(foto tomada por uno de los nietos, João Alexandre Goulart)
por Roger Rodriguez
Exhumaron el cuerpo de Goulart y se estudiará hipótesis de asesinato.
LA SOSPECHABLE MUERTE DE JANGO
El cuerpo del derrocado presidente Joao Goulart fue finalmente exhumado ayer en Sao Borjas y trasladado a Brasilia donde, ante su familia, se le rindieron los homenajes que como presidente merecía del Estado de Brasil desde su sospechosa muerte en Mercedes, Argentina en 1976.
Este miércoles fueron exhumados los restos del ex presidente brasileño,
Joao Goulart, quien fue derrocado por la dictadura militar de 1964 y
murió en 1976, durante su exilio en la localidad argentina de Mercedes,
presuntamente de un ataque cardiáco.
Peritos brasileños, uruguayos y argentinos realizaron la exhumación en el cementerio de Sao Borja, la ciudad natal del ex mandatario, ubicada a orillas del Río Uruguay en la frontera con Argentina. En el acto también participaron integrantes de la Cruz Roja, el ministro de Justicia José Eduardo Cardozo, la ministra de Derechos Humanos, Maria do Rosario, el gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro.
También participó, convocado por la familia del ex mandatario, el rector de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Jorge Pérez, quien realizó la exhumación de los restos del Che Guevara.
En conversación con Montevideo Portal, el gobernador de Río Grande del Sur, Tarso Genro señaló que la exhumación de los restos del ex presidente Joao Goulart y la investigación de la causa de su muerte rescatan la posibilidad de la familia de hacer un duelo digno. “La familia tiene derecho a saber la causa de su muerte”, afirmó el gobernador.
Por otra parte, Genro señaló que es un hecho importante para el ciclo político del país, en que el Estado brasileño reconoce su papel para “recuperar la historia del país”.
En cuanto a la participación de los peritos uruguayos y argentinos en la exhumación, el gobernador señaló que se trata de un aspecto muy significativo en la medida en que “todos sufrimos el impacto de las dictaduras en la región en la década del 70”, y los delitos de la represión internacional y clandestina. “Ahora estamos investigando”, rescató.
Consultado sobre si creía que el ex presidente Joao Gulart había sido asesinado, Genro dijo que “hay posibilidad, pero no certeza”. “Hay que investigar”, añadió considerando que el ex mandatario podría haber sido blanco de estructuras paraestatales y paramilitares de ultraderecha.
La hipótesis de su asesinato
La exhumación de los restos del ex presidente se realizó a partir de un pedido que realizó su familia ante la Comisión de la Verdad, instalada en 2012 por el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.
Una de las hipótesis del asesinato de Goulart surgió del testimonio del militar uruguayo Neira Barreiro quien afirmó haber espiado durante años al ex mandatario brasileño. Neira fue encarcelado en Brasil en 2003, detenido por contrabando de armas en Río Grande del Sur.
Según su testimonio, Goulart fue envenado por orden de Brasil a través de una sustancia en polvo que fue sistemáticamente suministrada, con complicidad de una trabajadora doméstica de su casa en Mercedes.
Los síntomas que Neira atribuyó como consecuencia del consumo de la sustancia, coinciden con los descritos por la familia del ex mandatario.
Montevideo Portal
(http://www.montevideo.com.uy/ucchasque_218758_1.html).Peritos brasileños, uruguayos y argentinos realizaron la exhumación en el cementerio de Sao Borja, la ciudad natal del ex mandatario, ubicada a orillas del Río Uruguay en la frontera con Argentina. En el acto también participaron integrantes de la Cruz Roja, el ministro de Justicia José Eduardo Cardozo, la ministra de Derechos Humanos, Maria do Rosario, el gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro.
También participó, convocado por la familia del ex mandatario, el rector de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Jorge Pérez, quien realizó la exhumación de los restos del Che Guevara.
En conversación con Montevideo Portal, el gobernador de Río Grande del Sur, Tarso Genro señaló que la exhumación de los restos del ex presidente Joao Goulart y la investigación de la causa de su muerte rescatan la posibilidad de la familia de hacer un duelo digno. “La familia tiene derecho a saber la causa de su muerte”, afirmó el gobernador.
Por otra parte, Genro señaló que es un hecho importante para el ciclo político del país, en que el Estado brasileño reconoce su papel para “recuperar la historia del país”.
En cuanto a la participación de los peritos uruguayos y argentinos en la exhumación, el gobernador señaló que se trata de un aspecto muy significativo en la medida en que “todos sufrimos el impacto de las dictaduras en la región en la década del 70”, y los delitos de la represión internacional y clandestina. “Ahora estamos investigando”, rescató.
Consultado sobre si creía que el ex presidente Joao Gulart había sido asesinado, Genro dijo que “hay posibilidad, pero no certeza”. “Hay que investigar”, añadió considerando que el ex mandatario podría haber sido blanco de estructuras paraestatales y paramilitares de ultraderecha.
La hipótesis de su asesinato
La exhumación de los restos del ex presidente se realizó a partir de un pedido que realizó su familia ante la Comisión de la Verdad, instalada en 2012 por el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.
Una de las hipótesis del asesinato de Goulart surgió del testimonio del militar uruguayo Neira Barreiro quien afirmó haber espiado durante años al ex mandatario brasileño. Neira fue encarcelado en Brasil en 2003, detenido por contrabando de armas en Río Grande del Sur.
Según su testimonio, Goulart fue envenado por orden de Brasil a través de una sustancia en polvo que fue sistemáticamente suministrada, con complicidad de una trabajadora doméstica de su casa en Mercedes.
Los síntomas que Neira atribuyó como consecuencia del consumo de la sustancia, coinciden con los descritos por la familia del ex mandatario.
Montevideo Portal
La ciencia estudiará ahora los elementos que eventualmente puedan confirmar si en 1976 fue asesinado por un cambio de su medicación (no por veneno), según me dijo en 2002 el ex agente uruguayo Ronald Mario Barreiro Neira a quien entrevisté en una cárcel de Porto Alegre.
El “Teniente Tamús” dice que militó en la Juventud Uruguaya de Pie
(JUP) y trabajó para la Agencia Internacional de Desarrollo (AID). Luego
integró un grupo paramilitar llamado Garra 33 y, finalmente, se sumó a
esta “agencia secreta”, denominada Grupo Gamma, donde actuó antes y
después del régimen militar.
Señala a un médico forense como responsable del asesinato de la esposa de Mario Heber, indica que existió una “Base Arenal” –cuya ubicación se negó a proporcionar–, donde existió un horno en el que fue incinerado, entre otros, el cuerpo de la maestra Elena Quinteros. Afirma, también, que realizaron seguimientos del coronel José Nino Gavazzo, a quien planearon matar.
Barreiro Neira ocupó los titulares de prensa brasileños cuando pidió para declarar ante la comisión del Parlamento brasileño que estudia la muerte del ex presidente João Goulart, denunció a la Policía civil brasileña por su relación con una red de delincuentes y envió una nota al prefecto de Chui, Mohammad Kassem Jomaa, alertándolo sobre eventuales atentados contra la colectividad árabe.
–¿Cómo se presentaría ante los lectores uruguayos?
–Eu soy un uruguaio que participó en una época muito oscura de nostro país. Eu fui escogido pra ser parte dos servicios secretos… (empieza en un trabado portuñol y se interrumpe). Preferiría hablar en castellano, aunque hace tiempo que no hablo en mi lengua con alguien.
–No es problema, al contrario.
–Digamos que yo estuve durante un largo tiempo prestando servicios para el Estado. Sólo que esos servicios no eran del todo conocidos, por ser sigilosos. Y tomé conocimiento de innúmeras cosas que tampoco condicen con los procedimientos que el Estado debería realizar. (Habla en un tono casi doctoral, al forzar la traducción de palabras de uso común en portugués.)
–¿Esos servicios eran policiales o militares?
–Bueno, la función de agente secreto de un organismo de inteligencia es una función de Estado y en él puede haber individuos naturales del Ejército, de la Policía o simples civiles que tienen algún tipo de conocimiento que le presta utilidad al servicio. El servicio secreto está compuesto por un grupo muy heterogéneo de personas a las que se elige por sus características.
–¿Usted por qué fue “elegido”?
–Yo entonces estaba estudiando segundo año en el Liceo Bauzá, empecé a actuar con algunas organizaciones y fui llamado a participar en el Grupo Gamma por el año 1972.
–¿Qué organizaciones integró antes de ese Grupo Gamma?
–Para suerte o para desgracia, estuve afiliado a la Juventud Uruguaya de Pie. Me afilié a la JUP porque tenía un par de compañeros de clase que como me vieron con una camisa negra que me habían regalado, creyeron que yo era parte de ellos. Me propusieron afiliarme y me afilié. Después, la JUP se fortaleció en el trabajo con la Alianza para el Progreso y me mandaron hacer pesquisas sobre la opinión política de la población. Ahí ganaba buen dinero y tenía un trabajo lícito haciendo encuestas. (Por momentos Barreiro Neira deja el castellano para seguir hablando en portugués y sólo vuelve a hablar en español cuando se le interrumpe con preguntas.)
–No hubo influencia de mi familia. Ninguno era de ultraderecha. Mi padre, incluso, era simpatizante del Partido Comunista. Yo no tenía definiciones políticas. Me afilié a aquella organización estudiantil como quien se afilia a Peñarol o a Nacional. Después, un compañero de liceo de apellido Petrópulos, que tenía un pariente que trabajaba en la Embajada (se refiere a la de Estados Unidos), me dijo si quería ganarme un dinero y… ¡claro que quería! Mi familia no era rica. Así que empecé a hacer trabajos políticos para la AID.
–¿Usted sólo hacia sondeos de opinión?
–No. También me integré a un grupo paramilitar en el que estuve poco tiempo, porque yo pensaba una cosa y me encontré con otra. Era el Garra 33, un grupo de ultraderecha armado, muy reducido, que según me habían dicho estaba para combatir a la guerrilla. Me encontré que en lugar de combatir la guerrilla, lo que hacían era atacar trabajadores en conflicto, dar palizas, hacer atentados y otras cosas. Yo quería combatir a la guerrilla que quería adueñarse del país a tiros, frente a frente, y no hacer eso. Vos no tenés por qué creerme y ellos pueden desmentirme, tratarme de extraterrestre o de loco, pero yo sé muchas cosas por haber estado en lo que estuve.
–Lo escucho.
–El Garra 33 preparaba personal. Había instructores militares que daban cursos.
–¿Militares o policiales?
–Eran de la Policía.
–¿De la gente de Castiglioni, en Inteligencia?
–De la gente de Campos Hermida… (Neira se arrepiente de nombrarlo y hace un gesto hacia el grabador para que no le pida más nombres “on the record”). El objetivo del grupo fue tirar unos tiros o atentar contra fachadas de domicilios particulares o golpear a un trabajador. Yo no estaba de acuerdo con ello. Me dijeron que eso era un proceso en el que me examinaban. No quise seguir allí y entonces me llamaron para entrar al servicio secreto. (Ante las miradas de incredulidad, Neira aclara.) Yo también me dije qué es eso del Servicio Secreto, que sólo conocía de las películas. Me dijeron que era la inteligencia del gobierno y que desde allí podía combatir a la guerrilla.
–¿Eso era antes del golpe de Estado?
Sí, en los preámbulos. Ahí empecé a hacer distintos tipos de cursos de capacitación. Estudie en Chile también. Yo sobre esto tengo escrito un libro de 635 páginas que no sería sencillo resumir en una entrevista. (Sobre el escritorio Neira tiene fotocopias de un manuscrito caratulado con un bosquejo de la portada de un libro que reza: “Entrevista com um reu confesso – Todas as respostas sobre o assesinato do João Goulart”. Hojea el texto, pero no nos lo entrega.)
–No en una,
en innúmeras.
–¿Qué casos?
–(Sonríe con ironía, negándose a responder.) Lamentablemente ocurrieron esas cosas y algún día quizás tenga que responder por ellas. No apreté el gatillo, no di el veneno, no hice nada personalmente, pero yo estaba en conocimiento de los hechos, porque era el que instalaba equipos de radio, intervenía aparatos telefónicos, tiraba fotografías, hacía seguimientos progresivos.
–¿Contra el Partido Comunista, en particular?
–(Vuelve a sonreír.) Cuando tengan el libro verá una larga lista de atentados, secuestros, conspiraciones, etcétera, que fueron en perjuicio de la izquierda. Yo no me volví comunista ahora. No lo fui antes ni lo soy hoy. Nunca fui contra el Ejército ni contra las Fuerzas Armadas, ni estoy hoy en contra de ellos ni de la Policía. Ellos son los que mañana van a defender a mi patria contra un enemigo. Estoy en contra de aquellos que usaron sus facultades y su poder. Yo no estoy arrepentido de lo que hice. Lo hice creyendo que era algo digno. Hoy estoy decepcionado. (Por momentos, el discurso de Neira parece ensayado. Es entonces que habla portugués y busca como interlocutor al colega de Zero Hora.)
–No me queda claro el rango de ese grupo secreto del Estado del que usted habla. ¿Tenía mando militar o policial?
–Hay que explicar que cada fuerza militar tiene su servicio de inteligencia. También lo tiene la Policía. Lo nuestro era aparte. El gobierno tenía un servicio secreto propio.
–¿El gobierno de Bordaberry?
–El gobierno militar. Un servicio de inteligencia no es un servicio secreto. El Grupo Gamma por eso era heterogéneo, estaba formado por gente que provenía de todos los sectores. (Quiere gesticular, pero se lo impiden las esposas.)
–¿Tenía alguna base de operaciones?
–Tenía una sede que se llamaba Base Arenal, que era secreta. Creo que hasta ahora nadie la había nombrado. Ahí era donde se cocinaba todo. (Neira pide parar la grabación y explica en “off de record” que no está dispuesto a revelar datos y hechos que lo puedan comprometer judicialmente porque, dada su condición de civil, no sabe si está amparado por la Ley de Caducidad.)
– Estuve en el servicio secreto uruguayo desde el año 1972, cuando tenía 17 años, y no me aparté de él hasta después de reinstaurada la democracia. Incluso en democracia continué por algunos años, porque el trabajo se incrementó. La actividad aumentó después de la transición.
–¿Usted tenía rango dentro de una estructura de mandos?
–No había una estructura de mandos tradicional. Hubo gente importante, algunos están vivos y otros muertos. A mí me pusieron como nombre de guerra “Teniente Tamús”, y con ese grado me siguieron llamando después, aunque no tenía jerarquía militar ni policial. Yo era un agente especial. Podía haber un jefe o un encargado, que también era agente. Estaba al mando pero no era mi superior. Eso no funciona así en estas organizaciones.
–Usted habla en términos conceptuales, pero no da datos concretos que puedan confirmar que ese Grupo Gamma existió. Hubo muchos casos sospechosos en esa época. Por ejemplo: ¿qué sabe del caso del vino envenenado que mató a la esposa de Mario Heber?
–Esa fue una operación en la que yo no participé, el que participó fue el doctor C. M. (Neira lo nombra, esta vez sin dudar), el médico forense al que le decían “Capitán Adonis”, que fue mi jefe en una época. En ese caso, la idea era una y ocurrió una desgracia.
–¿Eso era parte del Plan Cóndor?
–No. La Operación Cóndor no funcionó como se la conoce ahora hasta después de 1975. Incluso entonces no la conocíamos con ese nombre. Cuando se hizo la Operación Escorpión, en la que murió João Goulart, la considerábamos una extensión natural de la Operación Yacarta con la que los brasileños planearon eliminar a sus disidentes. Habían tomado el nombre de aquello que ocurrió en Indonesia cuando se barrió a un millón de personas. Apoyarse entre servicios secretos es parte de la colaboración natural entre dos estados que tenían enemigos comunes.
–Sí, aunque no sé sí me incluyeron en esa operación porque hablaba bien el portugués o si fue por mis conocimientos de electrónica. (El tema llama la atención a Trezzi, quien continúa el interrogatorio en portugués. Es la oportunidad para tomarle fotografías –”siempre con la pared de fondo”, según advirtió el director de la cárcel.)
–¿Usted realizó espionaje telefónico a Goulart?
–Bueno, en un primero momento me encargué de grabar las conversaciones de João Goulart y realizar seguimientos progresivos. Era el que desgrababa lo conversado. Pero la Operación Escorpión fue una de las más largas y que duró más tiempo antes de llegar a su final. Porque fue una operación que comenzó antes de que yo perteneciera al Gamma y terminó en diciembre de 1976. Duró muchos años. Yo creo que en principio no se pensaba en la muerte de Goulart. Sólo se buscaba una vigilancia preventiva de una persona que era considerada peligrosa. La operación no era contra Goulart, sino contra varios disidentes brasileños, entre los que él era importante.
–¿Qué brasileños eran vigilados?
–Leonel Brizola era el más importante en su apartamento de Atlántida. Era el más corajudo. Estaba en contra de lo establecido y se transformaba en un objetivo que, eventualmente, podía ser eliminado.
–¿Por qué se cambió hacia João Goulart?
– No sé si en realidad se cambió. Brizola había demostrado su fuerza en el fallido golpe del 61. Brizola fue el victorioso. En 1964 fue diferente. Podíamos hablar largamente de todo ese proceso, pero no tenemos demasiado tiempo. (Neira sabe cuánto tiempo le permiten por visita. Un agente de seguridad que al principio se asomaba cada tanto a una ventana de control, ahora está fijo en ella y sigue la conversación.)
–¿Pero Goulart fue el objetivo de una operación que en principio era para Brizola?
–Había diferencias entre Brizola y Goulart. Hubo una reunión al poco tiempo de que ellos llegaron exiliados. Ellos se pelean entonces. Fue “la briga dos cuñados”. También hubo una reunión de exiliados donde se separaron más. Fue el 24 de setiembre de 1967 que hicieron aquella reunión en la calle Leyenda Patria. Pero yo entonces no estaba. Ingresé años después.
–De aquel grupo, João Goulart, Carlos Lacerda y Juscelino Kubitschek murieron en pocos meses, en forma sospechosa, al punto de que se crearon comisiones investigadoras parlamentarias sobre sus presuntos asesinatos, ¿Brizola se salvó?
–Brizola no estuvo de acuerdo con participar de aquella alianza política y quedó separado del grupo de disidentes; también quedó fuera de aquella investigación. La Operación Escorpión comenzó cuando Goulart llegó al aeropuerto. Además, Goulart siempre estaba en medio de los acontecimientos.
Era un líder para su gente, pero a la vez se metía en temas del propio Uruguay.
(La frase silencia el flash. Neira, al que no le gustaba
n las fotografías –”Estoy desprolijo, ¿me podría ir a poner una corbata?”, adujo–, devuelve el eje de la entrevista hacia el interés uruguayo.)
–En el caso de la “profesora” Elena Quinteros. Usted puede pensar ¿qué tendría que ver Goulart con eso? Pero, la verdad es que cuando Quinteros fue secuestrada de la Embajada de Venezuela, Goulart terminó haciendo tratativas diplomáticas. Jango, como le decían, ya no vivía en el Parque de los Aliados y había vuelto a la casa de la calle Cannes, donde también vivía Frank Becerra, que era el embajador de Venezuela. Goulart terminó haciendo tratativas con el Ministerio de Relaciones Exteriores y con todo el mundo para que se devolviera a la “profesora” y que no se rompieran las relaciones diplomáticas.
–¿El grupo Gamma tuvo relación con el secuestro de Elena Quinteros?
–Nosotros no tuvimos que ver. Fue otro grupo de inteligencia. Nosotros veíamos lo que hacía Goulart. Pero después que Quinteros fue recapturada de la Embajada de Venezuela, nadie quería tenerla en su base porque era quemante. Nadie quería en su carcelaje a una mujer que dio origen a un conflicto diplomático internacional. El Departamento 6 de Inteligencia no sabía qué hacer con ella: allí es que intervino el servicio secreto.
–¿Adónde se supone que la llevaron?
–Ella estuvo en la Base Arenal.
–¿No fue trasladada al Batallón 13 de Infantería, al “300 Carlos”?
–No. No sé de dónde salen esos datos.
–Son datos que dieron presos que la vieron…
–Quinteros fue detenida y cremada en la Base Arenal.
–… y que también habrían dado a la Comisión para la Paz.
–Bueno, después que acontecen los hechos cada cual puede decir lo que quiere. A ella la llevaron de un lado para el otro, hasta que se dio la desgracia de que vino a fallecer. Entonces hubo que cremar el cuerpo y eso fue hecho. Ahí el servicio secreto tuvo una participación activa, porque era el único que tenía un horno para cremar.
–¿Adónde estaba ese horno y esa base Arenal?
–Eso está en el libro. No lo voy a decir en esta entrevista. Sí le digo que por mis conocimientos de ingeniería fue que se instaló allí el horno. Después quisieron hacer otro horno en la Base Marta en la calle Amado Nervo, pero fue un fracaso, lo mismo que el grupo de policías con el que quisieron crear un Gamma institucional. El gobierno quiso legalizar al grupo, porque decían que hacíamos y deshacíamos. Eligieron 14 miembros de servicios de inteligencia y le dieron una estructura. Fue un error. Un servicio secreto no puede ser de conocimiento público. Hicieron una base, a semejanza de Automotores Orletti. Consiguieron una fábrica de café abandonada que era propiedad de un coronel, e instalaron allí la Base Marta. Quisieron poner la casa en orden. Eso fue por el 80 o el 81. Llamaron al capitán (Ricardo) Medina Blanco y lo pusieron a cargo de ese equipo
–¿Por más que insista no me va a decir adónde estaba la base Arenal?
–No. (Neira juega con sus secretos. No cuenta todo lo que sabe. Es lo que lo transforma en un preso especial, con una connotación “política” que, quizás, podría utilizar cuando deba enfrentar el pedido de extradición uruguayo.)
–¿Conoció una base Valparaíso cerca del zoológico de Villa Dolores?
–Hablé por radio con una base con ese nombre pero tenía entendido que estaba cerca de la estación de trenes, por la calle Valparaíso. Conocí la base Lima Zulú que tenía Campos (Hermida) por Lezica, el “300 Carlos” que estaba en el 13, la base Rosen que nunca la vi, la de la calle Ismael en Punta Gorda… hubo muchas bases.
–¿No fue antes de junio que funcionaba Orletti? (Pregunta con tono ingenuo.)
–Por lo que se sabe, posiblemente hubo una base anterior, pero Orletti se ocupa luego de firmar el contrato el 1º de junio.
– No sé… (Pasa a ser enigmático.)
–¿Pero sabe de la serie de traslados clandestinos de prisioneros a Uruguay, los que vinieron en avión en junio y un segundo vuelo en octubre?
–Yo sólo supe de un vuelo, el que se hizo antes de mi cumpleaños, que es el 8 de agosto. Lo que tenía entendido es que a otro grupo los trajeron luego por Mercedes. Pero puede haber habido otros traslados, nosotros no estábamos en ese tema. Sí sé cosas de Gavazzo, porque él era objeto de nuestra vigilancia. (Vuelve a proponer el tema.)
–¿Por qué vigilaban a Gavazzo?
–El gobierno estaba sabiendo lo que hacía Gavazzo. El fue utilizado y en varias oportunidades, escuche lo que estoy diciendo, el servicio secreto pensó en matar a Gavazzo. El iba al frente, no mandaba a los soldados, ese coraje le daba una jerarquía extra a su mando. Enfrentaba a un general o podía ponerle un revólver en la cabeza. Eso lo hacía peligroso. (El guardia de seguridad habla con otros guardias. Se hace evidente que la entrevista debe finalizar.)
–¿Ese servicio secreto supo lo que ocurría con los desaparecidos?
–Todo el mundo sabía lo que pasaba con los desaparecidos. Eso era un invento. Sabíamos que los desaparecidos habían muerto. O fueron ejecutados o murieron en el interrogatorio o en una “troca” de tiros. Se decía que estaban fugados, pero estaban bajo tierra.
–¿Sabían dónde estaban los cementerios?
–Es algo complicado hacer afirmaciones de eso. Yo no sé todo, sé parte.
–¿Sabe si hubo una Operación Zanahorias, dirigida por el coronel Lami por la que desenterraron cuerpos de las unidades militares para hacer una tumba única?
–No supe de ella, si la hubo la hizo inteligencia del Ejército. Hubo pozos que se hicieron en distintos lados bajo la custodia del Ejército, como aquel por el Cilindro, donde estaba el cuerpo de Bomberos.
No sé que se desenterraran cuerpos. Es posible que se haya tratado de eliminar pruebas antes de que volviera la democracia. En cualquier delito se eliminan pruebas. En todo trabajo de inteligencia se evita dejar documentos, se tiene una conducta ágrafa, se evita el testimonio escrito. (Neira mira a los ojos, y calla.) *
(http://www.lr21.com.uy/politica/101844-la-confesion-del-teniente-tamus)Señala a un médico forense como responsable del asesinato de la esposa de Mario Heber, indica que existió una “Base Arenal” –cuya ubicación se negó a proporcionar–, donde existió un horno en el que fue incinerado, entre otros, el cuerpo de la maestra Elena Quinteros. Afirma, también, que realizaron seguimientos del coronel José Nino Gavazzo, a quien planearon matar.
Barreiro Neira ocupó los titulares de prensa brasileños cuando pidió para declarar ante la comisión del Parlamento brasileño que estudia la muerte del ex presidente João Goulart, denunció a la Policía civil brasileña por su relación con una red de delincuentes y envió una nota al prefecto de Chui, Mohammad Kassem Jomaa, alertándolo sobre eventuales atentados contra la colectividad árabe.
Un “agente” que nació de la JUP
(Neira Barreiro esperaba la visita en una sala especial de la prisión, a la que se accede luego de pasar dos guardias y cuatro rejas. Sentado en un banco de estudiante, con el brazo derecho sobre el posatextos, trataba de ocultar las anchas esposas de metal. Parecía a punto de rendir un examen ante quien se sentara al frente del escritorio de cármica. Se sorprende por la presencia de un periodista uruguayo. Sólo esperaba al colega Humberto Trezzi, de Zero Hora, quien había gestionado ante las autoridades carcelarias el encuentro con LA REPUBLICA.)–¿Cómo se presentaría ante los lectores uruguayos?
–Eu soy un uruguaio que participó en una época muito oscura de nostro país. Eu fui escogido pra ser parte dos servicios secretos… (empieza en un trabado portuñol y se interrumpe). Preferiría hablar en castellano, aunque hace tiempo que no hablo en mi lengua con alguien.
–No es problema, al contrario.
–Digamos que yo estuve durante un largo tiempo prestando servicios para el Estado. Sólo que esos servicios no eran del todo conocidos, por ser sigilosos. Y tomé conocimiento de innúmeras cosas que tampoco condicen con los procedimientos que el Estado debería realizar. (Habla en un tono casi doctoral, al forzar la traducción de palabras de uso común en portugués.)
–¿Esos servicios eran policiales o militares?
–Bueno, la función de agente secreto de un organismo de inteligencia es una función de Estado y en él puede haber individuos naturales del Ejército, de la Policía o simples civiles que tienen algún tipo de conocimiento que le presta utilidad al servicio. El servicio secreto está compuesto por un grupo muy heterogéneo de personas a las que se elige por sus características.
–¿Usted por qué fue “elegido”?
–Yo entonces estaba estudiando segundo año en el Liceo Bauzá, empecé a actuar con algunas organizaciones y fui llamado a participar en el Grupo Gamma por el año 1972.
–¿Qué organizaciones integró antes de ese Grupo Gamma?
–Para suerte o para desgracia, estuve afiliado a la Juventud Uruguaya de Pie. Me afilié a la JUP porque tenía un par de compañeros de clase que como me vieron con una camisa negra que me habían regalado, creyeron que yo era parte de ellos. Me propusieron afiliarme y me afilié. Después, la JUP se fortaleció en el trabajo con la Alianza para el Progreso y me mandaron hacer pesquisas sobre la opinión política de la población. Ahí ganaba buen dinero y tenía un trabajo lícito haciendo encuestas. (Por momentos Barreiro Neira deja el castellano para seguir hablando en portugués y sólo vuelve a hablar en español cuando se le interrumpe con preguntas.)
El Garra 33 de Campos Hermida
–¿Su familia tenía tradición política?–No hubo influencia de mi familia. Ninguno era de ultraderecha. Mi padre, incluso, era simpatizante del Partido Comunista. Yo no tenía definiciones políticas. Me afilié a aquella organización estudiantil como quien se afilia a Peñarol o a Nacional. Después, un compañero de liceo de apellido Petrópulos, que tenía un pariente que trabajaba en la Embajada (se refiere a la de Estados Unidos), me dijo si quería ganarme un dinero y… ¡claro que quería! Mi familia no era rica. Así que empecé a hacer trabajos políticos para la AID.
–¿Usted sólo hacia sondeos de opinión?
–No. También me integré a un grupo paramilitar en el que estuve poco tiempo, porque yo pensaba una cosa y me encontré con otra. Era el Garra 33, un grupo de ultraderecha armado, muy reducido, que según me habían dicho estaba para combatir a la guerrilla. Me encontré que en lugar de combatir la guerrilla, lo que hacían era atacar trabajadores en conflicto, dar palizas, hacer atentados y otras cosas. Yo quería combatir a la guerrilla que quería adueñarse del país a tiros, frente a frente, y no hacer eso. Vos no tenés por qué creerme y ellos pueden desmentirme, tratarme de extraterrestre o de loco, pero yo sé muchas cosas por haber estado en lo que estuve.
–Lo escucho.
–El Garra 33 preparaba personal. Había instructores militares que daban cursos.
–¿Militares o policiales?
–Eran de la Policía.
–¿De la gente de Castiglioni, en Inteligencia?
–De la gente de Campos Hermida… (Neira se arrepiente de nombrarlo y hace un gesto hacia el grabador para que no le pida más nombres “on the record”). El objetivo del grupo fue tirar unos tiros o atentar contra fachadas de domicilios particulares o golpear a un trabajador. Yo no estaba de acuerdo con ello. Me dijeron que eso era un proceso en el que me examinaban. No quise seguir allí y entonces me llamaron para entrar al servicio secreto. (Ante las miradas de incredulidad, Neira aclara.) Yo también me dije qué es eso del Servicio Secreto, que sólo conocía de las películas. Me dijeron que era la inteligencia del gobierno y que desde allí podía combatir a la guerrilla.
–¿Eso era antes del golpe de Estado?
Sí, en los preámbulos. Ahí empecé a hacer distintos tipos de cursos de capacitación. Estudie en Chile también. Yo sobre esto tengo escrito un libro de 635 páginas que no sería sencillo resumir en una entrevista. (Sobre el escritorio Neira tiene fotocopias de un manuscrito caratulado con un bosquejo de la portada de un libro que reza: “Entrevista com um reu confesso – Todas as respostas sobre o assesinato do João Goulart”. Hojea el texto, pero no nos lo entrega.)
El Grupo Gamma y la Base Arenal
–Bien, dejemos que compren su libro. ¿Participó en alguna operación que implicara una muerte o desaparición forzosa?–No en una,
en innúmeras.
–¿Qué casos?
–(Sonríe con ironía, negándose a responder.) Lamentablemente ocurrieron esas cosas y algún día quizás tenga que responder por ellas. No apreté el gatillo, no di el veneno, no hice nada personalmente, pero yo estaba en conocimiento de los hechos, porque era el que instalaba equipos de radio, intervenía aparatos telefónicos, tiraba fotografías, hacía seguimientos progresivos.
–¿Contra el Partido Comunista, en particular?
–(Vuelve a sonreír.) Cuando tengan el libro verá una larga lista de atentados, secuestros, conspiraciones, etcétera, que fueron en perjuicio de la izquierda. Yo no me volví comunista ahora. No lo fui antes ni lo soy hoy. Nunca fui contra el Ejército ni contra las Fuerzas Armadas, ni estoy hoy en contra de ellos ni de la Policía. Ellos son los que mañana van a defender a mi patria contra un enemigo. Estoy en contra de aquellos que usaron sus facultades y su poder. Yo no estoy arrepentido de lo que hice. Lo hice creyendo que era algo digno. Hoy estoy decepcionado. (Por momentos, el discurso de Neira parece ensayado. Es entonces que habla portugués y busca como interlocutor al colega de Zero Hora.)
–No me queda claro el rango de ese grupo secreto del Estado del que usted habla. ¿Tenía mando militar o policial?
–Hay que explicar que cada fuerza militar tiene su servicio de inteligencia. También lo tiene la Policía. Lo nuestro era aparte. El gobierno tenía un servicio secreto propio.
–¿El gobierno de Bordaberry?
–El gobierno militar. Un servicio de inteligencia no es un servicio secreto. El Grupo Gamma por eso era heterogéneo, estaba formado por gente que provenía de todos los sectores. (Quiere gesticular, pero se lo impiden las esposas.)
–¿Tenía alguna base de operaciones?
–Tenía una sede que se llamaba Base Arenal, que era secreta. Creo que hasta ahora nadie la había nombrado. Ahí era donde se cocinaba todo. (Neira pide parar la grabación y explica en “off de record” que no está dispuesto a revelar datos y hechos que lo puedan comprometer judicialmente porque, dada su condición de civil, no sabe si está amparado por la Ley de Caducidad.)
El asesino de la esposa de Heber
–Entonces, se puede afirmar que usted integraba un Grupo Gamma, que podía considerarse paramilitar o parapolicial, pero en el que usted es consciente de que existía una dependencia directa con las autoridades de gobierno.– Estuve en el servicio secreto uruguayo desde el año 1972, cuando tenía 17 años, y no me aparté de él hasta después de reinstaurada la democracia. Incluso en democracia continué por algunos años, porque el trabajo se incrementó. La actividad aumentó después de la transición.
–¿Usted tenía rango dentro de una estructura de mandos?
–No había una estructura de mandos tradicional. Hubo gente importante, algunos están vivos y otros muertos. A mí me pusieron como nombre de guerra “Teniente Tamús”, y con ese grado me siguieron llamando después, aunque no tenía jerarquía militar ni policial. Yo era un agente especial. Podía haber un jefe o un encargado, que también era agente. Estaba al mando pero no era mi superior. Eso no funciona así en estas organizaciones.
–Usted habla en términos conceptuales, pero no da datos concretos que puedan confirmar que ese Grupo Gamma existió. Hubo muchos casos sospechosos en esa época. Por ejemplo: ¿qué sabe del caso del vino envenenado que mató a la esposa de Mario Heber?
–Esa fue una operación en la que yo no participé, el que participó fue el doctor C. M. (Neira lo nombra, esta vez sin dudar), el médico forense al que le decían “Capitán Adonis”, que fue mi jefe en una época. En ese caso, la idea era una y ocurrió una desgracia.
–¿Eso era parte del Plan Cóndor?
–No. La Operación Cóndor no funcionó como se la conoce ahora hasta después de 1975. Incluso entonces no la conocíamos con ese nombre. Cuando se hizo la Operación Escorpión, en la que murió João Goulart, la considerábamos una extensión natural de la Operación Yacarta con la que los brasileños planearon eliminar a sus disidentes. Habían tomado el nombre de aquello que ocurrió en Indonesia cuando se barrió a un millón de personas. Apoyarse entre servicios secretos es parte de la colaboración natural entre dos estados que tenían enemigos comunes.
El “Escorpión” que mató a Goulart
–¿Usted participó en esa Operación Escorpión que, según dice, mató a Goulart?–Sí, aunque no sé sí me incluyeron en esa operación porque hablaba bien el portugués o si fue por mis conocimientos de electrónica. (El tema llama la atención a Trezzi, quien continúa el interrogatorio en portugués. Es la oportunidad para tomarle fotografías –”siempre con la pared de fondo”, según advirtió el director de la cárcel.)
–¿Usted realizó espionaje telefónico a Goulart?
–Bueno, en un primero momento me encargué de grabar las conversaciones de João Goulart y realizar seguimientos progresivos. Era el que desgrababa lo conversado. Pero la Operación Escorpión fue una de las más largas y que duró más tiempo antes de llegar a su final. Porque fue una operación que comenzó antes de que yo perteneciera al Gamma y terminó en diciembre de 1976. Duró muchos años. Yo creo que en principio no se pensaba en la muerte de Goulart. Sólo se buscaba una vigilancia preventiva de una persona que era considerada peligrosa. La operación no era contra Goulart, sino contra varios disidentes brasileños, entre los que él era importante.
–¿Qué brasileños eran vigilados?
–Leonel Brizola era el más importante en su apartamento de Atlántida. Era el más corajudo. Estaba en contra de lo establecido y se transformaba en un objetivo que, eventualmente, podía ser eliminado.
–¿Por qué se cambió hacia João Goulart?
– No sé si en realidad se cambió. Brizola había demostrado su fuerza en el fallido golpe del 61. Brizola fue el victorioso. En 1964 fue diferente. Podíamos hablar largamente de todo ese proceso, pero no tenemos demasiado tiempo. (Neira sabe cuánto tiempo le permiten por visita. Un agente de seguridad que al principio se asomaba cada tanto a una ventana de control, ahora está fijo en ella y sigue la conversación.)
–¿Pero Goulart fue el objetivo de una operación que en principio era para Brizola?
–Había diferencias entre Brizola y Goulart. Hubo una reunión al poco tiempo de que ellos llegaron exiliados. Ellos se pelean entonces. Fue “la briga dos cuñados”. También hubo una reunión de exiliados donde se separaron más. Fue el 24 de setiembre de 1967 que hicieron aquella reunión en la calle Leyenda Patria. Pero yo entonces no estaba. Ingresé años después.
–De aquel grupo, João Goulart, Carlos Lacerda y Juscelino Kubitschek murieron en pocos meses, en forma sospechosa, al punto de que se crearon comisiones investigadoras parlamentarias sobre sus presuntos asesinatos, ¿Brizola se salvó?
–Brizola no estuvo de acuerdo con participar de aquella alianza política y quedó separado del grupo de disidentes; también quedó fuera de aquella investigación. La Operación Escorpión comenzó cuando Goulart llegó al aeropuerto. Además, Goulart siempre estaba en medio de los acontecimientos.
Era un líder para su gente, pero a la vez se metía en temas del propio Uruguay.
(La frase silencia el flash. Neira, al que no le gustaba
n las fotografías –”Estoy desprolijo, ¿me podría ir a poner una corbata?”, adujo–, devuelve el eje de la entrevista hacia el interés uruguayo.)
Jango y el destino de Elena Quinteros
–¿En qué tipo de internas uruguayas participó Goulart?–En el caso de la “profesora” Elena Quinteros. Usted puede pensar ¿qué tendría que ver Goulart con eso? Pero, la verdad es que cuando Quinteros fue secuestrada de la Embajada de Venezuela, Goulart terminó haciendo tratativas diplomáticas. Jango, como le decían, ya no vivía en el Parque de los Aliados y había vuelto a la casa de la calle Cannes, donde también vivía Frank Becerra, que era el embajador de Venezuela. Goulart terminó haciendo tratativas con el Ministerio de Relaciones Exteriores y con todo el mundo para que se devolviera a la “profesora” y que no se rompieran las relaciones diplomáticas.
–¿El grupo Gamma tuvo relación con el secuestro de Elena Quinteros?
–Nosotros no tuvimos que ver. Fue otro grupo de inteligencia. Nosotros veíamos lo que hacía Goulart. Pero después que Quinteros fue recapturada de la Embajada de Venezuela, nadie quería tenerla en su base porque era quemante. Nadie quería en su carcelaje a una mujer que dio origen a un conflicto diplomático internacional. El Departamento 6 de Inteligencia no sabía qué hacer con ella: allí es que intervino el servicio secreto.
–¿Adónde se supone que la llevaron?
–Ella estuvo en la Base Arenal.
–¿No fue trasladada al Batallón 13 de Infantería, al “300 Carlos”?
–No. No sé de dónde salen esos datos.
–Son datos que dieron presos que la vieron…
–Quinteros fue detenida y cremada en la Base Arenal.
–… y que también habrían dado a la Comisión para la Paz.
–Bueno, después que acontecen los hechos cada cual puede decir lo que quiere. A ella la llevaron de un lado para el otro, hasta que se dio la desgracia de que vino a fallecer. Entonces hubo que cremar el cuerpo y eso fue hecho. Ahí el servicio secreto tuvo una participación activa, porque era el único que tenía un horno para cremar.
–¿Adónde estaba ese horno y esa base Arenal?
–Eso está en el libro. No lo voy a decir en esta entrevista. Sí le digo que por mis conocimientos de ingeniería fue que se instaló allí el horno. Después quisieron hacer otro horno en la Base Marta en la calle Amado Nervo, pero fue un fracaso, lo mismo que el grupo de policías con el que quisieron crear un Gamma institucional. El gobierno quiso legalizar al grupo, porque decían que hacíamos y deshacíamos. Eligieron 14 miembros de servicios de inteligencia y le dieron una estructura. Fue un error. Un servicio secreto no puede ser de conocimiento público. Hicieron una base, a semejanza de Automotores Orletti. Consiguieron una fábrica de café abandonada que era propiedad de un coronel, e instalaron allí la Base Marta. Quisieron poner la casa en orden. Eso fue por el 80 o el 81. Llamaron al capitán (Ricardo) Medina Blanco y lo pusieron a cargo de ese equipo
–¿Por más que insista no me va a decir adónde estaba la base Arenal?
–No. (Neira juega con sus secretos. No cuenta todo lo que sabe. Es lo que lo transforma en un preso especial, con una connotación “política” que, quizás, podría utilizar cuando deba enfrentar el pedido de extradición uruguayo.)
–¿Conoció una base Valparaíso cerca del zoológico de Villa Dolores?
–Hablé por radio con una base con ese nombre pero tenía entendido que estaba cerca de la estación de trenes, por la calle Valparaíso. Conocí la base Lima Zulú que tenía Campos (Hermida) por Lezica, el “300 Carlos” que estaba en el 13, la base Rosen que nunca la vi, la de la calle Ismael en Punta Gorda… hubo muchas bases.
“Hubo planes para matar a Gavazzo”
–Antes de la muerte de Goulart, hubo otros casos importantes. En mayo de ese 1976 fueron asesinados Zelmar Michelini y Gutiérrez Ruiz, y desde junio comienza a operar Automotores Orletti como base para captura de extranjeros en Argentina.–¿No fue antes de junio que funcionaba Orletti? (Pregunta con tono ingenuo.)
–Por lo que se sabe, posiblemente hubo una base anterior, pero Orletti se ocupa luego de firmar el contrato el 1º de junio.
– No sé… (Pasa a ser enigmático.)
–¿Pero sabe de la serie de traslados clandestinos de prisioneros a Uruguay, los que vinieron en avión en junio y un segundo vuelo en octubre?
–Yo sólo supe de un vuelo, el que se hizo antes de mi cumpleaños, que es el 8 de agosto. Lo que tenía entendido es que a otro grupo los trajeron luego por Mercedes. Pero puede haber habido otros traslados, nosotros no estábamos en ese tema. Sí sé cosas de Gavazzo, porque él era objeto de nuestra vigilancia. (Vuelve a proponer el tema.)
–¿Por qué vigilaban a Gavazzo?
–El gobierno estaba sabiendo lo que hacía Gavazzo. El fue utilizado y en varias oportunidades, escuche lo que estoy diciendo, el servicio secreto pensó en matar a Gavazzo. El iba al frente, no mandaba a los soldados, ese coraje le daba una jerarquía extra a su mando. Enfrentaba a un general o podía ponerle un revólver en la cabeza. Eso lo hacía peligroso. (El guardia de seguridad habla con otros guardias. Se hace evidente que la entrevista debe finalizar.)
–¿Ese servicio secreto supo lo que ocurría con los desaparecidos?
–Todo el mundo sabía lo que pasaba con los desaparecidos. Eso era un invento. Sabíamos que los desaparecidos habían muerto. O fueron ejecutados o murieron en el interrogatorio o en una “troca” de tiros. Se decía que estaban fugados, pero estaban bajo tierra.
–¿Sabían dónde estaban los cementerios?
–Es algo complicado hacer afirmaciones de eso. Yo no sé todo, sé parte.
–¿Sabe si hubo una Operación Zanahorias, dirigida por el coronel Lami por la que desenterraron cuerpos de las unidades militares para hacer una tumba única?
–No supe de ella, si la hubo la hizo inteligencia del Ejército. Hubo pozos que se hicieron en distintos lados bajo la custodia del Ejército, como aquel por el Cilindro, donde estaba el cuerpo de Bomberos.
No sé que se desenterraran cuerpos. Es posible que se haya tratado de eliminar pruebas antes de que volviera la democracia. En cualquier delito se eliminan pruebas. En todo trabajo de inteligencia se evita dejar documentos, se tiene una conducta ágrafa, se evita el testimonio escrito. (Neira mira a los ojos, y calla.) *
Buena parte de lo declarado entonces por Barreiro Neira pudo ser contextualmente confirmado, incluso el nexo que el caso podía tener con los vinos envenenados que provocaron la muerte de Cecilia Fontana de Heber en 1978.
A fines de 2002, LA REPUBLICA entrevistó por primera vez a
Barreiro Neira en una prisión de Río Grande do Sul y el uruguayo,
procesado entonces por asaltos a vehículos transportadores de caudales,
había mencionado al mismo médico, hoy fallecido, como el responsable de
ambos envenenamientos.
La identidad de Carlos Milles, se publicó bajo las iniciales “C M”, pero su nombre fue revelado por LA REPUBLICA en su testimonio ante la jueza penal de 9º Turno, doctora Gabriela Merialdo, a cargo de la causa de los vinos envenenados con que fue asesinada la esposa del dirigente blanco Mario Heber y madre del senador Luis Alberto Heber.
El nuevo testimonio de Barreiro Neira realizado en tres horas de grabación registradas por la TV Cámara del Congreso de Brasil, tuvo amplia repercusión en la prensa del vecino país y motivó a los familiares del derrocado Joao Goulart a presentar una denuncia penal para que se vuelva a investigar judicialmente el eventual homicidio. Barreiro Neira, quien operaba con el alias de guerra “Teniente Tamús”, sostiene que integraba un “equipo de tareas” que bajo el nombre de Grupo de Acciones Militares Antisubversivas (GAMA) no pertenecía a los servicios de inteligencia ni de la Policía ni de las Fuerzas Armadas, pero coordinaba con todas las agencias de espionaje.
Las sospechas sobre el eventual homicidio de “Jango” se reavivaron en los últimos años en la medida en que se fueron conociendo los detalles de la coordinación represiva que las dictaduras del Cono Sur había llevado a cabo, bajo el nombre de “Plan Cóndor”, para eliminar a todos los líderes opositores dentro o fuera de fronteras.
También se han generado sospechas sobre los precipitados decesos de otros dos líderes opositores de la dictadura brasileña: el ex presidente Juselino Kubitschek muerto en un extraño accidente de tránsito el 22 de agosto de 1976 y el ex gobernador de Guanabara, Carlos Lacerda, fallecido por una supuesta septicemia el 22 de mayo de 1977.
El escritor brasileño Carlos Heitor Cony ha publicado estos días un extenso artículo titulado “¿Quién mató a Jango, J.K. y Lacerda? en el que asocia las tres muertes al Plan Cóndor, un tema que en Brasil ha adquirido notoriedad a partir de los pedidos de extradición del fiscal Gianccarlo Capaldo sobre 11 mandos brasileños de la dictadura.
Luego del golpe de Estado, Goulart, Kubitschek y Lacerda habían formado una organización política de resistencia a la dictadura brasileña que denominaron “Frente Amplio”. Al grupo no se sumó el ex gobernador de Rio de Janeiro, Leonel Brizola, quien exiliado en Uruguay también llegó a ser blanco de un fallido atentado.
La tres muertes coinciden con fechas de otros homicidios del Plan Cóndor: Carlos Prats (Buenos Aires, 30/09/74), el fallido intento a Bernardo Leighton (Roma, 05/09/75), Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz (Buenos Aires, 20/05/76), Juan José Torres (Buenos Aires, 02/06/76) y Orlando Letelier (Washington, 21/09/76).
El confeso agente uruguayo Barreiro Neira, sin embargo, no asocia el asesinato de Joao Goulart con el Plan Cóndor. En la entrevista con la televisión de Brasil, afirma que la “Operación Escorpión” era parte de la “Operación Jacarta” que tenía como antecedente la “Operación Bandeirantes” (OBAN) para el exterminio de opositores brasileños.
En el reportaje de tres horas de duración, al que accedió LA REPUBLICA, Barreiro Neira se muestra sorprendido de que uno de los entrevistadores sea el propio hijo de Goulart, Joao Vicente, director de una fundación que lleva el nombre de su padre, productora de la investigación periodística sobre su muerte desde hace cuatro años.
Barreiro Neira sostiene que en un principio sólo se realizaba un seguimiento de Goulart y el principal objetivo de control solicitado por la dictadura brasileña era sobre Leonel Brizola cuyos contactos con sobrevivientes de la guerrilla brasileña y sus conexiones con Cuba los transformaban en el principal “conspirador” de aquella dictadura.
El homicidio de Goulart, afirma Barreiro Neira, se planificó cuando los “servicios” brasileños obtuvieron información de que el derrocado presidente pensaba regresar sorpresivamente a su país. Fue entonces que se habría instrumentado la “Operación Escorpión” que implicaba envenenar al ex mandatario, Barreiro narra que un agente se infiltró en el Hotel Liberty, donde Jango se hospedaba como Michelini en Buenos Aires, se robó un medicamento para el corazón que tomaba desde que sufrió un infarto en 1974, y el médico Carlos Milles colocó en algunas cápsulas el veneno. Goulart tardó semanas en tomar la píldora adulterada, según dice.
Carlos Milles era hijo de un médico del mismo nombre que se había especializado en farmacología, particularmente en tóxicos. Su madre era pediatra oncológica del Hospital Pedro Visca. Milles se especializó como médico forense y como tal ocupó una plaza en la ciudad de Pando, según pudo confirmar LA REPUBLICA.
Los padres de Milles estaban vinculados al ministro de la Suprema Corte de Justicia, Rafael Addiego Bruno, quien ocupó interinamente la Presidencia de la República en la transición entre el general Gregorio Alvarez y el doctor Julio María Sanguinetti. Addiego le nombró entonces en el Poder Judicial, de donde luego fue destituido.
Barreiro Neira afirma que el doctor Milles quien también podría haber firmado certificados falsos de defunción de presos políticos muertos durante la dictadura habría ocupado un cargo en un hospital estatal y pretendía ser designado director del Hospital Militar.
También se pudo corroborar que, como señala Barreiro Neira, el doctor Carlos Milles estuvo domiciliado en Tomás Diago 765, y que murió en un extraño accidente al caer desde un primer piso, luego que amenazara con contar lo que sabía, al no ser designado en el puesto que exigía. Estuvo tres días con muerte cerebral.
Según Barreiro Neira, el Dr. Carlos Milles era jefe del Grupo de Acciones Militares Antisubversivas (GAMA), que comandaba con un agente de la CIA llamado “Pedro”, un general y un civil vinculados con grupos de ultraderecha. GAMA coordinaba sus acciones con el ex
comandante en jefe del Ejército, general Luis Vicente Queirolo.
Barreiro Neira, admitió pertenecer a la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) cuando estudiaba en el Liceo Bauzá, dijo que fue reclutado como agente en la dictadura. Integró el grupo “Garra 33″ y pasó a cumplir servicios en el llamado Grupo GAMA. Afirma que existió una “Base Arenal” donde habría sido cremada la maestra Elena Quinteros.
Las confesiones de su libro, que nunca se editó, le permitían a Barreiro Neira adquirir un estatus político ante la Justicia brasileña que lo había detenido en 1999 bajo el falso nombre de Antonio Merelles Lopes, por su participación en asaltos a carros blindados, un frustrado atraco al aeropuerto de Rivera-Livramento y tráfico de automóviles.
Barreiro Neira tenía antecedentes delictivos en Uruguay donde lo relacionaban con una de las superbandas que actuaron en Montevideo en 1998 y habría participado en el asalto al Zoológico Municipal de Montevideo y robos a la sede de Casa de Galicia y a las oficinas de Oca y Plata Card en Paso Molino.
El ex agente casi es detenido en La Coronilla, Rocha, pero pudo fugar por el Chuy a Brasil, donde fue atrapado y cumplió una prisión preventiva de 24 meses en la cárcel de Bagé. Allí cobró fama, cuando pidió declarar ante la Comisión Parlamentaria Investigadora que indagaba la muerte de Joao Goulart.
Luego de la entrevista con LA REPUBLICA, en abril de 2003, logró escapar de la cárcel del complejo La Charqueada donde estaba y cuando volvieron a capturarlo en Porto Alegre, pudo huir nuevamente por un “error” administrativo. Por la fuga de Barreiro Neira varios policías fueron sancionados. Lo recapturaron en 2004.
Tres botellas de vino blanco fueron recibidas en agosto de 1978 en el domicilio de Luis Alberto Lacalle.
El “regalo” estaba dirigido al propio Lacalle, al ex senador Carlos Julio Pereyra y al ex consejero Mario Heber. Nadie bebió entonces del vino, pero el 6 de setiembre Cecilia Fontana, esposa de Heber, probó una copa y cayó fulminada.
Merialdo tiene pedido un testimonio por exhorto a la Justicia de Brasil para que se interrogue al propio Barreiro Neira como consecuencia de sus primeras declaraciones a LA REPUBLICA en 2002, que fueron presentadas como uno de los elementos de prueba del Caso Fontana de Heber, por el abogado denunciante Javier Barrios Bove.
El propio Barrios Bove viajó a Brasil un año atrás y se entrevistó con Barreiro Neira, quien ratificó todos sus dichos a LA REPUBLICA en relación a que el médico Carlos Milles, alias “Capitán Adonis”, había sido quien también inyectó el veneno en las botellas de vino enviadas anónimamente a los dirigentes del Partido Nacional.
Una investigación periodística de LA REPUBLICA denunció que existió participación de miembros de servicios de inteligencia policiales y de agentes de la Embajada de Estados Unidos en Uruguay en aquel atentado contra la cúpula opositora blanca, con el objetivo de evitar una negociación política de salida a la dictadura.En los primeros días de febrero, la jueza Merialdo comenzaría interrogar a una serie de militares, policías y civiles, sobrevivientes de aquellos años, que podrían estar implicados o tener conocimiento sobre lo ocurrido con un homicidio sobre el que ya no existirían dudas respecto a su tipificación como terrorismo de Estado.
- Esa fue una operación en la que yo no participé, el que participó fue el doctor C M, (Neira lo nombra, esta vez sin dudar), el médico forense al que le decían “Capitán Adonis”, que fue mi jefe en una época. En ese caso, la idea era una y ocurrió una desgracia.
- ¿Eso era parte del Plan Cóndor?
- No. La Operación Cóndor no funcionó como se la conoce ahora hasta después de 1975. Incluso entonces no la conocíamos con ese nombre. Cuando se hizo la Operación Escorpión, en la que murió João Goulart, la considerábamos una extensión natural de la Operación Jacarta con la que los brasileños planearon eliminar a sus disidentes”.
- Fue un líquido que pusieron dentro de una especie de microondas que evaporaba agua. Quedaban algunas ampollas de un componente líquido que metían dentro de aquel horno. Después, tiraban los cristales que quedaban y los colocaban dentro de las cápsulas (…) Mi parte era la de monitoreo. Eso era el área del doctor Milles.
Ahora, cuando el Dr. Milles exigió la dirección de un hospital que le había sido ofrecida y ellos no cumplieron, dijo: “Si no me dan la dirección voy a abrir la boca y voy a contar todo lo que sé sobre la muerte de Joao Goulart y todo aquello. Ahí él fue a una casa y cayó desde un primer piso. Se suicidó. A partir de la muerte de Carlos Milles nosotros comenzamos a pensar: si hoy matan a Carlos Milles, que era el Capitán Adonis, que era todo un personaje, ¿qué va a pasar con nosotros que no somos nada? Y así fue. Fueron matando a todos. Restan pocas personas de que aquel grupo con vida. Todos murieron del corazón, de un tiro, homicidio o suicidio”.
El Goyo y el Nino se enfrentaron a principios de aquel año, cuando por orden del general Amary Prantl, Gavazzo publicó la revista clandestina “El Talero” donde se acusaba al entonces comandante en jefe Álvarez de negociar con los blancos. Prantl y Gavazzo fueron arrestados por el caso y pidieron la baja.
La acusación a Álvarez estaría relacionada con los rumores de sustitución del presidente Aparicio Méndez por un triunvirato integrado por el Goyo, Nicolás Storace y Federico García Capurro.
Esa “salida” se quiso evitar con los vinos envenenados que dirigidos a la cúpula del Partido Nacional provocaron la muerte a la señora Fontana de Heber.
(http://www.lr21.com.uy/politica/294531-las-muertes-del-capitan-adonis).La identidad de Carlos Milles, se publicó bajo las iniciales “C M”, pero su nombre fue revelado por LA REPUBLICA en su testimonio ante la jueza penal de 9º Turno, doctora Gabriela Merialdo, a cargo de la causa de los vinos envenenados con que fue asesinada la esposa del dirigente blanco Mario Heber y madre del senador Luis Alberto Heber.
El nuevo testimonio de Barreiro Neira realizado en tres horas de grabación registradas por la TV Cámara del Congreso de Brasil, tuvo amplia repercusión en la prensa del vecino país y motivó a los familiares del derrocado Joao Goulart a presentar una denuncia penal para que se vuelva a investigar judicialmente el eventual homicidio. Barreiro Neira, quien operaba con el alias de guerra “Teniente Tamús”, sostiene que integraba un “equipo de tareas” que bajo el nombre de Grupo de Acciones Militares Antisubversivas (GAMA) no pertenecía a los servicios de inteligencia ni de la Policía ni de las Fuerzas Armadas, pero coordinaba con todas las agencias de espionaje.
El Plan Cóndor en Brasil
La hipótesis de que el ex presidente brasileño Joao Goulart haya sido asesinado se ha manejado desde que Brasil recuperó el sistema institucional en 1985, con la asunción del también malogrado Tancredo Neves, quien solo gobernó tres meses y fue sustituido, antes de morir el 21 de abril de ese año, por el vicepresidente José Sarney.Las sospechas sobre el eventual homicidio de “Jango” se reavivaron en los últimos años en la medida en que se fueron conociendo los detalles de la coordinación represiva que las dictaduras del Cono Sur había llevado a cabo, bajo el nombre de “Plan Cóndor”, para eliminar a todos los líderes opositores dentro o fuera de fronteras.
También se han generado sospechas sobre los precipitados decesos de otros dos líderes opositores de la dictadura brasileña: el ex presidente Juselino Kubitschek muerto en un extraño accidente de tránsito el 22 de agosto de 1976 y el ex gobernador de Guanabara, Carlos Lacerda, fallecido por una supuesta septicemia el 22 de mayo de 1977.
El escritor brasileño Carlos Heitor Cony ha publicado estos días un extenso artículo titulado “¿Quién mató a Jango, J.K. y Lacerda? en el que asocia las tres muertes al Plan Cóndor, un tema que en Brasil ha adquirido notoriedad a partir de los pedidos de extradición del fiscal Gianccarlo Capaldo sobre 11 mandos brasileños de la dictadura.
Luego del golpe de Estado, Goulart, Kubitschek y Lacerda habían formado una organización política de resistencia a la dictadura brasileña que denominaron “Frente Amplio”. Al grupo no se sumó el ex gobernador de Rio de Janeiro, Leonel Brizola, quien exiliado en Uruguay también llegó a ser blanco de un fallido atentado.
La tres muertes coinciden con fechas de otros homicidios del Plan Cóndor: Carlos Prats (Buenos Aires, 30/09/74), el fallido intento a Bernardo Leighton (Roma, 05/09/75), Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz (Buenos Aires, 20/05/76), Juan José Torres (Buenos Aires, 02/06/76) y Orlando Letelier (Washington, 21/09/76).
El aguijón del escorpión
La “Operación Escorpión” por la que se habría dado muerte a “Jango” implicó una coordinación entre servicios de inteligencia de Brasil que operaron en Uruguay, agentes uruguayos que hicieron seguimientos y escuchas telefónicas, y represores argentinos que permitieron la ejecución en la Estancia Las Mercedes, Provincia de Corrientes.El confeso agente uruguayo Barreiro Neira, sin embargo, no asocia el asesinato de Joao Goulart con el Plan Cóndor. En la entrevista con la televisión de Brasil, afirma que la “Operación Escorpión” era parte de la “Operación Jacarta” que tenía como antecedente la “Operación Bandeirantes” (OBAN) para el exterminio de opositores brasileños.
En el reportaje de tres horas de duración, al que accedió LA REPUBLICA, Barreiro Neira se muestra sorprendido de que uno de los entrevistadores sea el propio hijo de Goulart, Joao Vicente, director de una fundación que lleva el nombre de su padre, productora de la investigación periodística sobre su muerte desde hace cuatro años.
Barreiro Neira sostiene que en un principio sólo se realizaba un seguimiento de Goulart y el principal objetivo de control solicitado por la dictadura brasileña era sobre Leonel Brizola cuyos contactos con sobrevivientes de la guerrilla brasileña y sus conexiones con Cuba los transformaban en el principal “conspirador” de aquella dictadura.
El homicidio de Goulart, afirma Barreiro Neira, se planificó cuando los “servicios” brasileños obtuvieron información de que el derrocado presidente pensaba regresar sorpresivamente a su país. Fue entonces que se habría instrumentado la “Operación Escorpión” que implicaba envenenar al ex mandatario, Barreiro narra que un agente se infiltró en el Hotel Liberty, donde Jango se hospedaba como Michelini en Buenos Aires, se robó un medicamento para el corazón que tomaba desde que sufrió un infarto en 1974, y el médico Carlos Milles colocó en algunas cápsulas el veneno. Goulart tardó semanas en tomar la píldora adulterada, según dice.
Capitán Adonis o Dr. Muerte
El Dr. Carlos Milles, alias “Capitán Adonis”, denunciado por el confeso agente Barreiro Neira, como la persona puso veneno en medicamentos del ex presidente brasileño Joao Goulart y en las botellas de vino que mataron a Cecilia Fontana de Heber, consta como egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.Carlos Milles era hijo de un médico del mismo nombre que se había especializado en farmacología, particularmente en tóxicos. Su madre era pediatra oncológica del Hospital Pedro Visca. Milles se especializó como médico forense y como tal ocupó una plaza en la ciudad de Pando, según pudo confirmar LA REPUBLICA.
Los padres de Milles estaban vinculados al ministro de la Suprema Corte de Justicia, Rafael Addiego Bruno, quien ocupó interinamente la Presidencia de la República en la transición entre el general Gregorio Alvarez y el doctor Julio María Sanguinetti. Addiego le nombró entonces en el Poder Judicial, de donde luego fue destituido.
Barreiro Neira afirma que el doctor Milles quien también podría haber firmado certificados falsos de defunción de presos políticos muertos durante la dictadura habría ocupado un cargo en un hospital estatal y pretendía ser designado director del Hospital Militar.
También se pudo corroborar que, como señala Barreiro Neira, el doctor Carlos Milles estuvo domiciliado en Tomás Diago 765, y que murió en un extraño accidente al caer desde un primer piso, luego que amenazara con contar lo que sabía, al no ser designado en el puesto que exigía. Estuvo tres días con muerte cerebral.
Según Barreiro Neira, el Dr. Carlos Milles era jefe del Grupo de Acciones Militares Antisubversivas (GAMA), que comandaba con un agente de la CIA llamado “Pedro”, un general y un civil vinculados con grupos de ultraderecha. GAMA coordinaba sus acciones con el ex
comandante en jefe del Ejército, general Luis Vicente Queirolo.
Historias del Teniente Tamús
El 22 de diciembre de 2002, LA REPUBLICA publicó la primera entrevista con Mario Ronald Barreiro Neira, a quien entrevistó en una cárcel ubicada a 60 kilómetros de Porto Alegre. Barreiro preparaba entonces un libro que había titulado “Reportaje a un reo confeso Todas las respuestas sobre el asesinato de Joao Goulart”.Barreiro Neira, admitió pertenecer a la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) cuando estudiaba en el Liceo Bauzá, dijo que fue reclutado como agente en la dictadura. Integró el grupo “Garra 33″ y pasó a cumplir servicios en el llamado Grupo GAMA. Afirma que existió una “Base Arenal” donde habría sido cremada la maestra Elena Quinteros.
Las confesiones de su libro, que nunca se editó, le permitían a Barreiro Neira adquirir un estatus político ante la Justicia brasileña que lo había detenido en 1999 bajo el falso nombre de Antonio Merelles Lopes, por su participación en asaltos a carros blindados, un frustrado atraco al aeropuerto de Rivera-Livramento y tráfico de automóviles.
Barreiro Neira tenía antecedentes delictivos en Uruguay donde lo relacionaban con una de las superbandas que actuaron en Montevideo en 1998 y habría participado en el asalto al Zoológico Municipal de Montevideo y robos a la sede de Casa de Galicia y a las oficinas de Oca y Plata Card en Paso Molino.
El ex agente casi es detenido en La Coronilla, Rocha, pero pudo fugar por el Chuy a Brasil, donde fue atrapado y cumplió una prisión preventiva de 24 meses en la cárcel de Bagé. Allí cobró fama, cuando pidió declarar ante la Comisión Parlamentaria Investigadora que indagaba la muerte de Joao Goulart.
Luego de la entrevista con LA REPUBLICA, en abril de 2003, logró escapar de la cárcel del complejo La Charqueada donde estaba y cuando volvieron a capturarlo en Porto Alegre, pudo huir nuevamente por un “error” administrativo. Por la fuga de Barreiro Neira varios policías fueron sancionados. Lo recapturaron en 2004.
Las botellas de la muerte
El impacto que el nuevo testimonio de Barreiro Neira ha tenido en Brasil cobra particular repercusión en Uruguay donde, una vez finalizada la feria judicial de enero, la jueza Gabriela Merialdo retomará la causa sobre el homicidio de Cecilia Fontana de Heber, ocurrido a fines de 1978, bajo la presidencia de Aparicio Méndez.Tres botellas de vino blanco fueron recibidas en agosto de 1978 en el domicilio de Luis Alberto Lacalle.
El “regalo” estaba dirigido al propio Lacalle, al ex senador Carlos Julio Pereyra y al ex consejero Mario Heber. Nadie bebió entonces del vino, pero el 6 de setiembre Cecilia Fontana, esposa de Heber, probó una copa y cayó fulminada.
Merialdo tiene pedido un testimonio por exhorto a la Justicia de Brasil para que se interrogue al propio Barreiro Neira como consecuencia de sus primeras declaraciones a LA REPUBLICA en 2002, que fueron presentadas como uno de los elementos de prueba del Caso Fontana de Heber, por el abogado denunciante Javier Barrios Bove.
El propio Barrios Bove viajó a Brasil un año atrás y se entrevistó con Barreiro Neira, quien ratificó todos sus dichos a LA REPUBLICA en relación a que el médico Carlos Milles, alias “Capitán Adonis”, había sido quien también inyectó el veneno en las botellas de vino enviadas anónimamente a los dirigentes del Partido Nacional.
Una investigación periodística de LA REPUBLICA denunció que existió participación de miembros de servicios de inteligencia policiales y de agentes de la Embajada de Estados Unidos en Uruguay en aquel atentado contra la cúpula opositora blanca, con el objetivo de evitar una negociación política de salida a la dictadura.En los primeros días de febrero, la jueza Merialdo comenzaría interrogar a una serie de militares, policías y civiles, sobrevivientes de aquellos años, que podrían estar implicados o tener conocimiento sobre lo ocurrido con un homicidio sobre el que ya no existirían dudas respecto a su tipificación como terrorismo de Estado.
“UNA DESGRACIA”
- ¿Qué sabe del caso del vino envenenado que mató a la esposa de Mario Heber?- Esa fue una operación en la que yo no participé, el que participó fue el doctor C M, (Neira lo nombra, esta vez sin dudar), el médico forense al que le decían “Capitán Adonis”, que fue mi jefe en una época. En ese caso, la idea era una y ocurrió una desgracia.
- ¿Eso era parte del Plan Cóndor?
- No. La Operación Cóndor no funcionó como se la conoce ahora hasta después de 1975. Incluso entonces no la conocíamos con ese nombre. Cuando se hizo la Operación Escorpión, en la que murió João Goulart, la considerábamos una extensión natural de la Operación Jacarta con la que los brasileños planearon eliminar a sus disidentes”.
“FUERON MATANDO A TODOS”
¿Qué tipo de composición química fue introducida para dar esa hipertensión arterial que mató a Joao Goulart?- Fue un líquido que pusieron dentro de una especie de microondas que evaporaba agua. Quedaban algunas ampollas de un componente líquido que metían dentro de aquel horno. Después, tiraban los cristales que quedaban y los colocaban dentro de las cápsulas (…) Mi parte era la de monitoreo. Eso era el área del doctor Milles.
Ahora, cuando el Dr. Milles exigió la dirección de un hospital que le había sido ofrecida y ellos no cumplieron, dijo: “Si no me dan la dirección voy a abrir la boca y voy a contar todo lo que sé sobre la muerte de Joao Goulart y todo aquello. Ahí él fue a una casa y cayó desde un primer piso. Se suicidó. A partir de la muerte de Carlos Milles nosotros comenzamos a pensar: si hoy matan a Carlos Milles, que era el Capitán Adonis, que era todo un personaje, ¿qué va a pasar con nosotros que no somos nada? Y así fue. Fueron matando a todos. Restan pocas personas de que aquel grupo con vida. Todos murieron del corazón, de un tiro, homicidio o suicidio”.
Goyo y Gavazzo
La juez penal de 9º turno, doctora Gabriela Merialdo, citaría a principios de febrero al ex dictador Gregorio Álvarez y el coronel (r) José Nino Gavazzo, ambos procesados en la cárcel de Domingo Arena, para interrogarlos sobre el caso de la muerte de Cecilia Fontana de Heber en 1978.El Goyo y el Nino se enfrentaron a principios de aquel año, cuando por orden del general Amary Prantl, Gavazzo publicó la revista clandestina “El Talero” donde se acusaba al entonces comandante en jefe Álvarez de negociar con los blancos. Prantl y Gavazzo fueron arrestados por el caso y pidieron la baja.
La acusación a Álvarez estaría relacionada con los rumores de sustitución del presidente Aparicio Méndez por un triunvirato integrado por el Goyo, Nicolás Storace y Federico García Capurro.
Esa “salida” se quiso evitar con los vinos envenenados que dirigidos a la cúpula del Partido Nacional provocaron la muerte a la señora Fontana de Heber.
En esa conexión se incluía a miembros de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) y a agentes norteamericanos que habrían tenido participación en ambos casos.
Las actuaciones policiales y judiciales en los años de la dictadura
y, luego de la reinstitucionalización del país, en un Juzgado penal al
que había derivado su estudio una comisión investigadora parlamentaria
del Senado, dejaron una multiplicidad de “cabos sueltos” y solicitudes
fiscales sin instrumentar.
Varios artículos periodísticos de distintas publicaciones y el libro “El vino de la muerte”, del periodista Alvaro Alfonso, han sembrado dudas e interrogantes que en estos años nadie parece haber querido responder, luego de una decisión de la familia Heber de no utilizar el caso como una bandera político partidaria.
Sin embargo, el veterano senador Carlos Julio Pereyra, uno de los objetivos de aquellas mortales botellas de vino, replanteó la causa judicial a través del abogado Javier Barrios Bove (hijo del ex diputado Javier Barrios Anza), quien ha avanzado en una investigación, a la que LA REPUBLICA da hoy un aporte.
El trabajo periodístico reafirma la hipótesis de que el atentado fue alentado desde la Embajada de Estados Unidos y ejecutado por miembros de la Brigada de Narcóticos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) e implican a un funcionario policial de iniciales H. F. y una mujer de iniciales R. L.
Las botellas, envueltas en papel azul, llevaban una tarjeta manuscrita que decía: “El jueves 31 al mediodía brindaremos por la Patria en su nueva etapa” y llevaba la firma “M.D.N.”. Nadie abrió las sospechosas botellas hasta el 5 de setiembre cuando Cecilia Fontana bebió una copa y murió envenenada.
Ese 31 de agosto se realizaba una sesión del Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) en el que, según rumores políticos de la época, el régimen podía llegar a destituir al presidente de facto Aparicio Méndez y se podía nombrar un triunvirato (un blanco, un colorado y un militar) para un proceso de apertura.
En ese quinto año de la dictadura se había desatado una lucha de poder interno entre el comandante en jefe del Ejército, teniente general Gregorio Alvarez, y la logia Tenientes de Artigas, fundada por el general Mario Aguerrondo, candidato presidencial blanco, junto a Mario Heber, en 1971.
La fórmula Aguerrondo-Heber había contado con el apoyo de un grupo ultranacionalista que, con apoyo de la embajada norteamericana, había editado la publicación “Azul y Blanco”, en cuya dirección figuraba un grupo de ultraderechistas vinculados al grupo Tradición, Familia y Propiedad (TFP).
En la interna militar, el director del Servicio de Información y Defensa (SID), general Amaury Prantl, y el jefe del Departamento III del SID, mayor José Nino Gavazzo, editaron la publicación clandestina “El Talero”, donde acusaban a Alvarez de “traidor” por hacer contacto con el exiliado Wilson Ferreira Aldunate, según declararon.
Aunque Prantl y Gavazzo fueron sancionados. Aparicio Méndez continuó en el gobierno por un par de años más, cuando el propio “Goyo” Alvarez asumió el cargo de presidente. El triunvirato cívico-militar nunca llegó a concretarse y Ferreira Aldunate terminó preso en 1984 cuando regresó al país.
Nunca se aclaró por qué el caso lo tomó la Brigada de Narcótico, una dependencia financiada por el gobierno norteamericano (que también había creado la DNII) y nunca hubo un grupo policial de la División Homicidios en la investigación de un evidente asesinato.
En su informe, Campos Hermida aclaró que de todo el procedimiento fueron enteradas las autoridades policiales, quienes se hicieron presentes en el lugar: el jefe de Policía, coronel Julio César Bonelli, el jefe de día, inspector Yamandú Castro, y el director de DNII, Víctor Castiglioni, entre otros.
En la investigación se interrogó a Heber, a Pereyra, a Lacalle, a Julia Pou, al personal doméstico, a amigos y familiares, y a casi todos los vecinos (un contador que vivía junto a lo de Lacalle nunca fue interrogado) de la finca de Echevarriarza para intentar averiguar quién había llevado el vino.
En los peritajes se llegó a hacer pruebas caligráficas de decenas de mujeres que estudiaron en el Sacre Coeur, porque según el calígrafo Pedro María Achard de allí provenía la letra de las tarjetas. Hasta se hizo la prueba a personal policial de la DNII, pero sus nombres no están en el expediente.
Indagaron todas las ventas del plaguicida “Fosdrín” (dimetoxifosfinil) con el que el vino fue envenenado. Incluso a un sobrino del derechista Celio Riet, a cuyo nombre adquirió ese veneno. Riet, autor de La Orientalidad como Doctrina Nacional, quien estaba vinculado a Azul y Blanco, nunca declaró ante un juez.
Siete años después, reabierto el caso, el senador frenteamplista José Germán Arújo declaró que, según fuente propias, Celio Riet había sido ideólogo del crimen y una mujer policía la autora de las notas. Ninguno de ellos fue citado por el juez Eduardo Lombardi, quien en 1988 volvió a archivar la causa.
El Senado marcó en sus conclusiones de 1986 que había existido una “crisis de conducción” en la indagatoria. Algunos interrogatorios recuerdan a los breves “Informes Sambucetti”, el fiscal militar que preguntó a los torturadores si habían hecho desaparecer a fulano y aceptaba el “No” de los denunciados.
El fiscal Martín Salaberry escribió: “Han transcurrido casi dos años de los hechos que ameritan estas actuaciones y es la primera intervención que se otorga a la Fiscalía del Crimen, lo que torna totalmente inoperante su posibilidad de coadyuvar en la averiguación de un ilícito de magnitud desconocida en los anales criminológicos de nuestro país”.
Sin embargo, en la perspectiva de 28 años desde los hechos no se termina de avanzar en el móvil político del homicidio, y su vinculación con los contactos que el Partido Nacional realizaba con la dictadura y con la interna que enfrentaba a supuestos “aperturistas” y “duros” en las Fuerzas Armadas.
A principios de 1978 se había producido un fuerte choque entre la Armada Nacional y el Servicio de Información y Defensa (SID) por la detención de un par de dirigentes montoneros y los poster
iores operativos de captura contra opositores a la dictadura en Argentina y Uruguay.
A esos enfrentamientos se sumaba el que sostenían los Tenientes de Artigas con el comandante del Ejército Gregorio Alvarez, quien luego de suscribir la Orden Nº 77/77 por la que el mando se responsabilizaba de violaciones a los derechos humanos, comenzó a evidenciar una sospechosa ambición políticas.
En ese marco puede entenderse el ataque que Prantl (otro hombre cooptado por Estados Unidos) realizó contra Alvarez a través de “El Talero” en los meses de mayo y junio de aquel 1978, poco después que el secretario de Estado Cyrus Vance había llevado a Buenos Aires la nueva política de Jimmy Carter.
Las fuentes reiteraron que el director de la DNII, inspector Castiglioni, elaboró un informe paralelo, en el que denunciaba la responsabilidad de la gente de la Brigada de Narcóticos en el homicidio, que fue llevado en mano al general Prantl, quien pese a su destitución seguía teniendo todo el poder en el SID.
El documento concluía que había sido un “trabajo interno” que adjudicaban a Hugo Campos Hermida. “Fue un disparate. Desde la embajada habían dicho que se debía ‘neutralizar’ a la dirigencia blanca y se entendió que había que matarlos”, narró uno de aquellos agentes ( LA REPUBLICA, 7/12/2006)
Campos Hermida era uno de los policías más implicados con los agentes de la CIA (el norteamericano Frank, el portorriqueño Raúl o el “ruso” Pedro) quienes mensualmente les pasaban un sobre con dinero. El “combo” con la sorpresita de McDonald’s”, diría el ex agente José Calace ( LA REPUBLICA, 1/1/2007)
Los informantes dos fuentes separadas coinciden en señalar a un ex agente de Narcóticos, de iniciales H. F., como el hombre que trasladó las botellas al domicilio de Lacalle. Ambos apuntan a una funcionara de iniciales R. L. como la posible autora de las misivas que llevaban los vinos envenenados en 1978.
Curiosamente, el carné de Policía de H. F. habría sido el que mostró a los agentes de Interpol el ex coronel Gilberto Vázquez cuando fueron a detenerlo en un departamento del barrio Palermo, donde se había ocultado durante su breve fuga del Hospital Militar.
La conexión norteamericana con la muerte de Cecilia Fontana de Heber no es descartada por el abogado Javier Barrios Bove, quien solicitó al Departamento de Estado abrir todos los archivos secretos que puedan tener información sobre el caso. Ningún documento desclasificado hasta hoy menciona el tema.
(http://www.lr21.com.uy/politica/244869-muerte-de-cecilia-fontana-de-heber-acusana-dos-policias-y-una-conexion-estadounidense).Varios artículos periodísticos de distintas publicaciones y el libro “El vino de la muerte”, del periodista Alvaro Alfonso, han sembrado dudas e interrogantes que en estos años nadie parece haber querido responder, luego de una decisión de la familia Heber de no utilizar el caso como una bandera político partidaria.
Sin embargo, el veterano senador Carlos Julio Pereyra, uno de los objetivos de aquellas mortales botellas de vino, replanteó la causa judicial a través del abogado Javier Barrios Bove (hijo del ex diputado Javier Barrios Anza), quien ha avanzado en una investigación, a la que LA REPUBLICA da hoy un aporte.
El trabajo periodístico reafirma la hipótesis de que el atentado fue alentado desde la Embajada de Estados Unidos y ejecutado por miembros de la Brigada de Narcóticos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) e implican a un funcionario policial de iniciales H. F. y una mujer de iniciales R. L.
Aquel atentado político
Sobre fines de agosto de 1978, tres botellas de vino blanco Riesling fueron recibidas en la casa de Luis Alberto Lacalle, en Echevarriarza 3374. Tenían como destinatarios al propio Lacalle, a Mario Heber y Carlos Julio Pereyra, estos últimos miembros de “triunvirato” blanco con Dardo Ortiz.Las botellas, envueltas en papel azul, llevaban una tarjeta manuscrita que decía: “El jueves 31 al mediodía brindaremos por la Patria en su nueva etapa” y llevaba la firma “M.D.N.”. Nadie abrió las sospechosas botellas hasta el 5 de setiembre cuando Cecilia Fontana bebió una copa y murió envenenada.
Ese 31 de agosto se realizaba una sesión del Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) en el que, según rumores políticos de la época, el régimen podía llegar a destituir al presidente de facto Aparicio Méndez y se podía nombrar un triunvirato (un blanco, un colorado y un militar) para un proceso de apertura.
En ese quinto año de la dictadura se había desatado una lucha de poder interno entre el comandante en jefe del Ejército, teniente general Gregorio Alvarez, y la logia Tenientes de Artigas, fundada por el general Mario Aguerrondo, candidato presidencial blanco, junto a Mario Heber, en 1971.
La fórmula Aguerrondo-Heber había contado con el apoyo de un grupo ultranacionalista que, con apoyo de la embajada norteamericana, había editado la publicación “Azul y Blanco”, en cuya dirección figuraba un grupo de ultraderechistas vinculados al grupo Tradición, Familia y Propiedad (TFP).
En la interna militar, el director del Servicio de Información y Defensa (SID), general Amaury Prantl, y el jefe del Departamento III del SID, mayor José Nino Gavazzo, editaron la publicación clandestina “El Talero”, donde acusaban a Alvarez de “traidor” por hacer contacto con el exiliado Wilson Ferreira Aldunate, según declararon.
Aunque Prantl y Gavazzo fueron sancionados. Aparicio Méndez continuó en el gobierno por un par de años más, cuando el propio “Goyo” Alvarez asumió el cargo de presidente. El triunvirato cívico-militar nunca llegó a concretarse y Ferreira Aldunate terminó preso en 1984 cuando regresó al país.
El lobo con el rebaño
El 20 de setiembre de 1978 el comisario Hugo Campos Hermida, jefe de la Bridada de Narcóticos de la DNII, elevó al juez letrado Juan Carlos Larrieux el Oficio Nº 211 con sus conclusiones de la investigación sobre el homicidio de Cecilia Fontana de Heber.Nunca se aclaró por qué el caso lo tomó la Brigada de Narcótico, una dependencia financiada por el gobierno norteamericano (que también había creado la DNII) y nunca hubo un grupo policial de la División Homicidios en la investigación de un evidente asesinato.
En su informe, Campos Hermida aclaró que de todo el procedimiento fueron enteradas las autoridades policiales, quienes se hicieron presentes en el lugar: el jefe de Policía, coronel Julio César Bonelli, el jefe de día, inspector Yamandú Castro, y el director de DNII, Víctor Castiglioni, entre otros.
En la investigación se interrogó a Heber, a Pereyra, a Lacalle, a Julia Pou, al personal doméstico, a amigos y familiares, y a casi todos los vecinos (un contador que vivía junto a lo de Lacalle nunca fue interrogado) de la finca de Echevarriarza para intentar averiguar quién había llevado el vino.
En los peritajes se llegó a hacer pruebas caligráficas de decenas de mujeres que estudiaron en el Sacre Coeur, porque según el calígrafo Pedro María Achard de allí provenía la letra de las tarjetas. Hasta se hizo la prueba a personal policial de la DNII, pero sus nombres no están en el expediente.
Indagaron todas las ventas del plaguicida “Fosdrín” (dimetoxifosfinil) con el que el vino fue envenenado. Incluso a un sobrino del derechista Celio Riet, a cuyo nombre adquirió ese veneno. Riet, autor de La Orientalidad como Doctrina Nacional, quien estaba vinculado a Azul y Blanco, nunca declaró ante un juez.
Siete años después, reabierto el caso, el senador frenteamplista José Germán Arújo declaró que, según fuente propias, Celio Riet había sido ideólogo del crimen y una mujer policía la autora de las notas. Ninguno de ellos fue citado por el juez Eduardo Lombardi, quien en 1988 volvió a archivar la causa.
Datos sospechosos
En las distintas investigaciones policiales, judiciales y periodísticas se ha intentado hilvanar una serie de pistas y datos que surgen del expediente judicial, donde aparecen las actuaciones policiales, declaraciones de testigos y el trabajo de la investigadora parlamentaria. Todos hallan algo sospechoso.El Senado marcó en sus conclusiones de 1986 que había existido una “crisis de conducción” en la indagatoria. Algunos interrogatorios recuerdan a los breves “Informes Sambucetti”, el fiscal militar que preguntó a los torturadores si habían hecho desaparecer a fulano y aceptaba el “No” de los denunciados.
El fiscal Martín Salaberry escribió: “Han transcurrido casi dos años de los hechos que ameritan estas actuaciones y es la primera intervención que se otorga a la Fiscalía del Crimen, lo que torna totalmente inoperante su posibilidad de coadyuvar en la averiguación de un ilícito de magnitud desconocida en los anales criminológicos de nuestro país”.
Sin embargo, en la perspectiva de 28 años desde los hechos no se termina de avanzar en el móvil político del homicidio, y su vinculación con los contactos que el Partido Nacional realizaba con la dictadura y con la interna que enfrentaba a supuestos “aperturistas” y “duros” en las Fuerzas Armadas.
A principios de 1978 se había producido un fuerte choque entre la Armada Nacional y el Servicio de Información y Defensa (SID) por la detención de un par de dirigentes montoneros y los poster
iores operativos de captura contra opositores a la dictadura en Argentina y Uruguay.
A esos enfrentamientos se sumaba el que sostenían los Tenientes de Artigas con el comandante del Ejército Gregorio Alvarez, quien luego de suscribir la Orden Nº 77/77 por la que el mando se responsabilizaba de violaciones a los derechos humanos, comenzó a evidenciar una sospechosa ambición políticas.
En ese marco puede entenderse el ataque que Prantl (otro hombre cooptado por Estados Unidos) realizó contra Alvarez a través de “El Talero” en los meses de mayo y junio de aquel 1978, poco después que el secretario de Estado Cyrus Vance había llevado a Buenos Aires la nueva política de Jimmy Carter.
“Neutralizar” por “matar”
Ex miembros de la DNII reiteraron a LA REPUBLICA que aquel homicidio fue “alentado” por la Embajada de Estados Unidos en Montevideo, que “sugirió” a sus agentes “tocados” de la Brigada de Narcóticos que “neutralizaran” el operativo político. Pasiones y odios políticos llevaron a ejecutar un asesinato.Las fuentes reiteraron que el director de la DNII, inspector Castiglioni, elaboró un informe paralelo, en el que denunciaba la responsabilidad de la gente de la Brigada de Narcóticos en el homicidio, que fue llevado en mano al general Prantl, quien pese a su destitución seguía teniendo todo el poder en el SID.
El documento concluía que había sido un “trabajo interno” que adjudicaban a Hugo Campos Hermida. “Fue un disparate. Desde la embajada habían dicho que se debía ‘neutralizar’ a la dirigencia blanca y se entendió que había que matarlos”, narró uno de aquellos agentes ( LA REPUBLICA, 7/12/2006)
Campos Hermida era uno de los policías más implicados con los agentes de la CIA (el norteamericano Frank, el portorriqueño Raúl o el “ruso” Pedro) quienes mensualmente les pasaban un sobre con dinero. El “combo” con la sorpresita de McDonald’s”, diría el ex agente José Calace ( LA REPUBLICA, 1/1/2007)
Los informantes dos fuentes separadas coinciden en señalar a un ex agente de Narcóticos, de iniciales H. F., como el hombre que trasladó las botellas al domicilio de Lacalle. Ambos apuntan a una funcionara de iniciales R. L. como la posible autora de las misivas que llevaban los vinos envenenados en 1978.
Curiosamente, el carné de Policía de H. F. habría sido el que mostró a los agentes de Interpol el ex coronel Gilberto Vázquez cuando fueron a detenerlo en un departamento del barrio Palermo, donde se había ocultado durante su breve fuga del Hospital Militar.
La conexión norteamericana con la muerte de Cecilia Fontana de Heber no es descartada por el abogado Javier Barrios Bove, quien solicitó al Departamento de Estado abrir todos los archivos secretos que puedan tener información sobre el caso. Ningún documento desclasificado hasta hoy menciona el tema.
Uno de esos agentes, Frederick Latrash, era un agente de la CIA que hasta el presente siguió vinculado con con los círculos del poder norteamericano.
LA REPUBLICA además confirmó que el asesinato de “Jango” se planificó
en Montevideo a mediados de 1976, durante una reunión a la cual
asistieron el general Luis Queirolo, otro coronel uruguayo, el represor
del DOPS brasileño Sergio Paranhos Fleury y el agente de la CIA
Frederich W. Latrash. Mario Barreiro afirmó que a Goulart se le hizo un
cambio de pastillas en un medicamento para provocarle el infarto que lo
mató. El cambio se hizo en frascos que alteraron en sus estancias de
Maldonado (Uruguay) y Mercedes (Corrientes) como en el Hotel Liberty de
Buenos Aires, donde también se alojara Goulart.
Según dijo a la agencia Ansa João Vicente Goulart hijo del ex presidente Latrash, un asesor y compañero de armas del senador John McCain “participó de la conspiración para matar al ex presidente João Goulart durante su exilio”.
Latrash era “jefe de la oficina de CIA en Uruguay en 1976, donde se acordó eliminar a mi padre”, y “fue miembro del gabinete del senador John McCain”, el candidato presidencial republicano, precisó Goulart, quien es la voz cantante de la familia del mandatario depuesto por un golpe de Estado en 1964.
El 6 de diciembre de 1976, un mes después de la reunión secreta entre el jefe de la CIA y agentes brasileños en Uruguay, João Goulart fallecía tras sufrir un paro cardíaco en una estancia de la provincia de Corrientes, noreste argentino, frontera con Brasil. La presunción de la familia Goulart y de una comisión investigadora de la Legislatura de Rio Grande do Sul es que no fue una muerte natural sino un envenenamiento urdido en el marco del Plan Cóndor, la coordinación represiva de los regímenes militares sudamericanos en los 70.
Su padre ingirió supuestamente una sustancia letal a base de “cloruro de potasio o de sodio, que hace subir la presión arterial hasta producir un derrame”, y pasadas 48 horas del deceso es imposible hallar rastros de ella en el cadáver.
El colaborador de John McCain, Frederick Latrash, fue quien llevó a Montevideo el compuesto que agentes secretos colocaron en un pastillero del ex gobernante “Jango” Goulart.
El plan para eliminar a Goulart “en un primer momento se denominó Operación Escorpión y en él se involucraron Uruguay, Brasil y Estados Unidos”, aseguró João Vicente Goulart. Con todo, planteó, los elementos que relacionan al ex jefe de la Oficina de la CIA en Montevido, Latrash, con el supuesto crimen de diciembre de 1976, no son los únicos que involucran a ese agente con el Plan Cóndor y la desestabilización de gobiernos latinoamericanos.
Según dijo a la agencia Ansa João Vicente Goulart hijo del ex presidente Latrash, un asesor y compañero de armas del senador John McCain “participó de la conspiración para matar al ex presidente João Goulart durante su exilio”.
Latrash era “jefe de la oficina de CIA en Uruguay en 1976, donde se acordó eliminar a mi padre”, y “fue miembro del gabinete del senador John McCain”, el candidato presidencial republicano, precisó Goulart, quien es la voz cantante de la familia del mandatario depuesto por un golpe de Estado en 1964.
El 6 de diciembre de 1976, un mes después de la reunión secreta entre el jefe de la CIA y agentes brasileños en Uruguay, João Goulart fallecía tras sufrir un paro cardíaco en una estancia de la provincia de Corrientes, noreste argentino, frontera con Brasil. La presunción de la familia Goulart y de una comisión investigadora de la Legislatura de Rio Grande do Sul es que no fue una muerte natural sino un envenenamiento urdido en el marco del Plan Cóndor, la coordinación represiva de los regímenes militares sudamericanos en los 70.
Su padre ingirió supuestamente una sustancia letal a base de “cloruro de potasio o de sodio, que hace subir la presión arterial hasta producir un derrame”, y pasadas 48 horas del deceso es imposible hallar rastros de ella en el cadáver.
El colaborador de John McCain, Frederick Latrash, fue quien llevó a Montevideo el compuesto que agentes secretos colocaron en un pastillero del ex gobernante “Jango” Goulart.
El plan para eliminar a Goulart “en un primer momento se denominó Operación Escorpión y en él se involucraron Uruguay, Brasil y Estados Unidos”, aseguró João Vicente Goulart. Con todo, planteó, los elementos que relacionan al ex jefe de la Oficina de la CIA en Montevido, Latrash, con el supuesto crimen de diciembre de 1976, no son los únicos que involucran a ese agente con el Plan Cóndor y la desestabilización de gobiernos latinoamericanos.
(http://www.lr21.com.uy/politica/337901-asesor-de-mccain-vinculado-con-la-muerte-de-joo-goulart)
Lo cierto es que Jango era vigilado por los servicios de inteligencia uruguayos desde el mismo momento en que se asiló en Uruguay tras ser derrocado por el golpe de Estado en 1964.
Ambos documentos desclasificados de los archivos de la dictadura
uruguaya serán entregados hoy a las 14.30 horas al Dr. Julio de Castro
Junior, fiscal regional de los Derechos Ciudadanos, quien por mandato de
la Fiscalía General de la Nación es el encargado del caso en el que se
indaga sobre la muerte del ex presidente brasileño.
Krischke afirmó a LA REPUBLICA que considera “una vergüenza para Brasil que hasta ahora no se haya realizado una investigación profunda y seria de los hechos que determinaron la muerte de Goulart, así sea para afirmar sin lugar a dudas que la suya fue una muerte natural”, explicó.
“Nos preocupa que no exista un documento que testifique la “causal mortis” y que sólo haya una certificación de defunción firmada por un médico pediatra de Mercedes, Entre Ríos, donde se dice que la causal de la muerte fue “enfermedad”. No se hizo una autopsia y un presidente de Brasil fue enterrado de camisa, jeans y sin zapatos”, alertó.
Silencio “sepulcral”
Krischke y el nieto de Goulart explicaron que se ha pedido constantemente al gobierno de Brasil que pida oficialmente a Estados Unidos todos los documentos desclasificados que se refieran a João Goulart, pero hasta el momento ha habido un “sepulcral” silencio oficial, porque implicaría abrir otros archivos sobre la dictadura brasileña.
Christopher Goulart y Krsichke también exhibieron a la prensa brasileña el documento de la policial DNII que LA REPUBLICA publicó en su edición de 3 de octubre de 2008, en el que se confirma que “Jango” era vigilado por el Ejército, la Policía y hasta por el Departamento de Narcóticos, quienes registraban todos sus pasos y contactos.
En particular, subrayaron las anotaciones que señalan que João Goulart se reunió en Buenos Aires con Zelmar Michelini y el derrocado ex presidente de Bolivia, general Juan José Torres, ya que ambos fueron asesinados por el Plan Cóndor, ya que implica que también argentinos y, probablemente, brasileños seguían a Jango en Buenos Aires.
Los documentos policiales uruguayos también registraban los detalles de una “maniobra” de Estado por la que “Jango” se vio obligado a renunciar a su asilo político, otorgado en 1964, para tramitar una residencia en Uruguay que nunca le fue otorgada y determinó su radicación en la estancia de Las Mercedes donde finalmente murió.
El testimonio del ex agente uruguayo Mario Ronald Barreiro Neira, entrevistado por LA REPUBLICA en una cárcel de Porto Alegre en 2002, sostiene que João Goulart fue asesinado por el Plan Cóndor en un operativo denominado “Operación Escorpión” decidida por Uruguay, Brasil y Estados Unidos.
Krischke afirmó a LA REPUBLICA que considera “una vergüenza para Brasil que hasta ahora no se haya realizado una investigación profunda y seria de los hechos que determinaron la muerte de Goulart, así sea para afirmar sin lugar a dudas que la suya fue una muerte natural”, explicó.
“Nos preocupa que no exista un documento que testifique la “causal mortis” y que sólo haya una certificación de defunción firmada por un médico pediatra de Mercedes, Entre Ríos, donde se dice que la causal de la muerte fue “enfermedad”. No se hizo una autopsia y un presidente de Brasil fue enterrado de camisa, jeans y sin zapatos”, alertó.
Silencio “sepulcral”
Krischke y el nieto de Goulart explicaron que se ha pedido constantemente al gobierno de Brasil que pida oficialmente a Estados Unidos todos los documentos desclasificados que se refieran a João Goulart, pero hasta el momento ha habido un “sepulcral” silencio oficial, porque implicaría abrir otros archivos sobre la dictadura brasileña.
Christopher Goulart y Krsichke también exhibieron a la prensa brasileña el documento de la policial DNII que LA REPUBLICA publicó en su edición de 3 de octubre de 2008, en el que se confirma que “Jango” era vigilado por el Ejército, la Policía y hasta por el Departamento de Narcóticos, quienes registraban todos sus pasos y contactos.
En particular, subrayaron las anotaciones que señalan que João Goulart se reunió en Buenos Aires con Zelmar Michelini y el derrocado ex presidente de Bolivia, general Juan José Torres, ya que ambos fueron asesinados por el Plan Cóndor, ya que implica que también argentinos y, probablemente, brasileños seguían a Jango en Buenos Aires.
Los documentos policiales uruguayos también registraban los detalles de una “maniobra” de Estado por la que “Jango” se vio obligado a renunciar a su asilo político, otorgado en 1964, para tramitar una residencia en Uruguay que nunca le fue otorgada y determinó su radicación en la estancia de Las Mercedes donde finalmente murió.
El testimonio del ex agente uruguayo Mario Ronald Barreiro Neira, entrevistado por LA REPUBLICA en una cárcel de Porto Alegre en 2002, sostiene que João Goulart fue asesinado por el Plan Cóndor en un operativo denominado “Operación Escorpión” decidida por Uruguay, Brasil y Estados Unidos.
(http://www.lr21.com.uy/politica/350912-jango-era-un-subversivo-para-la-dictadura-uruguaya).
También es cierto que murió un mes después de ser víctima de una manipulación de la dictadura uruguaya por la que lo obligaron a renunciar a la condición de asilado que tenía desde 1964 para darle una radicación que finalmente no le otorgaron
El material desclasificado, parte de un voluminoso paquete de
documentos que no incluye archivos ni del Ministerio del Interior ni del
Ministerio de Defensa, genera ahora nuevas suspicacias sobre cómo murió
“Jango” el 6 de diciembre de 1976 en su estancia de Las Mercedes en la
provincia de Corrientes.
Desde el año 2002, cuando el ex agente uruguayo Mario Ronald Barreiro Neira declaró a LA REPUBLICA que Goulart había sido asesinado en el marco del Plan Cóndor, a pedido de la dictadura brasileña y luego de un intenso seguimiento en Uruguay, el episodio de su muerte está siendo revisado.
Fue entonces que se desarchivó un viejo expediente, fechado el 28 de febrero de 1972, en el que el juez penal de 18º turno había informado al presidente Jorge Pacheco Areco que desde Brasil llegó un exhorto por el que se requería al ex mandatario en un juicio iniciado en su país.
Esa requisitoria había llegado al asesor letrado del gobierno, doctor González Lapeyre, quien el 27 de febrero de 1975 opinó que había que informar de los obrados al propio Joao Goulart para que decidiera si renunciaba a su condición de asilado político para que se le otorgara la residencia definitiva.
Aquel 5 de diciembre de 1975, el asesor letrado de la cancillería, doctor Juan Carlos Laurido, labró un rápido expediente para que Goulart se pronunciara sobre su renuncia al asilo político y como en varias citaciones no se ubicó al asilado se derivó nuevamente el caso al Ministerio del Interior.
El trámite se habría terminado por constituir en un cerco para Goulart, quien para salir e ingresar libremente de Uruguay debía tramitar su radicación definitiva en el país, pero para lograr ese beneficio tenía que renunciar antes a la condición de asilado político que tenía desde 1964.
“Al realizar ante esa Secretaría de Estado tal planteamiento, señalo que no me anima otra intención que la de proceder de acuerdo al ordenamiento jurídico vigente, que reclama dicha actitud, como requisito previo y fundamental para solicitar la residencia en esta República”, explicaba la solicitud de Jango.
El mismo día, la nota pasó a la Dirección de Política Exterior y en la misma jornada al Departamento Jurídico de la Cancillería, donde el eficiente asesor letrado doctor Juan Carlos Laurido indicó que correspondía a la Presidencia la anulación del asilo y a la Dirección de Migraciones el pedido de residencia.
Ese 9 de noviembre, en su informe Nº 339/976, el asesor Laurido proponía, para que se dejara sin efecto el asilo, un proyecto de resolución que sin modificarse en una coma fue aprobado el 16 de noviembre por el presidente Aparicio Méndez y el canciller interino Guido Michelín Salomón.
Sólo dos días después, el propio Laurido se honraba en enviarle una nota al ministro del Interior, general Hugo Linares Brum, para comunicarle que el ex presidente Joao Goulart ya no contaba con el amparo del asilo político. Jango había quedado totalmente desamparado.
Goulart viajó a Buenos Aires, donde se alojó en el mismo Hotel Liberty en el que tantas veces había compartido hospedaje con su amigo Zelmar Michelini, luego viajó a su estancia en Las Mercedes, Corrientes, donde se produjo su muerte, tres días antes de que se cumpliera un mes de su pedido de desasilo.
En mayo de ese mismo 1976, el propio Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz también habían quedado desamparados, cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay se negó a renovarles el pasaporte. Ambos fueron secuestrados el 18 de mayo y aparecieron acribillados dos días después.
Algo parecido le había ocurrido dos años antes al chileno ex ministro de Defensa del gobierno socialista de Salvador Allende. El general Carlos Prats, exilado en Argentina, no obtuvo el pasaporte de su país y terminó siendo asesinado por un explosivo en su auto el 30 de setiembre de 1974.
Forzar la condición de indocumentado, parece constituirse en uno de los elementos coincidentes en el “modus operandi” de la coordinación represiva de las dictaduras conocida como Plan Cóndor, a quien ahora comienza a adjudicarse, con más fuerza, la muerte (o el asesinato) de Joao Goulart.
Desde el año 2002, cuando el ex agente uruguayo Mario Ronald Barreiro Neira declaró a LA REPUBLICA que Goulart había sido asesinado en el marco del Plan Cóndor, a pedido de la dictadura brasileña y luego de un intenso seguimiento en Uruguay, el episodio de su muerte está siendo revisado.
El anzuelo
El trámite por el que Goulart perdió su condición de asilado en Uruguay había comenzado el 5 de diciembre de 1975, cuando el dictatorial Ministerio del Interior inició un expediente ante la Cancillería porque Goulart viajaba al exterior y regresaba a Uruguay aprovechando su estatus de refugiado político.Fue entonces que se desarchivó un viejo expediente, fechado el 28 de febrero de 1972, en el que el juez penal de 18º turno había informado al presidente Jorge Pacheco Areco que desde Brasil llegó un exhorto por el que se requería al ex mandatario en un juicio iniciado en su país.
Esa requisitoria había llegado al asesor letrado del gobierno, doctor González Lapeyre, quien el 27 de febrero de 1975 opinó que había que informar de los obrados al propio Joao Goulart para que decidiera si renunciaba a su condición de asilado político para que se le otorgara la residencia definitiva.
Aquel 5 de diciembre de 1975, el asesor letrado de la cancillería, doctor Juan Carlos Laurido, labró un rápido expediente para que Goulart se pronunciara sobre su renuncia al asilo político y como en varias citaciones no se ubicó al asilado se derivó nuevamente el caso al Ministerio del Interior.
El trámite se habría terminado por constituir en un cerco para Goulart, quien para salir e ingresar libremente de Uruguay debía tramitar su radicación definitiva en el país, pero para lograr ese beneficio tenía que renunciar antes a la condición de asilado político que tenía desde 1964.
El desasilo
El 9 de noviembre de 1976, el ciudadano brasileño Joao Belchior Marques Goulart envió una carta al ministro de Relaciones Exteriores, Juan Carlos Blanco, para, según lo requerido, renunciar al asilo político que Uruguay le había dado el 1º de abril de 1964, el día después de ser derrocado en Brasil.“Al realizar ante esa Secretaría de Estado tal planteamiento, señalo que no me anima otra intención que la de proceder de acuerdo al ordenamiento jurídico vigente, que reclama dicha actitud, como requisito previo y fundamental para solicitar la residencia en esta República”, explicaba la solicitud de Jango.
El mismo día, la nota pasó a la Dirección de Política Exterior y en la misma jornada al Departamento Jurídico de la Cancillería, donde el eficiente asesor letrado doctor Juan Carlos Laurido indicó que correspondía a la Presidencia la anulación del asilo y a la Dirección de Migraciones el pedido de residencia.
Ese 9 de noviembre, en su informe Nº 339/976, el asesor Laurido proponía, para que se dejara sin efecto el asilo, un proyecto de resolución que sin modificarse en una coma fue aprobado el 16 de noviembre por el presidente Aparicio Méndez y el canciller interino Guido Michelín Salomón.
Sólo dos días después, el propio Laurido se honraba en enviarle una nota al ministro del Interior, general Hugo Linares Brum, para comunicarle que el ex presidente Joao Goulart ya no contaba con el amparo del asilo político. Jango había quedado totalmente desamparado.
El desamparo
El expediente desarchivado por la actual Cancillería uruguaya no deja entrever cuál fue la consecuencia del informe al Ministerio del Interior, pero resulta curioso que luego del trámite a “Jango” no se le otorgara la residencia definitiva y tuviera que abandonar el país.Goulart viajó a Buenos Aires, donde se alojó en el mismo Hotel Liberty en el que tantas veces había compartido hospedaje con su amigo Zelmar Michelini, luego viajó a su estancia en Las Mercedes, Corrientes, donde se produjo su muerte, tres días antes de que se cumpliera un mes de su pedido de desasilo.
En mayo de ese mismo 1976, el propio Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz también habían quedado desamparados, cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay se negó a renovarles el pasaporte. Ambos fueron secuestrados el 18 de mayo y aparecieron acribillados dos días después.
Algo parecido le había ocurrido dos años antes al chileno ex ministro de Defensa del gobierno socialista de Salvador Allende. El general Carlos Prats, exilado en Argentina, no obtuvo el pasaporte de su país y terminó siendo asesinado por un explosivo en su auto el 30 de setiembre de 1974.
Forzar la condición de indocumentado, parece constituirse en uno de los elementos coincidentes en el “modus operandi” de la coordinación represiva de las dictaduras conocida como Plan Cóndor, a quien ahora comienza a adjudicarse, con más fuerza, la muerte (o el asesinato) de Joao Goulart.
(http://www.lr21.com.uy/politica/333205-un-mes-antes-de-morir-goulart-debio-renunciar-al-asilo-politico-en-uruguay).
El tema terminó siendo reinvestigado por los tres poderes del Estado en Brasil, donde finalmente quedó instalada en forma oficial la presunción del crimen, una vez que Barreiro Neira ratificó formalmente lo que me había dicho, ante las autoridades.
El testimonio de Barreiro Neira, ha sacudido el ámbito político
brasileño desde que en el año 2002 el ex agente fue entrevistado por LA
REPUBLICA y, por primera vez, sostuvo que el fallecimiento de Goulart no
se produjo por un ataque cardíaco, como consta oficialmente, sino por
un elaborado plan criminal.
Barreiro Neira, quien mantuvo luego su testimonio ante otros medios de comunicación, volvió a declarar que Goulart fue asesinado ante la Comisión Parlamentaria Investigadora de la Asamblea Legislativa de Porto Alegre y frente a la Secretaría Especial de Derechos Humanos del gobierno de Lula.
La sesión declaratoria de Barreiro Neira, en la que participaron LA REPUBLICA y el abogado Javier Barrios Bove, patrocinante de una causa en Uruguay por el homicidio en 1978 de Cecilia Fontana de Heber, determinaría que el legislativo de Río Grande do Sul pida al Estado brasileño desclasificar los archivos de la dictadura y reclame documentos a Estados Unidos.
También participaron de la reunión, el nieto del derrocado presidente, Christopher Goulart, y el consejero del Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre, Jair Krischke, quienes también interrogaron a Barreiro Neira, quien aceptó entregar una copia de un libro de siete tomos que escribe desde hace nueve años, cuando cayó preso en Brasil.
Barreiro Neira fue procesado por tráfico de armas y el robo de un banco y carros blindados en el sur de Brasil a fines de los años noventa, cuando integraba una banda cuyo “modus operandi” resultaba sospechosamente similar al empleado por la llamada “polibanda” que asoló Uruguay a mediados de esa década.
Durante la sesión, el delincuente uruguayo describió en detalles el funcionamiento de un grupo de tareas llamado “Gamma”, integrado, mayoritariamente, por agentes de inteligencia policial, que durante la dictadura coordinaba operaciones con el Servicio de Información y Defensa (SID) y la Oficina Coordinadora de Operaciones Antisubversivas (OCOA).
Según se desprende de su relato, el grupo “Gamma” estaba liderado por el inspector Homero Vaz (Mayor Herodes), y era integrado por los agentes Héctor Euguren (Teniente Apolo), Mario Alvarez Reyes (Alférez Aquiles), Mario Barreiro (Teniente Tamuz), el contador Elías Cohen (Agente Roy) y el médico Carlos Milies (Capitán Adonis), entre otros que se alternaron.
Las pastillas, según Barreiro, fueron elaboradas por el fallecido médico uruguayo Carlos Milies (alias Capitán Adonis) quien también habría sido el responsable de colocar el veneno en tres botellas de vino enviadas a dirigentes del Partido Nacional en agosto de 1978, por las cuales murió envenenada Cecilia Fontana de Heber, esposa del líder blanco Mario Heber.
Aunque afirma que el Grupo Gamma se creó bajo el mando de Queirolo, fuera de los otros servicios de inteligencia policiales y militares para evitar ser infiltrados por agentes de la embajada norteamericana, Barreiro admite que dinero, vehículos y armamento utilizados en “tareas”, fueron aportados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos.
Barreiro Neira, quien durante sus años como agente habría revestido como “cobertura” en el Batallón de Artillería 1 del Ejército, en el Departamento Comunicaciones de la Policía y hasta en la Prefectura Nacional Naval, declara tener miedo por su seguridad física y afirma que varios de sus compañeros, entre ellos el propio Capitán Adonis, pudieron ser asesinados.
El nuevo testimonio del “Teniente Tamuz” y su voluminoso libro serán ahora estudiados por la investigadora parlamentaria y el órgano presidencial para los derechos humanos, quienes intentarán cotejar la información de Barreiro Neira en documentos secretos del Estado y a través del testimonio de otros agentes en Brasil, Estados Unidos y Uruguay.
Barreiro Neira, quien mantuvo luego su testimonio ante otros medios de comunicación, volvió a declarar que Goulart fue asesinado ante la Comisión Parlamentaria Investigadora de la Asamblea Legislativa de Porto Alegre y frente a la Secretaría Especial de Derechos Humanos del gobierno de Lula.
La sesión declaratoria de Barreiro Neira, en la que participaron LA REPUBLICA y el abogado Javier Barrios Bove, patrocinante de una causa en Uruguay por el homicidio en 1978 de Cecilia Fontana de Heber, determinaría que el legislativo de Río Grande do Sul pida al Estado brasileño desclasificar los archivos de la dictadura y reclame documentos a Estados Unidos.
El grupo Gamma
Barreiro Neira fue conducido esposado a una lúgubre oficina de la prisión, donde lo aguardaban representantes de los tres poderes del Estado: el presidente de la comisión investigadora, diputado Adroaldo Loureiro (PTB), el titular de la Secretaría de Derechos Humanos, Fermino Fechio, y la procuradora fiscal de la República, Suzete Bragaguala.También participaron de la reunión, el nieto del derrocado presidente, Christopher Goulart, y el consejero del Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre, Jair Krischke, quienes también interrogaron a Barreiro Neira, quien aceptó entregar una copia de un libro de siete tomos que escribe desde hace nueve años, cuando cayó preso en Brasil.
Barreiro Neira fue procesado por tráfico de armas y el robo de un banco y carros blindados en el sur de Brasil a fines de los años noventa, cuando integraba una banda cuyo “modus operandi” resultaba sospechosamente similar al empleado por la llamada “polibanda” que asoló Uruguay a mediados de esa década.
Durante la sesión, el delincuente uruguayo describió en detalles el funcionamiento de un grupo de tareas llamado “Gamma”, integrado, mayoritariamente, por agentes de inteligencia policial, que durante la dictadura coordinaba operaciones con el Servicio de Información y Defensa (SID) y la Oficina Coordinadora de Operaciones Antisubversivas (OCOA).
Según se desprende de su relato, el grupo “Gamma” estaba liderado por el inspector Homero Vaz (Mayor Herodes), y era integrado por los agentes Héctor Euguren (Teniente Apolo), Mario Alvarez Reyes (Alférez Aquiles), Mario Barreiro (Teniente Tamuz), el contador Elías Cohen (Agente Roy) y el médico Carlos Milies (Capitán Adonis), entre otros que se alternaron.
Agentes “muertos”
Mario Barreiro afirma que a Goulart se le hizo un cambio de pastillas en un medicamento para provocarle el infarto que lo mató. El cambio se hizo en frascos que alteraron en sus estancias de Maldonado y de Mercedes (Corrientes), como en el Hotel Liberty de Buenos Aires, donde habrían contado con el apoyo de un agente argentino llamado Héctor Rodríguez.Las pastillas, según Barreiro, fueron elaboradas por el fallecido médico uruguayo Carlos Milies (alias Capitán Adonis) quien también habría sido el responsable de colocar el veneno en tres botellas de vino enviadas a dirigentes del Partido Nacional en agosto de 1978, por las cuales murió envenenada Cecilia Fontana de Heber, esposa del líder blanco Mario Heber.
Aunque afirma que el Grupo Gamma se creó bajo el mando de Queirolo, fuera de los otros servicios de inteligencia policiales y militares para evitar ser infiltrados por agentes de la embajada norteamericana, Barreiro admite que dinero, vehículos y armamento utilizados en “tareas”, fueron aportados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos.
Barreiro Neira, quien durante sus años como agente habría revestido como “cobertura” en el Batallón de Artillería 1 del Ejército, en el Departamento Comunicaciones de la Policía y hasta en la Prefectura Nacional Naval, declara tener miedo por su seguridad física y afirma que varios de sus compañeros, entre ellos el propio Capitán Adonis, pudieron ser asesinados.
El nuevo testimonio del “Teniente Tamuz” y su voluminoso libro serán ahora estudiados por la investigadora parlamentaria y el órgano presidencial para los derechos humanos, quienes intentarán cotejar la información de Barreiro Neira en documentos secretos del Estado y a través del testimonio de otros agentes en Brasil, Estados Unidos y Uruguay.
(http://www.lr21.com.uy/politica/311082-el-ejecutivo-el-parlamento-y-la-justicia-de-brasil-investigan-muerte-de-joao-goulart)
Se manejó entonces la posibilidad de que Jango también fuera una víctima de la Operación Cóndor, como había denunciado su amigo, el uruguayo Foch Díaz, de quien legué una grabación que denunciaba otras misteriosas muertes que apuntaban a una conspiración.
La Conspiración Goulart
LA FAMILIA DE JANGO NO DESCARTA PRESENTAR DENUNCIA PENAL EN URUGUAY PARA QUE SE INDAGUE
La conspiración Goulart
A 34 años del fallecimiento del ex presidente brasileño Joao Goulart, surgen nuevos indicios de su sospechosa muerte, que podrían derivar en una denuncia penal en Uruguay para que se indague sobre la existencia de una conspiración en la que participaron represores brasileños, militares uruguayos y agentes de la CIA norteamericana. 15 testigos que sospechaban de su asesinato fallecieron consecutivamente de ataques al corazón.
ROGER RODRIGUEZ
(rogerrodriguez@adinet.com.uy)
Desde que Joao Goulart falleció el 6 de diciembre de 1976 de un ataque al corazón en su estancia de Las Mercedes, en la provincia de Corrientes, Argentina, han existido dudas y sospechas sobre si su deceso fue por causas naturales (sufría del corazón) o había sido víctima de un atentado, similar al sufrido por otros políticos opositores a las dictaduras del cono sur.
Las autoridades argentinas no permitieron que el cuerpo de Goulart fuera sometido a una autopsia, sus restos fueron trasladados rápidamente a su natal San Borja, Brasil, sin pompas ni grandes cortejos. El entierro solo se demoró para esperar a su hijo Joao Vicente, que se encontraba radicado en Londres. Sólo sus familiares y algunos políticos estuvieron presentes en el entierro.
En el entorno de Goulart se generaron dudas sobre su muerte. Las sospechas, entre ellas la de su cuñado Leonel Brizola, derivaron años mas tarde en la creación de una Comisión Especial Investigadora sobre la muerte del ex presidente, de su antecesor Juselino Kubitscheck y del opositor Carlos Lacerda, quien también fallecieron en un breve plazo de tiempo.
En 1982, el uruguayo Enrique Foch Díaz –amigo de Goulart a quien le vendió su estancia “El Milagro” en Maldonado- intentó recopilar datos para hacer un libro donde contaría su relación con Jango. Inició entonces un trabajo con los periodistas Luis y Marta Viale que derivó en una imprevista indagación y un libro nunca editado que pudo constituirse en una importante denuncia.
Durante varios meses, los periodistas y Foch Díaz, entrevistaron a personas allegadas a Goulart y recogieron sospechas que no pudieron confirmar con pruebas, hasta que en su viaje a Corrientes, Argentina, fueron detenidos por agentes de la dictadura y vivieron un momento de sinsabores. Foch llegó a denunciar la muerte de Goulart ante la justicia de Corrientes.
Los Viale finalmente escribieron un libro titulado “Joao Goulart, muerte dudosa”, basado en las horas de grabación que habían recogido, pero la publicación que inicialmente había interesado al grupo Manchete de Brasil, que estaba dispuesto a comprar el texto y las grabaciones, finalmente no fue publicado. Los Viale y Foch tuvieron entonces discrepancias y se separaron.
El libro también fue enviado a Argentina, a través del entonces representante de editorial Planeta en uruguay, Enrique Piquet, pero en esos tiempos estallaba el escándalo de la “Propaganda Due” que comprometía a varios altos jerarcas de la dictadura militar y las editoriales consideraron que no era momento de publicar un libro que sospechara de la muerte de Goulart.
“El Crimen perfecto”
En el año 2000, Foch Díaz publicó en Arca el libro “Joao Goulart, el crimen perfecto”, donde –sin el apoyo de las grabaciones realizadas por los Viale- relata su versión de la investigación efectuada en los años ochenta e incluye la sospecha de que la muerte pudo estar en marcada en el “Plan Cóndor” cuya existencia se denunciaba a fines de los años noventa.
Junto a la publicación, Foch hizo una denuncia penal contra allegados a Goulart a quienes acusó de malversar fondos y bienes de la familia. Como respuesta, recibió una denuncia por difamación e injurias. Su principal testigo, el piloto Ruben Rivero, falleció de un ataque al corazón cuando viajaba a Uruguay. Nunca se recuperaron los documentos que traía como prueba.
En 2002, en una cárcel de Porto Alegre, el ex agente uruguayo Mario Barreiro Neira confesó que había participado de una “Operación Escorpión” por la que se provocó la muerte de Goulart al colocar dentro de su medicación para el corazón una pastilla preparada que provocaba el efecto contrario. Meses habría tardado en tomar la píldora envenenada.
Desde el año 2005, cuando se comienzan a desclasificar documentos secretos de la dictadura uruguaya, aparecieron datos que hicieron relevantes las sospechas sobre la muerte de Jango, quien murió cuando pretendía regresar a su país y que efectivamente era vigilado de cerca por los servicios de inteligencia de Uruguay a pedido de Brasil.
En su prontuario en la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, consta que el 9 de noviembre de 1976 había renunciado al asilo político que Uruguay le otorgó tras ser derrocado en 1964. Esa renuncia, requerida por la dictadura uruguaya para darle la radicación, lo dejó indocumentado y lo obligó a viajar a Corrientes, donde un mes y tres días más tarde murió.
La indocumentación también había sido una de las características que antecedieron las muertes de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, cuyos pasaportes fueron anulados poco antes de ser asesinados. Lo mismo ocurrió al ex ministro de Defensa del gobierno de Salvador Allende, general Carlos Prats, asesinado junto a su esposa el 30 de setiembre de 1974 en Buenos aires.
En los últimos años, la familia Goulart pasó a convencerse de que existían elementos que les hacen presumir que Jango fue en realidad asesinado y obligaron a reabrir la investigadora parlamentaria en Brasilia, donde se concluyó que existen evidencias fuertes para sospechar el magnicidio aunque no se hayan logrado pruebas concluyentes al respecto.
La grabación de Foch
En agosto de 2006, Enrique Foch Díaz, decide hacer la grabación en la que registra –con perspicacia y preocupación- los nombres de 15 personas que fallecieron por ataques al corazón (salvo una) y que estaban estrechamente ligadas a su investigación sobre la muerte de Joao Goulart. Con esos decesos consideraba perdidos definitivamente los testimonios (y las sospechas) que habían recogido durante meses de trabajo a principios de los años ochenta, cuando aún regían las dictaduras militares en la región.
En su testimonio Foch Díaz recuerda que entre 1975 y 1976 se produjeron los asesinatos en Argentina de los legisladores uruguayos Héctor Gutiérrez Ruiz y Zelmar Michelini, éste residente en el mismo Hotel Liberty donde solía hospedarse el derrocado presidente de Brasil, y que paralelamente se sucedieron las muertes sospechosas de los ex presidentes brasileños Juselino Kubitscheck (una accidente carretero) y Joao Goulart, como del ex candidato Carlos Lacerda. (tras una sencilla intervención quirúrgica)
En forma paralela a los antecedentes de lo que hoy se ha confirmado como la coordinación represiva de las dictaduras del cono sur conocida como el “Plan Cóndor”, Foch Díaz dejó registrado en audio la curiosa sucesión de muertes de allegados a Goulart y a su indagatoria, en lo que se asemeja a la lista de víctimas de una suerte de “maldición” faraónica:
“1) Cayetano Fior del Mondo Goulart, “Tito”, brasilero, cocinero durante diez años de la familia del presidente. Domiciliado en Artigas, Uruguay, muere de un ataque al corazón (…) integraba el grupo que prestó declaraciones grabadas sobre los hechos que rodearon la muerte de su patrón y amigo”
“2) Joao Alonso Minteguy, brasilero, ex diplomático en Uruguay, domiciliado en Montevideo. Actuaba de mediador con el gobierno militar de Brasil a los efectos de llevar a cabo un eventual regreso de Jango a su país. (…) se niega a grabar la entrevista sin dar razones (…) al cerrar la puerta, dice textual: “Al doctor lo mataron”. Muere poco después de un ataque al corazón”.
“3) La señora esposa de Minteguy, brasilera, presente en la entrevista, muere también del corazón sin poder yo precisar si fue antes o después que su esposo”.
“4) Jack Bloch, Jakito, brasilero, propietario de la revista Manchete. Compró (…) los derechos del libro “Joao Goulart, muerte dudosa” y los cassettes conteniendo las grabaciones de los entrevistas. El libro nunca fue publicado. Bloch murió del corazón”.
“5) Luis Viale, uruguayo, periodista. Fue autor, con su hermana Marta y el suscrito del libro. Es de hacer notar que tres copias de ese libro, como correspondía, fueron depositadas en la Biblioteca Nacional uruguaya. Esas tres copias desaparecieron. (…) Viale murió del corazón.”
Los pilotos de Jango
“6) Marcelino García Castro, Loyo, primer piloto uruguayo y empleado de Goulart. Estando detenido por integrar filas tupamaras en la cárcel de Libertad, muere del corazón (N. de R.: infarto al miocardio el 24 de julio de 1977)”.
“7) Hugo Wilkie, tercer piloto uruguayo empleado por Goulart. Contaba con buenas referencias por parte de la Fuerza Aérea. Tiene importante información grabada en los cassettes sobre el entorno a Goulart, en especial de su secretario Ivo Magalhaes y Claudio Braga. Murió del corazón.”
“8) Francisco Perossio, Pinocho, cuarto y último piloto empleado por Goulart. Testigo de los últimos momentos de Jango. Portador del aviso del coronel Davalos jefe de la policía militar brasilera en Porto Alegre sobre el peligro de la vida que corría el doctor tanto en Uruguay como en la Argentina, sugiriendo que debía regresar a Brasil o viajar a Europa. (…) Al recibir este aviso Goulart dispuso que sus hijos viajasen a Europa. (…) Peroccio participaba activamente de las grabaciones de las cintas dando testimonio y apoyo económico. También muere del corazón.”
“9) Ruben Rivero, segundo piloto uruguayo empleado por Goulart. (…) A poco del golpe de Estado, Rivero fue detenido por la SIFA, Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, y procesado por su vinculación al Movimiento Tupamaro (…) Cuando salió en libertad retomamos los contactos en Punta del Este donde yo me encontraba a la espera de realizar un negocio. (…) Fue el primero que me habló de su certeza de que el doctor fue asesinado y de la pasividad de sus deudos ante el fragante delito de robo y apropiaciones por gente del entorno de Goulart. A partir de ese momento realizó una seria investigación al respecto contactando con todas las personas del circulo de amistades y colaboradores de Goulart. En el año 2000 inicio acciones legales en el juzgado de Maldonado. Por estas acciones Ruben Rivero debía comparecer en calidad de testigo. Tenía que trasladarse desde la ciudad de buenos Aires, lugar de su residencia. En el viaje, a sólo seis horas de su comparecencia en el juzgado, a bordo del aliscafo murió de un ataque al corazón. La documentación referente al caso que portaba en el viaje frustrado, desapareció”.
“10) Maneco Suáres Leais, brasilero, piloto en Porto Alegre, empleado de Goulart desde su presidencia, (…) manejaba las entregas de dinero que los diferentes negocios rurales generaban (…). En oportunidad de un encuentro casual en la confitería La Fragata de Punta del Este me contó que también sabía que el doctor había sido asesinado. Murió del corazón.”
El entorno de Goulart
“11) Carlos De León, uruguayo, administrador de la estancia El Milagro. (…) Pocos días antes de su muerte, acaecida el 30 de abril del 2000, me llamó con la noticia de que estaba en formación una comisión investigadora en la Cámara de Diputados brasilera sobre los hechos que rodearon la muerte del doctor Goulart. (…) murió de un ataque fulminante al corazón.”
“12) Percy Penalvo, brasilero. Fiel administrador de la Estancia Rincón de Tacuarembó. Es la primera persona que me comenta junto con Rivero de las amenaza de muerte que recibió Goulart. Estas amenazas llegaron trasmitidas por Claudio Braga ex diputado en Pernambuco, Brasil, asilado político en Uruguay, que dependía de la ayuda económica del doctor y se desempeñaba como su secretario. (…) Murió del corazón.”
“13) Richard Rafael Ferrari, argentino, médico pediatra residente en Mercedes, provincia de Corrientes. Buscado en su casa en la madrugada del 6 de diciembre de 1976, atiende al doctor Goulart y certifica su muerte. Concurre a la comisaría de Mercedes donde hace denuncia y pide la realización de la autopsia y que quede constancia de su pedido. En oportunidad de la visita que le realizamos con Marta Viale y Juca Shepard grabamos sus declaraciones. La Comisión Investigadora brasilera lo visitó en Mercedes. No murió del corazón, su muerte ocurre a través de un extraño accidente automovilístico que solicito sea investigado”.
“14) General Antonio Cirilo, uruguayo, presidente de UTE y presidente de la represa del Palmar. En oportunidad de la visita que le realice (…) en su domicilio, le comento de que cómo es posible que el ingeniero Ivo Magalhaes, refugiado político, secretario de Goulart, esté al frente de la construcción de la represa de Palmar, emprendimiento más importante del gobierno militar uruguayo, realizado con crédito del Banco do Brasil. Cirilo me contestó: Me fue enviado por el general Aguerrondo. (…) El general Antonio Cirilo murió del corazón algún tiempo después.
“15) Leonel Brizola, ex gobernador de Río Grande, primero y luego de Rio de Janeiro, cuñado de Goulart. Fue alertado en 1977 por el general (Abdond) Raimundez, presidente del BROU de que su vida corría peligro y se asiló en Europa. Fue el principal impulsor de las investigaciones brasileras respecto a la muerte de Goulart, propiciando la creación de la comisión investigadora de diputados en el año 2000. Muere en el ascensor saliendo del consultorio médico que acababa de atenderlo.”
Allí finaliza el testimonio grabado de Enrique Foch Díaz, quien también falleció de un ataque al corazón en el año 2007, constituyéndose en el decimosexto testigo muerto que no podrá prestar declaración ante un juez que indague si en Uruguay, efectivamente, existió una conspiración para asesinar a Joao Goulart.
Foch Díaz
Enrique Foch Díaz, nacido en Bella Unión (1918) estudió en la Escuela Militar y realizó cursos de piloto aviador. Durante la segunda guerra mundial se alista como voluntario y es designado al África Ecuatorial Francesa (hoy Camerún) donde se desempeña como piloto de pruebas. Durante una misión fue derribado y rescatado por una patrulla. A su regreso a Uruguay ingresa a la Dirección de Aeronáutica como instructor. Compra un avión e invierte en tierras. Conoce a Joao Goulart al venderle en 1966 la estancia “El Milagro” en Maldonado. En 1982 pretendió hacer un relato de su relación con Jango e inició una indagación junto a los periodistas Marta y Luis Viale, quienes escribieron el libro “Goulart, muerte dudosa”, que nunca se llegó a editar. Finalmente escribió el libro “Joao Goulart, el crimen perfecto” (Arca,2000). Ese año denunció a miembros del entorno de Goulart por la apropiación y malversación de sus bienes y terminó siendo procesado por difamación.
Barreiro Neira
Desde el año 2002, el ex agente uruguayo Mario Ronald Barreiro Neira ha sostenido que Joao Goulart fue asesinado en el marco del Plan Cóndor, dentro de una “Operación Escorpión”, por la que se le realizaron seguimientos, escuchas telefónicas y, finalmente, se le hizo un cambio en la medicación que Jango tomaba para provocarle el infarto por el que murió en 1976.
En su testimonio, realizado por primera vez a este cronista en una cárcel de Porto Alegre, Barreiro Neira sostiene que la mortal medicación fue preparada por el médico forense uruguayo Carlos Milies, allegado a un grupo represivo llamado “Gamma”. Milies también habría preparado los vinos envenenados que en 1978 provocaron la muerte de Cecilia Fontana de Heber.
Barreiro Neira afirma que la muerte de Goulart se decidió en Montevideo en una reunión entre el represor brasileño Sergio Paranhos Fleury del DOPS (quien traía el pedido de asesinato del presidente brasileño general Ernesto Geisel), el general uruguayo Luis Vicente Queirolo y el agente norteamericano Frederik Latrash, jefe de la estación de la CIA en Montevideo.
Barreiro Neira dice que a Goulart le colocaron pastillas falsas en varios de los frascos de la medicación que utilizaba. Uno de ellos en el Hotel Liberty donde solía hospedarse y estaba radicado Zelmar Michelini. Un agente argentino que vigilaba al legislador uruguayo habría realizado el cambio del medicamento.
Barreiro Neira cumplió recientemente su condena en Brasil (fue preso por el asalto a un camión de caudales) y será extraditado en poco tiempo a Uruguay donde era requerido desde el año 2001 por su presunta participación en acciones de la llamada “polibanda” durante los años noventa.
“Subversivos”
Dos archivos desclasificados de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII), a pedido del activista brasileño Jair Krischke del Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre, dan cuenta de que en 1974 la dictadura uruguaya realizó seguimientos a Goulart y su entorno, al sospechar que se había contactado con el “subversivo” brasilero Fernando Soares, a quien se le tipificaba intermediar en el asilo de opositores hacia Suecia.
El “Parte Especial de Información Nº 28/974” del Estado Mayor del Ejército, firmado por el entonces coronel Ángel D. Barrios y el “Diligenciado Nº 233” de la DNII, suscrito por el entonces subcomisario Mario E, Fernández Fleitas, dan cuenta de la indagatoria realizada en febrero de aquel 1974 sobre ciudadanos brasileños que se encontraban radicados en Uruguay.
Entre los “subversivos” se incluye a Dagoberto Rodríguez, Edmundo Ferrao Moniz de Aragón, Ivo de Magalhaes, Joao Alonso Minteguy, Juan Carlos Parodi Minteguy, José Gimaraes Neiva Moreira, Carlos Olavo Da Cuña Pereira y el propio ex presidente Joao Melchor Marquez Goulart.
El documento del Ejército es el que registra que durante su visita a Argentina, Goulart se reunió con Zelmar Michelini, Enrique Erro y el ex presidente boliviano Juan José Torres. También se indica que Torres –a quien acusan de tener contacto con Montoneros- se había reunido con Perón.
Perón murió el 1º de julio de 1974 de un paro cardíaco. Zelmar Michelini fue asesinado en Buenos Aires el 18 de mayo de 1976. Juan José Torres fue asesinado en Buenos Aires el 2 de junio de 1976. Joao Goulart murió de un ataque al corazón en su estancia de Corrientes el 6 de diciembre de 1976.
“Tengo los cassettes”
La periodista Marta Viale confirmó a Caras&Caretas que en los años ochenta junto a su hermano Luis y su esposo Juca Sheppard, realizaron con Foch Díaz aquel trabajo de investigación sobre la muerte de Goulart, pero sostiene que nunca pudieron vender el libro, donde no se llegaba a nada concluyente.
Viale se indigna cuando se le explica que existe una grabación del fallecido Foch Díaz, quien le acusa de haber vendido a Manchete el libro original “Joao Goulart, muerte dudosa” sin compartir regalías. “Era un delirante, que nos costó tiempo y dinero a mi, mi hermano y mi esposo”, afirma al negar la denuncia.
Enrique Piquet, también confirmó la existencia de aquel libro que no pudo vender en Argentina por la situación política que se vivía y que había interesado a Jakito Bloch de Manchete. Piquet sostiene que nunca pudo confirmar por qué ese negocio no cerró en la publicación del trabajo.
Viale también afirma que en su casa de Punta del Este se encuentran (“en una caja de zapatos”) aquellas grabaciones realizadas hace 28 años (“siempre que Juca no les haya grabado música encima”) y se comprometió a buscar esos testimonios que se constituirían en prueba ante la justicia.
Miembros de la familia Goulart, señalaron por su parte que la familia analiza concretar una denuncia penal para que finalmente se indague en la justicia uruguaya si efectivamente en Montevideo existió una conspiración de Brasil, Uruguay y Estados Unidos que provocó la muerte de Jango.
(http://capturavidas.blogspot.com/2010/12/la-conspiracion-goulart.html).
La denuncia periodística y la investigación oficial llevaron a la realización de dos documentales, en los que tuve el honor de ser entrevistado... Uno de la TV Senado llamado "Jango en tres actos"
(http://www.youtube.com/playlist?list=PL63C8D93EA1CEA5CC).
Y otro de Paulo Henrique Fontenelle para Canal Brasil denominado "Dossier Jango"
(http://www.youtube.com/watch?v=XU385Q46ZBo).
El 27 de abril de 2012, acompañé como testigo a Christhopher Goulart, nieto de Jango, para iniciar una causa judicial en el juzgado federal de Paso de los Libres donde se denunció y documentó la investigación que realicé durante diez años y que, de una u otra manera, está ayudando hoy a reescribir la historia.
(http://www.cij.gov.ar/nota-9101-Informe-del-Juzgado-Federal-de-Paso-de-los-Libres-sobre-causa-por-delitos-de-lesa-humanidad.html)
Roger Rodríguez
(Periodista desocupado)
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