La gente va a las ollas porque el aporte del Estado no da ni para dos días, alertó secretario de AEBU
26/04/2021
Del estudio ´Ollas y merenderos populares en Uruguay – Tramas para sostener la vida frente a la pandemia´, elaborado entre la Facultad de Ciencias Sociales y la Comisión Técnica Asesora de AEBU, surge que “casi el 80% de las donaciones viene de vecinos”, destacó en ´Mejor Hablar´ el secretario general del sindicato bancario, Fernando Gambera.
“Nos consta”, puntualizó Gambera entre varios elementos vertidos en la entrevista, “que después del 15 de cada mes, la gente, después de haber recibido alguna de las ayudas” del Estado “a través de ´tuapp´ o de las Asignaciones Familiares, va también a las ollas, porque sencillamente lo que se está entregando” por parte del gobierno “no da ni para dos días”.
“Entonces”, en entidades como Uruguay Adelante “se habla de eficiencia porque se mira el fenómeno desde la lejanía y desde la no-pertenencia, ´a nosotros no nos va a tocar, simplemente somos eficientes para que la gente pueda sortear esta situación de emergencia y acercarles ´un plato típico de ollas´´, como se presentó en su momento cuando se conforma la ONG”.
“Que dicho sea de paso -prosiguió el dirigente bancario- hay cosas de las que ni siquiera hemos podido llegar a tener una explicación: ha habido una andanada durante todo el año pasado sobre la famosa ´personería jurídica del PIT-CNT´”, cuando “en el mundo todo el mundo sabe quién es el PIT-CNT, cuáles son sus autoridades, quiénes nos representan, todo lo que quieran. Y sin embargo, en una entrevista de las tantas que hubo la semana pasada, un integrante de Uruguay Adelante admitió que todavía no tienen personería jurídica. Entonces no sé por qué razón, y con qué necesidad, había que tercerizar de alguna manera ayudas que podían ir directamente a quienes se están organizando en los barrios, a quienes son conocidos en los barrios, sin necesidad alguna de generar ´mentores´”, se preguntó Gambera.
Luego apuntó, respecto del estudio citado, que “en una de sus tablas se puede ver claramente” que en cuanto a “la composición de las ollas” y según “se autodefinen, (…) más de la mitad son barriales y familiares, no tienen ningún vínculo institucional con ninguna organización de otro tipo. Y por eso, si uno va a una tabla donde se detallan los principales donantes a ollas populares (…) casi 80% de las donaciones viene de vecinos”, anotó.
Más adelante subrayó que “nosotros, todo lo que se factura, todo lo que entra y lo que sale está debidamente documentado con una factura que contiene IVA. Es obvio que todas las empresas que de alguna manera forman parte de las experiencias solidarias que ha habido y que están relevadas en este informe (…) tienen niveles de exoneración que en algún momento los vamos a tener que medir. Solo que a veces no se tiene todos los datos suficientes como para eso” y “si hubiera una parte de ese IVA que fuera devuelto, seguramente se convertiría en más comida para la gente”.
>>> La olla se mantiene desde abajo
En diciembre de 2020 publicamos el estudio «Ollas y merenderos populares en Uruguay -Tramas para sostener la vida frente a la pandemia». En su elaboración participaron docentes e investigadores de la Universidad de la República, ocho estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales y tres integrantes de la Comisión Técnica Asesora (CTA) de AEBU. La tercera parte de este trabajo, titulada «Ollas y merenderos populares en Uruguay 2020. Estimaciones económicas sobre el fenómeno» estuvo a cargo de los integrantes de nuestra CTA, economistas Soledad Giudice, Natalia Otero y Aníbal Peluffo. Este trabajo también contó con el apoyo de FESUR.
Ahora el mismo colectivo presenta un informe complementario sobre las estimaciones económicas de este fenómeno que abarca un número no menor a las 700 ollas y merenderos populares. Esta cifra surge de un registro efectuado en los principales centros poblados del país, pero no incluye a iniciativas de este tipo desplegadas fuera de las capitales departamentales.
Si el número de ollas y merenderos es de por sí importante, las cifras del volumen alcanzado por esta ayuda solidaria habla a las claras de la generosidad de nuestra población. En los dos meses de mayor actividad (abril y mayo de 2020) las ollas populares prepararon casi tres millones de platos de comida. Si consideramos el periodo que va desde la segunda mitad de marzo hasta finales de julio (cuatro meses y medio), el dato asciende a casi seis millones de porciones servidas. En la tercera semana de abril, las ollas populares alcanzaron su pico máximo, con 55 mil porciones diarias.
A estos números debe sumarse los de los merenderos populares. Desde mediados de marzo hasta finales de julio, ellos sirvieron un poco más de dos millones de porciones. Su pico máximo se registró en la última semana de abril, cuando brindaron 121.400 porciones de comida solo en esa semana.
El informe toma como base al valor estimado por porción, y cuantifica el esfuerzo económico de las iniciativas para el total del periodo, en una suma aproximada a los $ 353 millones. Esta cifra se compone por $ 304 millones correspondientes a porciones de ollas populares y $ 49 millones a porciones de merenderos. Entre abril y mayo —los meses en que mayor cantidad de personas se alimentaron de las ollas y merenderos populares— se estima que el valor de las porciones ascendió a $ 174,5 millones.
Respecto de las iniciativas que dieron lugar a las acciones solidarias, la investigación ubicó en primer término a las experiencias de tipo vecinal y las calificó como «las principales en todo el país». Ellas representan el 43 % de las ollas y merenderos encuestados, y al menos un cuarto de los impulsores de estas experiencias se conocía previamente de comisiones de fomento vecinales. Otros tipos de emprendimiento según el grupo organizador fueron: 15 % familiares, 11 % de clubes deportivos o sociales, 7 % de merenderos u ollas históricas, y 6 % del movimiento sindical, entre otros actores.
Y así como el número de ollas y merenderos es muy elevado, también lo es el de quienes las sostuvieron y aún las gestionan: «Del total de las experiencias, se calcula que 6100 personas han estado sosteniendo semanalmente las ollas y merenderos en el periodo estudiado. Se estimó que entre el 15 de marzo y el 31 de julio, se destinaron aproximadamente 1,7 millones de horas de trabajo en ollas populares y merenderos. Si se considera una dedicación de 40 horas semanales, el esfuerzo realizado implicó el trabajo no remunerado de aproximadamente 800 personas durante un año entero. De las horas totales calculadas de trabajo no remunerado, el 58 % fue realizado por mujeres. La dimensión económica del trabajo no remunerado destinado a ollas populares en el periodo estimada es de $ 149 millones y el de los merenderos es de $ 39 millones».
El informe se ocupa luego de analizar los principales donantes mencionados por los responsables de las ollas y merenderos, y en este aspecto se destaca una generalizada presencia de lo vecinal como origen de lo donado en el 80 % de las ollas —una constatación señalada por Soledad Giudice a Portal AEBU— porque «refuerza la relevancia de la trama comunitaria». Los siguientes dos actores de importancia en esta materia también tienen vínculos cercanos con lo vecinal. Se trata de comercios locales (54 %) y donantes particulares (47 %). En cuarto lugar, se encuentran los sindicatos, presentes como donantes en el 47 % de las ollas, agentes sociales que aparecen como el primer actor institucional mencionado como sostén cotidiano de los entramados solidarios con sus recursos. Incluido en este rubro encontramos a AEBU, con su olla de martes y jueves.
Muchas veces cuando se manejan grandes números se suele perder la noción de lo que representan. Por ello, nada como las comparaciones para comprenderlos a cabalidad. El ejemplo tomado por Giudice es bien gráfico: «La estimación del esfuerzo colectivo económico total, considerando el valor de las porciones y el trabajo no remunerado de estas iniciativas fue del orden de los $ 540 millones en el mencionado lapso de cuatro meses y medio. Para ilustrar la magnitud del fenómeno, si comparamos lo que se destinó de gasto público adicional en transferencias directas a la población vulnerable por parte del Gobierno en el mismo periodo, el esfuerzo económico generado por las ollas y merenderos fue casi la mitad (46 %)».
Sobre el impacto social de esta ayuda el informe también tiene algo para decir: «Cuando se observa la magnitud del incremento en los niveles de pobreza e indigencia (100.000 personas), y se tiene en cuenta el número de porciones servidas en las semanas más complicadas (un máximo de 72.350 en un día entre ollas y merenderos) es claro que una buena parte de las iniciativas solidarias atendieron, aunque sea parcialmente, las necesidades alimentarias de esa población».
Finalmente, el informe complementario encuadra su análisis dentro de un marco mayor: «Las cifras de la FAO manejadas por la Escuela de Nutrición de la Universidad de la República, dan cuenta de que casi un 30 % de los uruguayos padeció inseguridad alimentaria en 2020. Estos números hablan de que, para asegurar los niveles de suficiencia necesarios para la alimentación de la población, hacen falta políticas integrales, más amplias y coordinadas por el sector público. De lo contrario la respuesta será parcial, posiblemente insuficiente y apoyada en el esfuerzo no remunerado de una parte de la población con una capacidad limitada de coordinación e infraestructura escasa».
Militancia barrial, unidad de clase o eficacia empresarial: investigación aborda las “tensiones y disputas” en relación con las ollas populares
La Diaria 27 de abril de 2021
Un estudio del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales analiza las ayudas alimentarias a nivel barrial, del PIT-CNT y de organizaciones como Uruguay Adelante.
¿Cómo visualizan las ollas populares sindicatos, organizaciones barriales y proyectos de voluntariado y de responsabilidad social empresarial? ¿Qué diferentes lógicas ven detrás de este fenómeno? Estas son algunas de las preguntas que se planteó el estudio “Entramados comunitarios y solidarios para sostener la vida frente a la pandemia: ollas populares y merenderos en 2020”, realizado por el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, con la colaboración de la Asociación de Bancarios del Uruguay. El trabajo resultó en un informe de 74 páginas que fue publicado este mes.
Una primera parte del estudio –un análisis cuantitativo del fenómeno de las ollas en el país– ya había sido publicado en diciembre del año pasado, y fue complementado con un extenso análisis cualitativo del fenómeno, con entrevistas en profundidad a 15 actores de redes de ollas, entidades de apoyo, representantes de sindicatos y organizaciones no gubernamentales y entidades vinculadas al sector empresarial.
El estudio reconoce que se identificaron “tres campos de articulación”, dos de los cuales “buscan abarcar la agrupación y representación del campo popular”. Por un lado, se enumera el trabajo iniciado por el PIT-CNT y la conformación de la Coordinadora Popular y Solidaria (CPS); por otro, el recorrido proveniente de la “responsabilidad social empresarial”, que “reuniendo a diferentes iniciativas, encuentra un punto de convergencia en Uruguay Adelante”. Cada uno de estos campos, sostiene el estudio, muestra sus propios “hitos”: la conformación de la CPS en base a “redes de entramados comunitarios y solidarios en la sede de FUCVAM [Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua], el 9 de agosto de 2020; una movilización de la Red de Ollas impulsada por el PIT-CNT, realizada el 21 de junio en la plaza Independencia, recolectando firmas para que se instaure una Renta Básica de Emergencia; y el lanzamiento de Uruguay Adelante, el 27 de julio de ese año, en la cervecería Montevideo Beer Company, en el Municipio CH”.
“Militantes de barrio”
Algunas personas que trabajan en las ollas barriales se definen como “militantes de barrio” y mencionan explícitamente la “militancia”, que “no puede estar ajena en un momento en que el pueblo está necesitando una ‘mano solidaria’”. La investigación sostiene al respecto que si bien para algunas personas esa militancia tiene cierta “asociación partidaria”, en la “mayoría de los casos” se utiliza el término en referencia a las horas –no remuneradas– dedicadas “por convicción al proyecto solidario”.
Aunque el objetivo principal de las redes de ollas barriales es garantizar el funcionamiento de las ollas, a veces las discusiones entre sus participantes trasciende ese plano, “ya sea en el presente o en el corto plazo a partir de reivindicaciones diversas, como en el mediano o largo plazo mediante cambios de mayor alcance”. Esto último, no obstante, no es fácil, en la medida en que “la carga de tiempo que insumen las tareas cotidianas de las ollas y merenderos, donde además se da un desgaste importante con el transcurso de la pandemia, afectan la participación en las redes”.
El estudio marca que si bien en los encuentros de la CPS se procesaron “temas diversos” y el principal fue la obtención y gestión de recursos para las ollas, también sus integrantes discutieron otra variedad de asuntos. Uno que generó “tensión” es el rol que debe asumir el Estado frente a las ollas y ante la emergencia alimentaria, y no contó con una respuesta unánime entre los integrantes.
Respecto de ese rol del Estado, las redes que integraron la CPS debieron resolver además tres puntos en concreto: si apoyaron la recolección de firmas por la Renta Básica de Emergencia impulsada por el PIT-CNT; si se adherían a la campaña de recolección de firmas para derogar la ley de urgente consideración (en ambos temas hubo diferentes posturas en las redes); y cómo resolverían un vínculo con el gobierno nacional y con la Intendencia de Montevideo a la hora de recibir y gestionar recursos. “Por un lado, existen quienes reconocen la necesidad de recursos y que aceptan que estos provengan del Estado; por otro lado, hay posturas que no entienden conveniente la intervención estatal o que consideran insuficientes las ofertas que se han hecho. Las percepciones también son distintas según si los recursos provienen del gobierno central o departamental, debido a que los mismos traen aparejadas diferentes concepciones y propuestas”, dice el estudio.
Olla sindical (y política)
Tras citas a las principales autoridades del PIT-CNT, el estudio sostiene que en el ambiente sindical la olla es vista “no sólo como un instrumento para resolver la alimentación, sino también como un medio para relacionarse con los habitantes del contexto en que se desarrolla la disputa, comunicar los motivos y de esa manera expandir el alcance de la acción política en su componente práctico, de organización para la lucha”.
Según dijo a los investigadores el secretario general de la central, Marcelo Abdala, “las ollas poseen intrínsecamente una perspectiva de clase, que está asociada a la lucha”, al ser “‘uno de los resortes que hay que articular de inmediato’ durante las huelgas para garantizar la subsistencia de los trabajadores y sus familias”. En tanto, para el presidente del PIT-CNT, Fernando Pereira, “si hay un conflicto hay una olla, y es porque no tienen qué comer, la olla unifica, construye valores, contrariamente a la crisis”.
El estudio sostiene que las ollas realizadas por los sindicatos tuvieron como objetivo “además de brindar alimentación, promover ‘conciencia’ y ‘organización social’”. En ese marco, “la generación de conciencia surge a partir de una lectura de la situación económica y política del país, y de la manera en que esta afecta a ciertos sectores sociales; y de una práctica solidaria que ubica a quienes llevan adelante la olla y quienes reciben el alimento en una condición de igualdad de clase, lo que es visto de manera opuesta a la práctica asistencialista o caritativa que asocian con actores por fuera del campo popular”.
Emprendedurismo y eficiencia
El estudio también relata cómo organizaciones vinculadas a la responsabilidad social empresarial, el emprendedurismo y el voluntariado fueron confluyendo hacia comienzos del segundo semestre de 2020 en el lanzamiento de Uruguay Adelante, una organización que recientemente ha sido designada por el Ministerio de Desarrollo Social para hacerse cargo del reparto de alimentos a ollas populares.
La investigación recuerda cómo en la invitación a la conferencia de prensa se invitaba a explicar el proyecto y “compartir un típico plato de olla popular”. La propuesta se presentaba como “una iniciativa de la sociedad civil para hacer más eficiente la atención de la crisis alimentaria del país”. En la mesa de presentadores estaban Santiago Pérez, director ejecutivo de Uruguay Adelante; Santiago Oitaben miembro cofundador de Canastas.uy; Santiago Colella, de Montevideo Beer Company y miembro de Gastronomía Unida”; y Venancio Mangado, también de Gastronomía Unida y de Todos por Dolores. Según dijo Pérez en ese momento, “Uruguay Adelante surge con un objetivo muy claro que es trabajar sobre la eficiencia y que la eficiencia redunde en que el plato de comida no falte en ninguna mesa”.
En la investigación se asegura que algunos actores provenientes de este ámbito, como el referente de Canastas.uy, visualizan que el Estado “es visto inicialmente como un actor de apoyo, que sería deseable que confíe en la eficiencia de estas organizaciones y derive recursos durante la emergencia, pero en el retorno a la ‘nueva normalidad’ se polemiza su función asistencial”. En palabras del propio referente de Canastas.uy: “Los modelos asistenciales destrozan al ser humano, no dignifican ni los dejan crecer. En definitiva, yo crezco cada vez que tengo problemas, cuando se me encuentra un problema adelante lo supero; uno tiene que tratar de generar eso en los modelos. Me parece que hoy en el país hay un modelo demasiado asistencial y no se está viendo de resolver la problemática, sino que se está viendo de postergar el problema muchas veces, y esto no es lindo; hay veces que tenés que pasar hambre para sentir la necesidad de salir a comer o a buscar comida, pasar hambre para pensar que de repente podés hacer una huerta en tu casa y tratar de generarte los propios recursos”.
A su vez, se señala que desde este ámbito se visualizan como “generadores de empleo” y leen el problema detrás de las ollas como un “desacople” entre los requerimientos del mercado laboral por un lado, y las habilidades y competencias de las personas que no logran acceder a puestos de trabajo por otro. El referente de Uruguay Adelante sostiene que organizaciones como esta pueden “tender puentes entre sus conocidos (capital social) para la inserción de personas que asisten a las ollas”, y así “generar estrategias de capacitación e incubación de emprendimientos con sentido social”: “Hay un mercado que sí absorbería si esa población estuviese capacitada [...] Entonces el tema ahí es ver a dónde apuntas, con suerte, dentro de todo, si organizás lo que es el bloque: Canastas, Uruguay Adelante, Unidos para Ayudar tenemos una cierta cercanía con un montón de empresarios [...] está todo dado para ser la solución al problema”.
Las dos ollas
La investigación contrasta, finalmente, el rol de la olla popular en el “campo popular y sindical”, con ese “plato típico” servido en el lanzamiento de Uruguay Adelante, lo que ilustra “distintas maneras de poner en juego formas de representación de la olla”.
“Podríamos decir que ante un plato existen ‘dos ollas’. Mientras que en una la olla significa una alternativa para seguir sosteniendo la vida o se retoma para colocarla en el centro de la escena pública para exigir respuestas por parte del Estado, en la otra olla se exotiza el plato popular, colocándose por fuera de su ámbito propio desde el que surge tanto el tipo de comida como la organización social. Se refuerza así el uso de una gramática y una imagen de tipo empresarial, donde el mensaje es: si somos eficientes en la gestión de la crisis alimentaria, a nadie le faltará un plato de comida”, dice la investigación, que sostiene que “existen tensiones y disputas en relación a la olla popular”.
Así, se compara, por ejemplo, que mientras que en el lanzamiento de Uruguay Adelante “la olla popular resulta casi invisible”, “sólo se hace mención a ella en la invitación” y “la ‘degustación’ ocurre recién al final de la actividad”, en la movilización de la Red de Ollas del PIT-CNT la olla ocupaba un “lugar central”, al punto de que “en torno a ella gira todo el movimiento de la jornada”. Hay en estos casos, se sostiene, una “apropiación diferencial del sentido de la olla popular, que desborda la comida como elaboración y consumo de alimento, abarcando a la olla como producción de sentido político”.
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