23 de junio de 2020 | Escribe: Jorge Notaro
El Frente Amplio (FA) no marca claramente las diferencias con el gobierno, no confronta, sus mensajes son contradictorios y confusos, pierde identidad como proyecto político alternativo. La dirección no asumió su responsabilidad en la catástrofe electoral de octubre y no puede hacer otra cosa que repetir los errores. Agravando la situación, sus organismos de elaboración y decisión son ignorados una vez más por el doctor Tabaré Vázquez.
Al mismo tiempo, la resistencia al proyecto restaurador del gobierno de la coalición marrón creció desde las bases y se ha manifestado en la movilización de noviembre de 2019, en la creciente fortaleza del movimiento feminista, en la explosión de las ollas populares, en las actividades del 20 de mayo y en el acto del 4 de junio. Es un gran desafío para el FA canalizar este espíritu de lucha, lo que sólo será posible si cambia.
No olvidar de dónde venimos
Hace mucho tiempo que está encajonado el estatuto de creación del FA que establece en su primer artículo: “El Frente Amplio, fuerza política de cambio y justicia social, creación histórica permanente del pueblo uruguayo, de concepción nacional, progresista, democrática, popular, antioligárquica y antiimperialista, se integra por todos aquellos sectores políticos y ciudadanos que adhieren a los principios y objetivos establecidos en la Declaración Constitutiva del 5 de febrero de 1971, en las Bases Programáticas y en el Acuerdo Político, conformando una organización con el carácter de coalición-movimiento y que se compromete al mantenimiento y defensa de la unidad, al respeto recíproco de la pluralidad ideológica y al acatamiento de las resoluciones tomadas por los organismos pertinentes según lo estipulado por el presente Estatuto”.1
Nadie cuestiona los aportes del general Liber Seregni, pero pocos los tienen en cuenta. Los compañeros de la publicación digital Qué Hacer nos recuerdan su pensamiento con la siguiente cita de su discurso en el primer Congreso del FA, en diciembre de 1971: “Lo que nuestro Frente se propone [...] es la sustitución de las clases en el poder, desplazar del poder a la oligarquía y llevar al pueblo a gobernar”.
Los análisis y las propuestas políticas no son una biblia vigente al margen de los cambios en el proceso histórico. La vigencia del artículo 1º del estatuto, así como de la cita del general Seregni, se fundamentan en que las clases en el poder son las mismas, la oligarquía y el imperialismo siguen existiendo y por lo tanto el FA tiene sentido si mantiene los principios y los objetivos de su creación. El mundo y Uruguay han cambiado, el FA también tiene que cambiar, aprendiendo de los aciertos y de los errores propios y ajenos. Su programa, su organización, su estrategia y su táctica no pueden ser los mismos que en 1971, pero lo que no puede cambiar es su carácter antioligárquico y antiimperialista, así como el objetivo de desplazar a las clases dominantes, porque si los cambia pierde su identidad política y el sentido de su creación. El FA presenta un proceso similar al del Partido Colorado, en el que todos se dicen batllistas pero ninguno propone reformas como José Batlle y Ordoñez.
El artículo 1 del Estatuto no implica unanimidades, por el contrario, exige el respeto recíproco de la pluralidad de ideologías, lo que implica que el FA no tiene ideología. Los adherentes al FA pueden discrepar con algunas de sus resoluciones, los puntos de su programa o los criterios de organización; pero no pueden adherir si no comparten sus principios y sus objetivos, que desde 1971 fueron compatibles con una diversidad de ideologías que comprendía desde el Partido Demócrata Cristiano, construido sobre el humanismo cristiano, hasta el Movimiento de Liberación Nacional, un “movimiento político militar” representado por el Movimiento 26 de Marzo.2
Los programas de las organizaciones políticas dan respuesta a problemas, definidos como situaciones sobre las que se considera que es necesario y posible que el gobierno tome medidas para resolver. Pero los problemas no son los mismos para las diversas clases sociales, y por lo tanto su reconocimiento y las propuestas serán diferentes según los intereses de las clases que expresen, los sistemas de valores, los sistemas de ideas y la correlación de fuerzas políticas y sociales.
Los cambios en el mundo y en el país hacen que el programa del FA no siga incluyendo, como en 1971, la nacionalización de la banca y el no pago de la deuda externa, la reforma agraria y la estatización del comercio exterior. Cambian las propuestas pero no la función de un programa político, que es dejar bien claro a quiénes expresa y a quiénes no.
El programa del FA en 2019 no cumplió con esta condición, y los sectores populares, en particular los pequeños y medianos propietarios que trabajan en sus micro y pequeñas empresas, no se sintieron comprendidos. El programa es tecnocrático, porque no tiene una clara identificación de intereses de clase, presenta un detalle que no tiene interés político y es demagógico, porque propone aumentos del gasto y de la inversión pública sin explicitar su financiamiento.
El FA se fortalecerá como alternativa si se pronuncia con claridad en contra de las decisiones regresivas del gobierno y si las denuncia en forma sistemática.
Los actuales mensajes del FA son confusos y contradictorios. Después de hacer campaña electoral planteando una opción entre dos proyectos de país, es poco creíble que se pueda alcanzar un acuerdo nacional con el gobierno y su proyecto autoritario y liberalizador, expresión de intereses de las clases dominantes. El FA se fortalecerá como alternativa si se pronuncia con claridad en contra de las decisiones regresivas del gobierno y si las denuncia en forma sistemática. No contribuye a estos objetivos decir que las medidas del gobierno van en la dirección correcta pero son insuficientes; por el contrario, es necesario poner el énfasis en que las medidas del gobierno llevan al empobrecimiento y al hambre a una parte creciente de la población. Tampoco contribuye poner el énfasis en el carácter de urgente de la ley de urgente consideración (LUC), en primer lugar porque su contenido incluye propuestas conocidas y antagónicas con las del FA que no requieren nuevos y profundos estudios durante largo tiempo, y, segundo, porque pierden protagonismo los principales motivos para oponerse, que son sus contenidos.
El deterioro de la orgánica
Después de la catástrofe electoral de octubre de 2019, la dirección del FA podría hacerse cargo de su responsabilidad y renunciar dejando espacio para una renovación. Se tendría que haber elegido una dirección de transición que orientara la campaña de noviembre y organizara las elecciones de una nueva dirección. Si estas no se hubieran podido realizar por la pandemia, la dirección de transición hubiera sido sometida a evaluación para ratificarla o sustituirla. El presidente Javier Miranda y su equipo exceden sus atribuciones en los encuentros con el gobierno, contribuyen a desdibujar el proyecto político del FA, se sostienen por la pandemia que impide hacer nuevas elecciones y por la emergencia de nuevos liderazgos todavía sin consolidar.
Como resultado de las últimas elecciones, el Movimiento de Participación Popular, a pesar de perder votos y un senador, mantuvo la mayor bancada del FA y el liderazgo insustituible de José Mujica. Las figuras emergentes de Alejandro Sánchez en Montevideo y Yamandú Orsi en Canelones están muy lejos de contar con su carisma electoral.
La corriente socialdemócrata que expresaba el Frente Líber Seregni mantuvo, a pesar de su desaparición, los tres senadores, aunque con distinta composición. Mario Bergara surge como heredero del liderazgo de Danilo Astori y, como este, es el frenteamplista “responsable” preferido por el oligopolio de medios. En este espacio tal vez habría que sumar las dos bancas de la Vertiente Artiguista.
Por último, la corriente anticapitalista expresada en dos lemas no aumentó su representación. La alianza técnica “Unidad para los cambios” logró dos bancas en el Senado, duplicando la representación de la 1001 de la elección anterior, con el liderazgo emergente de Óscar Andrade y una renovada bancada de diputados. El Partido Socialista mantuvo un senador de los dos que tenía, pero con una orientación diferente a la de la elección anterior que permite sumarlo a este espacio. También Casa Grande, con el liderazgo de Constanza Moreira consolidado en el quinquenio, que se define como “socialista, ecologista y feminista”, forma parte de este espacio, pero perdió la banca en el Senado y tuvo una votación pobre (34.000 votos). Si Casa Grande hubiera acumulado con “Unidad para los cambios”, la 1001 hubiera logrado un tercer senador y la Vertiente Artiguista sólo uno.
Se puede tener la esperanza de que cuando las voces de Moreira, Andrade y Daniel Olesker resuenen más fuerte, el FA recuperará su identidad como proyecto político alternativo que convoque a los explotados y a los dominados.
Se sabe desde hace mucho tiempo, de cuando vetó los artículos de la ley que despenalizaba el aborto, que el doctor Vázquez se considera por encima de las decisiones del FA. El documento y su entrevista con Luis Lacalle Pou fue una nueva instancia de desconocer las decisiones orgánicas del FA. Si el FA definió propuestas sobre lo que consideró la mejor forma de enfrentar el coronavirus, así como sus impactos económicos y sociales, ¿qué sentido tiene otro documento? ¿Los órganos de elaboración y de decisión del FA se equivocaron tanto que es necesario que el doctor Vázquez corrija esos errores? Si el FA tiene sus representantes en las negociaciones con el gobierno, ¿qué papel tiene el doctor Vázquez? ¿Dejar en evidencia que Miranda y su equipo no son buenos representantes? Lacalle Pou capitalizó el encuentro con Vázquez declarando que son más las coincidencias que las diferencias, contribuyendo así a confundir y a desalentar las luchas. Sin embargo, la dirección del FA recibió el documento y lo difundió en su página web. La culpa no la tiene el chancho.
Eduardo Aparicio propone apoyar el programa de la Intersocial “[...] educando a lo largo de la acción política permanente desde la sociedad y el Parlamento, al pueblo, sobre la pertinencia y el alcance de medidas que conformen la propuesta alternativa, tales como la ampliación de la protección social en base a la insuficiencia demostrada por la actual en la crisis (quantum, condicionantes y duración del seguro de desempleo)” y la creación del mínimo vital permanente; para financiarlas propone “detracciones (a las actividades de alta rentabilidad y desempeño del agronegocio), el uso de una parte de las reservas, gravar mínimamente las colocaciones de dólares de depósitos de uruguayos en el exterior, incremento del impuesto al patrimonio, a la gran propiedad rural, revisión de algunas exenciones fiscales”.3
También Frei Betto, analizando la situación política de América Latina, subrayó la necesidad de la educación política, la organización y la movilización, conclusión que tiene total vigencia para la acción del FA. “Creo que cometimos algunos errores, el primero de los cuales es no haber hecho educación política, formación política del pueblo. Muchas veces confiamos más en los acuerdos con otros partidos que en asegurar la gobernabilidad con el pueblo organizado y movilizado”.4
La sociedad se mueve
En noviembre las bases del FA se movilizaron intensamente y lograron un repunte impresionante en la segunda vuelta. Este potencial militante tan poderoso, ¿por qué no se puso en marcha en octubre? Esta pregunta debería ser contestada en el análisis autocrítico, habría que preguntar a los militantes que lograron el aumento de la votación cómo y por qué lo hicieron, pero esa encuesta falta.
La movilización del 8 de marzo de 2020 convocada por la Coordinadora de Feminismos fue multitudinaria, alegre y combativa, subrayando: “Porque queremos cambiarlo todo, porque las calles son nuestras y las llenamos de lucha, de alegría y de goce”. En la proclama se convocó a la resistencia contra la avanzada fascista, patriarcal, misógina, racista y capitalista orquestada desde las alianzas militar, financiera y fundamentalista. Se criticó al modelo desarrollista y extractivista que “genera la expropiación y deterioro de espacios urbanos y rurales”. La Coordinadora da un ejemplo de inteligencia, logrando la convergencia para la acción sobre las propuestas compartidas, sin desconocer las diferencias que definen la identidad de cada colectivo que participa. Su actividad es permanente, visibilizando cada femicidio con movilizaciones que denuncian que “el heteropatriarcado racista en su versión neoliberal y fascista ha intensificado sus violencias sobre nosotres y nuestras tierras. Los abusos, los feminicidios, las desapariciones por trata y explotación sexual, la violencia policial se recrudecen mientras nuestra rabia aumenta”.5
Los impactos de la profundización de la recesión por las medidas para detener el avance del coronavirus fueron muy grandes en el nivel de empleo y la pérdida total de ingresos de los trabajadores que no accedieron al seguro de desempleo. El peligro de la extensión del hambre puso en marcha reservas éticas que se manifestaron en la multiplicación de las ollas populares, que según una estimación informada por Marcelo Abdala en el acto del 4 de junio del PIT-CNT, son más de 500.
Como señala Esteban Coitiño: “La solidaridad ha sido y es un elemento identitario de la clase trabajadora, porque está integrada en el día a día de la vida de las trabajadoras y los trabajadores. Los primeros sindicatos junto a sus organizaciones desarrollaban las imprentas, los teatros, las cajas de auxilio... ¿Y por qué se hacía esto? Porque era la forma de poder acceder a libros, a prensa con una visión desde la clase a la que se pertenece, a la cultura… ya que estaban excluidos de esas y otras actividades”. “Hay que seguir organizando la solidaridad, la olla popular, la canasta, lo que haga falta... acercarse a cada compañera y cada compañero a dar debate es lo esencial, porque en esta batalla se juega la conciencia de miles”.6
Las ollas, surgidas en las huelgas para canalizar la solidaridad con los trabajadores en lucha, se expandieron como experiencia barrial durante la crisis que empezó en 1999 y resurgieron en 2020, dejando de manifiesto que las medidas del gobierno generan hambre para una proporción creciente de la población.
Antes de la profundización de la crisis, los trabajadores sin cobertura de la seguridad social y por lo tanto sin derecho al seguro de desempleo eran algo más de 400.000, de los cuales 45% tenía bajo nivel educativo; no tenían cobertura 97% de los trabajadores por cuenta propia sin local (40.000 personas) ni 64% de los trabajadores por cuenta propia con local (200.000 personas).7 Se suman 100.000 desempleados sin cobertura de la seguridad social, lo que da un total de 500.000 personas que en su gran mayoría perdieron todos los ingresos de su trabajo, aunque algunas familias conservan los ingresos de las transferencias públicas como la tarjeta Uruguay Social o las asignaciones familiares.
Se intentó desestimular las ollas populares en nombre del riesgo sanitario y sin valorar lo que implica políticamente la experiencia. Las ollas cumplieron con los requisitos, no contribuyeron a la circulación del virus sino a organizar a sectores populares, y tuvieron asignado un lugar en la movilización del 4 de junio.
Lorena Briozzo, militante del Proyecto Olla Oeste, que comprende varios barrios, espera que en el futuro “la olla sea una instancia de encuentro”. Asimismo, señaló que “la solidaridad organizada es una forma de expresión y una forma de ser de nosotros”. “No es salir a hacer asistencialismo, es inventar con el otro y también aprender”.8
Las ollas expresan los mejores valores de la izquierda, la solidaridad de los que tienen poco con los que no tienen nada, poniendo su tiempo y parte de sus escasos recursos para combatir el hambre. El pueblo despliega creativamente diversas formas de organización desde su base para dar respuesta a la crisis y practicando valores antagónicos con los de las clases dominantes, va construyendo futuro, “al pueblo lo salva el pueblo”. Son cimientos sobre los que se puede construir sólidamente un proyecto de cambios, que se derrumba si se sostiene principalmente sobre sillones, corredores y salones.
El 20 de mayo, la imposibilidad de manifestarse como en los años previos y la propuesta de recordar a los desaparecidos en cada lugar tuvo una respuesta multitudinaria con una participación creativa en todos los rincones del país, proyectando el mensaje hacia lugares y personas que nunca habían sido alcanzados. Desde las proyecciones en la pared de un edificio de apartamentos hasta los niños plantando margaritas, desde los frentes de las viviendas embanderados con la margarita hasta el “presente” que resonó fuerte y profundo. La convocatoria de Familiares tiene una respuesta unitaria en la que el objetivo compartido se impone a las diferencias sectoriales y es otro ejemplo de lo posible para la izquierda unida.
El 4 de junio, decenas de miles de militantes respondieron a la convocatoria del PIT-CNT, manifestando su decisión de luchar y ocupando un lugar en la calle, sin desconocer los protocolos para evitar la propagación del virus. Media hora fue suficiente para que Marcelo Abdala expusiera con rigor y contundencia el mensaje de la dirección del movimiento sindical.
Estas cinco manifestaciones tuvieron en común la iniciativa de las bases, su decisión de participar creativamente y luchar contra los intentos retrógrados del gobierno de las clases dominantes. Fueron mensajes claros y contundentes que no dejan espacio para pactos de cúpulas. Las organizaciones políticas del FA que tomen nota de los cambios que se procesan en la sociedad podrán canalizar esta fuerza militante y consolidar en la lucha una cultura superadora del individualismo y el consumismo que promueven las clases dominantes. Si no lo logran, el potencial transformador de estos militantes se perderá en la desilusión y la decepción.
Jorge Notaro es economista.
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