mar nov 26 2013 17:23
Cientos de guerrilleros congoleños se entregaron ante el Ejército uruguayo y anunciaron el fin de las hostilidades.
Entre el viernes 22 y hoy, un total de 369 guerrilleros
Mai-Mai y familiares depusieron armas y se entregaron ante los
efectivos uruguayos en la República Democrática del Congo (RDC),
confirmó a El País el coronel Gustavo Sosa, jefe del Centro Coordinador
de Operaciones de Paz del Ejército.
De ese total, 286 son combatientes de dos grupos de la
etnia, los Nyatura y los Chekka. Los primeros se entregaron en la base
uruguaya de Kitchanga y los otros en la de Pinga, ambas ubicadas en las
cercanías de la ciudad de Goma, al este del país, que ha sido asediada
durante años por estos insurgentes.
El viernes 22 se entregaron en el campamento uruguayo
de Kitchanga 193 integrantes del grupo Nyatura, 131 combatientes,
sumados a los cuales había mujeres y niños. Hoy lunes se entregaron 41
personas más, 25 de ellas combatientes Mai-Mai.
En Pinga se entregaron con sus armamentos 135
miembros de los Mai-Mai Chekka. En este caso, el líder del grupo hizo
una declaración pública ante las autoridades militares y políticas de su
movimiento en la cual afirmó que el grupo estaría desmovilizándose
completamente.
Al deponer su actitud belicista, los insurgentes ingresan en un programa de desmovilización que ha venido siendo implementado.
El batallón Uruguay IV de la misión de Naciones
Unidas en el Congo está a cargo hoy del coronel Gonzalo Mila, que se
traslada permanentemente de una base a otra.
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Rebeldes congoleños del M23 se rinden en rugwero al Ejército ugandés, el viernes. / isaac kasamani (AFP)
Fin del capítulo, no de la historia. El Ejército congoleño —con el apoyo de la brigada de cascos azules de Naciones Unidas— ha barrido esta semana militarmente a los insurgentes del M23. Pero no les ha vencido, sino que les ha expulsado hacia Uganda, país aliado de los rebeldes.
Tras un año y medio ocupando buena parte de la provincia de Kivu Norte, la más castigada por la guerra en Congo, los rebeldes del M23 han tenido que retirarse súbitamente tras una ofensiva por sorpresa del Ejército de la República Democrática de Congo.
La operación para recuperar el territorio se lanzó aunque el Gobierno de Kinshasa y los insurgentes estaban en plenas negociaciones. Pero aunque el M23 aceptó el pasado martes su derrota con un comunicado anunciando “el cese de las hostilidades”, el conflicto no se puede dar por terminado.
Primero, porque los rebeldes no han sido vencidos y han salido por donde habían entrado: Uganda. Y segundo, porque cada nuevo capítulo de esta guerra se parece demasiado al anterior.
La operación para recuperar el territorio se
lanzó aunque el Gobierno de Kinshasa y los insurgentes estaban en plenas
negociaciones
El paralelismo de la situación actual con episodios anteriores solo genera escepticismo entre la población. “Se acabó el capítulo, ¿quién protagonizará el próximo? Nadie se traga que esto sea el fin”, bromea un joven desde Goma.
El guion cambia poco en cada ocasión: una fuerza militar con apoyo de Uganda y Ruanda irrumpe en Congo, se instala durante un tiempo en el este del país, zona montañosa con volcanes y con minas de estaño, tungsteno y otros minerales —necesarios para la industria de las nuevas tecnologías—, hasta que las divisiones internas y pactos opacos con las autoridades congoleñas conducen a una integración de sus efectivos, incluidos los altos mandos, en el Ejército congoleño. Alguno de sus líderes simula una derrota simbólica, pero en general la cúpula rebelde halla una salida.
En 2009, las tropas ruandesas detuvieron a
Nkunda y se lo llevaron a Kigali, donde, hasta el día de hoy, sigue bajo
arresto domiciliario
En la primera guerra de Congo, Makenga se unió a sus compañeros de armas de Ruanda en la marcha hacia Kinshasa para derrocar al dictador Mobutu y participó en la primera rebelión, la del RCD. Al firmarse el fin oficial de la guerra, en 2003, el RCD se convirtió en partido político y muchos de sus milicianos fueron absorbidos por las fuerzas regulares congoleñas. Pero en realidad no despareció ni la guerra ni la insurrección, que resurgió en 2007 con el nombre de CNDP.
Makenga era ya entonces uno de los fieles y más próximos oficiales del nuevo líder, Laurent Nkunda. La rebelión de Nkunda se propagó cómodamente por Kivu Norte. Plantó sus bases en Kitchanga —donde Nkunda fue profesor— y su avance llegó hasta las puertas de Goma, la capital provincial.
En 2009, las tropas ruandesas detuvieron a Nkunda y se lo llevaron a Kigali, donde, hasta el día de hoy, sigue bajo arresto domiciliario. Mientras, Makenga se integraba en el Ejército congoleño. Una pausa de dos años largos separó la caída del RCD de su resurrección en forma de CNDP. Dos años largos pasaron también desde que el CNDP de desvaneciera en 2009, hasta su renacimiento bajo el nombre de M23.
Cuando esta última guerrilla entró en escena, el coronel Makenga se situó en la primera línea. Aunque enfrentado a Bosco Ntaganda, el otro peso pesado de la rebelión, Makenga se acabó imponiendo como relevo de Nkunda y, como todos los líderes de esta insurrección, también llegó desde Uganda.
Makenga está acusado por el Gobierno congoleño de haber cometido crímenes de guerra y sobre él pesa una acusación de Naciones Unidas. También Nkunda ha sido reclamado por las autoridades congoleñas por los mismos delitos.
Nkunda, Makenga, Ntaganda. Aparte de las acusaciones por crímenes contra la humanidad y abusos, lo que tienen en común todos los protagonistas de esta rebelión es que se mueven con libertad por la región independientemente de las fronteras y que todos han vestido varios uniformes: de las tropas ruandesas, del Ejército congoleño y de la rebelión, siendo para ellos las fronteras —igual que para los minerales que controlan— una raya simbólica que no afecta a sus actividades.
El presidente Joseph Kabila, durante una visita a Kiwanja en Kivu del Norte
El comandante congoleño Didier Etumba durante una visita a Rushuru una zona que estaba bajo control de los rebeldes del M23 (noviembre 18.2013)
Milicias rebeldes del M23
jue nov 28 2013
El general Shekka o Cheka, uno de los
principales jefes del grupo rebelde Mai-Mai que controlan el este del
Congo, se retiró a las montañas en la mañana de hoy tras estar muy cerca
de entregarse a los efectivos uruguayos localizados en la ciudad de
Pinga que integran la Misión de Paz de Naciones Unidas, según
confirmaron fuentes del Ejército.
La semana pasada la brigada de intervención de ONU,
conformada por los ejércitos de Tanzania, Sudáfrica y Malawi, cercó la
zona que controla la guerrilla y funciona la base uruguaya cuyo objetivo
es dar seguridad a la población civil de Pinga.
Una vez que el ejército rebelde se vio rodeado por la
brigada de intervención el propio general Cheka anunció su decisión de
entregarse para ser juzgado por los tribunales internacionales.
Sin embargo, las conversaciones no llegaron a buen puerto y el jefe rebelde se retiró de la mesa de diálogo junto a 150 hombres.
Ahora la brigada de intervención, cuya misión es de
carácter ofensivo, otorgó a Cheka un plazo que vence el sábado 30 para
entregarse, de lo contrario pasarán a la acción por la vía armada.
Durante el miércoles pasado cientos de guerrilleros
bajo su mando se entregaron a los soldados uruguayos y comenzaron un
programa de desmovilización a cargo de ONU.
Mientras tanto, los soldados uruguayos están
concentrados en un cerco sobre los alrededores de Pinga para contener
eventuales ataques a la población civil.
Villa Pinga es una población de 10.000 personas
localizada en el medio de la selva a escasos cien kilómetros de ruanda.
Rodeada de montañas y con caudaloso río Osso al lado, es el centro de
las pujas entre distintos grupos guerrilleros que se debaten por el
control de la zona rica en diamantes, oro y colta.
Desde el principio de la operación multinacional el
gobierno uruguayo resolvió no intervenir en las acciones ofensivas en el
Congo las que están a cargo los ejércitos de Tanzania, Sudáfrica y
Malawi.
La seguridad de Pinga está en manos de una compañía
de 250 efectivos del Ejército uruguayo. Semanas atrás la compañía
participó de un rescate de 14 personas secuestradas por los Mai-Mai para
intercambiarlos por guerrilleros presos.
Las tropas de la brigada de intervención están
integradas con unos 400 hombres y cuenta con equipamiento de artillería
por las características de su misión, según fuentes militares.
El gobierno de Congo y Naciones Unidas instalaron un
sistema de desmovilización para los guerrilleros de los distintos
grupos beligerantes. Quienes resuelven retirarse de la lucha deben
presentarse en las unidades militares de Naciones Unidas con sus armas y
útiles de guerra.
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