-Siempre existe algo particular que define el ingreso de una persona al mundo de la militancia. Puede ser la primera vez que participaste en una marcha, que pintaste un cartel en el liceo… o en el barrio, o tal vez la primera asamblea.
En tu caso, ¿cómo fueron esos primeros pasos?
-No empecé pintando carteles. Creo que fue una marcha…
¿Una marcha de estudiantes?
-Sí.
Es curioso e interesante encontrar ese ‘mojón’ que marca un inicio… Yo
ya lo llevaba como incluido, porque siempre me gustaba conversar con
los viejos. Charlaba mucho con el abuelo, que tiempo después nos dio la
casa para poder vivir con Santiago.
Él había sido un preso de Franco; era anarquista. Siempre me hablaba de la Guerra Civil y yo escuchaba.
También
había otro viejo gallego, muy culto, que tenía un diario. Era
republicano. Ellos hablaban y hablaban y a mí… me iba quedando.
Recuerdo
que me gustaba mucho leer los muros, las consignas que se pintaban en
ellos. Yo tenía doce o trece años. Veía las pintadas del Partido
Comunista (PC), las del PDC (Partido Demócrata Cristiano)…
Hubo
algo que empezó a llamarme la atención de esas pintadas: la palabra
‘oligarquía’. Yo me preguntaba “¡Pah! ¿Qué será eso?” Y como siempre, a
buscar en el diccionario… o sea, sentía el impulso de autoformarme, de
encarar por mi propia cuenta, sin tener a alguien que me orientara.
Después
empecé militar, más que nada, por los profes… Tenía un profesor de
Matemáticas que era bien de izquierda y ¡al Hugo Cores!... que nos
hablaba y hablaba.
También
estuvieron esas otras vueltas como la del delegado estudiantil, las
asambleas… Empecé así, yendo a las asambleas, a escuchar qué se decía.
-¿Y esa militancia la empezaste en el Liceo Dámaso?
-Sí.
Al principio yo no sabía mucho de nada. Después comencé a ver algunas
diferencias y a entender que unos eran del FER (Frente Estudiantil
Revolucionario) y otros del PC. También estaban los de la ROE
(Resistencia Obrero Estudiantil).
-¿Y te acordás de tus primeras marchas? ¿Qué los convocaba a salir a la calle en esos años?
-Creo
que mis primeras marchas fueron de apoyo a los conflictos… Siempre se
hablaba de que los estudiantes debíamos apoyar al movimiento obrero.
Entonces cuando había algún conflicto, se armaban delegaciones que se
acercaban a los sindicatos y a las fábricas ocupadas para dar apoyo.
También estaba el tema del boleto estudiantil.
-Y a Santiago, ¿lo conociste en el liceo o en el barrio?
-Lo
conocí en el barrio. Él era uno de los más lindos y de los más grandes.
A mí no me daba pelota. Yo era la ‘Negrita’… Después, en el liceo, sí
me dio bola.
En el barrio había toda una barra y andábamos por ahí, con el fútbol. No era un barrio de militancia.
Estaban
los mellizos Dean… y el Club Oriental que era de baby fútbol, al que yo
también iba y apoyaba. Recuerdo que estaba el Carlitos Muñoz… Yo quería
que incorporaran a mi hermano (que era re pata dura) al plantel, y por
eso iba y me metía.
A
Santiago lo conocí mejor en el liceo, hablando en las asambleas. Era
muy hablador… Ya se había ido del PC (su formación era ‘pura y dura’) y
se había integrado al MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario). Pero
nosotros no lo sabíamos. En realidad ni sabíamos qué era el MIR.
En
el Dámaso había dos agrupaciones maoístas y las dos estaban enfrentadas
para ganarse la legitimación del MIR. Después nos hicimos todos amigos,
pero entonces había mucha competencia, al igual que con otros grupos
de izquierda.
Nosotros
empezamos a ver que había que juntarse, formar agrupaciones… y así
surgió la Agrupación Emiliano Zapata. Ahí estaba el FER y el ‘Negro’
que recién había salido de estar preso.
-O sea que en esa época ya había gente presa.
Sí,
claro. Recuerdo que en el liceo estaban todos los grupos… el FARO
(Fuerzas Armadas Revolucionarias Orientales), la FAU (Federación
Anarquista Uruguaya) y su grupo armado el OPR 33 (Organización Popular
Revolucionaria - 33 Orientales) Y no teníamos inconveniente con eso.
Del
Partido Socialista no me acuerdo… Del FER 68 me acuerdo bien porque nos
juntábamos y nos peleábamos. Yo qué sé… Igual nos gustaba, porque
cuando pegaban los correos tupamaros en los árboles… ¡Pah! eso era algo
muy movilizante. Alguien gritaba “¡Hay un correo!” y allá íbamos todos a
leerlo.
También
te pedían ayudar, o sea, colaborar. Esos eran los OPR o los MLN. Venían
y te daban un ‘paquete’… un paquetito envuelto en papel de forro azul, y
te pedían que lo guardaras. (Risas).
¡Yo qué sé! Vos te imaginabas que el paquete tenía armas… o dinamita, pero se guardaba y no lo tocabas hasta que te lo pidieran.
-En ese entonces, ¿tus padres militaban o estaban ajenos a ese mundo?
-En mi casa eran frenteamplistas, del Partido Socialista… En el garaje había un comité del Frente.
-¿Y cómo era ese vínculo entre la generación de ustedes y la de sus viejos?
Había un quiebre. Yo tenía que volver a casa antes de las diez de la noche. No podía salir… Por eso me fui.
Hacías
como que volvías de un baile pero en realidad venías de una asamblea. Y
te escondías porque había que llegar antes de las 10 de la noche.
Si
tenías un novio, había días fijos para la visita: los martes y los
jueves… “Y si no viene los jueves es porque tiene novia”.
Todo era muy rígido pero no tenía nada que ver con la ideología.
Yo dejaba los zapatos en la puerta y me escapaba. Salía descalza y escapaba para ir a una asamblea. ¡No era para ir a un baile!
Bueno,
a los 16 años me fui de casa y alquilamos, con cinco chiquilinas, un
apartamento por la calle Las Heras, cerca del Clínicas. Era un sucucho y
nosotras, ¡cinco!
Las
familias en ese entonces eran muy rígidas. Por eso me casé… por eso nos
casamos con Santiago, porque en esa época el ‘juntarse’ es decir, el
irse a vivir en pareja, no existía.
Cuando
apareció el asunto de la ‘pastilla’, empezamos a tener libertad sexual.
Para las chiquilinas fue como un quiebre. Antes de eso no podías tener
sexo porque corrías el riesgo de embarazarte y si eso pasaba, era
terrible. Estaba muy mal visto.
La pastilla le brindó una apertura a las mujeres, sobre todo porque a los tipos ni se les ocurría cuidarse…
Había
un dicho muy gracioso, de cuando íbamos a los plenarios en alguna casa
de balneario. Los compañeros decían “Chiquilinas, lleven bombachita de
lata que nosotros llevamos los abrelatas.” (Risas). ¡Era una picardía!
-¿Había entonces paralelamente a lo político, un proceso de liberación de las costumbres más conservadoras?
-Claro. Justamente el querer vivir solas implicaba un salto muy, muy grande.
En
lo económico, en ese momento, la situación era buena. Yo, por ejemplo,
trabajaba en una peluquería y con las propinas vivía; comía, iba al
cine… ¡Me quedaba el sueldo entero para usar!
-¿Y cómo uno se iba definiendo, en ese enjambre de agrupaciones y asambleas, hacia una u otra corriente?
-Porque
se te acercaban, te conversaban, te invitaban… Por eso mi origen fue
medio libertario. La gente con la que más afinidad tenía era la de la
ROE. Iba al sindicato de FUNSA, a los plenarios de la Resistencia y te
formabas escuchando hablar a aquellos ‘monstruos’… ¡Era impresionante!
Me
acuerdo de un conflicto en Funsa… Nos llevaron a recorrer la fábrica y
nos mostraron los tanques de nafta, prontos para volarla, si era
necesario… No le hacían asco a la violencia y vos te formabas en esa
línea.
-¿Cómo era la represión en esa época?
-Reprimían
fuerte, a caballo y con sable. A Santiago le habían pegado un sablazo
en la cabeza que le produjo epilepsia. Él tenía unos años más que yo, o
sea que eso había ocurrido en el 68 o 69.
Hay
una movilización de la que no me olvido. Era el conflicto de la General
Electric que cerraba y dejaba a un montón de gente en la calle.
Nosotros
íbamos por 18 de Julio y en los bazares donde había algo de General
Electric, lo tirábamos pa fuera y lo prendíamos fuego.
¡Mirá si ahora te vas a meter con la propiedad privada! ¿Sabés qué? ¡Te dan veinte años de cárcel!
En ese entonces todo era así… muy consciente. La lucha de clases estaba muy arraigada.
Recuerdo
la lucha de consignas en las movilizaciones. Ellos gritaban “Obreros y
estudiantes, unidos y adelante” Y nosotros, con fuerza, “Arriba los que
luchan”. Y por esa confrontación, nomás, en las propias marchas se
armaban unos líos, unas bataolas…
-¿Cómo
fue el acercamiento de los estudiantes a la realidad de los obreros?...
Porque muchos de ellos no tenían una pertenencia familiar con la clase
obrera.
Había
algo así como un mandato: “Ustedes tienen que ir a trabajar a la clase
obrera”. Entonces fue una avalancha de jóvenes que fueron a trabajar
como obreros… Y yo, que era peluquera de familia (porque mis tías eran
peluqueras), me conseguí trabajo en la fábrica de galletitas Anselmi.
-¿Y cómo se vivía la llegada a un lugar al que no pertenecías o con el que no tenías un contacto directo?
-En
los sindicatos era muy difícil para los jóvenes, no como en un gremio
estudiantil. Era algo muy cerrado. No nos costaba la integración.
Además era gente grande y formada… ¡muy formada! Más que aportar, allí
uno se formaba.
Otra
cosa que resultó un boom importantísimo fue la Ley de Educación de
Sanguinetti. A los que estábamos trabajando nos decían “Ustedes tienen
que hacer que se sepa qué es esa Ley”.
No
era como ahora que uno trata que los muchachos reflexionen, que sean
autónomos. En ese entonces era pensamiento único: “Vos tenés que ir ahí y
encarar” Y nosotros lo hacíamos como podíamos... Pero de última lo
hacíamos.
En
esa época también había mucha ‘performatividad’. Los tupas se mandaban
unas acciones que impactaban mucho en nosotros, como cuando tomaron la
radio y transmitían con un megáfono afuera de una fábrica que ni
recuerdo o cuando se escaparon los presos de Punta Carretas y a nosotros
nos habían mandado hacer ‘la del tero’. Nos habíamos concentrado todos
en el Sindicato de FUNSA y teníamos que agitar una movida para que nos
viniesen a reprimir. Mientras tanto los tupas se estaban escapando del
Penal.
Ya
éramos conscientes de que la represión era muy dura y mataba gente.
Nosotros ya sabíamos cómo venía la mano… Las represiones eran feroces;
te mataban a palo.
-Escuchándote
me da la impresión de que era un tiempo ocupado en miles de vueltas, a
toda hora… o sea, un tiempo muy lleno de actividades, todas muy
diferentes… ¿Cómo te recordás en esa intensidad?
-El
país era eso, en ese momento. Yo ya iba al Nocturno y trabajaba de día
en una peluquería como cortadora de pelo, en la calle San José y Río
Negro. Se ve que era buena cortando porque venían muchas famosas para
que yo les cortara el pelo… Cristina Morán y un montón de estrellas de
ese momento.
(Risas).
En ese entonces, para la militancia, usábamos zapatos Incalflex, porque
eran bajos, de goma y te duraban como diez años. Eran los zapatos de
FUNSA. Ya nos habían enseñado a usarlos desde la escuela... Y además,
con ellos podíamos correr.
Entonces
yo iba a trabajar con esos zapatos hasta que el viejo Nelo me mandó
hacer unos de taco y cuero, a la medida, para que estuviera en la
peluquería. Y no me quedó otra que usarlos…
Recuerdo
también que un día fuimos con Santiago y unos compañeros a un lugar
donde compramos botas militares, sacos verdes y qué sé yo… porque éramos
medio fanáticos en eso de andar vestidos a lo militar. ¿Por qué? Porque
los primeros de mayo, si había algún conflicto, íbamos y le tirábamos
alquitrán a la fábrica o a la casa del dueño. Además de la marcha
central, era moneda corriente para muchas agrupaciones estudiantiles
salir con bombas de alquitrán o pintar “Carnero” en algún muro o
fachada…
Todo eso se perdió.
-¿Y
qué pasaba con las estructuras formales como la CNT y los partidos
políticos como el Frente Amplio? ¿Cómo reaccionaban frente a esas
prácticas?
-No
lo veían mal. No había una crítica feroz… lo único que sí ocurría, en
las marchas, era la lucha por las consignas. Y se mataban a palos…
¡también en las asambleas! Pero se armaba sólo ahí.
El pintar ‘Carnero’ en la casa de alguien era una práctica que también compartían los partidos. Ellos también lo hacían.
Era
otra época que se perdió, se fue. El Frente Amplio no era el de ahora…
En él más bien tallaban los partidos; había más grupos que priorizaban
la acción directa, más que la vía institucional. Incluso los que
defendían la vía institucional, también hacían ‘cosas’. Pero no lo
cuentan, así como ahora los tupas no quieren decir nada de la lucha
armada y quieren borrar el pasado.
-Y en ese marco vos te casaste con Santiago…
-Sí,
y nos fuimos a vivir a la casa del abuelo Manuel, allá en la Gruta del
Lourdes. Él se compró esa casa porque era campesino y allí podía plantar
en el fondo. Y bueno… nos casamos.
En
ese entonces Santiago, el Bimbo, Michel y la barra… ya eran una
agrupación del MIR, o sea, venía un compañero del MIR y se reunía con
ellos.
-¿Qué recordás del barrio?
-Todo.
Me acuerdo del almacén. Les llamaba la atención que Santiago no tomara
alcohol. Como sufría de epilepsia, en el boliche siempre pedía una
malta… pero era tan simpático que todos lo querían y lo invitaban a
jugar al truco y al fútbol los fines de semana.
Enseguida nos integramos; él, más que yo.
Como
nadie conocía esa casa, se hacían reuniones. Supongo que los compañeros
de la dirección la prestaban o se reunía El Coordinador… yo qué sé. Sé
que iban tupas... ¡Iba todo el mundo!
A
nosotros nos avisaban y dejábamos la casa para que se hicieran las
reuniones. Supongo que a los vecinos les llamaba un poco la atención
pero nunca dijeron nada.
Lo
más lindo que nos pasó fue que el ‘Pelado’ Mazzuchi había ido a China y
trajo semillas. Nosotros al abuelo no se las íbamos a dar, porque era
anarquista y nos relajaba. ¡Y a mí más! Me decía que Stalin les había
prometido salvar la Guerra Civil y que era un mentiroso. Eso, lo más
suavecito que te decía.
¡Era
un divino! Bueno… las semillas se las regalamos a los vecinos y
resulta que les empezaron a crecer unos zapallos enormes. Entonces, en
agradecimiento, en el portón de casa, nos dejaban huevos… una gallina…
Nos querían en pila.
También
nos avisaban cuando había tiroteos entre bandas, en el barrio. Llegaba
una hora en que el ómnibus (el 158) no pasaba porque lo asaltaban… Igual
que ahora, lo que pasa es que la gente se olvida. Los vecinos nos
decían “No salgan hoy que va a haber tiroteo”.
Si
una asamblea se alargaba te tenías que bajar allá lejos y patear un
montón de cuadras. Tuve varios incidentes por ese motivo. Recuerdo que
una vez veníamos caminando por Teniente Rinaldi (que era una boca de
lobo) y nos quisieron robar y atacarme a mí. Santiago los enfrentó; se
peleó como un loco. Yo salí corriendo para casa… Después llegó él todo
maltrecho.
Otra
vuelta venía yo de madrugada. Me había quedado sin ómnibus y estaba
sola. Entonces pensé “Me voy a hacer pasar por un tipo” Además yo
siempre andaba de boina y sobretodo. Venía caminando un hombre y yo me
puse a chiflar. El tipo pasó por al lado mío y me dijo “No te aflijas
hermano que yo estoy más cagado que vos”.
Era
un barrio muy lindo, de gente muy solidaria. Les llamaba mucho la
atención cómo dejábamos todo abierto. Nos decían “Hoy vino una gente de
lo más rara a la casa de ustedes”. Y nosotros les decíamos “¿Ah sí?”
(Risas).
Era la casa de Las Carretas. La teníamos preciosa. Dejábamos la llave arriba del aljibe…
-Vos trabajabas en la peluquería. ¿Y Santiago?
-Santiago
trabajaba en la ANCAP, en una oficina que llevaba las boletas para
control y archivo. Militaba en el sindicato y en una agrupación de
Tendencia, en la ROE.
En
ese entonces, del MLN no había mucha gente en lo sindical, porque ya
estaban en plena lucha armada. Si formaban una agrupación, la vaciaban
porque llevaban a su militancia para el aparato. No le daban pelota a lo
sindical.
Santiago
militaba fuerte. Yo lo acompañaba a las reuniones de la Tendencia. ¡Esa
sí era combativa! Muchos compañeros viejos todavía se acuerdan de él
con cariño. Era rebueno… un tipo muy charlatán. Hablaba mucho en las
asambleas. Tenía una convicción sobre la revolución y el cambio que era
contagiosa.
También militaba a nivel estudiantil.
Nos
íbamos con sus compañeros a las Sierras de Minas a esconder libros y a
practicar maniobras. Para él eso era lo fundamental… nosotros sentíamos
que estaba cerca el triunfo de la revolución.
-A
mí me impresiona la presencia de lo colectivo en la vida de ustedes, no
sólo en la militancia sino en la cotidiana… es decir, ustedes vivían
‘en barra’, ¿no es así? No tenían una vida privada como se entiende
ahora, sino que era algo muy comunitario.
-Si
nos quedábamos en la casa de uno y de otro… andábamos juntos para todos
lados, como una comunidad. Así lo vivían todos los jóvenes que se
acercaban a esa búsqueda de la revolución. El ‘hombre nuevo’ del Che,
era lo máximo.
Otra
influencia que teníamos era la de Vietnam, del pueblo, los jóvenes y
los niños vietnamitas… y la guerra de guerrillas. Nosotros queríamos
eso, queríamos practicar para eso y lo que hacíamos era como una copia
de lo que en Vietnam hacían contra los yanquis.
-¿Y cómo pensaban el día después de la victoria armada?
-Y... yo sentía que tenía varios problemas: era mujer y era negra.
Yo creía que con el triunfo de la revolución se iban a terminar los problemas por ser negro o puto.
Recuerdo
a un compañero que sufría mucho porque era homosexual e iba al
psicólogo para que lo ayudara a que le gustaran las mujeres.
Pero el esquema era hacer primero la revolución; después veríamos cómo encarar los otros problemas.
-¿Cómo manejaban el tema del miedo?
-Éramos
unos inconscientes. Santiago era un inconsciente... un tipo que creía
en lo que hacía. Te daba tranquilidad. En la tortura, a mí me ayudó
pensar en Santiago, en cómo enfrentaba a los milicos en las
manifestaciones, en cómo quería el triunfo de la revolución.
Reprimían
duro. Recuerdo que una vez los milicos fueron a casa y nos detuvieron.
Nos cagaron a palos. Creo que era Castigloni. Después nos soltaron.
Santiago fue el que puso la bandera de Cuba en el mástil del liceo. ¡Pah! Se armó tremendo lío, que hasta salió en los diarios.
Habían
venido a desalojar el liceo porque nosotros estábamos ocupando Y
Santiago, por megáfono, le pidió a los vecinos que, si eran solidarios
con nosotros y con la Revolución cubana, colgaran banderas blancas de
las ventanas. Y empezaron a salir sábanas de todos lados... del Bar La
Toja, de las casas.
Se llenó de banderas blancas… Esa movida en el Dámaso fue histórica.
¡Esas cosas de Santiago… siempre inventando algo para movilizar!
Santiago siempre hablaba en las asambleas. Eso hizo que lo marcaran.
Recuerdo
cuando mataron a Hernán Pucurull, que era el bibliotecario del liceo.
Nosotros hicimos tremenda movida por el compañero asesinado.
No
le dábamos tregua a nada… ¡a nada! Entonces la situación era
ingobernable para ellos. Tanto es así que cerraron el turno nocturno y
nos mandaron para el Liceo N° 8. Nos dividieron... Y ahí en el Liceo 8
lo mataron.
-Cuándo me contás todo esto, ¿sentís que hay una memoria que se perdió?
-Se
perdió la memoria de la lucha. En el 71 surge el Frente Amplio y, para
mí, ahí comienza a darse una movida electoral y se empieza a perder esa
lucha.
También mucha gente empieza a caer en cana… ¡mucha gente!
No
es sólo que se perdió la utopía… Para muchos (y no es una evaluación
política sino desde lo sensible) era más fácil pensar que no había
peligro de muerte, porque estaban las elecciones y podías meter un voto
en una urna.
Cuando surge el FA comienza a darse el corte con respecto a la acción directa y la vía electoral.
-¿Hubo un esfuerzo de paz, de intentar calmar ‘las aguas’?
-Una gran decepción fue la última marcha de los cañeros que terminó haciéndole propaganda al Frente Amplio.
Nosotros a UTAA la apoyábamos siempre, en todas las marchas. Había toda una movida sindical y estudiantil de apoyo.
Y
de pronto que una marcha cañera viniera a hacer propaganda electoral,
se te caía la estructura mental que vos tenías en relación a esos
trabajadores de la caña que estaban peleando por la tenencia de la
tierra, por querer funcionar en cooperativa… Todo eso te decepcionaba
mucho… Pero igual, el programa del FA tenía esas propuestas, levantaba
esas consignas. Y vos decías, “Pero, y esto de la reforma agraria, de la
nacionalización de la banca, ¿quién se los va a dar?”
Yo pienso que el programa era engañador, como para ‘enganchar’ gente.
Esas cosas dolían.
Las estructuras comenzaron a rigidizarse… “No hagan olas porque tenemos que juntar votos”.
Empiezan
a darse otros debates en la sociedad, muchos debates: Frente Amplio, sí
o no; voto en blanco, sí o no…. debates que, para mí, fueron una
pérdida de tiempo y un quiebre en relación al proceso en que veníamos.
Igualmente
el auge de la movilización estudiantil siguió siendo grande. Se peleó
bastante contra la reforma educativa de Sanguinetti.
Ahí empiezan a surgir las andadas de la JUP.
Empezaron a aparecer en algunas esquinas. Yo recuerdo que en Ocho de
octubre y Garibaldi siempre aparecían los de Tradición, patria y
familia, con sus uniformes… Y trataban de mostrarse cerca de los ámbitos
estudiantiles.
Así
empezaron a cagar a palos a las chiquilinas en la puerta de los liceos,
a querer marcarlas con esvásticas… a hacer maldades de todo tipo.
Es
ahí cuando nosotros comenzamos a tener enfrentamientos directos con
ellos; de la misma forma en que enfrentábamos a los botones, empezamos a
enfrentarnos con la JUP.
Íbamos al Bauzá donde estaba EL Manco Ulises y todos los ‘jupos’.
Un
día hicimos una marcha y fuimos a gritarles a la puerta del liceo.
Ellos salieron y se armó una trifulca grande. Se enfrentaron los
varones.
Ahí
a Santiago lo metieron preso. En la cana se juntó con los cañeros…
también había unos mexicanos revolucionarios que habían venido a apoyar.
Yo iba a visitarlo y a llevarle comida… y cartas para él y los
compañeros.
Allí
escribió las cartas a su madre que son divinas, porque te mostraban
bien lo que él era y el compromiso que tenía con la revolución.
Cuando
lo liberaron fue para casa y yo comencé a decirle que descansara un
poco de la cana, que no anduviera de noche… que yo iba en su lugar. Y
como yo me iba a trabajar durante el día, le dejaba cartitas, diciéndole
“No vayas a trabajar hoy…” etc. etc. Pero no me hacía caso.
Ese día que lo mataron yo le había dejado una carta diciéndole que no fuera…
¡Ay… qué horror! (Silencio).
Y bueno… fue igual.
Los
fachos ya nos tenían rejunados porque llamaban por teléfono a la casa
de mi vieja y le decían “A tu hija y al marido los vamos a matar”.
-¿Había una estructura atrás de esas acciones fachas?
-Sí,
había una estructura. Era el fascismo organizado, eran los Escuadrones
de la muerte que respaldaban a estos pendejos jupistas.
Nos tenían junados, más a Santiago porque era un agitador de masas, porque era un tipo que hablaba en la calle, en el sindicato…
Y lo mataron.
Recuerdo
que nos acorralaron… yo estaba ahí… Cuando empezamos a oír golpes
comenzamos a tirar las sillas para la puerta de entrada. Nos venían
cagando a tiros. Nosotros fuimos reculamos y nos metimos en ese salón de
clase… Y allí no vimos que ya estaba herido. No sé ni por dónde entró…
Pero fue de atrás que le pegaron un balazo.
Al
principio yo no acredité que estaba baleado; creí que se había caído
por el problema de epilepsia que tenía (porque a veces se caía, por esas
convulsiones que le venían), hasta que vino un compañero al que le
decíamos Júpiter y lo levantó. “Está herido”, dijo. Me mostró que tenía
sangre de Santiago en sus manos y se lo llevó… Pero yo no creía.
-Y después de eso… la impunidad.
-Después
de eso lo velaron en el Liceo Nº 8. Pidieron para llevarlo a la
Facultad de Derecho y ahí los compañeros de la CNT quisieron aguantar
hasta el 14 de agosto (lo habían matado un 11 de agosto) para hacer la
marcha y enterrarlo con un paro general. Fue un paro en el que participó
todo el mundo y, una marcha multitudinaria…
La
gente estaba muy indignada porque además Santiago era un chico muy
querido… de familia, del barrio, del fútbol, de todo lo que hacía…
-Hoy la JUP está impune y además ahora está el Partido Militar de Manini.
¿Cómo visualizás el surgimiento de este partido? ¿Y cómo analizás que
Mujica, uno de los referentes de izquierda, en el parlamento le haya
pedido a Manini que ‘arrime verdades’?
-Son
dos cuestiones diferentes. Por un lado está el Ñato Huidobro, socio de
todas esas lacras y, junto a él, Mujica asociado a toda esta situación.
Yo lo veo como una cuestión de liderazgos entre ellos, de ese modelo de
pensamiento único… porque yo a la gente del MPP no la meto, toda, en esa
bolsa… porque hay gente que no es eso.
Ellos
habilitaron a Manini y ¡andá a saber qué negociaciones tuvieron!… más
que nada el Ñato. Las cosas que dijeron los propios botones cuando lo
velaron te hacen pensar en que hay algo… un ‘matrimonio’ muy unido
entre ellos.
Y
yo lo veo como antes… cómo las clases dominantes cuando se les escapa
la democracia burguesa de las manos, los propios oligarcas o los propios
empresarios se postulan al parlamento para defender sus intereses
económicos e ideológicos. Esto es igual; para mí el Partido Militar
busca legitimarse dentro de la democracia burguesa y contar con esa
‘herramienta’ de la representación parlamentaria para lavar todos los
asesinatos, las torturas, las violaciones, las desapariciones… toda la
impunidad, todas las atrocidades que los milicos han hecho… y a la vez
hacer de administradores en esa democracia burguesa, habilitados por
Huidobro y Mujica…
Y Manini se ve como un posible presidente.
Para
mí esto tiene que ver con el avance del fascismo en el mundo, que ha
asumido diferentes características. La ocupación militar y las guerras
ya no les sirven. Este es otro modelo y otra época… un modelo más
económico. Si bien invierten en armas y van a la guerra en otros
contextos, no es casualidad que en estos tiempos las formas de
dominación en Argentina, en Chile y en Brasil se parecen mucho.
Cada
vez que escucho hablar a algún miembro del Partido Militar me hace
acordar a lo que decía Primo de Rivera en España (un facho)… y al
fascismo italiano.
Son retrógrados y tienen ahora la posibilidad de decir todo lo que dicen, porque estamos en minoría.
-¿Y cómo se combate al fascismo?
-Haciendo la revolución.
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