lunes, 12 de agosto de 2013

Leonel Khalil, timonel del oeste proletario y combativo


“Ne bebido muchos tragos.
He quemado mis labios en todas las copas.
Pocas veces, sin embargo, he sentido el alma del cantinero
sirviendo el tinto licor y un trocito sin precio de su corazón.”

Esta semana fría y dura que pasó, recién cumplidos los 71 años, se nos tomó los vientos sin titulares de prensa y sin homenajes, un tejano petiso y Compañero mal apodado por todo el mundo “El Turco” (que de turco no tenía un pelo –“¡vade retro!”, diría sin ofender a los turcos buenos- aunque sí muchísimo de buen oriental, peleador, justo y perseverante).
Se llamaba y seguirá llamándose Leonel Khalil, una especie de callado pero porfiado timonel barrial de esos que ha producido con recurrente generosidad nuestro cercano y combativo oeste montevideano.
Había nacido, no sé si en La Teja, el 1° de agosto del año 1942, y cumplió los 71 un par de días antes de quedarnos tod@s helados con la dolorosa noticia de que su gran humanidad no pudo resistir más una despiadada enfermedad a la que durante mucho tiempo pudo “distraer” gracias a su espíritu indoblegable y sus impresionantes ganas de vivir.
Lo conocí, como casi tod@s, conduciendo esa “nave de los locos” que fue y ojalá siga siendo el emblemático “Club Artigas” de la calle Ameghino casi Carlos María Ramírez, escenario amigo y solidario de una infinidad de actividades sociales que cobijó durante décadas a una verdadera masa de mujeres y hombres de laburo en lucha ejemplar por las reivindicaciones más sentidas en nuestros barrios obreros ninguneados y castigados por patronales y gobiernos para los que únicamente contamos como mano de obra barata y receptores de bonitos versos electoraleros cada cuatro o cinco años.
“El Turco” no falló nunca.
Atrás del mostrador de la cantina del club, sirviendo copas, prestando el teléfono, bancando especímenes de toda la gama zoológica tejana habida y por haber, terciando saludablemente en discusiones políticas de antología, moderando en las ocasionales tertulias filosóficas que se daban alrededor del paño verde de la mesa de casín yendo y viniendo muy buenos tragos que él preparaba con arte de alquimista de la camaradería proletaria, el querido Leonel, el petiso Leonel, jamás tuvo un gesto que a alguien lo hiciera sentir como sapo de otro pozo en un centro social que funcionara sólo como boliche regenteado para vaciarnos los bolsillos entre laburantes.
Leonel fue y jamás dejará de ser el mejor ejemplo de buen vecino, de ésos a los que podés golpearle la puerta a las tres de la mañana –en democracia o en dictadura- para que te tienda las dos manos abiertas, unas palabras compañeras y la más absoluta certeza de no ser defraudados por alguien a quien la solidaridad le salía de los poros, sin condicionamientos de ninguna especie, hondamente consustanciado con la causa del pueblo trabajador, sin titubear nunca.
Es muy probable que a “El Turco” no turco no le inquiete demasiado la posibilidad, pero es seguro que a toda La Teja explotada y oprimida, un día se le ocurrirá ponerle su nombre a una calle o a una plaza tejana, con anuencia oficial o sin ella, con el único “cálculo político” de la convicción moral de que hombres como Leonel son los que permiten decir que un barrio luchador no es un únicamente un conjunto de gente, sino, fundamentalmente, una parte vital del corazón popular y un nervio enérgico de nuestra emancipación social y cultural, por la que Leonel, con muy bajo perfil protagónico, dio lo mejor de sus días y sus noches.

¡Hasta siempre, Leonel, Hasta la Victoria que será también tu victoria bien ganada y bien enseñada hasta en los momentos más difíciles de nuestras vidas!!!.

Gabriel "Saracho" Carbajales



 

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