domingo, 29 de septiembre de 2013

Mi padre biológico fue un tira

Tengo la desgracia de llevar el sangre de un colaborador de la dictadura uruguaya!


 por Roger Rodriguez .


UN HIJO DE ARIEL RICCI DENUNCIA SU PARADERO
Y PIDE QUE URUGUAY LO EXTRADITE Y LO JUZGUE

Camilo José Marabotto Martínez (33 años), rebela ser el hijo natural de Ariel Ricci, traidor del PCU y colaborador de la dictadura, responsable entre otros crímenes de la desaparición de Oscar Tassino en 1977, y denuncia que su padre, hoy "transformado" al budismo, vive desde hace dos meses en el balnerario tuístico Armaçao Dos Bùzios, Rio de Janeiro, Brasil. Camilo reclama que la Justicia uruguaya lo extradite, lo juzque y condene. "Quisiera no tener su sangre, talvez alguno se pregunte porque divulgo esto, para mì serìa màs fàcil vivir ignorando la verdad, pero no soy un cobarde, elegì de usar un arma màs fuerte de mil revòlveres, “la palabra”, lo que hago lo hago como uruguayo, elegì de no esconder la cabeza como un avestruz", afirma desde Verona, Italia, en una nota difundia hoy en su facebook...

Verona, 29 de septiembre de 2013.

COMUNICADO SOCIAL: MI PADRE BIOLOGICO FUE UN TIRA! 

Me llamo Camilo José Maraboto Martìnez, tengo treinta y tres años y vivo desde hace trece en Italia. Nunca he preguntado mucho o mejor dicho casi nada sobre mi padre biològico, el cual nunca conocì de persona. Solo a diecisiete años cuando muriò mi abuelo pregunté su nombre y solamente dos años atràs antes de casarme y en la eventualidad de un dìa ser padre quize entender mi origen.

Mi padre biològico se llama Ariel Horacio Ricci Cabeza, ex estudiante del IAVA, ex dirigente del UJC, ex “tira” (miembro de la inteligencia durante la dictadura DNII), profesiòn publicitario y “chanta” del budismo, requerido por la justacia uruguaya.

Quién es Ariel Ricci? Hasta ahora he solo encontrado informaciones dispersas. Ariel Ricci naciò en Montevideo el 5 de junio de 1952, hijo de Gilberto Ricci de Lydia Cabeza. Viviò en la calle Carlos Berg entre Pocitos y Punta Carretas. En el 1971 era miembro del UJC, estudiante de preparatorios del IAVA y miembro del ejecutivo del CESU, y por esta ùltima condiciòn fue detenido por varios meses.

 “Por la libertad de Ariel Ricci”, El Popular, 12 de diciembre de 1971.
En el año setiembre de 1972, siempre El Popular destaca la noticia de la “prisiòn” sufrida por el dirigente estudiantil y de UJC Ariel Ricci. Miguel Millàn uno de los cuatro miembros de la UJC que se escaparon del Cilindro me comenta que “”era una especie de “Ché Guevara” en chiquito, caìa a cada rato y le hacìan campañas por su liberaciòn””. Cuando cae el golpe de Estado Ariel Ricci como muchos otros integrantes de la UJC y otros grupos, pasa a la clandestinidad.
El 13 de octubre de 1973 la Direcciòn Nacional de Informaciòn e Inteligencia (DNII) y el Servicio de Informaciòn de Defensa (SID) solicitan la captura del Secretario General de la Uniòn de la Juventud Comunista, Leòn Lev, del Secretario de Organizaciòn, Jorge Mazzarovich y del dirigente de secundaria, Ariel Ricci.
El 13 de marzo de 1975, se procesò al dirigente de Secundaria y de la Juventud Comunista, Ariel Ricci. Se encontraba requerido y fue detenido el 29 de febrero pasado. Durante ese mismo año 1975 en uno de los centros de detenciones Ariel Ricci con una pistola en mano y metiendo miedo amenaza a José Enrique Baroni, otro de los cuatro fugados del Cilindro. En màs de una oportunidad Ricci viaja a Buenos Aires, segùn el Serpaj en 1975 se reuniò con un buen nùmero de jòvenes comunistas (sin que ellos supieran que era un traidor). Fue reconocido tiempo después en la Avenida Corrientes y al sentirse observado se perdiò en la multitud. Luciano Alvarez declara en el diario “El Paìs” que el policìa Alem Castro y Ariel Ricci, ex dirigente del UJC, convertido en colaboracionista, “hacìan visitas inesperadas a las radios, las parroquias o los teatros, con la sonrisa inocente del psicòpata”.

El 18 de febrero de 1976, Américo “Mico” Roballo viene detenido por Ariel Ricci, en una entrevista a José Luis Perera le cuenta que Ricci mientras Roballo trata de escaparse le dice: - “Si das otro paso te tiro.” Durante una detenciòn anterior de Roballo (en la cual Ricci lo delata desde arriba de una camioneta de la Policìa de Inteligencia), Roballo declara que Ricci le dice: “Mico...vas a hablar? Vos me conocés a mi...no? Yo soy el mismo de siempre. Nunca màs vuelvo a la cana. Vamos a hacer de cuenta que vos y yo no nos vimos. Vos querés abrir una zanja de sangre entre la UJC y vos?. Yo trabajo para algo màs que la policìa.”

El 15 de mayo de 1976, al saberse requerido se presenta voluntariamente ante la DNII, es liberado por orden superior a los tres dìas.


El caso Oscar Tassino.

Participaron directamente los militares Eduardo Ferro, Ernesto Ramas y Jorge Silveira, y Ariel Ricci, que segùn varios testigos participò armado en el operativo de secuestro de Tassino. En la mañana del 19 de julio de 1977, en la casa de Màximo Tajes 6632 se presentaron tres personas armadas que dijeron de ser miembros de las Fuerzas Conjuntas. Redujeron a los ocupantes de la finca, Ana Regnier y Hermes Fule, y armaron una “ratonera” para secuestrar Oscar Tassino. Uno de los represores era el ex militante comunista Ariel Ricci, quien no dudò en poner un revòlver en la cabeza de Martìn Casco, amigo de los dueños de la casa que llegò al lugar media hora después.
La “ratonera” se mantuvo hasta las 9:00 horas, cuando Oscar Tassino llegò al lugar. Luego de la detenciòn, ingresaron a la finca dos militares que fueron identificados como los reconocidos represores Ernesto Ramas y Eduardo Ferro, quienes llevaron a Tassino a un cuarto para golpearlo brutalmente. Media hora después se lo llevaron encapuchado en un auto marca Peugeot. Testigos escucharon las terribles torturas que Oscar Tassino recibiò en el centro de detenciòn “La Tablada”, donde entonces operaba el “300 Carlos” del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubersivas (OCOA) de la Divisiòn del Ejército I. Tassino ya habìa sido detenido y torturado en 1974.

Muriò el dìa 21 (ò 24 segùn las dos versiones) de julio de 1977 a causa de un golpe violento en la cabeza, y que sus restos (segùn informaciòn recibida) habrìan sido primero enterrados en el Batallòn 14 de Toledo y después exhumados a fines del año 1984, incinerados y tirados al Rìo de la Plata.

 Alvaro Alfonso, en su libro “Segretos del PCU”, describe Ariel Ricci en la siguiente manera...
””...detenido por la inteligencia de la Prefectura Naval, a pocos dìas de su reclusiòn participò a detenciones y allanamientos a cara descubierta. La Policìa lo consideraba “inteligente, sumamente simpàtico, ademàs un hàbil manipulador”. Como un jugador de fùtbol moderno trabajò un año para la inteligencia naval, que lo prestò al SID (Servicio de Informaciòn y Defensa), después pasò al ONU, donde gozò de gran libertad. Con su simpatìa cautivò a los policìas del comando. Un dìa decidiò escapar y pedir asilo polìtico en la embajada USA, por acoso de la fuerza policial.
A pocas horas fué devuelto a la ONU. Castiglioni lo acusò de traidor y en forma simbòlica le puso 30 dìas de arresto de rigor, como a un policìa màs, luego volviò a la inteligencia naval que lo dejò salir del paìs.”” Alvaro Alfonso es el ùnico que relata que Ariel Ricci se fue a vivir en Brasil. Se equivoca a pensar que haya ido a Rìo de Janeiro.


En 1978 mi madre tenìa 18 años, naciò en Mercedes, se muda a Montevideo para trabajar y estudiar derecho. Vive en una pensiòn en la esquina de Gaboto y Rodò, en el mismo cruce conoce Ariel en un almacén que deduzco que sea el actual Multi Ahorro, en el cual ambos compraban el almuerzo. Mi madre cuenta sobre él: - “Era un joven extraño para la época, porque usaba melena larga, barba abundante (en ese tiempo no se permitìa), parecìa un rebelde, fumaba marihuana. Empezamos a salir y no me gustaba donde me llevaba, porque eran ambientes muy hippies donde se consumìa abundante. Siempre andaba con una càmara de fotos profesional, me decìa que le gustaba la fotografìa. Yo era una chiquilla tonta que estaba empezando a perder la cabeza por él. Un dìa me encuentré con una amiga, con la que habìa trabajado en una empresa anterior...entonces le conté que habìa conocido a un chico y que estaba enamorada.

Cuando le dije su nombre todo mi mundo se derrumbò. Me dijo: “Estàs saliendo con un tira”...se me vino el mundo abajo, sabìa que no podìa decirle eso a él porque si era verdad corrìa peligro. Y en esos dìas confirmo que estoy esperando un hijo. Fue muy confuso, muy difìcil, me sentìa sucia, culpable. Lo que siguiò tuvo que ver màs con el tenerte o no, presionada por todos.

No querìa nada de él, ni su apellido, papà iniciò una investigaciòn de paternidad, màs por el honor de su hija y porque tuvieras un apellido.””


El 10 de junio de 1983, a veintitrés años Javier Leibner y su esposa fueron detenidos separadamente por agentes de Inteligencia de la Jefatura de Policìa. Javier Leibner declara que la persona que lo detuvo en el liceo donde daba clases de matemàticas era un tipo mayor que él y que después con las descripciones supò que fue Ariel Ricci.
Javier Leibner fue llevado a la DNII, junto a él estaban detenidos unas veinticuatro personas, casi todos universitarios y de la UJC. Allì fue torturado y su mujer violada. De este caso tuve mis dudas sobre si fuera Ariel Ricci el responsable del secuestro, porque Ricci afirma que vive en el exterior desde el 1979, hasta que encuentro un artìculo suyo donde se contradice en el cual declara que se fue de Uruguay en el 1983. En realidad en esos años iba y venìa de Uruguay, hasta que tuvo que quedarse definitivamente en Brasil, vista la vuelta de la democracia, democracia por la cual doce años antes él mismo lucho y traicionò.


En 1985 se llevò sus padres a vivir con él a San Pablo, Brasil. Allì estaba casado con Maria Christina Prado Bastos con la cual tiene dos hijos, Bruna y Diego. El motivo por el cual Ariel Ricci viaja muy seguido en Brasil, es muy simple, la dictadura en Brasil, empieza en el 1964, las dictaduras fueron programadas con el Plan Còndor preparado por los Estados Unidos, Brasil fue el primer paìs de Sudamérica a recibir cursos de torturas y persuaciones en interrogatorios.
Es fàcil imaginar el porque de esos viajes. Ariel Ricci se pronuncia inocente o mejor dicho “mucha de las cosas de las cuales me acusan, no son verdad”, en ese modo admite algunas responsabilidades.


 En 1995 dice de conocer “el verdadero Budismo”. Su nueva mujer se llama Marly Contesini, viven en San Pablo, al deber dejar el apartamento donde vivìan se mudan a Taubauté a la casa de la madre de ella, buscan una casa a San José Dos Campos que queda entre Taubauté y San Pablo. Al final se quedan en Taubauté.
Después de 15 años se mudan a un paraìso, en la isla de Araùjo en frente de Paraty (Rìo de Janeiro), actualmente desde hace unos meses vive en Armaçao Dos Bùzios, otra hermosa localidad turistica... quizàs todavìa por cuanto tiempo.

Ariel Ricci, està en las listas de los criminales de lesa humanidad impunes. 

Ariel Ricci, a la vuelta de la democracia, fue acusado junto a otros en el Parlamento Nacional por Germàn Araùjo, el 2 y 3 de julio de 1985. Ariel Ricci cree de poder salvar su alma con el budismo, con su fuerza espiritual y sus rezos ha curado enfermedad, encontrado apartamentos donde vivir y ha llegado a tener un buen nivel econòmico.
Ariel Ricci siendo un civil no entra en el amparo de la “vergonzosa” ley de Caducidad 15.848. Los pactos del Mercosur permiten la extradiciòn de Ariel Ricci por “crìmenes de lesa humanidad”, es citado por la justicia uruguaya junto a otros trece represores por crìmenes de lesa humanidad (noticia del 11 de marzo 2013).

Ariel Ricci escapa como un cobarde, sin un arma, sin el respaldo policial, Ariel Ricci piensa de poder y tal vez ha vivido una tercera vida, pero el pasado pesa, pesa a las familias de los desaparecidos, pesa a las vìctimas de las torturas. Es hora de que cada uruguayo, desde el Presidente, senadores y diputados, Suprema Corte de Justicia y sobre todo el “pueblo entero” se asuma la responsabilidad, metiendo la palabra “FIN” a nuestro triste pasado y que nunca màs exista terrorismo de Estado.

Quisiera no tener su sangre, tal vez alguno se pregunte porque divulgo esto, para mì serìa màs fàcil vivir ignorando la verdad, pero no soy un cobarde, elegì de usar un arma màs fuerte de mil revòlveres, “la palabra”, lo que hago lo hago como uruguayo, elegì de no esconder la cabeza como un avestruz.

Se lo debo a Luisa Cuesta mi vecina de casa a la cual le llevaba el pan todas las mañanas (sin conocer mi historia), a esa pequeña mujer con una fuerza interior enorme y admirable, se lo debo a todos los torturados y los familiares de las personas asesinadas y desaparecidas.

Camilo José Maraboto Martìnez
todosobremipadre@live.it
Fuentes: PCU, Serpaj, Segretos del PCU de Alvaro Alfonso, Roger Rodrìguez (periodista), Miguel Millàn (profesor, escritor, ex preso polìtico), José Enrique Baroni (ex preso polìtico), Luciano Alvarez (El Paìs), Lucìa Pedrera, La Diaria, Archivo DNII (planes, operaciones, enlaces), Ariel Ricci (historias budistas), Mi madre.

Testimonio de una víctima de tortura
“Estaba preso por mis ideales”
Javier Leibner
Javier Leibner es uno de los testigos en la denuncia que presentó el abogado Pablo Chargonia (ver nota Humanidad lastimada, pobre humanidad). Su testimonio es un ejemplo del tenor de los casos denunciados. El 10 de junio de 1983 tenía veintitrés años y fue detenido por agentes de Inteligencia de la Jefatura de Policía.

¿Dónde te detuvieron?
―Me fueron a buscar al liceo en el que trabajaba como profesor de matemáticas. Primero pasaron por mi casa y como no me encontraron se llevaron a mi señora, hacía tiempo que me venían siguiendo, tenían datos sobre mi rutina.
¿Quiénes te detuvieron?
―La persona que preguntó por mí estaba de particular, un tipo unos años mayor que yo. Después supe, por las descripciones, que era Ariel Ricci, un viejo y reconocido traidor. Me dijo que estaba detenido. Armé un poco de relajo para que la gente del liceo se diera cuenta de lo que estaba pasando y le avisara a mi familia. Alguien le avisó a mi viejo. Eso era fundamental por mi propia seguridad y además para avisar a los conocidos que por las dudas se borraran.
Cuando salimos del liceo, en la puerta había otro tipo de particular y en la esquina estaba la chanchita. Me subieron, me esposaron y me llevaron a Inteligencia de la policía [Dirección Nacional de Identificación e Inteligencia, DNII], creo que en Maldonado y Yí. Hasta ese momento yo no sabía que se habían llevado a mi mujer, pero uno de los milicos me mostró su cédula; era la prueba de que se la habían llevado.
¿Estabas solo en Inteligencia?
―No. Junto conmigo agarraron a veinticuatro compañeros, la mayoría universitarios y casi todos de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC). Pero eso también lo supe después, porque apenas entré me encapucharon. Me hicieron subir y bajar escaleras como para marearme y que no supiera dónde estaba parado. Me pusieron de plantón y reconocí la voz de un amigo que pidió para ir al baño.
En ese lugar me torturaron. No es que me guste hablar de la tortura pero políticamente considero correcto contarlo porque hay gente que no sabe, que no conoce, lo vivió de costado. Hay gente que sigue con la historia de que hubo una guerra entre milicos y tupamaros, que no sabe que la policía también estaba metida. Yo no soy guerrillero. Cada vez que sale el tema no doy lujo de detalles pero cuento.
¿Se te han distorsionado los recuerdos con el paso de los años?
―He perdido los detalles. Hay cosas que no recuerdo, lo cotidiano, si me dejaban ir al baño por ejemplo.
¿Y qué cosas sí recordás?
―La picana. Me picaneaban desnudo acostado con las manos, los pies y el cuello atados, encapuchado y mojado. Me picanearon en los genitales, en las tetillas, los pies, el ano, todos lados. En donde menos me dolía yo más gritaba, para que siguieran ahí. No sé si se la creían, igual la sentía en todos lados.
¿Te dejaba de doler en algún momento?
―No. Lo tenían estudiado. Sabían perfectamente lo que estaban haciendo, habían hecho cursos.
¿Sufriste algún otro tipo de tortura?
―Sólo una vez me metieron la cabeza en un tacho con agua, como para que supiera que estaba esa opción también. Sobre todo me dieron picana, plantón, plantón con los brazos extendidos y libros sobre las manos, que si se te caía uno te cagaban a patadas. Tortura psicológica también.
Otra cosa que sufrí bastante es la colgada: me esposaban en la espalda y me colgaban de los brazos (hace el gesto de la postura en la que quedaba). Parece que no fuera posible. Los brazos me quedaban hechos mierda, hasta el día de hoy.
¿Siempre para sacarte información?
―Sí, querían nombres de la organización.
¿Tuviste que ver cómo violaban a tus compañeras?
―No. A mí mujer la violaron. A mí me introdujeron palos de escoba en el ano pero no me violaron. También grabaron mis gritos mientras me torturaban y se los hacían escuchar a mi mujer. Me hicieron el teléfono que es un golpe simultáneo en los dos oídos, hace que pierdas el equilibrio. Recibí muchas patadas, muchos piñazos, casi siempre en el estómago. También usaban la estrategia del bueno y el malo: “dale flaco, hablá conmigo porque si no después viene aquél que sí es bravo”. En un momento de plantón, estaba muy cansado y me dejé caer al piso. Me hice el vivo y probé, si había algún milico en la vuelta me iban a levantar a las patadas, pero pude descansar un poco. Apareció uno que se ve que no era de los jodidos, porque me preguntó qué me había pasado, si estaba bien y me dijo que me parara. Ahí pensé que ese milico era piola, era un dato. En barra me hacían pelota todos porque tenían que cumplir con eso. Después también entendí que les preocupaba no lastimarnos porque nuestro pasaje por ahí iba a ser rápido y no nos podían dejar marcas. Una vez también me pasó que uno de los guardias, haciéndose el piola me pasó cigarros que supuestamente me había traído mi familia y fumé. Pero evidentemente el cigarro tenía algo extraño, no sé qué era porque nunca me drogué, pero algo tenía porque deliré. La tortura te hace delirar por que estás solo con tu cabeza y con un estrés físico muy importante, por estar parado o colgado tantas horas. Pero esa vez me drogaron.
¿Sabés quiénes te torturaron?
―No. El que dio la cara cuando nos trasladaban hacia el juzgado militar, y firmó nuestras salidas se llamaba Alexis, pero podía ser un alias.
¿Tenías datos falsos o inventabas cosas para decirles y librarte de la tortura por un rato?
―Inventaba cualquier cosa, a veces me creían. Como me habían seguido tenían muchos datos y sabían si les mentía o no. Según lo que me preguntaban me manejaba, trataba de aguantar lo más posible sin hablar. Cuando no podía más tiraba un bolazo y si tenía suerte se iban a averiguar si era cierto y me dejaban descansar un rato.
¿En la DNII tenías contacto con el resto de los detenidos?
―No, estaba incomunicado totalmente. Siempre estuve solo. Después en Cárcel Central estábamos todos los varones juntos, pero no hablamos mucho de lo que habíamos pasado en la DNII.
Después de los quince días en DNII ¿cómo sigue tu periplo?
―De ahí nos llevaron al juzgado militar porque los subversivos éramos juzgados por la justicia militar. Era una payasada. Te hacían elegir a un abogado de oficio, que era un milico, un civil asimilado militar. Se vendían, hacían el trabajo sucio como abogados. El que me tocó a mí, Rodríguez Gallardo de apellido, me dice “te van a dar como ocho años” y al final me dieron cuatro. El abogado era peor que la supuesta justicia.
¿Y esa condena se suponía que tenías que cumplirla a partir de ese momento?
―En ese momento parecía que ya se terminaba la dictadura. Después de pasar por la justicia militar nos llevaron a Cárcel Central y nos preguntábamos por qué nos tenían ahí, donde los únicos presos políticos que había eran Seregni y otros de alto rango, que no era nuestro caso. A nosotros nos tendrían que haber llevado al penal de Libertad.
Estando en Cárcel Central podíamos ver la tele, escuchar la radio y a partir de los informativos nos enteramos que estaban negociando con nosotros. Fuimos usados como excusa para el rompimiento de las primeras negociaciones que tuvieron los milicos con los políticos. Estaban manejando una salida y una de las razones que esgrimieron los milicos para romper las negociaciones fue que todavía había subversivos; que habían agarrado a veinticinco comunistas.
¿Cuánto tiempo estuvieron en Cárcel Central?
―Como un mes, en régimen de preso común. Pensábamos que si estaban negociando con nosotros nos iban a largar. Al final nos terminaron llevando al penal de Libertad.
¿Te torturaron también allí?
―No. En esa época ya no había apremios físicos. Si querían torturarte te sacaban.
En el penal había visitas de la Cruz Roja, que no te garantizaban nada. Tuve una entrevista con ellos, les decía que era un preso político y me decían: “no, usted es un preso común”. Intentaba explicarles que estaba preso por mis ideales, que no había cometido ningún delito. Tanto era así que el juez militar me había juzgado por reunirme con gente, por estar en contra de la dictadura, por hacer volanteadas…El tipo me decía que mi grupo político estaba prohibido, me tenía que pelear hasta con los de la Cruz Roja.
―Era un desestímulo más.
―Era una batalla ideológica. Los milicos no podían creer que tuviéramos convicciones y que tuviéramos fuerza porque teníamos convicciones.
¿Nunca denunciaste todo lo que te pasó?
―No.
¿Por qué?
―Por un lado porque el Partido Comunista no tuvo actitud de promover las denuncias, nosotros hicimos lo que hicimos porque sentíamos que era nuestro deber y los costos por las acciones había que asumirlos.
Además se centró todo el tema de los derechos humanos en los muertos y desaparecidos. No en los torturados. Lo que pasé no es nada en comparación con lo que pasaron otros compañeros, pero no se puede cuantificar. Ahora lo cuento y presto mi voz porque tiene que haber un testimonio para la denuncia. Lo que hice no lo hice por mí, no me interesa aparecer en ningún lado, lo hago porque políticamente se tiene que conocer la verdadera historia, eso está en el debe.
¿Tenés esperanza en que estos delitos sean caratulados como de lesa humanidad?
―Sí, yo tengo esperanza. De ahí a que pase es otra cosa
Lucia Pedreira


Jueves 28 de diciembre de 2006 |
El juez penal de 10º Turno, Rolando Vomero, comenzó a actuar, días antes del inicio de la feria judicial mayor, en el caso de secuestro y desaparición en 1977 del militante comunista Oscar Tassino Asteazu, cuya reapertura solicitaron sus familiares amparados en el “derecho a la verdad”.
La reapertura de la causa, auspiciada por el Instituto de Estudios Legales y Sociales (Ielsur), se fundamenta en el informe Nº 29 que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pronunció en 1992, cuando declaró a la Ley de Caducidad incompatible con el derecho internacional.
El Caso Tassino había sido presentado ante la Justicia tras la reinstitucionalización del país, pero fue amparado por el presidente Julio María Sanguinetti en la Ley 15.848 el 20 de mayo de 1987, pese a los múltiples recursos de inconstitucionalidad presentados.
El 8 de setiembre de 2006, los abogados de Ielsur pidieron la reapertura de la causa en representación de la hija, Karina Tassino Flores, y los hermanos Javier y Alvaro Tassino, en el entendido de que la propia Ley de Caducidad y la jurisprudencia internacional les habilitan a conocer la verdad de lo ocurrido.
“El derecho a la verdad es un derecho de carácter colectivo que permite a la sociedad tener acceso a información esencial para el desarrollo de los sistemas democráticos, y a la vez un derecho particular para los familiares de las víctimas, que permite una forma de reparación, en particular, en los casos de aplicación de leyes de amnistía” , se fundamenta en el reclamo.
El expediente sobre el caso Oscar Tassino (Nº 149/85) se había “perdido” en los intrincados archivos del Poder Judicial, y recién fue ubicado a fines de noviembre de 2006, por lo que se reiteró su apertura que quedó ahora en manos del magistrado actuante.

Operativo de detención

En el caso están directamente involucrado los militares Eduardo Ferro, Ernesto Ramas y Jorge Silveira, y Ariel Ricci, a quien el Partido Comunista (PCU) considerara un traidor y que, según testigos, participó armado en el operativo de secuestro de Tassino.
En la mañana del 19 de julio de 1977, en la casa de Máximo Tajes 6632 se presentaron tres personas armadas que dijeron ser miembros de las Fuerzas Conjuntas. Redujeron a los ocupantes de la finca, Ana Regnier y Hermes Fule, y armaron una “ratonera” para secuestrar a Oscar Tassino.
Uno de los represores era el ex militante comunista Ariel Ricci, quien no dudó en poner un revólver en la cabeza de Martín Casco, amigo de los dueños de la casa que llegó al lugar media hora después. La “ratonera” se mantuvo hasta las 9.00 horas, cuando Oscar Tassino llegó al lugar.
Luego de la detención, ingresaron a la finca dos militares que fueron identificados como los reconocidos represores Ernesto Ramas y Eduardo Ferro, quienes llevaron a Tassino a un cuarto para golpearlo brutalmente. Media hora después se lo llevaron encapuchado en un auto marca Peugeot.
Al lugar llegó un jeep del Ejército con tres hombres armados, quienes permanecieron en el lugar hasta la tardecita. Al día siguiente, Ferro volvió al lugar, acompañado de una mujer que permaneció en silencio, y amenazó de muerte a los dueños de la finca para que abandonaran el país en 24 horas.
Testigos escucharon las terribles torturas que Oscar Tassino recibió en el centro de detención “La Tablada”, donde entonces operaba el “300 Carlos” del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA) de la División de Ejército I. Tassino ya había sido detenido y torturado en 1974.

Las grandes mentiras

Desde la desaparición de Oscar Tassino, las autoridades del Estado uruguayo han dado múltiples y contradictorias versiones sobre su destino y el eventual paradero de sus restos. Contradicciones que son en definitiva las que fundamentan el reclamo de “derecho a la verdad” de sus familiares.
En el caso Tassino, las contradicciones entre las informaciones dadas por el Estado uruguayo hacen que su destino se haya convertido, en dictadura, en los posteriores gobiernos, y aún en la administración Vázquez, en un tétrico juego de “mosqueta” que ofende tanto a los familiares como a la verdad.
El 15 de diciembre de 1980, el régimen dictatorial respondió a pedidos internacionales con un informe según el cual Tassino estaba requerido desde el 8 de febrero de 1977 por participar de “actividades subversivas”. El 21 de mayo, la dictadura agregaba que “ignoraba su paradero”.
Cuando se reinstauró el régimen de derecho se presentó la denuncia judicial del caso que fue rápidamente amparada en la Ley de Caducidad. El 14 de diciembre de 1988 el comandante en jefe del Ejército informaba que, según la investigación de un fiscal militar, no existían antecedentes sobre el operativo.
A los dos años de aprobada la Ley de Caducidad, 22 de diciembre de 1988, un fiscal militar interrogaba sobre el caso al teniente coronel Eduardo Ferro en “cumplimiento” del artículo 4º de la Ley de Caducidad. “Desconozco los hechos de los cuales se me pide información”, ironizó Ferro.
Días después, el fiscal militar coronel Nelson Corbo concluía igual que el famoso fiscal José Sambucetti en otros casos: “No se ha podido obtener pruebas de que realmente haya habido participación de determinado grupo operativo perteneciente a las Fuerzas Armadas y policiales en la citada finca, y como consecuencia se hubiera detenido al buscado Oscar Tassino”, decía.

Las medias verdades

El 2 de julio de 2003, en su informe final, la Comisión para la Paz creada por el gobierno de Jorge Batlle confirmó que Oscar Tassino “fue detenido el 19 de julio de 1977, las 9.00 horas, en una finca de la calle Máximo Tajes 6632, donde personal militar había montado una ratonera”.
El informe agregaba que “fue llevado al centro clandestino de detención de La Tablada, donde fue torturado”, que” murió el día 21 de julio de 1977 a causa de un golpe violento en la cabeza”, y que “sus restos -según la información recibida- habrían sido primero enterrados en el Batallón 14 de Toledo y después exhumados a fines del año 1984, incinerados y tirados al Río de la Plata”.
Las conclusiones de la Comisión para la Paz, que contrastaban con las falsas informaciones que el Ejército y el gobierno dictatorial habían dado en su momento, volvieron a ser corregidas en el informe que sobre los desaparecidos el Ejército entregó al presidente Tabaré Vázquez en 2005.
El informe presentado por el Ejército el 8 de agosto de 2005 ratifica que Oscar Tassino “fue detenido por la OCOA en una finca de la calle Máximo Tajes Nº 6632, el 19 de julio de 1977, y fue conducido al centro de detención de “La Tablada”. Falleció en fecha aproximada al 24 de julio de 1977.
Sin embargo, el Ejército dio otra conveniente versión de su destino: “Según la información obtenida, y a diferencia de lo establecido en la Comisión para la Paz, el fallecimiento se produjo por suicidio, lo que sucedió en momentos en que concurre al baño sin sus custodias, no pudiéndose determinar la forma en cómo se autoeliminó, por no habérsele practicado autopsia.”
Y, para confundir más, el informe concluyó que “sus restos fueron enterrados en el predio del Batallón I MEC Nº 13 y no en el Batallón I PARAC. Nº 14, cremados, sus cenizas y restos fueron esparcidos en la zona”. Esa es la última versión recibida por los familiares que exigen su derecho a la verdad. *
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