Las corporaciones compiten por el dominio del mundo y todo indica que entre los dos bloques imperialistas (China y Rusia versus EEUU y Europa) ya existe una guerra fría en general y, por momentos, muy caliente!!
Zurdatupa 28.12.13
Recortes de prensa
Tras la neutralización de los dos misiles lanzados por EEUU, Rusia contactó al régimen de Obama para informarle que “golpear Damasco equivaldría a golpear Moscú” Martes, 3 de septiembre, 10.16 h., hora de Moscú (6.16 GMT). Dos misiles balísticos son detectados en el Mediterráneo por los radares de la estación de Armavir. Esta base de la krai (provincia) de Krasnodar [1] dispone de dos radares del sistema de detección de misiles Arial que pertenecen a las fuerzas de defensa aeroespaciales rusas a cargo de la vigilancia de Oriente Próximo. Estos datos son simultáneamente confirmados por un navío ruso de reconocimiento y de vigilancia electrónica que surca aguas costeras sirias. Leer mas
Tras la neutralización de los dos misiles lanzados por EEUU, Rusia contactó al régimen de Obama para informarle que “golpear Damasco equivaldría a golpear Moscú”
Martes, 3 de septiembre, 10.16 h., hora de Moscú (6.16 GMT). Dos misiles balísticos son detectados en el Mediterráneo por los radares de la estación de Armavir. Esta base de la krai (provincia) de Krasnodar [1] dispone de dos radares del sistema de detección de misiles Arial que pertenecen a las fuerzas de defensa aeroespaciales rusas a cargo de la vigilancia de Oriente Próximo. Estos datos son simultáneamente confirmados por un navío ruso de reconocimiento y de vigilancia electrónica que surca aguas costeras sirias. Leer masMisiles balísticos Yars entran en servicio operacional en Siberia
La División de Misiles de Novosibirsk recibió el sistema de misiles balísticos intercontinentales Yars que sustituirá el sistema Topol-M. Vea en el vídeo la nueva lanzadera que destaca por sus altas .
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Miles de manifestantes turcos protestaron contra la corrupción de Partido gobernante AKp y el primer ministro Tayyip Erdogan en Ankara 21 de diciembre 2013.
El yuan en la mira
Raúl Zibechi
El
acuerdo firmado con el mayor enemigo de Estados Unidos desde la caída
de la Unión Soviética, identificado como el “eje del mal”, es un sacudón
en la geopolítica mundial de incalculables consecuencias. Lo que está
en juego, además de la paz, es la continuidad del petrodólar, o sea la
hegemonía de la moneda estadounidense.
Hace unos meses
parecía inalcanzable. Antes de la primavera árabe era imposible. Pero
después del acuerdo que evitó una invasión a Siria, forzado por Rusia,
todo parece posible en Medio Oriente y, tal vez, en otras partes del
mundo. El entramado de alianzas que durante medio siglo mantuvo cierta
estabilidad en la región se ha desvanecido. Los tres aliados
tradicionales de Estados Unidos, Israel, Arabia Saudí y Egipto, van
perfilando caminos divergentes respecto a la superpotencia, mientras
Rusia ensaya su retorno y China aumenta su protagonismo en una región
clave.
Como
ya aceptan todos los analistas y buena parte de los medios, Washington
ya no juega solo en el tablero global. Algunos asesores que siempre han
jugado un papel determinante en las decisiones de la Casa Blanca, como
el influyente Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional de
Jimmy Carter (1977-1981), venían pregonando un acuerdo con Irán desde la
llegada a la presidencia de Hassan Rohani, conocido por su pragmatismo.
“El Congreso se está finalmente avergonzando de los esfuerzos de Netanyahu por dictar la política estadounidense”, escribió en su cuenta twitter días atrás (Eldiario.es, 15 de noviembre de 2013).
El acuerdo firmado entre los integrantes permanentes del Conejo de Seguridad de la ONU
(China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia), más Alemania,
con Irán, tiene una duración de seis meses y establece una reducción del
alcance del programa nuclear iraní a cambio de suavizar el embargo
internacional. Irán se compromete a rebajar a la mitad el uranio
enriquecido al 20 por ciento, no enriquecer a más del 5 por ciento en el
futuro, y a no aumentar la capacidad de enriquecimiento de la planta de
uranio de Natanz ni de los reactores de Fordow y Araki, ni a construir
nuevas instalaciones aceptando la supervisión de la Agencia
Internacional de Energía Atómica.
Washington
a su vez se compromete a suspender el boicot al petróleo iraní,
desbloquear fondos de Teherán en el exterior, suspender las sanciones
sobre la industria automotriz y a los servicios aéreos, además de
permitir la compra por Irán de alimentos, medicamentos y equipos
médicos.
El
acuerdo alcanzado en la madrugada del domingo en Ginebra tiene varias
ventajas para las partes: se asegura que Irán no desarrollará armas
nucleares y preserva su derecho a desarrollar un programa de energía
atómica con fines pacíficos. Podría ser el primer paso en 35 años para
llegar a un entendimiento de largo plazo entre la República Islámica y
Occidente, aunque persisten focos de tensión y desavenencias tanto en la
región como a escala más global. Por diferentes motivos, los
principales ganadores son Irán, Estados Unidos, Rusia y China, mientras
los más perjudicados son Arabia Saudí e Israel. Francia procuró
descarrilar las conversaciones, pero finalmente debió ceder.
El realismo de Obama
Comprender
las dificultades de Washington es el tema clave, ya que es el actor que
había construido el edificio de la gobernabilidad global que ahora se
resquebraja. Intentar restaurar su influencia pasa por un acuerdo con
Teherán, pero no por los motivos que se aducen. En efecto, es altamente
improbable que Irán pueda construir un arma nuclear en un plazo breve.
Todo indica que en el futuro inmediato seguirá habiendo sólo una
potencia nuclear en la región, Israel. Por otro lado, Paquistán e India
se convirtieron en potencias nucleares sin el consentimiento de
Washington, pero el primero es ahora su aliado y coquetea con el
segundo.
El
problema para Obama está en otro lado: necesita un urgente
reposicionamiento geopolítico. La creciente influencia de Rusia en la
región y sobre todo de China en el mundo, llevaron al Pentágono a
establecer la estrategia del “pivote Asia Pacífico” para contener al
país que visualiza como su principal competidor. Todos sabemos que el
futuro de la economía mundial pasa por Asia. Además, desde el comienzo
de la primavera árabe en 2011 Washington perdió aliados vitales que
antes eran incondicionales: Turquía, Israel, Arabia Saudí, Irak.
Demasiada inestabilidad que le impide concentrarse en Asia. Por eso el
analista Pepe Escobar escribe: “Washington quiere más influencia en el suroeste de Asia, y en toda Eurasia” (Russia Today, 15 de noviembre de 2013).
“Con
el acuerdo temporal obtenido con Irán en Ginebra, Barack Obama acaricia
el mayor éxito de política exterior de su presidencia y Estados Unidos
la mejor oportunidad de un rediseño de la geopolítica mundial desde la
caída del Muro de Berlín” (El País,
25 de noviembre de 2013). Si ese acuerdo no se obtuvo antes, fue porque
el frente interno estadounidense no lo permitía. Si se consigue ahora,
es por la necesidad de reposicionarse en una región a la que está atado
de pies y manos. Tres años atrás, cuando Brasil y Turquía llegaron a un
acuerdo para que Irán enriqueciera uranio fuera del país, “estaba haciendo una concesión que ahora no necesitó hacer”, destacó el ex canciller y actual ministro de Defensa Celso Amorim (Folha de São Paulo, 27 de noviembre de 2013).
Para
Irán era urgente una tregua, sobre todo aliviar las sanciones que
sacuden su economía. La inflación alcanzó el 30 por ciento, la
desocupación el 20 por ciento. Las exportaciones de petróleo, que
representan el 80 por ciento de los ingresos del gobierno, cayeron a la
mitad. La moneda iraní, el rial, se devaluó el 100 por cien frente al
dólar y los precios de los alimentos se duplicaron. Es cierto que Irán
siguió exportando crudo a más de 30 países, entre ellos India y China, y
que la mitad de su comercio con Beijing se realiza en yuanes, lo que
afecta al dólar. Además el levantamiento de las sanciones aportará 8 mil
millones de dólares a Teherán por el acceso a activos congelados en el
exterior y la reanudación del comercio.
Si
el acuerdo se consolida y avanza en los próximos seis meses, la Casa
Blanca tendrá las manos más libres para dedicarse a lo que realmente le
importa: cercar a China apoyándose en Japón, Corea del Sur y Australia.
Y, por supuesto, en su flota de portaaviones y su red de bases
militares.
La nueva alianza saudí-israelí
La diplomacia china aseguró que el acuerdo firmado es “sólo el comienzo” y destacó que aún queda un largo camino por recorrer (Xinghua, 25 de noviembre de 2013). “China continuará facilitando las conversaciones y desempeñará un papel constructivo en este sentido”, dijo el portavoz de la cancillería.
China
es probablemente el país más interesado en evitar una guerra en la
región, que involucraría a varias potencias y llevaría al cierre del
Estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, por donde pasa el 20 por ciento
del petróleo que se comercializa en el mundo. Si eso sucediera, el
precio podría duplicarse y los flujos podrían interrumpirse afectando
principalmente a los países asiáticos y a Europa. Por el contrario,
Washington camina hacia la autosuficiencia energética y sus fuentes de
abastecimiento se encuentran más diversificadas que las de su principal
competidor.
Para Moscú es importante poner fin a la guerra en Siria y “cambiar el énfasis de derrocar a Bachar al Assad a combatir el terrorismo” (The Brics Post,
25 de noviembre de 2013). Algo similar sucede con el gobierno iraquí de
Nouri al Maliki, que necesita superar la terrible polarización entre
sunitas y chiítas que ha sumido al país en el caos, una década después
de la invasión estadounidense. En ambos casos el papel de Teherán no es
menor. Aliado de los presidentes de Irak y Siria, puede convertirse en
pieza clave para bajar los decibeles, apoyándose en la cada vez más
influyente diplomacia rusa.
Pero
la cuestión clave es la nueva alianza entre Israel y Arabia Saudí. El
primer ministro Benjamín Netanyahu regañó en conversación telefónica a
Obama ya que considera “un error histórico” la firma del acuerdo con Irán, porque “el mundo se ha convertido en un lugar mucho más peligroso” (Russia Today,
26 de noviembre de 2013). Por su parte, la familia real saudí se mostró
indignada con el acuerdo con Irán. Los saudíes sufrieron en poco tiempo
la doble derrota de ver cómo se les escapó de las manos el esperado
triunfo en Siria y ahora cómo su archienemigo Irán se convierte en
interlocutor privilegiado de Washington, desafiando su liderazgo en la
región.
Algunas
fuentes sostienen que los servicios secretos israelíes y saudíes están
trabajando juntos para preparar ataques en suelo iraní, mientras la BBC
aseguró hace varias semanas que Arabia Saudí pretende conseguir armas
nucleares a través de Pakistán, cuyo programa atómico apoyó en su
momento. Más grave aún es que Riad está dispuesto a facilitar drones, aviones cisterna y helicópteros, además de su espacio aéreo, para un ataque israelí a Irán.
Lo
más probable, empero, es que los nuevos aliados no ataquen directamente
a Irán sino que intensifiquen el enfrentamiento en el frente sirio y,
probablemente, en Líbano, donde la milicia chiíta Hezbolá sigue siendo
un problema para Tel Aviv. Al parecer el ataque suicida contra la
embajada de Irán en Líbano, que costó la vida a 23 personas hace dos
semanas, sería parte de la escalada que se prepara en la región para
intentar contrarrestar la nueva relación de fuerzas. El otro punto débil
es la Franja de Gaza, donde el delegado de la ONU declaró que la crisis humanitaria como consecuencia del bloqueo israelí al gobierno de Hamas ha llegado a “todos los servicios esenciales, como hospitales, clínicas, estaciones de bombeo de aguas residuales” (Asia Times, 27 de noviembre de 2013).
Medio
Oriente fue el nudo de la hegemonía estadounidense desde 1945. Ahora ya
no lo es y su interés se desplaza gradualmente hacia Asia Pacífico.
Pero en esta zona que sigue teniendo una importancia estratégica, la
cosas se han complicada demasiado para Washington. Desde la caída de
Hosni Mubarak durante la primavera árabe perdió el control de Egipto.
Israel se ha convertido en un aliado problemático y Arabia Saudí está
mirando hacia China. Las principales piezas del ajedrez estratégico se
mueven cada una por su lado sin un mando central que las pueda regular.
Petróleo y dólares
El
escenario sobre el que se mueven las principales potencias en Medio
Oriente fue diagramado, durante la Primera Guerra Mundial, por Francia e
Inglaterra a través del acuerdo secreto Sykes-Picot, el 16 de mayo de
1916, arbitrando sus respectivas áreas de influencia en la región cuando
el petróleo adquirió importancia estratégica al sustituir al carbón
como combustible de las marinas de guerra. En febrero de 1945,
retornando de la Conferencia de Yalta, el presidente Franklin Roosevelt
desembarcó en el Canal de Suez para reunirse con la autoridad saudita,
Ibn Saud, consolidando una alianza por la cual la potencia victoriosa de
la Segunda Guerra Mundial sustituyó el papel que había tenido
Inglaterra.
La
Casa de Saud se convirtió en el principal abastecedor de petróleo
barato a la potencia que era responsable de casi la mitad del pib global. El reciente informe de la Agencia
Internacional de Energía señala que gracias a las nuevas técnicas como
la fractura hidráulica, Estados Unidos alcanzará y superará a Arabia
Saudí como principal productor de petróleo. Y señala que eso se
producirá en 2015. Como quien dice, un viraje que está a la vuelta de la
esquina.
Para
Estados Unidos es importante asegurar su autosuficiencia energética,
toda vez que la dependencia de las importaciones ha sido uno de sus
flancos más débiles. Pero el papel de Riad queda en el aire. A comienzos
de 2012 China y Arabia Saudí firmaron un acuerdo para la construcción
de una enorme refinería para producir 400 mil barriles diarios en 2014,
en el puerto de Yanbu, en el mar Rojo. La estatal china Sinopec será
propietaria de un 37,5 por ciento de la refinería junto con la saudí
Aramco que tendrá el 62,5 por ciento.
El
año 2012 registró ese viraje: China desplazó a Estados Unidos como
principal importador de crudo saudí. Pero el tema es más profundo: en
1972 Estados Unidos y Arabia Saudí acordaron que todo el petróleo
vendido por la monarquía sería nominado en dólares estadounidenses. Así
nació el petrodólar que fue adoptado por casi todos los países y se
convirtió en el sostén de la economía de la superpotencia, otorgándole
una ventaja que ningún otro país poseía.
Si
el petrodólar se derrumba, el dólar se termina como moneda de reserva
lo que marcará el fin de la hegemonía estadounidense. Los países
integrantes del brics
empezaron a comerciar en sus propias monedas, en particular China y
Rusia. La llave la tiene Arabia Saudí. El día que deje de vender su
petróleo en dólares, el sistema financiero y Wall Street sentirán un
impacto demoledor. Recordemos que la verdadera razón para la invasión a
Irak fue que Saddam Hussein decidió vender su petróleo en euros.
El declive del dólar se acelera en los últimos años con acuerdos entre China y Emiratos Árabes Unidos, Brasil, Rusia y los brics entre ellos, pero también Japón y Australia, para utilizar sus propias monedas (Geab 72, febrero 2013). A comienzos de 2013 el Laboratorio Europeo de Anticipación Política señalaba que “levantar las sanciones a Irán es la primera etapa para el pago en euros del petróleo importado por Europa” y añadía que el viejo continente no debería “hacerse cargo de la inestabilidad y la debilidad de la economía estadounidense”.
Esta
tendencia choca de frente con la internacionalización del yuan, la
moneda que más se ha apreciado frente al dólar. Síntoma de lo que se
viene, es el vertiginoso aumento de las compras de oro por los bancos
centrales en 2012, las mayores desde 1964 (CNBC, 14 de febrero de 2013). El Banco Popular de China acaba de informar que “el país ya no se beneficia con el aumento en sus tenencias de moneda extranjera”, por lo que puede frenar la compra de dólares (Bloomberg News, 21 de noviembre de 2013). China tiene reservas de 3,6 billones de dólares, el triple que cualquier otro país y más que el pib de Alemania.
Una
característica de los tiempos de transición suele ser la aceleración de
los cambios y, sobre todo, la tendencia a resolver los conflictos por
la vía militar. El acuerdo con Irán aplaza una guerra en Medio Oriente,
pero puede acelerar la tensión en Asia Pacífico.
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