Porque los
cuerdos están, casi
siempre, del lado del poder
Autor: William Yohai
3 de noviembre de 2013
Elegimos
la primera
mitad de la década de los 50 del siglo pasado para comenzar
esta historia.
Érase
una república
latinoamericana como tantas. Una democracia podrida hasta la
médula intercalada
con períodos de dictadura sanguinaria. Una burguesía
identificada hasta el
ridículo con la potencia imperial. Un pueblo que sufre, se
rebela por momentos,
pero es invariablemente vendido por dirigentes corruptos. Los
que no se venden
son asesinados sistemáticamente.
Un
oficial militar de
baja graduación ha dado un golpe (otro más) de estado. Es
sanguinario, como los
que le han precedido. La tortura y el asesinato están a la
orden del día. Impera
una corrupción generalizada. Alguien graficará después “donde
quiera se
apretara con un dedo salía pus”.
Muchos
jóvenes
provenientes de distintas clases sociales, pero principalmente
de la clase
trabajadora están indignados. Son estudiantes y obreros.
Uno
de ellos proviene
de los mejores colegios católicos. Es hijo de un próspero
empresario agrario.
Se ha graduado hace poco de abogado. Es alto, fuerte,
extremadamente
inteligente, tiene una notable capacidad de palabra y un no
menos
extraordinario magnetismo personal.
Por
sobre todas las
cosas es honrado hasta el exceso y ama a su pueblo humilde y
trabajador.
Pero
¡Ay! Está loco.
De remate.
Figúrate,
lector;
carece de experiencia militar alguna. Tal vez ha cazado alguna
vez en su lejana
provincia de origen. Y ha leído alguna historia sobre guerras.
No tiene dinero.
Se lanza, sin embargo, a organizar una acción armada de gran
envergadura contra
el ejército comandado por el dictador. Varias decenas de miles
de hombres
entrenados para la guerra y armados con las armas disponibles
en la época. Como
no tiene lugares para que sus hombres aprendan tiro deciden
hacerlo en las
aulas de la universidad. Con armas de aire comprimido, claro.
Organiza
así algunos
cientos de jóvenes hombres y mujeres.
Como
no disponen de
apoyo internacional ni relaciones con las fuerzas del orden no
tienen otra
posibilidad que comprar armas en las armerías. Fusiles calibre
22 y escopetas
calibre 12.
Con ellas intentarán asaltar
la segunda fortaleza
militar de aquel país. El objetivo: ocupar las armas y
repartirlas entre el
pueblo. Retirarse y comenzar una guerra de guerrillas en las
montañas cercanas.
No
cabe duda: él y
sus jóvenes compañeros están locos.
Llevan
adelante la
acción y sucede lo que cualquier persona cuerda les habría
anunciado. Fracasan.
Los soldados y policías del régimen reciben una orden. No
habrá prisioneros.
Tortura y muerte son el destino de los asaltantes que no
tienen otro remedio
que rendirse al terminársele las escasas municiones de sus
pobres armas de caza
enfrentadas al armamento de guerra liviano y pesado de que
dispone el enemigo.
Como sucede con frecuencia algunos logran, no obstante,
sobrevivir. Entre ellos
el protagonista de esta historia y algunos de sus seguidores.
Casi todos caen
presos.
Él,
abogado al fin,
aprovechará el juicio amañado que se le impone para pronunciar
un alegato
explicando las razones y objetivos de su acción y llamando a
continuar la
lucha. El documento saldrá de las paredes de
la cárcel, será impreso y distribuido clandestinamente…
Algunos
años después,
convencido de que domina absoluatamente la situación y
tratando de mejorar su
imagen internacional el tirano liberará a los presos.
Dando
una vez más
muestra de su absoluta locura este joven marchará al exilio y
preparará otra
acción militar. Esta vez organizará a otro grupo de jóvenes,
incluyendo a los
sobrevivientes del primer intento para “invadir” militarmente
su país y
derrocar al tirano. En este grupo se incorporará otro loco sin
remedio; es éste
un médico recién recibido y proveniente de una república
lejana. ¿Invadir? A
bordo de un viejo y desvencijado yate deportivo, mal armados y
abastecidos,
esta vez con alguna preparación militar “en serio”, se harán a
la mar. Son
menos de cien y arribarán tres días después; enfermos,
hambrientos y sedientos
a un lugar completamente distinto al planeado. Alertado por
casualidad el
enemigo los estará esperando. En el primer combate el saldo
será trágico. Otra
vez morirá el 90% de ellos.
Los
sobrevivientes se
reagruparán algunos días después en la montaña apoyados por
algunos campesinos.
Al
constatar que
dispone de unos 10 hombres y otros tantos fusiles el loco de
remate que comanda
la empresa afirmará rotundo “hemos vencido”.
Dos
años después su
pronóstico se hará realidad.
El
tirano se ha ido,
su ejército se desbanda y algunos cientos de guerrilleros
sucios, hambrientos,
barbudos (aunque algunos son tan jóvenes que ni barba tienen)
entrarán
triunfales en la capital de aquel país.
Nuestro
joven abogado,
convertido ahora en simpático héroe de película, un verdadero
Robin Hood
moderno ocupará la premiatura.
Otra
vez la cordura
aconsejará moderación. La dependencia de aquella república en
relación al
imperio es total. Algunas panaderías traen cada mañana el pan
por avión desde
allí.
Cuando
una máquina
compleja se rompe los técnicos vienen en avión desde la
potencia para
repararla. Luego se van.
La
materia prima de
cuya exportación dependen casi todas sus divisas se vende
principalmente a la
potencia a un precio preferencial.
Un
líder cuerdo no lo
dudaría un instante. Un gobierno honesto (bueno, hasta donde
se pueda, al
menos), alguna medida para mejorar la condición de los más
pobres, algún
impuesto a los más ricos (no mucho, que eso no les gusta),
pedir crédito a la
potencia a la cual el derrocamiento de este antipático “hijo
de puta” (palabras
de ellos) no viene nada mal. Y, faltaba más, una democracia
republicana y
burguesa limpia y ordenada, con elecciones libres y medios de
comunicación
conducidos por empresas capitalistas y serias, también libres.
Nuestro
abogado cae
simpático. Hace una gira por varios países extranjeros y las
multitudes lo
aclaman en todos lados.
Pero,
lamentablemente,
el tipo está loco.
Empieza
por hacer una
reforma agraria y expropia las grandes extensiones de
tierra…¡en primer
lugar las de las empresas de la
potencia!
Sigue
con las
empresas de servicios, telefónicas, eléctricas, de agua
potable.
¡hasta
los bancos!
En
la potencia no lo
pueden creer. Y comienzan a tomar medidas.
No
es difícil: están
bien cerca, apenas 90 millas, y tienen todos los mecanismos.
Conocen todos los
“que importan”. Vuelan obras de infraestructura, asesinan
maestros improvisados
que por miles concurren a alfabetizar a los campesinos,
bloquean los
suministros básicos para la economía, fomentan activamente la
salida del país
de los técnicos vitales para su funcionamiento.
Los burgueses (grandes
pequeños y medianos) en su
inmensa mayoría comienzan a tomar una de dos actitudes: se van
o conspiran
activamente contra el loco que está en el gobierno y el
populacho vil que,
extrañamente, lo apoya cada vez con más firmeza.
Debemos
reconocerlo:
tanta locura ha estimulado la simpatía de los dirigentes de la
principal
potencia socialista de la época. Son burocráticos y están
fosilizados, pero no
hay caso, tanto desparpajo, atrevimiento y honradez, tanto
apoyo popular,
logran conmoverlos. Aconsejarán, sin éxito, moderación.
Llegarán a retirar los
cohetes con cabeza nuclear que han instalado en nuestra
república.
Establecerán relaciones
comerciales
basadas en la ley del valor. El petróleo que le envían al
reino de los locos
costará sensiblemente menos que su precio en el mercado
mundial. El azúcar será
pagado a un precio mayor que éste.
Llega
un momento,
ante la invasión inminente de tropas mercenarias organizadas,
pagadas y armadas
por la potencia que el loco comete su, tal vez, mayor
insensatez: proclama que
instalará en esa república atrasada
¡el socialismo!
Con
el apoyo
inmensamente mayoritario del pueblo aquella república
atrasada, sometida, unida
por lazos que parecían imposibles de romper a la principal
potencia económica,
política y militar de la época construirá precisamente eso: el
socialismo.
Así
nomás. Fábricas,
las grandes primero, las pequeñas después, tierras (excepto
las de los pequeños
campesinos que apoyaron decididamente a la revolución como
clase y a los cuales
se les había prometido la tierra), empresas de servicios
grandes, medianas y
por último pequeñas, centros educativos, hospitales y
clínicas…casi todo, al
cabo de pocos años, quedará bajo propiedad y administración de
aquel estado de
obreros y campesinos administrada por una compleja mezcla de
democracia
política de nuevo tipo con dictadura del proletariado.
El
loco que gobierna
no recuparará la cordura. En vez de concentrarse
exclusivamente en ordenar ese
inevitablemente imponente caos se dedicará a apoyar a cuanto
loco ande por el
mundo siguiendo su ejemplo. Cuando en África otra república
atrasada logre
sacudirse tras sangrienta lucha a la potencia colonial y se
vea amenazada por
la intervención extranjera, tropas enviadas desde la tierra
del loco detendrán
rápidamente la invasión.
Entrenará
y armará a
cuantos locos se lancen a la aventura en América Latina.
Llegará
al extremo,
ya al límite de su insanía, de enviar decenas de miles de
soldados voluntarios
a combatir en territorio africano a una de las principales
potencias militares
de la época. Todo porque un hombre honesto (y loco, claro) que
ha encabezado la
lucha anticolonial está a punto de ser derrotado y le ha
pedido ayuda.
Otra
vez los locos
vencerán. Derrotarán a aquella potencia militar y ese régimen
de “apartheid”
donde una minoría blanca gobierna con mano férrea y explota a
la mayoría negra
y “de color” cambiará.
UNA
HISTORIA DE
CORDURA.
En
otra república,
mientras tanto, suceden cosas….
Otra
dictardura
brutal y sanguinaria se ha instalado. Con el objetivo de
controlar a un
movimiento obrero y popular que amenazaba la hegemonía
burguesa e imperial los
militares han dado un golpe de estado.
Miles
de presos se
pudren en las cárceles. Son torturados, acosados, hambreados.
Se trata de
destruirlos física y mentalmente.
Pero
en este país hay
un hombre cuerdo. Es hijo de un obrero de una empresa estatal.
Se ha criado en
un barrio de trabajadores. Es muy inteligente y dedicado.
Estudia.
Como es
cuerdo comprende que no conviene hacerse el loco.
Es
peligroso e
inconveniente. Estudia medicina. Se gradúa. E inicia una
carrera profesional y
docente que lo llevará a la cumbre. Como profesional y
empresario se hará rico.
Como docente llegará al máximo escalón.
En
plena dictadura
los ciudadanos están catalogados. Sólo los “A” (o sea los que
no tengan
relación alguna con la “subversión” en sus distintas
variantes) podrán acceder
a cargos de relevancia.
Nuestro
hombre cuerdo
sabe bien todo esto. Cuando haga falta felicitará a algún
nuevo dictador a su
ascenso.
Todo
sea por la buena
causa…la de él, claro.
Pasará
el tiempo,
caerá la dictadura, nuevos tiempos democráticos transcurrirán
en esta otra
república.
Volverán
los
exiliados. Saldrán los presos de la cárcel. Recuperarán sus
trabajos algunos de
los proscritos.
Nuestro
médico cuerdo
formará parte de la fuerza política que se acercará lentamente
al poder.
Su
inteligencia,
habilidad y carisma le permitirán, tiempo después llegar a la
presidencia.
Pero,
claro, él es un
hombre cuerdo.
Habrá
amenazado con
“hacer temblar las raíces de los
árboles”…pero nada temblará.
Todo
sucederá dentro
de los límites de la más estricat cordura. Mantendrá y
desarrollará las
relaciones con la potencia de marras.
Firmará
con ésta un
tratado de protección de inversiones. Mantendrá las tropas que
su predecesor ha
enviado a reprimir a un pueblo cuyo presidente legítimo ha
sido detenido y
expulsado por las tropas de la potencia (y otra aliada).
Invitará,
agasajará,
alabará, al presidente de la potencia; que hará, con él, lo
propio. ¿porqué
habría de importarle que este presidente sea, en particular,
autor de varias
invasiones a tierras lejanas con cientos de miles de muertos?
Vamos,
hombre, ¡que
somos cuerdos!
Les
tirará algunas
migajas (la coyuntura internacional hará crecer fuertemente la
economía bajo su
mandato) a los pobres.
Cuando
los peores
violadores de los derechos humanos durante la dictadura estén
a punto de ser
extraditados a un país vecino con la perspectiva de ir a parar
a una incómoda
cárcel común los hará detener en una cárcel cómoda, higiénica,
amplia.
Construida especialmente para ellos y a cargo de sus camaradas
de armas.
Ningún
burgués,
nacional ni extranjero, perderá o correrá el menor riesgo de
perder sus bienes.
El
tiempo ha pasado,
nuestro personaje cuerdo ha dejado el gobierno a uno de sus
compañeros. Éste ha
hecho básicamente lo mismo. Notable: él ha sido un loco de
remate y ha pagado
su locura con largos años de prisión…pero
ha recuperado la cordura a tiempo.
De
la mano de los
vastos recursos que proporciona ser fiel a las clases
dominantes y a la
potencia, nuestro hombre cuerdo está hoy muy bien posicionado
para acceder
nuevamente a la presidencia.
Ha
visitado hace
pocos días al loco que protagoniza la primera parte de esta
historia. Éste es
ya un anciano y está retirado de todos sus cargos de gobierno.
A la vuelta el hombre cuerdo afirma que aquel le ha dicho: “Tabaré, ustedes están haciendo las cosas bien, sigan como van. Hoy pensar en hacer una revolución es de locos, construyan el camino al socialismo, nosotros todavía lo estamos haciendo”
Y, colorín colorado…este cuento se ha acabado.Jueves 31 de octubre de 2013 |
La reunión con Fidel Castro
Durante el acto, Vázquez confesó que días pasados se reunió en Cuba con el expresidente y líder revolucionario, Fidel Castro. Aseguró que se encontró en dos oportunidades con el ex mandatario cubano y a pedido del propio Castro. Vázquez afirmó que hablaron “de todo”.“Tabaré, ustedes están haciendo las cosas bien, sigan como van. Hoy pensar en hacer una revolución es de locos, construyan el camino al socialismo, nosotros lo estamos haciendo todavía”, le aconsejó Castro a Vázquez, según así lo confesó el propio ex mandatario.
Vázquez se reunió tanto con Fidel Castro como con su hermano Raúl, el 15 de octubre pasado. El ex mandatario viajó a La Habana para presentar la edición cubana de su libro “Crónica de un mal amigo”, en el que narra una serie de historias de su vida como especialista de oncología en la lucha contra el cáncer
Si bien Vázquez prefirió este viernes no realizar “valoraciones políticas” sobre los temas de actualidad.
Empero, se refirió a la “revolución socialista”, al citar tanto a Karl Marx como a Fidel Castro.
Vázquez fue propuesto como candidato nuevamente a la Presidencia de
la te del Frente Amplio, pero será proclamado en forma oficial a fines
de noviembre por parte del Congreso Nacional del sector.
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