16 de noviembre del 2013
En contra
Cuando era jugador vivía un mundo irreal, sobre todo antes de irme a Francia", recuerda (el ex futbolista de Nacional, Lyon de Francia y Peñarol) Ildo Maneiro. "En Francia sabían más que yo de lo que pasaba acá".
Sin embargo, un día le tocó vivir de cerca el
control estricto de las fuerzas de seguridad: luego de un partido, un
jeep policial lo detuvo junto a un compañero de Nacional y otras
personas, y los pusieron contra una pared para revisarlos. Lo pareció
muy raro, porque ignoraba que procedimientos de ese tipo se habían
vuelto usuales. Al regresar de Francia, en 1976, ya conocía mejor la
situación y supo que algunos amigos estaban presos. Incluso fue a
visitar a uno de ellos, recluido en el Batallón 13. "Los jugadores no
éramos sospechados, tal vez éramos algo así como intocables", piensa
hoy.
Esa condición de "intocables" tal vez haya salvado la
vida de Pedro Graffigna, el incansable volante de Defensor y
simpatizante comunista, que sufrió el acecho de la dictadura. "Supe que
tanto en Inteligencia Policial como en el Ejército decían que me iban a
meter en la cárcel por comunista, pero no sucedió. Me controlaron todo
el tiempo, pero no me podían `limpiar` porque era un jugador de fútbol
que en esa época trascendía", relata.
Tuvo problemas incluso cuando integró la Selección
uruguaya en 1976. "Cuando íbamos a salir de gira por el Pacífico,
Inteligencia y Enlace me retuvo el pasaporte", cuenta. Igual pudo hacer
el viaje, porque le hicieron un "pasaporte especial".
Pero los problemas habían comenzado antes, en 1974,
cuando lo detuvieron por tener papeles de la central obrera CNT, que le
había dado un compañero militante. Lo chequearon en la esquina de su
casa, en Ibiray y Bulevar Artigas, encontraron eso y fue detenido.
También le allanaron la casa. Desde entonces, asegura Graffigna, fue
perseguido. "Me largaron porque era futbolista", sostiene.
Lo volvieron a detener en 1978, en el propio vestuario
del Estadio Centenario, tras un partido con Peñarol. Uno de los líneas
era militar, un oficial del Ejército llamado Adán Estévez, y tras el
partido lo acusaron de haberlo insultado, cosa que el exfutbolista
asegura no ocurrió. En el partido no lo expulsaron, pero luego se lo
llevaron detenido y así pasó toda la noche. La misma situación de
presiones ocurrió con otros jugadores de Defensor de la época, cuenta
Grafigna.
El mediocampista de Nacional Julio Montero Castillo fue
detenido durante cuatro días en 1978, a raíz de un incidente en el
partido Nacional-Santa Bernardina de Durazno, por la Liga Mayor. Se
peleó con varios rivales, que eran además efectivos militares, y les
dirigió un gesto obsceno. "Me llevaron los verdes, de la mitad de la
cancha hasta los vestuarios sin dejarme tocar el piso. Me decían de
todo. Un día le dije a uno: `Bueno, sacate el uniforme y vamos a pelear,
si yo los odio a ustedes", relató.
En general, en las concentraciones de los equipos no
se hablaba de política. Muchos jugadores se enteraban de la situación
que se vivía en el país cuando iban a jugar al exterior. En Caracas,
donde estaba vigente la democracia y la colonia uruguaya era importante,
los opositores al régimen se hicieron sentir con cantos y carteles
durante los partidos por las eliminatorias para el Mundial `78 y por la
Copa América de 1983.
Al llegar al hotel de Milán para el amistoso contra
Italia del 16 de marzo de 1980, la delegación (celeste) recibió 26
sobres blancos, de gran formato. En su interior había folletos contra la
dictadura, firmados por la "CNT en Italia" y la "Coordinadora Uruguaya
de Solidaridad en Italia". (…)
Si los futbolistas vivían en general en un mundo
aparte, muchos dirigentes sufrieron de cerca persecuciones por parte del
gobierno militar. "Cualquier acto eleccionario, de un club deportivo,
de la comisión administradora de un edificio, está sometido al control
de la Jefatura de Policía, a la que hay que enviar la lista de
candidatos para que sea aprobada", escribió Virginia Martínez en su
libro Tiempos de dictadura.
Eduardo Arsuaga, vicepresidente en Defensor cuando
la conquista del campeonato de 1976, no pudo volver a postularse un año
más tarde. Un coronel amigo, además hincha de Defensor, le transmitió
que un general le había dicho: "Ustedes tienen un problema ahí con el
tupamaro de Arsuaga…". El dirigente había sido el tercer suplente de
Zelmar Michelini en la lista 9988 del Frente Amplio en 1971. Ya en
democracia, fue presidente violeta entre 1987 y 2001, impulsando un
momento de auge deportivo e institucional.
Luis Prats, periodista y escritor
Prats es periodista de El País. Es autor de más de
una decena de libros sobre temáticas deportivas e históricas. En fútbol,
tras La Crónica Celeste (2000, con sucesivas ediciones actualizadas);
Montevideo, la ciudad del fútbol (2008) y Un siglo de pasión violeta
(2013), presentó pocos días atrás Goles y votos, del que aquí se
presenta un fragmento. En sus páginas relata la estrecha relación entre
la política y el fútbol en Uruguay, desde la presencia casi constante de
dirigentes vinculados al gobierno de turno en la Asociación Uruguaya de
Fútbol hasta las consecuencias deportivas de episodios de la vida
nacional, como en este caso, la dictadura instaurada en 1973.
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