Este lunes 8 de julio de 2013 podría haber sido para mí “Un
día de furia” como el de Michael Douglas en la película del mismo título, de haber
amanecido yo con un pico de hipertensión nada raro en una persona de más de
sesenta años en esta ciudad aquejada de motivos múltiples para patologías altamente
destructivas del entretejido social urbano.
Para mi suerte, amanecí casi “normal” y mi control diario en
una farmacia del Cerro --apenas enfilé hacia mi laburo-- confirmó que tanto la
presión como la curva de glicemia estaban en niveles tolerables.
Es decir, estaba en condiciones de bancar estoica y
serenamente la que me tenía preparada “el destino” al mediodía del primer día
de la semana en un Montevideo contaminado del peor factor disociador del ser
colectivo: las pequeñas impunidades de gente pequeña enferma de un
impresionante complejo de inferioridad “oculto” por esa mágica “ropa de trabajo”
que a algún@s les hace sentirse importantes, infalibles y todopoderosos.
Lo que ocurrió está bien descripto, creo, en los renglones
que transcribo enseguida y que dejé estampados en el “sitio web de quejas,
denuncias y sugerencias” del STM (Sistema de Transporte Metropolitano)
administrado por la Intendencia de Montevideo, y que hago público destacando lo
que tal vez alguna gente no tenga en consideración habitualmente: la
Intendencia es la responsable, teórica, de fiscalizar el funcionamiento del servicio
de ómnibus capitalino y de aplicar las sanciones que correspondan cuando este
servicio –nada gratuito-- no es brindado
como corresponde por las empresas privadas que lo monopolizan con fines
exclusivamente lucrativos y no, por cierto, como servicio social básico que
debería estar garantizado como tal por la institucionalidad estatal.
Dejaré para expertos psico-sociales, sociólogos y otros
ólogos, la tentadora tarea de especular acerca de las connotaciones y proyecciones
de algo en lo que lo que (me, nos) pasó el lunes 8 no es más que una perlita
casi insignificante, prácticamente una bobada intrascendente, que, sin embargo,
si visualizáramos el escenario de la unidad N° 97 de la empresa Comesa como una
muestra diminuta de la “idiosincrasia” predominante en el carácter ciudadano
actual, ¡dios nos libre (a un@s cuant@s) si esto fuera así y hoy nos cayera del
cielo otro golpe de Estado semejante al del año 1973!!!...
Sin contar la performance destacada de los pocos “protagonistas
centrales” de esta nimia historieta, la casi unanimidad de los “personajes
secundarios” del 522 de las 13:00 horas, adoptó espontáneamente la representación
de lo que quizás ligeramente se le atribuye a ese pobre animalito “autóctono” llamado
aveztrúz: metió la cabeza y algo más en el agujero de la indolencia indiferente
tallada en un par de décadas de la tristísima filosofía del “no te metás; ocúpate
de lo tuyo…”, aunque lo que presencies y protagonices aun indirectamente, sea
el manoseo y la prepotencia de los que se han creído que la “autoridá” es cosa
de uniformados con el disfraz carnavalero de ocasión, que los convertiría
mágicamente en dueños y señores de lo que venga, donde sea y como sea (sobre
todo si el aveztrúz sigue mirando por la ventanilla lo más pancho).
(Lamento si el “gráfico” adjunto ofende a quienes creyeron
que actuaban debidamente y leyendo esta nota experimentan como una especie de
congelamiento de la médula espinal. Lo lamento por ellos, pero no por mí y el
único personaje secundario, un muchachito con aspecto de liceal, que tuvo la dignidad
de acercárseme y decir con la claridad del mejor diagnóstico político-ideológico:
“Veterano, Ud. tiene razón; pero ligamos el bondi de los avestruces de la hora
de la siesta…”).
Eso sí: dejaré para otra oportunidad los comentarios especiales
sobre los pequeños seres uniformados que siguen siendo lo que han sido siempre,
aún después de haber ocurrido la feliz novedad de su propia sindicalización; y,
en principio, dejaré para los compañeros sindicalizados del transporte
colectivo, la consideración sobre el comportamiento de algún@s de ellos que, la
verdad, no están aptos para tratar con gente, ni en un bondi ni en un sindicato,
y seguramente tampoco con su propia familia.
Ahí va mi “denuncia”, que a estas horas ha de estar
durmiendo el feliz sueño de la santa burocracia al santo cuete, que bancamos
todas y todos, en nuestra tonta ilusión de “gobierno” al servicio del pueblo, “representándonos”:
“A quienes corresponda:
Aproximadamente a las 12:45 Hs. de hoy, lunes 8 de julio de
2013, ascendí en Avda. Agraciada casi Tapes, a la unidad Nº 97 de la empresa
COMESA, Línea 522, destino Pocitos, procedente de Sayago, presentando mi
tarjeta STM 2B571C42 para hacer uso del tercer tramo opcional de viaje previsto
para el boleto de una hora si el segundo tramo es habilitado en Terminal Cerro
en tiempo y forma, como lo hago habitualmente pagando $20 (un dólar) en la parada
1046 de la calle Tambera de Santa Catalina en la línea 124 de la empresa CUTCSA
con destino Ciudad Vieja (este primer tramo, hoy, se inició a las 12:08 horas y
trasbordé a otro 124 aproximadamente a las 12:35 horas en Terminal Cerro. Los
datos al pie del boleto expedido son: 00979-DDBBF31C3541DACE Nº 165117
220-120659).
Como me ha ocurrido con frecuencia en la línea 522 destino
Pocitos, en la fecha nuevamente la máquina electrónica no admitió la tercera
opción, y su conductor-guarda, como en los casos anteriores, pretendió desmentir
la validez de ese tercer tramo con boleto de 1 hora, afirmando que este boleto
solamente, e indefectiblemente, admite máximo de dos viajes. Agregó que “la
máquina no se equivoca” y que, por tanto, debía yo abonar el tercer tramo, cosa
que, en uso de mis derechos, obviamente no hice, como seguirá ocurriendo a
menos que la Intendencia de Montevideo tome medidas que eviten estas
situaciones y que amparen mínimamente a quienes pagamos un dólar por boleto
para viajar muchas veces “como sardina en lata” y no pocas veces sin que se
respete al usuario).
El conductor-guarda detuvo el ómnibus gritando que iba a llamar
por teléfono a COMESA para que se presentara un inspector, pero inmediatamente
puso el coche en marcha a muy alta velocidad, diciendo “esto se arregla en la
sexta” (refiriéndose a la seccional policial de calle Agraciada). Una vez
frente a la comisaría, hizo bajar al resto del pasaje, requirió un agente
policial para que me introdujera en el local policial compulsivamente diciendo
que yo no había pagado el pasaje, y siguió su viaje sin que, por supuesto, los
agentes policiales lo retuvieran a él también a los efectos “indagatorios”.
Estuve detenido desde aproximadamente las 13:00 horas hasta
las 13:40, y si no estuve más tiempo, es de suponer que se debe a que entre Avda.
Agraciada y Tapes y la comisaría, llamé a mi abogado por teléfono y lo puse al
tanto de lo que estaba ocurriendo y de lo que seguramente ocurriría.
Por cierto que, para terminar “mi viaje”, debí darle otro dólar
de ganancia extra a la sideral ganancia de las empresas privadas del transporte
colectivo, cuyo funcionamiento debe ser fiscalizado, teóricamente, por la
Intendencia de Montevideo... además de llegar a mi trabajo con casi una hora de
retraso, que, seguramente, será descontada de mi sueldo, por lo que el uso de
los servicios de la empresa COMESA del día de hoy, habrá de costarme alrededor
de $ 150 por viajar de Avda. Agraciada y Tapes a la parada de Aquiles Lanza y
Soriano, parado, por supuesto.
Hablé telefónicamente con un funcionario del STM que muy
amablemente me indicó cómo presentar esta “queja” electrónicamente, pero que no
supo responder a mi pregunta de qué mecanismo concreto han dispuesto las
autoridades municipales para que en la situación puntual inmediata –o sea, cuando
un uniformado privado del monopolio omnibusero, más otros uniformados a su
disposición, manosean a la gente por no haberle podido robar el pago indebido
de un boleto--, el pasajero sea respetado como él respeta las reglas de juego
al subir al ómnibus y pagar su pasaje "como corresponde".
No tengo expectativas de que estas palabras produzcan algún
milagro urbano, pero en la medida que seguiré actuando como lo vengo haciendo,
y ante la posibilidad de que esto vuelva a repetirse, en la próxima ocasión que
ocurra, denunciaré sin titubeos a la Intendencia de Montevideo –como ya lo
estoy haciendo con la empresa COMESA-- por no cumplir con sus funciones y por
daños y perjuicios, más allá de tener la plena convicción de que en última instancia,
de prosperar mi demanda judicial, las erogaciones que supongan un fallo a mi favor,
serán cumplidas recurriendo a las finanzas aportadas por “los contribuyentes”, entre
los que me incluyo, por supuesto, y no a las cajas fuertes del monopolio
privado del STM capaz de seguir operando tan suelto de cuerpo gracias a la
inexistente fiscalización municipal.
Nos vemos, casi seguro”.-
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