sábado, 16 de noviembre de 2013

Diálogo entre un neoprogresista neoliberal y un escéptico a sus neovirtudes

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14.11.2013

 Marcelo Marchese




Me encontraba en una calle adoquinada de Montevideo pensando que caminaba sobre un resultado del alambramiento de campos de fines del XIX.

En aquella época, los afortunados gauchos que se salvaron de la ejecución sumaria fueron enviados al taller de adoquines. La nube de ensoñaciones en la que nadaba fue disuelta por la persistente bocina de un lujoso auto negro con sello oficial. Me aproximé, bajaron los cristales ahumados, bajaron los lentes oscuros de Sócrates, y quedaron desnudos sus ojos que irradiaban felicidad.

-Ven, Diógenes, paseemos por la ciudad en tanto dialogamos sobre la magna obra de nuestro gobierno.

-Dispuesto estoy, optimista Sócrates.

-Mira cómo trabaja el país. Desde que llegamos al gobierno hemos multiplicado notoriamente nuestro PBI.

-¿Y?

-Diógenes, significa que hemos producido más, por lo tanto hemos trabajado más, disminuído la desocupación e incorporado mayores riquezas a la sociedad.

-Debes tener cuidado Sócrates, con ciertas estadísticas, pues “los números no mienten, pero se puede mentir con los números”. Ya lo dijo un poeta: si un rico come veinte pollos al año y un pobre ninguno, las estadísticas dirán que al término del año se comieron diez pollos cada uno. Hay grandes especialistas en adornar números con los cuales se inunda a la población y...

-No son números, son realidades, la gente tiene mejores sueldos.

-No digo que no, puede que ahora cobren más, pero los precios de las cosas también subieron, el impuesto al consumo sigue lo más campante, los que cobran más de 22.000 pesos vieron crecer su aporte tributario al Estado, y ahora se sumaron nuevos gastos en alarmas y rejas. El nivel de la educación pública y privada disminuyó notoriamente. Dudo mucho que la calidad de vida de los trabajadores haya mejorado.

-El salario real ha aumentado.

-Supongamos que sí, que haya aumentado, pero prestá atención a este ejemplo. Hay una isla donde viven 11 personas. En esa isla se cosechan 100 cocos por día. Un isleño se queda con 90 cocos y los demás con 1 coco cada uno. Pero sobreviene un aumento de cosecha a 1000 cocos diarios. Ahora, el dueño de los cocos (500 años atrás no existía el concepto "dueño de los cocos") se queda con 985 cocos, y los otros diez con un coco y medio cada uno. El gobierno de izquierda de la isla informa que el número de cocos para cada trabajador ha aumentado un 50%. Lo que el gobierno no informa es que si consideramos el reparto de riquezas sociales, el pueblo es más pobre que antes. Ser de izquierda significa, en este caso, darse cuenta que 1,5 es menos que 1.

-Pero querido Diógenes, qué nos importa que los ricos sean mucho más ricos si los pobres ahora son un poco más ricos.

-A mi me parece que si ahora hay muchos más cocos y recibimos un porcentaje menor de los cocos, ahora somos mucho más pobres. Tu argumento, Sócrates, es el viejo argumento de los teóricos del capitalismo, que dicen que el interés del capitalista empuja a una mayor producción y por lo tanto crece la riqueza social. Si eso que dices lo dijera uno de esos teóricos me parecería razonable, pero si lo dice un representante de una coalición que tuvo muertos, desparecidos, violados y torturados por enfrentar al capitalismo dependiente, me resulta preocupante.

-Pero es la vida, Diógenes. Es la realidad.

-Lo real es que en los últimos tres siglos la riqueza mundial ha aumentado, pero a medida que la riqueza aumenta también aumenta su concentración. Aumenta la riqueza global en tanto aumenta la desigualdad.

-Pero la gente vive el ahora y no anda mirando extrañas perspectivas históricas.

-Precisamente, he ahí el problema, mas la razón de ser de la izquierda es mirar más allá de las apariencias. Según el Instituto Cuesta-Duarte, en Uruguay, entre 1998 y 2000 la masa salarial en relación al PBI fue de un 34%, pero entre el 2006 y 2010 bajó a un 29% o 30%. Pero ese porcentaje es mentiroso, pues en tanto gerentes y profesionales mantuvieron su porcentaje, los obreros, empleados y trabajadores dependientes pasaron de un 27,2% en 1998, a un 23,5% en el 2010.

-Pero estás olvidando que nuestros logros se dan en una coyuntura de crisis mundial.

-Yo te diría que los eventuales logros se dan en una situación extraordinariamente favorable para nuestras exportaciones, habida cuenta de la suba de precios de los productos agropecuarios. Si consideramos que nuestras exportaciones son básicamente agrícolas...

-Ese es otro logro. Aumentan nuestras exportaciones como resultado de dar libre ingreso a la soja, la "Planta sagrada", como dijera el Pepe, y aumentan porque "el actual régimen de promoción de inversiones incluye estímulos que se acercan muchísimo a los que se obtienen en materia de Zonas Francas", como dijera Astori.

-Las ventajas de la soja son harto dudosas. Si consideramos sólo el litoral oeste, entre el 2000 y el 2009 la soja desplazó a 600 agricultores familiares. Pasaron de ocupar un 15% a un 6% del área agrícola. La soja desplaza más gente que la que emplea. A su vez, los trabajadores de la soja no salieron beneficiados, pues el porcentaje de la masa salarial en relación al PBI de la soja bajó de un 8% en el 2006 a un 5% en el 2009. Ya ves que los sojeros aumentaron su ganancia y agregaron una razón más al aumento del precio de la tierra, aumento de precio que hunde al pequeño propietario. Entre 2003 y 2013, a causa de una multiplicación por diez del precio de la tierra, los terratenientes de más de 200 hectáreas se enriquecieron en 46.451 millones de dólares, pagando de impuestos sólo un 1% de esa riqueza. ¿Cual es la tendencia a futuro? Según el censo agrario del 2011, en once años desaparecieron 12.241 explotaciones rurales. En 11 años se incrementó en 46 el número de explotaciones mayores a 2500 hectáreas. El 91% de la explotaciones rurales que desaparecieron tenían menos de 100 hectáreas. En nuestro Uruguay Natural hay 14.500 personas y empresas dueñas del 94% de las hectáreas agrícolas (15 millones y medio de hectáreas de un total aproximado de 16 millones y medio). Y este dato debemos tomarlo con cuidado, como todo dato, pues dentro de los 14.500 hay casi 6.500 propietarios de campos entre 200 y 500 hectáreas y existen empresas como Montes del Plata que poseen 250.000 hectáreas, o UPM con 200.000.

-Tus argumentos, Diógenes, son los argumentos de los que todo critican, pero nunca comparten un guiso con el pobrerío. Típicos oponentes orales a los males del capitalismo, que luego veranean en Miami. No podemos evitar el progreso, que significa que las explotaciones menos rentables desaparecen y son reemplazadas por las más eficientes.

-Según cómo se mida esa eficiencia. Apostar exclusivamente a la exportación de alimentos nos hace dependientes de la coyuntura internacional. Apostar a la extranjerización de nuestra economía nos lleva a adoptar roles que profundizan nuestro modelo agrariodependiente. Estoy empezando a sospechar que la idea del gobierno es permitir la concentración de la tierra, su extranjerización y la ruina de las pequeñas producciones agropecuarias, a cambio de regalar algún guiso a los pobres. La izquierda se terminará convirtiendo en una repartidora de guisos y limosnas. Pero esa tarea no se hará sin hacer uso de un evidente mecanismo psicológico.

-¿Qué mecanismo psicológico?

-El mecanismo de desplazar el discurso violento de antaño contra el latifundio hacia quienes critican la política oficial de favorecer al latifundio. Este birlibirloque psicológico sólo demuestra que los críticos tienen razón: el gobierno se arrodilla ante los militares golpistas, ante UPM, Gaz de France o ante cualesquiera trasnacional, pero esa humillación se trastoca en un odio furioso a la “izquierda cholula”. Para colmo esta crítica a los críticos y apelación a la limosna la hace un gobierno que en el 2005, en Washington, admitió que “ahora sería mucho más difícil pensar en que alguien pueda activar mecanismos de democracia directa. O sea, que esto va a quedar un tanto de lado”. ¿Qué quiere decir? ¿Que ahora que la izquierda está en el gobierno será difícil instrumentalizar una oposición al modelo capitalista dependiente?

-No se puede luchar contra el capitalismo. Todas esas utopías terminaron en baños de sangre. El mundo ha cambiado.

-Si las utopías terminaron bañadas en sangre fue precisamente por la oposición del capitalismo y porque las "utopías" no lograron elaborar una cultura superior. Terminaron reproduciendo la cultura dominante, como le sucede a nuestro gobierno, que usó de los plebiscitos para acumular electoralmente y ahora hace precisamente lo que siempre criticó y lo llevó al gobierno. Se lanzan promesas electorales con el sólo propósito de ganar las elecciones y luego se manda el programa al diablo y la tan mentada participación popular es sustituida por decisiones burocráticas. La famosa consigna de llamar a los técnicos idóneos ha desaparecido para dar lugar a una sangrienta lucha y repartija de puestos y todas aquellas empresas que financian la costosa campaña electoral deben recibir luego el adecuado agradecimiento.

-Parecés Larrañaga, que anunció "el fin de la utopía frentista".

-No me asusta, Oh Sócrates, ese lamentable recurso retórico. Larrañaga sólo reconoció que el Frente se ha convertido en un partido conservador más, como diciendo: "somos todos iguales, se acabó la moralina". Los viejos técnicos del stablishment fueron sustituidos por nuevos técnicos más soportables por la gente. El modelo neoliberal generó sus costos y ahí sonó la hora del Frente, que además asumió la defensa a ultranza del funcionario público.

-Pero nosotros prometimos hacer una Reforma al Estado y en el próximo gobierno...

-En el próximo gobierno no harán lo que ni siquiera intentaron hacer en los dos gobiernos anteriores con mayorías parlamentarias. La capitalocracia, para sobrevivir, necesita presentarnos una farsa con dos actores, uno de derecha y otro de izquierda, como si fueran las dos caras de una moneda, la moneda del Sistema. Los gobiernos populistas latinoamericanos desaprovecharon la gran oportunidad histórica, repitiendo el error de la salida de la posguerra y acentuando nuestra debilidad estructural. Se trata de utilizar estas raras coyunturas benéficas para ver si al menos podemos intentar la industrialización de nuestros países. Así como aumenta la desigualdad entre ricos y pobres, de igual manera aumenta la desigualdad entre las economías industrializadas y las economías agrícolas como la nuestra.

-Estamos en eso, es un proceso largo, no es soplar y hacer botellas.

-No veo que estemos en eso, estamos precisamente en lo contrario de eso. Con la actual estructura de la propiedad de la tierra, con la ruptura del encadenamiento productivo y con una raquítica inversión del 0,3% en innovación y desarrollo es imposible pensar en imaginar cualquier despegue industrial.

-Tu pesimismo te ciega, Oh Diógenes.

-Este ciego advierte un movimiento de tijeras, Oh Sócrates.

-¿A qué te refieres, Oh profeta siempre de cosas horribles?

-Lo característico de este tiempo es que a medida que una escandalosa desigualdad se profundiza siguiendo una elemental regla del capitalismo, en forma inversa se profundiza el deterioro ideológico de aquellos que antaño soñaban con la igualdad social, quienes consideraban a los bienes de producción como una creación humana que debería beneficiar a los seres humanos, no perjudicarlos; aquellos que explicaban que el drama humano era que los productos creados por la humanidad se volvían contra la propia humanidad. Desde los 60s a esta parte se ha concentrado la riqueza, ha aumentado el poder del capital y la ideología capitalista ha ganado espacios. Si un día la ideología igualitaria volviera a palpitar, se encontraría con un terreno mucho más propicio.

Pero nuestro diálogo fue interrumpido por el sonar del celular de Sócrates. Era citado a una nueva reunión, pues como le dijeron, el recreo había terminado. Nos despedimos y el auto oficial arrancó raudo para perderse en el transito montevideano. El sol, como una gran medalla naranja se hundía por el lado de la Ciudad Vieja y en las paradas se agrupaba densamente la gente antes de subir a los ómnibus que los agrupaba densamente para dejarlos en sus casas. En un viejo bar sonaba una canción donde un zorzal me recordaba que en el silencio de la noche "el músculo duerme, la ambición trabaja".

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