Ya habían pasado las 12 de la noche del sábado, cuando Jonathan Bragundy, de 26 años, llegó hasta los portones del predio que custodiaban los marinos: Juan Manual Escobar (22), Alex Guillenea (25) y Alan Rodríguez (31)
Bragundy, era compañero de quienes se encontraban custodiando esa zona, hasta marzo de este año. Tal vez, el frío otoñal, sumado a que eran allegados, hizo que los marinos se apiadaran y dejaran acceder al desertor de la Armada, quien argumentó que su pareja lo había echado.
Una vez en la vivienda, Guillenea y Rodríguez se pusieron a conversar con el recién llegado. Al rato, uno de los efectivos se puso los auriculares y comenzó a escuchar música, el otro, estaba entretenido con un videojuego.
El homicida aprovechó la oportunidad para decirles que iba a acostarse a dormir, en la habitación trasera, donde también estaba recostado Escobar, el más joven de los marinos que se encontraban allí. Eran sus 8 horas de descanso.
El asesino entabló un diálogo con el joven de 22 años, hasta que ambos dejaron de hablar. Ya eran casi las 2:00 de la mañana. Pocos minutos después, el hombre agarró el arma marca Glock del marinero dormido y se dirigió al hall de entrada.
Sin mediar palabras le dio un disparo en la cabeza a cada uno de los efectivos con los cuales había estado hacía poco rato. Su práctica y técnica para disparar, se notaron en cada uno de los disparos, según señalaron los investigadores que trabajaron en el caso.
Inmediatamente después, el asesino desquiciado fue por el dueño del arma, quien ofreció pelea, y por eso mismo, le propinó cuatro disparos: en el pecho, la pierna, el brazo y otro en la cabeza.
Seguidamente, le robó el arma de reglamento a los otros dos, las puso en una mochila y escapó por los fondos del predio, que tiene perímetro delimitado por un tejido de dos metros de alto, aproximadamente. No lo saltó. Rompió una parte baja, arrancándolo de las vigas del piso
Según las versiones del homicida, que fueron bastantes confusas, vendió dos armas en bocas de la zona, pese a que después dijo que él no había participado del negocio, y acusó a otra persona sobre la venta. En el mercado negro, cada Glock tiene un valor aproximado de $ 30.000.
Sobre las 4:00 de la mañana, el homicida llegó hasta una casa de la calle Bulgaria, entre Rusia y Charcas. En la mochila, ahora, tenía un arma y tres cargadores. Se acostó a dormir, en la habitación que le alquilaba a una pareja de amigos.
En la mañana temprano, se levantó, fue a la peluquería, se cortó el pelo y se tiñó. Fue a la carnicería, compró algunos insumos para la parrilla, y también se hizo de un nuevo celular.
Volvió al apartamento que está a medio camino de un pasaje, y agasajó a los propietarios que le alquilaban la habitación: Lucía y Héctor. En esa oportunidad aprovechó para contarles que él había sido el autor del triple crimen del que todo el país estaba hablando, horrorizado.
Algunas horas después, la policía recibía la información del autor del crimen y de sus encubridores. En un allanamiento el lunes por la tarde, la policía dio con Bragundy y los otros dos.
Como prueba material, Policía Científica encontró en el calzado del homicida, manchas de sangre, tres cargadores, y debajo del colchón de la cama de la mujer, el arma de uno de los marinos, según se cotejó con el número de serie correspondiente a la Armada Nacional.
En la escena del crimen, también se encontraron rastros del homicida: un bello, y huellas de la palma de la mano en el picaporte de la puerta del cuarto. Además, huellas de los dedos en otro sector de la casa.
Todo esto, fue más que suficiente para que la Fiscal Mirta Morales, terminara por imputar de homicidio muy especialmente agravado al autor, y de encubrimiento a los otros dos.
¿El móvil? El robo de las armas y su posterior venta. Una masacre por tres míseras armas, que se investigará si fue un encargo narco desde una boca, o la simple locura de un resentido que terminó con la vida de tres jóvenes marinos.
>>> Tiene memoria
... pero no se acuerda de los desaparecidos
El ex presidente y actual senador colorado Julio María Sanguinetti
hizo un paralelismo entre el asesinato de los tres infantes de Marina en
el Cerro de Montevideo con el asesinato de cuatro soldados ocurrido el
18 de mayo de 1972.
«Los que tenemos algunas historias vividas de los tiempos de
violencia se nos vino a la memoria lo de mayo de 1972, cuando cuatro
soldados que estaban haciendo guardia fueron también asesinados.
Aquellos eran tiempos de violencia política, hoy estamos en tiempos de
violencia delictiva».
>>> Carlos Pelaez sobre la hipocresía uruguaya
No fue el crimen organizado, no fue el Primer Comando de la Capital,
no fueron grupos de ultraizquierda, el asesinato de tres infantes de
marina fue obra de un tipo desquiciado por el consumo de drogas.
El
asesino había sido expulsado del FUSNA en el año 2014 acusado de
consumir drogas. ¿Saben los responsables cuántos policías y militares
consumen drogas? ¿Entienden los responsables que esa es una enorme
debilidad que promueve corrupción?
El fiscal Diego Pérez acaba de
afirmar públicamente que “profesionales que trabajan en el Estado,
también asesoran a los narcos”. Esto que es de una gravedad inusitada no
ha merecido ninguna consideración pública de otras autoridades.
El estado uruguayo tiene 14 agencias de Inteligencia. ¿No será mucho para tan poco?
>>> La guerra contra las drogas
El asesino de los marinos y ladrón de armas era exmilitar. También
robaron armas de cuarteles. Se descubrió la venta de nafta de avión por
parte de funcionarios de la fuerza aérea
para los narcos. Hubo casos de Policías que simularon robo y vendieron
sus armas a organizaciones del crimen organizado. Paternain viene
planteando hace tiempo que si el narcotráfico se extiende, como se ha
extendido, es porque hay complicidades a nivel de los aparatos
represivos, pero mucha repercusión no tuvo. Seguramente muchos
propongan ahora más policías y hasta militares para reprimir el
narcotráfico, pero aparte de que esta estrategia ha fracasado
estrepitosamente en toda América Latina, la llamada "guerra contra las
drogas", todo indica que algunos miembros de los aparatos represivos son
parte del problema y una parte significativa.
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