¿Alienación o deshonestidad? Acerca de las últimas declaraciones de Filgueira y Netto
Yoselen es una muy buena alumna. De las
que al llegar a su casa pasan en limpio los apuntes tomados en clase de
cada una de las asignaturas. De las que hacen aportes muy buenos en
clase. Cuando cumplió 15 años, Yoselen se vino a vivir con su hermano a
Montevideo. Hermano por parte de madre, no de padre. Al principio la
ciudad la deslumbró. Pero con el paso de las semanas, comenzó a extrañar
su pueblo costero en el departamento de Rocha. En vacaciones de julio
se fue a visitar a su madre a su pueblo. Pero tuvo una fuerte discusión
con ella, que le recriminó haberse ido a Montevideo. Entonces, aún en
medio de las vacaciones de julio, decidió irse a un departamento sobre
el río Negro, a vivir con su padre. Yoselen dejó el liceo.
Michael es de esos alumnos que no hacen
absolutamente nada. Ni conversan, ni se distraen con el celular, ni
escriben en su cuaderno, ni participan en clase, ni nada. Pero Michael
era la esperanza de su familia para salir adelante. El marido de su
madre (así le decía él) lo había llevado a practicar fútbol desde
pequeño. A los doce años, lo vio jugar un contratista de esos que se
especializan en ir a buscar promesas a las divisionales inferiores de
los clubes, y lo señó. El contrato, de palabra, incluyó una heladera,
una cocina y un microondas nuevos para la casa de Michael. Y algún
dinero de vez en cuando. A cambio, el contratista era el dueño absoluto
de su pase. En realidad, para ser más exactos, el contratista se
convirtió en el dueño de su pase y de su vida. Le había prohibido comer
porquerías, tomar refrescos cola, ir a bailar y tener novia. Y pasaba
por la casa de Michael todos los viernes y sábados a ver si se portaba
bien. Todo aquello había cansado a Michael, que en realidad, cuando lo
conocí, ya odiaba el fútbol. En la primera reunión de evaluación,
Michael tenía todas las asignaturas “bajas”. Nadie de su casa vino a
hablar con los profesores. Michael dejó el liceo.
Aracely es muy aplicada. De las que
llegan al liceo quince minutos antes de comenzar el turno. Aunque haga
frío. Aunque juegue Uruguay. Ella está. Salvo cuando llueve. Tiene
importantes dificultades de aprendizaje, relacionadas principalmente con
una casi imposibilidad de conceptualizar. Pero sigue todas las
indicaciones y pregunta cuando no entiende (que es casi siempre). Sus
padres son cartoneros, de esos que salen con carro tirado por caballos a
juntar cartones, papeles, plástico y vidrio para luego venderlos y
llevar un jornal al rancho (así le dice ella a su casa). El rancho de
Aracely queda a más de un kilómetro de la parada de ómnibus más cercana.
Y debe hacer un trasbordo para llegar al liceo. Los días de lluvia,
dado que tiene muy poca ropa y que los caminos hacia la parada se
convierten en barro, Aracely no sale de su rancho. Aracely dejó el
liceo.
Brandon es el típico alumno conversador.
Pero de esos que tienen la facilidad de seguir la clase al mismo tiempo
que cuentan chistes en voz baja a sus compañeros. Vivió en un hogar del
INAU los primeros años de su vida, porque su madre biológica, que vivía
de la prostitución, lo abandonó al nacer. Cuando estaba en la escuela,
fue adoptado por un hombre que, en el correr de los años, adoptó a otros
cuatro niños. Dado que Brandon era el mayor de sus “hermanos”, le fue
impuesta una severa disciplina: cambiar pañales, hacer mandados,
cocinar, limpiar, acompañar a la escuela, etc. Cuando Brandon supo que
tenía seis “bajas”, cambió completamente su carácter habitual. Comentó a
algunos de sus compañeros que tenía miedo de lo que su “padre” le
pudiera imponer como castigo. Después de faltar a clases durante una
semana, regresó y “se puso las pilas”. No sé qué pasó con él en
vacaciones de julio. Lo cierto es que Brandon dejó el liceo.
Brenda es muy inteligente. De esas que
hacen preguntas que demuestran una gran capacidad crítica y reflexiva.
Brenda deseaba tener la misma ropa a la moda que usaban las personas que
salían a pasear por el centro de noche. Mientras se fumaban un porro,
Brenda y sus amigas del barrio marginal se preguntaban una y otra vez
por qué ellas no podían tener lo mismo que los demás. Un día, Brenda
dijo: ¿Y si salimos a robar? Se dieron unos manijazos entre sí, como
solían hacer sus padres y hermanos mayores antes de morir o ir presos, y
realizaron algunos hurtos en locales comerciales cerrados. Luego
siguieron las rapiñas en los alrededores de un cajero automático. Brenda
dejó el liceo.
Braian se resiste a trabajar. No está
dispuesto a seguir ninguna consigna de trabajo. Es de los que saltan por
encima de los bancos, además de gritar y cantar como si estuvieran en
una barra brava. Tiene un pésimo relacionamiento con sus pares, a los
que amenaza todo el tiempo. A los adultos nos “mira de pesado”, y nos
escucha según el grado de simpatía que nos tenga. Braian vive con su
madre y sus hermanos. Su padre fue asesinado hace varios años en un
ajuste de cuentas entre bandas de narcotraficantes de la zona en donde
está ubicado el liceo. Dicen que el negocio lo retomó su tío. Lo cierto
es que la familia de Braian está completamente acostumbrada a vivir en
medio del narcotráfico. Saben, por ejemplo, que si escuchan un disparo
en los alrededores de su casa, deben tirarse al piso y alejarse de las
ventanas. A decir verdad, esa es la realidad de más de la mitad de los
alumnos del liceo, que viven en el mismo barrio que Braian. Hace unos
días vi en la tele que mataron, después de violarlo y torturarlo, a un
narco del barrio del liceo. Era el tío de Braian. Braian dejó el liceo.
Hace unos días, Fernando Filgueira y
Wilson Netto (que no sabemos dónde estaban durante la huelga, ya que
guardaron un pasmoso silencio respecto a nuestro diagnóstico del estado
de la educación pública y a nuestras reivindicaciones de mejores
salarios, más liceos, más cargos y políticas educativas integrales)
declararon que miles de estudiantes de todo el país abandonaron el liceo
como resultado de la pérdida de clases que generó el conflicto docente
de agosto.
Nos preguntamos, ¿en qué investigación
se basaron para realizar una afirmación de tanto peso? ¿Qué población
fue seleccionada como muestra? ¿Llamaron por teléfono o fueron hasta las
casas de los estudiantes? ¿Cómo se determinó si dejaron el liceo por la
huelga, o porque no hay adultos en su entorno que puedan sostener sus
responsabilidades para con el estudio, o porque debieron encargarse de
su casa y sus hermanos, o porque tuvieron que salir a trabajar? ¿Cómo
pudieron hacer una investigación de tal magnitud en apenas unos días? ¿O
acaso no hubo investigación y sólo se pusieron de acuerdo en realizar
declaraciones públicas irresponsables?
Lejos de enternecernos sus demagógicas
declaraciones en relación a que saldrán a buscar a los jóvenes que se
han desvinculado de los liceos para intentar que regresen, nos
preguntamos: ¿no saben ustedes que hay alumnos que se inscriben y jamás
asisten?, ¿no saben que hay alumnos que cuando comienzan a recibir los
boletos, abandonan?, ¿no saben que el grueso de los alumnos que deja de
asistir lo hace a partir de mayo, junio y julio? ¿Van a salir a buscar a
los jóvenes en setiembre? ¿Qué estuvieron haciendo hasta ahora? ¿No les
parece que están robando un poquito la plata? Por si no lo recuerdan,
sus salarios son seis veces superiores al de un docente que ingresa a la
función, de esos que tratan diariamente con Yoselen, Maichel, Aracely,
Brandon, Brenda, Braian y otros como ellos.
Por otra parte, asusta escuchar a las
autoridades simplificando temas tan complejos y sensibles para los
docentes como los relativos a la vida de nuestros estudiantes. El axioma
de que los problemas sociales pueden solucionarse con más horas de
clases no resiste la menor contrastación con la realidad. ¿Más horas de
clase mejoran la situación de pobreza, muchas veces extrema, de los
estudiantes? ¿Más horas de clase proveen de viviendas decorosas a los
alumnos que viven en ambientes muy precarios? ¿Más horas de clase
corrigen el maltrato y la explotación? ¿Más horas de clase hacen que los
padres y otros familiares con privación de libertad regresen a sus
casas y se conviertan en sostenedores de sus procesos de vida?
Si Fernando Filgueira y Wilson Netto
están tan alejados de la realidad que no pueden comprenderla, es decir,
si están completamente alienados en su representación del mundo,
constituyen parte del problema de la educación pública, en tanto son
quienes diseñaron los programas y proyectos para los próximos cinco
años, y lo hicieron encerrados entre cuatro paredes, en un décimo piso
sin ventanas, muy muy muy lejos de Yoselen, Maichel, Aracely, Brandon,
Brenda, Braian y miles de estudiantes más con similares problemáticas.
Si Fernando Filgueira y Wilson Netto no
desconocen la realidad (suponemos que han leído las investigaciones que
realiza el Instituto Nacional de Estadística, que muestran que el 50% de
los niños uruguayos viven en el 20% de los hogares más pobres del país;
suponemos, por lo tanto, que tienen referencias claras a la vida de
jóvenes como Yoselen, Maichel, Aracely, Brandon, Brenda y Braian),
entonces son deshonestos y lo que hacen es mentir descaradamente y con
una clara intencionalidad antisindical.
En cualquier caso, una vez más, la
defensa de la educación de los más pobres recaerá exclusivamente en la
lucha que despleguemos los sindicatos de la enseñanza. Netto y Filgueira
son más de lo mismo…
Carina Benoit
Julio Moreira
Agrupación Ferrer i Guardia
Nota: Las historias relatadas son reales, los nombres de los jóvenes no lo son.
Declaración de ADES Montevideo a propósito de los dichos de Netto y Filgueira sobre abandonos
Ante los dichos de Netto y Filgueira sobre la desvinculación de “miles de estudiantes” del sistema educativo producto de las medidas de paro realizadas por los docentes, ADES Montevideo hace las siguientes precisiones:
- ¿De dónde se extraen esos números? ¿Cuáles fueron los criterios que utilizaron para concluir que la causa de dichas desvinculaciones fue la huelga docente?
- Nuestras medidas de lucha (que no comienzan este año) apuntan a mejorar las condiciones de aprendizaje de los estudiantes, que son necesarias para lograr un mejor sistema educativo que no sea excluyente.
- Las causas por las cuales nuestros estudiantes abandonan el sistema son, entre otras, que el 50% de los niños nacen en el 20% de los hogares más pobres. Nuestros adolescentes abandonan las aulas para cuidar a sus hermanos o salir a trabajar.
- Recién en setiembre las autoridades van a salir puerta por puerta a buscar a los estudiantes, ¿qué estuvieron haciendo hasta ahora?
Basta de mentiras, el compromiso por la enseñanza se demuestra con hechos y presupuestos, no con mentiras públicas repetidas mil veces.
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