Por Gabriel Carbajales
2 de noviembre 2011
NUESTRO PEOR ENEMIGO ES EL ANALFABETISMO DEL CORAZÓN
Y LA ANIMALIZACIÓN CAPITALISTA A TRAVÉS DEL TERRORISMO DE ESTADO
UNO
Dos mil cien años y pico atrás, miles y miles de rústicos postes emplazados a lo largo de las carreteras de la antigua Roma, exhibían en su extremo superior --como escenografía de auténtico infierno terrenal-- las testas mutiladas de la desgraciada población esclava decapitada por haberse rebelado contra el poder imperial romano, desafiándolo organizadamente, resistiéndolo con lo que los humillados saben inventar cuando la humillación no se soporta más y cuando el odio de clase supera al miedo paralizante sembrado por los opresores: los cuchillos de cocina, los palos de amasar, las antorchas, el aceite hirviendo, las hachas para hacer leña, los picos para romper la piedra, las azadas, las lanzas improvisadas en los tugurios infames que servían de “hogar” a las familias esclavizadas.
Habían sido asesinados masivamente –mujeres, hombres; niños, ancianos-- por haber transformado las herramientas de la esclavitud en armas de combate para librarse de ella, siendo la mayoría de los decapitados gente hecha prisionera en las invasiones expansivas de un imperialismo esclavista ávido de nuevos territorios colonizables y de más mano de obra compulsivamente gratuita sometida a una vida en la que humillados y burlados sólo contaban como caballos de tiro o dóciles bestias de carga al servicio de los emperadores y su parásita casta “superior” henchida de privilegios y triunfalismos cobardes.
DOS
Un siglo y pico después, en los mismos caminos polvorientos de la Roma imperial, otros postes más trabajados y pulidos, ahora convertidos en deprimentes y terroríficas cruces de madera, mostraban impúdicamente los cadáveres de la militancia pobre del cristianismo primitivo, crucificada en masa no por alzarse en armas, sino tan solo por recurrir pacíficamente a la prédica religiosa que contradecía a la prédica oficial, y a las angustiadas plegarias demandando la llegada de un dios que no amparara a los ricos y que pensara en los más jodidos, ayudándoles a defenderse para revertir su dramática, inhumana situación.
Habían sido asesinados en masa por atreverse a buscar en sí mismos la fuerza espiritual con la que contrastar con los embates de una filosofía hipócrita y mezquinamente utilitarista, que prometía el reino de los cielos para los que en la tierra habían sido condenados a una vida de mierda, en calidad de esclavos o sometidos a diversas variantes de la más salvaje agresión individual y social.
Por supuesto que el pobrerío ya sabía que el universo celestial nos pertenece, que la muerte es lo que todos tenemos garantizado sí o sí; era lo esperable, por otra parte, tan siquiera como compensación por lo sufrido en tierra firme.
Pero el aporte sustancial de la impresionante movilización de cuerpos y almas promovida por Jesús y muchos luchadores más, consistía en sugerir que para asegurar la conquista del cielo como paraíso de la buena gente, el deber en la tierra era el de comprender al menos que ni la frontera entre el arriba espiritual y el abajo material, era tan rígida y definida, ni que bastara la muerte para alcanzar la definitiva paz de las almas en las inciertas esferas etéreas del “otro mundo”.
La movida cristiana primitiva pretendía demostrar que de algún modo la conquista del paraíso prometido dependía de la conducta moral que se mantuviera “aquí abajo”, y que la tierra sería la antesala celestial solamente para aquellos que practicaran un auténtico, desinteresado y verificable “amor al prójimo” en este mundo, el de los vivos.
A las castas dominantes y su imperio, no les cabía ni el odio de clase de los seguidores de Espartaco, ni el amor al prójimo predicado por Jesús y sus seguidores. No les cabía nada. Ni el odio que subleva y contrasta la violencia del opresor con la del oprimido; ni la prédica del amor cristiano a los demás, que borra sin violencia la idea de una especie humana clasificada en seres superiores y seres inferiores, y que nos hace saber iguales hasta inducirnos a pensar que si es posible un reino de paz y armonía en el cielo, también puede ser posible una sociedad sin clases –sin oprimidos y sin opresores; sin explotados ni explotadores— aquí, en la tierra.
TRES
Otros diecisiete siglos después, en tierras muy alejadas de las rutas romanas, otra masacre masiva de insurreccionados semejante a las señaladas, otro brutal genocidio más cercano a nosotros geográficamente y en el tiempo -año 1780-, otra exhibición del terror opresor aplicado a los que lo habían superado colectivamente: la del heroico movimiento multirracial anticolonialista y de emancipación esclava conducido en el Perú por José Gabriel Condorcanqui Noguera, “Tupac Amarú”, un criollo de “buena posición” pero asediado económicamente, como muchos otros criollos, por las imposiciones compulsivas de la corona española y los corregidores afines a ella.
Su accionar fue relativamente breve, pero de una contundencia impresionante en su aguerrida ofensiva miliciana de profundas proyecciones reivindicativas, pioneras en América del Sur, siendo el primer alzamiento en el continente que se atrevió a declarar libres a los esclavos y condenar como delito a la esclavitud.
Llegada la derrota a manos de colonizadores y corregidores, a Condorcanqui se le hizo presenciar la tortura y la ejecución brutal de toda su familia; luego le cortaron la lengua e intentaron descuartizarlo con cinco caballos tironeando de sus extremidades. Como no pudieron despedazarlo así, lo decapitaron, clavaron su cabeza en una lanza públicamente y le mutilaron piernas y brazos para también mostrarles como botín de guerra en diversos puntos del Perú, corriendo la misma suerte miles y miles de otros rebeldes aun después de la muerte de “Tupac Amarú”, su inseparable y valerosa compañera, Micaela Bastidas, y sus hijos.
Habían desafiado la fuerza avasallante de una mezcla de sectores sociales acomodados que ya prefiguraban el destino americano de pertenecer a un capitalismo dependiente y obediente de los imperialismos de turno, y, paradójicamente, de ser la región del mundo cuya colonización y saqueo facilitarían la consolidación y desarrollo del modo de producción capitalista hasta su anciano esplendor imperialista, al punto de que puede afirmarse que sin América dominada y sojuzgada, el proyecto burgués hubiese naufragado en sus tempranas contradicciones internas focalizadas en el continente europeo.
CUATRO
Decapitados y crucificados por los amos del imperio romano y sus castas subalternas privilegiadas, habían significado la acción de lo que ya entonces se llamó frívolamente “justicia”, aplicación de la “ley” o defensa de las “buenas costumbres”.
Con la exposición pública e inhumana de las víctimas de la opresión y la represión organizadas, los poderosos alardeaban de omnipotencia y crueldad sin límites, y advertían al “populacho” qué podía esperar todo aquel que se atreviera a juntarse con otros para intentar socavar o cuestionar los cimientos corruptos del poder, poco importaba si se lo hacía con armas o solamente con el “inofensivo” clamor de la oración religiosa.
La exposición callejera y amedrentadora de decapitados y clavados en la cruz, tanto en la antigua Roma como, luego, en el “descubierto y conquistado” Perú, colocaba al resto de los mortales de cara a un par de señales mafiosas imposible de no ser advertidas y de producir severos impactos psicológicos en la conciencia popular:
1.- Ese es el destino seguro de los que cuestionan y son vencidos sin que los demás oprimidos se comprometan;
2.- Ese puede ser también el destino de los que se vayan sumando al compromiso de resistir de algún modo a los poderosos y sus alcahuetes armados.
Los poderosos tampoco andaban con vueltas ya entonces, muchísimo antes de que surgieran y se consolidaran los actuales Estados burgueses altamente represivos y belicistas. El mensaje rotundo y claro, representaba sencillamente la siembra necia pero pertinaz de lo “fatal” de la derrota popular perpetua y sin remedio. La concepción de que las cosas son como son y no hay dios, cacique ni pueblo que las puedan transformar.
Con esos auténticos genocidios (crímenes masivos de lesa humanidad, cabría decir) y la exposición pública amedrentadora de la muerte día y noche hasta la descomposición de los cuerpos mutilados, se ensayaban los rudimentos “artesanales” de lo que hoy bien conocemos y sufrimos como TERRORISMO DE ESTADO, producido industrialmente, a escala internacional y destinado a eternizar la explotación y la opresión sin lugar para cuestionamientos ni insurgencias.
CINCO
Un simple palo de tosca madera atravesado horizontalmente sobre otro palo vertical, había sido hace 23 siglos la medida de los “avances” técnico-culturales de una sociedad regida por la falaz y repudiable idea de que unos, la inmensa mayoría, hemos nacido para obedecer sumisamente los designios “superiores” de otros, los miembros de castas parásitas e impresionantemente minoritarias, nacidas para vivir del sudor y el sacrificio de los demás, como si esto lo hubiese dispuesto alguna fuerza sobrenatural o algún personaje divino e infalible de patológica y sádica inclinación por el sufrimiento de los más débiles y desamparados.
El poste vertical y su accesorio perpendicular formando la tenebrosa cruz que cunde en los palacios del Vaticano y en millones y millones de hogares donde se venera a ese dios “salvador”, pasaron a ser, por un lado, el emblema del crimen organizado de las clases dominantes, y, por otro, el símbolo del sufrimiento extremo y la esperanza de los desposeídos de todos los tiempos en buena parte del mundo.
La única diferencia entre los episodios del tracio Espartaco y su movimiento rebelde, del judío Jesús y su campaña popular de sensibilización humanitaria, y del inca “Tupac” y su anticolonialismo indigenista, fue la manera en que los poderosos ejecutaron a los perseguidos.
Una cuestión “técnica”, nomás, esencialmente motivada por un mismo cuerpo de ideas y pautas de vida básicamente idénticas, desarrolladas en el ejercicio pleno de un poder nacido de la violencia extrema y un autoritarismo pedante que se autoconsideró incuestionable e inexpugnable, como ocurre hoy mismo, sin que podamos esperar que los privilegiados “entren en razón” pacíficamente.
SEIS
En poco más de 100 años, aquella clase dominante romana aliada a los judíos ricos –una clase esclavista y ruin-- nada distinta a la que en la actualidad –capitalista y más ruin aún-- dispone universalmente de vidas y haciendas, había ido aprendiendo con el “perfeccionamiento” y la sistematización de la metodología asesina del TERRORISMO de los poderosos, que tanto da que a ellos y su soberbia, se los cuestione con la violencia de los de abajo o de la manera más pacífica y razonable imaginables, incluso por parte de algunos privilegiados que renuncian a serlo, plegándose a las demandas y la lucha de los más jodidos.
Los amos imperiales habían robustecido su convicción innata, casi, de que al poder popular, por más virtual, incipiente e inofensivo que él sea, hay que mutilarlo de raíz, destrozarlo desde los primeros llantos demandantes de humanidad piadosa; decapitarlo, crucificarlo, abortarlo para que únicamente exista como feto inerte sin posibilidades de existencia real y como sueño de locura utópica, demoníaca y suicida de los que no hemos nacido “en cuna de oro”.
Acosar a los rebeldes y contestatarios hasta el exterminio, castigarlos y propagandear su castigo para que nadie se atreva a soñar con que “otro mundo es posible”, era ya algo que estaba en la tapa de la biblia de los chupasangre e inservibles con ínfulas de amos y grandes señores, intocables e invencibles.
Espartaco y Jesús, como luego “Tupac Amarú”, son apenas los nombres que más resuenan de entre los millones y millones de víctimas de algo cuya denominación nada caprichosa, debemos concientizar, denunciar y combatir por todos los medios posibles como principal arsenal ofensivo-defensivo del gran genocidio despótico organizado más allá de las respectivas caracterizaciones históricas.
Espartaco, Jesús y José Gabriel Condorcanqui son los nombres de cualquiera de nosotros, los nombres elegidos por un TERRORISMO DE ESTADO que lejos de haberse extinguido, es cada día más el reculadero táctico-estratégico del imperialismo capitalista multinacional, a cada segundo más artero y criminal e imposible ya de no ser identificado como fundamento principal sobre el que descansa el poder de la burguesía en todas partes.
SIETE
Obviamente que ni el movimiento espartaquista ni el movimiento cristiano primitivo, fueron las únicas expresiones de descontento popular de la historia pre feudal o “antigua”. Son innumerables las explosiones populares pre feudalismo ocurridas no solamente en el “viejo mundo”; las hubo en él y en la geografía pre colonizada del resto del planeta, menos conocida aunque no menos bestializada por las castas dominantes originarias.
Con matices e idiosincrasias particulares bien diferenciadas. el asesinato en masa y las prácticas rudimentarias del TERRORISMO DE ESTADO, no son monopolio histórico del imperio romano ni del esclavismo “occidental y cristiano” altamente desarrollado. Hay huellas de conductas semejantes –tan brutales y autoconcientes de su brutalidad-- en varias formaciones sociales autóctonas de América, del Asia, del África y de otros múltiples rincones del planeta, cuyos respectivos percances cronológicos no son tan conocidos como los percances de la historia “occidental y cristiana”.
Tampoco fue la insurrección tupamara del siglo XVIII, la única expresión “contemporánea” de resistencia anticolonial-antiesclavista y de desafío al TERRORISMO DE ESTADO de entonces, pero si es la que tuvo una severa influencia en la serie impresionante de alzamientos que se fueron sucediendo en prácticamente toda América Latina hasta el primer cuarto del siglo siguiente contra las coronas españolas y portuguesa, principalmente, con la intervención de costado, sagaz y taimada, de un imperio británico que alentaba “independentismos” funcionales a su estrategia de dividir para reinar y colonizar, al fin de cuentas, en beneficio de la burguesía más poderosa, “moderna” e inteligente de la flamante Europa capitalista, que era precisamente la de Gran Bretania.
OCHO
Pero estos dos episodios ocurridos en los confines de un imperio romano que se creyó al santo pedo eterno e invencible, son los que mejor ilustran acerca de la vileza y la insanía homicida de los poderosos. Uno y otro, son el paradigma de una bestialidad que ya nunca dejaría de ser la marca de fábrica de cualquier clase dominante, donde sea y cuando sea.
De la persecución feroz al espartaquismo levantado en armas; de la cacería de Jesús y sus discípulos impugnadores de la prepotencia imperial, a nuestros días, 23 siglos parecen ser solo minutos de una historia sin fin en la que los oprimidos efectivamente parecemos los nacidos para perder siempre.
La constante es, invariablemente, el TERRORISMO DE ESTADO sistematizado, la práctica patotera de una mentalidad maula y pizarrera, que entremezcla la coerción de leyes, códigos y normas, con la represión y la violencia lisa y llana de los aparatos armados (oficiales y paraoficiales), alternando su ocurrencia entre manifestaciones veladas más o menos sutiles (“normales”, podría decirse), y manifestaciones brutales y sanguinarias, que, en todo caso, en lugar de hablarnos de “mejoras” respecto al pasado, nos hablan de endurecimientos y resultados cada día más dañinos y criminales, evidencia indiscutible de que la clase dominante del presente –la burguesía imperialista— es la más corrupta y asesina de todos los tiempos.
La naturaleza de la barbarie clasista opresora, solamente ha variado en sus formas, cada vez más exterminadoras, más elaboradas, tanto como Henry Ford y el taylorismo elaboraban sus fórmulas de perfeccionamiento de la producción social en cadena para una mejor apropiación capitalista de sus frutos materiales; es decir, la “modernización” y la mayor eficacia de los resortes compulsivo-criminales del sistema, vienen a ser la expresión “cultural”, acorde con él, del modo de producción capitalista llevado a sus superiores aunque últimos e inmorales grados de desarrollo.
El TERRORISMODE ESTADO –además de ser eminentemente un “arma preventivo-disuasiva”— es también un negocio capitalista en sí mismo, que representa lucrar con la compra-venta de armas, de productos químicos, de emprendimientos edilicios de reconstrucción de lo destruido, de vehículos y maquinaria industrial, de toda una gama de aventuras empresariales cuya materia prima por excelencia es la muerte y la devastación despiadada, y cuyo fin supremo es seguir atesorando fortunas que valen menos que la mierda en polvo, aunque en las cabezas y los corazones ganados por la metástasis del poder, lo atesorado es tenido un sello de superioridad, de absurda superioridad, de estúpida distinción, solamente comparable a la supuesta superioridad de la rata sobre el ratón.
NUEVE
Dejemos la tentación de enumerar las no pocas manifestaciones contemporáneas, a escala regional, nacional o internacional, de la parafernalia terrorista del sistema y su aparato estatal “oficial y extraoficial” reproducido en todas partes. Alcanza con presenciar lo que hoy presenciamos.
Los más de 50 millones de muertos de la segunda guerra mundial interimperialista, son tal vez, sin embargo, el dato más contundente y trágico, y se equivocaría quien no viera el ejercicio del TERRORISMO DE ESTADO internacionalizado detrás de las contradicciones burguesas que condujeron deliberadamente a esa espantosa guerra en la que básicamente sus víctimas fueron solamente gentes de pueblo sometidas al terror de los que dirimían sus pujas expansionistas con el único “gasto” de vidas que no fueron las suyas, obviamente, y por las que aún hoy no han pagado más que unos cientos de cabezas de turco “profesionales de la muerte” del lado de los burgueses imperialistas que “perdieron”.
Entre la macabra persecución antiespartaquista y la no menos sanguinaria anti judeo-cristiana vanguardizada por al aparato represivo del poderoso aunque ya entonces decadente imperio romano…
Entre ambos extremos de salvajismo opresor-parasitario de aquella sociedad fundada en la superexplotación del ser humano como si éste fuese una simple herramienta de trabajo o un animal domesticado…
Entre aquella barbarie de hace 23 siglos y la barbarie imperialista actual bajo el signo del capitalismo “moderno”, vanguardizado por los sucesivos gobiernos yanquis y sus principales aliados, NO HAY SUSTANCIALMENTE MÁS DIFERENCIAS QUE LAS MERAMENTE FORMALES.
Todo lo que siguió a ese período de postes cruzados y madera embebida en sangre, es más y “mejor” de lo mismo: más resultados tangibles del creciente trabajo social, más y mejor apropiación privada de esos resultados, pero también más y “mejor” ejercicio del terror dirigido a frenarnos hasta en nuestros más elementales instintos y reflejos epidérmicos, como clase y como individuos.
DIEZ
A la alienación producida y “mejorada” cotidianamente en brutales jornadas en condiciones de trabajo hace rato inadmisibles, le complementa prolijamente todo un andamiaje técnico-tecnológico- profesional “última generación”, destinado a hacer cada vez más efectivo el castigo a los descontentos, indignados y sublevados activos o potenciales, y a sembrar un terror altamente amenazante y masivo del que pueda cosecharse la permanente parálisis popular surgida del miedo a la cárcel, la tortura, la desaparición, la muerte o “tan solo” al riesgo de quedar registrado en las listas negras de la exclusión laboral y la persecución antisindical de las patronales auxiliadas gubernamentalmente, parlamentariamente y jurídicamente.
Tal vez sea un antojo literario sustituto de muchas rabias que quisiéramos encauzar por donde hace muchísimo rato se lo tienen bien merecido los productores del TERRORISMO DE ESTADO BURGUÉS HEREDERO DEL TERRORISMO ESCLAVISTA del imperio romano; tal vez estas consideraciones sean un sucedáneo pueril y amargo de lo que aún está por ocurrir…
Pero hay que señalarlo, ahora, cuando para nosotros el arma principal del presente, es la palabra, la denuncia, la agitación, la diseminación lo más amplia y abarcativa posible de conceptos y datos que empiecen a actuar como terreno minado para los impunes sobre todo del presente y del futuro:
Es imposible no ver en los actuales y “modernos” desplantes de arrogancia y prepotencia asesina burgo-imperialista, algo así como la sublimación hedonista del terrorismo despótico llevado a la condición de gran dedo gordo metido y revuelto en el culo del mundo…
Es imposible no presentir el goce del criminal irrecuperable, que actúa en función de un interés material y utilitarista muy claro, es indudable, pero que lo hace también por el simple placer que le causa el dolor ajeno, aún a sabiendas de que está en las últimas, disparando de quienes le darán muerte, por justicia y por venganza, ni qué hablar, y que lo harán de la manera más cruda imaginable.
Pero también tenemos el deber de admitir y advertir, por lo que podemos constatar día a día entre nosotros, que a estas alturas el súper tecnificado y sofisticado TERRORISMO DE ESTADO bélico-cibernético- digitalizado que nos muestra la patoteada y el linchamiento mafioso presentado como “justicia de rebeldes”, cual si solo existiera en el video-rectángulo del celular o la LCD… debemos reconocer el logro imperialista de estar cosechando no ya miedo paralizante, únicamente, sino más que nada INSENSIBILIDAD MASIFICADA, indiferencia de multitudes, debilitamiento creciente de sentimientos humanos primarios e insustituibles que la especie ha debido atesorar sacrificadamente en milenios y milenios de resistencia a la animalización del poder egoísta y desalmado de los imperialismos de turno.
ONCE
Cada imagen virtual furtiva de alguien masacrado donde sea, cada gurí haitiano y raquítico expuesto a la violación de un milico de mierda, cada huesito de nuestros desaparecidos que aparece cuando lo disponen los verdugos, cada editorial o discurso parlamentario de los que alentaron dictaduras y cacerías del escuadrón de la muerte, son LA PRESENCIA ACTIVA DEL TERRORISMO DE ESTADO CONTANTE Y SONANTE DE HOY MISMO, ese que nadie debe contarnos Y QUE VIVIMOS HOY Y AQUÍ.
Nuestra tema hoy no es la preocupación porque no hayan madurado las condiciones para la confrontación directa. Nuestro tema tiene que ver con la recuperación de los valores ideológicos básicos sin los cuales pueden haber mil insurrecciones espontáneas y mil explosiones populares, que se frustrarán con toda seguridad no ya por la ausencia de organización y conducción política adecuadas, sino por la escasez y hasta la pérdida de esos sentimientos de amor y de odio que nos dejaron todos los Espartaco, los Jesús y los José Gabriel Condorcanqui de la dura pero hermosa odisea de los pueblos.
Nuestro tema es cómo llevar adelante una tarea de ímpetu esencialmente juvenil, casi niño, que reclama la comprensión de que, más jodido que el desconocimiento de la historia, que la desmemoria, que la desorganización, que el no saber leer y escribir, es el acostumbramiento a la indolencia frente a una desgracia que es de todos y cada uno, de nosotros y de los que dejaremos sobre este mundo amasado con sangre y lágrimas de madres que se quedaron sin hijos, sin sus huesos, pero que ni olvidaron, ni perdonaron y que aún después de muertas nos siguen enseñando a sentir y a rebelarnos frente a la injusticia, la prepotencia y un TERRORISMO DE ESTADO cagón, garronero y tan derrotable como la burguesía multinacional que lo practica como miserable caricatura de los amos esclavistas que también cayeron abatidos como Espartaco, Jesús y Tupac Amaru, aunque a nadie se le ocurrió colocarnos en una vidriera, descuartizados, descomponiéndose.
Esta es la cuestión de la EDUCACIÓN también en el Uruuay: EDUCAR EN EL AMOR Y EL ODIO DE CLASE, EN LA RECUPERACIÓN DE LOS SENTIMIENOS HUMANOS QUE SON PATRIMONIO IMPERDIBLE DE LA HUMANIDAD EXPLOTADA Y OPRIMIDA.
Hacerlo con verdadera fruición de militantes de la vida, sintiéndonos cada cual cargando una cruz que es la carga del sufrimiento, pero también del HONOR DE LOS POBRES DEL MUNDO (de un mundo en el que hasta en los EE.UU. los milicos asesinan a ex combatientes de Irak que tratan de redimirse uniéndose a la lucha anticapitalista que no empieza recién ni terminará dentro de un rato, pero que saldrá victoriosa contra todos los TERRORISMOS DE ESTADO habidos y por haber, aunque los asesinos vuelvan a emplear las decapitaciones y las crucifixiones públicas además de los bombardeos o las balaceras contra multitudes sin más armas, POR AHORA, que la SENSIBILIDAD y algo parecido a una ideología proletaria capaz de sustraerse al aparataje de los MEDIOS DE COMUNICACIÓN TERRORISTA AL SERVICIO LAMECULO Y CÓMPLICE DEL SISTEMA).
HACERLO COMO TAREA REVOLUCIONARIA INDISPENSABLE, Y HACERLO PONIENDO MUCHA ATENCIÓN EN RETOMAR VIEJAS-JÓVENES ENSEÑANZAS DE LOS NUESTROS YA CAÍDOS: POR EJEMPLO, LA ENSEÑANZA DE QUE ESTÁ SOLAMENTE EN NUESTRAS MANOS Y NUESTRAS CONSCIENCIAS, DOTAR A LA LUCHA DEL PUEBLO TRABAJADOR DE UN SENTIDO ÉPICO, HEROICO Y EJEMPLAR, QUE SEA ESCUELA Y UNIVERSIDAD DEL HOMBRE-MUJER NUEVOS, OPUESTOS Y ENEMIGOS DE ESE SER HUMANO ANIMALIZADO Y BRUTAL HECHO A IMAGEN Y SEMEJANZA DE LOS EXPLOTADORES Y SUS MERCENARIOS, QUE SE NOS QUIERE IMPONE A TRAVÉS DEL TERRORISMO DE ESTADO EN TODAS PARTES Y POR TODOS LOS MEDIOS A QUE ESTÁN DISPUESTOS A RECURRIR LOS FASCISTAS DE SIEMPRE.G
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Gabriel Carbajales, 2 de noviembre de 2011.-
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