. Otra hija mía, María Laura, hizo un viaje por Italia. Yo no soy nazi, fascista ni nada por el estilo, pero ta. Ella, como es diabla, me los trajo.
-¿Cómo que es diabla? ¿Ella pensaba que a usted le podían gustar?
-No sé si me los trajo por eso. O como me acusan de todo… Hasta ahora lo único de lo que no me acusan es de matar judíos. De lo demás, todo. No tendrían que estar ahí, tendrían que estar en la biblioteca como algo que trajo mi hija y ta.
Retomamos el tema. Le vuelvo a preguntar cómo es posible que todos mientan sobre él, y después de un relato sobre cómo se fue involucrando en base a méritos y estudios en el combate a “la guerra antisubversiva”, desemboca en los interrogatorios que le hizo a la cúpula del MLN en 1973.
-Ahí hay otro mito, que es el de la tortura. Sí, por supuesto que se llevaron alguna paliza. No más de eso, pero se la llevaron. La mayoría hacía tratos: ‘Si me trata bien, yo le digo todo’. Y nos decían todo. No necesitamos esforzarnos para obtener la información. Ellos la dieron.
-Usted niega que haya habido tortura.
-No, no. Yo no niego eso. Yo lo que niego es la tortura que ellos mencionan. Si yo la agarro a usted a cachetazos acá para que me diga cuánto gana usted en El País, es una tortura, pero solo le pegué unos cachetazos. Si en lugar de eso, agarro un cable y lo enchufo a la corriente, y le pido lo mismo pero le pongo 110 volts, la estoy torturando también. Si la violo, también es una tortura. Bueno, son distintas eta… Todo está mal. Pero estamos hablando de la guerra, ¿verdad? Estamos hablando de la guerra y no de la paz. No existe en el mundo ejemplo de guerra sin tortura.
-¿Dice que no existió el submarino?
-El submarino sí existió, es el más leve de…
-¿La picana?
-Mire, la picana sí, yo personalmente no lo utilizaba porque me parecía que era algo que no servía. El submarino sí porque le da una sensación a la persona que es… Lo que estamos hablando lo estamos hablando civilizadamente, ¿no? No es que yo esté defendiendo la tortura y esté diciendo ‘qué bien la tortura, cada vez que tenga un ratito voy a torturar a alguien’. No, no es ese mi pensamiento. Pero sí, si mañana me dicen que tienen secuestrada a su hija, ¿verdad? Y me dicen que son los tupamaros, y me dicen que lo que quieren es una respuesta política suya para no matar a su hija, ¿sabe una cosa? Yo voy a defender a su hija. Yo lo primero que voy a tratar es de defender la vida de su hija. Me va a importar mucho más la vida de su hija que la vida del que la secuestró. Eso lo tengo incorporado a mi persona. Y además, estoy convencido de que es un sentimiento bueno. No es un sentimiento malo. Es el otro el que no debe hacer lo que hizo. Bueno, ellos lo hicieron. (...) Los interrogatorios tienen etapas: empiezan duros, pero al final usted termina tomando un cafecito con ellos. ‘Yo voy a tomar un cafecito, ¿querés un cafecito?’. ‘Si me das un cafecito, tengo un cuentito para vos’. Y te contaban de repente que habían matado cinco personas. Así son. Así es la realidad. Todo lo demás son historias. O historietas. La verdad es esa. Y no porque lo diga yo. Porque sucedió así.
Entonces, una vez más, le pregunto por qué todos han mentido sobre él. Por qué él es el gran acusado.
-Por una sencilla razón. Porque yo nunca me puse una capucha, y si iba a interrogar a alguien, le sacaba la capucha si tenía capucha puesta. Me parecía que -y lo sigo pensando- yo no tengo que ocultarme de nadie por nada, porque no hice nada que no fuera para bien de nuestra patria o de nuestros conciudadanos. Y le puedo asegurar que no estoy arrepentido, ¡pero de nada! Y si me dicen: lo perdonamos si usted se arrepiente, y si no va a estar 100 años más preso, bueno, ténganme 100 años más preso.
-Pero yo no le pregunté por qué lo señalaban, sino por qué mentían sobre usted.
-¡Por venganza! ¡Porque además ellos están avergonzados de lo que hicieron! (...) Porque ellos dijeron todo, por las buenas o por las malas, pero lo dijeron. La mayoría, por las buenas; los otros, por las malas. Pero lo dijeron. (Resopla) Usted me hace hablar y yo me canso porque estoy viejo, pero ¿qué me decía?
-Usted decía que fue por venganza.
-Por venganza. ¡Y por plata! Usted no se olvide de que todos cobran. Todo aquel que haya estado preso, aunque sea 10 minutos, cobra. Y si logra probar que le pegaron una cachetada, cobra más.
Están todos muertos.
Después de la delación premiada de Pilar Nores -que tras señalar a sus compañeros viajó a Montevideo en un vuelo aparte, y tiempo después quedó en libertad-, hubo otro militante del PVP que se dio vuelta. Se llamaba Carlos Goessens Meré. Había militado en el MLN, luego en el Frente Revolucionario de los Trabajadores (FRT), después se había exiliado en Santiago y finalmente había ido a parar, como muchos, a Buenos Aires. Era uno de los más importantes del aparato militar del PVP.
Carlos Goessens Meré, el delator del PVP. Foto: El País La traición de Goessens está parcialmente contada. Fue señalada por Cores en Memorias de la resistencia (2002), por Álvaro Alfonso en Buscando a los desaparecidos (2005) y la relató el propio Gavazzo en el Tribunal de Honor el año pasado. Además, en la reconstrucción que hizo la Justicia sobre la desaparición de los 28 miembros del aparato militar aparecen supuestas reuniones que iban a tener con él antes de ser detenidos. El Equipo de Investigación Histórica de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente, en un informe oficial de 40 páginas actualizado en 2015, apenas lo menciona así: “Una de las versiones existentes respecto al origen de la segunda caída masiva se vincula con la deserción de un militante del PVP llamado Carlos Goessens, alias el Karateca o Damián”.
Sin embargo, hasta ahora, nunca se ha contado exactamente qué hizo Goessens.
En la versión de Gavazzo, un día sonó el teléfono de la División del Ejército 1. Quien llamaba se identificó como militante del PVP y dijo que quería pasar información. Amaury Prantl, director del SID, dispuso que fuera Gavazzo quien lo atendiera, debido a sus vínculos con Buenos Aires. Todos en el Ejército creían que era una trampa y consideraban mejor evitarla. Finalmente, Gavazzo quiso tomar el riesgo, y sus superiores se lo permitieron.
Viajó a Buenos Aires y se puso en contacto con el Ejército argentino, que coordinó el encuentro con Goessens. Fue en un calle aislada, con francotiradores por todos lados. Al llegar, el hombre se quitó el saco disimuladamente para mostrar que no estaba armado. Gavazzo se le acercó y le fue dando órdenes hasta conducirlo a la puerta de una casa. “Abrió la puerta y entró. Cuando entró, le cayeron 70 mil que lo estaban esperando, no sabían ni por qué. Yo les dije ‘no le hagan nada’”, cuenta, pero igual le golpearon para reducirlo. Y fueron a Orletti en auto.
-Entonces me dice ‘¿cómo andás, Nino?’ Yo no sabía ni quién era. ‘Yo soy el que te tengo que matar, a vos, a tu esposa y a tus hijas’. Dijo los nombres propios de cada una de ellas. Yo me quería morir. Pero me dice: ‘No, no lo vamos a hacer, los vamos a agarrar uno por uno. Yo ya le dije a la dirección del movimiento que si tengo que pelear contra 20 soldados, peleo, pero no mato a un niño. Yo ya tomé una decisión: no solo no voy a hacer eso, sino que paso a ser un soldado de ustedes y los voy a ayudar a agarrar a cada uno de los del sector militar’.
-¿A cambio de qué?
-De nada. A cambio de nada.
Pero tenía motivos, y no era solo que no se negaba a matar a las niñas Gavazzo. Quería vengarse de un compañero que había querido estar con su mujer.
El interrogatorio a Goessens duró 24 horas. Les contó, por ejemplo, que pensaban volar un petrolero que tenía la Armada en el puerto de Montevideo. “Si lo hubieran hecho, la explosión iba a tomar Ancap, la planta de La Teja. Dicen los ingenieros y arquitectos que se consultaron en ese momento, que habría desaparecido la Ciudad Vieja. Tenían dos o tres operaciones más previstas”, asegura Gavazzo. En un momento, Goessens pidió “orden”.
-Dijo ‘vamos a sentarnos, traigan para escribir’. Nos hizo una descripción de la organización que parecía hecha por un general. Estaba perfecta. Bueno, dijo: ‘Ahora vamos a ver los integrantes. Si nosotros hacemos los allanamientos...’ -y ya se puso como un hombre nuestro.
-Qué raro.
-¿Vio? A todos nos pareció raro.
-Muy raro.
-Pero fue así. Yo estaba ahí. Muy raro porque usted no lo conoció. Yo después lo conocí muy bien.
Les dijo los nombres, los roles y las direcciones de unos 30 o 40 compañeros. Gavazzo no recuerda quiénes eran, a muchos no los conocía. Lo que sí sabe es que todos figuran como pasajeros del famoso segundo vuelo. También les dijo que tenían “mucha plata”, lo cual según Gavazzo “era cierto” (ver recuadro).
Los US$ 10 millones del PVP, el “premio” a Gavazzo y los tres que nunca aparecieron
El 2 de octubre de 1976, día de su cumpleaños número 37, a Gavazzo le avisaron que en Buenos Aires habían detenido a Alberto Mechoso, uno de los principales del aparato militar del PVP. Le dijeron que Mechoso se negaba a hablar con cualquiera que no fuera él.
Así que armó su valija y fue. Allá, encontró un ambiente “hostil” hacia él. Cuando vio a Mechoso, entendió por qué. “Lo habían molido a palos”, le habían dado, según Gavazzo, “una paliza argentina”; pero Mechoso había guardado silencio. Cuenta Gavazzo que el detenido le dijo: “Quiero hablar con vos porque sé que vos cumplís con tu palabra”. Lo que le contó fue qué había pasado con los US$ 10 millones que habían obtenido del secuestro de un industrial judío-holandés-argentino, de apellido Hart.
Según Gavazzo, los argentinos estaban “desesperados” por el dinero. Mechoso le reveló que de esos 10 millones, llevaban 2 millones gastados en “infraestructura” (casas, autos, armas). Le dijo -siempre según Gavazzo- que otros 3 millones los tenía Hugo Cores, líder político del partido, que se había radicado en París -esto nunca se corroboró-. “¿Y los 5 que faltan?”, le preguntó el militar.
El detenido le dijo que se lo respondería, pero que le prometiera a cambio que les salvaría la vida a su esposa e hijos. “Yo le dije: no solo te prometo eso, sino que te prometo que te salvo la vida a vos también. Te venís conmigo a Montevideo. Allá arreglamos cuentas, le dije, pero te venís conmigo y salvás la vida”. Mechoso insistió con la supervivencia de su familia.
Finalmente, le reveló: “Los 5 millones están en mi casa”. Cuenta Gavazzo que entonces le explicó que a la entrada de la cocina había una escalera de metal, de las antiguas, y que habían tapiado la parte de abajo. Allí, dentro de heladeritas de espuma plast, estaban los US$ 5 millones. “Por supuesto que tuve que ir con los argentinos, no podía ir yo solo. Eso siempre lo hacían ellos”, dice.
También asegura que el dinero se lo quedaron los porteños. Al regreso a Orletti, pidió autorización para trasladar a Mechoso (que tenía unos 50 años) y a su familia. Le dijeron que sí, pero al día siguiente pasó por el centro de detenciones y el guardia le informó que Mechoso ya no estaba allí. Entendió que lo habían matado. “Traté de buscar a Gordon, busqué a quien me pudiera dar información y no encontré a nadie”. Finalmente, recogió a la familia de Mechoso y fue al aeropuerto.
Allí estaba la familia de otro militante detenido, Adalberto Soba, a la que también trasladarían a Montevideo en un vuelo comercial. Policías argentinos frenaron el despegue y le entregaron a Gavazzo un maletín con US$ 1.200.000. “Un obsequio para nuestros hermanos uruguayos”, le adelantaron. Ya en Montevideo, él se lo entregó a sus superiores del servicio de inteligencia. El cuerpo de Mechoso apareció poco después en el canal San Fernando, fundido en cemento con el del argentino Marcelo Gelman. Recién se los identificó en 2012.
-¿Y usted qué hace? ¿Hasta dónde se entera de esa detención? ¿Participa?
-No. No participamos para nada, porque hicieron una especie de operación relámpago. La hicieron bien los argentinos, que normalmente hacían las cosas mal. Esperaron a tener todo.
Esto fue a fines de setiembre y principios de octubre de 1976. Mientras sucedía, a Gavazzo no le permitieron tener mucho contacto con Goessens, presume él que para evitar que supiera del dinero incautado a los detenidos. Hasta que un día lo habilitaron a hablar con él.
-Y ahí me cuenta todo. Me dijo: ‘No queda nadie. Ya los detuvimos a todos. No queda ninguno vivo’.
-¿Ya los detuvimos? ¿Él participaba?
-Él participaba de las operaciones con los argentinos. Él iba armado y él los detenía.
-¿Y le dijo que los habían matado a todos?
-¡Sí! ‘Están todos muertos’, me dijo. Y yo le dije ¿y la información? ‘Está todo guardado. Todo lo que ellos fueron confesando lo fui anotando, y lo demás lo tengo acá (señala la cabeza)’. Y lo tenía.
-Esto que me está diciendo no se sabe.
-No sé. No sé. No sé si lo dije en el juzgado o no.
-Pero si él le dijo a usted que los habían matado a todos, eso terminaría con la hipótesis del segundo vuelo.
-¡Pero seguro! Por eso tengo la certeza de que no existió el segundo vuelo.
El delator amigo.
En ese diálogo, que efectivamente Gavazzo no informó en la Justicia, Goessens no le reveló si además de ayudar a detenerlos los había matado. “Pero si me guiara por lo que pienso, yo creo que si él pudiera, los mataba. Porque él ya tenía odio hacia la organización”, dice. Lo que sí le contó fue que al cabo de un mes, más o menos, no quedaba nadie vivo. Sobre los cuerpos, Gavazzo dice que no preguntó. Que eso no se pregunta.
A Goessens lo retribuyeron ampliamente. Lo trajeron a Montevideo junto a su pareja, le pusieron un despacho para que “siguiera trabajando” junto a Gavazzo en el SID, y le compraron un apartamento en Guayaquí y Masini, en Pocitos, con parte de la plata incautada al PVP. Allí vivió aproximadamente un año más hasta que murió de cáncer. Ese día, Gavazzo estaba en China y no pudo enterrarlo.
Mi segundo encuentro con él duró seis horas y media de corrido. Tomamos solo un café. Él no necesitó siquiera ir al baño. Di por terminada la entrevista porque estaba exhausta. Él no. Él hubiera seguido. Gavazzo no se cansa.
Volví días después a buscar algunos documentos prometidos y sacarle fotos, porque tras una ardua negociación -en la cual me trató de “gas de guerra”, por lo persistente-, aceptó que yo le tomara alguna imagen. No quería que nadie más entrara a su casa. Había confiado en mí, según me aseguró, porque le habían dicho que yo era “buena persona”.
En esa última oportunidad, Gavazzo me mostró un cuadro con el retrato de Goessens. Se lo regaló él mismo antes de morir, y lo tuvo colgado en su escritorio por años. Porque vio que era “un hombre de principios”. Porque siente que le debe la vida. El cuadro iba con una dedicatoria que Gavazzo recita de memoria: “Para un buen soldado de combate y un amigo como pocos. Siempre a sus órdenes”.
Una historia poco contada y de mucha contradicción
Es poco lo que se ha escrito sobre el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) y su historia es más bien desconocida por el común de la población, pese a que es la organización que cuenta con más desaparecidos: 39. Luciano Álvarez, que lamentablemente falleció el año pasado, se había dedicado a estudiarlo y a fines de 2017, en sucesivas columnas en su espacio en la editorial de El País, fue volcando sus datos.
En una de ellas, Álvarez hacía un balance conciso de los elementos que había para reafirmar la existencia de un segundo vuelo a Montevideo. Citaba un fragmento de lo informado por la Fuerza Aérea en agosto de 2005, donde se daba por cierto el traslado pero se reconocía desconocimiento acerca de “las tripulaciones, la cantidad e identidad de los pasajeros”.
Y concluía: “Estas son las únicas certezas; el resto es noche y niebla”. A su juicio, de los 28 desaparecidos que se les imputaron como homicidios a Gavazzo y a otros, “es casi seguro que nueve murieron en Buenos Aires: Gerardo Gatti y León Duarte en julio del 76. Antes habría muerto Ary Cabrera Prates, detenido el 5 de abril. Asilú Maceiro, pareja de Cabrera, detenida en Automotores Orletti, preguntó por él y le «contestaron con una frase que ellos usaban mucho: está tocando el arpa con San Pedro»”. Álvarez cuestionaba, así, que el juez Luis Charles y la fiscal Mirtha Guianze hubieran dado por hecho el segundo vuelo.
Para Guianze, más allá de que haya existido el traslado, hay testimonios suficientes para afirmar que Gavazzo participó de las detenciones de varios de los desaparecidos, lo cual lo compromete en sus muertes. Gavazzo lo niega. Dice que él en Buenos Aires trabajaba como “oficial de enlace” en busca de información, y que no participaba de los operativos, entre otras cosas porque los argentinos no lo permitían. Asegura que hasta a él le resultaban violentos los paramilitares de Aníbal Gordon: “Le puedo asegurar que pasar un día o dos con ellos era un sufrimiento grande. Porque eran formas de proceder, de actuar, de pensar ni que hablar, totalmente distintas”.
El perro se llama infierno y tiene collar de castigo
El perro de Gavazzo es un ovejero alemán que hace las veces de timbre, pero también ladra fuerte durante la entrevista. Él percibe que me altera y le reconozco que sí, sobre todo porque pretendo que la grabación quede audible. Entonces me dice: “Espere”. Se levanta, camina hacia el jardín, y a través de la cortina lo veo en interacción con el perro, que deja de ladrar. Cuando vuelve le pregunto, casi admirada -ingenua- cómo lo hizo. Me cuenta sin rodeos que le puso un collar que lo inmoviliza cuando el perro intenta mover el cuello. No es con electricidad, me intenta explicar; es algo mecánico que lo aqueja solo si insiste con ladrar. En el correr de las 10 horas de nota, irá a colocarle el collar tres veces. El perro se llama Orco. “¿Orco?”, pregunto para corroborar que entendí bien. “Sí, Orco. ¿Sabe qué significa? Infierno”. Luego me aclara que ya llevaba ese nombre cuando se lo regalaron.
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(*) La difusión de la presente nota periodística es meramente de carácter informativo y no supone ningún grado de aceptación y/o compromiso con los conceptos, juicios o comentarios que en la misma se formulan.
>>> Luis Puig: «Cada tanto, Gavazzo busca a alguien para que sea el portavoz de su mentira organizada
Desayunos Informales "Es la combinación de un oficial de inteligencia con un ser humano despreciable", apuntó Puig.
José
“Nino” Gavazzo volvió a aparecer en escena este domingo, en una larga
entrevista que concedió al suplemento «Qué Pasa» del diario El País. La
nota se realizó en dos tandas de 5 horas cada una, en la casa de Parque
Miramar donde actualmente cumple prisión domiciliaria.Gavazzo habla con lujo de detalles de los métodos que utilizaban durante los interrogatorios para obtener información y su relación con supuestos informantes insertos en el PVP y el MLN.
Abordamos el tema junto al diputado frenteamplista (PVP) Luis Puig.
Estas declaraciones provocan una profunda indignación. Alguien condenado por más de 28 crímenes con una condena de más de 50 años… que esté en su casa con privilegios y comodidades, provoca indignación. No debe haber en las cárceles uruguayas asesinos de esta calaña.
Gavazzo no aporta nada nuevo. Es la combinación de un oficial de inteligencia con un ser humano despreciable. Parece que hacía torturas a domicilio, por lo que dice.
¿Se le puede creer algo a Gavazzo? Vuelve a hacer la historieta de que se quería matar a sus hijas, que eran niñas. Solo una mente enferma y que ha secuestrado niños, como Gavazzo, puede armar esa historia.
Cada tanto, Gavazzo busca a alguien para que le sea el portavoz de su mentira organizada. Cada tanto va cambiando a esa persona.
Que alguien le pueda creer a Gavazzo lesiona la conciencia democrática de los uruguayos.
>>> Gavazzo miente
Investigación. A 33 años del traslado, 7 de la denuncia de LA REPUBLICA y 4 de la confirmación de la Fuerza Aérea
05 de octubre de 2009,
El destino del "segundo vuelo" sigue enterrado en impunidad
Treinta y tres años después de los hechos, a siete años de que el caso fuera denunciado por LA REPUBLICA y a cuatro años de que la Fuerza Aérea Uruguaya admitiera su existencia, el traslado ilegal de uruguayos secuestrados en Buenos Aires, conocido como el “segundo vuelo” de Orletti, sigue sin ser reconocido por el Ejército nacional.
El 5 de octubre de 1976 el Vuelo 511 del Transporte Aéreo Militar Uruguayo (TAMU) viajó a Argentina para trasladar a Montevideo , de forma ilegal, a 22 uruguayos que habían sido secuestrados en Buenos Aires y torturados en el “pozo” de Automotores Orletti. Fueron entregados a oficiales del Ejército y hoy permanecen desaparecidos.
El C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU), tripulado por el mayor Walter Pintos (piloto), el mayor José Pedro Malquín (copiloto) y el capitán Daniel Muñoz (tripulante), arribó a la plataforma de la Brigada de Mantenimiento y Abastecimiento del Aeropuerto Internacional de Carrasco en la madrugada y era comandado por el mayor Walter Dopazzo.
Los 22 uruguayos eran militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) que, desde Argentina, resistían a la dictadura uruguaya. Fueron secuestrados en sus domicilios en setiembre y octubre por comandos de una coordinación represiva integrada por la Policía Federal, la banda de Aníbal Gordon y militares uruguayos. Los últimos estaban comandados por el mayor José Nino Gavazzo del Servicio de Información y Defensa (SID) y en la coordinación con Argentina operaron los oficiales Manuel Cordero, José Arab, Jorge Silveira, Gilberto Vázquez, Luis Maurente y Ernesto Ramas; con los policías lo hicieron Ricardo Medina y José Sande, además de un grupo de soldados.
Los traslados
Los operativos contra uruguayos en Buenos Aires fueron parte del denominado “Plan Cóndor”, estructurado por los aparatos represivos de las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Ecuador y Uruguay, donde la tarea estaba en manos del SID y del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA).El SID dependía de la Junta de Comandantes en Jefe y el OCOA de la División de Ejército I y de su comandante en jefe. El Vuelo 511 en 1976 fue coordinado por el coronel (av.) José Uruguay Araújo Umpiérrez, entonces en el SID. Los secuestrados sobrevivieron un mes en el centro de torturas “300 Carlos” del OCOA, antes de ser ejecutados.
La dictadura uruguaya ya había realizado traslados de uruguayos en Argentina desde 1974. Aquel febrero trajeron al tupamaro Antonio Viana Acosta y en noviembre a sus compañeros Floreal García, Mirtha Hernández, Héctor Brum, María de los Ángeles Corbo y Graciela Stefanell, cuyos cuerpos aparecieron, habiendo sido fusilados, en Soca en diciembre de ese año.
El traslado más numeroso se había producido el 24 de julio de 1976, cuando otro avión de la Fuerza Aérea trajo un “primer vuelo” de Orletti con otros 23 militantes del PVP, secuestrados entre junio y julio, a quienes “blanquearon” en una falsa detención en el balneario Shangrilá a fines de octubre y fueron procesados por la justicia militar.
Hoy se sabe que la mayoría de los uruguayos secuestrados en el exterior terminaron siendo “repatriados” si no fallecieron cuando su detención o durante la tortura. Hubo traslados en 1975, en los que los detenidos fueron y vinieron a Argentina y también los habría en 1978, cuando se trajo a militantes del GAU, el PCR y otros grupos.
La denuncia
La existencia del “segundo vuelo” de Orletti fue denunciada el 17 de marzo de 2002 en LA REPUBLICA, tras una investigación periodística iniciada en la revista “Posdata”, de donde se obtuvieron los datos con los que el senador Rafael Michelini logró ubicar, en Argentina, a Simón, hijo de Sara Méndez, 26 años después de su desaparición.Los datos habían sido proporcionados por un represor argentino, miembro de la banda de Aníbal Gordon, quien también informó que todos los uruguayos secuestrados en Buenos Aires y llevados a Automotores Orletti habían sido entregados a los militares uruguayos antes de que el centro clandestino de torturas cerrara en noviembre de 1976.
Con la credibilidad que le daba la aparición de Simón Riquelo, la fuente aportó nueva información, publicada en LA REPUBLICA el 9 de junio de 2002, con la que se denunció que el “segundo vuelo” se concretó el 5 de octubre de 1976, cuando un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya viajó al aeropuerto Jorge Newberry de Buenos Aires.
La ratificación del “informante” permitió concluir que el “segundo vuelo” era motivo del “pacto de silencio” de los militares uruguayos, quienes no querían admitir que las 22 personas traídas desaparecieron simultáneamente y no murieron “accidentalmente” en la tortura, sino que habían sido ejecutadas y enterradas en un cementerio clandestino.
La denuncia fue confirmada por una fuente militar uruguaya, presente el día del arribo del “segundo vuelo”. Aportó datos del vuelo 511 y los nombres de sus tripulantes, coordinador y receptor, según publicó LA REPUBLICA el 2 de setiembre de 2002, en una nota donde se explicaba que los detenidos fueron sacados en camiones del Ejército.
El silencio
La denuncia de LA REPUBLICA, pese a su trascendencia, no tuvo repercusión en los grandes medios de comunicación y tampoco fue considerada por la gubernamental Comisión para la Paz que no incluyó el tema ni siquiera como hipótesis en el informe final sobre los detenidos desaparecidos elaborado durante el gobierno de Jorge Batlle.El entonces comandante en jefe de la Fuerza Aérea, José Pedro Malaquín, hizo silencio ante las acusaciones acerca de que había sido uno de los pilotos del avión quien trajo al grupo de desaparecidos. Tampoco el comandante del Ejército, general Carlos Daners, quiso hacer comentarios sobre los secuestrados entregados a su fuerza.
Sin embargo, el 8 de agosto de 2005, el informe oficial de la Fuerza Aérea Uruguaya sobre los desaparecidos, en respuesta a una orden del Presidente Tabaré Vázquez, terminó por admitir que el “segundo vuelo” del 5 de octubre había existido, aunque aceptó la participación de la aviación sólo en el traslado.
El informe redactado por el comandante Enrique Bonelli sostenía que la operación había sido ordenada por el comando de la FAU, a pedido del SID, que coordinó el vuelo en el que los pilotos militares sólo se limitaron a permanecer en la cabina de vuelo, sin saber cuántos ni quiénes eran los detenidos transportados desde Argentina.
Bonelli, quien, posteriormente, reconoció haber sido piloto del “primer vuelo” de Orletti, se negaría a informar a la justicia sobre los nombres de sus fuentes en la investigación interna. Ni la entrega de los pasajeros del “segundo vuelo” ni su destino fueron incluidos en el informe sobre desaparecidos del Ejército que aún no ha reconocido su entrega.
La justicia
En 2007, dos años después del informe de la FAU, el caso del “segundo vuelo” de Orletti fue denunciado judicialmente, junto a una serie de causas contra los mandos militares, por un grupo de abogados defensores de los derechos humanos. El tema recayó en el juez de 19º turno, Luis Charles, y la fiscal de 2º turno, Mirtha Guianze.El caso se incorporó a otra denuncia conexa: Secuestro y desaparición del uruguayo Adalberto Soba, uno de los secuestrados en Orletti y posible pasajero del “segundo vuelo”, presentada en el juzgado por sus familiares. Ambos casos fueron excluidos de la Ley de Caducidad por el presidente Tabaré Vázquez.
La indagatoria judicial determinó la responsabilidad de seis militares (Gavazzo, Arab, Vázquez, Silveira, Ramas y Mauren) y dos policías (Medina y Sande) en la “privación de libertad” de Soba. Ese grupo de militares que ya estaba preso por un pedido de extradición de Argentina también fue procesado por el “segundo vuelo”.
El “segundo vuelo” de Orletti mantiene una serie de causas conexas abiertas, entre las que se destacan la
extradición del coronel Manuel Cordero, que había fugado a Brasil, y el caso de María Claudia García de Gelman, trasladada en el marco de ese operativo a Uruguay, donde, antes de desaparecer, tuvo a su hija , Macarena, actualmente recuperada.
También está pendiente el inicio de procesos contra el coronel (av.) Araújo Umpiérrez, quien estuvo preso por un pedido de extradición, no se otorgado, a Argentina y hoy se encuentra en libertad y el soldado Ernesto Soca (detenido para su extradición a Argentina), reconocido como uno de los subalternos que operó en Buenos Aires.
La impunidad
Aunque ocho militares y policías fueron condenados por el “segundo vuelo” de Orletti., el caso evidencia la impunidad que aún rige en Uruguay con la vigencia de la Ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado (Nº 15.848), cuya anulación depende de la reforma constitucional que se plebiscitará el próximo 25 de octubre.
Los militares y policías fueron procesados gracias a la interpretación del artículo 4º de la mencionada ley realizada por la actual administración de gobierno: Se entiende que no se incluyen los casos ocurridos en el exterior, como los que implicaron la desaparición de niños ni los que (como admite el artículo 3º de la norma) implicaron un provecho económico.
En la actualidad, permanece bajo el amparo de la impunidad la tortura, ejecución y enterramiento en Uruguay de los 22 compatriotas que fueron secuestrados en Buenos Aires, torturados en Orletti y trasladados ilegalmente a Uruguay, lo que determina que no se obtenga información sobre el paradero de sus restos óseos.
También permanece impune la “amnesia” de los aviadores Malaquín, Pintos y Muñoz, quienes no recuerdan nada acerca de los pasajeros del Vuelo 511, aunque la puerta del C-47 en que los trajeron se encuentra en el extremo trasero de la aeronave y alguien debió recorrer todo el pasillo para cerrarla al despegar y abrirla al aterrizar.
La impunidad aún cobija como institución al Ejército, cuya investigación sobre los desaparecidos no dio resultados positivos, mantiene escondidos los archivos y sus mandos hacen expresa su voluntad de no continuar indagando, aunque las víctimas estuvieron en su poder en el “300 Carlos” y fueron enterradas en una unidad militar.
En la Justicia comienza a desmoronarse uno de los grandes secretos de la dictadura
06 de mayo de 2007,
El "segundo vuelo" existió: los secuestraron, los trajeron, los asesinaron y los enterraron
En los primeros 15 días de instrucción sobre el caso del “segundo vuelo” de Orletti, el poder judicial uruguayo ha logrado determinar que, efectivamente, hubo un traslado de 22 secuestrados desde Argentina el 5 de octubre de 1976: los trajo la Fuerza Aérea Uruguaya, se los dio al Ejército y fueron asesinados.
Esa sería la convicción primaria del juez penal de 19º Turno, Luis Charles, y la fiscal penal de 2º Turno, Mirtha Guianze, luego de escuchar la denuncia de tres familiares de las víctimas e interrogar a tres periodistas, un testigo y nueve militares, quienes desfilaron por la sede judicial de la calle Misiones.
Los pasajeros de aquel traslado ilegal de presos políticos fueron militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) secuestrados entre junio y octubre de aquel año y torturados en el centro clandestino de detención Automotores Orletti, donde las dictaduras coordinaban la represión del Plan Cóndor.
El segundo vuelo había sido denunciado por LA REPUBLICA en 2002, pero no fue incluido ni como hipótesis en las conclusiones de la Comisión para la Paz, hasta que terminó por ser admitido en el informe sobre desaparecidos de la Fuerza Aérea en 2005.
Dos años después, el caso finalmente llegó a la Justicia.
La causa, que ya ha llevado ante el despacho judicial a cuatro comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, tiene múltiples casos conexos que la han transformado en una “megacausa” donde se suman secuestros, traslados, torturas, extorsión, robo, apropiación de niños, asesinatos y enterramientos.
Lo interrogado
La primera serie de testimonios por el “segundo vuelo” concluyó el jueves con el interrogatorio del ex dictador Gregorio Alvarez, luego de que declararan el actual comandante de la aviación, brigadier general Enrique Bonelli, su antecesor José Pedro Malaquín y el ex jefe del Ejército general Carlos Díaz. *También comparecieron ante el juzgado los pilotos Walter Pintos y Daniel Muñoz, el ex jefe del Estado Mayor Conjunto (Esmaco) general Julio Bonelli y el coronel (av) José Uruguay Araújo Umpiérrez, requerido para su extradición a Argentina por la desaparición de María Claudia García de Gelman.
Entre los denunciantes declararon María Esther Gatti, Adriana Cabrera e Ignacio Errandonea. Como testigos asistieron LA REPUBLICA, los periodistas Gabriel Pereyra y Alvaro Alfonso, y un testigo que coloca al sindicalista León Duarte como eventual pasajero de aquel traslado ilegal de la dictadura.
La primera fase de interrogación terminó dos días antes de que se cumpliera un año de la detención de ocho militares y policías implicados, quienes inicialmente fueron encarcelados para su extradición a Argentina por el caso Gelman y luego procesados en Uruguay por la desaparición de Adalberto Soba.
Desde este lunes 7 de mayo se realizará una segunda ronda de citaciones, en las que se incluirá a un grupo de soldados que revestían en el Servicio de Información y Defensa (SID), a otros oficiales militares y al antropólogo José López Mazz, quien podría retomar sus excavaciones por orden de la Justicia.
Lo constatado
La existencia del “segundo vuelo” de Orletti ya había sido confirmada por el informe sobre desaparecidos que la Fuerza Aérea hizo público el 8 de agosto de 2005, pero desde entonces los mandos militares han mantenido silencio sobre protagonistas y responsables de aquel traslado mortal de 1976.Frente al juez Charles y la fiscal Guianze, el mayor Walter Pintos reconoció que había piloteado aquel avión el 5 de octubre de 1976, pero argumentó que no llegó a saber cuál era la carga de la aeronave, aun cuando los DC-47 sólo tienen una puerta trasera que obliga a los tripulantes a recorrer todo el avión.
El ex comandante Malaquín, por su parte, había olvidado llevar su carpeta personal de vuelo, en la que constan todos sus viajes.
Fue entregada días después y en ella constaría un vuelo aquel 5 de octubre por el mismo lapso que insume un viaje a Buenos Aires. Malaquín tampoco recuerda nada.
El mayor Daniel Muñoz, en cambio, llevó su carpeta para demostrar que ese día no constaba que hubiera volado, pero por su condición de agente del SID pudo no haber registrado horas de vuelo ya que su tarea de sobrecargo sólo le implicaba atender la “carga” y cerrar la puerta del TAMU 511.
Tampoco el subdirector del SID, el aviador Araújo Umpiérrez, quiso admitir que fue el coordinador de aquel vuelo.
Arguyó que sus tareas eran administrativas y, paradójicamente, de apoyo e infraestructura.
En pasillos judiciales ya gana el concepto de que más que “falta de memoria”, existe “exceso de impunidad”.
Lo que se viene
A partir de este lunes serán interrogados por el juez Charles y la fiscal Guianze varios de los soldados de revistieron en el Servicio de Información y Defensa (SID) en 1976 y que, por lo tanto, tuvieron participación o conocimiento de los traslados ilegales de uruguayos desde Argentina.El listado, proporcionado al juzgado por LA REPUBLICA, también había sido entregado en su oportunidad al juez penal Gustavo Mirabal, quien atendía el Caso Gelman.
La presentación de la lista y la citación de esos testigos aceleró entonces la decisión del fiscal Enrique Moller de cerrar la causa.
El primer grupo de subalternos citados por la Justicia incluye a Ernesto Soca y Julio Casco, detenidos en proceso de extradición a Argentina, a los sargentos Conrado Echeverría y Luis Alberto Larroque, y a los soldados José Ramón Tucci, Ricardo Divenutto y Zenia García.
Esta semana irá al juzgado de la calle Misiones el antropólogo José López Mazz, quien informará al magistrado y el ministerio público sobre el trabajo de excavaciones realizado en los batallones 13 y 14, así como los datos que quedaron pendientes de investigar al culminar el plazo dado por el gobierno.
También sería citado en forma inminente el aviador Walter José Dopazzo Ghioldi, señalado por los informantes de la investigación de LA REPUBLICA como el mayor a cargo de la Brigada de Mantenimiento y Abastecimiento en la madrugada del 5 de octubre de 1976, cuando se realizó el “segundo vuelo”.
Lo que aún falta
Ante las múltiples conexiones que constituyen la “megacausa” del segundo vuelo (ver recuadro adjunto), el proceso judicial iniciado por el juez Luis Charles puede tener importantes derivaciones, en la medida en que los testimonios y pruebas lleven al magistrado a certeza y responsabilidades.Confirmada la existencia del segundo vuelo y, por lo tanto, del operativo represivo uruguayo que secuestro y torturó a opositores en Automotores Orletti en Argentina en 1976, la indagatoria judicial tiene por delante confirmar quiénes los transportaron e indagar a quiénes se los entregaron.
La constatación de la participación de la OCOA y el SID en el operativo llevaría a identificar el lugar donde los 22 pasajeros del segundo vuelo permanecieron detenidos durante probablemente un mes antes de que alguien adoptara la decisión de ejecutarlos y enterrarlos para dejarlos como desaparecidos.
Una vez que se confirme la investigación de LA REPUBLICA sobre su presencia en el “300 Carlos”, donde los identificaban como “los del ómnibus”, la instrucción de la Justicia también podrá dirigirse hacia los eventuales lugares de enterramiento y, eventualmente, ordenar nuevas excavaciones.
Paralelamente, la existencia de un “botín de guerra” (confirmado en el marco del inicial caso Soba) le abre a la Justicia la posibilidad de averiguar cuáles fueron las “inversiones” realizadas con el dinero robado al PVP y saber si se produjeron otras desapariciones en locales transformados en centros de tortura. *
En 2005 Bonelli reconoció el segundo vuelo de la muerte
https://www.subrayado.com.uy/en-2005-las-ffaa-reconocieron-los-desaparecidos-que-el-nuevo-jefe-del-ejercito-puso-duda-n530767
El
8 de agosto de 2005, las Fuerzas Armadas informaron al presidente
Tabaré Vázquez sobre el destino de los detenidos desaparecidos durante
la última dictadura militar.
Los
entonces jefes del Ejército, Ángel Bertolotti; de la Armada, Tabaré
Daners; y de la Fuerza Aérea, Enrique Bonelli, presentaron sus informes
escritos al Poder Ejecutivo. El documento se tituló: “Informe de la
Comisión Investigadora sobre el destino final de 33 ciudadanos detenidos
en el período comprendido entre el 27 de junio de 1973 y el 1° de Marzo
de 1985".
Gavazzo escrachado y entrevistado
El represor dijo a El País que es inocente; según el diputado Luis Puig, reitera una “fábula”
El sábado 4, una docena de organizaciones que integran la
Coordinación 25 de Julio (creada tras la vandalización de placas de
memoria en el Hospital Militar) hicieron una concentración frente a la
casa en Parque Miramar donde cumple prisión domiciliaria el teniente
coronel en situación de reforma José Nino Gavazzo, para “repudiar la
impunidad y las condiciones de privilegio en las que el Poder Judicial
mantiene a los terroristas de Estado”.
Al día siguiente, el suplemento “Qué pasa” del diario El País publicó la primera parte de una entrevista con Gavazzo, realizada durante diez horas en dos fechas distintas. Gavazzo dijo a ese diario que es inocente de los 28 homicidios por los que fue condenado, que todos los testimonios contra él son mentiras y que no existió el llamado “segundo vuelo” para traer desde Argentina a uruguayos capturados en el país vecino, ya que esas personas fueron asesinadas en 1976 en Buenos Aires. Alega que eso le fue informado por Carlos Goessens, quien tras integrar el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) colaboró con la represión contra sus ex compañeros. Goessens volvió luego a Uruguay y murió hace más de 40 años, de modo que no es posible conocer su versión de los hechos.
El diputado Luis Puig, dirigente del PVP, comentó que las declaraciones de Gavazzo son parte de una “fábula”, cuya falsedad ya ha comprobado la Justicia uruguaya. “No vamos a polemizar con Gavazzo. Él debe polemizar con la Justicia y contar la verdad”, expresó Puig, y añadió que le “extraña que se le siga dando tanto espacio a un asesino serial”, que debería estar “en una cárcel común”.
Al día siguiente, el suplemento “Qué pasa” del diario El País publicó la primera parte de una entrevista con Gavazzo, realizada durante diez horas en dos fechas distintas. Gavazzo dijo a ese diario que es inocente de los 28 homicidios por los que fue condenado, que todos los testimonios contra él son mentiras y que no existió el llamado “segundo vuelo” para traer desde Argentina a uruguayos capturados en el país vecino, ya que esas personas fueron asesinadas en 1976 en Buenos Aires. Alega que eso le fue informado por Carlos Goessens, quien tras integrar el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) colaboró con la represión contra sus ex compañeros. Goessens volvió luego a Uruguay y murió hace más de 40 años, de modo que no es posible conocer su versión de los hechos.
El diputado Luis Puig, dirigente del PVP, comentó que las declaraciones de Gavazzo son parte de una “fábula”, cuya falsedad ya ha comprobado la Justicia uruguaya. “No vamos a polemizar con Gavazzo. Él debe polemizar con la Justicia y contar la verdad”, expresó Puig, y añadió que le “extraña que se le siga dando tanto espacio a un asesino serial”, que debería estar “en una cárcel común”.
(FB)
LA HIPÓTESIS DE UNA MAQUIAVÉLICA OPERACIÓN MEDIÁTICA
La Humanización de Gavazzo
"Hoy El País publica un informe de Contrainteligencia elaborado por Gavazzo con la finalidad de crear confusiones en la población.
Con formato entrevista un asesino,convicto y confeso sigue haciendo daño. Este delincuente preso "virtualmente" dispone y utiliza documentos de inteligencia militar para desestabilizar la democracia
Se presenta como una víctima y reafirma su papel de defensa del orden
Tiene cientos de acusaciones que niega. No menciona que EEUU le negó visa de entrada por sus intenciones de asesinar al Senador Koch cuando en 1977 disminuyeron la ayuda militar a Uruguay
Descalifica el informe del Comandante de la Fuerza Aérea que confirma el traslado de 22 compañeros del PVP entregados al ejército que continúan desaparecidos
Cuestiona la labor de la justicia para justificar la continuación de la impunidad
Justifica los asesinatos por plata como acciones antisubversiva
Difama a las víctimas y pretende hacerlas responsables de sus propias desapariciones
No es extraño que esta operación de Contrainteligencia este canalizada por el principal medio de colaboración con la dictadura
Por el momento elegido suponemos tiene varios objetivos
1 Evitar que el Parlamento ratifique las recientes destituciones de los Generales sin Honor
2 Debilitar la convocatoria del 20 de Mayo por Verdad y Justicia
3 Revictimizar a los compañeros del PVP asesinados y desaparecidos con su activa participación y descalificarlos ante las próximas instancias electorales
4 Reivindicar el papel del ejército en la dictadura y beneficiar a su máximo representante electoral ,el Gral Manini Rios
Estas intrigas no pueden prosperar.
Toda nuestra solidaridad con los compañeros del PVP. Nuestro apoyo a las luchas sociales y políticas para evitar el retorno y la impunidad de estos delincuentes rapiñeros de vidas y bienes."
Por la periodista investigadora Maritxu Urruzola
Todas las personas merecen respeto y buen trato, pero no todas las ideas merecen respeto y buen trato. Es más, algunas están prohibidas por ley. A Eichmann no lo entrevistaron para que contara cómo quemó a los prisioneros en los campos de concentración nazi. Lo juzgaron. Y en ese juicio dijo cosas tan disparatadas como las que dice ahora Gavazzo en el diario El País.
La teoría de "las dos campanas" se parece a la de "los dos demonios". La teoría de la "equidistancia" (o la neutralidad) es lo que ha vuelto pornográfico (y funcional al status-quo) a cierto tipo de periodismo. Yo no necesito saber lo que dice Gavazzo para saber lo que hizo Gavazzo. Y saber lo que hizo Gavazzo es saber lo que hizo un sistema de Terrorismo de Estado, que dio esas órdenes. Y juzgar a ese sistema implica juzgar a los engranajes que aceptaron esas órdenes.
Lo asqueroso e inadmisible de la nota (responsabilidad de la institución periodística) es el título. Como si alguna matanza se hubiese desatado por un traidor. Una matanza responde a la voluntad de matar, a un aparato hecho para matar, a la decisión de matar. Y no responde a la existencia de una persona que se quiebra y colabora con sus verdugos.
Pero no nos olvidemos que ese "tipo" de periodismo de "las dos campanas" es el que preconizó, practicó y transformó en sinónimo de "profesionalismo" el semanario dirigido por el señor que hizo de secretario de prensa del dictador Bordaberry, es decir Danilo Arbilla.
Cuando se llevaron presos a decenas de periodistas, Arbilla era el Director de Difusión e Información de la Presidencia. Lo fue desde el golpe hasta 1976. Y luego se dedicó a construir la fábrica de generaciones de periodistas que asumieron su filosofía.
Lo único que me preocupa de la periodista que le hizo la entrevista a Gavazzo es que sea docente de periodismo en la Universidad de Montevideo. Porque quiere decir que no solo fue formada en esa hipócrita teoría y la practica como editora en El País, sino que ella misma está formando a futuros periodistas que no entenderán de qué se trata su profesión, ni se harán preguntas éticas.
Los valores y la ética que debe practicar quien se dedique al oficio de la información están al alcance de la mano: en la Constitución de la República, en las convenciones firmadas por nuestro país, en la Declaración Universal de DDHH, y un largo etcétera. No existe la "objetividad" de la información, porque no existe la objetividad. Lo único que existe es el análisis crítico de la realidad. De eso, esta periodista, parece no saber mucho y no tener ganas de saber.
http://m24.com.uy/wp-content/uploads/2019/05/20190506-MIRTHAGUIANZE.mp3
Entrevistada en InterCambio la ex fiscal Mirtha Guianze, habló sobre los contenidos de las declaraciones del represor militar José Nino Gavazzo que fueron publicadas este domingo 5 en una entrevista del diario El País, en la que entre otras cosas negó la existencia del ´segundo vuelo de la muerte´.
Lo expresado allí por el militar en situación de reforma “es como un insulto para las personas que han buscado” a sus seres queridos asesinados que siguen en la situación de desaparecidos, es “un agravio”, valoró Guianze.
Recordó que el ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea Enrique “Bonelli (…) admitió en el Juzgado” que promediando el segundo semestre de 1976, “piloteó un vuelo en el que se trajo prisioneros” desde Argentina. La magistrada precisó que, no obstante, “ninguno (de los aviadores militares) se hizo cargo” de haber integrado la tripulación “del segundo vuelo”.
Apuntó asimismo que durante los años de represión en el marco del Terrorismo de Estado “se hicieron muchísimo vuelos”, en los que “ellos (los militares a cargo de los operativos) iban y venían habitualmente” entre el país vecino y el nuestro.
Lo cierto es que con relación a los llamados ´primer y segundo vuelo de la muerte´, “está la admisión clara de la Fuerza Aérea” respecto de que existieron. Guianze añadió que “Bonelli fue el que consiguió los datos del enterramiento de Ubagésner” Chaves Sosa “y de (José) Arpino Vega”, aunque “el (cadáver) de Arpino lo habían removido” de lugar.
Remarcó la actitud de Bonelli, quien “actuó buscando datos y cuando fue a declarar en el Juzgado tenía una actitud de pesadumbre”, como que todo lo referido a represión y crímenes de Lesa Humanidad “le había pegado”. Su comportamiento en general refleja que dice la verdad, sugirió Guianze.
Por el contrario, “no es la situación de este señor al que ni quiero nombrar”, contrastó aludiendo a Gavazzo, quien en la entrevista con el citado periódico declaró además no sentirse arrepentido de nada.
La ex presidenta de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo agregó que es cierto que “no a todos” los prisioneros uruguayos secuestrados en Argentina “los trajeron a Uruguay”, dado que “a algunos los mataron allá”, especialmente a aquellos que “estaban muy torturados”, como el secretario general del PVP, “Gerardo Gatti”, y otros.
“Creo que detrás de esto hay algún tipo de operación”, consideró la entrevistada acerca de declaraciones de Gavazzo en diferentes ámbitos que están siendo publicadas por algunos medios de comunicación.
En ese sentido resulta “curioso que declaraciones” que datan de “un año” atrás, como las vertidas en un Tribunal de Honor del Ejército y que publicara el diario El Observador hace pocas semanas, “de repente salgan a la luz y se difundan de esa manera”.
A Guianze también le llamaron la atención “las preguntas de la periodista” en la entrevista publicada ayer, formuladas “como para darle aire al señor (…) como que parecen pactadas (…) como una tribuna para Gavazzo”.
La ex fiscal reseñó que el dictamen de primera instancia sobre la existencia del segundo vuelo “fue revisado por un Tribunal de Apelaciones”, que lo dio por “confirmado”. “Después (se dictó) la sentencia definitiva” y pese a que los represores “lo apelaron”, también se “confirmó”. Y “después” interpusieron un recurso ante “la Suprema Corte de Justicia”, que a su turno “se pronunció también” ratificando la sentencia del juez Luis Charles.
EN LA FOTO DEL DIARIO EL PAIS, ATRAS SE VÉ UN FLORERO CENTRO DE MESA, SI SE INTERPONE UNA FOTO DE LA ESTRELLA SATANICA CABE PERFECTA, LO DIFO POR TANTAS VECES QUE DICE QUE SU HIJA ES BIEN DIABLA, ¿HABRA HECHO ALGUN PACTO SATANICO?, ¿PORQUE DESPUES QU ESE MURIO EL EMPEZARON A ENJUICIAR Y PONER PRESOS MUCHO MÁS MILITARES QUE CUANDO ESTABA VIVO?: POR BRUJO SEGURO, HABRI A ATACADO CON DEMONIOS UN SER TAN MALVADO COMO GAVAZZO
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