14 de agosto de 2014
Las recientes giras por Latinoamérica de Vladímir Putin y Xi JinPing
ponen de manifiesto que el potencial del continente no pasa
desapercibido en el juego geoestratégico internacional. La denominada
doctrina Monroe –corpus teórico del expansionismo de EE UU en
Latinoamérica– parece que ha tocado definitivamente fondo. China y Rusia
se perfilan como los socios más deseados por los sistemas políticos de
la región que ven en estas dos potencias una salvaguarda a su
independencia nacional.
Balance comercial de Rusia y China con
Latinoamérica
Gracias al imparable aumento de la demanda de productos latinoamericanos en Rusia y China, la crisis que estremeció al mundo occidental en 2008 no afectó tanto al continente, mientras que las exportaciones a la UE y EE UU durante este periodo caían en torno al 26%, las exportaciones a Rusia y China no dejaron de aumentar.
Entre 2010 y 2012 el comercio bilateral entre alcanzó los 260.000 millones de dólares. Por poner un ejemplo, en la exportación de consumos básicos, la carne uruguaya se vendé más y más cara en China que en Rusia. China se convierte así en un destino muy apetecible por parte de las regiones sudamericanas.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el intercambio comercial de Rusia con Latinoamérica alcanzó en 2013 los 13.088 millones de dólares, siendo Argentina y Brasil sus dos principales socios comerciales.
China es el segundo socio comercial de Latinoamérica después de EE UU, una tendencia que según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) puede verse incrementada a partir de 2017 y pasar a ser así el mayor socio comercial de la región. En algunos países, como Brasil, China se ha convertido en el principal destino de las exportaciones, con lo que adquiere de esta forma el estatus de primer socio comercial de Brasil por delante de EE UU.
México ha intentado impulsar sus relaciones con el gigante asiático en los últimos años, no olvidemos que China es el segundo mayor socio comercial después de EE UU. La última gira de Xin Jinping ha dejado claro que China se quiere acercar a México donde pretenden hacer inversiones productivas en minería, energía e infraestructuras. Aunque ha habido algunos casos de tirantez, sobre todo un litigio comercial en la OMC iniciado por el país norteamericano.
México tiene también esperanzas de mejorar su relación con Rusia, país con lazos económicos en el área de la industria aeronáutica, automotriz y sobre todo gran consumidor de productos alimenticios de diverso orden.
Poder financiero y mercado armamentístico
Si tenemos en cuenta los aspectos relativos al poder financiero en todo el continente americano, China es el principal acreedor de EE UU con 1,5 billones de dólares. Según el Instituto para la Gobernanza Económica Global, China concedió 102.000 millones de dólares en créditos a América del Sur.
Rusia carece de un poder financiero tan fuerte como China, pero no son pocas las iniciativas que se están llevando a cabo al respecto como la creación de bancos financieros en Argentina y Brasil para facilitar el comercio y los negocios conjuntos.
En cuanto a la importación de armamento, Rusia copa una buena parte del mercado, después de EE UU. Alemania y España también tienen una porción del mercado armamentístico. China en este aspecto se ha convertido en un nuevo actor importante sobre todo en armas de tipo ligero y de mano. No obstante, no se trata de un competidor directo de Rusia que se encarga en los últimos años de suministrar armamento pesado (tanques, aviones...) además del ligero. La excepción podría ser la aviación militar. Venezuela adquirió un avión chino en vez del ruso Yak-130. Esto en un continente donde la importación de armas ha crecido un 61% en la última década y el 22% en el último lustro, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz (SIPRI) radicado en Estocolmo.
Sector energético y de comunicaciones
En lo que concierne a la colaboración energética, los acuerdos de Rusia en la región llevan madurándose más tiempo, compañías como Gazprom o Rushydro se han hecho con un buen abanico de propuestas, tanto en Argentina como en Venezuela, por citar las colaboraciones más avanzadas. No obstante, en Honduras la empresa china estatal Sinohydro construye una hidroplanta por valor de 350 millones de dólares.
Rusia colabora activamente en la puesta en órbita de satélites en países como Perú, Argentina o Chile, y ahora también China está participando en la puesta en órbita de satélties comunicacionales. Nicaragua negocia con el gigante asiático la puesta en órbita de un satélite para 2016 que mejorará las emisiones de TV e Internet para todos los países de Centroamérica.
El nuevo canal que planea Nicaragua, a la manera del ya existente en Panamá, cuenta con una gran inversión China –el presupuesto se estima en 30 billones de dólares– y promete facilitar el transporte hacia el Pacífico en una zona ya orientada comercialmente, en gran medida, a los países de este entorno con especial incidencia en el sudeste asiático.
Buena sintonía
Entramado cultural, núcleo duro del poder blando
En un mundo globalizado donde la presencia simbólica (cultura) de los países gana cada vez más terreno, los centros oficiales dedicados a la difusión y enseñanza de la lengua y la cultura se convierten en piezas de valor estratégico. China tiene abiertos 15 centros de difusión cultural y lingüística, mientras que apenas son siete los centros rusos.
Aunque no nos dejemos engañar por estos datos, ya que parece que la “marca Rusia” vende en América del Sur por sí sola, no olvidemos que el peso de la URSS a la que se considera su heredera pesa mucho en el imaginario de la izquierda latinoamericana que es precisamente la que se encuentra en auge en medio hemisferio.
Vladímir Putin y Xin Jinping
Justo antes de la gira de los correspondientes presidentes a América Latina, hubo una reunión en Pekín. En dicha reunión Putin destacó que las relaciones entre los dos países se encuentran en su más alto nivel si tenemos en cuenta los útlimos 100 años de la historia más reciente. Atrás queda la etapa de tensión entre el ahora denostado maoísmo y lo que denominaban "burguesismo soviético".
La visita dejó claro que son muchos más aspectos los que unen a ambos países a nivel geoestratégico y defensa de un mundo multipolar que las pequeñas diferencias que los separan, como las prolongadas negociaciones para llevar gas ruso a China, que se prolongaron mucho y parecía que iban a fracasar a en numerosas ocasiones.
Si realizáramos un análisis de debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades –lo que se llama comúnmente análisis DAFO– situaríamos las debilidades y amenazas en el eje de la pura competición por el posicionamiento en la región. En este sentido, las oportunidades y fortalezas vienen dados por la unión estratégica.
Más que competidores en la región los dos países tienden a ser socios con un planteamiento claro de ejercer contrapeso a la parte estadounidense, tradicionalmente proclive a intervenir en la región más allá del ámbito comercial y de negocios.
El contrapeso de EE UU en América Latina
Gracias al imparable aumento de la demanda de productos latinoamericanos en Rusia y China, la crisis que estremeció al mundo occidental en 2008 no afectó tanto al continente, mientras que las exportaciones a la UE y EE UU durante este periodo caían en torno al 26%, las exportaciones a Rusia y China no dejaron de aumentar.
Entre 2010 y 2012 el comercio bilateral entre alcanzó los 260.000 millones de dólares. Por poner un ejemplo, en la exportación de consumos básicos, la carne uruguaya se vendé más y más cara en China que en Rusia. China se convierte así en un destino muy apetecible por parte de las regiones sudamericanas.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el intercambio comercial de Rusia con Latinoamérica alcanzó en 2013 los 13.088 millones de dólares, siendo Argentina y Brasil sus dos principales socios comerciales.
China es el segundo socio comercial de Latinoamérica después de EE UU, una tendencia que según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) puede verse incrementada a partir de 2017 y pasar a ser así el mayor socio comercial de la región. En algunos países, como Brasil, China se ha convertido en el principal destino de las exportaciones, con lo que adquiere de esta forma el estatus de primer socio comercial de Brasil por delante de EE UU.
México ha intentado impulsar sus relaciones con el gigante asiático en los últimos años, no olvidemos que China es el segundo mayor socio comercial después de EE UU. La última gira de Xin Jinping ha dejado claro que China se quiere acercar a México donde pretenden hacer inversiones productivas en minería, energía e infraestructuras. Aunque ha habido algunos casos de tirantez, sobre todo un litigio comercial en la OMC iniciado por el país norteamericano.
México tiene también esperanzas de mejorar su relación con Rusia, país con lazos económicos en el área de la industria aeronáutica, automotriz y sobre todo gran consumidor de productos alimenticios de diverso orden.
Poder financiero y mercado armamentístico
Si tenemos en cuenta los aspectos relativos al poder financiero en todo el continente americano, China es el principal acreedor de EE UU con 1,5 billones de dólares. Según el Instituto para la Gobernanza Económica Global, China concedió 102.000 millones de dólares en créditos a América del Sur.
Rusia carece de un poder financiero tan fuerte como China, pero no son pocas las iniciativas que se están llevando a cabo al respecto como la creación de bancos financieros en Argentina y Brasil para facilitar el comercio y los negocios conjuntos.
En cuanto a la importación de armamento, Rusia copa una buena parte del mercado, después de EE UU. Alemania y España también tienen una porción del mercado armamentístico. China en este aspecto se ha convertido en un nuevo actor importante sobre todo en armas de tipo ligero y de mano. No obstante, no se trata de un competidor directo de Rusia que se encarga en los últimos años de suministrar armamento pesado (tanques, aviones...) además del ligero. La excepción podría ser la aviación militar. Venezuela adquirió un avión chino en vez del ruso Yak-130. Esto en un continente donde la importación de armas ha crecido un 61% en la última década y el 22% en el último lustro, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz (SIPRI) radicado en Estocolmo.
Sector energético y de comunicaciones
En lo que concierne a la colaboración energética, los acuerdos de Rusia en la región llevan madurándose más tiempo, compañías como Gazprom o Rushydro se han hecho con un buen abanico de propuestas, tanto en Argentina como en Venezuela, por citar las colaboraciones más avanzadas. No obstante, en Honduras la empresa china estatal Sinohydro construye una hidroplanta por valor de 350 millones de dólares.
Rusia colabora activamente en la puesta en órbita de satélites en países como Perú, Argentina o Chile, y ahora también China está participando en la puesta en órbita de satélties comunicacionales. Nicaragua negocia con el gigante asiático la puesta en órbita de un satélite para 2016 que mejorará las emisiones de TV e Internet para todos los países de Centroamérica.
El nuevo canal que planea Nicaragua, a la manera del ya existente en Panamá, cuenta con una gran inversión China –el presupuesto se estima en 30 billones de dólares– y promete facilitar el transporte hacia el Pacífico en una zona ya orientada comercialmente, en gran medida, a los países de este entorno con especial incidencia en el sudeste asiático.
Buena sintonía
Entramado cultural, núcleo duro del poder blando
En un mundo globalizado donde la presencia simbólica (cultura) de los países gana cada vez más terreno, los centros oficiales dedicados a la difusión y enseñanza de la lengua y la cultura se convierten en piezas de valor estratégico. China tiene abiertos 15 centros de difusión cultural y lingüística, mientras que apenas son siete los centros rusos.
Aunque no nos dejemos engañar por estos datos, ya que parece que la “marca Rusia” vende en América del Sur por sí sola, no olvidemos que el peso de la URSS a la que se considera su heredera pesa mucho en el imaginario de la izquierda latinoamericana que es precisamente la que se encuentra en auge en medio hemisferio.
Vladímir Putin y Xin Jinping
Justo antes de la gira de los correspondientes presidentes a América Latina, hubo una reunión en Pekín. En dicha reunión Putin destacó que las relaciones entre los dos países se encuentran en su más alto nivel si tenemos en cuenta los útlimos 100 años de la historia más reciente. Atrás queda la etapa de tensión entre el ahora denostado maoísmo y lo que denominaban "burguesismo soviético".
La visita dejó claro que son muchos más aspectos los que unen a ambos países a nivel geoestratégico y defensa de un mundo multipolar que las pequeñas diferencias que los separan, como las prolongadas negociaciones para llevar gas ruso a China, que se prolongaron mucho y parecía que iban a fracasar a en numerosas ocasiones.
Si realizáramos un análisis de debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades –lo que se llama comúnmente análisis DAFO– situaríamos las debilidades y amenazas en el eje de la pura competición por el posicionamiento en la región. En este sentido, las oportunidades y fortalezas vienen dados por la unión estratégica.
Más que competidores en la región los dos países tienden a ser socios con un planteamiento claro de ejercer contrapeso a la parte estadounidense, tradicionalmente proclive a intervenir en la región más allá del ámbito comercial y de negocios.
El contrapeso de EE UU en América Latina
Los recientes acontecimientos de Ucrania han puesto de manifiesto como nunca antes la constante diversificación de la política exterior de Rusia, entregada a la búsqueda de nuevos socios en regiones alejadas de Europa. Un caso a destacar es el de América Latina.
A lo largo de la década del 2000, esta región
se constituyó como un área de expansión para el Kremlin en términos de política
exterior. Dada la creciente presencia de EE UU y la OTAN en Europa del
Este, no debe sorprender que Rusia esté buscando maneras similares de ampliar
su presencia en áreas cercanas a Norteamérica.
La situación actual de América Latina es, por
lo general, favorable a la ampliación de la presencia de Rusia. Con el cambio
de siglo, la región experimentó un giro a la izquierda que desplazó a muchos
países latinoamericanos hacia fuera del ‘paraguas’ estadounidense y fomentó la
elaboración de unas políticas económicas y de asuntos externos propias e
independientes.
El presidente ruso Vladímir Putin comienza el
11 de julio un viaje oficial de seis días a América Latina. Primero visitará
Cuba, donde se reunirá con Fidel Castro. En Argentina mantendrá un encuentro
con Cristina Kirchner y en Brasil, tras asistir a la final del Mundial,
participará en la cumbre de los BRICS.
Principalmente, son los países del ‘eje
bolivariano’ quienes han optado por una asociación estratégica con Rusia, país
que se percibe en muchos lugares de América Latina como el sucesor de la otrora
poderosa Unión Soviética.
Muchos de los gobiernos más moderados de esta
corriente izquierdista, concretamente Brasil y Argentina, también abogan por ampliar la cooperación con Rusia. En gran medida, sus puntos
de vista coinciden con el deseo de Moscú de construir un nuevo orden mundial,
multipolar y que no favorezca los intereses de una sola superpotencia.
Por otra parte, incluso los países firmemente
ligados a la economía norteamericana, como México y Chile, donde los partidarios del liberalismo y de la libertad de mercado como medio
para combatir los problemas económicos aún mantienen su influencia, están dando
muestras de una buena dosis de independencia en la promoción de sus intereses
políticos.
Muchos teóricos apuntan que estas tendencias
en América Latina han forzado a Moscú a mirar con nuevos ojos las perspectivas
de cooperación en la región, prácticamente descartada por el Kremlin en los
años 90.
Reforzando los vínculos económicos
De hecho, la cooperación entre Rusia y América
Latina ha aumentado últimamente. Entre 2004 y 2012, el comercio entre las dos
partes triplicó su valor, pasando de los 5.800 millones a los 16.400 millones
de dólares.
Actualmente, los principales socios
comerciales de Rusia en la región son Brasil, México, Argentina y Ecuador. Se
estima que las inversiones rusas en América Latina alcanzan los 25.000 millones
de dólares (en comparación con los 17.000 millones de dólares de principios de
la década del 2000), más de un tercio de los cuales van a parar a Brasil.
Este comercio cubre un amplio rango de
sectores económicos, como la alta tecnología, la metalurgia no ferrosa, la
biotecnología y el procesamiento de materias primas agrícolas. Pero parece que,
en términos económicos, el capital ruso está más interesado en el sector
energético, en tanto en cuanto las grandes empresas estatales rusas como
Gazprom, Lukoil y Rusal continúan ganando impulso con sus socios
latinoamericanos.
Solo se puede esperar que este giro comercial
entre Rusia y América Latina continúe creciendo. Es más, la mayoría de los países sudamericanos esperan elaborar nuevos
contratos con Rusia en el sector energético y mejorar los presentes.
La cooperación militar
Con toda probabilidad, Moscú y América Latina
ampliarán su relación en el ámbito militar (lo que incluye operaciones conjuntas entre
las fuerzas aéreas y navales) y en el político.
Esto implica, por encima de todo, el envío
continuado de armamento ruso a la región Latina (como aviones, armamento
blindado y buques de guerra). A lo largo de los últimos 12 años, las exportaciones
de armas rusas a Latinoamérica alcanzaron los 14.000 millones de dólares,
siendo Venezuela el destinatario del 80 % de dichas exportaciones.
La faceta militar de la asociación rusa con
América Latina emergió también en abril de 2014, cuando la armada rusa y una
serie de países de la izquierda latinoamericana llevaron a cabo entrenamientos
junto a las costas del continente americano. Estos ejercicios estaban
destinados a contrarrestar el narcotráfico a nivel internacional.
En marzo de 2014, el Ministro de Defensa de
Rusia, Serguéi Shoigú, reconoció que Rusia estaba negociando la ampliación de
sus bases militares en el exterior con países como Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Sin embargo, también se espera que avancen las
negociaciones políticas entre Rusia, Brasil, Argentina y otros gobiernos
latinoamericanos más moderados, puesto que todas las partes están interesadas
en la multipolaridad y en la ampliación de las relaciones internacionales.
Por lo tanto, se espera que en los próximos
años se firmen acuerdos bilaterales entre estos países con el objetivo de
delimitar una serie de posturas comunes sobre cuestiones políticas estratégicas
de alcance global.
Estados Unidos no quiere perder
América Latina
Es difícil que Washington no haya advertido el
giro explícito que ha dado Moscú hacia América Latina bajo el mandato de
Vladímir Putin. El anterior representante permanente de Estados Unidos en la
Organización de Estados Americanos (OEA), Roger Noriega, en unas declaraciones
sobre el aumento del interés de Moscú por América Latina señala: “Los rusos
están entrando en los países que han sido abandonados por Estados Unidos”.
Desde 2009, la administración demócrata de
Barack Obama ha tratado de hacer lo posible para recuperar las posiciones
perdidas por Washington en América Latina y para evitar que determinados países
de la zona entren en la órbita de Rusia o China. Desde el punto de vista de
Washington, la posibilidad de que haya bases militares rusas (aunque sean
temporales) en Latinoamérica es inaceptable.
China también le ha echado el ojo a
Latinoamérica
Desde el punto de vista económico, el
principal rival extrarregional de Estados Unidos es China. En lo que va 2014 el
volumen del comercio de China con Brasil, Chile y Perú ha superado al de
Norteamérica.
De hecho, en los últimos 15 años el gigante asiático
se ha convertido en el socio comercial más importante de Latinoamérica. Más del
50 % de sus importaciones provienen
de la industria del cobre, el hierro y la soja, mientras que Pekín exporta a
cambio a Latinoamérica productos electrónicos y de automoción.
La actividad de China en América Latina
resulta desconcertante tanto para EE UU como para Rusia. Como se señaló
anteriormente, Moscú centra sus esfuerzos en la cooperación con la región a
nivel político y técnico-militar. Los chinos, por su parte, apuestan por la
esfera económica mientras estrechan lazos amistosos a nivel político.
¿Qué viene ahora?
Aunque es poco probable que América Latina se
convierta en el campo de batalla de una nueva Guerra Fría, es evidente que,
bajo la influencia de la crisis de Ucrania, Rusia debe estar considerando al
menos la posibilidad de estrechar lazos con la región.
Incluso las naciones que mantienen vínculos
políticos y económicos con los Estados Unidos, como México, Perú y la República
Dominicana, no están dispuestas a sacrificar una cooperación mutuamente
beneficiosa con Rusia con base en los acontecimientos de Ucrania.
Es precisamente en Latinoamérica donde se
pueden encontrar países abiertos a la cooperación militar y política con Moscú. Y también aquí es donde
las relaciones iniciadas por Rusia a principios de siglo con la mayoría de los
países de la región han llegado a buen puerto. Está por ver si los crecientes
vínculos militares y técnicos de Rusia en la región desembocan en unas
relaciones económicas más amplias y profundas que representen una verdadera
amenaza para Washington.
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