Publicado el 24 Agosto 2014 Escrito por Manuel Cabieses Donoso
La primera entrevista de Miguel Enríquez como secretario general del MIR se publicó en Punto Final
Nº 53, del 23 de abril de 1968. Es un documento histórico sobre una
línea de pensamiento revolucionario, coherente y audaz, que el joven
dirigente cumpliría hasta las últimas consecuencias. Cuando se aproxima
el 40º aniversario de su caída en combate, PF considera de gran interés
reproducir esa entrevista. Se publicó bajo el título “Jefe del MIR saca
la cara” con una foto en portada del hasta entonces desconocido
dirigente. Cabe agregar que en esa época el gobierno democratacristiano
del presidente Eduardo Frei Montalva impulsaba una política represiva
que apuntaba al MIR, con el pretexto de combatir “actos terroristas”.
La entrevista permitió a
Miguel Enríquez trazar una clara frontera entre “terrorismo” y
revolución. Sus conceptos permanecen vigentes y enriquecen el
pensamiento revolucionario.
La represión policial
de los presuntos actos de “terrorismo” apunta en especial contra el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Esta organización,
relativamente nueva, ha cobrado importancia a través de focos de
rebeldía juvenil, y pasó a un primer lugar en la Universidad de
Concepción, donde junto al Partido Socialista logró desalojar a la
Democracia Cristiana de la Federación de Estudiantes. A partir de ese
instante, el MIR ha estado en forma permanente bajo el fuego
propagandístico de la reacción y ahora sus militantes son acosados por
la policía. Se ha intentado pintarla como una organización “terrorista” y
aparece evidente el propósito gubernamental de aplastar lo que estima
un movimiento revolucionario en ciernes.
PF buscó al máximo
dirigente del MIR, a su secretario general, a fin de presentar el
pensamiento auténtico de esta organización que figura a diario,
deformada, en las columnas de la prensa derechista. Hasta ahora, Miguel
Enríquez Espinosa, secretario general del MIR, 24 años, recién casado,
próximo a recibirse de médico, había eludido toda publicidad personal.
Fue elegido en un congreso celebrado en Santiago a fines del año pasado.
Era el jefe de la corriente joven de esa organización, que logró
apreciable representación en el nuevo comité central del MIR. Estudió
medicina en la Universidad de Concepción y pertenece a una familia en la
que figuran varios políticos, como Humberto e Inés Enríquez, tíos
suyos, senador y diputada del Partido Radical, respectivamente. Su padre
es médico y profesor universitario. Ha hecho algunos viajes, por
ejemplo a China Popular, Perú, Cuba y Argentina. Fue dirigente de la
Juventud Socialista en Concepción y se marginó en 1963: planteaba la
radicalización de la campaña electoral del FRAP.
El siguiente es el diálogo de PF con el secretario general del MIR, Miguel Enríquez:
¿Qué participación tiene el MIR en los “atentados terroristas”?
“Ninguna. Sin embargo,
nos gustaría dar nuestra opinión. Se ha pretendido descalificar sin más
trámite al terrorismo. Nosotros sostenemos que es un arma susceptible de
usarse en el combate social, pero subordinada a dos factores: a) ceñida
a una política revolucionaria, o sea, el terrorismo es repudiable según
sea la política que sirva. Nadie puede sino rechazar -por ejemplo- el
asesinato de más de dos mil personas, familiares o amigos de
guerrilleros, por la organización terrorista de derecha MANO en
Guatemala; y b) la etapa de la lucha en que se emplea el terrorismo:
nadie se escandaliza, y por el contrario todo el mundo aplaude, las
acciones ‘terroristas’ del FLN sudvietnamés contra la embajada de
Estados Unidos en Saigón o los casinos y hoteles de soldados yanquis. A
ese nivel el ‘terrorismo’ se presenta como un arma legítima de un pueblo
que lucha por su liberación desde hace ocho años.
Considerando estos
aspectos, puedo afirmar categóricamente que el MIR no ha participado en
los hechos que hoy sirven al gobierno para atacar a la Izquierda
revolucionaria. Aunque algunos de esos actos tienen una orientación
política correcta, el método no corresponde a la etapa que vive el
movimiento revolucionario en Chile. Aunque está absolutamente clara
nuestra línea política y nuestra actitud frente a esta clase de
‘terrorismo’, el gobierno pretende complicarnos en forma mañosa”.
¿Por qué cree Ud.
que se pretende implicar al MIR, siendo como es una organización
política joven, sin prensa, parlamentarios, etc.?
“Nos parece que el
motivo es claro. El MIR ha sido elegido como ‘cabeza de turco’ para
llevar adelante una campaña de terrorismo ideológico. Esa campaña se
viene expresando a través de la prisión de Carlos Altamirano, la
sistemática intimidación del movimiento obrero, etc. Tiene como
propósito golpear a los sectores más avanzados de la Izquierda y
encerrar a los trabajadores en los marcos del corral eleccionario de
1969-70. En una declaración pública que el MIR entregó el 8 de abril,
dijimos que se intenta confundir a la opinión pública al presentar como
una misma cosa repudiable los conceptos de terrorismo, lucha armada e
ideas revolucionarias. Se quiere legitimar únicamente todo lo que afirma
al régimen y la institucionalidad, esto es, dar patente exclusiva de
validez al gastado juego político tradicional, obstaculizando el
impetuoso desarrollo de la Izquierda revolucionaria. El MIR sostiene que
la única respuesta a esta maniobra político-policial es no retroceder
ni andar dando todo tipo de explicaciones, sino, al contrario, proclamar
el derecho a la existencia y desarrollo de las ideas revolucionarias y
de sus organizaciones. A los pueblos les asiste el derecho legítimo de
levantar la lucha armada como vía para la conquista del poder”.
¿Cuál es el origen del MIR? ¿Cuáles son las características de su militancia?
“El MIR surgió en 1965
de la fusión de varias pequeñas organizaciones de ex militantes
socialistas, comunistas, trotskistas y pekinistas. En la actualidad, el
MIR capta su militancia fundamentalmente en sectores sin pasado
político. En 1965, era un reducido grupo intelectual-estudiantil cuyo
trabajo esencial era la propaganda. Al año siguiente ya se convirtió en
un vasto, aunque todavía difuso, movimiento en escala nacional. Sin
embargo, en 1967-68 ha llegado a ser una organización
político-revolucionaria bien estructurada, sólida, coherente y orgánica.
Ha experimentado un vertiginoso desarrollo entre los estudiantes y
pobladores. Su penetración es creciente en el sector obrero y empieza a
brotar con fuerza entre los campesinos. En algún sentido ha sido una
verdadera sorpresa comprobar cómo son bien acogidos nuestros
planteamientos entre los trabajadores del campo y la ciudad”.
¿Cómo se justifica la presencia del MIR en un país donde existen dos fuertes partidos de Izquierda, como el PC y el PS?
“Yo diría que
corresponde a una necesidad política de esta época en toda América
Latina. La agudización de las relaciones agresivas del imperialismo
yanqui con nuestro continente, y la impotencia de la Izquierda
tradicional para responder a ese desafío, han hecho surgir toda una
nueva Izquierda revolucionaria. Algunos ejemplos: el MIR, ELN y VR en
Perú; el MIR y las FAR en Venezuela; Acción Popular y Política Operaria
en Brasil, etc. En Chile la Izquierda tradicional tampoco ha sido capaz
de dar una salida revolucionaria a las aspiraciones de las masas. Prueba
de ello es que después de treinta años y en oportunidades con cerca de
la mitad del electorado de su parte, los obreros y campesinos chilenos
siguen más pobres y explotados que antes. Es indudable que no se perfila
a partir de esos partidos políticos una salida categórica a esta
situación”.
¿Hasta qué punto es
cierta la crítica que se hace al MIR en el sentido que se trata de una
organización de jóvenes estudiantes y pequeño-burgueses?
“La pregunta es
adecuada, pero permítame contestarla en un plano teórico si se quiere,
luego histórico, y enseguida concreto. Estamos claros que la lucha
revolucionaria se libra, por una parte, entre obreros y campesinos que
enfrentan a la burguesía y el imperialismo. Pero no aceptamos que sólo
la clase obrera tenga un lugar en el combate social. En caso alguno. En
un plano teórico, por así decir, muy pocos ‘marxistas’ deterministas
siguen definiendo la clase social a partir del lugar que el individuo
ocupa en la producción. Ello, es sabido, sólo define un conglomerado
humano, no una clase. Más bien hoy se sostiene, como lo dijo Marx, que
el lugar que ocupa el individuo en la producción es fundamental, pero lo
que a partir de ella lo hace miembro de una clase social es su práctica
política, o sea, el papel que juega el individuo en la lucha social. De
allí que en la revolución tengan cabida por igual obreros, campesinos,
estudiantes, intelectuales. Esto sobre la base que ni el estudiante ni
el intelectual constituyen clase social, y que sólo tendrán un papel en
el proceso revolucionario en la medida que se integren al combate que
libran las clases motrices de la revolución, obreros y campesinos, y
tras los intereses de esas clases.
En un plano histórico:
muchos revolucionarios de origen pequeño-burgués, o al menos no obrero
ni campesino, han tenido destacada actuación en las revoluciones
socialistas: Lenin, Trotsky y casi toda la dirección bolchevique eran
intelectuales y pequeño-burgueses. En la dirección de la revolución
china: Mao Tse-Tung provenía de la pequeña burguesía agraria y muchos de
sus compañeros eran estudiantes, ex militares del ejército
reaccionario, o aún hijos de mandarines. En la revolución cubana: Fidel
Castro era hijo de un terrateniente, y casi toda la dirección era
también de origen pequeño-burgués. Y por último, el más destacado y
heroico de los líderes revolucionarios latinoamericanos, Ernesto Che
Guevara, era médico. El papel combatiente de los estudiantes en América
Latina, incluyendo Chile, nadie puede desconocerlo. La Izquierda
tradicional sólo puede echar en cara al MIR la juventud de sus
dirigentes. Porque la mayoría de la dirección de esos partidos es
también pequeño-burguesa, aunque más vieja que la nuestra. Contestando,
ahora, la pregunta en lo concreto: de que somos jóvenes, es un hecho, y
corresponde a una realidad general en la Izquierda revolucionaria
latinoamericana. En cuanto a nuestra extracción social, también hay algo
de cierto. El MIR nació hace tres años, fundamentalmente en las
universidades y parte de su actual dirección está integrada por
dirigentes estudiantiles o que hasta hace poco lo fueron. Sin embargo,
de hecho, desde 1966, viene cambiando progresivamente la composición de
clases en nuestra organización y hoy el panorama es distinto. Surgen
cuadros obreros y de pobladores, como asimismo estamos actuando con
relativa eficacia en el frente campesino”.
el MIR no cree en el camino electoral. Dar en ese plano las batallas políticas es darlas en territorio enemigo, es consumirse orgánica y políticamente en un camino infructuoso y ya fracasado, es afirmar la institucionalidad y es, por último, domesticar a las masas, creándoles falsas ilusiones y enseñándoles a esperar todo de una ley y un orden que, en realidad, aseguran su explotación.
Muchos hablan en Chile de hacer la “revolución”, ¿qué es lo que el MIR plantea? ¿En qué se diferencia del FRAP?
“Quisiera aprovechar de
aclarar que nuestras diferencias con la Izquierda tradicional no
estriban únicamente en la cuestión de los métodos, o de las ‘vías para
la conquista del poder’. Discrepamos también en los objetivos. La
pregunta, entiendo, se orienta al carácter que el MIR cree que tomará la
revolución en Chile. Esto podría definirse por la realidad
económico-social del país y por la conciencia política de las masas.
Para nosotros, Chile es un país semicolonial, atrasado y de desarrollo
capitalista desigual que combina rasgos del sistema. Por ejemplo, hay un
capitalismo urbano muy desarrollado -industrial y minero
fundamentalmente-, y bastante atraso en el campo. Sostenemos que el
poder en Chile lo detenta una alianza del imperialismo con la burguesía
nativa. Ambos constituyen un complejo social y político indisoluble. De
allí que planteemos el carácter socialista de la revolución chilena,
esto es, antimperialista y anticapitalista a la vez. Creemos -y conviene
recordar lo que al respecto ha dicho Fidel Castro-, que no hay cabida
en una estrategia revolucionaria para alianzas con una presunta
burguesía ‘nacional’ y ‘antimperialista’, que por lo demás no existe en
Chile. El Partido Comunista, en cambio, sostiene que existe en el país
un feudalismo agrario y una burguesía nacional y antimperialista
susceptible de aliarse a obreros y campesinos. Pretende por ello
imprimir a la revolución un carácter
‘nacional-antimperialista- antifeudal y popular’. Bajo una supuesta
dirección de la clase obrera se desarrollaría el capitalismo nacional,
es decir, habría que perfeccionar el régimen para engendrar las fuerzas
que lo abatirán. El MIR sostiene, en cambio, la necesidad de hacer
añicos el régimen y sentar de inmediato las bases para la construcción
del socialismo. Para ellos, entonces, no debe lucharse directamente
contra el capitalismo. Para nosotros, lo fundamental es empujar a la
clase obrera de la ciudad y el campo. Los comunistas luchan por un
gobierno popular y democrático. Nosotros por un gobierno revolucionario
de obreros y campesinos. Ellos por una reforma agraria, nosotros -como
fue en Cuba- por una revolución agraria anticapitalista. Ellos por una
reforma universitaria, nosotros por una revolución universitaria. De las
concepciones que el PC tiene sobre el carácter de la revolución en
Chile, surgen las posibles alianzas con un Partido Radical o una
Democracia Cristiana que podrían traducirse en el plano electoral en la
postulación de un Baltra o un Tomic, y es aquí donde se comprende porqué
el PC desarrolla toda su vida política sumido en la institucionalidad”.
Sin embargo, es
consenso político generalizado que en Chile existe un orden
institucional democrático. ¿Cree Ud. posible el desarrollo de una
revolución armada en el país?
“En primer lugar,
quienes sostienen esto -los partidos políticos ‘conocidos’- son
justamente quienes usufructúan y dependen de esta institucionalidad. Es
más, si entendemos que fueron las propias clases dominantes las que
configuraron este régimen institucional a su imagen y semejanza,
justamente para mantenerse como tales, es evidente que ellas lo
difundirán y sostendrán con todas sus fuerzas. Por décadas la base
social que sustenta a todos los partidos políticos, incluso los de
Izquierda tradicional, está constituida por clases medias urbanas. La
vida ‘institucional y democrática’ en este país se desarrolla bajo la
anuencia y presión política casi exclusiva de ellas, y ese sector social
es justamente el que más usufructúa de esta muy relativa
institucionalidad.
Es también difícil
hablar de institucionalidad en América Latina, continente en el que el
imperialismo se muestra cada vez más agresivo y dispuesto a romper las
normas del juego cuando se le ocurra. Estados Unidos se arroga el
derecho de invadir el país que desee, cuando quiera. Por otra parte, la
lucha armada es un sustrato permanente en la vida política continental,
ya sea en la forma de golpes militares o de guerrillas revolucionarias.
Hay quienes sostienen que Chile es una excepción. Se equivocan. Por
encima de la esencia del régimen chileno, que es la utilización
constante de la violencia reaccionaria, en este momento la
institucionalidad está siendo cuestionada a cada instante, tanto por las
clases dominantes como por los obreros y campesinos. El gobierno
democratacristiano desarrolla una política cada vez más represiva, cede
cada vez más al imperialismo en lo económico, político y militar, cada
vez muestra con mayor desenfado amenazante el poder castrense que lo
respalda, cada vez se desarrollan más los grupos ultraderechistas. Eso
está señalando que la burguesía se aproxima al límite de sus
posibilidades de juego ‘institucional’ y que está dispuesta a echar mano
a toda clase de recursos para la defensa de sus intereses.
Desde otro ángulo: las
masas comprenden que las vías legales les son cada vez más estrechas.
Las huelgas se alargan más o se hacen más difíciles, se gana menos y es
mayor la represión. Ha llegado a mirarse como rutina que un paro
nacional tenga no menos de cinco o seis víctimas. Los obreros y
campesinos están siendo impelidos a romper el orden establecido.
Aumentan las huelgas ilegales, las ocupaciones de tierras, fábricas y
locales escolares, etc. Así, pues, también las masas se encuentran sin
salida, cada vez más pobres, más explotadas y reprimidas. Por eso ellas
ven también limitadas sus posibilidades dentro del juego político
tradicional. No otra explicación tiene el crecimiento de la Izquierda
revolucionaria en este país. Sostenemos, y lo estamos palpando a cada
instante, que al margen del inútil y ya fracasado juego político
tradicional, se desarrolla una corriente subterránea entre obreros,
campesinos e intelectuales, cuya esencia es la búsqueda de nuevos
caminos que, rompiendo la institucionalidad, forjen modelos orgánicos y
políticos necesarios para el inicio y desarrollo de una auténtica
revolución en Chile. Sólo a partir de ese punto podrá plantearse una
estrategia y táctica de lucha armada en nuestro país”.
Si es así, ¿qué plantea el MIR frente al proceso electoral que se avecina?
“Asistimos a un periodo
de ajuste y reagrupación de fuerzas, previo al proceso electoral
1969-70. Gran parte de los hechos políticos diarios encuentran allí su
explicación. Primero que nada, en general, el MIR no cree en el camino
electoral. Dar en ese plano las batallas políticas es darlas en
territorio enemigo, es consumirse orgánica y políticamente en un camino
infructuoso y ya fracasado, es afirmar la institucionalidad y es, por
último, domesticar a las masas, creándoles falsas ilusiones y
enseñándoles a esperar todo de una ley y un orden que, en realidad,
aseguran su explotación. Más aún, por encima de los principios, creemos
que a raíz de la crisis económica del país, expresada también en una
inflación galopante que para obreros y campesinos no constituye simple
argumento político-técnico, sino que se traduce en cuestiones de
realidad vital como hambre, enfermedad, cesantía, frío, etc., sumado
todo esto a las frustraciones electorales recientes y al fracaso de
algunas fútiles luchas reivindicativas que se desarrollaron siempre en
el terreno legal, se está operando un cuadro nuevo en la conciencia
política. Se trata de un proceso de radicalización que cuestiona los
métodos y los objetivos de lucha tradicionales y que se traduce en
escepticismo y desesperanza en el camino electoral. Los partidos
políticos viven en otro mundo, influidos por el cabildeo del Congreso
Nacional y por grupos profesionalizados en politiquería y
parlamentarismo. Por eso, ahora están embarcados en preparar una
estrategia electoral para 1969-70. Necesariamente, para ingresar a la
rueda del circo electoral, los partidos de Izquierda retroceden desde
posiciones más radicales que levantan en periodos alejados de las
elecciones. Así vemos la aprobación que dio el PC al proyecto de
reajustes del gobierno, la discusión que se abre acerca de una futura
colaboración de clases que lleve a la Presidencia a un Baltra o a un
Tomic a la cabeza de un paquete pluripartidista heterogéneo. Todos los
partidos, incluyendo al Demócrata Cristiano, ajustan sus monturas para
el galope electoral, y se cargan a la derecha. Ese proceso de
derechización de los partidos está en contradicción con el inadvertido
proceso en sentido contrario que desarrollan las masas.
Los partidos políticos tradicionales, especialmente los de Izquierda, quieren resolver esta contradicción canalizando la izquierdización masiva de los trabajadores por el atajo electoral.
Los partidos políticos tradicionales, especialmente los de Izquierda, quieren resolver esta contradicción canalizando la izquierdización masiva de los trabajadores por el atajo electoral.
Creemos que lo
conseguirán, pero sólo parcialmente; las masas evidentemente votarán
pero ya no con la fe y el sentido que le dieron a la elección de 1964,
donde sumidas en una vorágine electoral creyeron estar transformando el
régimen. Ahora votarán por un gobierno que lo haga menos mal que el
actual. Sólo esperan algunas reformas, algunas leves mejoras que
siquiera alivien la caótica situación nacional.
Estas características,
más el fracaso del FRAP para constituirse en alternativa del derrumbe
democratacristiano, han dejado un enorme vacío en el plano político.
Esto posibilita aún más el desarrollo de una Izquierda revolucionaria y
abre una perspectiva cierta de configurar una nueva alternativa
político-revolucionaria a fin de sentar las bases y emprender
definitivamente una vía revolucionaria para la conquista del poder”.
La muerte del
comandante Che Guevara y el fracaso inicial de las guerrillas bolivianas
ha sellado, según muchos, la suerte del camino guerrillero en América
Latina. ¿Qué opina Ud. de ese planteamiento?
“Por razones obvias,
sólo podré contestar limitadamente. La guerra de guerrillas como método
de lucha sólo podrá ser dejada de lado si se cuestionan válidamente
algunas de sus premisas fundamentales: 1º) la necesidad política de la
lucha por el poder; 2º) la lucha armada como vía para la conquista del
poder; y 3º) la correlación de fuerzas entre el movimiento
revolucionario y el imperialismo y la burguesía que, en definitiva,
imponen la forma de la guerra revolucionaria. Como nada de esto está
cuestionado, creemos que la lucha guerrillera muy por el contrario de
haber fracasado, permanece vigente para todo el continente
latinoamericano. Naturalmente no soy yo el indicado para formular una
crítica idónea a las estrategias y tácticas de los distintos movimientos
revolucionarios de América Latina. Pero sí puedo decir, en general, que
la guerra de guerrillas de por sí no es una fórmula mágica que opere al
margen de las condiciones históricas y sociales. Ella debe adecuarse a
condiciones que son muy peculiares en cada país.
Hablando de Chile, todo
el que se plantee una forma de lucha armada guerrillera como estrategia
fundamental, debería considerar, según creo: a) la necesidad de una
organización política previa que permita realizar un trabajo ideológico
que homogenice un pensamiento coherente, y logre la adecuada
colaboración y coordinación entre revolucionarios; b) para bien o para
mal, Chile no es Bolivia ni Ecuador. Cuenta con 30 años de vida política
muy desarrollada, una Izquierda tradicional poderosa, un elevado nivel
de organización y conciencia de las masas, de lo cual se desprende la
importancia que tomarán en Chile, antes y durante el proceso
revolucionario, las ideas políticas claramente expresadas, la propaganda
y la agitación; c) es necesario también considerar como fundamental la
creación de cordones umbilicales orgánicos con obreros y campesinos, que
permitan desarrollar una mediana influencia en las masas. No se trata,
desde luego, de diluirse en los ocho millones de habitantes, sino de
penetrar planificadamente en determinados frentes de masas, en las zonas
rurales, en las organizaciones de pobladores y estudiantes, y en
ciertas áreas industriales y mineras; d) el inicio de una tal lucha
armada debería corresponder a la situación política dada del país en el
momento adecuado, desarrollándose paralela y vibrando con ella; e) en el
plano guerrillero propiamente tal, deberá ser probablemente rural pero
desde el punto de vista táctico con gran desarrollo de la lucha en las
ciudades; f) tendrá que actuar en correspondencia con todo el proceso
revolucionario latinoamericano, o sea, como postulaba el Che, será
continental.
A pesar de esta
formulación general, tenemos muy claro el drama que hoy vive la
Izquierda revolucionaria en general, el drama de la formulación de
líneas programáticas y estratégicas adecuadas, que en algunas ocasiones
han estado desprovistas de una traducción concreta y táctica en lo
inmediato. Eso es lo que a sectores desorientados los arroja al
terrorismo, al sectarismo y a la atomización. Creemos que el MIR está
haciendo una experiencia valiosa. En medida importante ha roto ese
círculo vicioso y vive al margen del conventilleo político que en el
pasado hizo inocuos los intentos de agrupar a los sectores
revolucionarios. El MIR se perfila como un polo sano de reagrupación de
fuerzas y ya ha dado los primeros pasos, que posibilitarán una
revolución en la que todos los verdaderos revolucionarios tendrán
cabida”.
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